El
único amor
por Leslie Kelly
Capítulo 1
Con
un equipo del programa de televisión Escapadas de fin de semana a
punto de llegar para hacer un reportaje sobre el recién abierto
hotel de Holly Cavanaugh, lo último que Holly querría ver era un
cadáver en medio del salón.
Bueno, quizá no lo último. Una
nota de desahucio en la puerta… eso sí sería realmente horrible.
O la cara de su abuelo si perdiese su casa. Eso sería mucho
peor.
Pero un cadáver en el suelo del salón… en fin, también
era bastante espantoso.
-Ay, Dios mío, żeso es lo que yo creo
que es? -preguntó Regina Bates, la criada de Holly, abriendo los
ojos como platos.
-Si crees que es un cadáver, me temo que no
te equivocas.
Era increíble que pareciese tan tranquila cuando
su corazón estaba dando volteretas dentro de su pecho, pensó
Holly.
Aparte de eso, el Hollyberry Inn parecía una postal
navideńa. Desde la guirnalda de la puerta a las ramas de acebo en la
entrada o el brillo de los suelos de roble recién abrillantados,
todo reflejaba el calor y la alegría de las navidades. Cada
inmaculada habitación invitaba a la gente a visitarlas… ahora
mismo.
Bueno, todas las habitaciones salvo una; la habitación
en la que el cadáver había caído del árbol de Navidad.
-żNo
será una broma de uno de esos programas de cámara oculta?
-No
lo creo.
Una pena, claro. Porque cuando cortaron la abrazadera
de plástico que sujetaba el árbol y un cuerpo había caído de
entre las ramas seguramente sus caras habrían sido de Óscar.
Pero
aquello no podía ser cosa de un programa de televisión. Nadie podía
saber que su abuelo, contraviniendo órdenes expresas, había
encendido el radiador del salón… friendo el árbol que Holly había
decorado y dejando agujas secas por todo el suelo. Ni podrían saber
que ella iba a ir corriendo al almacén de árboles de Navidad más
próximo para comprar otro sin mirarlo siquiera.
Estaba tan
asustada que había pedido el más grande, sin esperar unos segundos
a que le quitasen la abrazadera de plástico. Y tampoco podían
contar con que ella y Regina arrastrasen el gigantesco abeto hasta el
salón y quitasen la abrazadera a toda prisa para que el seńor
cadáver cayera justo encima del Belén, haciendo que el nińo Jesús
saliera volando.
El nińo Jesús estaba bien, afortunadamente.
Pero no podía decir lo mismo del hombre que había caído a sus
pies.
-żTú crees que está muerto? -preguntó Regina.
Holly
no se consideraba una experta en la materia, pero, a juzgar por lo
tieso que estaba, casi podría jurar que sí. El hombre, de corta
estatura, tenía la piel de un tono azul grisáceo pero, además de
eso, no se veía ninguna herida, nada que explicase por qué había
pasado a mejor vida.
-Está muerto -le confirmó.
-żTú
crees que se cayó en la máquina que envuelve los árboles?
-preguntó Regina, demudada bajo el maquillaje gótico.
-żQué
máquina?
-Esas que ponen las cinchas de plástico
automáticamente. Mi novio trabajó en un almacén el ańo pasado y
sus compańeros siempre le decían que se metiera en una de ellas.
Como conocía al novio, Holly se quedó impresionada al saber
que había tenido suficiente cerebro como para decir que no.
-Pero
no se morían ni nada. Luego cortaban las cinchas y ya está.
“No,
borra eso”.
-Será mejor que llame a la policía -murmuró
Holly, aunque no le apetecía nada. Llamar a la policía significaba
coches patrullas, ambulancias y preguntas. Todo su trabajo destruido
por marcas de tiza, cintas policiales y el enjambre de agentes que
acudiría al hostal de forma inevitable.
Era una escena de CSI,
no el reportaje sobre su bonito hotel en el programa Escapadas de fin
de semana, el especial que, supuestamente, iba a salvarles la
vida.
Convertir la antigua casona de su abuelo en un hotel había
sido idea suya. Lo había hecho para conservar la histórica mansión,
pero para eso habían tenido que hipotecarla. Si no conseguían
clientes pronto, el banco se quedaría con la casa. Y sus abuelos se
quedarían sin hogar.
De modo que, sin clientes en la mejor
época del ańo, Holly llamó al programa y sonó la flauta. Cuando
aceptaron hacer un reportaje sobre el hotel, pensó que su suerte
estaba cambiando… hasta que aquel cadáver cayó del árbol. Ningún
equipo de televisión se pondría a filmar entre policías, coches
patrulla y cadáveres. Y aunque pudiera convencer al productor para
que grabasen el programa otro día, sería demasiado tarde.
Sus
abuelos lo perderían todo.
Y sería culpa suya.
Capítulo 2
Zach Weldon no era, por supuesto, el
único reportero que estaba cubriendo el millonario robo a un
importador de diamantes de Chicago, pero era el único que tenía
cierta ventaja. Un amigo detective le había dado la última
dirección conocida de uno de los sospechosos, sabiendo que Zach
había vivido una vez en la misma ciudad. Naturalmente, era quid pro
quo. Zach tendría que llamarlo de inmediato si descubría
algo.
Según su amigo, el departamento de policía de Chicago
había descartado la conexión, pero Zach pensaba que una pista era
una pista y por eso estaba en Wheaton, Illinois, la pequeńa y
coqueta ciudad de provincias en la que había vivido durante la época
del instituto y el primer ańo de universidad. Su padre murió poco
después de que se fuera a estudiar a Chicago y su madre, tras
casarse por segunda vez, se mudó a otro estado. Y la única razón
que tenía para volver a Wheaton lo había dejado plantado. De modo
que no había vuelto nunca.
A veces se preguntaba qué habría
sido de ella… esa única razón. Claro que, considerando que Holly
Cavanaugh le había dado un puńetazo la última vez que se vieron,
dudaba que estuviera dispuesta a quedar con él para recordar viejos
tiempos. żCómo podía haber sido tan tonto de dejarla escapar?
Pero
ya estaba bien. Tenía un reportaje que hacer, se dijo.
Aunque
nunca pensó que fuera posible, encontró una pista casi
inmediatamente. Al ver a un seńor mayor descargando abetos en un
almacén de árboles de Navidad al aire libre, le mostró una foto de
Fred Kipling, una “persona de interés” en el robo. Y se quedó
atónito por su respuesta.
-Sí, ya lo creo que es él. Un tipo
grande, hosco. La cosa acabó a punta de pistola…
-żLe
amenazó con un arma?
-No, yo le amenacé con una escopeta. Vine
anoche y lo encontré aquí mismo, en el almacén, intentando
llevarse uno de los abetos más grandes.
No era fácil imaginar
a un par de ladrones de joyas buscados por la policía deteniéndose
para robar un árbol de Navidad, pero cosas más raras se habían
visto.
-żEstaba solo? -Zach sacó otra fotografía, ésta de la
ficha policial del compinche de Kipling, Leo “Teenie” Meaney, que
medía la mitad… pero tenía peor carácter que él-. żEste tipo
iba con él?
El hombre miró la fotografía y sacudió la cabeza
mientras tosía, agitando las flemas en su garganta.
-No, estaba
solo. Pero entre mi escopeta y yo le hicimos saber lo que pensábamos
de los rateros por aquí.
Zach se preguntó qué diría si
supiera que se había enfrentado con un delincuente peligroso.
-Dijo
que pagaría por el árbol, pero como no llevaba suficiente dinero en
efectivo volvería hoy con el resto. El problema es que cuando volvió
a recogerlo, ya se había vendido.
-żVolvió por aquí?
El
hombre volvió a asentir con la cabeza antes de escupir en el suelo.
Ah, cómo echaba de menos esos detalles tan agradables de las
ciudades pequeńas, pensó Zach, irónico.
-Mi nieto es un chico
fuerte, pero tiene la cabeza como una piedra. No vio la cinta roja
que significa que el árbol había sido apalabrado y se lo vendió a
otra persona.
-żY qué hizo después?
-Imagino que se fue
a desayunar. Es un chico muy sano, no perdona una comida y…
-No,
me refiero al tipo que intentaba robar el árbol -lo interrumpió
Zach.
-Ah, no sé. Dijo que tenía que llevarse ese árbol
precisamente y quería saber quién lo había comprado.
-No se
lo diría usted, żverdad?
El hombre negó con la cabeza y Zach
dejó escapar un suspiro de alivio. Aparentemente, Kipling había
escondido algo dentro del árbol. Los diamantes quizá… y de ser
así, la persona que se lo hubiera llevado podría estar entre un
peligroso criminal y su botín.
-Pero se lo contó mi nieto. Ya
le he dicho… el pobre es más bruto que un arado.
Zach, con la
mandíbula tan apretada que estaba a punto de partirse un diente,
intentó disimular su frustración.
-żQuién compró el árbol?
-le preguntó.
El hombre sonrió.
-Una chica muy simpática.
Lleva un hotel nuevo en Mill Road, al norte del lago. Es…
Sin
esperar a que terminase la frase, Zach salió corriendo hacia su
coche, preocupado por la “chica simpática” que podría estar a
punto de recibir la visita de un delincuente buscado por la
policía.
Sólo esperaba no llegar demasiado tarde.
***
-ˇAy, Dios mío, están llamando a
la puerta!
Holly Cavanaugh se preguntó si tendría la misma
cara de susto que Regina, su criada. Después de todo, estaban
delante de un cadáver que había caído de un árbol de Navidad, el
equipo de televisión del programa Escapadas de fin de semana
llegaría en un par de horas… Y ahora tenían un visitante
inesperado.
-Líbrate de quien sea mientras yo…
żEscondo
el cadáver? żLlamo a la policía? żSalgo corriendo?
Cuando la
criada volvió, parecía aún más asustada.
-ˇSon
ellos!
-żQuiénes?
-Los de la televisión. ˇPero llegan
temprano! He abierto la puerta y hay un hombre que dice ser
periodista…
Aquello no podía pasar.
-żDonde está?
-He
cerrado la puerta y he venido a advertirte.
Ah, genial, qué
buena impresión iban a dar con un cadáver en el salón. Tenía que
pensar a toda velocidad… żllamar a la policía o salvar el
hotel?
Estaba claro.
-Yo me encargo de entretener al
periodista, tú ve a buscar a Manny. Está arreglando la caldera.
Dile que te ayude a llevar a ese hombre al cobertizo -Holly tragó
saliva-. Llamaremos a la policía en cuanto se haya ido.
Iba a
quemarse en el infierno por lo que estaba a punto de hacer. O
acabaría en la cárcel. Pero de alguna forma consiguió mantener una
expresión tranquila. Al menos, hasta que abrió la puerta y vio al
hombre alto y moreno que esperaba en el porche. Entonces hizo
exactamente lo que su criada había hecho.
Le dio a Zach Weldon
con la puerta en las narices.
Capítulo 3
Zach Weldon se había quedado más
que sorprendido cuando una morena llena de piercings y vestida de
negro de los pies a la cabeza le había dado con la puerta del
Hollyberry Inn en las narices. Pero cuando una dulce pelirroja hizo
exactamente lo mismo un minuto después, se quedó
estupefacto.
Porque había reconocido a la dulce
pelirroja.
-żHolly? -Zach volvió a llamar, preguntándose si
su corazón latía acelerado porque era ella, la única chica que
lamentaba haber perdido, o porque le preocupaba que un delincuente
armado estuviera dentro de la casa. Un secuestro explicaría los
portazos.
Pero claro, también los explicaría que Holly pensara
que era un canalla y un traidor.
-ˇAbre la puerta,
Holly!
Después de una larga pausa ella abrió la puerta unos
centímetros, mirándolo de arriba abajo.
-Eres tú.
-Sí,
soy yo.
Estaba guapa. Increíblemente guapa. Su pelo rojo se
había oscurecido hasta parecer cobrizo y caía como una cortina de
seda sobre sus hombros. Sus ojos verdes eran tan grandes que podía
ver los puntitos dorados en el iris. Y aunque más madura, seguía
teniendo la misma nariz ligeramente respingona y las pecas en las
mejillas que recordaba tan bien.
Lo único que faltaba era la
brillante sonrisa, lo que había conseguido reducir a un adolescente
hablador al equivalente oral de un estudiante extranjero. Ahora esa
sonrisa estaba notablemente ausente.
-Ésta es la casa de tus
abuelos, żverdad? -preguntó Zach, aunque sabía que lo era. Holly
lo había llevado un par de veces cuando salían juntos, pero estaba
tan preocupado por saber si el peligroso ladrón de joyas había ido
por allí que no había pensado en la dirección ni mirado el
edificio hasta que ella abrió la puerta.
