D1 37



- CAPITULO XXXVII -
Las manos se mueven, los labios se mueven...
Las ideas brotan de sus palabras, Ä„Y sus ojos devoran!
Es una isla de autodominio.
Descripción del «Manual de Muad'Dib, por la Princesa Irulan.


Los tubos a fósforo en las paredes más lejanas de la caverna iluminaban la multitud reunida en la gran cavidad... enorme, pensó Jessica, mayor que la Sala de Asambleas de su escuela Bene Gesserit. Estimó que habría al menos cinco mil personas allá dentro, reunidas bajo la plataforma rocosa donde estaba ella con Stilgar.
E iban llegando más.
El aire estaba lleno del murmullo de la gente.
Tu hijo ha sido despertado y convocado, Sayyadina -dijo Stilgar-. żQuieres que sea partícipe de tu decisión?
żPuede él cambiar mi decisión?
Ciertamente, el aire con el que hablas viene de tus pulmones, pero...
La decisión permanece -dijo ella.
Pero se sentía indecisa, y se preguntó si hubiera podido usar a Paul como pretexto para echarse atrás en su peligroso camino. Había aÅ›n una hija nonata en quien pensar. Lo que ponía en peligro la carne de la madre ponía en peligro la carne de la hija.
Se acercaron hombres trayendo alfombras enrolladas, vacilando bajo su enorme peso, y las depositaron bajo la plataforma levantando una nube de polvo.
Stilgar la tomó por el brazo y la condujo hacia la cavidad acśstica formada por la pared del lado posterior a la plataforma. Le indicó un asiento de roca tallado en la misma cavidad.
La Reverenda Madre se sentará aquí, pero tÅ› puedes sentarte y descansar hasta que ella llegue.
Prefiero estar de pie -dijo Jessica.
Miró a los hombres desenrollando las alfombras, cubriendo con ellas el suelo de la plataforma, y luego a la multitud cada vez más numerosa. Ahora habría al menos diez mil personas en la caverna.
Y seguían llegando más.
Fuera en el desierto, lo sabía, el rojo anochecer estaba llegando, pero allí en la caverna reinaba un perpetuo crepÅ›sculo, una gris inmensidad donde la gente se había reunido para verla arriesgar su vida.
A su derecha se abrió un camino entre la multitud, y vio a Paul acercándose en compaÅ„ia de dos niÅ„os de aspecto serio y altanero. Sus manos estaban apoyadas en la empuÅ„adura de sus cuchillos, y miraban ceÅ„udos a la gente de ambos lados.
Los hijos de Jamis que son ahora los hijos de Paul -dijo Stilgar-. Le escoltan con mucha convicción -aventuró una sonrisa hacia Jessica.
Jessica reconoció el esfuerzo de Stilgar para tranquilizarla y se lo agradeció, pero no consiguió apartar su mente del peligro que estaba a punto de afrontar.
No tenía otra elección, pensó. Debemos actuar rápidamente para garantizarnos nuestro lugar entre esos Fremen.
Paul subió a la plataforma, dejando a los nińos abajo. Se detuvo frente a su madre, miró brevemente a Stilgar, luego volvió su atención a Jessica.
żQué ocurre? Creía que había sido convocado por el consejo.
Stilgar alzó una mano pidiendo silencio, e hizo un gesto hacia su izquierda, donde se había abierto otro camino en la muchedumbre. Chani se estaba acercando, con su rostro de elfo mostrando su dolor. Se había quitado el destiltraje y llevaba una graciosa tÅ›nica azul que dejaba sus brazos al descubierto. Un paÅ„uelo verde estaba anudado a su brazo izquierdo, cerca del hombro.
Verde, el color del luto, pensó Paul.
Era una de las costumbres que los dos hijos de Jamis le habían explicado indirectamente, cuando le dijeron que no se ponían nada verde porque le habían aceptado a él como padre custodio.
żEres tÅ› el Lisan al-Gaib? -le habían preguntado. Y Paul había captado el jihad en sus palabras y desviado la pregunta por el método de hacer otra a su vez... aprendiendo así que Kaleff, el mayor de los dos, tenía diez aÅ„os y era el hijo natural de Geoff. Orlop, la pequeÅ„a, tenía ocho aÅ„os y era la hija natural de Jamis.
Había pasado un extraÅ„o día con aquellos dos niÅ„os, a los que había pedido que montaran guardia para alejar a los curiosos, gracias a lo cual había tenido tiempo suficiente para reflexionar con calma y poner un poco de orden en sus recuerdos prescientes, a fin de estudiar un modo de prevenir el jihad.
Ahora, de pie al lado de su madre en la plataforma rocosa de la caverna y mirando a la multitud, se preguntó si habría alguna forma de impedir el salvaje desencadenamiento de las legiones fanáticas.
