67748060 Resumen de La Eclesiologia Del Concilio Vaticano II


BREVE HISTORIA DE LA ECLESIOLOGIA

La Edad Patrística

Los Padres de los tres primeros siglos

Sólo en la medida que surgen los problemas se organizan las respuestas y se comienza a hacer teología, la cual se vive.

San Clemente Romano: Carta a los Corintios (+101)

• Aclara dos puntos importantes: a) La Iglesia misterio de paz y unidad. La Iglesia como misterio de comunión que se expresa en la paz y concordia por tener un sólo Dios y a Cristo nuestro Señor, un sólo y único Espíritu, y una vocación: la unidad; b) La jerarquía y el primado romano. Habla del carácter sagrado de los pastores de la Iglesia.

San Ignacio de Antioquía (+107)

• Se define a sí mismo como “un hombre dispuesto siempre a la unidad” (Phil 8,1), expresión que revela el sentido profundo de su eclesiología. Para él, como para Clemente, la Iglesia es esencialmente un misterio de unidad (de a)ga/ph) donde lo visible y lo invisible se unen en la Iglesia como Cristo mismo. Además subraya la unión indisoluble, en el seno de esta Iglesia de Cristo, entre lo visible y lo invisible, lo corporal y lo espiritual. La Iglesia es una con Cristo; y cada iglesia local expresa esa unión en su unión con el obispo (sine nihil episcopo).

San Ireneo de Lyon (+202)

• Se le denomina el fundador de la teología cristiana de Occidente. En el libro 3ro. de Adversus Haereses, Ireneo desarrolla a fondo dos conceptos:

• Recapitulación. Volver a poner todas las cosas bajo la cabeza de Cristo, donde la Iglesia es el instrumento de esa recapitulación y también la plenitud de esa recapitulación.

• Tradición, significando sobre todo la sucesión apostólica. Para él la fuente y norma de la fe es la doctrina transmitida por los apóstoles y conservada en vigor en la Iglesia. La sucesión no interrumpida de obispos, que remonta hasta los Apóstoles, garantiza la verdad de su doctrina. Ireneo se limita a demostrar esta sucesión en la Iglesia de Roma, “la más grande, la más gloriosa, la más antigua por todos conocida y fundada por los gloriosos apóstoles Pedro y Pablo. Ireneo demuestra que la serie de Obispos de esta iglesia remonta a los apóstoles y que por tanto su doctrina es apostólica.

La edad de oro de la patrística griega: siglos IV y V

La teología de los Padres es básicamente cristológica. Su idea fundamental es que Cristo ha asumido a todo el hombre. En la humanidad de Cristo hay un aspecto colectivo; Cristo ha asumido la humanidad de todos (San Hilario), y lo ha hecho por la Encarnación.

La Encarnación es Salvación pues con ella empieza la redención. “Al Hijo que tendrás le pondrás por nombre Jesús (salvador)”. Dios hace un regalo al mundo al asumir la humanidad de todos en su Hijo. Hay en ella una presencia de todos: la Encarnación es salvación. He aquí su valor soteriológico: el Hijo de Dios se ha hecho hombre, para que todos los hombres puedan hacerse hijos de Dios.

La Salvación implica divinización: (hacerse dioses). Todo arranca del Dios-Trinidad y del descenso de esa Trinidad a la humanidad por la Encarnación del Verbo. Ya desde su Encarnación, y a título mismo de esa encarnación, Cristo, que nos llevaba a todos en Él, nos ha divinizado y unido al Padre, y de algún modo nos ha constituido ya en Iglesia.

La Iglesia es la plenitud del Misterio de Cristo: El misterio de la Iglesia es la continuación del Misterio de Cristo. Cristo no se quiere dar a la humanidad sino por la Iglesia. Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad, es decir, Dios quiere que todos sean de la Iglesia. El Misterio de Cristo incluye la Iglesia mediante la cual, por el Espíritu Santo, Cristo se forma en nosotros. El principio directo de esta comunicación de vida que el Padre nos otorga en y por su Hijo Jesucristo, y que constituye fundamentalmente a la Iglesia, es el Espíritu Santo gracias al cual Dios se hace comunicable. El Espíritu Santo nos hace miembros de la Iglesia. Se debe al Espíritu Santo que Cristo se halla hecho hombre como nosotros y que en nosotros se graben sus reflejos.

Los Padres no desarrollaron el aspecto jurídico de la Iglesia. Escribieron lo que pensaban, y su pensamiento se centró en la unión del hombre con Cristo. En este terreno son más testigos que teólogos, son testigos de lo que Cristo les da.

La doctrina eclesiológica de San Agustín y su influencia en la teología posterior

San Agustín, en sentido pleno, es un punto de referencia en la teología, especialmente en su eclesiología. Es el primero en ofrecer un gran esquema sistemático. No hace un tratado aparte de eclesiología sino que estudia las realidades de la Iglesia en todos los escritos. Para él la Iglesia es el misterio que vive lo que Dios ha querido hacer para unirnos a Él.

Durante sus controversias con los pelagianos su punto de partida se va haciendo sistemático: sitúa el misterio de la Iglesia en la perspectiva de los dos adanes, el viejo Adán (AT) y el nuevo (NT) que es Cristo, subrayando la Humanidad del segundo ya que en Él está la nueva humanidad redimida que es la Iglesia.

Los puntos principales de su reflexión eclesiológica son:

1. El Cristo Total, Cabeza y Cuerpo: Cristo quiere irse añadiendo miembros en el tiempo a través de la Iglesia. Tenemos de algún modo a todo el Cristo entero, en la plenitud de la Iglesia; es decir, la cabeza y el cuerpo, en la plenitud de un hombre completo, cuyos miembros somos cada uno de nosotros. Cristo y la Iglesia reunidos constituyen “una sola cosa, una sola alma, una sola persona, un solo hombre, un solo justo, un solo Cristo, un solo Hijo de Dios”. Así pues, el Cristo total no es el Salvador sólo, sino la cabeza y el cuerpo. Él es nosotros, y nosotros somos Él. Esa identidad mística entre Cristo y su Iglesia es tan esencial al Cristianismo que se convierte en un verdadero principio exegético. La idea subyacente es la identificación mística de Cristo y los suyos. Cabeza y Cuerpo está unidos por la caridad, el amor. El artífice de esa unión vital es el Espíritu Santo, de aquí que Agustín formule el papel desempeñado por el Espíritu en la Iglesia: “Lo que es el alma para el cuerpo del hombre, es el Espíritu Santo para el Cuerpo de Cristo, es decir, la Iglesia”.

2. Estructura sacramental de la Iglesia: El Cristo total no es sólo un misterio invisible, sino que tiene un plano visible institucional que se hace presente a través de una estructura sacramental cuyo centro es la Eucaristía. Para formar un cuerpo con Cristo se necesita del cuerpo sacramental de Cristo. Por la Eucaristía formamos el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Para San Agustín como para San Pablo, comulgar con el Cuerpo de Cristo y comulgar con la vida de su cuerpo eclesial es un mismo misterio. A partir del bautismo y por el bautismo somos agregados al Cuerpo de Cristo y nos convertimos en miembros de la Iglesia. Por el bautismo recibimos una marca imborrable, la de nuestro Rey. La estructura de la Iglesia no es igualitaria, como lo prueba la importancia que reviste a sus ojos el sacramento del orden, que une a Cristo de otra manera, hace que en la persona que lo reciba actúe Cristo. Las acciones jerárquicas son acciones de Cristo. Él actúa por medio de los sacramentos para hacer que el hombre llegue al encuentro con Él.

3. Ecclesia, communio sanctorum: Modo de aludir al misterio de la Iglesia. Para Agustín la Iglesia se empieza a construir en la historia como Ciudad de Dios, a partir de los dos adanes, en una comunión y sociedad última que es la de los Santos, comunión de ángeles y hombres reunidos por el Espíritu; aunque, todavía está la Iglesia que peregrina. Esta “aquí”, pero le falta todavía para ser “celeste”. En rigor, todos los miembros de la Iglesia peregrinante son los mismos de la Iglesia celestial; no son dos Iglesias diferentes, sino dos momentos cualitativos de una misma realidad. Algunos lo entendieron mal y pensaron que la verdadera Iglesia estaba en el cielo y que ésta sería una pasajera; afirmaban que la verdadera Iglesia era la formada espiritualmente por aquellos que se sienten llamados. Hay una única Iglesia, la comunión de los santos, con dos etapas: la Iglesia peregrinante y la celestial (in caelo fundata, in terra peregrinans). La Comunión de los Santos tiene tres características:

• Mixta: acoge a pecadores y santos y entre los pecadores los que están en pecado, perteneciendo a ellos por el carácter de los sacramentos.

• Communio sacramentorum: Es una familia, ciudad donde participamos de los sacramentos.

• Communio hierarchica: Frente a los donatistas. Se está en la Iglesia mientras se esté en comunión con los obispos.

4. Unitas catholica: Es la que está en unidad universal, por toda la tierra (es lo opuesto a secta), en contraposición a la discusión con los donatistas y otros que se creían salvados al ponerse aparte. La Iglesia Católica es la verdadera porque al ser mixta, acoge en su seno a todos los hombres que quieren salvarse.

Resumiendo se puede decir que para Agustín la Iglesia es: el Cristo total al que se accede por una estructura sacramental visible, para llegar a la comunión de los santos. En la fase peregrinante es mixta, es communio sacramentorum y communio hierarchica.

Edades medieval y moderna

La teología escolástica, en especial Santo Tomás

La eclesiología de la Edad Media vivirá de la herencia de los Padres, y sobre todo de San Agustín. En los autores sobresale Santo Tomás que recurre a San Agustín para construir sus Sumas. No escribió un tratado exclusivamente sobre la Iglesia, porque la Iglesia está presente en todos sus tratados. La Iglesia, su misterio, penetra todo. Es de gran significación la comprobación de que los primeros tratados “separados” de la Iglesia son contemporáneos de las primeras impugnaciones expresas de un mundo tan unificado como el de aquella época.

Santo Tomás (1224-1274)

• Su visión de la Iglesia se ve en todo su proceso de la economía de la salvación. La revelación de Dios se ha hecho con el objeto de que la criatura racional entre en comunión con Él, en una comunión divinizante, hecha a través de Cristo, Verbo Encarnado, y de los medios que Él ha dejado: fides y sacramenta fidei.

• Dibuja dos niveles conectados:

a) comunión de vida con Cristo a la que estamos llamados;

b) institución en la que confesamos la fe y recibimos los sacramentos.

