10 Mis Encuentros con Serpa




Mis Encuentros con Serpa




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X
 
MIS
ENCUENTROS CON SERPA
 
 
 
 
 
 
     MonseÅ„or Isaías
Duarte Cancino me invitó a Cali. En la época que a Carlos CastaÅ„o Gil lo
buscaban las autoridades en todo el país. Decidí que asistiría como una de mis
Å›ltimas cinco salidas a la ciudad. Antes de viajar, le dije a monseÅ„or: “Su
excelencia, me manda el carro al sitio que acordemos y usted responde por mí...
“, le recordé de manera amistosa y de la misma forma me contestó: “No hay
inconveniente Carlos, usted duerme en mi casa".
     La confianza con
monseńor Duarte nació del ejercicio de su labor pastoral como obispo de
Apartadó. Si hay un sacerdote que ha sido equilibrado en esta guerra, es él. Las
críticas severas contra mí las hizo monseÅ„or Duarte Cancino durante la etapa de
las masacres que perpetraron las FARC y la Autodefensa en el Urabá. No dudó en
condenar internacionalmente a la guerrilla y a nosotros. Crítico para lado y
lado.
     Su actitud se orientó a
defender siempre a la población y sindicarnos a los actores armados. Lo
considero un amigo y una persona elevada en el trato. Distinto al cardenal Pedro
Rubiano, con él tuve la oportunidad de hablar largo y de varios temas. Este
seÅ„or se dirige a uno como si él fuera emperador.
     MonseÅ„or Duarte Cancino
es oriundo de Santander, el mismo lugar donde nació el ex ministro del Interior
y candidato a la presidencia Horacio Serpa. Elementos que auspiciaron el
encuentro.
     Ingresé a las 9 de la
noche a la casa de monseńor, en un tradicional campero de cura; blanco y de dos
puertas. MonseÅ„or me instaló: “Ya vengo, Carlos, voy por Horacio", dijo.
     Una hora más tarde,
acudieron Serpa y monseńor Duarte, y a las 10 de la noche efectuamos la reunión.
El ministro inició con una intervención en la que criticaba con vehemencia
actuaciones nuestras. Le expliqué que no se podía creer que esta guerrilla es
romántica e idealista como por aÅ„os la han pintado. Me preguntó: “żQué
posibilidad hay de llevar a la Autodefensa a un desarme y de someterla a la
Justicia, por la vía jurídica y no política".
     “Doctor Serpa, por
ahora nosotros no hemos pensado en el sometimiento ni de manera política ni
jurídica. El día que lo decidamos será cuando se acabe la guerrilla, en ese
momento nos desarmaremos de una manera política, no hay otra posibilidad".
     Serpa estimaba que nos
entregaríamos al día siguiente, como lo hizo Ariel Otero con la vieja
Autodefensa de Puerto Boyacá. Se notaba que no me conocía bien y además ni era
consciente de todo lo que yo era capaz; se imaginó a Carlos Castańo como un
echador de bala, sin cerebro. Y eso que me presenté a la reunión bien trajeado,
con saco y corbata. Al final dijo: “Hace falta una nueva reunión. Carlos, vaya y
consulte con la gente que está detrás de usted, les habla y les indica de qué se
trata".
     “Doctor Serpa, para
serle sincero, no hay a quién consultarle, si quiere hablo con algunos pocos
amigos que tengo", le contesté al ministro e intuí, al instante, que valoraba a
Carlos CastaÅ„o como un estafeta, y quizá podría caber alguna razón. De tanto
hacerme el pendejo, la gente se estaba creyendo el cuento.
     La reunión se disolvió
y veinte días más tarde se convocó el nuevo encuentro en la casa de monseÅ„or
Duarte Cancino, en Cali. Recuerdo que el ministro Serpa le dijo a monseńor:
“Pero dígale a Carlos que lleve la gente que quiera".
     La propuesta del
Gobierno la consulté con mi almohada y, para no quedar mal ante el ministro
Serpa, invité a la reunión a unos amigos, a Hernán Gómez Hernández y a don
Rodrigo García, mi segundo padre.
