Comentario del Evangelio según san Mateo


Evangelio según san Mateo

Podemos dividir el evangelio en tres partes, cuyo contenido se anuncia en el versículo con el que comienza cada una de las tres partes (1,1; 4,17; 16,21).

En la primera parte todo ocurre antes de que comience el ministerio público de Jesús. El hilo conductor es el tema de la filiación divina de Jesús (1,20; 2,15; 3,17).

La segunda parte está centrada en el anuncio de reino. El la primera sección, tres sumarios (4,23-25; 9,35; 11,1) dan la pauta de la actividad de Jesús, que consiste en anunciar (4,17), enseñar (5-7) y sanar (8-9), rematada por el envío de los discípulos a difundir este mensaje (10). La segunda sección recoge las reacciones que este anuncio y la misma persona de Jesús suscitan, especialmente el rechazo por parte de las autoridades judías (11,2-12,50). Entonces Jesús abandona a los que lo rechazan y se dedica a instruir a sus discípulos (13,1-52); al final (13,53-16,20), Jesús abandona definitivamente al Israel histórico y anuncia la convocación de un nuevo Israel, de la Iglesia.

La tercera parte tiene una estructura muy semejante a la segunda. Comienza con una instrucción detallada a los discípulos sobre el sentido de su pasión y las exigencias para ser discípulo (16,21 - 20,34). Sigue el rechazo de Jesús en Jerusalén (21-23) y la instrucción definitiva a los discípulos acerca de los acontecimientos del fin (23-25); y termina con el relato de la pasión-resurrección (26-28), expresión definitiva del rechazo de sus pueblo y motivo para la convocación definitiva del nuevo Israel (28,16-20).

El origen de Jesús…”

1,1 - 4,16

En la primera parte del evangelio todo ocurre antes de que comience el ministerio público de Jesús. El hilo conducto es el tema de la filiación divina de Jesús (1,20; 2,15; 3,17). La intención principal de esta parte es contar a los lectores quien es Jesús, preparándolos así para escuchar su mensaje (4,17-16,20) y comprender su destino (16,21-28,20). Mateo ha compuesto un relato basado en citas y alusiones al AT, para explicar cuál es el origen, la misión y el destino de Jesús, y mostrar que Jesús es el Mesías prometido a Israel. Aunque entre los dos primeros capítulos y el resto de esta primera parte hay una gran distancia, se trata de una distancia temporal, no teológica, pues en todos ellos el evangelista intenta presentar a Jesús como Hijo de Abrahán (y, por tanto, como padre del nuevo pueblo de Dios), hijo de David (Mesías), y sobre todo como Hijo de Dios, la afirmación que mejor expresa cuál es su identidad (3, 13-17).

1, 1-17

La genealogía de Mateo, a diferencia de la de Lucas, que alcanza a toda la humanidad (véase Lc 3,23-38), tiene como horizonte la historia de Israel: una historia llena de promesas y esperanzas, pero también de pecado y desobediencia. Su composición es claramente artificial: tres series de catorce nombres señalan las grades etapas de la historia de la salvación: Abrahán, David, la deportación a Babilonia. Todo ello desemboca en Jesús, que inaugura la etapa definitiva.

Entre los antepasados de Jesús se menciona a cuatro mujeres: Tamar (Gn 38), Rajab (Jos 2,1-12), Rut (Rut 4,17-22) y la mujer de Urías (2Sm 11); las cuatro son de origen pagano, y su presencia aquí pone de manifiesto que lo que cuenta no es la pureza de la raza, sino la acción imprevisible de Dios. De este modo, Mateo inserta a Jesús en la historia de su pueblo y lo presenta como cumplimiento de las antiguas promesas.

1, 18-25

En este pasaje Mateo desarrolla lo que había insinuado ya en 1,16: Jesús que nace de María por obra del Espíritu Santo, entra en la dinastía davídica a través de José, que lo adopta como hijo. Por esta razón José tiene un gran protagonismo en Mt 1-2.

El relato contiene algunos elementos prodigiosos: la aparición de un mensajero de Dios y la manifestación de la voluntad divina a través del sueño. Ambos confluyen en un mismo punto: Jesús no es sólo el hijo de Abrahán y de David, sino que es, sobre todo, el Hijo de Dios (véase 3,17; 4,1-11). El nombre de Jesús envuelve todo el relato. Su significado: Dios es salvación, o Dios salva, describe en brevísima síntesis cual será su misión. El texto de Isaías, el primero del Antiguo Testamento que se cita en este evangelio, añade a lo ya dicho un dato importante: Jesús es también presencia cercana de Dios en medio de los suyos (véase 18,20; 28,20).

2, 1-12

Mateo sitúa en el tiempo y en el espacio el nacimiento de Jesús. Su principal intención es completar lo dicho sobre él en los pasajes anteriores. Para eso utiliza dos recursos bien conocidos en su tiempo: el surgimiento de una nueva estrella y la referencia a textos del AT. Ambos datos confirman que Jesús es el Mesías. Sin embargo, no todos lo reconocen así. Su pueblo lo rechaza, mientras que los paganos lo reconocen como Hijo de Dios. Estos sabios que buscan al recién nacido para adorarlo dan cumplimiento a los oráculos de los profetas, según los cuales los pueblos paganos rendirían homenaje al Mesías. (Nm 24,17; Is 49,23; Sal 72,10-15)

Reaccionan de modo muy diferente al de los representantes oficiales del pueblo judío (Herodes y la ciudad de Jerusalén), quienes se inquietan ante la noticia del nacimiento de Jesús y planean la muerte del niño. Quedan prefigurados así el rechazo de Israel y la aceptación del evangelio por parte de los paganos. Dos actitudes que se repiten a lo largo del evangelio.

2, 13-23

La autentica intención de Herodes (matar al niño) provoca la huida a Egipto de toda la familia. Desde allí, Jesús esta en situación de iniciar un nuevo éxodo, que recuerda el que corrió el pueblo de Israel. La huida a Egipto recuerda el traslado de toda la familia de Jacob (Gen 46,1-7). La acción vengativa de Herodes recuerda la del faraón con los israelitas (Ex 1,15-22)

Una vez desaparecido el motivo que provocó la huida, Jesús inicia un nuevo y definitivo éxodo que pasa por el bautismo del Jordán y las tentaciones en el desierto. De este modo, Mateo relaciona el inicio de la vida de Jesús con los comienzos del pueblo de Israel, haciéndose eco de la esperanza de los profetas que veían en el nuevo éxodo el anuncio de la salvación definitiva (Os 11,1-4; Jr 31).

3, 1-12

La más antigua tradición cristiana (Hch 10,37) relaciona el inicio de la vida pública de Jesús con Juan Bautista. Entre los autores del NT Mateo es el que presenta a Juan con rasgos más cristianos; su predicación y la de Jesús son exactamente iguales (Mt 3,2; 4,17), y su presencia inaugura la llegada del reinado de Dios (Mt 11,1-19). Además el vestido de Juan recuerda el profeta Elías (2Re 1,8), y en el se cumple la profecía de Isaías (Is 40,3). El es, pues, el precursor del Mesías que anuncia al que viene con mayor dignidad y poder detrás de él.

3, 13-17

En el bautismo de Jesús tiene lugar la presentación pública de Jesús como Hijo, a través de una manifestación excepcional de Dios. Sobre Jesús desciende el Espíritu para realizar en él una nueva creación (Gn 1,2). Es él mismo Espíritu que actuó en su nacimiento (1,18-25) y que lo acompañará durante toda su vida (Mt 12,28). Se abren los cielos, que son morada de Dios, y se oye la voz que presenta a Jesús como Hijo predilecto.

El bautismo es el episodio central de la primera parte del evangelio. En el se dan cita los tres aspectos que Mateo quiere subrayar en esta presentación de Jesús: el paso por el Jordán, nuevo mar Rojo en el que Jesús contempla la gloria de Dios (Hijo de Abrahán); el dialogo con el Bautista, que confiesa humildemente su condición de precursor de Mesías (Hijo de David); y la voz del cielo, que confirma todo lo dicho a José acerca de origen divino de Jesús (Hijo de Dios).

4, 1-11

Los cuarenta años que duro el camino de Israel desde Egipto hasta la tierra prometida se resumen simbólicamente en estos cuarenta días que Jesús pasa también en el desierto. El relato alude a las pruebas que el pueblo de Israel experimentó en su camino por el desierto (véase Ex 16-17). Jesús responde a las propuestas del tentador con tres citas tomadas del libro del Deuteronomio, que sintetizan su actitud (Dt 8,3; 6,16; 6,13-15).

Las tres tentaciones son en realidad una sola, pues la pretensión continua del tentador es hacer que Jesús reniegue de su condición de Hijo obediente de Dios, manifestada ya en el bautismo (Mt 3,13-17). Es la misma tentación que se repite al final de su vida en la cruz (Mt 27,40-43) y que atraviesa toda la existencia de Jesús: la de un mesianismo fácil y triunfalista. Jesús, sin embargo, supera las pruebas en las que había caído Israel y manifiesta que él es el ungido para convocar al nuevo pueblo mesiánico con el anuncio de la buena noticia.

4, 12-16

Jesús se traslada desde Nazaret a Cafarnaún, ciudad situada en Galilea y junto al camino del mar. En este acontecimiento Mateo descubre el cumplimiento de la profecía de Isaías (Is 9,1), que pertenece como la de Mt 1,23 a los oráculos mesiánicos del Emmanuel, todo eso anuncia el destino universal del mensaje de Jesús.

“…comenzó Jesús a predicar y a decir:”

4,17 - 16,20

Comienza la nueva etapa. Las palabras solemnes de Jesús (4,17) resumen el contenido de esta segunda parte del evangelio: en ella se encuentra el anuncio del reino de Dios con obras y palabras (14,17-11,1) y las reacciones que dicho anuncio provoca (Mt 11,2 - 16,20). La inauguración del reinado de Dios sobre este mundo es el tema central de la predicación de Jesús. Los comienzos de este reino son humildes, misteriosos, discutidos; pero es imposible detener su crecimiento. Es una gracia ofrecida a los sencillos, porque son ellos quienes están mejor dispuestos para aceptarlo.

4,17 - 11,1

En la primera sección toda la atención se centra en el anuncio del reino, sin describir todavía con detalle las reacciones que desencadena. A lo largo de estos capítulos, tres sumarios o resúmenes (4,23-25; 9,35; 11,1) repiten el programa de Jesús, que consiste en anunciar la buena noticia (4,17), enseñar (5,1 - 7,28) y sanar (8,1 - 9,34). Estos resúmenes están colocados en lugares estratégicos y dividen el texto en dos etapas: primero, el anuncio del reino con palabras (5,1 - 7,28) y con obras (8,1 - 9,35); y después, el envío de los discípulos a proclamar dicho anuncio (9,36 - 10,42).

4, 17

Mateo, siguiendo a la costumbre judía de no pronunciar el nombre de Dios, pone en labios de Jesús la expresión reino de los cielos en lugar de la expresión más frecuente de reino de Dios. Con la llegada de este reino se hace presente en el mundo la soberanía de Dios, que inaugura una situación completamente nueva. Las palabras y los hechos prodigiosos de Jesús son el signo evidente de que Dios ha comenzado a reinar (7,28; 9,33).