• Por los sacramentos entramos en comunión con Dios. Una vez que entremos en comunión con Él, los sacramentos desaparecerán, por su carácter transitorio. La Iglesia es el medio de salvación, es RES et SACRAMENTUM a la vez. El SACRAMENTUM es el medio para llegar a la RES.

• Los puntos principales de su reflexión eclesiológica son:

1. La Iglesia como misterio de comunión con Dios: Cristológicamente caracterizada se da y se realiza en Cristo. Es una reunión, congregatio fidelium, fieles a Cristo. No se puede interpretar como mera asamblea con intereses políticos. Todos los justos de la historia están de alguna manera en el misterio de la Iglesia. Manejando el sistema de exitus (salida), y reditus (vuelta) coloca a la Iglesia del lado del reditus: la gracia que Dios dispensa a través de ella, por el Espíritu Santo, a los hombres, hace que éstos vuelvan a Él. (III, q.8).

2. Naturaleza sacramental de la Iglesia peregrinante: Va en consonancia con la idea anterior. Pertenece a la Iglesia en su etapa peregrinante, histórica. Para San Buenaventura el fundamento último de la visibilidad y sacramentalidad de la Iglesia es su conformidad con la Cabeza. Si Cristo es el “gran sacramento de salvación”, ¿cómo la Iglesia, que es su cuerpo, no habría de ser un misterio sacramental? La Iglesia no es sólo el don de Dios (derramamiento de la gracia capital de Cristo), sino también el conjunto de medios (los sacramentos) que nos comunican esa gracia y nos ayudan a vivir de ella. En la Iglesia peregrinante la comunión de gracia se forma en la historia a partir de la Humanidad de Cristo: acta et passa Christi in carne, actos, hechos y padecer de Cristo en su carne. Del costado de Cristo manaron los sacramentos: Sangre y Agua, por los cuales se constituye la Iglesia. La Comunión de los Santos como la institución eclesial forman parte de la Iglesia que es una realidad compleja (LG 8) orgánicamente estructurada, donde lo visible se ordena a lo invisible.

3. Respecto a la Eucaristía: Es cumbre de los sacramentos y centro de la realización de la Iglesia. Es la RES de los sacramentos porque contiene el Bien Común espiritual (III, q.66, a.3, ad.1).

4. Constitución jerárquica de la Iglesia: “Los Apóstoles y sus sucesores son vicarios de Dios para el gobierno de la Iglesia, constituida por la fe y los sacramentos de la fe, así tampoco les está permitido trasmitir otra fe ni instituir otros sacramentos” (III, q.64, a.2, ad.3). El carácter es participación en el sacerdocio.

• Su eclesiología no es un sistema cerrado, ha evolucionado en su misma línea, desarrollando temas como: a) el episcopado como plenitud del sacramento del orden; b) las iglesias particulares donde está la Iglesia universal.

La teología moderna

Los primeros tratados de eclesiología aparecen en el siglo XIV, en medio del conflicto entre Felipe IV el hermoso y Bonifacio VIII, ocasionando reduccionismos. El primero, de Jacobo de Viterbo (+1308), lleva el título De regimine christiano; muy pronto le siguen los de Juan de París, Gil de Roma, Occam, etc. Estas obras son defensa de la autoridad católica frente al rey más que un tratado sobre la Iglesia.

En el siglo XV aparece una nueva temática: Los movimientos antijerárquicos, es decir, actitudes que cuestionaban la Jerarquía (democratismo eclesiológico de Marsilio de Padua), El Conciliarismo y el Espiritualismo de Hus y Wycleff (la Iglesia verdadera no es la jerarquía, sino todos los que se sienten salvados espiritualmente). Ante estos movimientos nace uno en defensa de la Jerarquía, del cual se caracterizará la Summa de Ecclesia de Juan de Torquemada.

Será el conflicto, abierto por Lutero, el que más inducirá a la elaboración de un tratado de eclesiología. Lutero va a elaborar una eclesiología revolucionaria partiendo de una mala interpretación de San Agustín, separando la dimensión visible e invisible y afirmando que la verdadera Iglesia es la invisible. Los protestantes reformadores negarán lo que es visible en la Iglesia y frente a ello, los católicos publicarán obras apologéticas antiprotestantes y antigalicanas (siglo XVI). Su representante es el cardenal Roberto Belarmino con su obra Controversia de Concilii, en la cual defiende las verdades negadas: poder pontificio y naturaleza de la Iglesia visible.

Llama también la atención el Catecismo de Trento (San Pío V) que no se focaliza tanto en lo apologético y es de gran importancia su eclesiología asentada en Santo Tomás y los Padres.

Siglo XIX:

• Nacen en Europa los llamados Estados Modernos (fruto de la Ilustración y el racionalismo) que pretenden dominar la sociedad. En este contexto, la Iglesia se autodefinirá como una “sociedad perfecta”, es decir, una sociedad que tiene todos los medios para conseguir sus fines. Junto a ese problema aparece el protestantismo liberal que negará que la Iglesia sea fundada por Cristo. Aparece entonces la defensa de la Iglesia como sociedad jerárquica. Por su lado los Modernistas desarrollarán sus ideas en el seno de la Iglesia sosteniendo las tesis del protestantismo liberal junto a la suya: Cristo no ha fundado o constituido un reino de Dios en la tierra. Se destacan así los tratados de TF. Las formas modernas de este problema en los siglos XIX y XX serán las del llamado Regalismo.

• A mediados de este siglo se cae en la cuenta de los excesos del racionalismo hegeliano en el seno de la sociedad alemana. La reacción producida se denominó «el romanticismo filosófico», el cual afirma que el hombre se explica por la vida, no por la razón, subrayando sobretodo lo sentimental. Su representante más importante es Johan Adam Möhler, profesor de la Universidad Católica de Tubinga. Es uno de los Padres de la Eclesiología actual. Muy pronto se orientaron en su mismo sentido los llamados teólogos de «la Escuela Romana»: Franzelin y Claudio Passagglia, Perroni, Schrader y también Matías Joseph Sheeben y el Cardenal Newman. Todos tenían en común el hecho de dar una prioridad definitiva al aspecto místico y vital de la Iglesia por encima de las estructuras y de la institución, aunque no en detrimento de las mismas.

• El más destacado es Möhler que descubrió la gran escolástica de los medievales y Santo Tomás. Sus obras:

• La Unidad de la Iglesia: Es un estudio de la eclesiología en los padres de los tres primeros siglos. La Iglesia tiene su principio activo en el Espíritu Santo, es Una. La conciencia histórica de la Iglesia es la Tradición que va expresando lo que es. Destaca la acción del Espíritu Santo.

• La Simbólica. Presenta más equilibradamente los planteamientos cristológicos y pneumatológicos. La Iglesia en Möhler acaba siendo el Cuerpo de Cristo animado por el Espíritu Santo a través de la estructura Jerárquica; es la continuación de la Encarnación de Cristo, es, en fin de cuentas, la Encarnación permanente de Jesucristo; por ello se le denomina en el NT “el Cuerpo de Cristo” a los fieles de la Iglesia.

• Este modo de hablar de Möhler lo acoge León XIII en la Satis Cognitum y Pío XII en la Mystici corporis, y el CV II en la LG. Sheeben y Newman influirán en el CV II. El fruto más decantado es la Constitución Dogmática Lumen gentium.

Trascendencia de la espiritualidad laical en la actual renovación eclesiológica

En el CV II se expresó la íntima conciencia espiritual de la Iglesia; esta expresión surge en primer lugar de la vida, y sólo en un segundo lugar, de las ideas. Varios fenómenos pastorales surgieron en el siglo XX promoviendo la espiritualidad laical, el que los laicos asuman su responsabilidad como bautizados: Movimiento Litúrgico, Acción Católica, Opus Dei, etc. Todos se inspiran en la llamada universal a la santidad que tiene todo bautizado (LG cap. V).

Eclesiología del Concilio Vaticano II: COMUNIÓN Y MISIÓN.

Comunión y misión

Una Iglesia así constituida, que arroje los signos de la fe, será capaz de atraer con mayor facilidad a quienes nunca han pertenecido a ella e, incluso, a aquellos que, engañados por los ídolos del mundo, la han abandonado. Del mismo modo, facilitará el diálogo con los miembros de las Iglesias particulares y de otras comunidades cristianas que no están en plena comunión con la Iglesia católica, así como el diálogo con las otras religiones y con los nuevos areópagos.

La comunión es un signo eficaz de evangelización: «Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21). En esta comunión, vertical y horizontal, está el fundamento de la fecundidad de la misión[1]. La comunión es, de por sí, misionera, pues mediante ella la Iglesia se presenta y actúa como sacramento visible de unidad salvífica[2], es decir, «signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano»[3].

Los resultados de la Nueva Evangelización dependen, en gran medida, del nuevo ardor de la caridad y de la comunión. En este sentido, como el año 1992 nos lo recordaron los obispos de América Latina reunidos en Santo Domingo, la Nueva Evangelización de nuestro Continente requiere la conversión permanente de la Iglesia a las enseñanzas del Concilio.

Este desafío atañe a todos: en la conciencia y en la praxis, personal y comunitaria, en las relaciones entre los fieles y con los pastores, en las estructuras eclesiales y en el quehacer ecuménico, a fin de que se haga presente, cada vez con mayor claridad, la Iglesia como principio de unidad y amor[4]. Porque «el amor es y sigue siendo la fuerza de la misión, y es también el único criterio según el cual todo debe hacerse y no hacerse, cambiarse y no cambiarse»[5].

Esta fuerza evangelizadora de la comunión eclesial tiende, por su misma naturaleza, a la construcción de toda la humanidad según la comunión de Dios Amor [6].

Desde esta perspectiva se puede entender las exhortaciones de Pablo a las comunidades de Filipos y de Éfeso: «siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos [...] buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos de Cristo" (Flp 2,2-5); «poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu» (Ef 4,3-4).

Ahora bien, ¿cuál es el camino para esta comunión intra-eclesial? En primer lugar, la unidad en la pluralidad, como hemos visto que lo presenta la eclesiología de comunión. Por ello, sin pretender que la Iglesia sea una democracia, ni querer renunciar al principio de constitución jerárquica instaurado por su Divino Fundador, y dejando siempre la última palabra a la obediencia, gracias a la cual hemos sido redimidos y por la cual existe la Iglesia: En las inevitables situaciones de conflicto ocasional que puedan surgir, la actitud, tanto de los que presiden en la caridad, como de todos sus miembros, no ha de ser aplastar al que discrepa [...] ni conseguir la paz a costa de las personas [...] ni primar el modelo jefe-subalternos. Sino que la única alternativa evangélicamente válida, según Jesús, es el amor al hermano y el servicio liberador y desinteresado [7].

