El único amor

El único amor
por Leslie Kelly



Capítulo 1

Con un equipo del programa de televisión Escapadas de fin de semana a punto de llegar para hacer un reportaje sobre el recién abierto hotel de Holly Cavanaugh, lo último que Holly querría ver era un cadáver en medio del salón.
Bueno, quizá no lo último. Una nota de desahucio en la puerta… eso sí sería realmente horrible. O la cara de su abuelo si perdiese su casa. Eso sería mucho peor.
Pero un cadáver en el suelo del salón… en fin, también era bastante espantoso.
-Ay, Dios mío, żeso es lo que yo creo que es? -preguntó Regina Bates, la criada de Holly, abriendo los ojos como platos.
-Si crees que es un cadáver, me temo que no te equivocas.
Era increíble que pareciese tan tranquila cuando su corazón estaba dando volteretas dentro de su pecho, pensó Holly.
Aparte de eso, el Hollyberry Inn parecía una postal navideńa. Desde la guirnalda de la puerta a las ramas de acebo en la entrada o el brillo de los suelos de roble recién abrillantados, todo reflejaba el calor y la alegría de las navidades. Cada inmaculada habitación invitaba a la gente a visitarlas… ahora mismo.
Bueno, todas las habitaciones salvo una; la habitación en la que el cadáver había caído del árbol de Navidad.
-żNo será una broma de uno de esos programas de cámara oculta?
-No lo creo.
Una pena, claro. Porque cuando cortaron la abrazadera de plástico que sujetaba el árbol y un cuerpo había caído de entre las ramas seguramente sus caras habrían sido de Óscar.
Pero aquello no podía ser cosa de un programa de televisión. Nadie podía saber que su abuelo, contraviniendo órdenes expresas, había encendido el radiador del salón… friendo el árbol que Holly había decorado y dejando agujas secas por todo el suelo. Ni podrían saber que ella iba a ir corriendo al almacén de árboles de Navidad más próximo para comprar otro sin mirarlo siquiera.
Estaba tan asustada que había pedido el más grande, sin esperar unos segundos a que le quitasen la abrazadera de plástico. Y tampoco podían contar con que ella y Regina arrastrasen el gigantesco abeto hasta el salón y quitasen la abrazadera a toda prisa para que el seńor cadáver cayera justo encima del Belén, haciendo que el nińo Jesús saliera volando.
El nińo Jesús estaba bien, afortunadamente. Pero no podía decir lo mismo del hombre que había caído a sus pies.
-żTú crees que está muerto? -preguntó Regina.
Holly no se consideraba una experta en la materia, pero, a juzgar por lo tieso que estaba, casi podría jurar que sí. El hombre, de corta estatura, tenía la piel de un tono azul grisáceo pero, además de eso, no se veía ninguna herida, nada que explicase por qué había pasado a mejor vida.
-Está muerto -le confirmó.
-żTú crees que se cayó en la máquina que envuelve los árboles? -preguntó Regina, demudada bajo el maquillaje gótico.
-żQué máquina?
-Esas que ponen las cinchas de plástico automáticamente. Mi novio trabajó en un almacén el ańo pasado y sus compańeros siempre le decían que se metiera en una de ellas.
Como conocía al novio, Holly se quedó impresionada al saber que había tenido suficiente cerebro como para decir que no.
-Pero no se morían ni nada. Luego cortaban las cinchas y ya está.
“No, borra eso”.
-Será mejor que llame a la policía -murmuró Holly, aunque no le apetecía nada. Llamar a la policía significaba coches patrullas, ambulancias y preguntas. Todo su trabajo destruido por marcas de tiza, cintas policiales y el enjambre de agentes que acudiría al hostal de forma inevitable.
Era una escena de CSI, no el reportaje sobre su bonito hotel en el programa Escapadas de fin de semana, el especial que, supuestamente, iba a salvarles la vida.
Convertir la antigua casona de su abuelo en un hotel había sido idea suya. Lo había hecho para conservar la histórica mansión, pero para eso habían tenido que hipotecarla. Si no conseguían clientes pronto, el banco se quedaría con la casa. Y sus abuelos se quedarían sin hogar.
De modo que, sin clientes en la mejor época del ańo, Holly llamó al programa y sonó la flauta. Cuando aceptaron hacer un reportaje sobre el hotel, pensó que su suerte estaba cambiando… hasta que aquel cadáver cayó del árbol. Ningún equipo de televisión se pondría a filmar entre policías, coches patrulla y cadáveres. Y aunque pudiera convencer al productor para que grabasen el programa otro día, sería demasiado tarde.
Sus abuelos lo perderían todo.
Y sería culpa suya.

Capítulo 2

Zach Weldon no era, por supuesto, el único reportero que estaba cubriendo el millonario robo a un importador de diamantes de Chicago, pero era el único que tenía cierta ventaja. Un amigo detective le había dado la última dirección conocida de uno de los sospechosos, sabiendo que Zach había vivido una vez en la misma ciudad. Naturalmente, era quid pro quo. Zach tendría que llamarlo de inmediato si descubría algo.
Según su amigo, el departamento de policía de Chicago había descartado la conexión, pero Zach pensaba que una pista era una pista y por eso estaba en Wheaton, Illinois, la pequeńa y coqueta ciudad de provincias en la que había vivido durante la época del instituto y el primer ańo de universidad. Su padre murió poco después de que se fuera a estudiar a Chicago y su madre, tras casarse por segunda vez, se mudó a otro estado. Y la única razón que tenía para volver a Wheaton lo había dejado plantado. De modo que no había vuelto nunca.
A veces se preguntaba qué habría sido de ella… esa única razón. Claro que, considerando que Holly Cavanaugh le había dado un puńetazo la última vez que se vieron, dudaba que estuviera dispuesta a quedar con él para recordar viejos tiempos. żCómo podía haber sido tan tonto de dejarla escapar?
Pero ya estaba bien. Tenía un reportaje que hacer, se dijo.
Aunque nunca pensó que fuera posible, encontró una pista casi inmediatamente. Al ver a un seńor mayor descargando abetos en un almacén de árboles de Navidad al aire libre, le mostró una foto de Fred Kipling, una “persona de interés” en el robo. Y se quedó atónito por su respuesta.
-Sí, ya lo creo que es él. Un tipo grande, hosco. La cosa acabó a punta de pistola…
-żLe amenazó con un arma?
-No, yo le amenacé con una escopeta. Vine anoche y lo encontré aquí mismo, en el almacén, intentando llevarse uno de los abetos más grandes.
No era fácil imaginar a un par de ladrones de joyas buscados por la policía deteniéndose para robar un árbol de Navidad, pero cosas más raras se habían visto.
-żEstaba solo? -Zach sacó otra fotografía, ésta de la ficha policial del compinche de Kipling, Leo “Teenie” Meaney, que medía la mitad… pero tenía peor carácter que él-. żEste tipo iba con él?
El hombre miró la fotografía y sacudió la cabeza mientras tosía, agitando las flemas en su garganta.
-No, estaba solo. Pero entre mi escopeta y yo le hicimos saber lo que pensábamos de los rateros por aquí.
Zach se preguntó qué diría si supiera que se había enfrentado con un delincuente peligroso.
-Dijo que pagaría por el árbol, pero como no llevaba suficiente dinero en efectivo volvería hoy con el resto. El problema es que cuando volvió a recogerlo, ya se había vendido.
-żVolvió por aquí?
El hombre volvió a asentir con la cabeza antes de escupir en el suelo. Ah, cómo echaba de menos esos detalles tan agradables de las ciudades pequeńas, pensó Zach, irónico.
-Mi nieto es un chico fuerte, pero tiene la cabeza como una piedra. No vio la cinta roja que significa que el árbol había sido apalabrado y se lo vendió a otra persona.
-żY qué hizo después?
-Imagino que se fue a desayunar. Es un chico muy sano, no perdona una comida y…
-No, me refiero al tipo que intentaba robar el árbol -lo interrumpió Zach.
-Ah, no sé. Dijo que tenía que llevarse ese árbol precisamente y quería saber quién lo había comprado.
-No se lo diría usted, żverdad?
El hombre negó con la cabeza y Zach dejó escapar un suspiro de alivio. Aparentemente, Kipling había escondido algo dentro del árbol. Los diamantes quizá… y de ser así, la persona que se lo hubiera llevado podría estar entre un peligroso criminal y su botín.
-Pero se lo contó mi nieto. Ya le he dicho… el pobre es más bruto que un arado.
Zach, con la mandíbula tan apretada que estaba a punto de partirse un diente, intentó disimular su frustración.
-żQuién compró el árbol? -le preguntó.
El hombre sonrió.
-Una chica muy simpática. Lleva un hotel nuevo en Mill Road, al norte del lago. Es…
Sin esperar a que terminase la frase, Zach salió corriendo hacia su coche, preocupado por la “chica simpática” que podría estar a punto de recibir la visita de un delincuente buscado por la policía.
Sólo esperaba no llegar demasiado tarde.



***



-ˇAy, Dios mío, están llamando a la puerta!
Holly Cavanaugh se preguntó si tendría la misma cara de susto que Regina, su criada. Después de todo, estaban delante de un cadáver que había caído de un árbol de Navidad, el equipo de televisión del programa Escapadas de fin de semana llegaría en un par de horas… Y ahora tenían un visitante inesperado.
-Líbrate de quien sea mientras yo…
żEscondo el cadáver? żLlamo a la policía? żSalgo corriendo?
Cuando la criada volvió, parecía aún más asustada.
-ˇSon ellos!
-żQuiénes?
-Los de la televisión. ˇPero llegan temprano! He abierto la puerta y hay un hombre que dice ser periodista…
Aquello no podía pasar.
-żDonde está?
-He cerrado la puerta y he venido a advertirte.
Ah, genial, qué buena impresión iban a dar con un cadáver en el salón. Tenía que pensar a toda velocidad… żllamar a la policía o salvar el hotel?
Estaba claro.
-Yo me encargo de entretener al periodista, tú ve a buscar a Manny. Está arreglando la caldera. Dile que te ayude a llevar a ese hombre al cobertizo -Holly tragó saliva-. Llamaremos a la policía en cuanto se haya ido.
Iba a quemarse en el infierno por lo que estaba a punto de hacer. O acabaría en la cárcel. Pero de alguna forma consiguió mantener una expresión tranquila. Al menos, hasta que abrió la puerta y vio al hombre alto y moreno que esperaba en el porche. Entonces hizo exactamente lo que su criada había hecho.
Le dio a Zach Weldon con la puerta en las narices.