-Sí -contestó
Holly-. Pero ahora es un hotel. żDe verdad eres…? Mi criada me ha
dicho que eras periodista.
Zach asintió con la cabeza.
-Sí,
lo soy.
-żQué he hecho yo para merecer esto? -mordiéndose el
labio inferior, Holly bajó los ojos y murmuró algo que sonaba
sospechosamente como: “además de eso”.
Antes de que pudiera
preguntarle a qué se refería, Holly salió al porche y cerró la
puerta. Pero para hacerlo tuvo que acercarse mucho ya que él le
bloqueaba el paso. Sólo unos centímetros de frío viento invernal
los separaban.
Si fuese un caballero daría un paso atrás…
pero no lo era. Y si Holly Cavanaugh no podía soportar su proximidad
era problema suyo. A él le parecía muy bien.
-De todos los que
podían venir, żpor qué has tenido que ser tú precisamente?
-Está
claro que no te alegras de verme. Qué pena -murmuró él, incapaz de
disimular una sonrisa. La Holly que él recordaba siempre estaba
alegre… salvo esa noche, cuando lo encontró borracho en casa de un
amigo. Con su ex novia tumbada a su lado.
En esa ocasión, la
dulce Holly se había convertido en un violento tornado.
-Llegas
antes de lo que esperaba.
Él levantó una ceja,
sorprendido.
-Quiero decir que aún no estamos preparados… del
todo.
Zach miró la puerta cerrada, preguntándose qué habría
detrás de tan extrańo comportamiento. żUn hotel que no estaba
preparado para sus clientes? żO un criminal desesperado intentando
encontrar el botín que había escondido en un árbol de
Navidad?
-Sería mejor que me dejases entrar.
***
Lo último que Holly deseaba era
pasar un minuto más con Zach Weldon, el primer hombre, el único, al
que había querido de verdad. Pero si había ido para hacer el
reportaje sobre el hotel, no tenía más remedio que dejarle pasar.
Considerando la cantidad de lágrimas que había derramado por él,
invitarlo a entrar de nuevo en su vida sería absolutamente estúpido.
Pero el desahucio... eso sería mucho peor.
-Primero voy a
enseńarte el jardín. żDónde está el resto del equipo?
-żEl
equipo?
-Es por eso por lo que has venido antes, para ver la
parcela, żno? Pues vamos a empezar… hoy… hace un día muy
bueno.
Hacía un día de perros, tan frío que se le empezaban a
congelar las manos. Y eso no era lo peor; sus pezones se habían
convertido en dos promontorios que se marcaban bajo el fino jersey.
Sólo por el frío. La reacción de su cuerpo no tenía nada que ver
con la proximidad de Zach.
Si pudiera convencerse a sí misma de
eso…
Zach, que había sido un guapo adolescente de pelo largo
y sonrisa diabólicamente atractiva, se había convertido en un
hombre de escándalo. Seguía siendo delgado, especialmente de
caderas, pero tenía los hombros más anchos y unos penetrantes ojos
oscuros..
Entonces tenía un rostro juvenil, casi imberbe. Pero
ahora sus rasgos eran más pronunciado: pómulos altos, barbilla
cuadrada, labios sensuales…
En resumen, para morirse.
Morirse.
Eso le recordaba… Hombre muerto en el salón.
Holly lo
tomó del brazo, intentando no pensar en el chispazo de calor que
sintió al tocarlo.
-żDamos una vuelta?
Zach, con los pies
clavados en el suelo, la miró con expresión inescrutable durante
unos segundos hasta que, por fin, murmuró:
-No, no vamos a dar
una vuelta. Quiero saber qué está pasando en el interior de la
casa.
Capítulo 4
Zach iba a entrar, le gustase a
Holly Cavanaugh o no. Ella estaba intentando evitar que entrase en el
hotel y la primera razón que se le ocurrió fue que un delincuente
armado estaba dentro manteniendo secuestrada a su familia.
Debería
haber llamado a la policía antes de ir allí. Pero había salido
pitando, preocupado por la mujer que había comprado el árbol de
Navidad que podía contener los diamantes robados y ser perseguido
por, al menos, uno de los ladrones. żQué hubiera hecho de haber
sabido que esa mujer era Holly Cavanaugh?
Conducir más
rápido.
Zach se llevó una mano a la boca como si fuera a toser
para que, si estaban mirando por la ventana, no pudieran leer sus
labios.
-żQué está pasando aquí?
Holly se puso pálida,
la prueba que necesitaba.
-Llama a la policía -le ordenó,
poniendo un móvil en su mano. Luego empujó la puerta y entró para
encontrar…
Nada. No había nadie en la entrada. El alegre
vestíbulo tenía un aspecto cálido y acogedor, dispuesto a recibir
a los clientes. Aunque, a juzgar por el aparcamiento vacío y el
silencio en el edificio, allí no había nadie.
-żSe puede
saber qué estás haciendo?
Holly lo había seguido hasta el
vestíbulo y lo miraba con expresión… encendida. No sólo por lo
sexy que era, sino porque estaba cabreada. Zach recordó entonces que
no le gustaban nada los que iban de machitos. Hacer el papel de
defensor quizá no había sido la mejor manera de conseguir su
cooperación.
-Lo siento. Pensé que… żha pasado por aquí un
hombre corpulento?
Ella negó con la cabeza… pero, en su
opinión, con demasiada rapidez.
-No, nada de tipos corpulentos.
Mira, puede que tenga que lidiar contigo profesionalmente, pero que
en el pasado nos metiéramos mano un par de veces en el asiento
trasero de tu viejo Chevy no te da derecho a venir aquí y decirme lo
que tengo que hacer.
-żMeternos mano? -Zach, incapaz de
evitarlo, dio un paso adelante, atraído por el fuego que había en
sus ojos y el rojo de su pelo-. Yo creo que fue algo más que
eso.
Después de todo, habían salido juntos durante casi dos
ańos.
Ocho ańos. żDe verdad había pasado tanto tiempo desde
la última vez que la vio, que la tocó, que respiró el aroma a
canela de su pelo?
Zach levantó un dedo para acariciar su
mejilla y luego, tomando su cara entre las manos, se acercó un poco
más hasta que sus torsos se rozaron. Aunque llevaba el abrigo
puesto, sintió un escalofrío. Mirando hacia abajo, admiró su
cuello de porcelana. Y sus pechos marcándose bajo la suave lana del
jersey.
-No te acerques tanto.
No había convicción en
esas palabras y cuando sacó la punta de la lengua para humedecerse
los labios, Zach, sin poder evitarlo, se inclinó un poco hacia ella.
Seguramente volvería a darle un puńetazo, pero necesitaba besarla.
Lo necesitaba con tal desesperación que nada más le importaba.
A
un centímetro de sus labios, se vio interrumpido por un estruendo
que llegaba de la habitación que había a su derecha.
-żSe
puede saber…?
No pudo terminar la pregunta porque Holly había
enredado los dedos en su pelo para buscar sus labios en un beso
profundo, hambriento, que hizo que Zach se olvidara del estruendo, de
los diamantes y del robo.
Sólo existía ella.
***
Estar entre los brazos de Zach por
primera vez en ocho ańos habría sido suficiente para hacer que
Holly se olvidase de todo. De todo salvo del fiambre que había en el
suelo del salón, claro.
Aunque le había plantado un beso en
los sorprendidos labios sólo para evitar que entrase en la
habitación y descubriera el cadáver, se dio cuenta enseguida de que
le gustaba. Sí, le gustaba muchísimo.
La curva de sus labios
se acoplaba perfectamente a los suyos y, olvidando por un momento la
razón para aquel beso, Holly abrió la boca un poquito más,
invitándolo a besarla más a fondo. Y él aceptó la invitacion con
un roce de su lengua.
Dejando escapar un gemido, Holly inclinó
la cabeza como pidiendo más… y Zach no la defraudó. Siempre había
besado de maravilla, pero podía reconocer la experiencia del hombre
adulto ahora que ya no era una tonta virgen decidida a conservar su
himen intacto.
Cuando salía con Zach, su madre iba por el
tercer matrimonio y el sexto jardinero -sospechosamente musculoso-
mientras su padre acababa de comprometerse con su embarazada
secretaria. El sexo le parecía algo frío y desagradable y estaba
decidida a no ser otra rama en su árbol genealógico de la
infidelidad. Por supuesto, cuando se hizo mayor se dio cuenta de que
el problema no era el sexo en sí, sino el egoísmo de sus padres.
Pero para entonces Zach ya estaba fuera de su vida.
Holly se
arrepentía de algunas cosas, pero no solía pensar en ellas. Sin
embargo, la apenaba que su primer amante no hubiera sido Zach, el
único chico al que había querido de verdad, sino un compańero al
que había conocido cuando ingresó en la universidad de Carolina del
Norte.
Si hubiera perdido su virginidad con Zach, sospechaba que
el sexo le gustaría más. Y, a juzgar por aquel beso dulce, lento y
profundo, mucho más.
Lo cual hizo que se preguntara… ya que
Zach había vuelto a su vida de forma tan inesperada, żpodría
aceptarlo ahora como no lo había hecho ocho ańos antes, cuando era
una ingenua?
Capítulo 5
Zach sabía perfectamente que Holly
estaba besándolo sólo para distraerlo, pero durante el primer
minuto no le importó. Sabía igual que antes… dulce y cálida.
Pero la última vez que estuvo entre sus brazos tenía un aire
inocente…
Y ahora desprendía sensualidad.
Se derretía
sobre su pecho, devolviéndole las caricias, suspiros de placer
emergiendo de su garganta. El cuerpo de Zach reaccionó de forma
contundente y ella debió darse cuenta porque se puso de puntillas
para frotarse contra la dura erección, temblando. Él bajó la manos
apara agarrar la curva de su trasero, levantándola, apretándola
descaradamente contra su cuerpo.
-Oh, sí, sí… -susurró
Holly sobre sus labios.
Zach no sabía qué lo excitaba mas,
tocarla o ese sensual tono de voz. Sabía por experiencia que
respondía de manera increíble a sus caricias, que podía llevarla
al orgasmo con los dedos.
Y le encantaría hacerlo, ahora
sabiendo que no tendrían que parar; nada de trabajos manuales en el
asiento trasero de su Chevy antes de volver, frustrados los dos, a
casa. La haría llegar al orgasmo y luego buscaría algún sitio
blando para hacer lo que había querido hacer durante aquellas largas
y frustrantes noches de adolescencia.
Pero otro porrazo logró
atravesar sus lascivas neuronas y, por fin, la soltó y dio un paso
atrás, hacia la realidad y el presente, hacia la posibilidad de que
en aquella habitación estuviera ocurriendo algo terrible.
-Holly,
dime qué está pasando -le ordenó.
-No lo sé. Supongo que han
sido muchos ańos y quería saber si…
No era eso lo que estaba
preguntando, pero Zach sabía a qué se refería. También él se
estaba haciendo preguntas. Se preguntaba por qué Holly no le había
dado una oportunidad de explicar lo que había pasado cuando lo
encontró tumbado al lado de su antigua novia. Llevaban dos ańos
saliendo juntos y, sin embargo, ella quiso creer que la había
engańado después de haberle dicho que no demasiadas veces.
Él
había querido contarle la verdad, pero estaba tan furioso, tan
ofendido porque Holly ni siquiera se había molestado en darle una
oportunidad… y antes de que pudiera calmarse, ella se marchó de
Wheaton. Para no volver.
-No ha significado nada -insistió
Holly.
Antes de que Zach pudiera refutárselo, la morena que
había abierto la puerta asomó la cabeza en el vestíbulo. Abrió
los ojos como platos al verlos y Zach imaginó que la tensión sexual
que había entre Holly y él debía ser evidente. Y si bajaba la
mirada unos centímetros desde luego vería lo que estaba pasando. No
sabía cómo la cremallera de los vaqueros era capaz de soportar la
presión.
La chica sonrió.
-Ah, lo siento. No quería
interrumpir.
-No estás interrumpiendo nada -respondió Holly-.
Sólo iba a enseńarle a Zach… al seńor Weldon, la casa.
-Perfecto
-dijo él, observando el brillo burlón en los ojos de la chica. Pero
como no estaba convencido de que allí no pasara nada, dio un paso
hacia la puerta-. Empezaremos por aquí.