Para ello se requiere promover, en el seno mismo de la Iglesia, la mutua estima, el respeto y la concordia, reconociendo las legítimas diversidades, para abrir, con fecundidad cada vez mayor, el diálogo entre todos los miembros del pueblo de Dios, tanto los pastores como los demás fieles, pues, como nos lo recuerda la Gaudium et Spes: «Los lazos de unión de los fieles son muchos más fuertes que los motivos de división entre ellos. Haya unidad en lo necesario, libertad en lo dudoso, caridad en todo»[8].

Este diálogo, movido por la caridad, debe comprender también a aquellas Iglesias particulares y comunidades cristianas que aún no están en plena comunión con la Iglesia católica. Porque, como nos lo ha recordado Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint, la unidad de los cristianos es, en primer lugar, para la gloria del Padre[9]. Por ella pidió Jesús al entrar voluntariamente en su pasión: por sus discípulos y todos los que creerían en Él, para que todos sean una cosa sola, una comunión viviente[10].

La comunión de los cristianos es la manifestación de la gracia por medio de la cual Dios los hace partícipes de su propia comunión trinitaria, de su vida eterna. La oración de Jesús, por la unidad de los cristianos, es la oración dirigida al Padre para que se cumpla su diseño eterno de salvación.

Las divisiones entre los cristianos están en abierta contradicción con la Verdad que se empeñan en difundir y, por ello, hieren gravemente su misión. Los resultados de la evangelización están íntimamente ligados al testimonio de la unidad de la Iglesia[11]. El ecumenismo, por tanto, no es sólo una cuestión interna de las comunidades cristianas, sino que está relacionado al amor que Dios ha donado, en Jesús, a toda la humanidad. Obstaculizar este amor es una ofensa a El y a su diseño de reunir a todos en Cristo[12].

Conscientes de esta voluntad de Dios, los cristianos podrán encontrar en la eclesiología de comunión, como de hecho ya lo están haciendo, importantes elementos que favorezcan sus esfuerzos por la unidad. Desde la formulación del principio de la hierarchia veritatum, así como desde las grandes iniciativas de oración común y trabajo coordinado permanente, incluidos los aspectos de orden temporal, el acercamiento hacia la unidad ha dado grandes pasos. Quedan, no obstante, muchos por darse, de los cuales dependen, en gran medida, los frutos de la Nueva Evangelización.

Finalmente, la Iglesia Comunión no sólo abraza en su seno a todos los creyentes, sino que prolonga su comunión, con Dios y con los hermanos, hasta abrazar a la humanidad entera. Lo hace, en primer lugar, testimoniando, de palabra y de obra, la buena nueva de Jesucristo, que no vino al mundo a ser servido sino a servir y dar su vida por el rescate de todos (Mc 10,45). También, imprimiendo en la sociedad el espíritu evangélico, mediante la liturgia y el servicio gratuito a los pobres y necesitados, así como haciendo presentes los valores del hombre y defendiéndolos donde haga falta.

En este sentido, la misión de los laicos, revalorizada en la eclesiología de comunión, desempeña una función muy importante, pues son ellos quienes, en primer lugar, «están llamados a actuar en las realidades temporales y en el campo de sus capacidades para la construcción de una sociedad impregnada de los valores evangélicos»[13]. Corresponde a ellos llevar el mensaje del Evangelio a todos los ambientes de la sociedad, incluso el político.

Para ello se requieren fieles debidamente formados, que sean capaces de mantener un diálogo con el mundo y la cultura de hoy. A la vez, cristianos con fe adulta y probada, pues la Iglesia sabe que, en su peregrinar terreno, ha sufrido y continuará sufriendo oposiciones y persecuciones[14]. Es en estas ocasiones cuando está llamada a brindar el más sublime y gratuito servicio que pueda dar a la humanidad: vencer el mal con el bien, testimoniando así la verdad crucial del Evangelio, realizada en Jesucristo: el amor al enemigo (Mt 5,44; Lc 29,34).

Buscando al hombre a través del Hijo, Dios quiere inducirlo a abandonar los caminos del mal, en los que tiende a adentrarse cada vez más [...] Derrotar el mal: esto es la Redención. Ella se realiza en el sacrificio de Cristo, gracias al cual el hombre rescata la deuda del pecado y es reconciliado con Dios[15].

Derrotar el mal, no con la fuerza física o el poder político, sino con el bien, con la fuerza del perdón, asumiendo las consecuencias de los pecados ajenos, como Jesús en la Cruz, cargando con el mal de los demás. Esta es la misión del Siervo de Dios anunciada por Isaías, cumplida en Jesucristo y que se prolonga en la Iglesia; «eran nuestras dolencias las que él llevaba [...] con sus cardenales hemos sido curados [...] Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado [...] indefenso se entregó a la muerte» (Is 53,4-12).

A esta misión se refiere Jesucristo cuando dice a sus discípulos que ellos son la sal de la tierra, la luz del mundo, la levadura que fermenta la masa (Mt 6,13-16). Las tres figuras usadas por Cristo (sal, luz y levadura) realizan su servicio deshaciéndose, consumiéndose, desapareciendo; es decir, a costa de su propia vida[16]. «Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto» (Jn 12,24).

Sobre esta misión, de dar la propia vida, san Pablo dirá: «completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo que es la Iglesia» (Col 1,24); y el martirio de Esteban será la primera muestra: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado» (Hch 7,60).

http://vaticanoii.blogcindario.com/2010/02/00046-eclesiologia-del-concilio-vaticano-ii-ix-comunion-y-mision.html

LA ECLESIOLOGÍA EN LA REFORMA Y EN LA CONTRARREFORMA.

Hay una serie de autores previos a la reforma protestante que estaban ya de alguna forma pidiendo cambios en la Iglesia. El renacimiento trajo una visión nueva de las cosas, en continuidad pero con una ruptura respecto al paradigma anterior. Algunos de estos autores son: Marsilio de Padua, Guillermo de Ockam, Wyclef o Hus.

Marsilio de Padua hablaba de soberanía popular que residía en el pueblo, y que había sido delegado a los gobernantes. El pueblo debería continuar detentando el poder de hacer las normas. Estas teorías las quiso aplicar a la Iglesia, y así toda la autoridad de la Iglesia residiría en el conjunto de los cristianos, que estaban representados por los padres conciliares. El Papa sería el representante del ejecutivo, con una autoridad delegada por el concilio, -única autoridad-, junto con la Sagrada Escritura. La intención histórica de este escritor era dar autonomía y fortalecer al rey de Francia frente al poder del papado, indicando que el poder de la Iglesia debía ser espiritual pero no temporal, por eso diseña y justifica una organización política para la iglesia con más reparto de poder.

Guillermo de Ockam aplica su filosofía nominalista a la eclesiología. No importará la totalidad, la estructura sino que el individuo tiene que estar en el centro. Por eso la Iglesia y el papado deben estar al servicio de los hombres, y no dictando tantas leyes. Su oposición al juridicismo creciente de la Iglesia es notable. Lutero lo consideraba su maestro.

Wyclef era favorable a una reforma eclesial pero en un orden más ético. Hablaba de aumentar la pobreza en los ministros. Los predestinados son los justos, los pobres, los verdaderamente salvados. Los ministros auténticos serán los de vida ejemplar, los demás no son auténticos; y los sacramentos que realicen serán menos ejemplares, volviendo a una especie de donatismo. La Iglesia es algo invisible, un cuerpo místico, y es la Iglesia de los predestinados, de los que sólo Dios sabe quienes le pertenecen. En el fondo está haciendo de la Iglesia una comunión espiritual antes que una estructura externa, seguramente por el peso excesivo de un juridicismo creciente.

J. Hus, de Chequia, traslada las ideas de Wyclef a su país, escribiendo un tratado sobre la Iglesia. De nuevo la Iglesia lo es de los predestinados, las personas en pobreza son los justos. Fue condenado iniciando un movimiento, los Husitas, actuando contra el emperador y el Papa. Hoy Hus es un símbolo de la resistencia Checa contra los Alemanes. Los husitas fueron sofocados y él condenado, pero los aires de reforma y de cambio estaban ya en el ambiente de Europa.

El contexto inmediato anterior a Lutero era el conciliarismo como teoría, junto con la realidad histórica del debilitamiento del Papa por causa del Cisma de Occidente. La Iglesia llegó a disponer de tres Papas distintos, todos considerados legítimos y verdaderos, lo cual debilitó la institución. El único que podía ser garante de si un Papa era herético no podía ser otro papa, sino el Concilio, convirtiéndose así en más importante, al menos en prestigio el Concilio y no el Papado. En el Concilio de Constanza se quiso resolver el problema del Cisma de Occidente, era el año 1418. Se condenó a Wyclef y Hus, renovando la tesis de la Iglesia como depositaria de la autoridad de Cristo. El representante de toda la Iglesia será el Concilio y el Papa. El Papa debe someterse al Concilio, quedando la obligación de convocar cada cierto tiempo un concilio. Sin embargo, la realidad histórica hizo que con el tiempo continuara la tensión. En Basilea se convocó un nuevo Concilio, pero sus disposiciones no fueron aceptadas por el Papa, que convocó a su vez el Concilio de Florencia, en el 1438. La tensión entre conciliarismo y Papado se resolvió en el V Concilio de Letrán en el año 1516, interpretando la asamblea que lo dicho en Basilea y en Constanza se debía entender de un modo menos extremo. De alguna forma el Papa salía mejor parado que el conciliarismo, sin obligatoriedad para convocar Concilios, pero sin confianza en los mismos. Cuándo se produzca la reforma protestante, los Papas demuestran reparos para convocar un nuevo Concilio, por miedo a que se les vaya de las manos.

No vamos a entrar en la teología y profundidad de los grandes reformadores, sin más nos acercamos a algunas figuras y sus intentos, de todas, la más interesante es Martín Lutero, que aborda la eclesiología como un referente esencial de su teología. Llega a éste convencimiento desde el ensalzamiento de la Escritura, por encima de la comunidad cristiana. La Iglesia cobra otro papel ante la Tradición, la Escritura o el Magisterio. En esa búsqueda y retorno a las raíces Evangélicas, el juridicismo y el clericalismo lo considera desviación del verdadero sentido de la Iglesia, donde lo único importante es la fe en Cristo y la Palabra leída e interpretada libremente.