Capítulo 3

Zach Weldon se había quedado más que sorprendido cuando una morena llena de piercings y vestida de negro de los pies a la cabeza le había dado con la puerta del Hollyberry Inn en las narices. Pero cuando una dulce pelirroja hizo exactamente lo mismo un minuto después, se quedó estupefacto.
Porque había reconocido a la dulce pelirroja.
-żHolly? -Zach volvió a llamar, preguntándose si su corazón latía acelerado porque era ella, la única chica que lamentaba haber perdido, o porque le preocupaba que un delincuente armado estuviera dentro de la casa. Un secuestro explicaría los portazos.
Pero claro, también los explicaría que Holly pensara que era un canalla y un traidor.
-ˇAbre la puerta, Holly!
Después de una larga pausa ella abrió la puerta unos centímetros, mirándolo de arriba abajo.
-Eres tú.
-Sí, soy yo.
Estaba guapa. Increíblemente guapa. Su pelo rojo se había oscurecido hasta parecer cobrizo y caía como una cortina de seda sobre sus hombros. Sus ojos verdes eran tan grandes que podía ver los puntitos dorados en el iris. Y aunque más madura, seguía teniendo la misma nariz ligeramente respingona y las pecas en las mejillas que recordaba tan bien.
Lo único que faltaba era la brillante sonrisa, lo que había conseguido reducir a un adolescente hablador al equivalente oral de un estudiante extranjero. Ahora esa sonrisa estaba notablemente ausente.
-Ésta es la casa de tus abuelos, żverdad? -preguntó Zach, aunque sabía que lo era. Holly lo había llevado un par de veces cuando salían juntos, pero estaba tan preocupado por saber si el peligroso ladrón de joyas había ido por allí que no había pensado en la dirección ni mirado el edificio hasta que ella abrió la puerta.
-Sí -contestó Holly-. Pero ahora es un hotel. żDe verdad eres…? Mi criada me ha dicho que eras periodista.
Zach asintió con la cabeza.
-Sí, lo soy.
-żQué he hecho yo para merecer esto? -mordiéndose el labio inferior, Holly bajó los ojos y murmuró algo que sonaba sospechosamente como: “además de eso”.
Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería, Holly salió al porche y cerró la puerta. Pero para hacerlo tuvo que acercarse mucho ya que él le bloqueaba el paso. Sólo unos centímetros de frío viento invernal los separaban.
Si fuese un caballero daría un paso atrás… pero no lo era. Y si Holly Cavanaugh no podía soportar su proximidad era problema suyo. A él le parecía muy bien.
-De todos los que podían venir, żpor qué has tenido que ser tú precisamente?
-Está claro que no te alegras de verme. Qué pena -murmuró él, incapaz de disimular una sonrisa. La Holly que él recordaba siempre estaba alegre… salvo esa noche, cuando lo encontró borracho en casa de un amigo. Con su ex novia tumbada a su lado.
En esa ocasión, la dulce Holly se había convertido en un violento tornado.
-Llegas antes de lo que esperaba.
Él levantó una ceja, sorprendido.
-Quiero decir que aún no estamos preparados… del todo.
Zach miró la puerta cerrada, preguntándose qué habría detrás de tan extrańo comportamiento. żUn hotel que no estaba preparado para sus clientes? żO un criminal desesperado intentando encontrar el botín que había escondido en un árbol de Navidad?
-Sería mejor que me dejases entrar.



***



Lo último que Holly deseaba era pasar un minuto más con Zach Weldon, el primer hombre, el único, al que había querido de verdad. Pero si había ido para hacer el reportaje sobre el hotel, no tenía más remedio que dejarle pasar. Considerando la cantidad de lágrimas que había derramado por él, invitarlo a entrar de nuevo en su vida sería absolutamente estúpido. Pero el desahucio... eso sería mucho peor.
-Primero voy a enseńarte el jardín. żDónde está el resto del equipo?
-żEl equipo?
-Es por eso por lo que has venido antes, para ver la parcela, żno? Pues vamos a empezar… hoy… hace un día muy bueno.
Hacía un día de perros, tan frío que se le empezaban a congelar las manos. Y eso no era lo peor; sus pezones se habían convertido en dos promontorios que se marcaban bajo el fino jersey. Sólo por el frío. La reacción de su cuerpo no tenía nada que ver con la proximidad de Zach.
Si pudiera convencerse a sí misma de eso…
Zach, que había sido un guapo adolescente de pelo largo y sonrisa diabólicamente atractiva, se había convertido en un hombre de escándalo. Seguía siendo delgado, especialmente de caderas, pero tenía los hombros más anchos y unos penetrantes ojos oscuros..
Entonces tenía un rostro juvenil, casi imberbe. Pero ahora sus rasgos eran más pronunciado: pómulos altos, barbilla cuadrada, labios sensuales…
En resumen, para morirse.
Morirse. Eso le recordaba…  Hombre muerto en el salón.
Holly lo tomó del brazo, intentando no pensar en el chispazo de calor que sintió al tocarlo.
-żDamos una vuelta?
Zach, con los pies clavados en el suelo, la miró con expresión inescrutable durante unos segundos hasta que, por fin, murmuró:
-No, no vamos a dar una vuelta. Quiero saber qué está pasando en el interior de la casa.

Capítulo 4

Zach iba a entrar, le gustase a Holly Cavanaugh o no. Ella estaba intentando evitar que entrase en el hotel y la primera razón que se le ocurrió fue que un delincuente armado estaba dentro manteniendo secuestrada a su familia.
Debería haber llamado a la policía antes de ir allí. Pero había salido pitando, preocupado por la mujer que había comprado el árbol de Navidad que podía contener los diamantes robados y ser perseguido por, al menos, uno de los ladrones. żQué hubiera hecho de haber sabido que esa mujer era Holly Cavanaugh?
Conducir más rápido.
Zach se llevó una mano a la boca como si fuera a toser para que, si estaban mirando por la ventana, no pudieran leer sus labios.
-żQué está pasando aquí?
Holly se puso pálida, la prueba que necesitaba.
-Llama a la policía -le ordenó, poniendo un móvil en su mano. Luego empujó la puerta y entró para encontrar…
Nada. No había nadie en la entrada. El alegre vestíbulo tenía un aspecto cálido y acogedor, dispuesto a recibir a los clientes. Aunque, a juzgar por el aparcamiento vacío y el silencio en el edificio, allí no había nadie.
-żSe puede saber qué estás haciendo?
Holly lo había seguido hasta el vestíbulo y lo miraba con expresión… encendida. No sólo por lo sexy que era, sino porque estaba cabreada. Zach recordó entonces que no le gustaban nada los que iban de machitos. Hacer el papel de defensor quizá no había sido la mejor manera de conseguir su cooperación.
-Lo siento. Pensé que… żha pasado por aquí un hombre corpulento?
Ella negó con la cabeza… pero, en su opinión, con demasiada rapidez.
-No, nada de tipos corpulentos. Mira, puede que tenga que lidiar contigo profesionalmente, pero que en el pasado nos metiéramos mano un par de veces en el asiento trasero de tu viejo Chevy no te da derecho a venir aquí y decirme lo que tengo que hacer.
-żMeternos mano? -Zach, incapaz de evitarlo, dio un paso adelante, atraído por el fuego que había en sus ojos y el rojo de su pelo-. Yo creo que fue algo más que eso.
Después de todo, habían salido juntos durante casi dos ańos.
Ocho ańos. żDe verdad había pasado tanto tiempo desde la última vez que la vio, que la tocó, que respiró el aroma a canela de su pelo?
Zach levantó un dedo para acariciar su mejilla y luego, tomando su cara entre las manos, se acercó un poco más hasta que sus torsos se rozaron. Aunque llevaba el abrigo puesto, sintió un escalofrío. Mirando hacia abajo, admiró su cuello de porcelana. Y sus pechos marcándose bajo la suave lana del jersey.
-No te acerques tanto.
No había convicción en esas palabras y cuando sacó la punta de la lengua para humedecerse los labios, Zach, sin poder evitarlo, se inclinó un poco hacia ella. Seguramente volvería a darle un puńetazo, pero necesitaba besarla. Lo necesitaba con tal desesperación que nada más le importaba.
A un centímetro de sus labios, se vio interrumpido por un estruendo que llegaba de la habitación que había a su derecha.
-żSe puede saber…?
No pudo terminar la pregunta porque Holly había enredado los dedos en su pelo para buscar sus labios en un beso profundo, hambriento, que hizo que Zach se olvidara del estruendo, de los diamantes y del robo.
Sólo existía ella.



***



Estar entre los brazos de Zach por primera vez en ocho ańos habría sido suficiente para hacer que Holly se olvidase de todo. De todo salvo del fiambre que había en el suelo del salón, claro.
Aunque le había plantado un beso en los sorprendidos labios sólo para evitar que entrase en la habitación y descubriera el cadáver, se dio cuenta enseguida de que le gustaba. Sí, le gustaba muchísimo.
La curva de sus labios se acoplaba perfectamente a los suyos y, olvidando por un momento la razón para aquel beso, Holly abrió la boca un poquito más, invitándolo a besarla más a fondo. Y él aceptó la invitacion con un roce de su lengua.
Dejando escapar un gemido, Holly inclinó la cabeza como pidiendo más… y Zach no la defraudó. Siempre había besado de maravilla, pero podía reconocer la experiencia del hombre adulto ahora que ya no era una tonta virgen decidida a conservar su himen intacto.
Cuando salía con Zach, su madre iba por el tercer matrimonio y el sexto jardinero -sospechosamente musculoso- mientras su padre acababa de comprometerse con su embarazada secretaria. El sexo le parecía algo frío y desagradable y estaba decidida a no ser otra rama en su árbol genealógico de la infidelidad. Por supuesto, cuando se hizo mayor se dio cuenta de que el problema no era el sexo en sí, sino el egoísmo de sus padres. Pero para entonces Zach ya estaba fuera de su vida.
Holly se arrepentía de algunas cosas, pero no solía pensar en ellas. Sin embargo, la apenaba que su primer amante no hubiera sido Zach, el único chico al que había querido de verdad, sino un compańero al que había conocido cuando ingresó en la universidad de Carolina del Norte.
Si hubiera perdido su virginidad con Zach, sospechaba que el sexo le gustaría más. Y, a juzgar por aquel beso dulce, lento y profundo, mucho más.
Lo cual hizo que se preguntara… ya que Zach había vuelto a su vida de forma tan inesperada, żpodría aceptarlo ahora como no lo había hecho ocho ańos antes, cuando era una ingenua?