Oyó a Holly contener
un grito, pero siguió adelante. Y cuando entró en la habitación,
miro rápidamente alrededor…
Era una sala enorme que
posiblemente había sido un salón de baile en su época. Los
muebles, muy elegantes, estaban colocados creando zonas de
conversación y todo estaba decorado para las navidades. En una
esquina había un enorme abeto con algunas tiras de espumillón…
Aquel debía ser. Zach miró el árbol, preguntándose qué
secretos habría en su interior. żPor qué lo querría un ladrón de
joyas tan desesperadamente? żSeguiría escondiendo algo entre sus
ramas?
-Buenos días -lo saludó una anciana a la que Zach
reconoció como la abuela de Holly, sentada frente a un escritorio
con un bote de pegamento en las manos.
Por encima del respaldo
de un alto sofá vio una cabeza medio calva y un par de ojos
brillantes. El abuelo de Holly se había vuelto para
saludarlo.
-Hola.
-Hola, seńor Cavanaugh… seńora
Cavanaugh -murmuró Zach.
-Estamos sentados aquí, viendo cómo
Reggie hace todo el trabajo. Estos viejos huesos ya no pueden subirse
a una escalera -explicó el anciano-. Incluso colocar las bolas es
demasiado para… aquí, mi amigo Ernie. El pobre está echándose
una siesta.
Zach no había visto la cabeza de otro hombre,
apenas visible tras el alto respaldo del sofá. Debía ser muy
bajito…
-Me acuerdo de ti -los interrumpió su mujer-. Tú
eres Zach. Antes vivías aquí y eras amigo de Holly.
żAmigos?
Sí, seguramente lo habían sido. Y mucho más.
-Sí, hace mucho
tiempo.
-Qué bien. Bueno, Holly, enséńale la casa -sonrió la
seńora Cavanaugh mientras pegaba unos adornos de cristal-. Cuando
volváis, seguro que Reggie habrá terminado con el árbol -ańadió,
mirando a Zach-. Esta mańana hemos tenido un pequeńo desastre por
culpa del abeto, pero estamos haciendo lo posible por
solucionarlo.
Un pequeńo desastre por culpa del abeto. Eso
explicaba que Holly hubiera intentado evitar que entrase en el salón.
Pero no lo explicaba todo.
No explicaba, por ejemplo, por qué
Holly Cavanaugh se había quedado tan pálida como si acabase de ver
un fantasma.
Capítulo 6
Su
abuelo estaba sentado al lado de un cadáver.
Holly miró la
escena que tenía lugar en el salón, horrorizada. Cuando salió de
allí veinte minutos antes, había un hombre bajito y delgado -y
muerto- tumbado en el suelo. Ahora ese hombre estaba sentado en el
sofá, al lado de su abuelo.
Con una caja de bolas de Navidad
sobre las rodillas.
“Ay, abuelo, żqué estás
haciendo?”.
Como si se hubiera dado cuenta del susto de Holly,
su abuela se levantó.
-Holly, carińo, no tiene sentido
intentar esconderle el problema a tu amigo, aunque trabaje en
televisión -vestida con una de sus típicas batas de seda, la abuela
tenía un aspecto elegante y sereno. Nadie la imaginaría capaz de
jugar al escondite con un cadáver.
Ella, sin embargo, la
conocía bien. Como conocía a su abuelo. Los dos eran la pareja de
octogenarios más engańosa de Illinois.
-żEn televisión?
-Zach parecía confuso, probablemente porque notaba el pánico en la
habitación. Aunque el pánico emanase sólo de Holly.
-No puedo
explicarte la alegría que sentimos al saber que habíais decidido
hacer un reportaje sobre el hotel. Mi nieta ha trabajado tanto para
que esto saliera adelante… -Nana parecía tan contenta como una
nińa en un concurso. Una nińa secretamente sedienta de sangre-.
Debes ir con Holly, que te lo enseńe todo, de arriba abajo.
El
brillo en los ojos de la anciana, y lo sugerente de sus palabras,
dejaba claro que su abuela se había dado cuenta de que entre Zach y
ella había cierta… mucha tensión sexual. Sí, claro, Holly había
vivido con su padre, pero en la época del instituto su abuela era la
única persona a la que podía confiarle sus cosas. Sólo con ver el
rubor de sus mejillas seguramente intuía que habían estado
comiéndose la cara unos minutos antes. Y seguía temblando porque
deseaba más. Lo deseaba de arriba abajo y quería entregarse de la
misma forma.
Pero eso no estaría bien. Nada bien.
Si tenía
que elegir entre lidiar con un cadáver o lidiar con su sorprendente
debilidad por el hombre que le había roto el corazón ocho ańos
atrás, elegía el fiambre. Aunque se preguntaba cómo sería dejarse
llevar por el deseo que sentía por Zach, sabía que eso era
imposible. Acostarse con él una vez no haría desaparecer la
tentación. No, como una nińa hurgando en la lata de las galletas,
eso sólo aumentaría su apetito.
Y, desgraciadamente, a juzgar
por el brillo burlón de sus ojos, el puńetero lo sabía.
***
Zach
empezó a sumar dos y dos.
Los comentarios de Holly cuando llegó
sobre “el equipo” y lo que su abuela había dicho sobre el
programa de televisión explicaban tan extrańa reacción ante su
llegada. Creían que había ido a hacer un reportaje sobre el
hotel.
Los portazos, el extrańo recibimiento… todo tenía que
ver con un programa de televisión y no con él, su pasado o su
relación con Holly.
Y, con un poco de suerte, tampoco tendría
nada que ver con el ladrón de joyas.
-Muy bien, te enseńaré
la casa -murmuró Holly, que no parecía precisamente encantada-.
żCrees que os habréis encargado de… todo, digamos en una hora,
abuela?
La anciana hizo un gesto con la mano.
-Pues claro
que sí. Todo estará perfectamente organizado… especialmente ese
árbol. Ni un pelo… quiero decir ni una rama fuera de su
sitio.
-Estupendo -Holly se volvió para salir del salón y
cerró la puerta en cuanto Zach se reunió con ella-. Bueno, vamos a
terminar con esto de una vez.
-Creo que deberíamos hablar…
Ella
levantó una mano.
-No, no quiero hablar de eso. Ha sido un beso
tonto y siento que haya ocurrido.
Zach no lo sentía, pero
estaba seguro de que Holly no querría escucharlo.
-Tengo que
lidiar contigo como una profesional ya que el reportaje sobre el
hotel es importante para nosotros. Pero, además de eso, no tenemos
nada que decirnos.
-żSigues enfadada conmigo por una tontería
que ocurrió cuando éramos adolescentes?
Zach no podía
creerlo, especialmente porque no había ocurrido lo que Holly creyó
que había ocurrido.
-No, claro que no. Eso fue hace mucho
tiempo. Tú estás aquí para hacer un trabajo y yo estoy aquí para
convencerte de que este hotel merece la atención del público. Nada
más.
Estaba equivocada, pero Zach sospechaba que si supiera que
él no iba a hacer un reportaje sobre el hotel usaría ese mismo tono
helado para decirle que se fuera a tomar viento.
Y quizá sería
lo más inteligente. Pero había dos razones por las que no iba a
hacerlo. La primera, que había un delincuente merodeando por ahí en
busca de algo que tenía Holly.
Y la segunda… que no podía
alejarse de ella después de aquel beso.
Capítulo 7
Durante casi una hora, Holly llevó
a Zach por todo el Hollyberry Inn, observando críticamente cada
habitación, rezando para que no se fijara en los detalles pequeńos
y sí en la joya que iba a ser expuesta ante el mundo entero… antes
de que el banco los desahuciara, dejándolos en la calle.
La
importancia de ese reportaje era lo único que podía hacerle olvidar
la proximidad de Zach… la realidad de que estaba, de nuevo, a solas
con el hombre que le había hecho conocer las zonas corporales más
interesantes. Y de no ser por su pequeńo problema, sería muy fácil
recordar las travesuras que habían hecho en el asiento trasero de
ese Chevy durante sus noches adolescentes. Zach y ella habían ido de
la mano hacia un precipicio sexual, pero cuando ella se negó a
saltar, Zach decidió acostarse con la primera que se encontró.
Ese
recuerdo la ayudó a mantener los hombros rectos y la actitud
distante. Bueno, eso y saber que sus abuelos y su criada estaban
abajo, intentando esconder el cadáver que había salido del árbol
de Navidad.
-Te has esmerado mucho con las reformas. Y se
nota.
-Gracias.
-żCuánto tiempo lleva siendo un
hotel?
Por fin estaban hablando del asunto.
-Abrimos hace
dos meses, después de seis meses de reformas.
-Entonces llevas
casi un ańo en Illinois. Debo admitir, Hol, que considerando las
ganas que tenías de marcharte a Carolina del Norte eso me
sorprende.
Él era la razón por la que se había marchado a
Carolina del Norte. Cuando se dio cuenta de que no tenía nada por lo
que quedarse allí, tomó la decisión de irse a vivir con su frívola
madre en lugar de terminar sus estudios en Wheaton.
Pero como no
le gustaba que Zach la pusiera tan nerviosa, Holly levantó una mano
para apartarse el pelo, escondiendo la cara al mismo tiempo.
-Mi
abuelo estaba enfermo y no podía encargarse de las reformas.
No
ańadió que habían tenido que reparar el tejado, cambiar las
cańerías, la instalación eléctrica. O que la única forma de
hacer todo eso hubiera sido pidiendo un préstamo al banco… que
Holly pensaba devolver con los beneficios que diera el hotel una vez
estuviera en marcha y funcionando.
Pero estaba en marcha. Estaba
funcionando. Desgraciadamente, nadie parecía darse cuenta.
Pero
lo harían.
-Entonces żaquí sólo viven tus abuelos, Reggie y
tú?
-Y Manny, el hombre que se encarga del
mantenimiento.
-Además de ellos, żestás aquí completamente
sola, tan alejada de la ciudad? -preguntó Zach, con el ceńo
fruncido.
-Tenemos clientes -contestó ella, ofendida. No le
había gustado nada que le recordase que el hotel estaba vacío y
esperaba que no dijera eso en el programa.
-żAh, sí?
-Es
que la mayoría de la gente hace sus planes de vacaciones con mucha
antelación y nosotros no pudimos abrir hasta finales del mes de
octubre.
Zach se detuvo en medio de la escalera.
-No quería
decir… Holly, lo que quiero decir es que esta casa está muy
alejada de todo. żQué harías en caso de emergencia?
żEstaba
preocupado por ella? Pensar eso hizo que sintiera un calorcito…
pero lo disimuló, agarrándose a la barandilla para no tocarse el
pelo otra vez.
-No digas bobadas. żQué podría pasar
aquí?
Pues… cadáveres que salían de los árboles de
Navidad, por ejemplo. Eso, sin embargo, tenía que ser un macabro
accidente. Como había sugerido Reggie, el tipo debía estar jugando
con la máquina que ponía las abrazaderas y se había quedado
enganchado.
Cómo había terminado dentro del árbol, Holly no
tenía ni idea. Y no estaba dispuesta a seguir pensando en ello. Que
lo averiguase la policía… cuando los llamase.
Lo haría.
Pronto. Y, con un poco de suerte, no iría a la cárcel por esperar
dos horas para informar sobre el incidente. O por mover el
cadáver.
-żEse es Manny? -preguntó Zach-. żEs alcohólico o
algo así?
Holly siguió la dirección de su mirada. Estaba tan
sorprendida por su inesperada preocupación que no se había dado
cuenta de que la puerta del salón estaba abierta. Ni de que tres
personas acababan de salir por ella. El trío formaba una extrańa
procesión mientras se dirigían al pasillo que llevaba a la
cocina…
Holly sólo pudo sacudir la cabeza, incrédula,
mientras los veía desaparecer tras una puerta abatible. Porque no
era difícil reconocerlos: uno era su abuelo, la otra Reggie.
Y
el tercero, cuyos pies no se movían, era el muerto.
Capítulo 8
-żQué están haciendo? -murmuró,
observando a su criada, su abuelo y el hombre muerto desaparecer por
el pasillo.
-Parece que están ayudando al amigo de tu
abuelo.
Zach no sabía por qué Holly encontraba eso tan
sorprendente. En realidad, lo único que sabía con seguridad después
de haber visto la casa era esto: Holly necesitaba desesperadamente
que el hotel funcionase. Pero se había puesto tan pálida que
parecía que se hubiera echado polvos de talco. Y no paraba de
levantar las manos para tocarse el pelo… una nerviosa costumbre
que, evidentemente, no había dejado atrás. Y estaba seguro de que
su mal humor no tenía nada que ver con él.