     Horacio Serpa asistió
con retraso a la reunión, a las seis de la tarde, pero las horas previas fueron
agradables. Charlé con monseÅ„or Gutiérrez, de calvinismo, Martín Lutero, los
anglicanos, la vida, el perdón, el amor, Jesucristo, la legítima defensa. Una
delicia de obispo, brillante.
     Al llegar Serpa,
monseÅ„or Duarte nos ofreció un whisky, pues ya venía la comida en camino. Antes
de comenzar a comer, pensé: “Ahora sí puedo hablar fuertecito". Cuando estoy en
mi territorio formalizo las reuniones al máximo, pero cuando estoy en el de
otro, trato de informalizarlas lo más posible.
     “Bueno, doctor Serpa,
żcómo va el gobierno?"
     “Bien, bien...",
respondió mientras probaba la sopa.
     Cuando el encuentro se
convino, el proceso ocho mil, por los dineros del narcotráfico en la campaÅ„a del
presidente, bullía.
     “żEstima que se
superan los obstáculos, doctor Serpa?"
     “Sí, sí", contestó de
manera evasiva.
     “Pero, ahí no se ha
conocido mucho de lo que pasó. żSí hubo lo que dicen que hubo, ministro?".
     MonseÅ„or me reclamó:
“Carlos, haga el favor de comer".
     Como estaba más
informal que nunca, seguí: “Es muy triste, doctor Serpa, estar hablando de la
paz de este país con alguien que ha hecho lo mismo que todos los
anteriores".
     Ahí sí me regańó duro
monseÅ„or: “Ä„Carlos, haga el favor de comer!".
Serpa paró
de comer y dijo: “Vamos a comenzar unos diálogos con la Autodefensa en aras de
la paz de Colombia, el Gobierno está dispuesto a buscar alternativas para
adelantar un proceso con ustedes".
     “Doctor Serpa, la
Autodefensa no tiene nada que hablar con este Gobierno ni con otro mientras la
guerrilla no produzca hechos de paz".
     El aire de la reunión
se enrareció. Intervino Hernán Gómez, viejo amigo del ministro. Para aclimatar
el encuentro, evocó un episodio de la campaÅ„a presidencial: “Recuerda, doctor
Serpa, cuando unos campesinos, en una manifestación en Barranca le dijeron a
usted: “Dotor Serpa, nosotros semos de FILA". Pues ahora déjeme decirle:
“Nosotros semos serpistas".
     Sonreímos menos don
Rodrigo García, quien dijo: “A mí sácame de ese cuento". Hombre más conservador
y laureanista que don Rodrigo no hay.
     El gobierno de Samper
propuso desmontar la Autodefensa con decretos de sometimiento. Una amnistía pero
en términos jurídicos y no políticos. Ofrecimiento dentro de la legalidad.
     El presidente Ernesto
Samper buscaba desmovilizar la Autodefensa como un acto de gobierno, inmerso en
la crisis política que enfrentaba. Al final de la reunión, el doctor Serpa dijo:
“deberíamos emitir un comunicado de prensa, para informarle al país de esta
reunión".
     En la Autodefensa, el
gobierno de Ernesto Samper será siempre bien recordado, ni nos percatamos que
pasó por el Palacio de Narińo, sólo estuvimos pendientes de su juicio. Al tiempo
que Samper nos enviaba mensaje de que no nos iría a perseguir, ofrecía mil
millones de pesos como recompensa por mi captura y me mandaba a decir que era su
obligación. Ofreció que en la práctica no se realizaría persecución contra
nosotros y cumplió, no la sentimos. Mi visión sobre Samper, es que en cuatro
ańos gobernaron los gringos. Ańos en los cuales los americanos fueron tolerantes
con la Autodefensa y no hubo mucha presión norteamericana para perseguirnos,
como existe ahora, desde que le di la cara al país y el narcotráfico ronda a la
guerrilla y a la Autodefensa.
     La reunión con el
ministro Serpa terminó temprano. Un poco distensionados, conocí otra faceta de
él: Una persona agradable y resulta delicioso a la hora de conversar. Un hombre
del pueblo; eso no se lo quita nadie y creo que de verdad siente el pueblo; no
debe ser carreta todo lo que dice. Eso populismo solo no puede ser. Varias de
las cosas irregulares que hizo Serpa tenían que haberse hecho, y las hizo con un
sano propósito. Lo que tiene Serpa de bandido por un lado, por el otro lo tiene
de patriota. Serpa cayó en una telarańa muy brava que le tendieron.