Su punto de partida es la justificación como idea de salvación. La salvación no viene para Lutero por los méritos de los hombres, sino por el mérito de Dios mismo. La Iglesia no puede salvar, lo hace Cristo mismo. Su antropología es pesimista, el hombre derrotado y corrompido por el pecado original es incapaz de alcanzar por sí mismo la salvación, sólo Cristo puede hacerlo.

La Iglesia es para Lutero comunión de fe, rechaza la jerarquía, afirmando que es invisible. Se opone a lo institucional y externo de la misma. Sobre la autenticidad de los hombres creyentes, sólo es Dios el que conoce, por eso la comunión de los santos es la comunión de aquellos elegidos por Dios. La destrucción de la jerarquía en la Iglesia se contrarresta con la afirmación de que todos los creyentes son sacerdotes en Cristo sacerdote. Sigue a San Pablo negando el sacerdocio ministerial y jerárquico. Los pastores deben estar al servicio de la comunidad, pero son expresión de la comunidad, no una jerarquía en un escalafón. Políticamente continúa las tesis de Marsilio de Padua, la Iglesia es poder espiritual y no debe tener jurisdicción sobre la sociedad, por lo que, si la Iglesia es una institución de la sociedad, debe estar sometida al monarca. Es la frase "cuius regio, eius religio", según sea el Rey será la religión.

Los únicos rasgos de visibilidad de la Iglesia deben ser la predicación y los sacramentos. Acepta sólo el bautismo y la Eucaristía, y rechaza los demás sacramentos, incluido el sacramento del orden. Al dejar de tener significado sacramental el orden sacerdotal, pasan los pastores a tener un sentido funcional, importa que alguien haga ese servicio de atención a los fieles, pero como uno más, no desde el celibato, ni con carisma de gobierno, simplemente preside la predicación y los gestos del bautismo y fracción del pan.

En general los autores reformados fueron en una línea parecida, rechazo a la Iglesia como realidad visible y jurídica, rechazo a los mediadores entre Dios y los hombres (santos, sacerdotes, o jerarquía). Lectura e interpretación libre de la Palabra de Dios. Es verdad que Calvino o Zwinglio tienen matices y pensamientos muy distintos a Lutero y entre sí, pero no vamos a estudiarlos ahora por falta de espacio.

Lo que sí entramos es en la respuesta de los católicos, la contrarreforma y su pensamiento, que estuvo seguramente condicionada por la suspicacia de los Papas ante el conciliarismo. Por eso, la Contrarreforma Católica llegó tarde y sin la posibilidad de unificar y reconciliar a los cristianos. También es cierto que los problemas políticos entre el Emperador, fiel al catolicismo, y los príncipes alemanes, partidarios de la reforma, impidieron que el deseo de unificación, con el que en principio se convocó el Concilio de Trento, fuera posible.

El Concilio llegó tarde, y hay que verlo en el contexto de la época. El interés que nos ocupa, además de las disensiones sobre cuestiones de sacramentos o la doctrina de la justificación, es su concepción eclesial. Los problemas eclesiológicos se centraron en tres cuestiones que no se acabaron de resolver del todo: la relación Papa y Obispos, la de éstos y los sacerdotes, y finalmente la relación jerárquica entre Escritura, Magisterio y Tradición. Tendremos que esperar al Vaticano II, para situar mejor estas cuestiones, no desde la lucha por el poder, sino en la colaboración, corresponsabilidad y comunión de la Iglesia.

En Trento interesaba mucho lo jurídico, el Obispo tenía potestad de orden jurídica, ¿de dónde le venía? Para unos del Papa, que sería un obispo superior a los demás, para otros de la ordenación misma, por lo que la potestad de los obispos era mayor. En el fondo un eco de la polémica del pasado, concilio o papado, pero que fue arrastrada hasta el Concilio Vaticano I en el siglo XIX y la afirmación de la infalibilidad Papal, que el Concilio Vaticano II volvió a equilibrar.

La segunda polémica eclesial estaba dada por la relación presbíteros y episcopados. Su solución fue parcial, se dijo que la jerarquía era una institución divina, originada desde un sacramento, pero tampoco resolvió la superioridad de la ordenación episcopal sobre los presbíteros o sacerdotes. Hoy responderíamos que es una superioridad jurídica, pero no sacramental. La potestad jurisdiccional es distinta al grado conferido en la ordenación. Sólo habría dos grados, y los obispos y sacerdotes coinciden en el mismo. Pero en aquel momento no lo resuelven. La tercera polémica eclesial era el papel del Magisterio y de la Tradición en la Iglesia, que fue explicado, con sus matices pertinentes, en el capítulo dedicado a la revelación, y que hoy actualizamos desde el documento Dei Verbum del Vaticano II

Después de Trento y los intentos de contrarreforma surgen importantes grupos transformadores de la Iglesia. En España especialmente aparece la reforma del Carmelo, llevada a cabo por Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, cumbres de la literatura mística universal. Otra de las reformas que nos interesa es la aparición de la Compañía de Jesús, los Jesuitas, como grupo especialmente comprometido con el Papa, al que ofrecen un cuarto voto de obediencia, en una confrontación abierta ante los protestantes. Serán el brazo del catolicismo en Europa durante varios siglos, promoverán la educación, la evangelización y la independencia de la Iglesia frente al poder absolutista de los monarcas. De hecho, las persecuciones a la Iglesia por parte de los Estados Absolutistas, se hicieron en la Compañía de Jesús preferentemente.

En los siglos siguientes surgió con fuerza el episcopalismo, XVII y XVIII. Se trata de un movimiento que quería resaltar la jerarquía episcopal como instancia de poder en la Iglesia, al mismo nivel que el Papa. Es un nuevo intento de conciliarismo pero sin concilio. El episcopalismo trataba de anular el primado del Papa frente al Colegio Episcopal, normalmente con una intención de someter a la Iglesia y a los Obispos a las directrices de los Monarcas. Donde más cuajaron estas doctrinas fue en Francia, fraguando en otros países europeos, España o Portugal. El más significativo fue el llamado galicanismo francés, un obispo no es igual que el Papa, pero todos los obispos sí son iguales que el Papa, decían los Galos.

LA ECLESIOLOGÍA EN EL SIGLO XIX.

Tras la reforma, y la aparición de la pluralidad religiosa en Europa, la teología y el pensamiento filosófico se vio abocado a la racionalización, cuyo exponente más importante fue el movimiento Ilustrado, con todas sus variantes Europeas. Con la Revolución Francesa (1789) y el conflicto político y social, burguesía contra Antiguo Régimen, se inicia una persecución de lo religioso más virulento que en ocasiones anteriores. La Iglesia quedó demasiado vinculada al Antiguo Régimen en su jerarquía, sin comprender los cambios que se estaban produciendo.

La llegada del siglo XIX se atisba con una cierta desconfianza a lo que suene a fe. La tolerancia llega a la eclesiología desde la razón, y como lucha contra la superstición, lo cual supone algo positivo, siempre que no sea llevado al extremo. La Iglesia, demasiado vinculada con la aristocracia o el poder, se opone a las pretensiones de burgueses y liberales. Las desamortizaciones lo privan de bienes, y la supresión de órdenes religiosas lo dejan a merced de equilibrios diplomáticos irresolubles. El racionalismo francés dio fruto a un espíritu laicista, separador de los religiosos de la esfera estatal, cultural y pública. La iglesia se situó a la defensiva, sin argumentos y sin brillantes defensores. No comprendía los cambios, que en ocasiones fueron violentos. El interés preferente estaba más en conservar los Estados Pontificios que en formar un laicado adulto y formado. Sin embargo, el siglo XIX está marcado también por la abundancia de nuevas órdenes religiosas en la Iglesia, empeñadas en la evangelización, tanto en los países recién colonizados, como en América o Europa. Nuevos grupos destinados preferentemente a los más pobres y necesitados iluminan una Iglesia confundida por los tiempos y poco actualizada.

Es indicativo de todo esto que estamos diciendo el famoso documento "Syllabus", escrito en 1864 por el Papa Pío IX donde condena muchos elementos de la sociedad moderna: racionalismo, panteísmo, naturalismo, indiferentismo, liberalismo,... La idea de Iglesia sigue siendo de sociedad perfecta, enfrentada con los Estados, y con un deseo en la base de la restauración Católica, quizás mirando más al pasado que al futuro.

Lo cierto es que la eclesiología del siglo XIX está marcada por ésta pérdida de poder e influencia social. La búsqueda de la renovación, necesaria en la Iglesia, se centró en la figura del Papa, su autoridad se perfilaba como la restauración de la Iglesia frente al episcopalismo. La teología de la época busca, por influencia del romanticismo, la recuperación de los sentimientos hacia la fe, en contraste con la razón. Mohler, perteneciente a la Universidad de Tubinga, nos indica la necesidad de recuperar la Iglesia como algo interior, la comunidad es de fe, de corazones, eso se estructura externamente, pero es algo interior. Es el momento de aparición de teologías liberales y psicologicistas.

Es interesante también la teología del Cardenal Newman sobre la iglesia, especialmente el laicado, que lo concibe como parte activa en la fe, la comunidad de fe. Sin desbancar a la jerarquía, tiene un papel importante que hacer. Ya se está elaborando toda una teoría en torno al "sensus fidei", el sentido de la fe de los fieles, cuya consulta es necesaria, dicen Newman y Mohler.

En el Concilio Vaticano I de 1869 se habló de la Iglesia, y se aprobó la Constitución "Pastor Aeternus". En este escrito se quería abordar estudios sobre la iglesia, el primado del Papa, la relación fe y razón, y la Iglesia y el Estado; pero la realidad histórica de la guerra de unificación italiana, y el final de los Estados Pontificios, determinaron la interrupción de la Asamblea "sine die" y el sentimiento de la comunidad eclesial de que el Papa estaba encarcelado, recluido y preso en la ciudad de Roma, en los palacios Vaticanos. Esta situación se daría por concluida en 1929 con la firma de los Pactos de Letrán y el reconocimiento del Estado de Ciudad del Vaticano, tal y como hoy está.