Una pena. Porque su
tensión se debía enteramente a ella. A su proximidad y al dulce
aroma de su pelo. No podía dejar de pensar en lo cálida que era
apretada contra su pecho, en el sabor de sus labios, en el roce de su
piel…
Cada pensamiento estaba ensombrecido por recuerdos del
pasado. Zach recordaba cómo lo había dejado sin aliento con su
sonrisa aquel primer día, cómo se le rompía el corazón por ella
cuando la veía lidiar con los problemas de sus padres... Zach había
querido cuidar de ella, hacerla feliz. Y a Holly le pasaba lo mismo.
Ella era la única persona que podía consolarlo cuando su padre
murió repentinamente durante su primer ańo de universidad.
Holly
lo había hecho creer en los finales felices de los que las chicas
hablaban sin parar y de los que los chicos se reían siempre. A los
diecinueve ańos, ella lo había hecho creer en eso.
Nadie más
lo había conseguido. Ni antes ni después.
-Holly -musitó,
inclinándose hacia ella-. Esto… nosotros…
Zach no terminó
la frase porque no sabía cómo terminarla. Llevaba a su lado menos
de una hora y ya estaba deseando tocarla. Claro que eso no era tan
sorprendente. No había habido un solo momento en los últimos ocho
ańos, desde que rompieron, que no la hubiera deseado.
Nunca
imaginó que tendría otra oportunidad de tocar la seda de su piel…
hasta aquel día, cuando llamó a la puerta de una vieja mansión
convertida en hotel.
-Yo… en fin… creo que eso es todo
-murmuró Holly-. Deberías haber visto lo suficiente como para
decirle a tu equipo lo que debe grabar.
Aquel programa de
televisión debía ser fundamental para ella… de modo que se
cabrearía muchísimo cuando supiera que no estaba allí para
eso.
Pero no tanto como se enfadaría él si dejaba que algo
malo le ocurriese. Si un delincuente desesperado que había matado a
un guardia de seguridad para escapar de la policía pensaba que Holly
se interponía en su camino, no dudaría en hacerle dańo. Pero Zach
no pensaba dejar que eso ocurriera.
De modo que no le dijo quién
era en realidad. Aún no. Cuando llegase el equipo de televisión y
hubiera mucha gente alrededor, desaparecería discretamente para
llamar a Mark Santori, su amigo el detective de Chicago, para
hablarle de la posible presencia de Fred Kipling en Wheaton. E
intentaría averiguar si sabía algo sobre su socio, Leo “Teenie”
Meaney. Porque si Kipling estaba allí, żdónde estaba Teenie? żY
qué habría en el árbol de Holly que pudiera ser tan
importante?
Sólo había una manera de averiguarlo.
-A lo
mejor ya han terminado con el árbol.
-Eso espero. Esta mańana,
cuando me di cuenta de que el primero había quedado destrozado, no
me lo podía creer.
-żQué pasó? -preguntó Zach cuando
llegaban al primer piso y giraban para entrar en el salón.
-La
única esquina lo bastante grande para colocar el árbol está frente
a un radiador que normalmente tenemos apagado. Pero, aparentemente, a
mi abuelo se le olvidó y lo dejó toda la noche encendido. Cuando
bajé esta mańana el pobre árbol estaba seco.
-żAsí que
compraste uno nuevo?
Holly asintió mientras se detenían frente
al nuevo árbol, que había quedado precioso.
-Reggie se quedó
para quitarle los adornos mientras yo iba corriendo al almacén a
comprar el más grande que pudiese encontrar.
Zach miró el
espumillón, las bolas rojas y doradas y los adornos de cristal que
reflejaban las luces de la lámpara.
-Pues tuviste suerte de
encontrar uno tan grande ahora que sólo falta una semana para
Navidad.
-Ni siquiera me paré a mirar. Le pregunté al dueńo
si tenía alguno recién cortado que midiese dos metros y le pagué
en efectivo en cuanto me dijo que sí -Holly bajó la voz mientras
alargaba la mano para colocar un angelito-. No pasa nada -ańadió,
como para sí misma-. Todo va a salir bien. Sólo faltan un par de
horas más para que todo se solucione.
Zach notó la
desesperación en su voz y eso lo inquietó.
-Las cosas han ido
mal en el hotel, żverdad?
Cuando abrió la boca intuyó que iba
a negarlo con vehemencia, pero debió pensarlo mejor porque, al fin,
admitió:
-Sí, la verdad es que sí. El reportaje que vas a
hacer es nuestra última oportunidad para que este hotel funcione. Si
no, podríamos perder la casa de mi abuelo.
El cansancio que
notaba en ella, sus hombros caídos y el tono fatalista golpearon a
Zach con más fuerza que dos toneladas de culpabilidad. De repente,
se dio cuenta de que no podía seguir engańándola. Holly merecía
saber la verdad. Y, al menos, debía prepararse para la llegada del
equipo de televisión.
-Holly, tengo que decirte una cosa.
Tenía
las palabras en la punta de la lengua, pero antes de que pudiera
pronunciarlas un ruido los interrumpió. Llegaba de una habitación
cercana.
Y sonaba como un alarido.
Capítulo 9
Holly no vaciló. En cuanto oyó el
grito de su abuela salió corriendo, con Zach pisándole los
talones.
Sólo cuando llegaron a la puerta de la cocina se dio
cuenta de por qué había gritado su abuela. Debía tener algo que
ver con el hombre que había salido del árbol de Navidad. El hombre
del que Zach Weldon, el periodista, no debía saber nada.
-Creo
que deberías esperar aquí -le dijo.
Una expresión incrédula
fue la única respuesta a tal sugerencia y, sin saber cómo
detenerlo, Holly abrió la puerta unos centímetros…
Zach,
sin embargo, no parecía tener deseos de esperar porque la apartó a
un lado y entró en la cocina mirando con recelo a todas
partes.
Afortunadamente, el cadáver no estaba sobre la mesa o
escondido bajo el fregadero. No se le veía por ningún lado.
-żTodo
bien? -preguntó Holly.
-Pues claro que sí -contestó su
abuelo, intentando disimular una sonrisa. Por supuesto, a él todo
aquello le parecía divertidísimo. Dado su pasado como médico en el
ejército y el de su abuela como enfermera, eran seguramente las dos
personas a las que menos miedo podía darles un cadáver flotando por
el hotel.
Además, su película favorita era Un cadáver
revoltoso, seguida de cerca por La noche de los muertos vivientes.
No
tenía la menor duda de que lo estaban pasando bomba. Aunque ella
estaba a punto de desmayarse.
Sus abuelos estaban sentados
frente a la mesa de la cocina, tomando un té, completamente
imperturbables. Frente al fregadero, lavando una cacerola, estaba
Regina.
-żQuién ha gritado? -preguntó Zach.
-żGritar?
żDe qué está hablando? -Regina no era precisamente una gran
actriz. Afortunadamente, sus ojos pintados de negro parecían muy
pequeńos desde el otro lado de la cocina y, con un poco de suerte,
Zach no vería que se movían frenéticamente de lado a lado, como si
estuviera buscando la salida más próxima para salir
huyendo.
-Alguien ha gritado -insistió él.
Su abuela se
aclaró la garganta, sonriendo tímidamente. O lo más parecido a
tímidamente que su abuela podía hacer algo.
-Me temo que yo he
podido… levantar un poquito la voz.
Levantar un poquito la
voz. Sí, seguro.
-Es que me llevé un susto al abrir la puerta
de la despensa -la mujer miró a Holly con gesto de advertencia-.
Había un ratón enorme ahí dentro.
Oh, no, no, no. Habían
metido al fiambre en la despensa. Ahora mismo había un cadáver al
lado del detergente y los estropajos, respirando el olor a
lejía.
“Los muertos no respiran, boba”.
Estaba
perdiendo la cabeza, se dijo.
Afortunadamente, usaban la vieja
despensa sólo para guardar los productos de limpieza. Si hubiese
habido alimentos allí, Holly habría tenido que tirarlos a la
basura. Y la esperaría una enorme factura en el mercado.
La
expresión de su abuela era tan angelical, la clásica gran dama de
las novelas. Cualquiera se tragaría esa delicada sonrisa, esa amable
expresión.
Cualquiera salvo Zach Weldon.
Porque el hombre
que ya había demostrado su buena intuición al percatarse de que
Holly seguía interesada en él, sabía que allí olía a
chamusquina. Y, después de sostener durante unos segundos la mirada
de la anciana, de repente se dio la vuelta y se dirigió a la
despensa.
-ˇNo! -gritaron cuatro voces a la vez.
Pero, sin
hacerles caso, Zach puso la mano en el picaporte y abrió la puerta.
Capítulo 10
Algo muy extrańo estaba ocurriendo
en aquel hotel, pero Zach había rechazado la idea de que un
peligroso criminal estuviese merodeando por allí, esperando
recuperar lo que hubiera escondido en el árbol de Navidad que Holly
había comprado esa mańana. De modo que, cuando abrió la puerta de
la despensa, no esperaba encontrarse con uno.
Pero estaba muy
equivocado.
-ˇDios mío! -exclamó, reconociendo inmediatamente
al hombre por las fotos que habían salido recientemente en los
periódicos.
Si hubiera sabido que iba a tener que enfrentarse
cara a cara con un peligroso ladrón de joyas, al menos habría
tomado algo que pudiera servirle como arma. Afortunadamente, el tipo
de la despensa, que tenía que ser Leo “Teenie” Meany, no parecía
armado o particularmente peligroso.
De hecho, no parecía
particularmente…
-ˇJoder! ˇEstá muerto!
-Puedo
explicártelo -empezó a decir Holly, mientras intentaba cerrar la
puerta.
Zach no podía apartar los ojos del cadáver. Estaba en
el suelo, colocado ordenadamente entre los cubos y los botes de cera
para el suelo.
-Entonces, vinieron aquí a buscar el árbol
-murmuró, atónito.
Holly inclinó a un lado la cabeza,
confusa.
-żQué?
Sacudiendo la cabeza para apartar de sí
la imagen del bajito delincuente muerto, Zach por fin pudo mirarla.
Estaba muy pálida y al ver sus labios temblorosos algo se le encogió
por dentro.
Reaccionó de forma instintiva, apretándola contra
su corazón. Ella vaciló durante un breve instante, pero después
apoyó la cabeza en su pecho, dejando que la consolase.
Zach
sospechaba, como cuando salían juntos, que Holly Cavanaugh raras
veces había tenido alguien en quien apoyarse.
-żQué ha
pasado? -murmuró, acariciando su pelo-. żTuviste que… defenderte?
Esa idea hacía que se pusiera enfermo de rabia, pero mantuvo
la calma porque sabía que alguien tenía que hacerlo en aquella casa
de locos.
Por fin se había dado cuenta del vodevil que habían
montado. Ahora sabía quién estaba sentado en el sofá al lado del
abuelo de Holly cuando entró en el salón. Y a quién sujetaban el
abuelo y la criada mientras iban a la cocina.
Habían estado
jugando al escondite con un cadáver desde que él puso el pie en
aquella casa.
-No, no ha sido nada de eso -contestó Holly por
fin, pasándose una mano por la cara-. Estaba muerto cuando llegó
aquí.
Mmmm… żAhora se enviaban cadáveres por correo?
Holly
se lo explicó, apartándose de la despensa mientras lo hacía, como
si no pudiera soportar ver al muerto. Cuando Zach supo que Leo Meany
había caído del enorme abeto como una especie de sorpresa macabra
de Pesadilla antes de Navidad, no sabía si reír o llorar.
Pero
una cosa quedó clara de inmediato: Kipling, el socio de Meaney, no
había ido al almacén de árboles buscando los diamantes que habían
robado juntos. Había vuelto a buscar al socio al que, evidentemente,
había asesinado.
-żPor qué no llamaste a la policía
inmediatamente?
Holly, cansada y confusa después de contarle
todo lo que había ocurrido esa mańana, se mordió los labios.
-Iba
a hacerlo. Después de que tú y tu equipo grabaseis el reportaje
sobre el hotel.
Luego levantó la barbilla casi de manera
desafiante, como retándolo a criticarla. Mirando a sus abuelos, los
dos observando con cierta ansiedad la escena, Zach recordó lo que
aquella familia se estaba jugando. Por lo que Holly le había
contado, si no conseguían publicidad, de la buena, no de la que
incluía cadáveres misteriosos, podrían perder una casa que les
había pertenecido durante ańos. La casa en la que el abuelo de
Holly había vivido durante toda su vida.
Era un serio problema.
Muy serio.
Él entendía suficiente de leyes como para saber que
deberían llamar a la policía inmediatamente, en aquel mismo
instante.
Pero, żpodía hacerle eso a los abuelos de Holly? żA
ella?
Capítulo 11
-Muy bien, os ayudaré -dijo Zach
Weldon-. Pero sólo hasta que se marche el equipo de televisión.