Chani se acercó a la plataforma, seguida a corta distancia por cuatro mujeres que transportaban a otra mujer en una litera.
Jessica ignoró a Chani, concentrando toda su atención en la mujer de la litera: una vieja, una marchita y arrugada cosa antigua vestida con un traje negro cuya capucha, echada hacia atrás, revelaba una mata de cabellos grises atados apretadamente en un moÅ„o, y un cuello descarnado.
Las portadoras depositaron delicadamente su carga en el suelo de la plataforma, y Chani ayudó a la anciana a levantarse.
Así, esta es su Reverenda Madre, pensó Jessica.
La anciana se apoyó pesadamente en Chani y avanzó vacilante hacia Jessica, evocando un montón de bastones envuelto en ropas negras. Se detuvo frente a Jessica, la escrutó de arriba a abajo por un largo momento, y luego habló en un murmullo estridente:
Así que tÅ› eres ella -la vieja cabeza osciló precariamente sobre el delgado cuello-. La Shadout Mapes tuvo razón al sentir piedad por ti.
No necesito la piedad de nadie -respondió Jessica, rápidamente, desdeÅ„osamente.
Esto queda por ver -resopló la anciana. Se volvió con una sorprendente rapidez para hacer frente a la multitud-. Díselo, Stilgar.
żEs preciso? -preguntó él.
Somos el pueblo de Misr -dijo la anciana con voz rasposa-. Desde que nuestros antepasados huyeron de Nilotic al-Ourouba, hemos conocido la huida y la muerte. Los jóvenes viven para que nuestro pueblo no muera.
Stilgar inspiró profundamente y dio dos pasos hacia adelante.
Jessica notó el atento silencio que descendía sobre la enorme caverna... unas veinte mil personas ahora, de pie, silenciosas, sin el menor movimiento. De pronto se sintió pequeÅ„a y vulnerable.
Esta noche deberemos abandonar este sietch que nos ha dado abrigo durante tanto tiempo y andar hacia el sur en el desierto -dijo Stilgar. Su voz resonó sobre la marea de rostros levantados, creando ecos en la cavidad acśstica a sus espaldas.
La multitud mantuvo un absoluto silencio.
La Reverenda Madre me ha dicho que no podrá sobrevivir a otro hajra -dijo Stilgar-. Hemos vivido ya antes sin Reverenda Madre, pero no es bueno para un pueblo en busca de un nuevo hogar en estas condiciones.
Ahora la multitud comenzó a agitarse, estremeciéndose con murmullos y oleadas de inquietud.
Para que esto no ocurra -dijo Stilgar-, nuestra nueva Sayyadina, Jessica del ExtraÅ„o Arte, ha consentido someterse a los ritos ahora. Intentará alcanzar el paso interiór a fin de que no perdamos la fuerza de nuestra Reverenda Madre.
Jessica del ExtraÅ„o Arte, pensó Jessica. Vio la mirada de Paul clavada en ella, sus ojos llenos de preguntas, pero su boca permanecia silenciosa a causa de toda la extraÅ„eza que había a su alrededor.
Si muero en la tentativa, żqué le ocurrirá a él?, se preguntó Jessica. De nuevo su mente estuvo llena de dudas.
Chani condujo a la Reverenda Madre hasta el sillón en la roca, al fondo de la cavidad acśstica, y regresó al lado de Stilgar.
A fin de que no lo perdamos todo si Jessica del ExtraÅ„o Arte falla en su prueba -dijo Stilgar-, Chani, hija de Liet, será consagrada Sayyadina en este momento -dio un paso hacia un lado.
Del fondo de la cavidad acÅ›stica, la voz de la anciana resonó como un susurro amplificado, áspero y penetrante:
Chani ha vuelto de su hajra... Chani ha visto las aguas.
Una respuesta susurrante llegó de la multitud:
Ha visto las aguas.
Consagro a la hija de Liet como Sayyadina -sibiló la anciana.
Es aceptada -respondió la multitud.
Paul apenas escuchaba la ceremonia, su atención estaba centrada en lo que había oído decir acerca de su madre.
żSi fallaba en su prueba?
Se volvió y miró a la que todos llamaban Reverenda Madre, estudiando los enjutos rasgos de la anciana, la fantomática fijeza de sus ojos totalmente azules. Parecía como si la más leve brisa pudiera arrastrarla consigo, pero algo en ella sugería que podía resistir el paso de una tormenta de coriolis. De ella emanaba la misma aura de poder que recordaba de la Reverenda Madre Gaius Helen Mohiam cuando le había sometido a la atroz agonía de la prueba del gom jabbar.
Yo, la Reverenda Madre Ramallo, cuya voz habla como una multitud, os digo esto -murmuró la anciana-: es justo que Chani sea aceptada como Sayyadina.
Es justo -respondió la multitud.
La anciana asintió.