4, 18 - 22

Antes de comenzar el anuncio del reino, Jesús reúne un grupo de discípulos para que sean testigos de sus acciones salvíficas y continúen su misión. El evangelista ve en su respuesta a la llamada de Jesús un ejemplo de la conversión radical que exige la llegada del reino. El atractivo de esta llamada es tan fuerte que los hace capaces de romper los lazos sociales y familiares para hacerse discípulos suyos. Van a ser testigos de las palabras y de los signos que después ellos mismos tendrán que proclamar y realizar por encargo del maestro (9,36 - 10,42).

4, 23 - 25

Este primer sumario de la actividad de Jesús es un breve resumen de lo que el evangelista va a narrar en los capítulos siguientes (Mt 5-9). Aunque la actividad de Jesús se desarrolla en Galilea, su fama llega mucho más allá (Siria), y los que lo siguen provienen de todas las regiones de Palestina. Mateo subraya la diversidad de estos seguidores, que junto con los discípulos, se disponen a escuchar las palabras de Jesús y a contemplar sus signos.

5, 1 - 7, 29

Mateo ha organizado este gran discurso a partir de diversas fuentes. Es una síntesis de las enseñanzas de Jesús, un catecismo elementar de vida cristiana para sus discípulos. A diferencia de Lucas, que también conoce y utiliza estas fuentes (LC 6, 20-49), Mateo insiste en las leyes y practicas judías, pues sus destinatarios viven en un ambiente judío. Mateo sitúa este discurso de Jesús en algún lugar de las colinas que bordean el lago de Tiberíades. Eso no obstante, habla de un monte para recordar al monte Sinaí donde Moisés había recibido la ley (Ex 19). Así Mateo presenta a Jesús como el Maestro que da a todos la nueva y definitiva la ley. La palabra “ley” en hebreo significaba al comienzo “revelación”, y designaba de hecho toda la religión del pueblo de Dios, sus creencias, sus escritos y sus prácticas. Las oposiciones: “ustedes han oído, pero yo les digo” darán a entender que Jesús es el Maestro que inaugura la última etapa de la revelación. El “sermón del monte” puede leerse así: las actitudes básicas en el reino (5, 3-16) superan a las de la ley (5, 17-48), deben ponerse en práctica sin pretensiones de vanagloria (6, 1-18); exigen una disposición de gran confianza en Dios (6, 19-7, 12) y una resuelta decisión, discernimiento y compromiso serio con la voluntad del Padre (7, 13-23).

5, 1-12

Las palabras de Jesús tienen un marco solemne: desde un monte, sentado, cerca de sus discípulos, rodeando de las multitudes que lo siguen y en actitud de enseñar. Sobre el soporte de un esquema literario muy conocido en la tradición sapiencial judía (Sal 1, 1; 33, 12; Prov 3, 3) y utilizado otras veces por Jesús (Mt 11, 6; 13, 16; 24, 46), Mateo va señalando las pistas que conducen a la verdadera felicidad. La primera de ellas resume de algún modo las demás: llama dichosos a los que viven la pobreza, entendida aquí como la actitud religiosa de desprendimiento y dependencia de Dios, y al mismo tiempo invita a adoptar esta misma actitud a todos aquellos que quieran tener parte en el reino.

En la visión de Mateo las bienaventuranzas aparecen como puntas para el comportamiento cristiano. Sin embargo, una comparación con el texto paralelo de Lucas (Lc 6, 20-23) muestra que en labios de Jesús estas palabras eran más bien gritos que expresaban su alegría por la llegada del reino. Por eso Jesús proclama dichosos a hombres considerados de ordinario malitos y desgraciados: ellos son los humildes, los pobres del Señor, para quienes la llegada del reino es verdaderamente una buena noticia.

En la cuarta y octava bienaventuranzas (Mt 5, 6.10) hemos traducido la palabra justicia por la expresión hacer la voluntad de Dios. Mateo utiliza en otros lugares esta misma palabra (Mt 5, 20; 6, 1.33), y en ningún caso se refiere a lo que nosotros entendemos hoy por justicia. Esta palabra, muy utilizada en judaísmo del siglo I, resume para Mateo el estilo de vida de los que ponen en práctica la voluntad de Dios, manifestada en las enseñanzas de Jesús.

5, 13-16

Los que viven según las bienaventuranzas se convierten en sal de la tierra y luz del mundo, es decir, en fermento de una nueva humanidad. La buena noticia de Jesús no puede permanecer oculta por miedo a la persecución (Mt 5, 11-12) o por la negligencia de los discípulos, sino que debe hacerse presente en el testimonio de vida.

5, 17-48

Las enseñanzas de Jesús no pretenden abolir la ley, sino llevarla a sus consecuencias más radicales. Según la doctrina de los fariseos, el hombre debía practicar las obras buenas que lo hacen justo ante Dios y le proporcionan la salvación. Sin embargo su interpretación de la ley había caído en la casuística y en la trampa de cumplir con lo mínimo imprescindible. Jesús propone una vivencia de la ley desde dentro, sin barreras, fundamentada en una relación personal con el Padre y desbordando las exigencias de la misma ley por medio de un amor vivido en plenitud. Para explicar esta interpretación se enumeran cinco ejemplos que siguen el mismo esquema (Han oído que se dijo + cinta del AT, a veces con interpretación de la misma + pero yo les digo + interpretación de Jesús). Este procedimiento repetido es una invitación a aplicar el principio general a otros casos y situaciones. No se trata de una lista terminada, sino de un estilo de vida nuevo que debe aplicarse a todos los casos.

Frente a la interpretación casuística, Jesús muestra que el precepto no matarás se refiere a cualquier ofensa hecha al hermano; que adulterio empieza en corazón; que el juramento debe ser sustituido por la absoluta transparencia en las palabras; que la venganza debe dar paso a un amor sin medida; que el amor al prójimo se refiere a todos los hombres sin distinción. Las palabras finales: sean perfectos como su Padre celestial es perfecto, son la clave para entender lo que Jesús propone: vivir desde la actitud de quien tiene su mirada fija en Dios y no pone limites ni barreras al amor.

6, 1-18

Partiendo de las tres principales obligaciones religiosas de los fariseos, limosna, oración y ayuno, Mateo da un paso adelante en su instrucción sobre la vida cristiana: los que viven según el reino de Dios deben hacerlo buscando crecer en la relación personal con el Padre y evitando presunción y vanagloria al practicar las buenas obras.

La instrucción acerca de la oración (Mt 6, 5-15) es la más extensa. Es una auténtica catequesis en la que se propone una nueva forma de orar en contraste con la oración de los fariseos (Mt 6, 5-6) y la de los paganos (Mt 6, 7-8). El modelo de la oración cristiana es el Padrenuestro. El Padrenuestro no es solo una oración, sino una escuela de oración, en la que los discípulos deben aprender a orar. Su estilo sobrio y directo contrasta con las rebuscadas oraciones de aquella época y expresa muy bien la cercanía con que los discípulos de Jesús deben dirigirse al Padre. Es también una escuela de vida, pues nadie puede orar así si no vive en coherencia con lo que pide.

La primera parte (Mt 6, 9-10) invita a poner la mirada sólo en Dios, un Dios al que los discípulos pueden llamar Padre con la misma confianza que Jesús. Situados así ante Dios, los discípulos expresan el deseo de que venga el reino, es decir de que se cumpla plenamente el anuncio de Jesús (Mt 4, 17). Entonces será reconocida la santidad de Dios y se cumplirá plenamente su voluntad.

La segunda parte (Mt 6, 11-13) tiene en cuenta las necesidades básicas de los discípulos y enseña a pedir aquellas cosas que son necesarias para vivir anhelando el reino de Dios: el sustento, el perdón y la protección divina ante la tentación de abandonar el camino del seguimiento.

6, 19-34

Mateo ha reunido aquí varias enseñanzas de Jesús. En todas ellas se subraya que el discípulo debe vivir con la confianza puesta en Dios y renunciar a cualquier otra servidumbre.

Atesorar en la tierra es lo mismo que hacer las cosas para ser vistos; atesorar en el cielo es lo mismo que hacer el bien sin que nadie lo sepa (Mt 6, 1-18). Hay que actuar desde la claridad y la transparencia y tomar una decisión, porque nadie puede servir a dos señores. Los afanes y preocupaciones de segundo orden pierden importancia cuando aparece con claridad la preocupación fundamental por el reino. Entonces es posible vivir en el ámbito de la confianza absoluta en el Padre que vela por todos. El es el único Señor que merece una entrega incondicional.

7, 1-12

Tres nuevas enseñanzas de Jesús completan lo dicho en Mt 6, 19-34. la primera (7, 1-5) invita a contemplar a todos los hombres con misericordia, pues no hay nadie sin defecto y el juicio pertenece sólo a Dios. La segunda (Mt 7, 6) se refiere tal vez al cuidado que los discípulos deben tener para no confiar los secretos del reino a aquellos que, con toda seguridad, los rechazarían (véase Mt 13, 45-46). La tercera (Mt 7, 7-11) recuerda la confianza absoluta que los discípulos de Jesús deben tener en el Padre (véase Mt 6, 25-34)

Las palabras finales (Mt 7, 12) son parecidas a las de Mt 5, 17. este procedimiento se conoce con el nombre de inclusión y tiene como objetivo relacionar todo lo que se dice entre la primera y la segunda frase, dando al mismo tiempo la clave para entender todo el conjunto.

7, 13-27

Cuatro comparaciones sirven de conclusión a las enseñanzas de Jesús reunidas en Mt 5 - 7. Las cuatro plantean una alternativa: hay dos caminos, dos clases de profetas, dos formas de ser discípulo y dos maneras de edificar la propia casa. Los que escuchan las enseñanzas de Jesús tienen que elegir. Este procedimiento literario, que se encuentra ya en AT (Dt 30, 15-20) fue también utilizado por los primeros cristianos para definir su estilo de vida frente a otras formas de vivir. Mateo coloca estas sentencias al final de su primer discurso, para invitar a sus lectores a elegir el camino de vida, haciendo la voluntad de Dios (Mt 7, 21-23) y poniendo en práctica las enseñanzas de Jesús (Mt 7, 24-27)

8,1 - 9,35

Después de la extensa instrucción del sermón del monte (5-7), la fuerza del reino se manifiesta a través de las personas a las que Jesús sana y libera del demonio según se relata en estos dos capítulos. De este modo, el reino anunciado con palabras tiene una incidencia concreta en la realidad de los hombres liberándolos del pecado y de sus consecuencias. Los milagros son acciones portentosas y expresiones concretas de misericordia, pero sobre todo son el sello de autenticidad de las palabras de Jesús: son los siglos anunciados por los profetas para el tiempo de la manifestación de Dios.

El conjunto de estos dos capítulos está construido con esmero: tres series de tres milagros cada una (8,1-17; 8,23-9,8; 9,18-34), divididas por dos breves diálogos acerca del seguimiento de Jesús (8,18-22; 9,9-17), que anticipan el tema central de la siguiente sección (9,36-11,1). Esta disposición es obra del evangelista, que ha ordenado los datos de la tradición y ha introducido algunos retoques en cada uno de los relatos subrayando la necesidad de la fe para descubrir el verdadero sentido de los signos de Jesús.

8, 1-4

Comienza la primera serie de tres milagros (8,1-17). En los tres Jesús se acerca a personas excluidas o marginadas: un leproso, un pagano y una mujer, para mostrar que la fuerza salvadora del reino no tiene fronteras. La lepra era una enfermedad que excluía de la vida social y religiosa (Lv 14,1-32). Mateo subraya la fe de este hombre marginado que hace posible el encuentro con Jesús.