Capítulo 5

Zach sabía perfectamente que Holly estaba besándolo sólo para distraerlo, pero durante el primer minuto no le importó. Sabía igual que antes… dulce y cálida. Pero la última vez que estuvo entre sus brazos tenía un aire inocente…
Y ahora desprendía sensualidad.
Se derretía sobre su pecho, devolviéndole las caricias, suspiros de placer emergiendo de su garganta. El cuerpo de Zach reaccionó de forma contundente y ella debió darse cuenta porque se puso de puntillas para frotarse contra la dura erección, temblando. Él bajó la manos apara agarrar la curva de su trasero, levantándola, apretándola descaradamente contra su cuerpo.
-Oh, sí, sí… -susurró Holly sobre sus labios.
Zach no sabía qué lo excitaba mas, tocarla o ese sensual tono de voz. Sabía por experiencia que respondía de manera increíble a sus caricias, que podía llevarla al orgasmo con los dedos.
Y le encantaría hacerlo, ahora sabiendo que no tendrían que parar; nada de trabajos manuales en el asiento trasero de su Chevy antes de volver, frustrados los dos, a casa. La haría llegar al orgasmo y luego buscaría algún sitio blando para hacer lo que había querido hacer durante aquellas largas y frustrantes noches de adolescencia.
Pero otro porrazo logró atravesar sus lascivas neuronas y, por fin, la soltó y dio un paso atrás, hacia la realidad y el presente, hacia la posibilidad de que en aquella habitación estuviera ocurriendo algo terrible.
-Holly, dime qué está pasando -le ordenó.
-No lo sé. Supongo que han sido muchos ańos y quería saber si…
No era eso lo que estaba preguntando, pero Zach sabía a qué se refería. También él se estaba haciendo preguntas. Se preguntaba por qué Holly no le había dado una oportunidad de explicar lo que había pasado cuando lo encontró tumbado al lado de su antigua novia. Llevaban dos ańos saliendo juntos y, sin embargo, ella quiso creer que la había engańado después de haberle dicho que no demasiadas veces.
Él había querido contarle la verdad, pero estaba tan furioso, tan ofendido porque Holly ni siquiera se había molestado en darle una oportunidad… y antes de que pudiera calmarse, ella se marchó de Wheaton. Para no volver.
-No ha significado nada -insistió Holly.
Antes de que Zach pudiera refutárselo, la morena que había abierto la puerta asomó la cabeza en el vestíbulo. Abrió los ojos como platos al verlos y Zach imaginó que la tensión sexual que había entre Holly y él debía ser evidente. Y si bajaba la mirada unos centímetros desde luego vería lo que estaba pasando. No sabía cómo la cremallera de los vaqueros era capaz de soportar la presión.
La chica sonrió.
-Ah, lo siento. No quería interrumpir.
-No estás interrumpiendo nada -respondió Holly-. Sólo iba a enseńarle a Zach… al seńor Weldon, la casa.
-Perfecto -dijo él, observando el brillo burlón en los ojos de la chica. Pero como no estaba convencido de que allí no pasara nada, dio un paso hacia la puerta-. Empezaremos por aquí.
Oyó a Holly contener un grito, pero siguió adelante. Y cuando entró en la habitación, miro rápidamente alrededor…
Era una sala enorme que posiblemente había sido un salón de baile en su época. Los muebles, muy elegantes, estaban colocados creando zonas de conversación y todo estaba decorado para las navidades. En una esquina había un enorme abeto con algunas tiras de espumillón…
Aquel debía ser. Zach miró el árbol, preguntándose qué secretos habría en su interior. żPor qué lo querría un ladrón de joyas tan desesperadamente? żSeguiría escondiendo algo entre sus ramas?
-Buenos días -lo saludó una anciana a la que Zach reconoció como la abuela de Holly, sentada frente a un escritorio con un bote de pegamento en las manos.
Por encima del respaldo de un alto sofá vio una cabeza medio calva y un par de ojos brillantes. El abuelo de Holly se había vuelto para saludarlo.
-Hola.
-Hola, seńor Cavanaugh… seńora Cavanaugh -murmuró Zach.
-Estamos sentados aquí, viendo cómo Reggie hace todo el trabajo. Estos viejos huesos ya no pueden subirse a una escalera -explicó el anciano-. Incluso colocar las bolas es demasiado para… aquí, mi amigo Ernie. El pobre está echándose una siesta.
Zach no había visto la cabeza de otro hombre, apenas visible tras el alto respaldo del sofá. Debía ser muy bajito…
-Me acuerdo de ti -los interrumpió su mujer-. Tú eres Zach. Antes vivías aquí y eras amigo de Holly.
żAmigos? Sí, seguramente lo habían sido. Y mucho más.
-Sí, hace mucho tiempo.
-Qué bien. Bueno, Holly, enséńale la casa -sonrió la seńora Cavanaugh mientras pegaba unos adornos de cristal-. Cuando volváis, seguro que Reggie habrá terminado con el árbol -ańadió, mirando a Zach-. Esta mańana hemos tenido un pequeńo desastre por culpa del abeto, pero estamos haciendo lo posible por solucionarlo.
Un pequeńo desastre por culpa del abeto. Eso explicaba que Holly hubiera intentado evitar que entrase en el salón. Pero no lo explicaba todo.
No explicaba, por ejemplo, por qué Holly Cavanaugh se había quedado tan pálida como si acabase de ver un fantasma.

Capítulo 6

Su abuelo estaba sentado al lado de un cadáver.
Holly miró la escena que tenía lugar en el salón, horrorizada. Cuando salió de allí veinte minutos antes, había un hombre bajito y delgado -y muerto- tumbado en el suelo. Ahora ese hombre estaba sentado en el sofá, al lado de su abuelo.
Con una caja de bolas de Navidad sobre las rodillas.
“Ay, abuelo, żqué estás haciendo?”.
Como si se hubiera dado cuenta del susto de Holly, su abuela se levantó.
-Holly, carińo, no tiene sentido intentar esconderle el problema a tu amigo, aunque trabaje en televisión -vestida con una de sus típicas batas de seda, la abuela tenía un aspecto elegante y sereno. Nadie la imaginaría capaz de jugar al escondite con un cadáver.
Ella, sin embargo, la conocía bien. Como conocía a su abuelo. Los dos eran la pareja de octogenarios más engańosa de Illinois.
-żEn televisión? -Zach parecía confuso, probablemente porque notaba el pánico en la habitación. Aunque el pánico emanase sólo de Holly.
-No puedo explicarte la alegría que sentimos al saber que habíais decidido hacer un reportaje sobre el hotel. Mi nieta ha trabajado tanto para que esto saliera adelante… -Nana parecía tan contenta como una nińa en un concurso. Una nińa secretamente sedienta de sangre-. Debes ir con Holly, que te lo enseńe todo, de arriba abajo.
El brillo en los ojos de la anciana, y lo sugerente de sus palabras, dejaba claro que su abuela se había dado cuenta de que entre Zach y ella había cierta… mucha tensión sexual. Sí, claro, Holly había vivido con su padre, pero en la época del instituto su abuela era la única persona a la que podía confiarle sus cosas. Sólo con ver el rubor de sus mejillas seguramente intuía que habían estado comiéndose la cara unos minutos antes. Y seguía temblando porque deseaba más. Lo deseaba de arriba abajo y quería entregarse de la misma forma.
Pero eso no estaría bien. Nada bien.
Si tenía que elegir entre lidiar con un cadáver o lidiar con su sorprendente debilidad por el hombre que le había roto el corazón ocho ańos atrás, elegía el fiambre. Aunque se preguntaba cómo sería dejarse llevar por el deseo que sentía por Zach, sabía que eso era imposible. Acostarse con él una vez no haría desaparecer la tentación. No, como una nińa hurgando en la lata de las galletas, eso sólo aumentaría su apetito.
Y, desgraciadamente, a juzgar por el brillo burlón de sus ojos, el puńetero lo sabía.


***


Zach empezó a sumar dos y dos.
Los comentarios de Holly cuando llegó sobre “el equipo” y lo que su abuela había dicho sobre el programa de televisión explicaban tan extrańa reacción ante su llegada. Creían que había ido a hacer un reportaje sobre el hotel.
Los portazos, el extrańo recibimiento… todo tenía que ver con un programa de televisión y no con él, su pasado o su relación con Holly.
Y, con un poco de suerte, tampoco tendría nada que ver con el ladrón de joyas.
-Muy bien, te enseńaré la casa -murmuró Holly, que no parecía precisamente encantada-. żCrees que os habréis encargado de… todo, digamos en una hora, abuela?
La anciana hizo un gesto con la mano.
-Pues claro que sí. Todo estará perfectamente organizado… especialmente ese árbol. Ni un pelo… quiero decir ni una rama fuera de su sitio.
-Estupendo -Holly se volvió para salir del salón y cerró la puerta en cuanto Zach se reunió con ella-. Bueno, vamos a terminar con esto de una vez.
-Creo que deberíamos hablar…
Ella levantó una mano.
-No, no quiero hablar de eso. Ha sido un beso tonto y siento que haya ocurrido.
Zach no lo sentía, pero estaba seguro de que Holly no querría escucharlo.
-Tengo que lidiar contigo como una profesional ya que el reportaje sobre el hotel es importante para nosotros. Pero, además de eso, no tenemos nada que decirnos.
-żSigues enfadada conmigo por una tontería que ocurrió cuando éramos adolescentes?
Zach no podía creerlo, especialmente porque no había ocurrido lo que Holly creyó que había ocurrido.
-No, claro que no. Eso fue hace mucho tiempo. Tú estás aquí para hacer un trabajo y yo estoy aquí para convencerte de que este hotel merece la atención del público. Nada más.
Estaba equivocada, pero Zach sospechaba que si supiera que él no iba a hacer un reportaje sobre el hotel usaría ese mismo tono helado para decirle que se fuera a tomar viento.
Y quizá sería lo más inteligente. Pero había dos razones por las que no iba a hacerlo. La primera, que había un delincuente merodeando por ahí en busca de algo que tenía Holly.
Y la segunda… que no podía alejarse de ella después de aquel beso.