Yo te doy los cielos plateados, el desierto dorado y sus brillantes rocas, los campos verdes que veremos en ellos -dijo-. Yo doy todo esto a la Sayyadina Chani. Y para evitar que olvide que está al servicio de todos nosotros, serán suyas las tareas domésticas en esta Ceremonia de la Semilla. Que todo sea segÅ›n la voluntad del Shai-hulud -alzó un brazo oscuro y reseco como un bastón, y lo dejó caer de nuevo.
Jessica tuvo de pronto la impresión de que la ceremonia se había cerrado a su alrededor como una corriente impetuosa, arrastrándola con rapidez sin ninguna posibilidad de retorno, y lanzó una Å›ltima ojeada al rostro perplejo de Paul, preparándose para afrontar la prueba.
Que se acerquen los maestros de agua -dijo Chani, con una excitación apenas perceptible en su voz de joven-nińa.
En aquel momento sintió Jessica que el peligro se condensaba a su alrededor, notando su presencia en el repentino silencio de la multitud, en sus miradas.
El grupo de hombres se abrió camino sinuosamente a través de la gente, avanzando en parejas. Cada pareja llevaba un pequeÅ„o saco de piel, cuyo tamaÅ„o era tal vez el doble del de una cabeza humana. Los sacos oscilaban pesadamente.
Los dos primeros hombres depositaron su carga a los pies de Chani, en la plataforma, y retrocedieron.
Jessica miró al saco, luego a los hombres. Llevaban sus capuchas echadas hacia atrás, revelando unos largos cabellos anudados en la base del cuello. Los oscuros pozos de sus ojos afrontaron impasibles su mirada.
Un denso aroma a canela se alzó del saco, flotando hasta Jessica. żEspecia?, pensó.
żHay agua? -preguntó Chani.
El maestro de agua a su izquierda, un hombre con una cicatriz pśrpura atravesando el puente de su nariz, asintió con la cabeza.
Hay agua, Sayyadina -dijo-, pero no podemos beber de ella.
żHay semillas? -preguntó Chani.
Hay semillas -dijo el hombre.
Entonces Chani se arrodilló y apoyó sus manos en el chapoteante saco.
Benditos sean el agua y su semilla.
Había algo familiar en el rito, y Jessica miró nuevamente a la Reverenda Madre Ramallo. La anciana había cerrado los ojos y se había acurrucado en su asiento, como si durmiera.
Sayyadina Jessica -dijo Chani.
Jessica se volvió para ver que la muchacha la estaba mirando directamente.
żHas bebido del agua bendita? -preguntó Chani. Antes de que Jessica pudiera responder, continuó-: No es posible que hayas bebido del agua bendita. Tś vienes de otro mundo y no gozas del privilegio.
Un suspiro recorrió la multitud, un susurro de ropas que hicieron erizarse el cabello en la nuca de Jessica.
La recolección ha sido abundante y el hacedor ha sido destruido -dijo Chani. Comenzó a desligar un tubo que estaba fijado al extremo del saco.
Ahora, Jessica sentía el peligro bullendo a su alrededor. Miró a Paul, pero vio que estaba fascinado por el ritual y sus ojos no se apartaban de Chani.
żHa visto ya este momento en el tiempo?, se preguntó. Llevó una mano a su vientre, pensando en su hija aÅ›n no nacida que llevaba allí, preguntándose: żTengo derecho a poner en peligro la vida de ambas?
Chani tendió el extremo del tubo a Jessica y dijo:
He aquí el Agua de Vida, el agua que es más grande que el agua... Kan, el agua que libera el alma. Si tÅ› eres una Reverenda Madre, te abrirá el universo. Que Shai-hulud juzgue ahora.
Jessica se sintió desgarrada entre su deber hacia su hija aÅ›n no nacida y su deber hacia Paul. Por Paul, lo sabía, tenía que tomar aquel tubo y beber el líquido contenido en el saco, pero en el mismo instante en que se inclinaba para aceptarlo sus sentidos la advirtieron del peligro.
El contenido del saco exhalaba un olor amargo, sutilmente parecido al de muchos venenos conocidos por ella, pero pese a todo distinto.
Ahora debes beber -dijo Chani.
No hay salida posible, pensó Jessica. Nada, en todo su adiestramiento Bene Gesserit, le proporcionaba una ayuda en aquel difícil momento.
żQué es?, se preguntó. żUn licor? żUna droga?
Se inclinó aÅ›n más sobre el extremo del tubo, percibió olores etéreos distintos al de la canela, y recordó la embriaguez de Duncan Idaho. żUn licor de especia?, se preguntó a sí misma. Metió el extremo del tubo en su boca y sorbió una muy pequeÅ„a cantidad. Notó el gusto de la especia, con algo acre, en la lengua.
Chani se apoyó entonces en el saco. Un violento chorro de líquido penetró en la boca de Jessica, y no tuvo más remedio que tragarlo, esforzándose en conservar toda su calma y dignidad.