8, 5-13

El segundo relato es el más extenso y ocupa el lugar central en esta primera serie. El interlocutor de Jesús es un pagano. Mateo insiste en su fe ejemplar, y con este motivo anuncia la participación de todos los pueblos en la salvación, mientras que muchos del pueblo elegido quedarán fuera por su falta de fe.

8, 14-17

El relato que narra cómo Jesús sana a la suegra de Pedro ha quedado reducido en mateo a lo indispensable. La mujer una vez restablecida, se pone a servir a Jesús, encarnado así la actitud que deben tener sus discípulos (23,11).

El primer grupo de milagros concluye con una cita del profeta Isaías que presenta a Jesús como el Siervo de Dios, que carga con las flaquezas y enfermedades de su pueblo (1,21).

8, 18-22

Los milagros realizados por Jesús suscitan en algunos el deseo de seguirlo. Es la ocasión para subrayar las renuncias que exige una opción como ésta, pues nadie puede seguir a Jesús sin antes haber aceptado su estilo de vida itinerante y desprendido. Este episodio y la vocación de Mateo (9,9) relacionan la primera llamada (4,18-22) con la misión que Jesús va a encomendar al grupo más cercano de sus discípulos (9,36-10,42).

8, 23-27

Este episodio aclara las palabras de Jesús sobre el seguimiento (8,18-22). Los que siguen a Jesús se encontrarán con grandes adversidades y estarán a punto de perecer; su fe se tambaleará, pero no deben olvidar que Jesús resucitado está en medio de ellos para librarlos.

8, 28-34

Un nuevo relato de milagro que subraya el poder de la palabra de Jesús y su victoria sobre las fuerzas del mal. Mateo ha reducido considerablemente el relato del Marcos, despojándolo de detalles pintorescos, para subrayar la relación entre los endemoniados y Jesús. El milagro tiene lugar en territorio pagano, con el objeto de resaltar que la fuerza del evangelio no conoce fronteras y está destinada a todos los hombres.

9, 1-8

El aspecto central de este tercer signo es la controversia de Jesús con los fariseos. Ellos piensan que sólo Dios puede perdonar los pecados, pero los signos de Jesús han puesto de manifiesto su victoria sobre el mal (8,23-34), cuya más profunda raíz es el pecado. La liberación que trae Jesús toca lo más íntimo del hombre. A pesar de la oposición con que se encuentra, el reino se va abriendo camino, como reconocen los espectadores después de cada uno de sus signos (8,27-9,8)

9, 9-13

El poder de Jesús para perdonar los pecados está muy relacionado con su cercanía a los pecadores. La respuesta de Mateo (un pecador) a la llamada del Señor es inmediata, como la de los primeros discípulos (4,18-22).

Las comidas de Jesús con los pecadores fueron muy criticadas por sus adversarios, pues para los judíos la comunión de mesa significaba una íntima comunión de vida ante Dios. Sin embargo, Jesús mostraba con este modo de proceder el amor incondicional de Dios ofrecido a todos.

9, 14-17

Las comparaciones con que Jesús responde a los enviados de Juan subrayan el comienzo de una situación nueva (el reino) que es incompatible con lo viejo (el judaísmo). Lo nuevo rompe los estrechos moldes de lo viejo. El reino que llega con Jesús no puede ser recibido con una reforma superficial, sino que requiere un cambio radical de actitud y de perspectiva.

9, 18-26

Comienza la última serie de tres milagros (9,18-34), que termina subrayando la novedad de la actuación de Jesús: Jamás se ha visto nada igual en Israel (9,33); y tiene como denominador común la publicidad que logran sus signos (9,26.31).

En este primer relato Mateo centra la atención en el dialogo de Jesús con los dos personajes (la mujer enferma y Jairo), subrayando la fe de ambos, que se manifiesta con una señal de adoración (9,18: se postró) y en una confianza plena (9,21: Con sólo tocar su vestido quedaré sana). Así debe ser la fe de los discípulos de Jesús.

9, 27-31

Este relato insiste, una vez más, en la necesidad de la fe para que se realicen los milagros. La fe consiste en una relación personal con Jesús, en la que el discípulo se abandona totalmente al poder del Señor y él lo salva.

9, 32-34

Todos han presenciado los signos de Jesús, pero al final la opinión se divide: la gente reconoce la novedad del reino que está llegando, mientras que los fariseos descalifican a Jesús considerándolo un enviado de Satanás; se anuncia así la oposición progresiva de los dirigentes del pueblo contra Jesús, oposición que Mateo relata más adelante (11,2-12,50).

9,36 - 11,1

Después de explicar cómo el reino de Dios se hace presente en las palabras (Mt 5-7) y acciones (Mt 8-9) de Jesús, Mateo introduce este discurso de misión en el que se describe la tarea que Jesús encarga a sus discípulos como continuadores de su misión. Estas instrucciones seguían siendo válidas para su comunidad, que también había recibido de Jesús el encargo de reunir al nuevo pueblo de Dios (Mt 28, 18-20).

El discurso consta de dos partes: el envío de los discípulos (Mt 10,1-15) y el anuncio del destino que les espera (Mt 10,16-42), con una introducción (Mt 9,36-38) y una breve conclusión (Mt 11,1).

9, 36-38

Las palabras y los signos de Jesús, que Mateo ha resumido en los capítulos anteriores (Mt 5-9), ponen de manifiesto el estado en que se encuentra Israel. El proyecto de Jesús contrasta con la situación de un pueblo cansado y desorientado, que inspira compasión, y hace evidente la necesidad de pastores que le anuncien el reino y lo saquen de su lamentable situación.

10, 1-15

Los doce apóstoles que Jesús elige representan a las doce tribus de Israel y son las columnas del nuevo pueblo de Dios. Entre ellos, como subraya Mateo, Pedro ocupa un lugar especial (véase Mt 16,16-19).

En Mateo 10,5-15 están reunidas las instrucciones básicas para la misión: su espacio (10,5-6), su contenido (10,7-8), lo que exige de los apóstoles (10,9-10), y cómo debe realizarse (10,11-15). Como signo de su autenticidad reciben el poder de realizar los signos que el mismo Jesús realiza. Primero deben dirigirse a los judíos son los herederos de las promesas y deben ser los primeros en escuchar la oferta de salvación. Sin embargo, el pueblo elegido rechaza el anuncio de Jesús, y al rechazar a Jesús renuncia la misión que los profetas le habían asignado. Es entonces cuando los doce apóstoles se convierten en los pilares en nuevo Israel, cuya misión será anunciar esta buena noticia a todos los pueblos (Mt 28,16-20). Reciben el encargo de anunciar la cercanía del reino con palabras y con signos, compartiendo la misión de Jesús. Para eso tendrán que vivir como vivió Jesús: en constante dependencia del Padre.

10, 16-25

Las instrucciones que Jesús dirige a sus discípulos anunciándoles las dificultades que les esperan reflejan la experiencia de los primeros misioneros cristianos. En ellas, la suerte de los mensajeros del evangelio se vincula a la del mismo Jesús: como él, serán llevados a los tribunales e incluso a la muerte.

10, 26-33

La persecución no debe desanimar a los mensajeros del evangelio. La triple exhortación: no teman (Mt 10, 26.28.31) introduce tres motivos de confianza: la fuerza del evangelio es imparable; cualquier pérdida sólo puede ser parcial; Dios cuidará de ellos. Todo eso debe animar a los discípulos a dar siempre testimonio de Jesús.

10, 34-39

¿Qué hacer cuando el evangelio provoca divisiones en el seno de la propia familia? También entonces habrá que elegir entre Jesús, que reclama un seguimiento incondicional, y los lazos de la sangre. El seguimiento supone morir a sí mismo y entrar por el camino de la entrega y el servicio, como Jesús.

10, 40-42

El discurso de misión se cierra con una palabra de aliento para los mensajeros del evangelio (profetas y justos) y con una palabra de exhortación a la comunidad para que reciba a los mensajeros que le son enviados. Y es que el propio Jesús se hace presente a través de sus mensajeros, pues según el proverbio judío: el enviado de un hombre es como si fuera él mismo.

11, 1

Véase nota a 4,17-11,1

11,2 - 16,20

En la sección anterior (4,17-11,1) Mateo ha presentado sistemáticamente las enseñanzas y la actividad de Jesús. Ahora todo el interés se dirige hacia las actitudes que las distintas personas o grupos toman frente a él. En 4,17-11,1 aparecen esporádicamente algunas de estas reacciones: la aceptación de sus signos (8,27 y 9,8) y también el rechazo (9,34) y la persecución (10,16-39). Sin embargo, en esta segunda sección el planteamiento es más sistemático y aparece con más claridad el rechazo de su pueblo, que obligará a Jesús a replegarse sobre el grupo de discípulos.

En estos capítulos encontramos tres bloque claramente diferenciados: el rechazo de Jesús (11,2-12,50): la explicación del misterio del reino (13,1-52), y el anuncio de la Iglesia (13,53-16,20).

11,2 - 12,50

El hecho más llamativo de estos capítulos es la abundancia de opiniones acerca de Jesús. La pregunta de los enviados de Juan hace saltar la chispa (11,3). Después se suceden las respuestas incorrectas, que obligan a Jesús a manifestar su verdadera identidad. A pesar de todo, los dirigentes judíos tienen cerrados los ojos y los oídos, y al final llegan a la confrontación abierta y rechazan a Jesús.

11, 2-19

La figura de Juan confiere unidad a estos párrafos. Su pregunta sobre si Jesús es o no el Mesías esperado, da pie a la respuesta de Jesús: sus obras inauguran la era mesiánica anunciada por los profetas. Juan cumple la función de Elías (3,1-17), es decir, es el precursor que cierra una época e inaugura la definitiva, en la que se anuncia el reino. Los judíos, por su parte, rechazan todas las invitaciones de Dios: rechazan a Juan y a Jesús, que de formas diversas les anuncian el mismo mensaje de conversión. Sin embargo, las obras que Jesús realiza lo acreditan como enviado del Padre.

11, 20-24

Las ciudades en las que Jesús había realizado la mayoría de sus milagros personifican sorprendentemente la actitud caprichosa y desentendida de sus contemporáneos. Su falta de fe es peor que la perversidad de las ciudades más famosas por sus pecados (Am 1,9-10; Is 23; Ez 26-28), porque han contemplado las obras del Mesías, y se han convertido.

11, 25-30

El rechazo de Jesús estaba previsto en el proyecto del Padre, el cual ha querido manifestar el misterio de Jesús a los sencillos. El rechazo de los sabios y prudentes muestra que la fe en Jesús es un don, y no el fruto del esfuerzo humano. Para recibir este don hay que hacerse sencillos; hay que abandonar el cumplimiento de la ley por obligación y seguir a Jesús de forma totalmente confiada y gratuita.

12, 1-8

Comienza una serie de controversias entre Jesús y los fariseos. Las dos primeras (12,1-14) giran en torno al precepto del descanso sabático, que era muy importante para los judíos en tiempos de Jesús (34,21). Con su comportamiento, Jesús muestra que ninguna institución tiene valor absoluto ante la novedad del reino que él inaugura. Como auténtico intérprete de la ley, prueba, con argumentos tomados de la Escritura (Nm 28,9 y Sm 21,7), que la no observancia del sábado se debe a la presencia liberadora de aquel que es Señor del sábado.