     żLe simpatiza Horacio
Serpa para presidente?
     Ä„Nunca! El hecho de
que le reconozca sus cosas buenas, no quiere decir que no le critique las malas
o que sea mi candidato. Serpa es un hombre irregular, le ha tocado moverse
concertando con actores irregulares y un hombre que esté en la legalidad, no
puede hacer esto, menos un futuro presidente.
     Es un político con la
capacidad para gobernar Colombia, pero no creo que pueda gobernar con autonomía.
Y tengo claro que él será el próximo presidente. Es el candidato del
establecimiento, lo que llamaba Álvaro Gómez Hurtado “el régimen". Es el
candidato del poder económico, la maquinaria política, las FARC y los
narcotraficantes. Ä„Les conviene a todos!
     Con esto no estoy
diciendo que el doctor Serpa recibe dinero de los ęnarcosł o que vaya ser el
presidente de los narcotraficantes, no. Lo que pasa es que aquellos se las
ingenian para apoyarlo por fuera y no pactan con el candidato, pero sí lo hacen
en las regiones, donde se va a mover, como siempre, ingente dinero del
narcotráfico durante la campaÅ„a presidencial.
     A los Ä™narcosÅ‚ parece
olvidárseles algo, una cosa son los políticos de candidatos y otra como
gobernantes, ahí se equivocan con Serpa. El doctor Horacio es el que menos les
va a ofrecer, olvidan que Samper fue el que más los persiguió y en la práctica
acabó con el Cartel de Cali. Es el presidente que más resultados ha ofrecido en
materia de narcotráfico, impulsado por los gringos, por supuesto. Téngalo por
seguro, Serpa hará lo mismo.
     Hablando de candidatos,
lo que acabo de decir me sirve para esbozar un buen ejemplo en el caso del
candidato a la presidencia Álvaro Uribe Vélez, a quien no conozco personalmente.
La base social de la Autodefensa lo considera su candidato presidencial pero ahí
mi gente se equivoca; Álvaro Uribe le conviene al país, pero no a las
Autodefensas Unidas de Colombia. Es el presidente que menos nos podrá ofrecer,
seguro dará resultados militares en contra nuestra y poco reconocimiento a
nuestra lucha antisubversiva.
     Álvaro Uribe Vélez es,
en el fondo, el hombre más cercano a nuestra filosofía. Su idea de crear las
Convivir, unas cooperativas donde los ciudadanos colaboraban de manera
organizada con las fuerzas armadas, suministrando información y en algunos casos
portando armas amparadas para su defensa personal, es el mismo principio que le
dio origen a la Autodefensa. Su propuesta nació a raíz de varias conversaciones
con empresarios bananeros del Urabá. Como gobernador de Antioquia, logró sacar
adelante cooperativas de seguridad, con las cuales nunca estuve de acuerdo. No
voy a negar que a las Autodefensas les sirvió, pero no tanto se avanzó con
ellas. Quienes las aprovecharon fueron los narcotraficantes, que se dedicaron a
montar pequeńas Convivir en sus fincas. Era habitual ver cinco camionetas
Toyota, con un ęnarcoł adentro escoltado de manera impresionante y sus
guardaespaldas portando armas amparadas por el Estado.
     Álvaro Uribe Vélez
defendió las Convivir en forma honesta, porque él no veía más allá de los
municipios cercanos al departamento de Antioquia. Allí la gente de bien les dio
correcto uso, lo que validó en parte su propuesta. Pero con los ęnarcosł sueltos
era muy peligroso abrir este camino, por eso siempre me opuse.
     Mire lo paradójico, los
candidatos que están más lejos de la ideología de las Autodefensas son los que
más tienen que ofrecernos.
     Bueno, completemos la
lista de opcionados a la Presidencia con Noemí Sanín, por quien usted manifestó
pÅ›blicamente su admiración. żPodrá ser presidente?