Capítulo 7

Durante casi una hora, Holly llevó a Zach por todo el Hollyberry Inn, observando críticamente cada habitación, rezando para que no se fijara en los detalles pequeńos y sí en la joya que iba a ser expuesta ante el mundo entero… antes de que el banco los desahuciara, dejándolos en la calle.
La importancia de ese reportaje era lo único que podía hacerle olvidar la proximidad de Zach… la realidad de que estaba, de nuevo, a solas con el hombre que le había hecho conocer las zonas corporales más interesantes. Y de no ser por su pequeńo problema, sería muy fácil recordar las travesuras que habían hecho en el asiento trasero de ese Chevy durante sus noches adolescentes. Zach y ella habían ido de la mano hacia un precipicio sexual, pero cuando ella se negó a saltar, Zach decidió acostarse con la primera que se encontró.
Ese recuerdo la ayudó a mantener los hombros rectos y la actitud distante. Bueno, eso y saber que sus abuelos y su criada estaban abajo, intentando esconder el cadáver que había salido del árbol de Navidad.
-Te has esmerado mucho con las reformas. Y se nota.
-Gracias.
-żCuánto tiempo lleva siendo un hotel?
Por fin estaban hablando del asunto.
-Abrimos hace dos meses, después de seis meses de reformas.
-Entonces llevas casi un ańo en Illinois. Debo admitir, Hol, que considerando las ganas que tenías de marcharte a Carolina del Norte eso me sorprende.
Él era la razón por la que se había marchado a Carolina del Norte. Cuando se dio cuenta de que no tenía nada por lo que quedarse allí, tomó la decisión de irse a vivir con su frívola madre en lugar de terminar sus estudios en Wheaton.
Pero como no le gustaba que Zach la pusiera tan nerviosa, Holly levantó una mano para apartarse el pelo, escondiendo la cara al mismo tiempo.
-Mi abuelo estaba enfermo y no podía encargarse de las reformas.
No ańadió que habían tenido que reparar el tejado, cambiar las cańerías, la instalación eléctrica. O que la única forma de hacer todo eso hubiera sido pidiendo un préstamo al banco… que Holly pensaba devolver con los beneficios que diera el hotel una vez estuviera en marcha y funcionando.
Pero estaba en marcha. Estaba funcionando. Desgraciadamente, nadie parecía darse cuenta.
Pero lo harían.
-Entonces żaquí sólo viven tus abuelos, Reggie y tú?
-Y Manny, el hombre que se encarga del mantenimiento.
-Además de ellos, żestás aquí completamente sola, tan alejada de la ciudad? -preguntó Zach, con el ceńo fruncido.
-Tenemos clientes -contestó ella, ofendida. No le había gustado nada que le recordase que el hotel estaba vacío y esperaba que no dijera eso en el programa.
-żAh, sí?
-Es que la mayoría de la gente hace sus planes de vacaciones con mucha antelación y nosotros no pudimos abrir hasta finales del mes de octubre.
Zach se detuvo en medio de la escalera.
-No quería decir… Holly, lo que quiero decir es que esta casa está muy alejada de todo. żQué harías en caso de emergencia?
żEstaba preocupado por ella? Pensar eso hizo que sintiera un calorcito… pero lo disimuló, agarrándose a la barandilla para no tocarse el pelo otra vez.
-No digas bobadas. żQué podría pasar aquí?
Pues… cadáveres que salían de los árboles de Navidad, por ejemplo. Eso, sin embargo, tenía que ser un macabro accidente. Como había sugerido Reggie, el tipo debía estar jugando con la máquina que ponía las abrazaderas y se había quedado enganchado.
Cómo había terminado dentro del árbol, Holly no tenía ni idea. Y no estaba dispuesta a seguir pensando en ello. Que lo averiguase la policía… cuando los llamase.
Lo haría. Pronto. Y, con un poco de suerte, no iría a la cárcel por esperar dos horas para informar sobre el incidente. O por mover el cadáver.
-żEse es Manny? -preguntó Zach-. żEs alcohólico o algo así?
Holly siguió la dirección de su mirada. Estaba tan sorprendida por su inesperada preocupación que no se había dado cuenta de que la puerta del salón estaba abierta. Ni de que tres personas acababan de salir por ella. El trío formaba una extrańa procesión mientras se dirigían al pasillo que llevaba a la cocina…
Holly sólo pudo sacudir la cabeza, incrédula, mientras los veía desaparecer tras una puerta abatible. Porque no era difícil reconocerlos: uno era su abuelo, la otra Reggie.
Y el tercero, cuyos pies no se movían, era el muerto.

Capítulo 8

-żQué están haciendo? -murmuró, observando a su criada, su abuelo y el hombre muerto desaparecer por el pasillo.
-Parece que están ayudando al amigo de tu abuelo.
Zach no sabía por qué Holly encontraba eso tan sorprendente. En realidad, lo único que sabía con seguridad después de haber visto la casa era esto: Holly necesitaba desesperadamente que el hotel funcionase. Pero se había puesto tan pálida que parecía que se hubiera echado polvos de talco. Y no paraba de levantar las manos para tocarse el pelo… una nerviosa costumbre que, evidentemente, no había dejado atrás. Y estaba seguro de que su mal humor no tenía nada que ver con él.
Una pena. Porque su tensión se debía enteramente a ella. A su proximidad y al dulce aroma de su pelo. No podía dejar de pensar en lo cálida que era apretada contra su pecho, en el sabor de sus labios, en el roce de su piel…
Cada pensamiento estaba ensombrecido por recuerdos del pasado. Zach recordaba cómo lo había dejado sin aliento con su sonrisa aquel primer día, cómo se le rompía el corazón por ella cuando la veía lidiar con los problemas de sus padres... Zach había querido cuidar de ella, hacerla feliz. Y a Holly le pasaba lo mismo. Ella era la única persona que podía consolarlo cuando su padre murió repentinamente durante su primer ańo de universidad.
Holly lo había hecho creer en los finales felices de los que las chicas hablaban sin parar y de los que los chicos se reían siempre. A los diecinueve ańos, ella lo había hecho creer en eso.
Nadie más lo había conseguido. Ni antes ni después.
-Holly -musitó, inclinándose hacia ella-. Esto… nosotros…
Zach no terminó la frase porque no sabía cómo terminarla. Llevaba a su lado menos de una hora y ya estaba deseando tocarla. Claro que eso no era tan sorprendente. No había habido un solo momento en los últimos ocho ańos, desde que rompieron, que no la hubiera deseado.
Nunca imaginó que tendría otra oportunidad de tocar la seda de su piel… hasta aquel día, cuando llamó a la puerta de una vieja mansión convertida en hotel.
-Yo… en fin… creo que eso es todo -murmuró Holly-. Deberías haber visto lo suficiente como para decirle a tu equipo lo que debe grabar.
Aquel programa de televisión debía ser fundamental para ella… de modo que se cabrearía muchísimo cuando supiera que no estaba allí para eso.
Pero no tanto como se enfadaría él si dejaba que algo malo le ocurriese. Si un delincuente desesperado que había matado a un guardia de seguridad para escapar de la policía pensaba que Holly se interponía en su camino, no dudaría en hacerle dańo. Pero Zach no pensaba dejar que eso ocurriera.
De modo que no le dijo quién era en realidad. Aún no. Cuando llegase el equipo de televisión y hubiera mucha gente alrededor, desaparecería discretamente para llamar a Mark Santori, su amigo el detective de Chicago, para hablarle de la posible presencia de Fred Kipling en Wheaton. E intentaría averiguar si sabía algo sobre su socio, Leo “Teenie” Meaney. Porque si Kipling estaba allí, żdónde estaba Teenie? żY qué habría en el árbol de Holly que pudiera ser tan importante?
Sólo había una manera de averiguarlo.
-A lo mejor ya han terminado con el árbol.
-Eso espero. Esta mańana, cuando me di cuenta de que el primero había quedado destrozado, no me lo podía creer.
-żQué pasó? -preguntó Zach cuando llegaban al primer piso y giraban para entrar en el salón.
-La única esquina lo bastante grande para colocar el árbol está frente a un radiador que normalmente tenemos apagado. Pero, aparentemente, a mi abuelo se le olvidó y lo dejó toda la noche encendido. Cuando bajé esta mańana el pobre árbol estaba seco.
-żAsí que compraste uno nuevo?
Holly asintió mientras se detenían frente al nuevo árbol, que había quedado precioso.
-Reggie se quedó para quitarle los adornos mientras yo iba corriendo al almacén a comprar el más grande que pudiese encontrar.
Zach miró el espumillón, las bolas rojas y doradas y los adornos de cristal que reflejaban las luces de la lámpara.
-Pues tuviste suerte de encontrar uno tan grande ahora que sólo falta una semana para Navidad.
-Ni siquiera me paré a mirar. Le pregunté al dueńo si tenía alguno recién cortado que midiese dos metros y le pagué en efectivo en cuanto me dijo que sí -Holly bajó la voz mientras alargaba la mano para colocar un angelito-. No pasa nada -ańadió, como para sí misma-. Todo va a salir bien. Sólo faltan un par de horas más para que todo se solucione.
Zach notó la desesperación en su voz y eso lo inquietó.
-Las cosas han ido mal en el hotel, żverdad?
Cuando abrió la boca intuyó que iba a negarlo con vehemencia, pero debió pensarlo mejor porque, al fin, admitió:
-Sí, la verdad es que sí. El reportaje que vas a hacer es nuestra última oportunidad para que este hotel funcione. Si no, podríamos perder la casa de mi abuelo.
El cansancio que notaba en ella, sus hombros caídos y el tono fatalista golpearon a Zach con más fuerza que dos toneladas de culpabilidad. De repente, se dio cuenta de que no podía seguir engańándola. Holly merecía saber la verdad. Y, al menos, debía prepararse para la llegada del equipo de televisión.
-Holly, tengo que decirte una cosa.
Tenía las palabras en la punta de la lengua, pero antes de que pudiera pronunciarlas un ruido los interrumpió. Llegaba de una habitación cercana.
Y sonaba como un alarido.