Volvemos al Concilio Vaticano I. Quedaron aprobadas algunas cuestiones, las relativas a la jurisdicción del Papa, condenando a los que negaban esa autoridad del Pontífice sobre la Iglesia universal, extendida además, sobre todos y cada uno de los pastores y los fieles, y relativa a todas las cuestiones de fe y costumbres. También afirma el Concilio la infalibilidad del Papa, claramente sepultando el episcopalismo y el galicanismo. Esta doctrina tuvo su polémica, y fue aprobada no sin conflicto y tensión. Afirmar que el Papa estaba por encima de los obispos, y que no necesitaba de su confirmación posterior, ni autorización para las afirmaciones dogmáticas, doctrinales y de costumbres, fue contestado duramente por algunos sectores del episcopado. La infalibilidad se limitó a cuestiones relativas a fe y costumbres, y sólo en aquellos supuestos que el Papa así lo declarara expresamente, "esto es dogma de fe". En la práctica nunca ha empleado el Papa esta autoridad "ex cátedra", ni siquiera en el dogma de la Asunción, a mediados del siglo XX, donde contó con la opinión de los obispos.

EL MISTERIO DE LA IGLESIA

INTRODUCCION

Cuestiones metodológicas

Teniendo como presupuesto que la Iglesia tiene unos rasgos que le hacen parecerse a la Trinidad debido a su carácter creatural, se quiere ahora entender lo que Pablo VI llamaba la “esencia íntima” de la Iglesia. Para esto se emplearán: las Fuentes (SE y Tradición), la analogía de la fe, y la analogía de las cosas creadas.

El tema en la Constitución Lumen gentium

Se trata en el capítulo I, nn. 6-8, tras delinear los temas sobre el Padre (LG 2), el Hijo (LG 3), el Espíritu Santo (LG4), y el Reino de Dios (LG 5), y en el capítulo II:

En el capítulo I el concilio se pregunta sobre lo que es la Iglesia in recto. En el capítulo II se pregunta por la Iglesia in obliquo, es decir, la Iglesia de la tierra. En las primeras imágenes se pone de relieve la unidad. En las imágenes del capítulo II se pone de relieve la pluralidad.

LA IGLESIA, NUEVO PUEBLO DE DIOS

Las imágenes simbólicas con las que se ilustra el misterio de la Iglesia en la Escritura (LG 6)

Las presenta en cuatro grupos:

La Iglesia, Nuevo Pueblo de Dios

Es “nuevo” no tanto por su diferencia de los demás pueblos, sino porque Cristo vive en él. No es una concepción socio-política.

Terminología

En el griego del NT se reserva para designar al pueblo de Dios la palabra laos, y ethné para designar a los otros pueblos. Otro término empleado con frecuencia es ekklesía, compuesta por las voces ek (con) y klesis (vocación), que se traduce al latín como con-vocatio o convocación, es decir, la vocación de muchos.

La realidad del Nuevo Pueblo de Dios en los testimonios del NT

Textos principales:

Consideración de conjunto del Nuevo Pueblo de Dios en el NT.

La Doctrina de la constitución Lumen gentium

Se encuentra en el capítulo II: De Populo Dei, dividido en dos partes:


n 9. Pueblo mesiánico (gobernar); nn 10-11. Pueblo sacerdotal (santificar); n. 12. Pueblo profético (predicar).

n 13. Enlace: “unidad católica” y unidad en la variedad; n 14. Compuesta de diversos tipos de personas según su proximidad a Cristo; n 15. Otros cristianos; n 16. No cristianos; n 17. Misión universal de la Iglesia

LG 9 habla de la Nueva Alianza instituida por Cristo según un grupo de creyentes judíos y gentiles. Menciona su jefe, su ley y su fin. Es un pueblo mesiánico que es unidad, germen de salvación. Ahora el qahal Yhwh es el nuevo Pueblo de Dios. Tiene una estructura social que la manifiesta al mundo, una comunión de vida, caridad y verdad. Por la obra de Cristo en el Espíritu Santo tiene la plenitud de aquella comunión con Dios que le fue prometida a Israel.

LA IGLESIA, CUERPO MISTICO DE CRISTO

Introducción

La pregunta por cuestión de la Iglesia como “Cuerpo Místico” de Cristo, refiriéndose a su propia naturaleza, surge a raíz de la aparición del Señor a San Pablo camino de Damasco (“Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” Hch 9,1-18; 22,4-16; 26,12-18): Dios pone de manifiesto que quien persigue a sus discípulos le persigue a Él. En adelante toda la predicación paulina sobre lo que significa ser apóstol versará sobre este hecho. Se dan aquí dos intuiciones muy importantes:

1Cor 12,27: “Vosotros sois el Cuerpo de Cristo”. Es lo que San Pablo ha experimentado y reflexionado personalmente y ahora presenta por medio de esta imagen.

LG 7 desarrolla la imagen de “Cuerpo de Cristo” (ya Pío XII había desarrollado esta misma imagen en la Mystici Corporis). Ambas realidades son inseparables: la Iglesia es pueblo de Dios porque es Cuerpo de Cristo. LG remite a las cartas de San Pablo (Rom, 1Cor y las epístolas de la cautividad).

Doctrina de San Pablo en 1 Corintios y Romanos

1Cor 6,12-19

“¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo?” San Pablo combate una falsa concepción de la libertad cristiana, buscando dar razón teológica de por qué los cristianos deben huir de la fornicación: los cristianos son Cuerpo de Cristo y por eso la fornicación es incompatible con su ser cristiano. “Cuerpo” en San Pablo significa “persona”. La unión que hay entre Cristo y cada miembro se muestra con una metáfora (la unión sexual: los dos serán una sola carne) citando al Génesis; esta unión de los cristianos con Cristo, no es una unión biológica o carnal, sino espiritual (el que se une con Cristo es un Espíritu con Él). Cada cristiano se une a Cristo, formando un pneuma espiritual.

1Cor 10,14-22

“El cáliz que bendecimos es la comunión de la Sangre de Cristo” El cáliz y el pan que bendecimos y del que participamos, nos hace ser Cuerpo de Cristo, por eso los cristianos no deben participar en sacrificios idolátricos. La unión con Cristo es la unión de los cristianos entre sí, en un cuerpo, el Cuerpo de Cristo, este Cuerpo es la Iglesia. El Cuerpo de Cristo dado en la Eucaristía es la causa de la unión de los cristianos en el Cuerpo Místico.

1Cor 12,12-30 y Rom 12,3-8

1Cor desarrolla el concepto Cuerpo de Cristo a partir de los dones del Espíritu. “El Cuerpo de Cristo es uno sólo, aunque tiene muchos miembros”. “Sois el Cuerpo de Cristo y cada uno sus miembros” (se intenta discurrir el papel de los carismas en la Iglesia). La Iglesia no es “como un cuerpo”, sino que “es un Cuerpo”, pero no es un “cuerpo humano”, sino que es “como un cuerpo humano”. Hay una unidad entre Cristo y los cristianos, es el Espíritu el que causa tal unidad. Por el bautismo formamos un solo Cuerpo, el de Cristo. No solamente formamos un cuerpo con Cristo, sino que formamos el Cuerpo de Cristo: “vosotros sois Cuerpo de Cristo”, no sólo por el bautismo sino también por la Eucaristía. Los dones del Espíritu Santo hacen que esa misteriosa unidad que forman los cristianos sea unidad en Cristo.

Rom 12 está estrechamente relacionado con el texto anterior. Usa la imagen del cuerpo para hacer intuitiva la unidad de los cristianos: los que somos muchos, somos un solo cuerpo en Cristo. Significa que el Cuerpo que forman los cristianos está caracterizado por vivir en el campo de acción de Cristo; estar totalmente configurado por Él.

Síntesis

Doctrina de las cartas a los Efesios y a los Colosenses: Cristo, Cabeza de la Iglesia; la Iglesia, Cuerpo de Cristo

No se trata de unos textos concretos, sino del movimiento general de las cartas. El tema general que tratan es el Misterio de Cristo al cual Pablo le llama “el Misterio Escondido”.

Ef 1,9-10. Pablo tiene como misión predicar el Misterio de Cristo, el Evangelio, para el cual ha sido constituido. El Misterio de Cristo es el misterio de la Voluntad del Padre, según el benévolo designio que en Cristo se propuso de antemano para realizarlo en la plenitud de los tiempos; el Misterio de Cristo es el misterio de su capitalidad: que Cristo sea cabeza de todo, también de la Iglesia. La cabeza comunica su plenitud al cuerpo; cuerpo y cabeza llenan de toda gracia al resto de la creación.

Col 1,18ss. Cristo es la cabeza del Cuerpo de la Iglesia. Dios tuvo a bien hacer residir en Él toda la plenitud, de tal manera que se puede considerar que: Cristo es la cabeza de la Iglesia y la Iglesia es el Cuerpo del que Cristo es cabeza.

Col 2,9. En Cristo reside la plenitud de Dios, corporalmente, por tanto, también en la Iglesia que es Cuerpo de Cristo. El Cuerpo de Cristo está en crecimiento a partir de la plenitud de Cristo en el momento de la redención hasta la plenitud definitiva del cuerpo (cabeza y miembros) al final de los tiempos cuando Cristo sea todo en todos.

. “Esforzaos en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu”.

La Iglesia, Esposa de Cristo

A la imagen de la Iglesia"Cuerpo de Cristo está íntimamente unida la imagen de la Iglesia"esposa de Cristo. Por su palabra de vida y el bautismo Cristo se adquirió la Iglesia como esposa pura y sin mancha (Ef 5,27). La Iglesia es la expresión plenificada y plenificadora del Cuerpo individual de Cristo. Los dos forman el Cristo total, pero no llegan a confundirse, pues la Iglesia está unida a Cristo pero subordinada a Él.

Ef 5,21ss presenta un contexto inmediato: el momento del matrimonio cristiano, cuya imagen toma del AT. El hombre es signo de Cristo, la mujer signo de la Iglesia, el hombre es la cabeza a la cual la esposa es sumisa. La actitud de la Iglesia-esposa es de entrega, amor y sumisión a su esposo Cristo. La relación entre ambos es de amor: Cristo amó a la Iglesia y se entregó por ella. Visto desde Cristo es un amor creador, redentor, visto desde la Iglesia es una amor sumiso pero activo. Los dos son una sola carne, un solo cuerpo, como el esposo y la esposa. Cristo al amar a la Iglesia se ama a sí, a su Cuerpo.

El amor y la unión esponsal es signo del amor y la unión de Cristo y la Iglesia. 2 Corintios afirmará que los desposorios definitivos entre Cristo y la Iglesia se darán en la Parusía.