Aceptar una pequeńa muerte es a veces peor que la gran muerte -dijo Chani. Miró fijamente a Jessica, aguardando.
Y Jessica le devolvió su mirada, siempre con el tubo en la boca. El sabor del líquido estaba en su paladar, en su nariz, en sus mejillas, en sus ojos... un sabor dulzón ahora.
Fresco.
Chani oprimió de nuevo el líquido hacia la boca de Jessica.
Delicado.
Jessica estudió el rostro de Chani, sus rasgos de elfo, encontrando las similitudes con el rostro de Liet-Kynes, un rostro que aÅ›n no había sido fijado por el tiempo.
Me han dado una droga, se dijo Jessica.
Pero era distinta a cualquier otra droga conocida por ella, y el adiestramiento Bene Gesserit incluía el ensayo de innumerables drogas.
Los rasgos de Chani eran cada vez más claros, como si se destacaran silueteados sobre una violeta luz.
Una droga.
El silencio torbellineaba en torno a Jessica. Cada fibra de su cuerpo había aceptado el hecho de que algo muy profundo estaba ocurriendo en ella. Tenía la impresión de ser tan sólo un ínfimo grano de polvo consciente, más pequeÅ„o que cualquier partícula y subatómica, y todavía capaz de moverse y de percibir el mundo a su alrededor. Como en una brusca revelación, como si se descorriera un velo, se vio a sí misma bajo la forma de una gran extensión psicoquinestética. Era un átomo, pero no era un átomo.
La caverna existía aÅ›n a su alrededor... y la gente. Los sentía:
Paul, Chani, Stilgar, la Reverenda Madre Ramallo.
Ä„La Reverenda Madre!
En la escuela corrían rumores de que a veces no se sobrevivía a la prueba de la Reverenda Madre, que la droga la mataba a una.
Jessica concentró su atención en la Reverenda Madre Ramallo, dándose repentinamente cuenta de que todo aquello estaba ocurriendo en un breve instante... en un tiempo que estaba en suspenso sólo para ella.
żPor qué se ha detenido el tiempo?, se preguntó. Contempló todas aquellas expresiones petrificadas a su alrededor, viendo un grano de polvo suspendido sobre la cabeza de Chani, inmóvil.
Esperando.
La respuesta llegó en aquel instante como una explosión en su consciencia: su tiempo personal estaba suspendido para salvarle la vida.
Se concentró en aquella extensión psicoquinestética de sí misma, mirando en su propio interior, e inmediatamente fue confrontada a un nÅ›cleo celular, un pozo de tinieblas que la rechazó.
En el lugar al que no podemos mirar, pensó. Es el lugar que las Reverendas Madres mencionan reluctantemente... el lugar que sólo un Kwisatz Haderach puede ver.
Aquella comprensión le devolvió un poco de su confianza, e intentó de nuevo concentrarse en aquella extensión psicoquinestética, transformándose en un grano de polvo dispuesto a explorarse a si mismo en busca del peligro.
Lo encontró en la droga que había ingerido.
Era como un torbellino de partículas danzantes en su interior, tan rápido que ni siquiera la detención del tiempo conseguía pararlo. Partículas danzantes. Empezó a reconocer estructuras familiares, cadenas atómicas: un átomo de carbono aquí, una formación helicoidal... una molécula de glucosa. Toda una cadena de moléculas frente a ella, en la que reconoció una proteína... una configuración metil-proteina.
Ä„Ahhh!
Fue como un suspiro mental desprovisto de sonido, surgiendo de lo más profundo de sí misma junto con la identificación de la naturaleza del veneno.
Penetró dentro de si misma con su onda psicoquinestética, separó un átomo de oxígeno, ligó uno de carbono a la cadena, restableció la unión del oxígeno... hidrógeno.
La modificación se desarrolló... más y más aprisa a medida que la reacción catalítica ampliaba su superficie de contacto.
La suspensión del tiempo la abandonó. Percibió movimientos. El extremo del tubo se agitó en su boca... suavemente, recogiendo un poco de su saliva.
Chani está tomando el catalizador de mi cuerpo para transformar el veneno de ese saco, pensó Jessica. żPor qué?
Alguien la hizo sentarse. Vio que la Reverenda Madre era transportada hasta su lado, en el extremo de la alfombrada plataforma. Una reseca mano tocó su cuello.
Ä„Y otra partícula psicoquinestética penetró en su consciencia! Jessica intentó rechazarla, pero la partícula se acercaba cada vez más... cada vez más.
Ä„Se tocaron!
Fue como una íntima unión, la más completa y definitiva, y fue dos personas al mismo tiempo: no telepatía, sino consciencia recíproca.
Ä„Con la vieja Reverenda Madre!