12, 9-14

Los fariseos no quieren aceptar a Jesús y buscan motivos para acusarlo. El signo realizado proclama que el hombre tiene un valor absoluto y está por encima de cualquier precepto humano o pretendidamente divino. Lo hecho por Jesús cumple la profecía de Oseas: quiero amor y no sacrificios (Os 6,6: citado en Mt 12,7).

12, 15-21

Jesús no ofrece resistencia a la agresiva actitud de los fariseos, se retira de la sinagoga y se va al campo abierto con los que lo siguen; ellos representan anticipadamente las naciones donde Jesús enviará a sus discípulos (28,18-20). Su actitud pacifica y su dedicación a los paganos hacen que se cumpla en él plenamente la profecía del siervo de Dios (Is 42,1-4)

12, 22-37

Esta nueva controversia de Jesús con los fariseos no trata ya sobre el precepto del sábado (12,1-14), sino sobre el origen del poder de Jesús. El milagro realizado en un hombre ciego y mudo da pie para que aparezcan actitudes contrapuestas frente a Jesús: la gente, admirada, lo reconoce como Hijo de David (Mesías); los fariseos, en cambio, lo condenan como enviado del príncipe de los demonios.

Con la comparación del reino dividido, Jesús da la clave para entender adecuadamente su actividad. El fuerte, es decir, el príncipe de los demonios, ha sido vencido definitivamente por el poder del Espíritu de Dios y se ha inaugurado el reinado divino. Negar esta evidencia es un pecado que no tiene perdón. Los fariseos, que no aceptan a Jesús, son un ejemplo de esta actitud que Jesús condena.

12, 38-45

La invitación de los fariseos y los maestros de la ley suena a tentación (4,1-11), pero Jesús no cae en ella. Más bien se remite al signo definitivo de su resurrección, y aduce el ejemplo de la conversión de Nínive por la predicación de Jonás, y el de la reina del sur que vino a contemplar la sabiduría de Salomón. Jesús mismo es el signo que están pidiendo, pero no saben descubrirlo. A pesar de todos los esfuerzos por liberar a esta generación apresada por el demonio, su falta de fe hará que su estado final sea peor que el del principio.

12, 46-50

Al final de esta sección cargada de controversia y oposición, Jesús presenta a sus discípulos como su verdadera familia. No son los lazos de sangre ni de la historia común los que unen a los discípulos, sino su vinculación a Jesús y su deseo de cumplir la voluntad del Padre.

13, 1-52

Las siete parábolas reunidas en este capitulo describen de forma catequética el misterio del reino de los cielos, que se ha hecho patente en las palabras y milagros de Jesús (Mt 4,17-11,1), y que sigue adelante a pesar del rechazo de los fariseos.

Se pueden distinguir tres momentos en Mateo 13,1-52. El primero contiene la parábola del sembrador, una instrucción sobre el sentido de las parábolas y la explicación de la parábola del sembrador. El segundo, tres parábolas, una nueva instrucción sobre el sentido de las parábolas y la explicación a los discípulos el sentido de la primera de las tres (Mt 13, 24-43). Finalmente, el tercer grupo costa de tres parábolas y un breve dialogo con los discípulos (Mt 13, 44-52).

13, 1-9

El centro del interés de la parábola del sembrador está en la magnifica cosecha que produce la semilla que cae en la tierra buena. Teniendo presente que por entonces una cosecha del siete por uno era considerada muy buena en Palestina, este treinta, setenta o ciento por uno del que habla la parábola resulta exagerado y llamativo. Es probable que esta parábola fuera pronunciada por Jesús para responder a las objeciones de los que no veían llegar el reino que el anunciaba. Jesús los invita a poner la mirada en la grandiosa cosecha final, diciéndoles: ¡Animo! ¡No hay que desanimarse! A pesar del fracaso aparente, es imposible frenar la llegada del reino, y el resultado final será maravilloso e incalculable.

13, 10-17

Mateo ha ampliado y modificado notablemente el texto paralelo de Marcos (Mk 4,10-12), tratando de aclarar cual es la función de las parábolas. Para Mateo son una invitación para aceptar a Jesús y su mensaje o una ocasión para rechazarlo. Los discípulos encarnan la postura de los que reciben a Jesús. Ellos comprenden y pueden profundizar en el significado de las parábolas, porque son la verdadera familia de Jesús, que hace la voluntad del Padre (12,48-50); son los sencillos, a quienes Dios ha descubierto los misterios del reino (Mt 13,11; 11,25). Sin embargo, los que han rechazado a Jesús no entienden nada, porque sus ojos y sus oídos están serrados, como ya anuncio Isaías.

13, 18-23

La explicación de la parábola del sembrador es en realidad una aplicación a la situación posterior de la Iglesia. La semilla es ahora el mensaje, y el acento recae en las diversas actitudes ante el anuncio de dicho mensaje. De este modo, la explicación se convierte en una exhortación dirigida a los cristianos para que la aceptación del evangelio no sea ahogada por las dificultades con las que se van encontrado; y en una palabra de ánimo para los misioneros del evangelio, que se encuentran con todo tipo de respuestas por parte de los receptores.

13, 24-30

El centro de esta parábola es la pregunta que los criados plantean al propietario del campo: ¿Deben proceder sin más dilación a arrancar la cizaña? La cosa no es tan sencilla, pues ambas plantas se parecen mucho al principio. Por eso el dueño del campo les pide que esperen hasta el tiempo de la cosecha, expresión que en los profetas se refiere al momento de la intervención de Dios como juez. Mientras tanto, el reino de Dios se hace presente en el campo de la historia humana, creciendo como el trigo en medio de la cizaña que le resta fuerzas y le disminuye su fruto, pero no obstante logra abrirse paso para lograr la plenitud al final de los tiempos.

13, 31-33

Las parábolas del grano de mostaza y de la levadura son gemelas. En ambas se subraya el contraste entre unos comienzos insignificantes y un final desbordante. La presencia del reino es ahora germinal, es una realidad incipiente todavía, pero su fuerza transformadora ha prendido ya en la historia de forma irreversible.

13, 34-43

Una breve reflexión sobre el sentido de las parábolas en general, paralela a la de Mt 13,10-17, introduce la explicación de la parábola del trigo y la cizaña. En ésta el acento se ha desplazado claramente hacia el futuro, pues la cuestión no es ya si el trigo y la cizaña pueden crecer juntos, sino discernimiento que tendrá lugar en el juicio final, en el que las obras de amor serán el criterio decisivo (véase Mt 25,34-40).

13, 44-46

Reúne aquí Mateo dos parábolas gemelas. El acento recae en la reacción de los protagonistas ante un hallazgo maravilloso. Mateo invita a los cristianos, que ya han descubierto el reino, a que vivan su opción con radicalidad y con alegría, pues una vez descubierto el reino, todo lo demás carece de valor.

13, 47-50

Esta parábola es semejante a la del trigo y la cizaña que crecen juntos (13, 24-30. 36-43). Aquí, sin embargo, la parábola y su explicación van unidas. Mateo pone de nuevo el acento en el juicio que tendrá lugar al final (véase Mt 13,34-43)

13, 51-52

El discípulo es capaz de entender los misterios del reino de Dios y sabe sacar oportunamente lo viejo y lo nuevo, porque conoce la relación entre las dos épocas de la historia de la salvación: la de la promesa (lo viejo) y la de cumplimiento (lo nuevo). Todo el evangelio es un buen ejemplo de esta actitud, al presentar a Jesús y su mensaje como cumplimiento de las promesas de la antigua alianza. Los cristianos a los que se dirige Mateo saben también que sólo con esta actitud es posible hallar un punto de encuentro para las diversas tendencias dentro de una comunidad compuesta por judíos y paganos.

13, 53 - 16,20

El motivo que domina estos capítulos es la progresiva concentración de Jesús en el grupo de sus discípulos. Desde este momento, Jesús no dirige su palabra a las gentes, tan solo realiza milagros en su favor. Su enseñanza queda reservada a los discípulos, que van asumiendo cada vez más la función de intermediarios entre Jesús y la gente.

El episodio inicial (13,53-58) refleja una actitud de Jesús que se confirma luego tres veces (14,13; 15,21 y 16,4) siguiendo el mismo proceso: la oposición y el rechazo de sus adversarios (Herodes, maestros de la ley y fariseos y saduceos, respectivamente) hacen que Jesús se retire y vaya concentrando su actividad en el grupo de los discípulos. De este modo, abandona a Israel y se abre a los paganos que vienen a él (15,21-39), reuniendo un nuevo Israel en torno a sus doce discípulos. Al final de la sección queda bien clara la oposición de unos y la aceptación de otros (véase 2,1-12)

13, 53-58

A pesar de la admiración que suscitan sus obras y palabras, los del pueblo de Jesús no entienden cuál es su verdadero origen. Para ellos es sólo el hijo del carpintero. No pueden descubrir que es el Hijo de Dios (14,33). El rechazo de su pueblo resume el de todo Israel.

14, 1-12

La muerte de Juan el bautista y la actitud adversa de Herodes provocan la primera retirada de Jesús (14,13). La actividad de Juan y la de Jesús estuvieron muy relacionadas (3,1-17; 11,2-15). Como profetas, ambos sufrirán el mismo destino, de modo que la muerte de Juan es un anuncio velado de la pasión de Jesús.

14, 13-23

En esta sección se encuentran dos relatos de la multiplicación de los panes (14,13-23 y 15,32-39). Ambos proceden de la tradición sinóptica y contienen referencias a algunos acontecimientos del AT (2 Re 4,1-7.42-44; Ex 16; Nm 11). Sin embargo, cada uno de ellos acentúa un aspecto particular. Este primer relato sitúa el acontecimiento en la orilla occidental del lago (territorio judío). En él se recogen doce canastas (una por cada tribu de Israel): es la oferta del reino hecha a Israel, que rechaza a Jesús. El relato está calcado sobre el esquema de la institución de la Eucaristía y subraya el papel de los discípulos como intermediarios entre Jesús y la gente.

14, 24-36

La barca en que se encuentran los discípulos, atacada en la noche por vientos contrarios y sacudida por las olas, es una imagen de la Iglesia. El desconcierto inicial del los discípulos se convierte al final en reconocimiento de Jesús como Hijo de Dios, que es fruto del encuentro personal con él. La actitud de Pedro, mezcla de confianza y duda, es también la de los demás discípulos. Mateo ha colocado aquí el episodio de Pedro para describir el proceso de este encuentro.

La calurosa recepción que brindan a Jesús los hombres de Genesaret (14,35-36) contrasta con la agresividad y desconfianza de las gentes de su pueblo (13,53-58). La fe de estos hombres hace posibles los milagros que son signo evidente de la llegada del reino de Dios.

15, 1-20

La agresividad de los fariseos y escribas, que no quieren entender el mandamiento de Dios, provoca una nueva retirada de Jesús (15,21). Curiosamente, ahora Jesús se dirige a Tiro y Sidón para hacer llegar la salvación a los paganos (la mujer cananea) y repartir el pan incluso a los no judíos (segundo relato de la multiplicación).