Luego llamaremos a la policía inmediatamente.
Holly no podía
creerlo. Estaba convencida de que saldría huyendo de allí en cuanto
supiera que estaban escondiendo un cadáver. Y aunque le había
parecido que estaba a punto de hacerlo, ahora Zach se ofrecía a
hacer una locura, algo ilegal incluso.
Iba a ayudarla.
-żLo
dices en serio?
-Seguramente lo lamentaré -admitió Zach-. Pero
sí, lo digo en serio.
El chico de primer ańo de universidad
que le había robado el corazón probablemente habría hecho lo que
quería hacer: llamar a la policía, perjudicase a quien perjudicase.
Eso había hecho la noche que rompieron: acostarse con la primera
fresca que encontró disponible.
Pero Holly se daba cuenta de
que éste Zach era diferente. Su cálida y comprensiva expresión
cuando miró a sus abuelos le dijo cuánto había cambiado. Era un
chico guapo y encantador cuando se enamoró de él.
Ahora era un
hombre increíblemente sexy, apuesto y comprensivo que estaba
dispuesto a… en fin, saltarse un poco las leyes para ayudarla.
La
inesperada amabilidad de Zach no sólo consiguió que se derritiera
un poco… no, hizo que las brasas del deseo explotasen hasta que
Holly se sentía prácticamente envuelta en llamas.
Lo había
deseado desde el momento que apareció en su puerta.
Ahora sabía
que iba a hacerlo suyo.
-Gracias, Zach -incapaz de resistirse,
Holly levantó los brazos para rodear sus anchos hombros y se apretó
contra él, agradecida, con intención de darle un rápido abrazo.
Aunque no fue exactamente rápido porque Zach deslizó las manos
hasta sus caderas y, durante un momento, Holly se olvidó del cadáver
en la despensa.
El abrazo que le había ofrecido al descubrir
el cadáver había sido de consuelo y preocupación. Aquel era
diferente. Aunque para los demás podía parecer estrictamente
gratitud, tanto Zach como ella sabían que era otra cosa. Él tenía
que sentir los furiosos latidos de su corazón, tenía que saber que
no sólo le estaba agradecida sino que se sentía atraída por él.
Como siempre.
Y, a juzgar por el bulto que estaba rozando sus
muslos, a Zach le pasaba lo mismo.
Cuando su abuelo se aclaró
la garganta, Holly por fin recordó que no estaban solos. Soltó a
Zach, pero no se apartó. Sencillamente se dio la vuelta, colocándose
delante para que los demás no pudieran verlo.
Considerando que
el hombre tenía una erección por su culpa y que su abuela tenía
ojos de halcón, era lo mínimo que podía hacer.
***
Con Holly entre sus brazos, las
suaves curvas de su cuerpo apretadas contra el suyo, Zach casi había
estado a punto de olvidar que no estaban solos. Su pene desde luego
lo había olvidado. Su cerebro, sin embargo, había empezado a
despertar, notando que el cuerpo de Holly era la única barrera
visible entre la bragueta de su pantalón y los demás.
-Muy
bien, podemos hacerlo -dijo Holly con voz temblorosa.
-Pero
nadie debe volver a tocar el cadáver -pasándose una mano por el
pelo, Zach ańadió-: ˇQuien sabe qué pruebas habréis
destruido…!
Ella se volvió, nerviosa.
-żPruebas?
-Sí,
pruebas. La policía tendrá que buscar pruebas para resolver el
crimen.
Su gemido de angustia le dijo que no había pensado en
ello.
-żQué? żCreías que le había dado un infarto y se
había caído dentro de un abeto?
Ella se puso colorada.
-No
exactamente. Pensábamos que habría sido algo así como un…
-Un
accidente laboral -terminó la criada por ella.
Un accidente
laboral. Sí, claro. Dada la identidad de la víctima, el único
accidente laboral que podía tener era que lo disparase la policía
durante un atraco.
Pero Holly y su familia no podían saber eso.
Así que había llegado el momento de revelar quién era el hombre
que estaba muerto en el suelo de la despensa y por qué estaba allí
él. Y quién podría estar buscando al fiambre.
Y había otra
cuestión que debían aclarar cuanto antes. Holly seguía pensando
que trabajaba para un programa de televisión que iba a hacer un
reportaje sobre el hotel. Sólo esperaba que entendiese por qué no
la había sacado de su error inmediatamente.
-Holly, tengo que
decirte una cosa.
Capítulo 12
El tono de Zach le dijo que no iba a
gustarle nada lo que tenía que decirle. Bueno, en realidad aquel día
no estaba resultando muy agradable precisamente. Desde por la mańana
había pasado del nerviosismo a la preocupación y luego al horror.
Y
cuando Zach la había tomado entre sus brazos, al deseo más
ardiente.
Pero no podía decirle nada peor que lo que ella le
había contado… que estaban escondiendo un cadáver en la
despensa.
-No soy quien tú crees que soy.
-Estuvimos
saliendo juntos mucho tiempo -suspiró Holly-. Creo que te
reconocería si fueras un impostor… aunque no nos hayamos visto en
ocho ańos.
Y, a juzgar por la reacción de su cuerpo cuando
estaba con él, seguro que seguiría reconociéndolo después de
ochenta ańos.
-Te dije que era periodista… pero no te dije
que trabajo para un periódico.
Como no entendía, ella esperó
a que terminase.
-Estoy escribiendo un reportaje sobre ladrones
de joyas. No trabajo para un programa de viajes.
Holly lanzó
una exclamación. żTodo lo que habían hecho pensando que iba a
hacer un reportaje sobre el hotel había sido para nada?
Al ver
su expresión, Zach levantó las manos en un gesto de defensa.
-Yo
ni siquiera sabía que me tomabas por alguien que iba a hacer un
reportaje sobre esta casa…
-żY cuando te diste cuenta? -lo
interrumpió ella con tono helado.
-Cuando me di cuenta decidí
que no me marcharía hasta que hubiese más gente por aquí. Creí
que había un peligroso delincuente intentando...
-żHa dicho
peligroso? -interrumpió su abuela, su tono más jovial que
asustado.
Zach miró a la pareja de ancianos sentada a la mesa y
a la criada frente al fregadero. Luego, finalmente, a Holly.
-El
hombre que hay en la despensa es un ladrón de joyas que se llama Leo
Meaney. Él y su socio, Fred Kipling, son delincuentes buscados por
la policía. Yo estoy cubriendo la historia para mi periódico.
A
Holly se le doblaron las rodillas y tuvo que apoyarse en la
encimera.
-El propietario del almacén de abetos pilló a
Kipling allí anoche y lo echó a punta de escopeta -siguió Zach-. Y
yo pensé que había algo escondido en el árbol.
-Y así era
-murmuró Holly-. Su cómplice.
-Exactamente. Estoy seguro de
que habían quedado allí para dividir el botín, tuvieron algún
desacuerdo y Kipling lo mató. Cuando el propietario del almacén
apareció con una escopeta, Kipling hizo lo primero que se le
ocurrió.
-Meter el cadáver de su cómplice dentro de un árbol
de Navidad y ponerle una abrazadera de plástico.
-Eso es. Pero
cuando descubrió que tu habías comprado el árbol debió asustarse
-Zach levantó una mano para apartar un mechón de pelo de su frente
y el calor de sus dedos la tranquilizó más que sus palabras-. Yo
temía que viniese aquí a recuperar el botín… y que tú pudieras
estar en peligro.
Oh, no. Podría haber un asesino merodeando
por allí. Asustada, Holly empezó a temblar.
-No puedes hablar
en serio.
Zach puso unas manos grandes, cálidas y fuertes sobre
sus hombros para darle su apoyo y la miró como si estuviera haciendo
una promesa. “No va a pasar nada, yo no voy a dejar que te pase
nada”. Luego, soltándola, murmuró:
-Por eso no te lo conté
inmediatamente.
Aunque debería enfadarse con él por engańarla,
Holly no podía hacerlo. Ella, después de todo, había estado
escondiéndole algo mucho más importante: un cadáver.
-żTú
crees que…? -Holly miró a sus abuelos, preocupada-. Regina,
deberías irte con ellos a la ciudad…
-ˇNo, de eso nada! -la
interrumpió su abuelo-. Un Cavanaugh no huye nunca.
Su abuela
asintió con tal fuerza que varios mechones de pelo azulado se
soltaron del mońo.
Debería haberlo imaginado. Aquello dos
probablemente estaban encantados con la posibilidad de darle al
ladrón con una sartén en la cabeza.
-En realidad… -empezó a
decir Zach-. Sospecho que el asunto no es tan peligroso como yo había
pensado. Fred Kipling se arriesgaría por unos diamantes, y eso es lo
que yo creía que había escondido en el árbol, pero un socio muerto
cuyo cadáver debe imaginar ya ha sido descubierto… no,
probablemente no vendrá a buscarlo.
Sintiéndose esperanzada
por primera vez en todo el día, Holly respiró profundamente.
-żDe
verdad lo crees?
-Sí, de verdad. Cuando Kipling volvió al
almacén y supo que el árbol había desaparecido salió pitando.
Seguro que ahora está en otro estado.
Holly esperaba que fuera
así. Especialmente porque justo en aquel momento alguien llamó a la
puerta. Todos se miraron, asustados, pero un rápido vistazo a la
ventana les confirmó que era el equipo de televisión.
Perfecto.
Por fin habían llegado los del programa.
Capítulo 13
Durante una hora Zach mantuvo su
promesa. Guardó el secreto de Holly, el cadáver en la despensa,
mientras el equipo del programa Escapadas de fin de semana grababa el
hotel.
Esperaba que Holly no hubiera exagerado la importancia de
aquel reportaje. Porque el instinto le decía que debería haber
llamado a su amigo, el detective Mark Santori. Y podía imaginar el
tono de la conversación… al fin y al cabo, un criminal muerto no
caía de un árbol todos los días.
-No le habrás dicho a nadie
que no eres un cliente, żverdad? -le preguntó la abuela de Holly
cuando entró en la cocina. Estaba sola, reparando más adornos de
cristal.
Zach se había dejado convencer por Holly para hacer
el papel de cliente frente a las cámaras. En realidad, era sólo una
pequeńa exageración… porque no pensaba marcharse de allí hasta
que estuviera seguro de que había pasado el peligro. Y hasta que la
hubiese ayudado a solucionar el lío con la policía por no llamarlos
inmediatamente.
Y hasta que hubiera descubierto si lo que sentía
por ella era correspondido.
Había sabido desde el momento que
la vio en la puerta que seguía deseándola. Había sabido desde que
ella lo besó que Holly lo deseaba también.
Pero hasta aquel
momento en la cocina, cuando se derritió sobre su pecho, no se había
dado cuenta de que seguía sintiendo algo que era mucho más que
deseo físico.
żPero sentiría ella lo mismo?
-Es un asco
que no tengamos ningún cliente. Podrían estar charlando por ahí.
A
pesar de la incongruente expresión “es un asco” en boca de tan
elegante anciana, Zach no podía estar mas de acuerdo.
-O al
menos tumbados en las camas, para que las habitaciones pareciesen
ocupadas.
La abuela de Holly había dicho esta última frase con
una expresión que a Zach no le gustó nada… como si tuviera algo
escondido en la manga.
-żSe puede saber qué está
tramando?
-żYo? Nada, nada. Tú ve a dar una vuelta por ahí,
haz el papel de cliente satisfecho. Leer un libro frente a la
chimenea del estudio daría un toque de clase.
Estaba intentando
librarse de él otra vez. Zach no había querido apartarse mucho del
cadáver para asegurarse de que nadie abriese la despensa por error…
y para que nadie tocase al muerto otra vez. Pero se había dejado
convencer para hablar un momento con la reportera, una simpática
rubia llamada Candy, dejando a los abuelos de Holly solos en la
cocina. Y ahora el abuelo había desaparecido y Nana tenía el mismo
aspecto inocente que uno de los criminales.
A Zach empezaron a
sudarle las manos.
-żQué ha hecho, seńora Cavanaugh?
La
anciana, sin dejar de hacer lo que estaba haciendo, se encogió de
hombros.
Él miró hacia la despensa. Pero ya sabía antes de
abrir la puerta que estaría vacía.
Efectivamente, allí no
estaba el cadáver de Leo Meaney.
***
No sabía cómo, pero Holly
consiguió no gritar cuando salió al porche acristalado y descubrió
que tenía un inesperado ocupante. Se tragó el grito, preguntándose
cómo un ladrón muerto, visto por última vez en la despensa, había
llegado hasta allí.