Pero Jessica vio que la Reverenda Madre no pensaba en sí misma como en una vieja. Una imagen se desplegó en las dos mentes fusionadas: una mujer joven de espíritu alegre y tierno humor.
Dentro de su mutua consciencia, la joven dijo:
Si, así es como soy.
Jessica sólo pudo aceptar aquellas palabras, no responder a ellas.
Muy pronto lo tendrás todo, Jessica -dijo la imagen interior.
Es una alucinación, se dijo Jessica.
TÅ› sabes bien que no -dijo la imagen interior-. Debemos apresurarnos ahora, no luches conmigo. No hay mucho tiempo. Nosotras... -Una larga pausa, y luego-: żPor qué no nos has dicho que estabas encinta?
Jessica encontró al fin la voz que podía hablar en el seno de su mutua consciencia.
żPor qué?
Ä„Ä„Esto nos cambia a ambas!! Santa Madre, żqué es lo que hemos hecho?
Jessica percibió un cambio en la mutua consciencia, y una nueva partícula-presencia apareció ante su ojo interior. Se movía rápida e incontroladamente, aquí, allí, trazando círculos. Irradiaba puro terror.
Tendrás que ser fuerte -dijo la imagen-presencia de la Reverenda Madre-. Eres afortunada de llevar una hija. Un feto masculino hubiera sido muerto. Ahora... suavemente, lentamente... toca a tu hija-presencia. Sé tu hija-presencia. Absorbe su miedo... cálmala... usa tu valor y tu fuerza... suavemente ahora... suavemente.
La partícula torbellineante se acercó, y Jessica se obligó a tocarla.
El terror amenazó con arrollarla.
Lo combatió con el Å›nico medio a su alcance que conocía: «No conoceré el miedo. El miedo mata la mente...
La letanía le devolvió algo de calma. La otra partícula se inmovilizó a su lado.
Las palabras no servirán, se dijo Jessica.
Descendió hasta el nivel de las reacciones emocionales básicas, irradió amor, confort, una cálida protección.
El terror retrocedió.
De nuevo se impuso la presencia de la Reverenda Madre, pero ahora la percepción era triplemente mutua... dos de ellas activas y la tercera absorbiendo inmóvil.
El tiempo me empuja -dijo la Reverenda Madre con su consciencia-. Tengo mucho que darte. E ignoro si tu hija podrá aceptarlo todo y conservar su salud mental. Pero así debe ser: las necesidades de la tribu están por encima de todo lo demás.
żQué...?
Ä„Guarda silencio y acepta!
Ante Jessica empezaron a desfilar experiencias. Eran como la banda de lectura de un proyector de adiestramiento subliminal en la escuela Bene Gesserit... pero mucho más rápido... terriblemente mucho más rápido.
Y pese a todo... claro.
Reconocía cada experiencia en el mismo momento en que se manifestaba: había un amante, viril, barbudo, con los ojos oscuros de los Fremen, y Jessica sintió su fuerza y su ternura, y toda su vida en un instante, a través de los recuerdos de la Reverenda Madre.
No era el tiempo de pensar en el efecto que tendría esto en el feto de su hija, era tan sólo el tiempo de aceptar y registrar. Las experiencias se derramaron sobre Jessica: nacimiento, vida, muerte... cosas importantes e intrascendentes, toda una existencia en un simple relámpago de tiempo.
żPor qué esta catarata de arena cayendo desde lo alto de un farallón ha permanecido incrustada de esta manera en el recuerdo?, se preguntó.
Más tarde Jessica comprendió lo que estaba ocurriendo: la anciana estaba muriendo y, al morir, vertía todas sus experiencas en la consciencia de Jessica, como el agua se vierte en una taza. La otra partícula se desvaneció lentamente en su propia consciencia prenatal, bajo la mirada interior de su madre. Y, mientras, la vieja Reverenda Madre dejaba su vida en la memoria de Jessica con un Å›ltimo gemido confuso de palabras.
Te he esperado tanto tiempo -dijo-. Aquí está mi vida.
Y allí estaba realmente, almacenada en su interior, toda ella.
Hasta el instante de su muerte.
Ahora soy una Reverenda Madre, se dio cuenta Jessica.
Y necesitó tan sólo un instante para comprender lo que era ahora, supo realmente lo que significaba ser una Reverenda Madre Bene Gesserit. La droga venenosa la había transformado.
No ocurría exactamente así en la escuela Bene Gesserit, penso. Ahora lo sabía, aunque nadie la había introducido en aquellos misterios.
Pero el resultado era el mismo.
Jessica sintió la partícula infinitesimal de su hija rozando su consciencia interior, la tocó, peró no obtuvo respuesta.
Un terrible sentimiento de soledad invadió a Jessica junto con la comprensión de lo que le había ocurrido. Vio su propia vida retardarse al tiempo que todas las demás vidas a su alrededor seguían avanzando cada vez a mayor velocidad, hasta que el complejo diseÅ„o de las influencias recíprocas se hacía claramente visible.