Capítulo 9

Holly no vaciló. En cuanto oyó el grito de su abuela salió corriendo, con Zach pisándole los talones.
Sólo cuando llegaron a la puerta de la cocina se dio cuenta de por qué había gritado su abuela. Debía tener algo que ver con el hombre que había salido del árbol de Navidad. El hombre del que Zach Weldon, el periodista, no debía saber nada.
-Creo que deberías esperar aquí -le dijo.
Una expresión incrédula fue la única respuesta a tal sugerencia y, sin saber cómo detenerlo, Holly abrió la puerta unos centímetros…
Zach, sin embargo, no parecía tener deseos de esperar porque la apartó a un lado y entró en la cocina mirando con recelo a todas partes.
Afortunadamente, el cadáver no estaba sobre la mesa o escondido bajo el fregadero. No se le veía por ningún lado.
-żTodo bien? -preguntó Holly.
-Pues claro que sí -contestó su abuelo, intentando disimular una sonrisa. Por supuesto, a él todo aquello le parecía divertidísimo. Dado su pasado como médico en el ejército y el de su abuela como enfermera, eran seguramente las dos personas a las que menos miedo podía darles un cadáver flotando por el hotel.
Además, su película favorita era Un cadáver revoltoso, seguida de cerca por La noche de los muertos vivientes.
No tenía la menor duda de que lo estaban pasando bomba. Aunque ella estaba a punto de desmayarse.
Sus abuelos estaban sentados frente a la mesa de la cocina, tomando un té, completamente imperturbables. Frente al fregadero, lavando una cacerola, estaba Regina.
-żQuién ha gritado? -preguntó Zach.
-żGritar? żDe qué está hablando? -Regina no era precisamente una gran actriz. Afortunadamente, sus ojos pintados de negro parecían muy pequeńos desde el otro lado de la cocina y, con un poco de suerte, Zach no vería que se movían frenéticamente de lado a lado, como si estuviera buscando la salida más próxima para salir huyendo.
-Alguien ha gritado -insistió él.
Su abuela se aclaró la garganta, sonriendo tímidamente. O lo más parecido a tímidamente que su abuela podía hacer algo.
-Me temo que yo he podido… levantar un poquito la voz.
Levantar un poquito la voz. Sí, seguro.
-Es que me llevé un susto al abrir la puerta de la despensa -la mujer miró a Holly con gesto de advertencia-. Había un ratón enorme ahí dentro.
Oh, no, no, no. Habían metido al fiambre en la despensa. Ahora mismo había un cadáver al lado del detergente y los estropajos, respirando el olor a lejía.
“Los muertos no respiran, boba”.
Estaba perdiendo la cabeza, se dijo.
Afortunadamente, usaban la vieja despensa sólo para guardar los productos de limpieza. Si hubiese habido alimentos allí, Holly habría tenido que tirarlos a la basura. Y la esperaría una enorme factura en el mercado.
La expresión de su abuela era tan angelical, la clásica gran dama de las novelas. Cualquiera se tragaría esa delicada sonrisa, esa amable expresión.
Cualquiera salvo Zach Weldon.
Porque el hombre que ya había demostrado su buena intuición al percatarse de que Holly seguía interesada en él, sabía que allí olía a chamusquina. Y, después de sostener durante unos segundos la mirada de la anciana, de repente se dio la vuelta y se dirigió a la despensa.
-ˇNo! -gritaron cuatro voces a la vez.
Pero, sin hacerles caso, Zach puso la mano en el picaporte y abrió la puerta.

Capítulo 10

Algo muy extrańo estaba ocurriendo en aquel hotel, pero Zach había rechazado la idea de que un peligroso criminal estuviese merodeando por allí, esperando recuperar lo que hubiera escondido en el árbol de Navidad que Holly había comprado esa mańana. De modo que, cuando abrió la puerta de la despensa, no esperaba encontrarse con uno.
Pero estaba muy equivocado.
-ˇDios mío! -exclamó, reconociendo inmediatamente al hombre por las fotos que habían salido recientemente en los periódicos.
Si hubiera sabido que iba a tener que enfrentarse cara a cara con un peligroso ladrón de joyas, al menos habría tomado algo que pudiera servirle como arma. Afortunadamente, el tipo de la despensa, que tenía que ser Leo “Teenie” Meany, no parecía armado o particularmente peligroso.
De hecho, no parecía particularmente…
-ˇJoder! ˇEstá muerto!
-Puedo explicártelo -empezó a decir Holly, mientras intentaba cerrar la puerta.
Zach no podía apartar los ojos del cadáver. Estaba en el suelo, colocado ordenadamente entre los cubos y los botes de cera para el suelo.
-Entonces, vinieron aquí a buscar el árbol -murmuró, atónito.
Holly inclinó a un lado la cabeza, confusa.
-żQué?
Sacudiendo la cabeza para apartar de sí la imagen del bajito delincuente muerto, Zach por fin pudo mirarla. Estaba muy pálida y al ver sus labios temblorosos algo se le encogió por dentro.
Reaccionó de forma instintiva, apretándola contra su corazón. Ella vaciló durante un breve instante, pero después apoyó la cabeza en su pecho, dejando que la consolase.
Zach sospechaba, como cuando salían juntos, que Holly Cavanaugh raras veces había tenido alguien en quien apoyarse.
-żQué ha pasado? -murmuró, acariciando su pelo-. żTuviste que… defenderte?
Esa idea hacía que se pusiera enfermo de rabia, pero mantuvo la calma porque sabía que alguien tenía que hacerlo en aquella casa de locos.
Por fin se había dado cuenta del vodevil que habían montado. Ahora sabía quién estaba sentado en el sofá al lado del abuelo de Holly cuando entró en el salón. Y a quién sujetaban el abuelo y la criada mientras iban a la cocina.
Habían estado jugando al escondite con un cadáver desde que él puso el pie en aquella casa.
-No, no ha sido nada de eso -contestó Holly por fin, pasándose una mano por la cara-. Estaba muerto cuando llegó aquí.
Mmmm… żAhora se enviaban cadáveres por correo?
Holly se lo explicó, apartándose de la despensa mientras lo hacía, como si no pudiera soportar ver al muerto. Cuando Zach supo que Leo Meany había caído del enorme abeto como una especie de sorpresa macabra de Pesadilla antes de Navidad, no sabía si reír o llorar.
Pero una cosa quedó clara de inmediato: Kipling, el socio de Meaney, no había ido al almacén de árboles buscando los diamantes que habían robado juntos. Había vuelto a buscar al socio al que, evidentemente, había asesinado.
-żPor qué no llamaste a la policía inmediatamente?
Holly, cansada y confusa después de contarle todo lo que había ocurrido esa mańana, se mordió los labios.
-Iba a hacerlo. Después de que tú y tu equipo grabaseis el reportaje sobre el hotel.
Luego levantó la barbilla casi de manera desafiante, como retándolo a criticarla. Mirando a sus abuelos, los dos observando con cierta ansiedad la escena, Zach recordó lo que aquella familia se estaba jugando. Por lo que Holly le había contado, si no conseguían publicidad, de la buena, no de la que incluía cadáveres misteriosos, podrían perder una casa que les había pertenecido durante ańos. La casa en la que el abuelo de Holly había vivido durante toda su vida.
Era un serio problema. Muy serio.
Él entendía suficiente de leyes como para saber que deberían llamar a la policía inmediatamente, en aquel mismo instante.
Pero, żpodía hacerle eso a los abuelos de Holly? żA ella?

Capítulo 11

-Muy bien, os ayudaré -dijo Zach Weldon-. Pero sólo hasta que se marche el equipo de televisión. Luego llamaremos a la policía inmediatamente.
Holly no podía creerlo. Estaba convencida de que saldría huyendo de allí en cuanto supiera que estaban escondiendo un cadáver. Y aunque le había parecido que estaba a punto de hacerlo, ahora Zach se ofrecía a hacer una locura, algo ilegal incluso.
Iba a ayudarla.
-żLo dices en serio?
-Seguramente lo lamentaré -admitió Zach-. Pero sí, lo digo en serio.
El chico de primer ańo de universidad que le había robado el corazón probablemente habría hecho lo que quería hacer: llamar a la policía, perjudicase a quien perjudicase. Eso había hecho la noche que rompieron: acostarse con la primera fresca que encontró disponible.
Pero Holly se daba cuenta de que éste Zach era diferente. Su cálida y comprensiva expresión cuando miró a sus abuelos le dijo cuánto había cambiado. Era un chico guapo y encantador cuando se enamoró de él.
Ahora era un hombre increíblemente sexy, apuesto y comprensivo que estaba dispuesto a… en fin, saltarse un poco las leyes para ayudarla.
La inesperada amabilidad de Zach no sólo consiguió que se derritiera un poco… no, hizo que las brasas del deseo explotasen hasta que Holly se sentía prácticamente envuelta en llamas.
Lo había deseado desde el momento que apareció en su puerta.
Ahora sabía que iba a hacerlo suyo.
-Gracias, Zach -incapaz de resistirse, Holly levantó los brazos para rodear sus anchos hombros y se apretó contra él, agradecida, con intención de darle un rápido abrazo. Aunque no fue exactamente rápido porque Zach deslizó las manos hasta sus caderas y, durante un momento, Holly se olvidó del cadáver en la despensa.
El abrazo que le había ofrecido al descubrir el cadáver había sido de consuelo y preocupación. Aquel era diferente. Aunque para los demás podía parecer estrictamente gratitud, tanto Zach como ella sabían que era otra cosa. Él tenía que sentir los furiosos latidos de su corazón, tenía que saber que no sólo le estaba agradecida sino que se sentía atraída por él. Como siempre.
Y, a juzgar por el bulto que estaba rozando sus muslos, a Zach le pasaba lo mismo.
Cuando su abuelo se aclaró la garganta, Holly por fin recordó que no estaban solos. Soltó a Zach, pero no se apartó. Sencillamente se dio la vuelta, colocándose delante para que los demás no pudieran verlo.
Considerando que el hombre tenía una erección por su culpa y que su abuela tenía ojos de halcón, era lo mínimo que podía hacer.



***



Con Holly entre sus brazos, las suaves curvas de su cuerpo apretadas contra el suyo, Zach casi había estado a punto de olvidar que no estaban solos. Su pene desde luego lo había olvidado. Su cerebro, sin embargo, había empezado a despertar, notando que el cuerpo de Holly era la única barrera visible entre la bragueta de su pantalón y los demás.
-Muy bien, podemos hacerlo -dijo Holly con voz temblorosa.
-Pero nadie debe volver a tocar el cadáver -pasándose una mano por el pelo, Zach ańadió-: ˇQuien sabe qué pruebas habréis destruido…!
Ella se volvió, nerviosa.
-żPruebas?
-Sí, pruebas. La policía tendrá que buscar pruebas para resolver el crimen.
Su gemido de angustia le dijo que no había pensado en ello.
-żQué? żCreías que le había dado un infarto y se había caído dentro de un abeto?
Ella se puso colorada.
-No exactamente. Pensábamos que habría sido algo así como un…
-Un accidente laboral -terminó la criada por ella.
Un accidente laboral. Sí, claro. Dada la identidad de la víctima, el único accidente laboral que podía tener era que lo disparase la policía durante un atraco.
Pero Holly y su familia no podían saber eso. Así que había llegado el momento de revelar quién era el hombre que estaba muerto en el suelo de la despensa y por qué estaba allí él. Y quién podría estar buscando al fiambre.
Y había otra cuestión que debían aclarar cuanto antes. Holly seguía pensando que trabajaba para un programa de televisión que iba a hacer un reportaje sobre el hotel. Sólo esperaba que entendiese por qué no la había sacado de su error inmediatamente.
-Holly, tengo que decirte una cosa.