La Doctrina de la Constitución Lumen gentium

LG 7 especifica que Cristo Hijo de Dios, a través de su encarnación, muerte y resurrección venció a la muerte y redimió a los hombres convirtiéndolos en unos seres nuevos, constituyendo así místicamente en su Cuerpo a todos sus hermanos. De aquí en adelante la LG expone la doctrina del Cuerpo Místico de Cristo:

La doctrina del Cuerpo Místico partiendo de Cristo cabeza tiene como consecuencias:

LA IGLESIA, PUEBLO DE DIOS Y CUERPO DE CRISTO

La mutua coherencia y unión entre las nociones de Pueblo de Dios y Cuerpo de Cristo

Modo en que la noción Cuerpo de Cristo ayuda a profundizar en el misterio de la Iglesia

Destaca la unión indisoluble entre Cristo y la Iglesia. Cristo entra en el concepto de la Iglesia. De modo analógico podemos decir que esta unión es tan indisoluble como la hipostática.

Destaca la unión vital entre Cristo y la Iglesia, de tal manera que la Iglesia existe como un misterio de comunión con Cristo. La vida del cuerpo es la comunicada por la cabeza, de tal modo que la vida espiritual se define como CRISTIFICACIÓN. Está aquí todo el tema de la gracia capital, la humanidad de Cristo tiene la plenitud de la gracia y -como cabeza - la da a sus hermanos (S.Th III. q.8). La Iglesia como permanencia de Cristo (Encarnación permanente, decía Mühler). Todo en la Iglesia está en conexión con Cristo: El ser de la Iglesia se comprende a la luz del ser de Cristo.

La fórmula eclesiológica en la que se unen ambas nociones

LA IGLESIA, MISTERIO DE COMUNION

Determinación ulterior de la esencia de la Iglesia

Las cosas se definen por su perfección. La perfección de la Iglesia se dará más allá de la historia; sólo al contemplarla en ese “más allá” aparecerá el misterio profundo que se esconde en su germen. En el capítulo VII de la LG se trata la dimensión escatológica de la Iglesia; en el número 48 se afirma que la perfección de la Iglesia está al final.

Para poder determinar la esencia de la Iglesia hay que tener en cuenta lo siguiente:

Por tanto, de lo antes dicho se puede afirmar, como señala San Agustín en De Trinitate, que no hay mayor unidad posible entre los hombres que la que se da en la Iglesia.

Las perfecciones claves de la Iglesia que servirán para determinar su esencia serán las siguientes: comunión, relación con el Padre, relación con el Hijo, relación con el Espíritu Santo, unión entre los hombres.

La esencia íntima de la Iglesia

La Iglesia es el misterio de la comunión de los hombres con Dios y entre sí por el Hijo en el Espíritu Santo.

Apoyos escriturísticos:

Exposición sistemática de esa esencia íntima

Este misterio de comunión se cumple de modo distinto en cada una de las fases o etapas de la Iglesia:

Comunión de los hombres con Dios y entre sí

Comunión, communio, es el misterio de la Iglesia, es esa unidad misteriosa de los hombres con Dios y entre sí. No es posible que las personas que están profundamente unidas a Dios estén separadas entre sí. A pesar de la unidad, se mantiene la identidad propia de cada persona, de cada hombre; además, Dios sigue siendo distinto de los hombres.

La comunión no es sólo una conciencia psicológica o un sentimiento, sino que implica unas relaciones ontológicas entre las personas; lo primario en esa realidad ontológica son las relaciones que constituyen a las Personas Trinitarias.

Esa comunión se da primero con Dios, derivadamente se da de los hombres entre sí; ésta comunión se realiza por las misiones divinas.

Comunión por el Hijo (función de Cristo en esa comunión)

Lo exacto es decir “por Cristo” para indicar que es a través del Hijo de Dios hecho hombre como llegamos a la comunión (no sólo por el hecho de la Encarnación, sino también por los méritos de Cristo).

El Cuerpo de Cristo es una “comunión de verdad, de amor y de vida” (LG 9). Estos bienes están en la Cabeza y de ahí pasan a los miembros.

Comunión en el Espíritu Santo (don del Padre y del Hijo y principio de unidad en la Iglesia)

La gracia capital de Cristo nos llega por el don del Espíritu Santo. El Espíritu Santo es lo que vivifica, une y mueve a todo el Cuerpo. Participamos todos de un mismo Espíritu.

Santo Tomás: “credo in Spiritum Sanctum sanctificantem Ecclesia”, “credo in Spiritum Sanctum unientem Ecclesia”. Esta consideración lleva a ver a la Iglesia como una obra del Espíritu Santo, la Iglesia es “obra apropiada al Espíritu Santo”.

La Iglesia es obra del Espíritu Santo; Él realiza la obra de hacernos uno con Cristo; por su acción nos eleva a la unidad que el mismo Espíritu Santo es en la Trinidad; se nos da el participar en esa Comunión.

LA IGLESIA UNIVERSAL EN EL TIEMPO (LOS “ESTADOS DE LA IGLESIA”)

Hay dos grandes preocupaciones: 1) mostrar que Cristo es el mismo en el AT y en el NT; 2) mostrar que la Iglesia es una en su fase terrena y en su fase celestial.

La Iglesia en al AT y el NT

Los dos testamentos están unidos en Cristo.

Los tres estados en que se da ahora el misterio de la Iglesia

Doctrina del Magisterio eclesiástico

LG 48: la Iglesia sólo alcanzará su plena perfección en la gloria celeste.

LG 49: hasta que vuelva Cristo, una parte de sus discípulos peregrina en la tierra (peregrinación), otros están en el Purgatorio (purificación) y otros están en el Cielo (glorificación); todos estamos unidos en la caridad fraterna; todos los que son de Cristo tienen su Espíritu y en Él se unen entre sí.

Conclusión:

La Iglesia que se purifica

En el Purgatorio también está la Iglesia; participa de algunas condiciones tanto de la “Ecclesia in terris” como de la “Ecclesia in patria”. La Iglesia purgante se sitúa más bien en el lugar de las personas que en el de las estructuras.

Consideración dinámica del binomio “Ecclesia in terris”-“Ecclesia in patria”

Estatuto de la “Ecclesia in patria”

Santo Tomás designa la “Ecclesia in patria” como la Iglesia triunfante del Cielo, expresión que recoge LG. El Catecismo Romano, al igual que Santo Tomás, incluye en esta etapa de la Iglesia a los ángeles.

Características de la “Ecclesia in patria”:

Estatuto de la “Ecclesia in terris”

Tomás de Aquino denomina la “Ecclesia in terris” como la Iglesia militante en estado de gracia, en estado de camino. El término más frecuente que utiliza Trento es “la Iglesia militante”; CV II habla de “la Iglesia peregrinante”.

Características de la “Ecclesia in terris” (LG 48):

“Communio sanctorum”

Es nombre adecuado para describir y explicitar, a modo de resumen, los estados de la Iglesia. Trento explica que la cláusula communio sanctorum es como una cierta interpretación de la Iglesia en su aspecto de santidad.

Qué significa aquí “communio”

Se identifica en su esencia con la Iglesia: comunión con Dios, con Cristo y entre sí. Como consecuencia de la unión con Dios y con Cristo se da la dimensión antropológica-teológica de la Iglesia: el “entre sí”. Dentro de esta dimensión antropológica-teológica —el “entre sí”— hay una doble participación e incorporación de los cristianos en la caridad: se expresa la acción de Dios sobre la humanidad (el palo vertical de la Cruz), y la consecuencia de esa acción sobre la humanidad salvada (el palo horizontal).

Por lo tanto, in recto, la communio se refiere a la segunda parte de la definición de la Iglesia, al “entre sí”.

Qué debe entenderse aquí por la palabra “sanctorum”

Santo Tomás afirma, al igual que el Catecismo Romano y el Catecismo de la Iglesia Católica, que se puede hacer una doble interpretación: tomar el “sanctorum” por genitivo masculino (en sentido subjetivo) o por genitivo neutro (en sen­ti­do objetivo).

El sentido objetivo (genitivo neutro) es el primero y el que más ha sido expresado por la Iglesia, significando las cosas santas, que son fundamentalmente los sacramentos.

Las relaciones que se dan en el seno de esta comunión

Relaciones en el seno de la Iglesia que peregrina. Se vuelve a hablar aquí del aspecto subjetivo. Los Santos Padres pusieron muy de relieve estas relaciones, de las que deriva el hecho de que nos intercambiemos los bienes de la salvación a través de nuestra propia vocación y los dones del Espíritu Santo.

Relaciones entre la Iglesia terrena y la Iglesia purgante. En el Purgatorio las almas no pueden merecer en sentido estricto, pero pueden recibir el auxilio de los santos y de aquellos que aún están en la tierra. Permanece aún teológicamente abierta la cuestión acerca de si pueden o no las almas del Purgatorio interceder en favor de los fieles de la Iglesia terrena.

Relaciones entre la Iglesia terrena y la Iglesia celestial. Los santos del Cielo llevan adelante la misión de la Iglesia terrena, formando parte de ésta, por medio de su intercesión y su rezo. He ahí la razón eclesiológica de la intercesión de los santos. La función que tienen los santos del Cielo respecto a nosotros es doble: a) ser modelos, b) ser intercesores. Esto se ve especialmente en la Liturgia, en la cual celebramos en unión con la Iglesia del Cielo.

Síntesis

Los dos aspectos se exigen mutuamente, no se excluyen. Algunos teólogos utilizan la fórmula: “María es tipo de la Iglesia por ser su Madre”, o también ven en la maternidad de María la causa de ser Ella tipo y figura (Juan Pablo II).

El CV II apunta a una conclusión parecida: María es la Madre del Cristo total —Madre de la Cabeza y del Cuerpo—; en su condición de Madre de la Iglesia es tipo de la Iglesia Madre. Esto no quiere decir que la tipología de la Virgen se agote en el aspecto de la maternidad, ya que esta tipología se realiza también en todas las demás perfecciones.

El ser de María en su doble dimensión de receptora de la salvación y co-sujeto de la Redención (Corredentora) es lo que integra su condición de arquetipo: María es tipo de la Iglesia por todo lo que Ella es y por todo lo que es la Iglesia.

En el seno de la Comunión de los Santos, María, por ser la Madre del Verbo encarnado, tiene la prioridad eficiente de ser engendradora y Madre de la Iglesia antes de ésta tener su existencia en el mundo. Al mismo tiempo, por ser la primera de los redimidos, es prefiguración arquetípica de ese destino de la Iglesia.