Su percepción interior se hacía menos intensa a medida que disminuían los efectos de la droga, pero sentía aÅ›n la presencia de la otra partícula, y la tocó suavemente, con un sentimiento de culpabilidad por haber permitido que le ocurriese aquello.
Lo he permitido, mi pobre, aśn no formada y pequeńa querida hija. Te he llevado a este universo y te he expuesto sin la menor defensa a la infinita variedad de sus conocimientos.
Un infinitesimal flujo de amor-confort, como un reflejo del que ella había vertido antes, le llegó de la otra partícula.
Antes de que Jessica pudiera responder, sintió la presencia del adab, el recuerdo que exige. Era algo que tenía que hacer. Intentó liberarse, dándose cuenta de que estaba aÅ›n aturdida por las Å›ltimas huellas de la droga que impregnaba sus sentidos.
Puedo cambiar, esto, pensó. Puedo cambiar la acción de la droga y hacerla inofensiva. Pero comprendió que sería un error. Estoy participando en una unión ritual.
Supo entonces lo que tenía que hacer.
Jessica abrió los ojos, e hizo un gesto en dirección al saco que Chani mantenía por encima de ella.
Ha sido bendecido -dijo Jessica-. Mezclad las aguas, dejad que el cambio alcance a todos, que el pueblo pueda participar y contribuir en la bendición.
Dejad que el catalizador haga su trabajo, pensó. Dejad que el pueblo beba de él y cada uno tenga, por un momento, su más intensa percepción de los demás. La droga ya no es peligrosa... ahora que una Reverenda Madre la ha transformado.
Pero el exigente recuerdo seguía presionando en su interior. Se dio cuenta de que había otra cosa que debía hacer, pero la droga le impedía concentrarse.
Ahhh... la vieja Reverenda Madre.
He encontrado a la Reverenda Madre Ramallo -dijo Jessica-. Ella se ha ido, pero permanece entre nosotros. Que su memoria sea honrada segśn el ritual.
żDónde he encontrado estas palabras?, se preguntó Jessica.
Y comprendió de pronto que venían de otra memoria, la vida que le había sido dada y que ahora formaba parte de si misma. Pero pese a todo aÅ›n seguía faltando algo.
«Deja que ellos tengan su orgía, dijo la otra memoria dentro de ella. «Hay tan pocos placeres en la vida. Además, tÅ› y yo necesitamos otro breve instante para conocernos, antes de que yo me disuelva completamente en tus recuerdos. Me siento ya obligada a muchos de ellos. Ahhh... tu mente está llena de cosas interesantes. Muchas más cosas de las que nunca hubieras imaginado.
Y la memoria encapsulada en su mente se abrió para Jessica, permitiéndole ver, como a lo largo de un inmenso corredor, a otras Reverendas Madres tras otras Reverendas Madres tras otras Reverendas Madres, en una sucesión que parecía no tener fin.
Jessica retrocedió, aterrada ante la idea de sumergirse en aquel océano sin límites. Pero el corredor no desapareció, revelando a Jessica que la cultura Fremen era más increiblemente antigua de lo que nunca hubiera podido suponer.
Vio que había habido Fremen en Poritrin, todo un pueblo que se había reblandecido con el contacto de aquel planeta demasiado fácil, una presa sencilla para las incursiones de los reclutadores Imperiales en busca de elementos para las colonias de Bela Tegueuse y Salusa Secundus.
Oh, el lamento que Jessica percibió en aquella separación.
En las lejarías profundidades del corredor, una imagen-voz exclamó:
Ä„Nos han negado el Hajj!
Jessica vio en aquel corredor interior los barracones de esclavos en Bela Tegueuse, Vio cómo habían sido eliminados y seleccionados los hombres para poblar Rossak y Harmonthep. Escenas de brutal ferocidad se abrieron ante ella como los pétalos de una terrible flor. Y vio el hilo del pasado, transmitido de Savyadina en Sayyadina, primero a viva voz, oculto entre los cantos de la arena, después por las Reverendas Madres, gracias al descubrimiento de la droga en Rossak... y el hilo era ahora más sólido que nunca, en Arrakis, con el descubrimiento del Agua de Vida.
Muy lejos, en lo más profundo del corredor, otra voz gritó:
Ä„Nunca perdonar! Ä„Nunca olvidar!
Pero la atención de Jessica estaba concentrada en la revelación del Agua de Vida, en sus fuentes: la exhalación líquida del gusano de arena moribundo, de un hacedor. Y cuando vio la forma en que era muerto en su nueva memoria, estuvo a punto de gritar.
Ä„La criatura era ahogada!
Madre, żte encuentras bien?
La voz de Paul penetró en ella, y Jessica luchó por abstraerse de su visión interior, consciente de sus deberes para con su hijo pero irritada por su intromisión.