Capítulo 12

El tono de Zach le dijo que no iba a gustarle nada lo que tenía que decirle. Bueno, en realidad aquel día no estaba resultando muy agradable precisamente. Desde por la mańana había pasado del nerviosismo a la preocupación y luego al horror.
Y cuando Zach la había tomado entre sus brazos, al deseo más ardiente.
Pero no podía decirle nada peor que lo que ella le había contado… que estaban escondiendo un cadáver en la despensa.
-No soy quien tú crees que soy.
-Estuvimos saliendo juntos mucho tiempo -suspiró Holly-. Creo que te reconocería si fueras un impostor… aunque no nos hayamos visto en ocho ańos.
Y, a juzgar por la reacción de su cuerpo cuando estaba con él, seguro que seguiría reconociéndolo después de ochenta ańos.
-Te dije que era periodista… pero no te dije que trabajo para un periódico.
Como no entendía, ella esperó a que terminase.
-Estoy escribiendo un reportaje sobre ladrones de joyas. No trabajo para un programa de viajes.
Holly lanzó una exclamación. żTodo lo que habían hecho pensando que iba a hacer un reportaje sobre el hotel había sido para nada?
Al ver su expresión, Zach levantó las manos en un gesto de defensa.
-Yo ni siquiera sabía que me tomabas por alguien que iba a hacer un reportaje sobre esta casa…
-żY cuando te diste cuenta? -lo interrumpió ella con tono helado.
-Cuando me di cuenta decidí que no me marcharía hasta que hubiese más gente por aquí. Creí que había un peligroso delincuente intentando...
-żHa dicho peligroso? -interrumpió su abuela, su tono más jovial que asustado.
Zach miró a la pareja de ancianos sentada a la mesa y a la criada frente al fregadero. Luego, finalmente, a Holly.
-El hombre que hay en la despensa es un ladrón de joyas que se llama Leo Meaney. Él y su socio, Fred Kipling, son delincuentes buscados por la policía. Yo estoy cubriendo la historia para mi periódico.
A Holly se le doblaron las rodillas y tuvo que apoyarse en la encimera.
-El propietario del almacén de abetos pilló a Kipling allí anoche y lo echó a punta de escopeta -siguió Zach-. Y yo pensé que había algo escondido en el árbol.
-Y así era -murmuró Holly-. Su cómplice.
-Exactamente. Estoy seguro de que habían quedado allí para dividir el botín, tuvieron algún desacuerdo y Kipling lo mató. Cuando el propietario del almacén apareció con una escopeta, Kipling hizo lo primero que se le ocurrió.
-Meter el cadáver de su cómplice dentro de un árbol de Navidad y ponerle una abrazadera de plástico.
-Eso es. Pero cuando descubrió que tu habías comprado el árbol debió asustarse -Zach levantó una mano para apartar un mechón de pelo de su frente y el calor de sus dedos la tranquilizó más que sus palabras-. Yo temía que viniese aquí a recuperar el botín… y que tú pudieras estar en peligro.
Oh, no. Podría haber un asesino merodeando por allí. Asustada, Holly empezó a temblar.
-No puedes hablar en serio.
Zach puso unas manos grandes, cálidas y fuertes sobre sus hombros para darle su apoyo y la miró como si estuviera haciendo una promesa. “No va a pasar nada, yo no voy a dejar que te pase nada”. Luego, soltándola, murmuró:
-Por eso no te lo conté inmediatamente.
Aunque debería enfadarse con él por engańarla, Holly no podía hacerlo. Ella, después de todo, había estado escondiéndole algo mucho más importante: un cadáver.
-żTú crees que…? -Holly miró a sus abuelos, preocupada-. Regina, deberías irte con ellos a la ciudad…
-ˇNo, de eso nada! -la interrumpió su abuelo-. Un Cavanaugh no huye nunca.
Su abuela asintió con tal fuerza que varios mechones de pelo azulado se soltaron del mońo.
Debería haberlo imaginado. Aquello dos probablemente estaban encantados con la posibilidad de darle al ladrón con una sartén en la cabeza.
-En realidad… -empezó a decir Zach-. Sospecho que el asunto no es tan peligroso como yo había pensado. Fred Kipling se arriesgaría por unos diamantes, y eso es lo que yo creía que había escondido en el árbol, pero un socio muerto cuyo cadáver debe imaginar ya ha sido descubierto… no, probablemente no vendrá a buscarlo.
Sintiéndose esperanzada por primera vez en todo el día, Holly respiró profundamente.
-żDe verdad lo crees?
-Sí, de verdad. Cuando Kipling volvió al almacén y supo que el árbol había desaparecido salió pitando. Seguro que ahora está en otro estado.
Holly esperaba que fuera así. Especialmente porque justo en aquel momento alguien llamó a la puerta. Todos se miraron, asustados, pero un rápido vistazo a la ventana les confirmó que era el equipo de televisión.
Perfecto. Por fin habían llegado los del programa.

Capítulo 13

Durante una hora Zach mantuvo su promesa. Guardó el secreto de Holly, el cadáver en la despensa, mientras el equipo del programa Escapadas de fin de semana grababa el hotel.
Esperaba que Holly no hubiera exagerado la importancia de aquel reportaje. Porque el instinto le decía que debería haber llamado a su amigo, el detective Mark Santori. Y podía imaginar el tono de la conversación… al fin y al cabo, un criminal muerto no caía de un árbol todos los días.
-No le habrás dicho a nadie que no eres un cliente, żverdad? -le preguntó la abuela de Holly cuando entró en la cocina. Estaba sola, reparando más adornos de cristal.
Zach se había dejado convencer por Holly para hacer el papel de cliente frente a las cámaras. En realidad, era sólo una pequeńa exageración… porque no pensaba marcharse de allí hasta que estuviera seguro de que había pasado el peligro. Y hasta que la hubiese ayudado a solucionar el lío con la policía por no llamarlos inmediatamente.
Y hasta que hubiera descubierto si lo que sentía por ella era correspondido.
Había sabido desde el momento que la vio en la puerta que seguía deseándola. Había sabido desde que ella lo besó que Holly lo deseaba también.
Pero hasta aquel momento en la cocina, cuando se derritió sobre su pecho, no se había dado cuenta de que seguía sintiendo algo que era mucho más que deseo físico.
żPero sentiría ella lo mismo?
-Es un asco que no tengamos ningún cliente. Podrían estar charlando por ahí.
A pesar de la incongruente expresión “es un asco” en boca de tan elegante anciana, Zach no podía estar mas de acuerdo.
-O al menos tumbados en las camas, para que las habitaciones pareciesen ocupadas.
La abuela de Holly había dicho esta última frase con una expresión que a Zach no le gustó nada… como si tuviera algo escondido en la manga.
-żSe puede saber qué está tramando?
-żYo? Nada, nada. Tú ve a dar una vuelta por ahí, haz el papel de cliente satisfecho. Leer un libro frente a la chimenea del estudio daría un toque de clase.
Estaba intentando librarse de él otra vez. Zach no había querido apartarse mucho del cadáver para asegurarse de que nadie abriese la despensa por error… y para que nadie tocase al muerto otra vez. Pero se había dejado convencer para hablar un momento con la reportera, una simpática rubia llamada Candy, dejando a los abuelos de Holly solos en la cocina. Y ahora el abuelo había desaparecido y Nana tenía el mismo aspecto inocente que uno de los criminales.
A Zach empezaron a sudarle las manos.
-żQué ha hecho, seńora Cavanaugh?
La anciana, sin dejar de hacer lo que estaba haciendo, se encogió de hombros.
Él miró hacia la despensa. Pero ya sabía antes de abrir la puerta que estaría vacía.
Efectivamente, allí no estaba el cadáver de Leo Meaney.



***



No sabía cómo, pero Holly consiguió no gritar cuando salió al porche acristalado y descubrió que tenía un inesperado ocupante. Se tragó el grito, preguntándose cómo un ladrón muerto, visto por última vez en la despensa, había llegado hasta allí.
En una tumbona, cubierto por una manta, los ojos tras unas gafas de sol, parecía un cliente satisfecho disfrutando de una siesta… mientras nadie notase lo tieso que estaba o que su piel tenía un ligero tono azul grisáceo.
-Ay, verás… -murmuró, tomando a la alegre reportera, Candy, del brazo-. Es un cliente… y está durmiendo. Está… bueno, ha estado enfermo y no debemos molestarlo.
-żAh, sí? Me había parecido verlo durmiendo en una de las habitaciones de arriba. Se mueve muy rápido para estar enfermo.
Oh, no, eso debía haber ocurrido cuando ella estaba posando para unas fotografías en el vestíbulo. Candy se había movido sola por la casa… y sus abuelos, evidentemente, habían estado… redecorando el hotel por su cuenta.
-Tiene un aspecto tan plácido, quizá deberíamos grabarlo…
-ˇNo! -gritó Zach, que las había seguido-. El cliente ha dicho que quería mantener… su privacidad. No le gustaría nada salir en televisión.
Candy se encogió de hombros.
-Una pena, aunque lo entiendo -sonriendo, la periodista los siguió dentro y ańadió: Bueno, creo que hemos terminado. Debo decirte que el Hollyberry Inn es una preciosidad.
-Gracias -contestó ella, halagada-. Esto significa mucho para nosotros.
Mientras acompańaba a la mujer a la puerta, Holly sólo podía pensar en lo que iba a ocurrir en cuanto la furgoneta de la cadena desapareciera. Zach había prometido ayudarla a disimular hasta después de la grabación…
Pero ahora que la grabación había terminado tenía que llamar a la policía. Y enfrentarse con lo que tuviera que enfrentarse.