En la discusión que se entabla sobre la práctica ritual de lavarse las manos, Jesús interpreta la ley como en el sermón del monte (5,17-48): el mandamiento de Dios está por encima de los preceptos de los hombres. La casuística se atiene a la ley de cumplir con lo mínimo exigido, pero la plenitud está en llevar el mandamiento de Dios hasta sus últimas consecuencias. Estas enseñanzas de Jesús conservaban su actualidad en la comunidad de Mateo, compuesta por judíos y paganos, pues también entre ellos seguía planteándose la cuestión de hasta qué punto las prescripciones rituales del judaísmo continuaban obligando a los cristianos.

15, 21-31

La mujer cananea y su hija representan a todos los no judíos. El rechazo y la incomprensión de Israel contrastan con la fe de esta mujer. Por eso el reino tiene que abrirse a los paganos que formarán parte de nuevo Israel. También para ellos queda pan. A través de este episodio Mateo se dirige a los cristianos de su comunidad que aceptaban con dificultad la entrada de los paganos en la Iglesia; les recuerda que Jesús se acercó a ellos y descubrió en ellos una fe ejemplar (8,10; 15,28).

Los enfermos sanados por Jesús (15,29-31) manifiestan la presencia del reino de Dios, según habían anunciado los profetas (Is 35,5-6).

15, 32-39

El segundo relato de la multiplicación de los panes (14,13-23) es la confirmación de lo que significa el episodio de la mujer cananea (15,21-28). Tiene lugar en la orilla oriental del lago (territorio pagano), y las cestas recogidas son siete, como los ministros de la comunidad helenista (Hch 6,1-6). El pan también se distribuye a los paganos en abundancia. Todos están invitados ya al banquete del reino que se anticipa en la celebración de la Eucaristía, de cuya institución se encuentran también aquí resonancias: dar gracias, partir el pan, etc… Tanto Marcos como Mateo conservan dos relatos, que simbolizan la misión a judíos y paganos, y confirman la presencia de cristianos procedentes de ambos grupos en sus respectivas comunidades.

16, 1-4

Un nuevo encuentro con los fariseos, acompañados ahora de los saduceos, obliga a Jesús a una retirada definitiva: Y sin más los dejó y se fue. Esta retirada definitiva concluye con el anuncio de la fundación de la Iglesia, de la que Pedro es piedra de cimiento. Persiste la incapacidad de los jefes de su pueblo para captar los signos de Jesús, quien vuelve a remitirse, como en 12, 38-40, al signo de Jonás, es decir, a su propia resurrección, como argumento decisivo.

16, 5-12

La fe y la compresión son los rasgos que definen al discípulo en el evangelio de Mateo, pero ambas cosas suponen un proceso (13,10-17; 14,24-34).

La simbología del pan que recorre estos capítulos queda aclarada en la conversación que Jesús mantiene con sus discípulos: igual que la levadura es eficaz para transformar la masa del pan, así la doctrina equivocada de los fariseos conduce a rechazar a Jesús. Los discípulos de Jesús no deben dejarse contaminar por ella.

16, 13-20

El pasaje con que se cierra la segunda parte del evangelio nos sitúa en un momento muy importante de la vida de Jesús: el rechazo de su pueblo y el fracaso aparente de su misión. Sin embargo, sus discípulos por boca de Pedro reconocen que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios vivo; títulos que resumen la fe de la iglesia de Mateo.

Las palabras de Jesús a Pedro (16,17-19) sólo se encuentran en este evangelio, y tienen una extraordinaria importancia. Jesús declara dichoso a Pedro, no por sus meritos, sino porque el Padre le ha concedido el don de nuevo encargo que Jesús le confiere: ser piedra de cimiento para el nuevo Israel que empieza a ser reunido. Este nuevo Israel es la Iglesia, asamblea de los elegidos, nuevo pueblo de Dios, cuya misión será arrancar a los hombres del imperio de la muerte. A través de esta Iglesia viene el reino de Dios, que es semejante a una ciudad, cuyas llaves se entregan a Pedro. El es quien recibe el encargo de ser mayordomo y supervisor (Is 22,19-22), con autoridad para interpretar la ley (esto significaba entre los judíos la expresión “atar y desatar”) y adaptarla a las nuevas situaciones.

“Desde entonces comenzó Jesús a manifestar…”

16, 21 - 28,20

Comienza una etapa nueva en el camino de Jesús. Mateo lo subraya: Desde entonces comenzó Jesús… (16,21), como había hecho cuando Jesús comenzó a anunciar el reino de Dios (véase 4,17). Esta nueva etapa tiene como objetivo instruir a los discípulos, que son las primicias de la Iglesia. El tema de dicha instrucción es el autentico mesianismo de Jesús que se manifiesta en la cruz. Un anuncio que se va repitiendo hasta culminar en el relato de la pasión-resurrección.

Esta tercera parte del evangelio puede dividirse en dos secciones. La primera (16,21-20,34) es una instrucción a los discípulos sobre la pasión. La segunda (21,1-28,20) describe la consumación del rechazo a Jesús.

16, 21-20,34

Esta sección está organizada en torno a tres anuncios de la pasión (16,21; 17,22-23; 20,17-19). Toda ella es una detallada catequesis a los discípulos sobre el destino de muerte de Jesús y las actitudes que sus discípulos deben adoptar. Los tres anuncios de la pasión ofrecen una guía para leer estos capítulos: los discípulos deben comprender y aceptar el destino de Jesús (16,21-17,21); deben asumir sus consecuencias en la vida cotidiana (17,22-20,16), para lo cual es necesario un cambio de actitud (20,17-34).

16, 21-28

Jesús da un paso adelante en su manifestación a los discípulos y comienza a mostrarles con claridad que su camino hacia la resurrección pasa por el sufrimiento y la muerte. La reacción de Pedro contrasta con su reciente afirmación sobre Jesús (16,16). El, como los demás discípulos, no ha entendido aún el significado de la cruz. Sus palabras son una tentación para Jesús, como si Pedro asumiera el papel de Satanás (4,1-11). La frase con que Jesús reprende a Pedro: Colócate detrás de mí, le invita a tomar al actitud del auténtico discípulo, que camina detrás de su maestro. Lo mismo hará al final de la sección con los hijos de Zebedeo (20,20-28). La instrucción de 16,24-28 explica con más claridad lo que significan las palabras que Jesús acaba de dirigir a Pedro: el auténtico discípulo es el que sigue el ejemplo de la entrega de Jesús.

17,1-13

El relato de la transfiguración manifiesta a los discípulos más cercanos a Jesús la verdadera personalidad del maestro: él es la plenitud de la ley y los profetas, personificados aquí por Moisés y Elías, que recibieron en el monte Sinaí la revelación de Dios. Su destino de muerte es en realidad un camino hacia la gloria, que ahora se manifiesta anticipadamente. Jesús aparece como el nuevo Elías anunciado por el profeta Malaquías (Mal 3,23-24). Este relato, colocado inmediatamente después del primer anuncio de la pasión, contiene también una palabra de aliento para los discípulos, que deben seguir a Jesús por ese mismo camino.

17,14-20

El pasaje anterior termina subrayando la compresión de los discípulos (17,13). Pero esto no es suficiente. Es necesaria la fe, la adhesión incondicional a Jesús, para que nada les resulte imposible. La expresión: hombres de poca fe se repite varias veces en este evangelio (6,30; 8,26; 14,31; 16,8). Es al mismo tiempo una declaración de la fe insuficiente de los discípulos y una exhortación que Jesús les dirige para que inicien un camino de conversión y encuentro con él.

Bastantes manuscritos, aunque no los mejores, añaden Mt 17,21, que dice: Pero esta clase de demonios sólo se expulsa con la oración y el ayuno.

17, 22-27

El segundo anuncio de la pasión cierra la primera explicación sobre le destino de Jesús y abre una exposición relativamente extensa sobre algunos problemas concretos de la vida comunitaria.

El episodio del impuesto del templo sólo se encuentra en Mateo. Los discípulos, que son la verdadera familia de Jesús, son por tanto hijos de Dios. El templo es la casa del Padre, y ellos deberían estar exentos del pago de cualquier impuesto. Sin embargo, para no crear confusión ni escándalo, Pedro pagará el impuesto obteniendo la suma de un modo sorprendente. En tiempos de Mateo ya no existía el templo, pero la enseñanza de Jesús seguía siendo válida para solucionar cualquier enfrentamiento dentro de la comunidad.

18, 1-35

Estas instrucciones acerca de la vida comunitaria constituyen el cuarto discurso del evangelio. Está dirigido al grupo de los discípulos, pero refleja una comunidad cristiana en al que existen problemas de convivencia. Mateo intenta responder a esta situación diseñando un modelo de comunidad en la que los discípulos, atentos a la voluntad de Dios, viven la fraternidad desde el perdón y la aceptación de los más pequeños.

El discurso consta de dos partes (Mt 18,1-14 y 15-35), cada una de las cuales concluye con una parábola (Mt 18, 12-14 y 18,23-35) y con una apremiante invitación a que se cumpla la voluntad de Dios (18,14.35).

18, 1-5

A la pregunta de los discípulos Jesús responde con una acción simbólica, que manifiesta el cambio de valores que trae consigo la llegada del reino: el mayor es el que se hace semejante a un niño. El niño, en cuanto expresión de pobreza, debilidad y desamparo encarna la actitud que deben tener los discípulos ante Dios y con los hermanos.

18, 6-14

Las palabras de Jesús resumidas en este párrafo sirven para ilustrar la preocupación que la comunidad cristiana debe tener con los pequeños, es decir, con los creyentes débiles en la fe que fácilmente tropiezan o se desvían del camino. En primer lugar, hay que evitar todo motivo de tropiezo, es decir, todo aquello que puede hacer que los sencillos abandonen la fe (Mt 18,6-9). Esta especial preocupación debe manifestarse en una aceptación sincera (18,11), e incluso en una búsqueda solicita de los que han extraviado, de cada uno de ellos, pues cada persona tiene ante Dios un valor particular (18,12-14).

Bastantes manuscritos, aunque no los mejores, añaden Mt 18, 11, que dice: El Hijo del hombre ha venido a salvar lo que estaba perdido.

18, 15-20

Estas enseñanzas de Jesús responden a un problema comunitario: ¿Cómo hay que tratar a los hermanos pecadores? Mateo indica dos respuestas: la corrección fraterna (18,15-20) y el perdón (18,21-35). El procedimiento que se escribe en Mt 18,15-17 no es propiamente un proceso disciplinar, sino una aplicación práctica de la parábola de la oveja perdida (18,12-14). Hay que emplear todos los recursos para hacer volver al hermano que se ha extraviado. Es tarea de toda la comunidad y debe hacerse con respeto y amor. Las tres sentencias que siguen (18,18-20) insisten en la importancia de la comunidad local, en medio de la cual está presente y activo Jesús resucitado.

18, 21-35

La instrucción acerca cómo deben ser tratados los pecadores termina con una parábola, que expresa la raíz más profunda de la vida comunitaria. En ella se comparan dos deudas exageradamente desiguales y se subraya la diferencia entre una gran cantidad de dinero y una suma ridícula. El rey en al parábola representa a Dios que ha perdonado toda nuestra deuda con su oferta de gracia. Por eso los discípulos de Jesús deben perdonar sin límites y su perdón debe alcanzar a todos. Quien ha experimentado la misericordia de Dios no puede andar calculando las fronteras del perdón y de la aceptación del hermano.