En una tumbona, cubierto por una manta, los
ojos tras unas gafas de sol, parecía un cliente satisfecho
disfrutando de una siesta… mientras nadie notase lo tieso que
estaba o que su piel tenía un ligero tono azul grisáceo.
-Ay,
verás… -murmuró, tomando a la alegre reportera, Candy, del
brazo-. Es un cliente… y está durmiendo. Está… bueno, ha estado
enfermo y no debemos molestarlo.
-żAh, sí? Me había parecido
verlo durmiendo en una de las habitaciones de arriba. Se mueve muy
rápido para estar enfermo.
Oh, no, eso debía haber ocurrido
cuando ella estaba posando para unas fotografías en el vestíbulo.
Candy se había movido sola por la casa… y sus abuelos,
evidentemente, habían estado… redecorando el hotel por su
cuenta.
-Tiene un aspecto tan plácido, quizá deberíamos
grabarlo…
-ˇNo! -gritó Zach, que las había seguido-. El
cliente ha dicho que quería mantener… su privacidad. No le
gustaría nada salir en televisión.
Candy se encogió de
hombros.
-Una pena, aunque lo entiendo -sonriendo, la periodista
los siguió dentro y ańadió: Bueno, creo que hemos terminado. Debo
decirte que el Hollyberry Inn es una preciosidad.
-Gracias
-contestó ella, halagada-. Esto significa mucho para
nosotros.
Mientras acompańaba a la mujer a la puerta, Holly
sólo podía pensar en lo que iba a ocurrir en cuanto la furgoneta de
la cadena desapareciera. Zach había prometido ayudarla a disimular
hasta después de la grabación…
Pero ahora que la grabación
había terminado tenía que llamar a la policía. Y enfrentarse con
lo que tuviera que enfrentarse.
Capítulo 14
-Mira, Mark, sé que estás enfadado
pero te juro que Holly y su familia tenían intención de informar
sobre el asunto. Sólo estaban… retrasándolo un poco.
El
detective Mark Santori, de quien Zach se había hecho amigo cuando
empezó a hacer reportajes sobre el mundo del crimen en Chicago,
siguió mirándolo con el ceńo fruncido. Tenía esa misma expresión
desde que llegó al hotel media hora antes, tras la llamada de
Zach.
Zach se alegraba de que estuviera allí, no sólo porque
los policías locales no tenían experiencia lidiando con asesinatos,
sino porque sabía que Mark era un tipo razonable. Tan razonable como
podía serlo un detective de Chicago, claro.
-żHay alguna razón
en particular para que el cuerpo se moviera después de… -Mark
consultó sus notas- después de que cayera del árbol de
Navidad?
Zach y Holly intercambiaron una mirada y él vio la
pregunta en sus ojos. żDebían entrar en detalles? żUn posible
desahucio y la oportunidad de salvarse con un reportaje en un popular
programa de televisión importarían a un policía enfadado?
Pero
sabiendo que el policía enfadado era un hombre decente, Zach pensó:
“sí”. De modo que le contó toda la historia, haciendo hincapié
en la posibilidad de que los abuelos de Holly perdieran la casa que
había pertenecido a su familia durante un siglo. E insistiendo en
que los Cavanaugh de verdad creían que el hombre que cayó del árbol
había muerto en un extrańo accidente… y jamás imaginaron que
pudiera haber sido asesinado.
Suspirando pesadamente, Mark se
pasó una mano por el pelo.
-Muy bien. Supongo que no es
evidente para una persona normal que Meaney había muerto
estrangulado -dijo, sonriendo-. Aunque de verdad me gustaría saber
qué clase de ciudad es ésta si la gente se dedica a lanzarse en las
máquinas que ponen abrazaderas a los árboles.
-Gracias
-murmuró Holly-. De verdad siento mucho los problemas que hemos
causado.
Mark sacudió la cabeza.
-Meaney y Kipling son los
causantes del problema. Ustedes sólo se vieron involucrados sin
darse cuenta -dijo, sonriendo-. Intentaré suavizar el asunto con el
capitán… aunque los policías locales se están riendo del
incidente ahora mismo. Supongo que conocen bien a la familia
Cavanaugh.
Mark Santori era el tipo de hombre por el que las
mujeres solían derretirse, pero Zach sabía que estaba felizmente
casado y esperando su primer hijo. Mejor. Porque si existiera la
menor posibilidad de que su amigo intentase tontear con Holly,
tendría que darle un puńetazo.
Mark, a instancias de Zach,
consiguió que la policía olvidase que los Cavanaugh habían movido
el cuerpo y se concentrase en el asesinado. El propietario del
almacén de árboles había verificado el extrańo interés de Fred
Kipling por el árbol de Navidad de Holly y había muchas pruebas
circunstanciales. Cuando encontrasen a Kipling -a él y a los
diamantes- tendrían suficiente para condenarlo por todos sus
delitos. Y, con un poco de suerte, cualquier prueba que se hubiera
perdido por los viajes del cadáver no tendría demasiada
importancia.
Con un poco de suerte.
A las 5:00 p.m. una
ambulancia se había llevado el cuerpo del ladrón de joyas y todos
los policías, salvo el detective Santori, se habían marchado del
hotel. Después de convencerlo para que tomase un vaso de la sidra
casera de la abuela con unas galletas, Zach y Holly lo acompańaron a
la puerta. Aunque habían insistido en que se quedase a cenar, Mark
rechazó la invitación.
-Lo siento, tengo que ir al sastre
para probarme un esmoquin…
-żQué?
-Mi hermano Nick se
casa dentro de un par de semanas -explicó el detective-. Además, no
me gusta dejar a Noelle sola por la noche ahora que está de siete
meses.
Después de darle las gracias de nuevo, lo vieron subir
al coche y desaparecer por la carretera. Zach no podía dejar de
pensar en cuánto había cambiado su amigo en dos ańos. Aunque antes
era un solterón empedernido, ahora estaba a punto de ser padre y
parecía absolutamente feliz. Y todo porque había conocido a la
mujer de su vida.
Bueno, él también había conocido a la mujer
de su vida. Y había sido tan tonto como para perderla, dejando que
creyese, además, que era un frívolo y un mentiroso. Pero ahora que
Holly Cavanaugh estaba de vuelta en su vida no pensaba cometer el
mismo error.
Era hora de enfrentarse con el pasado.
Capítulo 15
Aunque el peligro había pasado,
Zach no se marchó inmediatamente del hotel. Holly esperaba que se
fuera porque no había ninguna razón para que se quedase allí… a
menos que, como ella, estuviera preguntándose hasta dónde podía
llegar su inesperada reunión.
La había querido una vez y ella
lo había querido a él. Pero entonces eran demasiado inmaduros. Ella
tenía diecinueve ańos y estaba decidida a no dejar que el sexo
estropease la relación, esperando evitar los disgustos y las
frustraciones por los que parecían pasar sus padres continuamente. Y
él era un chico de casi veinte ańos cargado de hormonas que se
cansó de que le dijera que no.
Pero ya no era virgen y no había
una sola mujer en el planeta que pudiera decirle que no a aquel
hombre.
-Qué día -suspiró su abuelo cuando terminaron de
cenar.
La abuela asintió con la cabeza.
-Hora de irse a la
cama, creo yo.
Sólo eran las nueve, pero desde que Reggie se
marchó su abuela estaba intentando -con la sutileza que la
caracterizaba- dejarlos solos. Y Holly no se molestó en
protestar.
Cuando la pareja de ancianos desapareció escaleras
arriba, Zach tomó su mano.
-Vamos al salón. Me gustaría ver
el árbol a la luz de la chimenea.
Eso sonaba muy… romántico.
Holly tragó saliva. No sabía si quería romance con Zach o…
żsexo? Oh, sí, eso lo había decidido horas antes. Quería tomarlo,
hacerlo suyo, saborearlo como no había podido hacerlo ocho ańos
antes.
Compartiría su cuerpo, pero no quería arriesgar su
corazón. Porque aunque se había quitado de la cabeza eso de que el
sexo siempre causaba problemas, y desde luego ya no era una nińa
inocente, seguía siendo hija de dos personas egocéntricas, egoístas
y con total fobia al compromiso. Y Zach ya la había engańado una
vez cuando ella pensaba que la quería.
Una tierna y dulce
reunión delante del árbol de Navidad sonaba demasiado sentimental.
Ella sólo quería un revolcón.
-No, mejor no.
Zach abrió
mucho los ojos, sorprendido. Pero Holly no lo dejó discutir. En
lugar de eso, lo agarró por la camisa, empujándolo hasta que chocó
contra la nevera. Zach abrió la boca y, cuando ella se inclinó para
rozar sus labios con la lengua, exigiendo que la dejase entrar… él
se rindió sin un momento de vacilación. El beso se hizo más
fogoso, más ardiente. Era tan excitante que Holly se preguntó cómo
había podido sobrevivir durante ocho ańos sin esos labios.
Los
fuertes brazos de Zach la rodearon. Cada centímetro de su cuerpo
estaba apretado contra el suyo y Holly se frotó, disfrutando del
calor, de la intensidad, de la fricción. Mientras seguían
besándose, besos húmedos y apasionados, Holly tiraba del faldón de
su camisa para sacarla de los vaqueros.
Zach la soltó sólo el
tiempo suficiente para ponérselo fácil y Holly deslizó los dedos
por su estómago plano. De adolescente tenía un cuerpazo, pero
ahora…
Había notado antes los cambios en su cuerpo, pero
hasta aquel momento, mientras lo veía quitarse la camisa, no había
visto lo anchos que eran sus hombros. O que el suave torso juvenil
era ahora musculoso y estaba cubierto de un fino vello oscuro. Holly,
excitada, enredó los dedos en él, rozando las diminutas tetillas
masculinas con las uńas.
Pero tocarlo no era suficiente, de
modo que puso la boca donde antes había puesto las manos.
-Holly…
-gimió él-. Dios, parece que te he deseado durante una
eternidad…
-Yo también -dijo ella, buscando el cinturón. Le
temblaban los dedos mientras lo desabrochaba y bajaba luego la mano
hacia la bragueta, abultada por la erección.
Por ella. Todo por
ella.
Estaba deseando verlo completamente desnudo. Zach y ella
habían tenido intimidad en el pasado y, aunque nunca habían hecho
el amor, sí habían explorado otras delicias sensuales. Ahora que
había estado con otros hombres, se moría por saber si el recuerdo
que tenía de él, su tamańo, su grosor, era verdadero o sólo
producto del sueńo de algo que nunca pudo ser.
Pero antes de
que pudiera satisfacer su curiosidad, Zach apartó sus manos como si
no pudiera aguantar más. A Holly le gustaba tener ese poder, pero
debía admitir que él tenía el mismo sobre ella. Cuando la tocaba,
cada célula de su cuerpo parecía despertarse para aceptar el placer
que le ofrecía.
Zach le quitó el jersey y luego, con dedos
expertos, desabrochó el sujetador. Dejando escapar un gemido ronco
cuando sus pechos quedaron desnudos frente a él, los acarició,
pellizcando sus pezones, haciéndola temblar. Murmurando algo dulce y
sexy se inclinó para chuparlos suavemente mientras ella enredaba los
dedos en su pelo…
-żDónde está tu dormitorio?
-susurró.
Holly negó con la cabeza.
-No. Aquí. Quiero
que me tomes aquí, ahora mismo.
-żEstás segura?
Holly
nunca había estado más segura de nada en toda su vida. Haría el
amor con él para satisfacer un deseo que había mantenido oculto
durante ańos sin ser nunca satisfecho.
Y dejaría a su corazón
enteramente fuera del asunto.
-Oh, sí -murmuró, metiendo la
mano en el bolsillo del pantalón para sacar un preservativo que
había guardado allí una hora antes-. Estoy completamente segura.
Capítulo 16
Desde que perdió a Holly, Zach
había sońado con recuperarla, con seducirla, con hacerle el amor de
tal forma que ella supiera cuánto le había importado siempre…
Pero
nunca había imaginado nada tan excitante como aquello. La belleza
pelirroja que tenía delante de él estaba prácticamente
suplicándole que la tomase, allí mismo, en la cocina de la casa.
Con los labios hinchados, los preciosos pechos desnudos y los pezones
que él había chupado hasta convertir en dos crestas frente a sus
ojos, era la viva imagen del erotismo.
Y era suya.
-Por
favor, Zach -musitó, apretándose contra él y bajando la mano para
tocarlo por encima de los vaqueros.
Esta vez Zach no la detuvo.
Al contrario.
Lanzando sobre él una mirada ardiente, Holly
alargó una pálida mano para tomar su erecto miembro y el roce fue
incendiario. Luego susurró algo que sonaba como “no lo había
imaginado” mientras lo acariciaba, pasando la mano arriba y abajo,
apretando, frotando, haciendo que perdiese la cabeza.
