En «Nuestras Herramientas Inteligentes, mencioné la posibilidad de que los robots pudieran llegar a ser tan inteligentes que, eventualmente, llegarían a remplazarnos. Sugería, con un cierto toque de cinismo, que en virtud de la reputación humana una sustitución de este tipo podría tener su lado bueno. Desde entonces, éstos han ido rápidamente haciéndose más y más importantes en todas las ramas de la industria y, no obstante su comportamiento elemental (si los asimilamos a los parámetros con que habitualmente se mide la inteligencia humana), su avance es rápido y continuado. Tal vez sea entonces el momento apropiado de revisar nuestros conceptos acerca del tema de los robots (u ordenadores, que después de todo son en realidad los mecanismos impulsores de los robots), y cuya tendencia es ir remplazándonos. El resultado, por supuesto, depende del grado de «inteligencia que los ordenadores paulatinamente vayan logrando y de si incluso, con el correr del tiempo, no lograrán un grado tal de perfeccionamiento que en su comparación con la nuestra nos viéramos reducidos a simples animales de compaÅ„ía en el mejor de los casos o a simples insectos en el peor. Una concepción de este tipo implicaría que la inteligencia es algo simple que puede medirse al nivel de la escala de una regla o de un termómetro (o a una simple escala de coeficiente intelectual) y luego expresada meramente con un nÅ›mero. Si el valor promedio de inteligencia humana ha sido establecido con la unidad 100, tan pronto se obtenga una puntuación superior a ésta por parte de un ordenador comenzaríamos a tener problemas. żEs realmente apropiada esta manera de medir la inteligencia, conserva esta escala el valor asignado hasta ahora? Es razonable pensar que deben de existir distintas sutiles variedades de evaluar la inteligencia, de discernir distintas clases de la misma. Supongo que requiere inteligencia el escribir un ensayo, seleccionar las palabras correctas y colocarlas en una adecuada disposición. También supongo que se necesita de la inteligencia para estudiar mecanismos técnicos complejos, apreciar cómo funcionan y cómo es posible mejorarlos, y obviamente tener la capacidad para repararlos en el supuesto de que éstos dejasen de funcionar. Con respecto al hecho de escribir, mi inteligencia es francamente elevada, pero en lo que se refiere a arreglar cosas mi inteligencia es en extremo pobre. Aclarémonos pues: żqué soy, un genio o un imbécil? La respuesta es simple: ni lo uno ni lo otro. Soy bueno para un determinado nÅ›mero de cosas y malo para otras. Y esto se cumple en el caso de cada uno de nosotros. Supongamos entonces que nos ponemos a pensar acerca de ambos tipos de inteligencias, la humana, y la propia de los ordenadores. El cerebro humano está básicamente constituido por proteínas y ácidos nucleicos, ha sido el producto de más de tres mil millones de aÅ„os de avances y retrocesos en la historia de la evolución, el resultado ha sido el grado actual de desarrollo a través de una lenta y continuada adaptación. Sin embargo, los ordenadores han sido construidos principalmente de metal y de flujos continuos de electrones, su actual desarrollo no es más que el resultado de cuarenta aÅ„os de un esfuerzo tenaz y deliberado de los humanos. Lo obtenido ha sido el producto de nuestros deseos de cumplir con la necesidad de tener artilugios lo más eficientes posibles para mejorar la calidad de la vida humana. Si entre los propios humanos existen tantas variedades y matices respecto al concepto de inteligencia, żno es acaso lógico pensar que la inteligencia de éstos tendrá que diferir en gran medida de la «inteligencia de los ordenadores, teniendo en consideración los orígenes tan dispares de ambas, de la completa diferencia de materiales que las componen y del diferente impulso creativo que las originó? Al parecer, los ordenadores, aunque comparativamente simples y elementales, globalmente considerados tienen para determinados tipos de trabajos un excepcional comportamiento. Poseen una gran capacidad de memoria, el acceso a la misma es prácticamente instantáneo y sin ninguna posibilidad de error, igualmente demuestran una incomparable capacidad para realizar operaciones matemáticas sin la más mínima muestra de fatiga o riesgo de error. Si estas aptitudes las consideramos como una forma de inteligencia, ya en la actualidad los ordenadores se encontrarían muy por encima de nuestra parcela de inteligencia respecto a estas capacidades mencionadas. A causa de esta abrumadora superioridad en estos temas, actualmente somos muy conscientes, de que, por ejemplo, en el caso de nuestro control de los procesos económicos, nos sean tan imprescindibles, que seria impensable prescindir de su trabajo sin el riesgo seguro de caer en un completo colapso económico a nivel mundial. Pero considerando que esta concreta habilidad del ordenador no es una medida completa de lo que se considera inteligencia, sino que incluso la consideramos pobre en extremo, no importa la velocidad ni lo abrumador de su eficiencia, no pasamos de apreciar estas características (muy valiosas en los aspectos mencionados) más allá de la que apreciamos en una regla de cálculo especializada. Respecto al valor que los humanos realmente apreciamos en el término inteligencia, ésta suele ser en concreto la capacidad de apreciar los problemas como un todo unido y homogéneo, la capacidad de captar las soluciones con la ayuda de la intuición y de la penetración psicológica, de apreciar la aparición de nuevos vínculos entre las cosas, el captar conceptos. żSeremos acaso capaces de programar un ordenador con estas características? Muy probablemente no. No tenemos ni la más mínima idea de cómo podria llegar a hacerse una cosa asi. Lo que sí resulta razonable es considerar que los ordenadores, irán mejorando (probablemente en gran medida) en las valiosas habilidades que actualmente poseen, y que los humanos (gracias al aumento de los conocimientos y a la comprensión de cómo opera el cerebro aportados por los continuos avances de la ingeniería genética), podremos mejorar nuestra capacidad de apreciar los problemas más globalmente aÅ›n. Cada variedad de inteligencia tiene sus ventajas. La combinación de la humana con la de los ordenadores, coordina y elimina sus propias limitaciones, logrando una mejora general, gracias a la unión de sus diferentes capacidades, mucho más rápidamente que intentándolo de manera individual. No será un caso de competencia entre una y otras negligencias, ni en absoluto una sustitución, será el complemento de ambas trabajando juntas más eficientemente que por separado, adecuándose siempre a las leyes de la Naturaleza.