19, 1-12

Continúa la instrucción de Jesús a los discípulos. Dos episodios aclaran cuál es el lugar que ocupan en el reino la familia (19,1-12) y las posesiones (19,16-30). La primera cuestión que se plantea es la del matrimonio. Jesús va más allá de la discusión de los fariseos, e incluso sobrepasa la ley de Moisés, situando el problema de la pareja al nivel del proyecto creador de Dios. Según este proyecto, se trata de una unión profunda que es para siempre. A los ojos de los discípulos, educados en la cultura judía que admitía el divorcio, este modo de ver las cosas resulta cuando menos extraño, como muestra su reacción: es mejor no casarse. Esta queja sirve para introducir unas palabras de Jesús acerca de los que no se casan por el reino de los cielos (19,11-12). La llegada del reino de Dios no sólo abre un nuevo horizonte en la vivencia del matrimonio, sino que inaugura una forma nueva de vivir el amor desde una entrega radical.

La expresión excepto en caso de unión legítima, que aparece dos veces en Mateo (aquí y en 5,32) y no en los textos paralelos, responde a una problemática particular del judaísmo, que es el ambiente en que se mueve la comunidad de Mateo. Tal vez se refiera a las uniones de las que se habla en Lv 18, y tenga como objeto permitir el divorcio a los cristianos de origen pagano que estuvieran en esa situación al entrar en la comunidad.

19, 13-15

Jesús ya ha presentado a los niños como modelo para los discípulos (18,1-4). Las acciones que Jesús realiza sobre ellos (orar e imponerles las manos) simbolizan su aceptación. Tal vez el recuerdo de este episodio invitaba a la comunidad a recibir en su seno a los niños.

19, 16-30

Dos ejemplos ilustran la necesidad de dejarlo todo para seguir a Jesús: el del joven apegado a sus riquezas no fue capaz de dar el último paso (19,16-22), y el de los discípulos que se han despojado de todo para seguir a Jesús (19,27-30). En el diálogo que se encuentra entre ambos ejemplos Jesús aclara que esta renuncia es un don de Dios (19,23-26). Las riquezas son un obstáculo importante para ser discípulo de Jesús, porque el hombre acaba apegándose a ellas (6,20). Los que imiten la actitud desprendida de los discípulos serán los que reciban la vida eterna (19,30) que buscaba el joven rico (19,16).

20, 1-16

La parábola de los trabajadores de la viña completa la enseñanza de Jesús sobre la recompensa que reciben aquellos que han dejado todo para seguirlo (véase Mt 19, 28n), y aplica dicha enseñanza a las circunstancias que vive la comunidad de Mateo. Algunos cristianos de origen judío no podían entender que los no judíos, llegados más tarde, tuvieran en la Iglesia la misma situación que ellos. Mateo, a través de esta parábola, los invita a cambiar de mentalidad, mostrándoles que la recompensa de Dios es don, y no fruto de sus esfuerzos; es un regalo inmerecido y es igual para todos.

20, 17-28

El último anuncio de la pación introduce la enseñanza de Jesús acerca del servicio. La actitud de Jesús camino de Jerusalén para entregar su vida y rescatar al hombre del pecado (20,28) contrasta con el egoísmo de los Zebedeos, que buscan los puestos de honor. La actitud de los demás discípulos, que sienten envidia ante la petición de éstos, es en el fondo la misma. No han entendido aún lo que quiere decirles Jesús. Por eso es necesaria una explicación acerca de la actitud de servicio que debe caracterizar a sus discípulos, como lo caracterizó a él.

20, 29-34

En el episodio de Jericó, Mateo habla de dos ciegos, y no de uno como Marcos y Lucas. Los dos ciegos simbolizan a los discípulos que no han comprendido su enseñanza; sin embargo, a la pregunta de Jesús responden pidiendo que les abra los ojos para comprender su destino de muerte y resurrección. Se han dado cuenta de que los esfuerzos humanos son inútiles, y que sólo les queda el recurso de la súplica para que Jesús les conceda este don. Sólo entonces sus ojos se abren y pueden seguirlo.

21,1 - 28,20

En este último tramo del evangelio se acentúa la tención entre Jesús y sus adversarios, cuyo ataque tiene los rasgos de un proceso organizado (véase Mt 21,23-46; 22,15-40; 26,3-4). La respuesta de reviste la forma de una condena implacable (23,13-39). Todo eso culmina en la pasión y muerte de Jesús, que es el punto hacia el que se orienta desde el principio la tercera parte del evangelio (véase nota a Mt 16,21 - 28,20).

En esta sección pueden distinguirse tres bloques narrativos: la consumación del rechazo de Jesús (21,1-23,39); el anuncio de la venida del hijo del hombre (24,1 - 25,46); y el relato de la pasión y resurrección de Jesús (26,1-28,20).

21,1 - 23,39

Con la entrada de Jesús en Jerusalén comienza una nueva etapa. Jesús deja por el momento de instruir a sus discípulos y se dedica a clarificar la actitud de Israel frente a él y su mensaje: la conmoción inicial de Jerusalén (21,10) se va concretando a lo largo de estos capítulos hasta llegar a un abierto rechazo de Jesús y sus discípulos.

Literariamente, la sección está construida como una gran controversia entre Jesús y sus adversarios: Jesús se manifiesta como Mesías a través de tres acciones cargadas de simbolismo (21,1-22); los fariseos cuestionan su autoridad (21,23-27); Jesús les responde por medio de tres parábolas (21,28-22,14); sus adversarios buscan motivos para acusarlo y le plantean tres cuestiones discutidas (22,15-40); Jesús les propone la cuestión decisiva, y ante su incapacidad para reconocerlo como Mesías pronuncia la sentencia de Dios sobre los lideres de Israel y sobre Jerusalén (23,1-39).

21, 1-11

Con tres acciones simbólicas muy parecidas a las que solían hacer los profetas del AT, Jesús expresa su condición mesiánica y la purificación que necesita Israel. La primera de ellas es la entrada en Jerusalén, un hecho sencillo y solemne a la vez, que hay que entender a la luz del texto de Zac 9,9. Jesús encarna el papel del Mesías humilde, que va a instaurar un nuevo señorío como defensor de los pobres y desamparados. La reacción de la ciudad, como cuando los sabios de oriente comunicaron a Herodes la noticia del nacimiento del Mesías (2,3), es de recelo e inquietud.

21, 12-17

La segunda acción simbólica es la purificación del templo. Con sus acciones y palabras, Jesús pone de manifiesto la degradación a que había llegado esta institución, que era sin duda alguna la más importante del judaísmo. Para mostrar el estado en que se encuentra Israel, Jesús se dirige a su mismo centro y reclama una conversión profunda, un regreso a la alianza de amor con Dio. La respuesta a esta acción de los sacerdotes y los maestros de la ley, que se ve amenazados en sus intereses.

21, 18-22

La higuera que no da fruto simboliza al pueblo de Israel (Jr 8,13; Ez 15,6), que no ha sido fiel a su misión. La maldición de Jesús es un nuevo hecho simbólico que anuncia el abandono de Dios. La admiración de los discípulos da pie a Jesús para instruirlos acerca de la eficacia de la oración hecha con fe y que debe orientarse, conforme nos lo aclara el contexto, hacia la conversión de los hombres y no ingenua y superficialmente hacia la consecución de prodigios.

21, 23-27

Los sacerdotes y jefes del pueblo han entendido perfectamente el alcance de los hechos simbólicos de Jesús. A través de ellos se ha manifestado como Mesías (21,1-11.12-17) y como juez de Israel (21,18-22). Por eso, desde ahora inician ccv contra él un verdadero proceso, interrogándolo acerca de su autoridad. La pregunta con que Jesús les responde es una última ocasión para que se den cuenta de quién es. Si supieran que Juan era el precursor del Mesías (17,10-13), sabrían que Jesús era el enviado de Dios. Sin embargo, la intención de los fariseos no era conocer quien era Jesús, sino buscar pruebas contra él.

21, 28-32

La actitud de Israel, simboliza por la esterilidad de la higuera (21,18-22), se explica ahora con más detalle en tres comparaciones que muestran el alcance y las consecuencias de su rechazo a Jesús.

Primera comparación: los dos hijos. El pueblo judío “si” al aceptar la ley de Moisés, pero se ha negado a aceptar la invitación definitiva a la conversión hecha por Juan el Bautista y por Jesús. Sin embargo, los paganos y los pecadores, que primero dijeron “no”, han escuchado esta invitación y son admitidos en el reino de Dios.

21, 33-46

Segunda comparación: los viñadores homicidas. En su forma más antigua esta parábola estaba centrada en la muerte del hijo. Con ella Jesús expresó la certeza de su íntima relación con el Padre y el presentimiento de su trágico final. Mateo, sin embargo, ha hecho de la parábola una alegoría, en la que la viña es Israel (Is 5,1-7) y los viñadores son los jefes del pueblo. A ellos y a toda la descendencia de Abrahán, les había sido encomendado el reino, pero no han dado los frutos en el tiempo oportuno. Por eso, esta misión pasará a otro pueblo que sepa darlos.

Esta alegoría, colocada en el centro de la sección, tiene una gran importancia en el conjunto del evangelio. Al principio, la buena noticia se dirige solo a Israel (10,5-6), para comunicarle que ha llegado el momento de anunciar y llevar la salvación a todas las naciones. Pero como el pueblo elegido rechaza esta invitación, Jesús reunirá en torno a sus doce discípulos un “nuevo” Israel que dé sus frutos y anuncie a todos los pueblos la salvación (28,16-20)

22, 1-14

La tercera comparación, la del banquete de bodas, repite la misma idea que las dos anteriores: el rechazo del Israel a la oferta de salvación hecha por Dios. Mateo ha fundido aquí dos parábolas, la de los invitados al banquete de bodas y la del invitado sin vestido apropiado, y ha hecho del conjunto una alegoría en la que el rey representa a Dios, el banquete es imagen del encuentro final entre Dios y su pueblo (Is 2,1-4), los enviados son los profetas y apóstoles, los primeros destinatarios son los judíos, y aquellos que los criados encuentran por los caminos representan a los paganos. Israel ha rechazado su misión de invitar a todos los pueblos (2,1-5), pero eso no impide que las puertas del banquete se abran para todos. Sin embargo, la entrada en el requiere una actitud de conversión que en Mt 22,11-14 se compara simbólicamente a un vestido de boda.

22, 15-22

Los fariseos, que han escuchado las comparaciones de Jesús y saben que se refieren a ellos (21,45), buscan ahora un pretexto para acabar con él. Se inicia así una serie de tres consultas hechas a Jesús por representantes de diversos grupos religiosos y políticos, con el objeto de encontrar un motivo para acusarlo.

Primera cuestión: ¿Hay que pagar impuestos al emperador? La pregunta la hacen los partidarios de herodes y los fariseos. Jesús no se identifica con la postura de los colaboracionistas (herodianos), ni con la de los revolucionarios, que consideran este tributo como una traición a Dios, sino que sitúa el planteamiento a un nivel más profundo: lo impotente es que el hombre, que lleva grabada la imagen de Dios (Gn 1,27), se entregue por completo a él.

22, 23-33

Segunda cuestión: ¿Resucitan los muertos? Hacen la pregunta los saduceos, conservadores en lo religioso, que no creen en la resurrección. Jesús desbarata su ingenioso argumento recurriendo a su pasaje de la Escritura, que ellos reconocen como inspirado, y les reprocha su falta de confianza en el poder de Dios. Por eso, no comprenden que la resurrección inaugura una nueva creación, que no puede ser medida con categorías humanas.