     La sigo admirando. Su
honestidad no está en tela de juicio. Es una gran colombiana, pero para una
situación como la que vive Colombia no sería la presidenta ideal, tal vez si el
gobierno Pastrana hubiera dejado el proceso de paz en un punto de no retorno a
la guerra, sí. Mi censura hacia ella no es de género, conozco y admiro muchas
mujeres pantalonudas. Ella sí puede tener la autoridad, lo que no tiene es la
correa que se va a necesitar para manejar a Colombia. El presidente deberá ser
más osado y arriesgado en los aÅ„os que vienen, Noemí contribuiría a fortalecer
un estado de anarquía.
     Si fueron tres
encuentros con Horacio Serpa, falta uno. żDónde fue el śltimo?
     Usted ya lo debe de
saber me contestó. żNo se lo contó Ernesto Báez cuando venían del cerro del
Jockey anoche?
     Pensé durante cinco
segundos, recordé la historia y exclamé:
     Ä„Claro! Sí, sí. Tiene
razón. Pero Ernesto Báez no conserva recuerdos gratos de esa reunión con Serpa,
al ex ministro no lo bajó de “logrero electoral y mamador de gallo".
     Conocí a Horacio Serpa
así me narró la historia Ernesto Baez cuando se desempeÅ„aba como ministro de
Gobierno del presidente Virgilio Barco, y me acerqué a él para buscar una salida
jurídica para patrulleros de la Autodefensa del Magdalena Medio. Cuando digo los
patrulleros, me refiero a los de a pie, no a los dirigentes como Henry Pérez y
Ariel Otero, que tenían asuntos penales y debían resolverlos de otra manera.
     Una día cualquiera,
opté por no volver donde ese seÅ„or. Siempre consideré que se burló de nosotros,
porque a cambio de ayudarnos nos pidió apoyo político para Ernesto Samper en la
zona del Magdalena Medio.
     En medio de todos esos
antecedentes, muchos aÅ„os después, como ex candidato a la Presidencia, vino
Horacio Serpa a las Autodefensas Unidas de Colombia a mediar por la libertad de
la senadora Piedad Córdoba, en un secuestro político que se realizó.
     La reunión se realizó
en un lugar muy apartado, un campamento escondido en medio de las selvas del
Nudo de Paramillo. Cuando me tocó intervenir, le hice a Serpa unos comentarios
sobre lo que había ocurrido en el pasado y él me contestó con unas afirmaciones
distintas a lo que pasó, entonces no aguanté y me enfrenté a Serpa: “Ä„Falta a la
verdad!, y no le permito que venga aquí a cumplir una misión humanitaria y, al
momento de tocar temas que pertenecen al pasado, trate de desconocer cuál fue su
verdadera actuación con nosotros en aquella época".
     Carlos CastaÅ„o
intervino y dijo: “No, seÅ„ores, cálmense, no se trata de esto".
     Con gran habilidad,
Serpa propuso un cambiazo. Quería que liberáramos a la senadora Piedad Córdoba y
nos quedáramos con él. Hecho que no dudaría en capitalizar políticamente, como
lo hizo la senadora después. Obviamente, nosotros dijimos que no. Si ya
estábamos encartados con Piedad, imagínese con Serpa.
     Ese Å›ltimo encuentro
entre Horacio Serpa y Carlos Castańo lo evoco con frecuencia, no por lo que le
acabo de relatar, no. Porque me sirve para mostrar a los amigos por qué Carlos
es el más godo de los godos, Ä„un recontragodo!, conservador a morir.
     A Horacio Serpa, jefe
legítimo del Partido Liberal, lo recibió en una ramada vulgar, en el más lejano
e inhóspito de los lugares de la selva del Paramillo, a donde se llega después
de ocho horas de camino en mula. El sitio donde se reunieron fue una mesa coja y
de cuatro tablas. La comida fue un tamal espantoso, eso no era un tamal, Ä„no
seńor! Era un envoltorio con huevo, carne de cerdo, chicharrón gordo, carne
molida. Lo irritante y malo para el corazón, justo lo que podía acabar a Serpa
de un infarto.
     La reunión se disolvió
y no se aceptó la propuesta del canje. Serpa regresó a Bogotá y nosotros
lanzamos otra iniciativa para devolver a Piedad Córdoba; exigimos la presencia
de una comisión del Partido Conservador para ponerle fin al secuestro. Pero
irracional, la senadora se opuso. Ella maneja aśn esa torpeza del sectarismo
político y, en medio de su retención, no quería saber nada de los conservadores
y le decía a CastaÅ„o que ella no deseaba que sus adversarios políticos vinieran
a rescatarla.