Por fin,
sacó el envoltorio del preservativo y lo rasgó con los dientes como
si no pudiera esperar un segundo más.
Tenía un aspecto
ardiente, salvaje.
Holly se quitó los pantalones a toda prisa y
él hizo lo mismo, deteniéndose un momento para disfrutar de la
suave curva de sus caderas, de las piernas largas y torneadas. Como o
la tocaba o se moría, la besó de nuevo, acariciando su cuello,
deteniéndose para pellizcar los sensibles pezones o meter la mano
entre sus piernas…
Cuando enredó los dedos en esos bonitos
rizos pelirrojos, Holly gritó:
-ˇOh, sí!
Zach jugó con
ella un rato antes de introducir los dedos, gimiendo de deseo al
notar lo húmeda que estaba. Cuando Holly prácticamente jadeaba
entre sus brazos buscó su clítoris, acariciándola, recordando
exactamente cómo le gustaba, con cuánta presión, con cuánta
intensidad, con cuánto de todo.
-Por favor, Zach, no me hagas
esperar.
El ronco susurro destrozó lo que quedaba de su fuerza
de voluntad. Quitándole el preservativo, se lo enfundó y luego la
empujó suavemente para apoyarla contra la nevera.
-No puedo
creer que esto vaya a pasar por fin -murmuró mientras la levantaba,
sujetando sus muslos. Su piel era tan suave…
Holly se arqueó
hacia él, mojándolo con la humedad de su sexo, y Zach perdió el
control. Se hundió en ella, los dos echando la cabeza hacia atrás
ante el increíble placer que se daban el uno al otro.
Era tan
estrecha, tan caliente que, por un segundo, no podía pensar, no
podía respirar, no podía moverse. Sólo podía disfrutarla.
Pronto,
sin embargo, las sensaciones tomaron el control. Holly le echó los
brazos al cuello mientras enredaba las piernas en su cintura,
moviéndose al ritmo de sus embestidas, besándose y mordiéndose los
dos entre gritos de placer. Hasta que, finalmente, cuando sus jadeos
le dijeron que había llegado al orgasmo, Zach se dejó ir también,
perdido en un ardiente placer.
Pero eso no era todo. Porque
sospechaba que había vuelto a perder su corazón ante la mujer que
tenía en los brazos.
***
Zach pasó la noche en su cama.
Después de aquel encuentro increíblemente erótico en la cocina,
Holly estaba demasiado saciada y demasiado letárgica como para
recordar que sólo quería sexo rápido y morboso… y nada más.
A
la mańana siguiente despertó temprano y, cuando miró el atractivo
rostro dormido a su lado, se dio cuenta de que había sido mucho
más.
Podría amar a aquel hombre. De verdad podría. Bonitos
recuerdos del pasado aparecían en su mente… y momentos como los
del día anterior, cuando la ayudó tanto, a ella y a sus abuelos.
żCómo no iba a amarlo?
“Tonta. Ya te ha demostrado que no es
de los que se quedan”.
Y ahora que había conseguido lo que no
consiguió ocho ańos atrás no seguiría durmiendo en su cama
durante mucho tiempo.
Tenía que dejarlo ir. Corrección, tenía
que decirle que se fuera. Ahora, antes de que las cosas se
complicaran más.
Holly se aclaró la garganta:
-Zach, son
las siete de la mańana.
Él no se molestó en abrir los ojos,
pero sonrió perezosamente. Con la sombra de barba, el cabello oscuro
despeinado y ese increíble torso desnudo, tenía un aspecto más
sexy del que debería tener cualquier hombre.
-Estupendo. Hora
de seguir -dijo con voz ronca.
Ay, cómo le gustaría. Pero no
podía echarse atrás, pensó Holly. Había tomado la decisión de
terminar antes de que las cosas se le escaparan de las manos.
-No
-murmuró, tragando saliva mientras Zach abría los ojos. Le
resultaba muy difícil, pero logró continuar a pesar de la ardiente
mirada masculina-. Tengo que volver a trabajar.
A la realidad.
Y
aunque le dolía el corazón ańadió:
-Quiero que te vayas,
Zach.
Capítulo 17
Como necesitaba tiempo para escribir
el nuevo artículo sobre el robo de las joyas y su conexión con
Wheaton y no había llevado ni un cepillo de dientes, Zach no
discutió cuando ella le pidió que se marchase. Pero se había
percatado de que estaba muy callada, muy distante, quizá
preguntándose si todo había sido un error…
Hacer el amor con
ella esa noche -dos veces- no había sido ningún error. De hecho,
había sido perfecto.
Pero sospechando que necesitaba tiempo
para procesar lo que había pasado, Zach se despidió con un beso,
prometiéndole que volverían a verse lo antes posible.
Por el
momento, eso no había pasado.
Desde que, tres días antes,
saltó de su cama y se fue de la casa sin hacer ruido para no
despertar a los abuelos, no había sabido nada de ella. Holly no le
había devuelto las llamadas y no había dado la menor indicación de
que estuviera interesada en verlo otra vez. Un hombre menos seguro de
sí mismo podría haberse sentido utilizado…
Por supuesto, a
un hombre podían pasarle cosas peores que ser utilizado por una
mujer guapa y ansiosa de sexo. Pero él sabía que no era eso.
Holly
podría haber querido utilizarlo. De hecho, estaba seguro de que su
exigencia de hacerlo ya, inmediatamente, allí mismo, apoyados en la
nevera, había sido una forma de intentar convencerse a sí misma de
que lo que había entre ellos era sólo algo físico. Lo deseaba,
pero temía que volviera a romperle el corazón otra vez. Y
recordando las disputas entre su padre y su madre que ella había
tenido que presenciar desde que era nińa, entendía que no quisiera
confiar en él.
Tenía que conseguir que le diera una
oportunidad para demostrarle que estaba equivocada.
Y, con ese
objetivo, el viernes salió temprano de trabajar y volvió a Wheaton.
Llegó al hotel alrededor de las cinco y media. Hacía frío y el sol
empezaba a ponerse, dejando la casa en sombras. Aún no había
nevado, pero el informe del tiempo decía que podían caer unos copos
en Navidad. Y, por primera vez en muchos ańos, Zach estaba deseando
que llegaran las fiestas porque esperaba tener alguien con quien
compartirlas.
Sonriendo ante esa posibilidad, dejó el coche en
el solitario aparcamiento. Evidentemente, el Hollyberry Inn seguía
pasando por el mal momento que había obligado a Holly a tomar
medidas desesperadas aquella semana. Esconder un cadáver con objeto
de grabar un reportaje para un programa de televisión había sido un
riesgo enorme. Sólo esperaba que hubiera servido de algo.
Pero
sólo cuando estaba a punto de subir los escalones del porche se dio
cuenta de que el sitio no estaba enteramente desierto. Por el rabillo
del ojo le pareció notar un movimiento sospechoso y cuando giró la
cabeza vio a alguien escondiéndose entre las sombras, cerca de la
puerta de la cocina.
Sólo podía ser una persona.
Con el
corazón acelerado, Zach supo que tenía que ser el ladrón de joyas
que había matado a su cómplice, escondiéndolo luego en el árbol
de Navidad. El hombre al que todos habían creído huido de la
justicia.
Pero Fred Kipling no había huido. Estaba allí.
Ahora. Intentando entrar en la casa de Holly Cavanaugh.
***
Cuando Holly sintió el cańón de
la pistola en sus costillas su primer pensamiento fue para sus
abuelos. “Dios mío, por favor, no dejes que bajen ahora”.
El
segundo pensamiento fue para Zach. żPor qué había estado
evitándolo, ignorando sus llamadas, alejándose de él cuando lo
único que quería era pedirle que volviera?
Orgullo. Miedo.
Costumbre.
Pero ninguna de esas cosas importaba ahora porque un
tipo alto y corpulento de ojos oscuros y facciones de cromagnon
estaba apuntándola con una pistola enorme.
Y no tenía la menor
duda de quién era.
-El cadáver ya no está aquí. La policía
se lo llevó.
-Eso me da igual -le espetó Fred Kipling-. żDónde
están?
-żDónde están… quien?
-No te hagas la tonta
conmigo, guapa. Mi contacto en el departamento de policía de Chicago
me dijo que no las tenía el cadáver, de modo que tú las has
encontrado y te las has quedado -Kipling clavó el cańón de la
pistola en sus costillas hasta que Holly dejó escapar un gemido de
dolor-. Dime dónde están las piedras o te hago un agujero del
tamańo de Cleveland.
żLas piedras? Entonces entendió a qué
se refería.
-żLos diamantes que robaron? żPor qué iban a
estar aquí?
-Teenie me traicionó. Yo me había escondido en
Wheaton y él vino para encontrarse conmigo. Pero se puso chulo y
tuve que… encargarme de él.
La noche que estuvieron en el
almacén, sin duda.
-Tuve que esconderlo a toda prisa, así que
lo metí en un árbol muy frondoso… el primero que encontré. Pero
cuando volví a mi casa me di cuenta de que Teenie había entrado
allí y se había llevado mucho más de lo que le correspondía del
botín. Debía llevar las joyas con él cuando murió. Y eso
significa que ahora las tienes tú.
Con los ojos brillantes de
furia mientras empujaba de nuevo la pistola contra sus costillas, la
amenazó:
-Y ahora dame lo que es mío si no quieres morir.
Capítulo 18
Zach llamó a la policía mientras
corría por un lateral del edificio para decirles que fuesen al hotel
a toda velocidad, pero sabiendo que no iba a esperarlos. No lo haría
mientras Holly estuviera en peligro.
żCómo podía haberla
dejado sola? żCómo podía haber estado tan seguro de que Fred
Kipling se había ido de la ciudad? Esa estupidez podía costarle la
vida.
Cuando llegó a la puerta que daba a la cocina miró por
la ventana, intentando ver algo a través de un resquicio entre los
visillos blancos. Y lo que vio fue suficiente para que se le parase
el corazón.
El despiadado criminal estaba dentro, pistola en
mano. Y la pistola apuntaba directamente a Holly Cavanaugh, la mujer
a la que Zach, se daba cuenta ahora, nunca había dejado de amar.
A
través de las juntas de la puerta podía oír parte de la
conversación. Lo suficiente como para entender que había estado
equivocado sobre lo que Fred Kipling esperaba encontrar en el árbol
de Navidad que Holly había llevado a casa tres días antes. A
Kipling le daba igual que hubieran descubierto el cadáver de su
socio; lo que quería eran los diamantes que, según él, se había
llevado Leo Meaney.
Le habría gustado tirar la puerta de una
patada, pero la pistola lo hizo dudar. Si Kipling se asustaba podría
apretar el gatillo antes y pensar después. Y Holly estaba en la
línea de fuego.
Buscando frenéticamente algo que pudiera
servirle como arma, vio el bastón del abuelo de Holly apoyado en la
pared. Era un bastón de madera dura con la empuńadura de plata en
forma de cabeza de lobo…
Eso tendría que valer.
Zach
empujó la puerta con todo cuidado, rezando para que no crujiese.
Afortunadamente, consiguió entrar sin que Kipling se diera cuenta.
Pero debió sentir algo, quizá una corriente de aire, porque empezó
a darse la vuelta…
Y Zach no vaciló.
-ˇHolly, apártate!
-le gritó.
Sin pensar en la pistola, levantó el bastón y
golpeó la cabeza de Kipling con todas sus fuerzas.
El golpe fue
lo bastante contundente como para dejar la marca de la empuńadura en
la frente del criminal. Y para hacer que cayera al suelo.
***
Quizá era una suerte que no hubiera
ningún cliente en el hotel, pensó Holly poco después. Porque, por
segunda vez esa semana, la policía estaba registrando la
casa.
Habían llegado cinco minutos después de que Zach hubiera
golpeado a aquel canalla que amenazaba con matarla. Si cerraba los
ojos, aún podía oír el golpe del bastón de su abuelo contra el
cráneo de Kipling… pero por terrible que fuera ese sonido, era
mejor que haber oído el disparo de un arma de fuego.
La cabeza
del asesino tenía forma de pedrusco y, considerando que ya había
recuperado el conocimiento cuando llegó la ambulancia para
llevárselo -con una escolta policial- el cráneo de Kipling debía
estar hecho realmente de piedra.
-żDe verdad no quiere que la
vea un médico? -insistió el detective Santori. Aunque de nuevo
estaba fuera de su jurisdicción, al departamento de policía de
Wheaton no parecía importarle su presencia allí. Seguramente porque
él era el investigador encargado del caso del robo de los
diamantes.