22, 34-40

Tercera cuestión: ¿Cuál es el mandamiento más importante? La pregunta hacen los fariseos, que buscan en la ley y sus preceptos el camino de la salvación. No es ésta una pregunta ociosa ante la confusión creada por los más de seiscientos preceptos que los expertos habían deducido de la ley. Jesús aclara que lo más importante es el amor a Dios y al prójimo. En estos dos preceptos tienen su origen y se resumen todas las enseñanzas de la ley y los profetas (véase Mt 5,17; 7,12).

22, 41-46

Siguiendo una costumbre extendida entre los maestros de la ley, Jesús propone al final una pregunta a sus interlocutores: ¿De quien es hijo el Mesías? Con la cita del Salmo 110 Jesús les hace ver que su respuesta no es la adecuada. Su intención es que descubran que el Mesías, siendo Señor de David, sólo puede ser Hijo de Dios; más aún, que él es el Mesías que esperan. Pero esto es precisamente lo que ellos no están dispuestos a reconocer.

23, 1-12

Después de las controversias con los distintos grupos representativos del judaísmo, Jesús se dirige a sus discípulos y a las multitudes para emitir su juicio sobre la respuesta del Israel histórico a la invitación última de Dios. Los responsables del pueblo han sabido conservar la enseñanza de Moisés, pero no la han puesto en práctica. Más aún, su conducta contradice el espíritu de esta enseñanza. Jesús invita a sus discípulos a rechazar su ejemplo. La autoridad en la Iglesia no puede ser un instrumento para buscar el propio interés, sino un medio para servir a los hermanos. La comunidad cristiana no se fundamenta en títulos y en honores, sino en la fraternidad, que nace del hecho de tener un Padre común y de seguir a Jesús.

23, 13-36

Con palabras muy duras el evangelista recoge las principales acusaciones de que son objeto los jefes espirituales de Israel. La duplicidad de vida y la hipocresía es el común denominador de casi todas ellas. Al final, probablemente por su vinculación con la suerte de Jesús, se insiste en el desprecio y la matanza de los enviados de Dios. Es probable que estas palabras reflejen más la situación en que se encontraba la comunidad de Mateo, que aquella que vivió el mismo Jesús. En efecto, este evangelio fue escrito cuando la corriente fariseo se había afianzado y casi constituido en vía única para el judaísmo. Frente a ella tuvo que definirse el naciente cristianismo, y muy especialmente las comunidades de origen judío. Detrás de estas palabras que Mateo pone en boca de Jesús no es difícil percibir esta situación de enfrentamiento. Algunos manuscritos, aunque no los mejores, añaden Mt 23,14, que dice: ¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que devoran los bienes de las viudas con el pretexto de largas oraciones! Por eso tendrán un juicio muy riguroso.

23, 37-39

Este lamento sobre Jerusalén se hace eco de los repetidos intentos de Jesús por convocar al pueblo elegido. Pero Jerusalén ha rechazado a Jesús, como rechazo a los profetas que anunciaron su venida. Mateo ve en la destrucción de la ciudad, ocurrida en el año 70, el castigo de Dios por este rechazo. La cita final, tomada del salmo118, recuerda la aclamación con que Jesús entro en Jerusalén (Mt 21,9), y alude a su venida definitiva al final de los tiempos.

24,1- 25,46

Estos capítulos constituyen el quinto y último discurso del evangelio. Para componerlo Mateo ha utilizado el discurso apocalíptico de Marcos 13, introduciendo en él algunas modificaciones, y añadiendo una serie de parábolas (Mt 24,45-25,30) y la descripción del juicio final (25,31-46) para completar dicho discurso.

La intención de Mateo es salir al paso de la situación que vive su comunidad. El retraso de la venida del Señor y el paso del tiempo, han hecho que aparezcan en ella signos de abandono, negligencia, rutina y enfriamiento. El evangelista les recuerda las palabras de Jesús que confirman la certeza de su venida (Mt 24,1-35) y la necesidad de preparar este gran acontecimiento, viviendo según las enseñanzas del Señor (24,36-25,46)

24, 1-14

Al unir el anuncio de la destrucción del templo (24,1-2) con el lamento sobre Jerusalén (23,37-39) este discurso de Jesús aparece como una prolongación de aquel oráculo y esta centrado en la venida del Hijo del hombre, de la que se habla muchas veces en estos capítulos.

Jesús responde a la petición de los discípulos invitándolos a mantener la calma y la firmeza ante las dificultades que les vendrán desde fuera y también desde dentro de la comunidad. Estas palabras son un reflejo de la experiencia dolorosa de persecución que vive la comunidad a la que Mateo se dirige.

24, 15-28

Con un lenguaje propio de la apocalíptica, estas palabras escriben la situación de caos y confusión que precederá a la venida del Hijo del hombre. El ídolo abominable y destructor es probablemente una alusión a la estatua del dios griego Zeus, que Antíoco Epifanes mando colocar el año 168 a.c. en el templo de Jerusalén. La profanación de lo sagrado será uno de los últimos signos. Sin embargo, la historia seguirá bajo el control de Dios que acortará aquellos días en atención a los elegidos (24,22-24)

24, 29-31

Los días de angustia terminaran cuando Jesús se manifieste como juez -salvador en toda su gloria y esplendor. Entonces desaparecerá este mundo viejo y gastado, y de sus cenizas resurgirá una nueva creación.

La figura del Hijo del hombre representa en el libro de Daniel a los que han resistido en las persecuciones y aparecerán gloriosos al final de los tiempos. Los primeros cristianos también se los aplicaban a Jesús para subrayar su condición de juez que vendrá al final de los tiempos.

24, 32-35

La comparación de la higuera explica la relación que existe entre la crisis final y la venida del Hijo del hombre. De igual modo que los brotes de la higuera anuncian la llegada del verano, así esa gran angustia final (24,15-28) anunciará el regreso de Jesús (24,29-31). Es una exhortación a interpretar los signos de los tiempos.

24, 36-44

La segunda parte del discurso responde a la pregunta por el cuándo (24,3). El momento es incierto y llegará en medio de la normalidad; por eso la actitud más adecuada es la de la vigilancia. El ejemplo del tiempo de Noé y del ladrón que llega de improviso resaltan la incertidumbre del momento final, y la actitud vigilante con que hay que esperarlo.

24, 45-51

Las tres comparaciones que Mateo ha colocado después del discurso apocalíptico (24,45-25,30) desarrollan la invitación con que termina dicho discurso: ¡Estén preparados! (24,44)

En el ejemplo del mayordomo puede encontrarse una alusión a los cristianos que deben cultivar la actitud vigilante. La expresión mi señor tarda refleja una situación de la Iglesia en la que ya no se espera el regreso inmediato de Jesús, y en la que la relajación de las costumbres comienza a hacer mella.

25, 1-13

La parábola de las diez jóvenes insiste en la importancia de estar preparados. Los detalles ponen de manifiesto lo inesperado de la llegada (media noche) y la importancia del asunto (las jóvenes necias no son admitidas a la boda). Lo que distingue a unas jóvenes de otras no es si duermen o están en vela, sino si han preparado el aceite necesario para alimentar sus lámparas y poder así acompañar al esposo; es un aceite que no pueden compartir porque no es problema de cantidad, sino que se trata de reconocer al esposo. Los discípulos de Jesús deben vivir un amor personal y obtener un conocimiento íntimo del Señor que les permita irlo reconociendo (Mt 25, 31-46); y ese amor personal ciertamente no puede improvisarse a última hora.

25, 14-30

La tercera comparación, la de los talentos, añade un dato más a lo anterior: la preparación, además de ser vigilante, debe ser productiva. El acento recae el criado demasiado precavido. Su actitud pasiva y perezosa contrasta con la laboriosidad de sus compañeros. La alabanza que el señor dirige a sus compañeros se torna en un duro reproche para el criado inactivo: no merece compartir la felicidad de su señor. Los discípulos de Jesús tienen que hacer producir lo bienes del reino que el ha dejado entre sus manos, pues es el camino para conocer al Señor y compartir el gozo de su reino.

En conjunto, estas tres comparaciones (Mt 24,45-25,30) son una exhortación que Mateo dirige a su Iglesia, para que viva con seriedad este tiempo que media entre la partida de Jesús y su segunda venida. Los invita a preparar constantemente la venida de Jesús estando alerta para no dejarse vencer por la rutina, la pereza o la comodidad. Una invitación que vale para los cristianos de todos los tiempos.

25, 31-46

El discurso sobre la venida del Hijo del hombre (24,1-25,46) concluye con esta impresionante visión del juicio que tendrá lugar al final de los tiempos. A lo largo de estos capítulos las referencias a esta venida han sido continuas, especialmente en las parábolas (Mt 24,29-31; 24,45-51; 25,10.19).

La venida de Jesús al final de los tiempos será, ante todo, un acto de discernimiento en el que aparecerán con claridad las diversas actitudes (véase Mt 13,24-30.47-50; 24,45-51; 25,1-13.14-30). Lo más sorprendente y llamativo es la medida que se utiliza, a saber, la actitud de amor o indiferencia ante los necesitados, en los que se hace presente el Señor. Los discípulos de Jesús son quienes lo reconocen y socorren en el pobre y necesitado.

26,1 - 28,20

Los anuncios que dan consistencia al comienzo de la tercera parte del evangelio (16,21; 17,22-23; 20,18-19) y el enfrentamiento entre Jesús y sus adversarios (21,1-23,39) conducen inevitablemente al relato de la pasión. Mateo ha tenido muy presente el relato paralelo de Marcos, pero ha introducido algunos retoques y añadidos (27,3-10.24-25.51-53.63-66; 28,2-4.11-20) con el objeto de presentar a Jesús como el justo que lleva hasta sus últimas consecuencias la obediencia a la voluntad de Dios, cumpliendo así lo anunciado en el AT.

Para facilitar la lectura podemos dividir estos capítulos en ocho escenas: el anuncio (26,1-16); la cena (26,17-35); en Getsemani (26,36-56); el proceso judío (26,57-27,10); el proceso romano (27,11-31); la muerte (27,32-56); la sepultura (27,57-66); y la resurrección (28,1-20).

26, 1-5

Los primeros versículos relacionan el relato de la pasión-resurrección con el resto del evangelio. Las palabras de Jesús a sus discípulos (26,1-2) son un eco de los repetidos anuncios de su pasión al comienzo de esta tercera parte (16,21; 17,22-23; 20,18-19). Y lo mismo ocurre con la reunión de los jefes del pueblo, en la cual se resumen las acusaciones y confabulaciones anteriores contra Jesús (21,46), y se diseña el plan que van a llevar a cabo contra Jesús.

26,6-13

La unción de Jesús constituye un hecho simbólico que anuncia su muerte y, al mismo tiempo, subraya su condición de Mesías (“ungido”), que se manifestará plenamente en la cruz (27,29.37.42). Ungiéndole para la sepultura, esta mujer hace una obra de caridad que la tradición judía consideraba de más valor que la limosna. La actitud de la mujer manifiesta que ha comprendido la importancia del momento, mientras que la reacción de los discípulos muestra su incomprensión.

26, 14-16

La tensión dramática crece al constatar que el proyecto de muerte de los jefes del pueblo encuentra un aliado en Jesús, que se convierte en modelo de los que rompen su vinculación con Jesús. Sobre las treinta monedas véase nota a 27,3-10.