     Pero como al que no
quiere sopa se le dan dos tazas, en la comisión venía nada más ni nada menos que
el hijo de Laureano Gómez, ex presidente conservador y padre de la derecha
colombiana, el senador Enrique Gómez Hurtado, hermano del ex candidato
presidencial Alvaro Gómez.
     Cuando se supo la
noticia, me llamó CastaÅ„o y me dijo: “Ä„Hermanito, hermanito! żSabe quién viene
mańana? Nadie menos que Enrique Gómez, Ąesa eminencia!"
     El padre de CastaÅ„o fue
conservador laureanista, y Carlos por muchos esfuerzos que haga, no puede
disimular su condición de Ąultragodo!
Como hacía
ocho días atendimos a Horacio Serpa en la selva, pregunté: “żEn dónde vamos a
recibir a los conservadores?"
     “Ya el Ä™AlemancitoÅ‚ me
tiene listo el lugar; salimos madrugados".
     De inmediato intuí:
“Éste, como es de godo, no va a poner a caminar por la selva a Enrique Gómez y
menos lo va a hacer subirse a un muleto viejo por el Nudo del Paramillo, como
con el pobre Horacio Serpa".
     Cuando llegamos al
sitio de reunión, cercano al mar Caribe, CastaÅ„o le preguntó al Ä™AlemánÅ‚: żDónde
vamos a recibir a estos seńores?
     “Muy cerca, como a
quince minutos, en una escuelita simpática", dijo el Ä™AlemánÅ‚.
     “Vamos, quiero revisar
el sitio", dijo Castańo.
No
escampaba y las carreteras por la zona de Necoclí son trochas, no eran huecos
sino cráteres en la vía. Comencé a ver esa cara dura que pone CastaÅ„o cuando
denuncia su mal genio, sin decir nada.
     “Ä„Alemán! żHacia
adelante esta carretera sigue así de mala?", le preguntó Carlos.
     “Sí... ha llovido a
cántaros", respondió el Ä™AlemánÅ‚.
Castańo se
enfureció: “Cómo va a creer usted, hombre, que voy a traer ese personaje por
semejante trocha. Hágame el favor y nos vamos de regreso, Ä„ya!".
     Y yo acordándome por la
trocha que metió este hombre al pobre Serpa. ĄEsto es mucho godo!
     Después vino la
preparación del sitio en una vereda cercana, escogido por Carlos, hizo quitar
una mesa de billar en una cantina y pidió dos mesas. Cuando le trajeron dos
fabricadas con madera vieja, protestó: “No, seÅ„or. Me hacen el favor y me buscan
cuatro mesas Rimax de plástico y un buen mantel".
     Ríase el problema para
conseguir un mantel en esa vereda invadida de pobreza: “Si no hay mantel,
consíganme una sábana blanca, Ä„limpia e impecable!" Y así fue.
     Cuando ya estaba todo
listo, se pelearon dos perros al frente de la cantina y este hombre llamó al
escolta y lo vació: “Me hacen el favor y me sacan estos animales de aquí.
Mientras yo esté reunido con estas personalidades, no quiero nada de ruido".
Entonces hubo que montar un retén para perros y marranos.
     De la comida, ni
hablar. En veinte ańos de guerra, yo no me he comido un plato de langostinos tan
delicioso como el del almuerzo de ese día con Enrique Gómez. Los mandó a traer
fresquitos del mar.
     Ya en la conversación
Carlos, lleno de compostura, observaba al viejo Enrique y, mientras éste
hablaba, Carlos lo miraba con una reverencia impresionante hasta que el doctor
Gómez lo miró y le preguntó: “żCómo le digo, comandante, Carlos, seÅ„or
Castańo?".
     Entonces intervine y
sugerí: “ExcÅ›seme, seÅ„or senador. Le puede decir copartidario sin ningÅ›n
problema". Ahí todos nos reímos.
     Después de terminar el
almuerzo y ponernos de acuerdo con los detalles de la entrega de la senadora
Piedad, se acercó Carlos y me dijo, emocionado: “Mírelo, doctor... Ä„El hijo de
Laureano Gómez!"
 


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