Soy como una persona cuyas manos han permanecido paralizadas, insensibles, durante toda su vida... hasta que un día vuelve a ellas su habilidad de moverse y percibir sensaciones.
El pensamiento permaneció suspendido en su mente, una consciencia envolvente.
Y yo digo: «Ä„Mira! Ä„ Tienes manos! Pero la gente a mi alrededor me pregunta: «Å¼Que son las manos?.
żTe encuentras bien? -repitió Paul.
Sí.
żEs correcto que beba? -seńaló el saco en las manos de Chani-. Ellos quieren que beba.
Jessica percibió el oculto significado en sus palabras, y comprendió que él había detectado el veneno en la sustancia original, antes de ser transformada, y que estaba preocupado por ella. Entonces empezó a preguntarse cuáles eran los límites de la presciencia de Paul. Aquella pregunta le revelaba muchas cosas.
Puedes beber -dijo-. Ha sido transformada -y miró a Stilgar, inmóvil tras su hijo, que la estudiaba con sombríos ojos.
Ahora sabemos que no habéis mentido -dijo el Fremen. Ella captó también un significado oculto en aquella frase, pero el efecto de la droga oscurecía aÅ›n sus sentidos. Era tan cálida y tan relajante. Los Fremen habían sido tan buenos con ella proporcionándole una tal unión.
Paul se dio cuenta de que la droga se estaba adueńando de su madre.
Buscó entonces en su memoria... el pasado inmutable, las líneas de flujo de los posibles futuros. Con su ojo interior, le parecía estar explorando una sucesión de instantes inmóviles y desconcertantes. Los fragmentos eran difíciles de comprender cuando eran arrancados del flujo.
Aquella droga... podía acumular un gran nÅ›mero de datos sobre ella, comprender lo que le estaba haciendo a su madre, pero era un conocimiento desprovisto de su ritmo natural, de un sistema de reflexión recíproca.
De pronto se dio cuenta de que una cosa era la visión del pasado en el presente, pero que la auténtica prueba de la presciencia era ver el pasado en el futuro.
Las cosas persistían en ser distintas de lo que parecían ser.
Bebe -dijo Chani. Movió el extremo del tubo bajo su nariz.
Paul se envaró, mirando a Chani. Sintió en el aire la excitación de la fiesta. Sabía lo que ocurriría si bebía aquella especia que era la quintaesencia de la sustancia que había producido el cambio en él. Volvería a aquella visión de tiempo puro, un tiempo convertido en espacio. La droga le llevaría a aquella cima vacilante, desafiándole a comprender.
Bebe, muchacho -dijo Stilgar, tras Chani-. Estás retrasando el ritual.
Prestó oído a la multitud, y percibió una nota salvaje en innumerables voces.
Lisan al-Gaib -decían-. Ä„Muad'Dib!
Miró a su madre. Parecía dormir pacíficamente en su posición sentada, respirando profunda y regularmente. Una frase surgida de aquel futuro que era su solitario pasado llegó a su mente: «Está durmiendo en el Agua de Vida.
Chani tiró de su manga.
Paul introdujo el tubo en su boca, oyendo a la gente gritar. Sintió el líquido gorgotear por su garganta cuando Chani presionó el saco, sintió el aturdimiento subsiguiente. Chani retiró el tubo, pasando el saco a las innumerables manos que lo reclamaban desde el suelo de la caverna. Los ojos de Paul se centraron en su brazo, en la verde banda de luto atada allí.
Mientras se levantaban, Chani vio la dirección de su mirada.
Puedo llorarle en la felicidad de las aguas -dijo-. Esto es algo que nos ha dejado. -Puso sus manos en las de él y le arrastró a lo largo de la plataforma rocosa-. Somos iguales en una cosa, Usul. Ambos hemos perdido un padre a manos de los Harkonnen.
Paul la siguió. Le parecía que su cabeza había sido separada de su cuerpo y luego vuelta a colocar con extraÅ„as conexiones. Sentía sus piernas como lejanas y reblandecidas.
Entraron en un estrecho corredor lateral, cuyas paredes estaban débilmente iluminadas por globos espaciados. Paul sentía que la droga empezaba a producir un Å›nico efecto en él, abriendo el tiempo como si fuera una flor. Tuvo que apoyarse en Chani para no caer, cuando ella giró hacia otro tÅ›nel oscuro. El contacto de su carne tierna y firme bajo sus ropas excitó su sangre. La sensación se mezcló con el efecto de la droga, replegando el futuro y el pasado dentro del presente, en una triple y casi instantánea focalización.
Te conozco, Chani -susurró-. Estábamos sentados en una cornisa sobre la arena y yo calmé tu miedo. Nos acariciamos en la oscuridad del sietch. Nosotros... -todo se desenfocó ante sus ojos, agitó la cabeza, vaciló.