Capítulo 14

-Mira, Mark, sé que estás enfadado pero te juro que Holly y su familia tenían intención de informar sobre el asunto. Sólo estaban… retrasándolo un poco.
El detective Mark Santori, de quien Zach se había hecho amigo cuando empezó a hacer reportajes sobre el mundo del crimen en Chicago, siguió mirándolo con el ceńo fruncido. Tenía esa misma expresión desde que llegó al hotel media hora antes, tras la llamada de Zach.
Zach se alegraba de que estuviera allí, no sólo porque los policías locales no tenían experiencia lidiando con asesinatos, sino porque sabía que Mark era un tipo razonable. Tan razonable como podía serlo un detective de Chicago, claro.
-żHay alguna razón en particular para que el cuerpo se moviera después de… -Mark consultó sus notas- después de que cayera del árbol de Navidad?
Zach y Holly intercambiaron una mirada y él vio la pregunta en sus ojos. żDebían entrar en detalles? żUn posible desahucio y la oportunidad de salvarse con un reportaje en un popular programa de televisión importarían a un policía enfadado?
Pero sabiendo que el policía enfadado era un hombre decente, Zach pensó: “sí”. De modo que le contó toda la historia, haciendo hincapié en la posibilidad de que los abuelos de Holly perdieran la casa que había pertenecido a su familia durante un siglo. E insistiendo en que los Cavanaugh de verdad creían que el hombre que cayó del árbol había muerto en un extrańo accidente… y jamás imaginaron que pudiera haber sido asesinado.
Suspirando pesadamente, Mark se pasó una mano por el pelo.
-Muy bien. Supongo que no es evidente para una persona normal que Meaney había muerto estrangulado -dijo, sonriendo-. Aunque de verdad me gustaría saber qué clase de ciudad es ésta si la gente se dedica a lanzarse en las máquinas que ponen abrazaderas a los árboles.
-Gracias -murmuró Holly-. De verdad siento mucho los problemas que hemos causado.
Mark sacudió la cabeza.
-Meaney y Kipling son los causantes del problema. Ustedes sólo se vieron involucrados sin darse cuenta -dijo, sonriendo-. Intentaré suavizar el asunto con el capitán… aunque los policías locales se están riendo del incidente ahora mismo. Supongo que conocen bien a la familia Cavanaugh.
Mark Santori era el tipo de hombre por el que las mujeres solían derretirse, pero Zach sabía que estaba felizmente casado y esperando su primer hijo. Mejor. Porque si existiera la menor posibilidad de que su amigo intentase tontear con Holly, tendría que darle un puńetazo.
Mark, a instancias de Zach, consiguió que la policía olvidase que los Cavanaugh habían movido el cuerpo y se concentrase en el asesinado. El propietario del almacén de árboles había verificado el extrańo interés de Fred Kipling por el árbol de Navidad de Holly y había muchas pruebas circunstanciales. Cuando encontrasen a Kipling -a él y a los diamantes- tendrían suficiente para condenarlo por todos sus delitos. Y, con un poco de suerte, cualquier prueba que se hubiera perdido por los viajes del cadáver no tendría demasiada importancia.
Con un poco de suerte.
A las 5:00 p.m. una ambulancia se había llevado el cuerpo del ladrón de joyas y todos los policías, salvo el detective Santori, se habían marchado del hotel. Después de convencerlo para que tomase un vaso de la sidra casera de la abuela con unas galletas, Zach y Holly lo acompańaron a la puerta. Aunque habían insistido en que se quedase a cenar, Mark rechazó la invitación.
-Lo siento, tengo que ir al sastre para probarme un esmoquin…
-żQué?
-Mi hermano Nick se casa dentro de un par de semanas -explicó el detective-. Además, no me gusta dejar a Noelle sola por la noche ahora que está de siete meses.
Después de darle las gracias de nuevo, lo vieron subir al coche y desaparecer por la carretera. Zach no podía dejar de pensar en cuánto había cambiado su amigo en dos ańos. Aunque antes era un solterón empedernido, ahora estaba a punto de ser padre y parecía absolutamente feliz. Y todo porque había conocido a la mujer de su vida.
Bueno, él también había conocido a la mujer de su vida. Y había sido tan tonto como para perderla, dejando que creyese, además, que era un frívolo y un mentiroso. Pero ahora que Holly Cavanaugh estaba de vuelta en su vida no pensaba cometer el mismo error.
Era hora de enfrentarse con el pasado.

Capítulo 15

Aunque el peligro había pasado, Zach no se marchó inmediatamente del hotel. Holly esperaba que se fuera porque no había ninguna razón para que se quedase allí… a menos que, como ella, estuviera preguntándose hasta dónde podía llegar su inesperada reunión.
La había querido una vez y ella lo había querido a él. Pero entonces eran demasiado inmaduros. Ella tenía diecinueve ańos y estaba decidida a no dejar que el sexo estropease la relación, esperando evitar los disgustos y las frustraciones por los que parecían pasar sus padres continuamente. Y él era un chico de casi veinte ańos cargado de hormonas que se cansó de que le dijera que no.
Pero ya no era virgen y no había una sola mujer en el planeta que pudiera decirle que no a aquel hombre.
-Qué día -suspiró su abuelo cuando terminaron de cenar.
La abuela asintió con la cabeza.
-Hora de irse a la cama, creo yo.
Sólo eran las nueve, pero desde que Reggie se marchó su abuela estaba intentando -con la sutileza que la caracterizaba- dejarlos solos. Y Holly no se molestó en protestar.
Cuando la pareja de ancianos desapareció escaleras arriba, Zach tomó su mano.
-Vamos al salón. Me gustaría ver el árbol a la luz de la chimenea.
Eso sonaba muy… romántico. Holly tragó saliva. No sabía si quería romance con Zach o… żsexo? Oh, sí, eso lo había decidido horas antes. Quería tomarlo, hacerlo suyo, saborearlo como no había podido hacerlo ocho ańos antes.
Compartiría su cuerpo, pero no quería arriesgar su corazón. Porque aunque se había quitado de la cabeza eso de que el sexo siempre causaba problemas, y desde luego ya no era una nińa inocente, seguía siendo hija de dos personas egocéntricas, egoístas y con total fobia al compromiso. Y Zach ya la había engańado una vez cuando ella pensaba que la quería.
Una tierna y dulce reunión delante del árbol de Navidad sonaba demasiado sentimental. Ella sólo quería un revolcón.
-No, mejor no.
Zach abrió mucho los ojos, sorprendido. Pero Holly no lo dejó discutir. En lugar de eso, lo agarró por la camisa, empujándolo hasta que chocó contra la nevera. Zach abrió la boca y, cuando ella se inclinó para rozar sus labios con la lengua, exigiendo que la dejase entrar… él se rindió sin un momento de vacilación. El beso se hizo más fogoso, más ardiente. Era tan excitante que Holly se preguntó cómo había podido sobrevivir durante ocho ańos sin esos labios.
Los fuertes brazos de Zach la rodearon. Cada centímetro de su cuerpo estaba apretado contra el suyo y Holly se frotó, disfrutando del calor, de la intensidad, de la fricción. Mientras seguían besándose, besos húmedos y apasionados, Holly tiraba del faldón de su camisa para sacarla de los vaqueros.
Zach la soltó sólo el tiempo suficiente para ponérselo fácil y Holly deslizó los dedos por su estómago plano. De adolescente tenía un cuerpazo, pero ahora…
Había notado antes los cambios en su cuerpo, pero hasta aquel momento, mientras lo veía quitarse la camisa, no había visto lo anchos que eran sus hombros. O que el suave torso juvenil era ahora musculoso y estaba cubierto de un fino vello oscuro. Holly, excitada, enredó los dedos en él, rozando las diminutas tetillas masculinas con las uńas.
Pero tocarlo no era suficiente, de modo que puso la boca donde antes había puesto las manos.
-Holly… -gimió él-. Dios, parece que te he deseado durante una eternidad…
-Yo también -dijo ella, buscando el cinturón. Le temblaban los dedos mientras lo desabrochaba y bajaba luego la mano hacia la bragueta, abultada por la erección.
Por ella. Todo por ella.
Estaba deseando verlo completamente desnudo. Zach y ella habían tenido intimidad en el pasado y, aunque nunca habían hecho el amor, sí habían explorado otras delicias sensuales. Ahora que había estado con otros hombres, se moría por saber si el recuerdo que tenía de él, su tamańo, su grosor, era verdadero o sólo producto del sueńo de algo que nunca pudo ser.
Pero antes de que pudiera satisfacer su curiosidad, Zach apartó sus manos como si no pudiera aguantar más. A Holly le gustaba tener ese poder, pero debía admitir que él tenía el mismo sobre ella. Cuando la tocaba, cada célula de su cuerpo parecía despertarse para aceptar el placer que le ofrecía.
Zach le quitó el jersey y luego, con dedos expertos, desabrochó el sujetador. Dejando escapar un gemido ronco cuando sus pechos quedaron desnudos frente a él, los acarició, pellizcando sus pezones, haciéndola temblar. Murmurando algo dulce y sexy se inclinó para chuparlos suavemente mientras ella enredaba los dedos en su pelo…
-żDónde está tu dormitorio? -susurró.
Holly negó con la cabeza.
-No. Aquí. Quiero que me tomes aquí, ahora mismo.
-żEstás segura?
Holly nunca había estado más segura de nada en toda su vida. Haría el amor con él para satisfacer un deseo que había mantenido oculto durante ańos sin ser nunca satisfecho.
Y dejaría a su corazón enteramente fuera del asunto.
-Oh, sí -murmuró, metiendo la mano en el bolsillo del pantalón para sacar un preservativo que había guardado allí una hora antes-. Estoy completamente segura.