LG 65: “Mientras que la Iglesia en la Beatísima Virgen ya llegó a la perfección, por la que se presenta sin mancha ni arruga (cf. Ef 5,27), los fieles, en cambio, aún se esfuerzan en crecer en la santidad venciendo el pecado; y por eso levantan sus ojos hacia María, que brilla ante toda la comunidad de los elegidos, como modelo de virtudes. La Iglesia, reflexionando piadosamente sobre ella y contemplándola en la luz del Verbo hecho hombre, llena de veneración entra más profundamente en el sumo misterio de la Encarnación y se asemeja más y más a su Esposo. Porque María, que habiendo entrado íntimamente en la historia de la Salvación, en cierta manera en sí une y refleja las más grandes exigencias de la fe, mientras es predicada y honrada atrae a los creyentes hacia su Hijo y su sacrificio hacia el amor del Padre. La Iglesia, a su vez, buscando la gloria de Cristo, se hace más semejante a su excelso tipo, progresando cont­inuamente en la fe, la esperanza y la caridad, buscando y bendiciendo en todas las cosas la divina voluntad. Por lo cual, también en su obra apostólica, con razón, la Iglesia mira hacia aquella que engendró a Cristo, concebido por el Espíritu Santo y nacido de la Virgen, precisamente para que por la Iglesia nazca y crezca también en los corazones de los fieles. La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno, con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres”.

San Clemente Romano: Carta a los Corintios (+101)

San Ignacio de Antioquía (+107)

San Ireneo de Lyon (+202)

NOTAS DE LA IGLESIA

La Iglesia, al reflexionar sobre sí mismo, descubre cuatro notas que la definen y que forman parte de la profesión de fe: Creo en la Iglesia, que es Una, Santa, Católica y Apostólica.

La Iglesia es Una

La Iglesia es Una debido a su origen. "El modelo y principio supremo de este misterio es la unidad de un solo Dios Padre e Hijo en el Espíritu Santo, en la Trinidad de personas".

La Iglesia es Una debido a su fundador. "Pues el mismo Hijo encarnado por su cruz reconcilió a todos los hombres con Dios, restituyendo la unidad de todos en un solo pueblo y en un solo cuerpo"

La Iglesia es Una debido a su "alma": "El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia". Por tanto, pertenece a la esencia misma de la Iglesia ser una. (CIC, 813)

La Iglesia es Una. Cristo no fundó muchas, sino UNA Iglesia, dijo que quería formar un solo rebaño bajo la guía de un solo pastor (Cfr.Jn. 10)

La única Iglesia de Cristo, Nuestro Salvador, después de su resurrección, la entregó a Pedro para que la pastoreara. Le encargó a él y a los demás Apóstoles que la extendieran la gobernaran. Esta Iglesia, constituida y ordenada en este mundo como una sociedad, subsiste en la Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunión con él.

La unidad de la Iglesia consiste en una unidad en la fe, en la caridad y en la liturgia, bajo el gobierno de los apóstoles y sus sucesores. Algo que aparece expresado en los Hechos de los Apóstoles: "Eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones" (Hch 2,42)

En este sentido, el Concilio Vaticano II ha hablado del triple vínculo de la unidad:

La profesión de fe, los sacramentos y el gobierno y comunión eclesial.

Esta unidad no debe ser confundida con uniformidad, ya que la Iglesia no podría unir a hombres de todos los pueblos, razas y culturas, con muy diferentes mentalidades y costumbres, si no se diera en su seno una diversidad que enriquece la unidad.

Sin embargo, esta diversidad tiene unas fronteras que, si se traspasan anulan la unidad. Así aparecen los cismas y las herejías. Cuando se rompe la comunión vital, especialmente en la comunión en el culto, estamos hablando de un cisma. Si la ruptura se produce en el ámbito de la unidad de la fe, que a su vez provoca una separación en el culto, nos encontramos ante una herejía.

Las separaciones y escisiones sufridas por la Iglesia a través de la historia, se han debido a disensiones en el ámbito de la fe, que se han profundizado al incidir también factores no religiosos (tensiones nacionales, políticas, culturales, etc.) y disposiciones personales (espíritu de contradicción, rivalidad, orgullo...) sin embargo, tras estas escisiones había también un sincero afán de mantener la autenticidad del mensaje cristiano, por lo que el camino hacia la unidad se debe realizar mediante el esfuerzo común por entender rectamente el Evangelio.

Las dos separaciones más importantes se produjeron en 1054, al escindirse la Iglesia Oriental y Occidental tras un largo período de disensiones y enfrentamientos, y la ruptura que la Reforma introdujo en la Iglesia Occidental, y que a su vez originaría nuevas rupturas.

Estamos buscando la unidad

Así como notamos la diversidad de comunidades cristianas, también constatamos que la mayor parte de lo que somos y de lo que anunciamos es lo mismo. Más son los aspectos que nos unen que los puntos diversos. Y la Iglesia busca la unidad, porque siempre le han dolido las divisiones por ser contrarias al pensamiento del fundador.

Un esfuerzo muy notable por encontrar la unidad de los cristianos comenzó con el Concilio Vaticano II. La Iglesia quiere la unidad, la busca y se revisa a sí misma para quitar todo lo que por culpa humana impide llegar a esa unidad. En las denominaciones no católicas también se ha emprendido esta búsqueda.

Los cristianos de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales, sienten la necesidad de la unidad que Jesús expresa en su oración al Padre. "Que sean todos uno, como tu, Padre, estás conmigo y yo contigo que también ellos estén con nosotros, para que el mundo crea que tu me enviaste". Este movimiento por la unidad de todas las Iglesias se llama "ECUMENISMO", antes a los no católicos los solíamos llamar protestantes, calvinistas, anglicanos.... Hoy ya se ha hecho común llamarlos mejor "hermanos separados", porque en verdad son hermanos nuestros y están separados de nuestra fe católica.

El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo. Para responder adecuadamente a este llamamiento se exige:

Una renovación permanente de la Iglesia en una fidelidad mayor a su vocación. Esta renovación es el alma del movimiento hacia la unidad.

La conversión del corazón para llevar una vida más pura según el Evangelio. Porque la infidelidad de los miembros al don de Cristo, es la causa de las divisiones.

La oración en común, porque esta conversión del corazón y santidad de vida, junto con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, deben considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico, y pueden llamarse con razón ecumenismo espiritual.

El fraterno conocimiento recíproco.

La formación ecuménica de los fieles y especialmente de los sacerdotes.

El diálogo entre los teólogos y los encuentros entre los cristianos de diferentes Iglesias y comunidades.

La colaboración entre cristianos en los diferentes campos de servicio a los hombres.

Es muy difícil lograr en un futuro próximo la unidad de todos los cristianos, tener una sola Iglesia, porque las divisiones han perdurado siglos. Pero la tarea no es imposible. Si somos de veras cristianos que deseamos permanecer fieles al Evangelio, debemos poner de nuestra parte lo que podamos, poner toda la esperanza "en la oración de Cristo por la Iglesia, en el amor del Padre para con nosotros, y en el poder del Espíritu Santo."

La Iglesia es Santa

La Iglesia es Santa, porque Cristo "la amó y dio su vida por ella". Esto lo hizo para consagrarla. En Ella dejó el Señor todo el tesoro de su santidad adquirido por su muerte y resurrección y así la Iglesia es dispensadora de santidad y santifica a todos sus miembros desde el bautismo hasta la última despedida, luchando siempre por purificarla del pecado

Esta propiedad de la Iglesia parece contradecir la experiencia concreta, que nos manifiesta una comunidad con deficiencias en las actuaciones de sus miembros, y en sus propias acciones comunitarias. Sin embargo, podemos afirmar su santidad desde el misterio de su ser.

Cuando la Sagrada Escritura habla de santidad, está haciendo mención a algo que es propiedad y pertenece a Dios, al solo Santo. Por tanto, la santidad no expresa en la Biblia una actitud ética primordialmente, sino una apropiación por parte de Dios que santifica una realidad profana. De ahí que podamos afirmar que la Iglesia es santa porque:

Es de Dios y para Dios. Él la elige y crea un pueblo santo, al que es incondicionalmente fiel y no abandona a los poderes de la muerte y de la contingencia del mundo (Mt 16,18)

Jesucristo, el Hijo amado de Dios, se entregó por la Iglesia para hacerla santa e inmaculada (Cfr. Ef 5,27), uniéndose con ella de forma indisoluble (Cfr. Mt 28,20)

El Espíritu Santo, prometido por Jesucristo (Jn 14,26; 16,7-9), está presente en ella, actuando con poder y haciéndola depositaria de los bienes de la salvación que debe transmitir; la verdad de la fe, los sacramentos de la nueva vida, los ministerios.

Sin embargo, al acoger a hombres y mujeres pecadores, la propia Iglesia es pecadora, necesitando convertirse al Evangelio para manifestar con su vida lo que es su ser mas profundo.

El Apóstol Pablo nos recuerda a los cristianos que, por el Bautismo, hemos nacido a una nueva vida que transforma nuestro modo de obrar y que hace de nuestra existencia cotidiana un servicio a Dios. Esta conversión de actitudes, valores y comportamientos no es fruto de un empeño personal, sino efecto del Espíritu Santo que actúa en nosotros si somos capaces de dejarnos transformar por Él.

Por todo lo anterior, podemos concluir que la Iglesia es Santa en su ser más profundo, pero pecadora y en constante conversión en su visibilización en el mundo.

Al canonizar a ciertos fieles, es decir, al proclamar solemnemente que esos fieles han practicado heroicamente las virtudes y han vivido en la fidelidad a la gracia de Dios, la Iglesia reconoce el poder del Espíritu de Santidad, que está en ella, y sostiene la esperanza de los fieles proponiendo a los santos como modelos e intercesores. Los santos y las santas han sido siempre fuente y origen de la renovación en las circunstancias más difíciles de la historia de la Iglesia. En efecto, "La santidad de la Iglesia es el secreto manantial y la medida infalible de su laboriosidad apostólica y de su ímpetu misionero" (CIC, 828)

La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arrugo. En cambio, los fieles cristianos se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por eso dirigen sus ojos a María. En ella, la Iglesia es ya enteramente santa.