26, 17-19

La cena de Jesús con sus discípulos (26,17-35) tiene lugar en le marco de las fiestas de pascua, en las cuales se recordaba cómo Dios había liberado a su pueblo de la esclavitud de Egipto. En este marco pascual Jesús quiere resumir el sentido de sus vida e interpretar el signo misterioso de su muerte.

26, 20-25

La traición introduce el plan de muerte contra Jesús en el marco del banquete pascual. Jesús conoce lo que sus adversarios traman contra él, pero sabe también que su entrega responde al plan de Dios manifestado en las Escrituras.

26, 26-30

Durante la cena de despedida Jesús confiere un significado especial a la entrega del pan y del vino. Las palabras que acompañan a este hecho simbólico resumen lo que ha sido su vida y su misión; pero al mismo tiempo interpretan el sentido de su muerte. La sangre que Jesús va a derramar en la cruz sella la nueva alianza que habían anunciado los profetas (Jr 31,31). La muerte de Jesús, que este hecho simbólico anticipa, será fuente de salvación para todos aquellos que acepten esta alianza nueva.

26, 31-35

Camino del monte de los Olivos, Jesús predice el desconcierto ya la huida de sus discípulos en la hora decisiva. Maestro insiste en el hecho de que Jesús conoce de antemano lo que va a suceder, para que aparezca con más claridad que acepta su destino y cumple la voluntad de Dios. Pedro sin apoyarse en el oración sino sólo en sus propias fuerzas le ha prometido fidelidad, pero ante las primeras dificultades negará que lo conoce (26,56.69-75). Jesús, antes de separarse de ellos, los convoca para el último encuentro en Galilea. Allí lo verán después de resucitar (28, 7.16-20).

26, 36-46

Ha llegado la hora de cumplir la voluntad del Padre. Jesús tiene que sellar con su sangre la nueva alianza que ha anticipado en la cena, entregando su vida por todos; es un doloroso y terrible final, que le hace experimentar el miedo y la angustia. Jesús por la oración pone en manos del Padre su situación y acepta entregarse a la muerte porque en ello ve la voluntad de Dios. En cambio, los discípulos huirán abandonando a Jesús porque no fueron capaces de orar con él. La oración de Jesús se convierte así en una exhortación a todos los discípulos para que encuentren siempre en este diálogo con el Padre la fuerza para cumplir su voluntad.

26, 47-56

Con el arresto de Jesús comienza a ponerse en marcha el plan de los jefes del pueblo (26,4), aliados con Judas (26,14-16). Aunque la muerte de Jesús se debe a una confabulación Mateo deja bien claro que al aceptar Jesús su destino de muerte, asume el plan de salvación del Padre manifestado en las Escrituras. El cuadro se completa con el abandono de los discípulos, que cumplen así lo que Jesús les había anunciado (Mt 26,31-35). Todo tiene el aire de lo conocido y anunciado porque no se trata solamente de un plan tramado por los hombres, sino de la voluntad de Dios que Jesús ha aceptado libremente.

26 57-68

En el proceso judío, Mateo subraya la injusticia que se comete contra Jesús. No es un proceso limpio, pues su objeto es buscar un testimonio en contra, aunque sea falso. Sorprendentemente, en este contexto es donde se manifiesta la verdadera identidad de Jesús, cuya valentía contrasta con las negaciones de Pedro (26,69-75) y con la desesperación de blasfemia es netamente religiosa. Abundan las alusiones a textos del AT para indicar que, incluso en el momento del supremo rechazo, se está cumpliendo la voluntad de divina.

26, 69-75

Las negaciones de Pedro consuman el abandono de los discípulos (26,56). Al negar al Señor, Pedro está negando su condición de discípulo. Su fe es todavía débil y vacilante, como cuando quiso caminar sobre el lago para ir hacia Jesús (Mt 14,28-31). Ahora el Señor, rechazado y condenado por los jefes espirituales de Israel, y abandonado por sus discípulos, esta solo ante su destino.

27, 1-10

El relato de la muerte de Judas, del que también el libro de los Hechos se hace eco (Hch 1,18-19), se encuentra entre la decisión del Consejo de Ancianos (Sanedrín) de matar a Jesús y el proceso ante el gobernador romano. Situado en este punto, el cambio de actitud de Judas (27,3-10) muestra la iniquidad del proceso y la inocencia de Jesús, cuya muerte se inscribe, así en la lista de los justos inocentes que murieron a manos del pueblo (23,35). El campo comprado con el precio de su vida es testigo de esta iniquidad, y la cita del profeta Jeremías confirma de nuevo que todo lo que está ocurriendo forma parte del plan salvador de Dios.

27, 11-26

En tiempos de Jesús los judíos no podían ejecutar la pena de muerte sin el consentimiento de gobernador romano. Por este motivo Jesús tiene que comparecer ante Pilato. El proceso ante el gobernador romano es en cierto modo paralelo al que Jesús ha sufrido ante el consejo judío (interrogatorio, condena, burlas). Sin embargo, ante Pilato, los miembros del consejo cambian la acusación religiosa: Este hombre es blasfemo, en otra de alcance político: Este hombre se hace a sí mismo rey y piden para él no sólo la más vergonzante de todas las muertes sino también la que hace imposible que su muerte sea interpretada como la muerte de un profeta (21,23): la cruz. En realidad, Pilato queda al margen de todo; su perplejidad (27,14), la pesadilla de su mujer (27,19) y el hecho de lavarse las manos subrayan la inocencia de Jesús, y hacen que la culpa de este injusto proceso recaiga sobre el pueblo, que se hace responsable de esta muerte. En las palabras que la gente grita a coro, por incitación que Jesús tuvo a lo largo de toda su vida (véase ya en 2,1-12).

27, 27-31

El proceso ante el gobernador romano termina lo mismo que su interrogatorio ante el consejo judío (26,57-68). El evangelista nos presenta a Jesús sometido a las burlas de los soldados. La escena posee una fina ironía que permite a los lectores descubrir a Jesús como rey incluso en las circunstancias más adversas e incomprensibles.

27, 32-44

La descripción de la crucifixión está llena de alusiones al AT con la finalidad de resaltar la convicción de que todo sucede según el plan salvifico de Dios. Las burlas de los transeúntes suenan como las acusaciones de los miembros del consejo (26,61) y también como tentaciones de triunfalismo: Si eres Hijo de Dios… (4,1-11). Jesús se mantiene fiel a su Padre hasta el final; sabe que el camino escogido en la Encarnación no es la manifestación aparatosa e imponente de la divinidad sino la manifestación discreta y respetuosa de la libertad del hombre.

27, 45-56

Al narrar la muerte de Jesús, Mateo trata de explicar también su sentido. El grito de Jesús son las palabras con que comienza el Salmo 22. A primera vista es un grito desesperado, pero los cristianos, que han leído este salmo para entender la pasión de Jesús, saben que termina en una oración confiada. Los signos que acompañan a la muerte de Jesús son los que, según las creencias judías, anunciaran la manifestación de Dios al final de los tiempos. Dios se encuentra, por tanto, presente en este aparente abandono. Finalmente, la confesión del oficial romano y sus acompañantes es también la confesión da la comunidad, que reconoce la verdadera identidad de Jesús, puesta en duda por los jefes de los judíos. Las mujeres, con su presencia silenciosa, marcan la continuidad entre la muerte (27,55-56), el entierro (27,57-61) y la resurrección (28,1-7)

27, 57-61

Después de su muerte, un discípulo reclama el cuerpo de Jesús para darle sepultura como prescribe la ley (Dt 21,22-23). José de Arimatea es el último de una serie de personajes que han sabido acompañar a Jesús en el trance de su pasión: la mujer de Betania (26,6-13), la mujer de Pilato (27,19), los soldados (27,54), las mujeres (27,55-56.61). Su actitud contrasta con la de los discípulos, que abandonaron a Jesús en la hora decisiva (26,56)

27, 62-66

El hallazgo del sepulcro vacío fue interpretado por los judíos como un engaño de los discípulos, que habrían robado el cuerpo de Jesús para hacer creer que Dios lo había resucitado. El evangelista trata de explicar el origen de este rumor y demostrar su falsedad.

28, 1-10

El momento central de este pasaje es el anuncio de la resurrección. Mateo simplifica y retoca el relato de Arcos, dando a este anuncio un tono más gozoso y dinámico. La manifestación del ángel está rodeada de fenómenos portentosos semejantes a los mencionando con motivo de la muerte de Jesús y relacionan ambos acontecimientos. El centro del relato es el hallazgo de la tumba vacía, interpretado por las palabras del mensajero: ¡Ha resucitado! Las mujeres, presentes en el momento de la crucifixión y de la muerte, son también testigos de la resurrección. A través de ellas, los discípulos, que abandonaron a Jesús, recibirán la buena noticia y el encargo de ir a Galilea donde los espera, según les había anunciado (26,32).

28, 11-15

El falso rumor de que discípulos habían robado el cuerpo de Jesús (27,62-66) se había difundido entre los judíos hasta la época en que se escribe el evangelio, y se había convertido en un argumento en contra de los cristianos. Frente a esta acusación, los cristianos responden con el testimonio de su fe pascual: no está aquí, ha resucitado, como dijo (28,6)

28,16-20

El encuentro final de Jesús con sus discípulos tiene lugar en un escenario significativo: en Galilea, donde Jesús comenzó su misión; y en un monte, como cuando Dios reunió a su pueblo. Este es un texto muy importante dentro del evangelio. Los discípulos, cuya fe vacilante hizo que abandonaron a Jesús en el momento de la pasión, ahora lo reconocen como su único Señor y lo adoran. Ellos serán el pueblo mesiánico que continúa su misión. El envío de resucitado renueva el del Jesús terreno, pero la misión se extiende ahora a todos los hombres, y no sólo a Israel como en Mt 10,5. Esta misión consiste en reunir a los que, sellados por el bautismo, harán realidad el estilo de vida de Jesús en la tierra, hasta el final de este mundo.

Las últimas palabras de Jesús son una invitación a regresar al principio del evangelio para escuchar de nuevo sus enseñanzas y contemplar sus signos, como enseñanzas y signos del resucitado. Y son también una exhortación a comunicar a otros la buena noticia desde la certeza de que el resucitado sigue presente en medio de su Iglesia.



Wyszukiwarka

Podobne podstrony:
31093040 La Paradoja Del Hombre Perfecto en San Gregorio de Nisa
37993702 San Pio Pietrelcina estigmatizado del siglo XX
MENSAJE FINAL DEL SÍNODO PARA LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
Jorge Luis Borges El evangelio segun San Marcos
n
N
Cómo se dice Sugerencias y soluciones a las actividades del manual de A2
pytania z nadz. san-epid, nadzór sanitarno-epidemiologiczny
ROZDZIAŁ X.1 WYBRANE OBIEKTY POŁUDNIOWEGO SKUPISKA O NIEUSTALONEJ CHRONOLOGII, MAGAZYN DO 2015, Nowe
pytania z nadz. san-epid, nadzór sanitarno-epidemiologiczny
Bazy?nych pytania2 lato2014
GúËWNE RË»NICE POMI¦DZY PIúKí NO»Ní
późniak koszałka,bazy?nych, Dostęp do?z?nych poprzez WWW
(8) C 212??ntros Ltd
Bazy?nych ?f
Lady GaGa Just?nce
EL SIMBOLISMO DEL AJEDREZ
KAREL POLÁČEK Bylo nás pět

więcej podobnych podstron