Chani le sostuvo, le condujo a través de los pesados cortinajes amarillos hasta el calor de un apartamento privado... mesas bajas, almohadones, un colchón bajo un cobertor naranja.
Paul captó vagamente que se habían detenido, que Chani estaba de pie frente a él, mirándole, y que sus ojos traicionaban un tranquilo terror.
Debes decirmelo -susurró ella.
TÅ› eres Sihaya -dijo Paul-, la primavera del desierto.
Cuando la tribu comparte el Agua -dijo ella-, somos uno.. todos nosotros. Nos... compartimos. Puedo... sentir a los demás conmigo. Pero tengo miedo de compartir contigo.
żPor qué?
Intentó concentrarse en ella, pero el pasado y el futuro se confundían con el presente, ofuscando su imagen. La vio en un nÅ›mero incontable de lugares y de situaciones.
Hay algo aterrador en ti -dijo ella-. Cuando te he apartado de los demás... lo he hecho porque esto era lo que querían. TÅ›... empujas a la gente. TÅ›... Ä„haces ver cosas!
Paul se obligó a sí mismo a hablar distintamente:
żY qué es lo que ves?
Ella bajó los ojos para mirar sus manos.
Veo a un nińo... en mis brazos. Es nuestro hijo, tuyo y mio -llevó una mano a su boca-. żCómo puedo conocerlo todo de ti?
Tienen algo de talento, le dijo su mente a Paul. Pero lo rechazan porque les aterroriza.
En un momento de lucidez, vio que Chani estaba temblando.
żQué quieres decir? -preguntó.
Usul -susurró ella, y seguía temblando.
No puedes volver al futuro -dijo él.
Lo invadió una profunda compasión hacia ella. La apretó contra sí, acariciando su cabeza.
Chani, Chani, no tengas miedo.
Usul, ayśdame -imploró ella.
Mientras ella hablaba, Paul sintió que la droga completaba su trabajo en su interior, rasgando los velos del tiempo para revelar el lejano torbellino gris de su futuro.
Estás tan tranquilo -dijo Chani.
El se inmovilizó en su consciencia, viendo al tiempo dilatarse en su extraÅ„a dimensión, delicadamente estable pero aÅ›n tumultuoso, estrecho y a la vez proyectado para recoger mundos y energías innumerables, una cuerda tensa y oscilante sobre la que debía pasar manteniendo el equilibrio.
Por un lado veía el Imperio, a un Harkonnen llamado Feyd-Rautha que le amenazaba como una mortal hoja, los Sardaukar que se lanzaban fuera de su planeta para reemprender el pogrom sobre Arrakis, la Cofradía que complotaba y aprobaba tácitamente, las Bene Gesserit con su esquema de selección genética. Todos se amasaban en el horizonte, retenidos tan sólo por los Fremen y su Muad'Dib, el gigante Fremen aÅ›n dormido que sólo esperaba el despertar de la salvaje cruzada que devastaría el universo.
Paul se vio así mismo como el centro, el pivote alrededor del cual giraba toda aquella inmensa estructura, cruzando aquella finísima cuerda, el imperceptible segmento de paz y felicidad, con Chani a su lado. Ante él, un breve paréntesis relativamente tranquilo en un oculto sietch, un instante de paz entre períodos de violencia.
No hay otro lugar para la paz -dijo.
Usul, estás llorando -murmuró Chani-. Usul, mi fuerza, żestás dando humedad a los muertos? żA qué muertos?
A los que todavía no están muertos -dijo él.
Entonces deja que vivan el tiempo de sus vidas.
A través de la niebla de la droga, Paul supo que tenía razón, y la apretó aÅ›n mas fuerte contra él, salvajemente.
ĄSihaya! -gritó.
Ella apoyó la palma de su mano en su mejilla.
Ya no tengo miedo, Usul. Mírame. Cuando me abrazas así, también yo veo lo que tÅ› ves.
żQué es lo que ves? -preguntó él.
A nosotros dos dándonos mutuamente amor en un momento de calma entre tormentas. Eso es lo que debemos hacer.
La droga se apoderó nuevamente de él, y pensó: En tantas ocasiones me has dado tranquilidad y el olvido. De nuevo le aferró la hiperiluminación, con sus detalladas imágenes del tiempo, y sintió su futuro transformarse en recuerdos: las tiernas agresiones del amor físico, la comunión de identidades, la participación, la dulzura y la violencia.
TÅ› eres fuerte, Chani -murmuró-. Quédate conmigo.
Siempre -dijo ella, y le besó en la mejilla.


«


Wyszukiwarka

Podobne podstrony:
K & T 800 Gem D17 LH D186 12m
K & T 800 Gem D17 M186 87
cs d17
K & T 600 GEM D17 M318 81 1
d17

więcej podobnych podstron