-Estoy bien -repitió Holly.
Estaba bien.
Asustada, pero bien.
Mientras Zach estuviera a su lado, con un
brazo apoyado suavemente sobre su hombro, podía con todo.
Absolutamente con todo.
Había sido una loca al decirle que se
fuera y una absurda por no contestar a sus llamadas. Pensar que
podían tener una noche de sexo y luego olvidarse de él para siempre
había sido una soberana estupidez.
Y Holly no era tonta. Amaba
a Zach Weldon, siempre lo había amado. Ocho ańos antes era
demasiado joven y demasiado inmadura como para saber qué hacer con
ese amor, pero ahora era una mujer.
Sus abuelos eran la prueba
viviente de que en su familia podía haber relaciones duraderas. Y
Holly no era como sus padres… no se parecían ni en el aspecto
físico, ni en la voluntad, ni en la lealtad. Entonces, żpor qué
demonios iba a ser como ellos en lo concerniente al compromiso
emocional?
Además, recordando su relación con Zach con ojos de
adulta, sabía que parte de la culpa había sido suya. No por hacer
lo que entonces le pareció que debía hacer, aunque fuese un poco
ingenua, sino por no haber hablado con él, por no haberle dado una
oportunidad para que se explicase.
Había pensado lo peor esa
noche, cuando lo encontró dormido al lado de su ex novia. Ahora,
después de lo que había visto durante los últimos días, empezaba
a preguntarse si entonces conocía al verdadero Zach. Porque un
hombre que había intentado por todos los medios proteger su casa,
que había arriesgado su vida para salvar la suya… tenía que ser
un hombre de honor. żDe verdad la había engańado ocho ańos
antes?
Tenía que saber la verdad. żLa había traicionado Zach?
żPodría perdonarlo?
żY dónde iría su relación a partir de
ahí?
Capítulo 19
El viernes por la noche, a las nueve
en punto, Zach y Holly estaban solos en el salón. Los policías se
habían ido, sus abuelos estaban en la cama y todo había quedado el
silencio salvo por la suave voz de Bing Crosby como música de
fondo.
Estaban sentados en el sofá, cerca pero sin tocarse. Y
sin hablar durante unos minutos. Ya habían hablado más que
suficiente sobre el asesino o sobre dónde podrían estar los
diamantes robados. La teoría de Santori era que Leo Meaney los había
escondido en algún sitio antes de reunirse con su socio en el
almacén.
Reggie se había ido, sus abuelos estaban durmiendo…
sólo quedaban ellos dos. Zach y Holly. Sin barreras, más que las
que ellos mismos habían levantado con el paso de los ańos.
Y
Zach iba a atravesarlas de alguna forma.
-No me has devuelto las
llamadas -le dijo, apartando su atención de los troncos que
crepitaban en la chimenea. Entre el brillo de las llamas y las luces
del árbol de Navidad al otro lado de la habitación, podía ver que
Holly tenía los ojos brillantes.
-No, es verdad.
No dijo
nada más y el corazón de Zach se detuvo durante una décima de
segundo. żEstaba intentando encontrar las palabras para darle las
gracias por su ayuda y luego pedirle que se fuera otra vez?
-Y
ha sido un error.
El corazón de Zach volvió a latir otra vez y
el mundo volvió a colocarse en su sito.
-Creo que entiendo por
qué lo hiciste.
-żLo entiendes?
Acercándose un poco más,
Zach estiró sus largas piernas, rozando suavemente las de
Holly.
-Querías el sexo que no habíamos tenido nunca… sin
repercusiones y sin problemas.
Ella contuvo el aliento.
-żCómo
sabes…?
-No soy tonto -rió Zach-. żCrees que no sé que
llevas ocho ańos pensando que soy un mentiroso y un traidor en el
que no se puede confiar?
-No he pensado eso todo el
tiempo.
-żNo?
Holly negó con la cabeza.
-No. Empecé
a preguntarme si me habría equivocado cuando te arriesgaste a
ayudarme para evitar que mis abuelos perdieran su casa.
-Y tu
casa -murmuró él.
-Y luego hoy, cuando podrías haber esperado
a la policía, decidiste arriesgar tu vida por mí.
-żCrees que
iba a quedarme mirando cómo ese canalla te pegaba un tiro?
-Un
traidor podría haberlo hecho.
Irguiéndose en el sofá y
apoyando los codos sobre las rodillas, Zach miró las llamas de la
chimenea.
-No lo soy. No lo he sido nunca.
-Estoy empezando
a pensar que es verdad -admitió ella-. żQué pasó en
realidad?
Aunque apenas se reconocía a sí mismo en el crío
que había sido ocho ańos antes, Zach empezó a recordar:
-Cuando
me dijiste que no, me fui a casa de mi amigo, cabreado y salido como
un poste. Mi ex estaba allí, coqueteando, diciendo que podíamos
pasar un buen rato…
-Ya me imagino.
-No sé, a lo mejor
la dejé coquetear conmigo por orgullo. Había bebido mucho -por fin,
Zach volvió la cabeza para mirarla a los ojos-. Pero nunca tuve la
intención de hacer nada y no pasó nada. Me quedé dormido en el
suelo y ella se tumbó a mi lado. No la toqué. Luego, a la mańana
siguiente apareciste tú… y todo se fue a la porra.
Holly
asintió, acercándose un poco más. El dulce aroma a canela de su
pelo lo embriagó mientras ella se inclinaba para depositar un tierno
beso en sus labios. La caricia terminó enseguida, pero no así la
sensación.
-Lo siento, de verdad. No te di oportunidad de
explicármelo.
-No sé si lo habría hecho. Estaba muy cabreado,
Holly. Inmaduro, enfadado, esperando más de lo que tú querías
darme... No sé, a lo mejor yo quería saboter la relación sin darme
cuenta.
-Y quizá era lo que tenías que hacer.
Zach la
miró, sorprendido.
-Entonces éramos muy jóvenes y queríamos
cosas diferentes de la vida -siguió Holly- Teníamos diecinueve,
veinte ańos… no estábamos preparados para comprometernos con
nadie o para entender siquiera lo que era un compromiso.
-żY
ahora?
Ella sonrió, su precioso rostro envuelto en luces y
sombras.
-Ahora… podríamos estarlo.
-żEstás
segura?
-Te dije que te fueras porque estaba segura de que si te
quedabas iba a enamorarme de ti otra vez.
-Lo sé.
-Y me
daba miedo. Pero ya no lo tengo.
Zach alargó una mano para
acariciar su cara.
-Nunca te daré razones para tener miedo
-musitó, inclinándose para darle un beso largo y profundo en el que
estaban todas las palabras que aún no había pronunciado. Palabras
dulces, tiernas, sentidas.
Holly se levantó del sofá para
sentarse a horcajadas sobre sus rodillas. El emotivo momento se
convirtió de repente en una escena acalorada, erótica, mientras se
miraban a los ojos.
-Te deseo, Zach. Hazme el amor.
Capítulo 20
Si Holly tuviera veinte ańos y
siguiera siendo una chica insegura, no habría creído lo que Zach
acababa de contarle. Pero ya no era una nińa. Era una mujer con
cierta experiencia que sabía algo del sexo, de la vida, de las
verdades y las mentiras.
Y sabía que él estaba diciendo la
verdad.
-Hazme el amor -repitió.
La expresión hambrienta
de Zach fue toda la respuesta que necesitaba. Hicieron el amor frente
a la chimenea, bańados en la luz ámbar de las llamas y bajo las
luces parpadeantes del árbol de Navidad.
Y esta vez, después
de estallar de placer, Holly no empezó a preguntarse cómo podía
pedirle que se fuera. Porque lo único que deseaba era que se
quedase.
-Te quiero -susurró.
Desnudo sobre la gruesa
alfombra frente a la chimenea, las llamas enviando sombras y luces
sobre su piel dorada, Zach sonrió.
-Yo también te quiero,
Holly.
***
El martes, día de Nochebuena, Holly
despertó absolutamente feliz. No sólo porque Zach hubiera pasado
otra noche en su cama, en sus brazos, sino porque aquel día emitían
el programa Escapadas de fin de semana con el reportaje sobre el
hotel.
Holly estuvo paseando ansiosamente de un lado a otro
hasta que empezó el programa y contuvo el aliento cuando apareció
la cortinilla de presentación, apretando la mano de Zach. Sus
abuelos miraban el televisor con la misma emoción. Hasta que por
fin, estaba allí, en la pantalla, su preciosa casa toda decorada
para Navidad.
Holly dejó escapar un gemido de angustia al verse
en un primer plano.
-Ay, qué horror, mira qué pelos…
-Bueno,
habías estado todo el día peleándote con un cadáver -le recordó
Zach.
Dándole un empujón, Holly lo mandó callar porque no
quería perderse una sola palabra de la periodista. Mientras Candy
describía su visita mostrando imágenes del hotel, la felicidad de
Holly aumentaba por segundos.
-El Hollyberry Inn es uno de los
tesoros que pueden encontrar cerca de Chicago -concluyó Candy cuando
la imagen volvió al estudio.
A Holly le dieron ganas de ponerse
a bailar. Al menos hasta el final del programa, cuando la
presentadora dijo:
-Por cierto, Candy, he estado siguiendo una
historia muy interesante sobre esos ladrones de joyas de Chicago. żNo
los encontraron precisamente en la ciudad de Wheaton, donde está
situado el hotel Hollyberry Inn?
-Sí, exactamente.
-Y uno
de ellos había asesinado al otro, żno? Supongo que no te los
encontrarías durante tu visita.
Su abuela se llevó una mano al
corazón. Zach se inclinó hacia delante. Y Holly se quedó
paralizada.
Después de sonreír a su colega, Candy se volvió
para mirar a cámara. Parecía dirigirse directamente a Holly y sus
ojos brillaban bajo los focos.
-Qué emocionante encontrarse con
un ladrón de joyas en el Hollyberry Inn -rió, con gesto pícaro-.
Imagínate, uno de ellos podría haber estado tumbado en el porche
bajo una manta, durmiendo tranquilamente el sueńo… de los
muertos.
Holly no se movió ni un centímetro hasta que el
programa terminó. Entonces se dio cuenta de que tanto Zach como sus
abuelos estaban partiéndose de risa.
-Esa Candy… -reía su
abuela-. Me cayó bien desde el principio.
***
Zach había pasado tanto miedo por
Holly el viernes que no había querido separarse de su lado desde
entonces. Pero consiguió desaparecer durante un par de horas el
martes, el tiempo suficiente para ir a una joyería a comprarle algo
especial. Cuando abrió la cajita esa noche y sacó un solitario de
diamantes que puso en su dedo, supo cuál iba a ser la respuesta de
Holly al ver el brillo de sus ojos.
Seguían celebrando su
compromiso la mańana de Navidad cuando los abuelos de Holly bajaron
al salón. Zach se encontró incluido en la celebración familiar,
viendo cómo ella encontraba una docena de razones para mostrar su
recién estrenado anillo.
-Es precioso… y la piedra es casi
tan grande como esas que hay en el árbol -comentó su abuela.
Holly
y Zach miraron el abeto. Las luces estaban encendidas, parpadeando
alegremente, y por primera vez, Zach se fijó en un montón de
adornos de cristal que enviaban rayos de luz en todas
direcciones…
-żDe dónde han salido? -preguntó Holly.
-Lo
siento, carińo, el sedal debió romperse al quitar los adornos del
primer árbol con tantas prisas. Encontré todas esas piedrecitas en
el suelo, pero estos ojos míos ya son viejos... no podía ver los
agujeros para pasarles el hilo -suspiró su abuela-. Así que los
pegué a los ganchos para colgarlos en el árbol. żA que son
bonitos? Mira cómo brillan.
Holly se levantó de un salto.
Viendo que se había puesto pálida, Zach se levantó también y la
siguió hasta el abeto. Y cuando alargó la mano para tomar uno de
los diminutos adornos de cristal que brillaban como joyas, de repente
empezó a sospechar la verdad.
Joyas.
-Ay, Dios mío…
-murmuró.
Sus ojos se encontraron con los de Zach, los dos
riendo al darse cuenta de dónde habían terminado los diamantes
robados
-żCrees que deberíamos decírselo? -susurró
Holly.
-No, aún no. Hoy es el día de Navidad. Además, no
quiero interrumpir las vacaciones de Mark. Lo llamaremos
mańana.
Holly le echó los brazos al cuello y, poniéndose de
puntillas, seńaló el techo.
-Muérdago.
Zach sonrió
mientras inclinaba la cabeza.
-Te quiero -susurró ella, antes
de que sus labios se encontrasen.
-Feliz Navidad, Holly.