La Iglesia es Católica

Porque la salvación que Cristo nos trajo se dirige a todos los hombres sin excepción. Es Universal. Por esto la Iglesia es Católica. A partir de la Ascensión del Señor, se rompieron las fronteras de Israel para "ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a todas las gentes" Y en orden histórico los apóstoles serían los testigos de Jesús en Jerusalén en Judea y Samaria y hasta las regiones más lejanas de la tierra" (Hch 1,8)

La palabra "Católico" no se encuentra en el Nuevo Testamento. Será Ignacio de Antioquia quien, hacia el año 110, aplique por vez primera este calificativo a la Iglesia (Carta a los de Esmirna 8,2). Originalmente significaba "la que expresa todo", "la plenitud de la fe", pero con el tiempo ha pasado también a denominar su extensión por todo el mundo.

Consecuentemente, al reconocerse la Iglesia como católica, dice de sí misma que predica la Fe en su integridad a todo hombre, cualquiera que sea su raza, nación o clase social. La catolicidad de la Iglesia se realiza de forma concreta por:

a) La misión que ha recibido del Señor para anunciar la Buena Noticia a todos los hombres (Mc 16,15; Mt 28, 19-20); esta tarea la realiza enriqueciendo las diversas culturas, llevándolas a su plena humanización, al tiempo que ella misma se enriquece con las riquezas de todos.

b) Su enraizamiento en un pueblo, localidad o ambiente, donde hace presente la plenitud de la Iglesia de Jesús que es al mismo tiempo Iglesia Universal, extendida por todo el mundo.

c) La abundancia de grupos que realizan la existencia cristiana de un modo diferente, ya sea como religiosos, laicos, célibes, casados o clérigos.

La catolicidad de la Iglesia es un don de Dios, pero al mismo tiempo es una labor permanente, no exenta de tensiones y dificultades, debido a la diversidad de culturas, costumbres, formas de vida y vocaciones.

El Concilio Vaticano II en la Lumen Gentium 13 dice: "Todos los hombres están invitados al nuevo Pueblo de Dios. Por eso este pueblo, uno y único, ha de extenderse por todo el mundo a través de todos los siglos, para que así cumpla el designio de Dios, que en el principio creó una única naturaleza humana y decidió reunir a sus hijos dispersos...Este carácter de universalidad, que distingue al pueblo de Dios, es un don del mismo Señor. Gracias a este carácter, la Iglesia Católica tiende siempre y eficazmente a reunir a la humanidad entera con todos sus valores bajo Cristo como Cabeza, en la unidad de su Espíritu"

La Iglesia es Apostólica

Apóstol quiere decir enviado. Los cuatro evangelios señalan que Dios, el Padre, ha enviado a Jesús, su hijo como Salvador del mundo. A su vez, Jesucristo confió a los apóstoles la misión que había recibido del Padre, encargándoles predicar en su lugar el Evangelio a todos los pueblos, con el poder del Espíritu Santo, hasta la consumación del undo:

"Se me ha dado plena autoridad en el cielo y en la tierra, Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizadlos y consagrárselos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado, mirad que yo estoy con vosotros cada día hasta el fin del mundo" ( Mt 28, 18-20; Mc 16, 15-20; Lc. 24, 47-48; Hch 1,8).

Su función apostólica intransferible, consistió precisamente en ser:

Testigos inmediatos de la Resurrección del Señor

Fundamentos de la Iglesia

Hoy como ayer y siempre, el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en comunión con los Apóstoles y, gracias a esta comunión, en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. El Espíritu Santo es el principio de la comunión de todos los miembros de la Iglesia en la fe y en el testimonio de vida de los Apóstoles. En este sentido toda la Iglesia es apostólica, manteniéndose en ella la vitalidad del Evangelio.

Al servicio de la apostolicidad de todos los miembros de la Iglesia está la sucesión apostólica de los Obispos que garantiza en cada momento que esta Iglesia nuestra es la Iglesia misma de los apóstoles. La verdadera Iglesia de Jesucristo está allí donde los creyentes son fieles a la fe de los apóstoles, al mismo tiempo que se adhieren a la sucesión apostólica de los obispos.

En el Nuevo Testamento hay indicios claros de cómo la misión apostólica, en los tiempos inmediatamente posteriores a los Apóstoles, se transmitió a otros discípulos. En efecto: Los Apóstoles no sólo tuvieron en vida diversos colaboradores en su ministerio, sino que:

Confiaron a algunos el encargo de continuar, llevar a término y consolidar la obra que ellos habían comenzado.

Establecieron colaboradores al frente de las comunidades cristianas y les encomendaron que proveyesen para que otros hombres probados se hiciesen cargo, mas tarde, del ministerio apostólico.

La misión de los apóstoles se ha transmitido hasta nuestros días a través de los obispos y del Papa, sucesor del apóstol Pedro. Los obispos son sucesores de los Apóstoles no en lo que a éstos les fue propio y exclusivo: ser testigos de Cristo Resucitado y ser fundamentos de la Iglesia. Los obispos suceden a los Apóstoles en su función de Pastores de la Iglesia; a través de ellos se manifiesta y se conserva en el mundo entero la Tradición Apostólica.

No es necesario que cada obispo, en particular, sea sucesor de un determinado Apóstol. Para garantizar la sucesión apostólica, basta con que el Colegio (o conjunto) de los obispos suceda al Colegio (o conjunto) de los Apóstoles. Cada obispo, como miembro de todo el Colegio Episcopal, ocupa un puesto en la sucesión apostólica. Esto es lo que quiere decir el hecho de que, para ordenar a un presbítero como obispo, está establecido que le ordenen, por lo menos, tres obispos, como señal de que se admite al candidato en el Colegio de los obispos.

Desde los orígenes de la Iglesia hasta hoy, y así sucederá hasta siempre, la Fe y la misión de los Apóstoles se han mantenido íntegras y vivas mediante la sucesión apostólica de los obispos, asistida por el Espíritu Santo.

Un antiguo texto de la Tradición de la Iglesia resume esta realidad diciendo:

"Los apóstoles salieron al orbe entero a predicar la misma doctrina de la misma fe a todas las naciones. En cada ciudad fundaron Iglesias, que vinieron a ser como retoños o semillas de la fe y de la doctrina para las demás iglesias de entonces y ahora. Por eso, nuestras Iglesias deben ser consideradas como brotes de las Iglesias apostólicas. Aún siendo tantas Iglesias, no forman más que una sola". Tertuliano, siglo III

¿Por qué decimos que la Iglesia es Romana?

Un hecho histórico vino a poner esta nota en la Iglesia de Cristo: San Pedro, el primero entre los Apóstoles, fue a Roma y ahí murió.

En los Evangelios aparece San Pedro con un lugar muy importante entre sus compañeros apóstoles, esta primacía es confirmada por Cristo resucitado. En los Hechos es quien tiene la dirección principal de la Iglesia naciente. Así se le consideró como signo de ser la Iglesia de Cristo el estar en comunión con Pedro. San Pablo mismo que tiene una parte tan importante en la propagación del cristianismo primitivo, confiesa que después de su conversión fue a estar unos 15 días con Pedro, no fuera a suceder que su mensaje no estuviera de acuerdo con él.

Este puesto importante de Pedro en toda la Iglesia lo sigue teniendo el sucesor de Él en Roma, porque ahí murió en el año 67 dando su vida por Cristo como testimonio final de su amor al Maestro. Conocemos los nombres de todos los sucesores de Pedro hasta el presente. Hoy también los cristianos conservamos la comunión con la Iglesia de Roma. Por eso decimos que la Iglesia es Romana.

"FUERA DE LA IGLESIA NO HAY SALVACIÓN"

¿Cómo entender esta afirmación tantas veces repetida por los Padres de la Iglesia? Formulada de modo positivo significa que toda salvación viene de Cristo-Cabeza por la Iglesia que es su cuerpo:

El Concilio Vaticano II Sínodo "basado en la sagrada Escritura y en la Tradición, enseña que esta Iglesia peregrina es necesaria para la salvación. Cristo, en efecto, es el Único Mediador y Camino de Salvación que se nos hace presente en su Cuerpo, en la Iglesia. Él, al inculcar con palabras bien explícitas, la necesidad de la fe y del Bautismo, confirmó al mismo tiempo la necesidad de la Iglesia, en la que entran los hombres por el Bautismo como por una puerta. Por eso, no podrían salvarse los que, sabiendo que Dios fundó por medio de Jesucristo la Iglesia católica como necesaria para la salvación, sin embargo, no hubiesen querido entrar o perseverar en ella". (Conc. Vat. II Lumen Gentium 14)

Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia: "Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna" (L.G. 16)

www.upcomillas.es/webcorporativo/centros/.../downLoad.asp?stranio

www.sacerdotesyseminaristas.org

http://www.rosario.org.mx/doctrina/notasiglesia.htm#L4

ECLESIOLOGÍA

PROFR. ALFREDO CAMPOS

27

ALUMNA BRENDA JANETH LOPEZ JIMENEZ



Wyszukiwarka

Podobne podstrony:
Howard Phillips Lovecraft En busca de la ciudad del sol po
Kurz, Robert La Ignorancia de la Sociedad del Conocimiento, R Kurz
Monteleone, Thomas F Mensajes de la Era del Ordenador
Heidegger Dilucidacion de la introduccion de la Fenomenologia del Espiritu de Hegel
Don José Cortés y Dominguez Ensenanza General de la Esgrima del sable por el Comandante graduado Cap
Wolfe, Gene SN2, La Garra del Conciliador
Bobby Fischer la infancia del pequeño diablo (II)
Genotoxicidad inducida por plomo en personas laboralmente ex, UVM, encuentro de investigacion del si
Asimov, Isaac Lo Mejor de la Ciencia Ficcion del Siglo XIX
LOS DOMINIOS DE UN NOBLE DE LA CORTE CASTELLANA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIII GARCIA FERNANDEZ
Murakami Haruki Al Sur De La Frontera Al Oeste Del Sol
Calderon de la Barca El gran teatro del mundo
Auster, Paul Gerard de Cortanze Dossier Paul Auster La soledad del laber
Bella serie de mandobles La pasión del ajedrez Garcia Leontxo, 18 de mayo 20015
Calderón de la Barca, Pedro El gran teatro del mundo
135151244 Concilios de La Iglesia
instruccion para la Esgrima de la bayoneta Para el uso del Regimento Infanteria de Toledo n 35 1859
DE LA MAZA companas del alba
Nuestro Circulo 758 LA PARTIDA DEL SIGLO XX 25 de febrero de 2017

więcej podobnych podstron