Capítulo 16

Desde que perdió a Holly, Zach había sońado con recuperarla, con seducirla, con hacerle el amor de tal forma que ella supiera cuánto le había importado siempre…
Pero nunca había imaginado nada tan excitante como aquello. La belleza pelirroja que tenía delante de él estaba prácticamente suplicándole que la tomase, allí mismo, en la cocina de la casa. Con los labios hinchados, los preciosos pechos desnudos y los pezones que él había chupado hasta convertir en dos crestas frente a sus ojos, era la viva imagen del erotismo.
Y era suya.
-Por favor, Zach -musitó, apretándose contra él y bajando la mano para tocarlo por encima de los vaqueros.
Esta vez Zach no la detuvo. Al contrario.
Lanzando sobre él una mirada ardiente, Holly alargó una pálida mano para tomar su erecto miembro y el roce fue incendiario. Luego susurró algo que sonaba como “no lo había imaginado” mientras lo acariciaba, pasando la mano arriba y abajo, apretando, frotando, haciendo que perdiese la cabeza.
Por fin, sacó el envoltorio del preservativo y lo rasgó con los dientes como si no pudiera esperar un segundo más.
Tenía un aspecto ardiente, salvaje.
Holly se quitó los pantalones a toda prisa y él hizo lo mismo, deteniéndose un momento para disfrutar de la suave curva de sus caderas, de las piernas largas y torneadas. Como o la tocaba o se moría, la besó de nuevo, acariciando su cuello, deteniéndose para pellizcar los sensibles pezones o meter la mano entre sus piernas…
Cuando enredó los dedos en esos bonitos rizos pelirrojos, Holly gritó:
-ˇOh, sí!
Zach jugó con ella un rato antes de introducir los dedos, gimiendo de deseo al notar lo húmeda que estaba. Cuando Holly prácticamente jadeaba entre sus brazos buscó su clítoris, acariciándola, recordando exactamente cómo le gustaba, con cuánta presión, con cuánta intensidad, con cuánto de todo.
-Por favor, Zach, no me hagas esperar.
El ronco susurro destrozó lo que quedaba de su fuerza de voluntad. Quitándole el preservativo, se lo enfundó y luego la empujó suavemente para apoyarla contra la nevera.
-No puedo creer que esto vaya a pasar por fin -murmuró mientras la levantaba, sujetando sus muslos. Su piel era tan suave…
Holly se arqueó hacia él, mojándolo con la humedad de su sexo, y Zach perdió el control. Se hundió en ella, los dos echando la cabeza hacia atrás ante el increíble placer que se daban el uno al otro.
Era tan estrecha, tan caliente que, por un segundo, no podía pensar, no podía respirar, no podía moverse. Sólo podía disfrutarla.
Pronto, sin embargo, las sensaciones tomaron el control. Holly le echó los brazos al cuello mientras enredaba las piernas en su cintura, moviéndose al ritmo de sus embestidas, besándose y mordiéndose los dos entre gritos de placer. Hasta que, finalmente, cuando sus jadeos le dijeron que había llegado al orgasmo, Zach se dejó ir también, perdido en un ardiente placer.
Pero eso no era todo. Porque sospechaba que había vuelto a perder su corazón ante la mujer que tenía en los brazos.



***



Zach pasó la noche en su cama. Después de aquel encuentro increíblemente erótico en la cocina, Holly estaba demasiado saciada y demasiado letárgica como para recordar que sólo quería sexo rápido y morboso… y nada más.
A la mańana siguiente despertó temprano y, cuando miró el atractivo rostro dormido a su lado, se dio cuenta de que había sido mucho más.
Podría amar a aquel hombre. De verdad podría. Bonitos recuerdos del pasado aparecían en su mente… y momentos como los del día anterior, cuando la ayudó tanto, a ella y a sus abuelos. żCómo no iba a amarlo?
“Tonta. Ya te ha demostrado que no es de los que se quedan”.
Y ahora que había conseguido lo que no consiguió ocho ańos atrás no seguiría durmiendo en su cama durante mucho tiempo.
Tenía que dejarlo ir. Corrección, tenía que decirle que se fuera. Ahora, antes de que las cosas se complicaran más.
Holly se aclaró la garganta:
-Zach, son las siete de la mańana.
Él no se molestó en abrir los ojos, pero sonrió perezosamente. Con la sombra de barba, el cabello oscuro despeinado y ese increíble torso desnudo, tenía un aspecto más sexy del que debería tener cualquier hombre.
-Estupendo. Hora de seguir -dijo con voz ronca.
Ay, cómo le gustaría. Pero no podía echarse atrás, pensó Holly. Había tomado la decisión de terminar antes de que las cosas se le escaparan de las manos.
-No -murmuró, tragando saliva mientras Zach abría los ojos. Le resultaba muy difícil, pero logró continuar a pesar de la ardiente mirada masculina-. Tengo que volver a trabajar.
A la realidad.
Y aunque le dolía el corazón ańadió:
-Quiero que te vayas, Zach.

Capítulo 17

Como necesitaba tiempo para escribir el nuevo artículo sobre el robo de las joyas y su conexión con Wheaton y no había llevado ni un cepillo de dientes, Zach no discutió cuando ella le pidió que se marchase. Pero se había percatado de que estaba muy callada, muy distante, quizá preguntándose si todo había sido un error…
Hacer el amor con ella esa noche -dos veces- no había sido ningún error. De hecho, había sido perfecto.
Pero sospechando que necesitaba tiempo para procesar lo que había pasado, Zach se despidió con un beso, prometiéndole que volverían a verse lo antes posible.
Por el momento, eso no había pasado.
Desde que, tres días antes, saltó de su cama y se fue de la casa sin hacer ruido para no despertar a los abuelos, no había sabido nada de ella. Holly no le había devuelto las llamadas y no había dado la menor indicación de que estuviera interesada en verlo otra vez. Un hombre menos seguro de sí mismo podría haberse sentido utilizado…
Por supuesto, a un hombre podían pasarle cosas peores que ser utilizado por una mujer guapa y ansiosa de sexo. Pero él sabía que no era eso.
Holly podría haber querido utilizarlo. De hecho, estaba seguro de que su exigencia de hacerlo ya, inmediatamente, allí mismo, apoyados en la nevera, había sido una forma de intentar convencerse a sí misma de que lo que había entre ellos era sólo algo físico. Lo deseaba, pero temía que volviera a romperle el corazón otra vez. Y recordando las disputas entre su padre y su madre que ella había tenido que presenciar desde que era nińa, entendía que no quisiera confiar en él.
Tenía que conseguir que le diera una oportunidad para demostrarle que estaba equivocada.
Y, con ese objetivo, el viernes salió temprano de trabajar y volvió a Wheaton. Llegó al hotel alrededor de las cinco y media. Hacía frío y el sol empezaba a ponerse, dejando la casa en sombras. Aún no había nevado, pero el informe del tiempo decía que podían caer unos copos en Navidad. Y, por primera vez en muchos ańos, Zach estaba deseando que llegaran las fiestas porque esperaba tener alguien con quien compartirlas.
Sonriendo ante esa posibilidad, dejó el coche en el solitario aparcamiento. Evidentemente, el Hollyberry Inn seguía pasando por el mal momento que había obligado a Holly a tomar medidas desesperadas aquella semana. Esconder un cadáver con objeto de grabar un reportaje para un programa de televisión había sido un riesgo enorme. Sólo esperaba que hubiera servido de algo.
Pero sólo cuando estaba a punto de subir los escalones del porche se dio cuenta de que el sitio no estaba enteramente desierto. Por el rabillo del ojo le pareció notar un movimiento sospechoso y cuando giró la cabeza vio a alguien escondiéndose entre las sombras, cerca de la puerta de la cocina.
Sólo podía ser una persona.
Con el corazón acelerado, Zach supo que tenía que ser el ladrón de joyas que había matado a su cómplice, escondiéndolo luego en el árbol de Navidad. El hombre al que todos habían creído huido de la justicia.
Pero Fred Kipling no había huido. Estaba allí. Ahora. Intentando entrar en la casa de Holly Cavanaugh.



***



Cuando Holly sintió el cańón de la pistola en sus costillas su primer pensamiento fue para sus abuelos. “Dios mío, por favor, no dejes que bajen ahora”.
El segundo pensamiento fue para Zach. żPor qué había estado evitándolo, ignorando sus llamadas, alejándose de él cuando lo único que quería era pedirle que volviera?
Orgullo. Miedo. Costumbre.
Pero ninguna de esas cosas importaba ahora porque un tipo alto y corpulento de ojos oscuros y facciones de cromagnon estaba apuntándola con una pistola enorme.
Y no tenía la menor duda de quién era.
-El cadáver ya no está aquí. La policía se lo llevó.
-Eso me da igual -le espetó Fred Kipling-. żDónde están?
-żDónde están… quien?
-No te hagas la tonta conmigo, guapa. Mi contacto en el departamento de policía de Chicago me dijo que no las tenía el cadáver, de modo que tú las has encontrado y te las has quedado -Kipling clavó el cańón de la pistola en sus costillas hasta que Holly dejó escapar un gemido de dolor-. Dime dónde están las piedras o te hago un agujero del tamańo de Cleveland.
żLas piedras? Entonces entendió a qué se refería.
-żLos diamantes que robaron? żPor qué iban a estar aquí?
-Teenie me traicionó. Yo me había escondido en Wheaton y él vino para encontrarse conmigo. Pero se puso chulo y tuve que… encargarme de él.
La noche que estuvieron en el almacén, sin duda.
-Tuve que esconderlo a toda prisa, así que lo metí en un árbol muy frondoso… el primero que encontré. Pero cuando volví a mi casa me di cuenta de que Teenie había entrado allí y se había llevado mucho más de lo que le correspondía del botín. Debía llevar las joyas con él cuando murió. Y eso significa que ahora las tienes tú.
Con los ojos brillantes de furia mientras empujaba de nuevo la pistola contra sus costillas, la amenazó:
-Y ahora dame lo que es mío si no quieres morir.

Capítulo 18

Zach llamó a la policía mientras corría por un lateral del edificio para decirles que fuesen al hotel a toda velocidad, pero sabiendo que no iba a esperarlos. No lo haría mientras Holly estuviera en peligro.
żCómo podía haberla dejado sola? żCómo podía haber estado tan seguro de que Fred Kipling se había ido de la ciudad? Esa estupidez podía costarle la vida.
Cuando llegó a la puerta que daba a la cocina miró por la ventana, intentando ver algo a través de un resquicio entre los visillos blancos. Y lo que vio fue suficiente para que se le parase el corazón.
El despiadado criminal estaba dentro, pistola en mano. Y la pistola apuntaba directamente a Holly Cavanaugh, la mujer a la que Zach, se daba cuenta ahora, nunca había dejado de amar.
A través de las juntas de la puerta podía oír parte de la conversación. Lo suficiente como para entender que había estado equivocado sobre lo que Fred Kipling esperaba encontrar en el árbol de Navidad que Holly había llevado a casa tres días antes. A Kipling le daba igual que hubieran descubierto el cadáver de su socio; lo que quería eran los diamantes que, según él, se había llevado Leo Meaney.
Le habría gustado tirar la puerta de una patada, pero la pistola lo hizo dudar. Si Kipling se asustaba podría apretar el gatillo antes y pensar después. Y Holly estaba en la línea de fuego.
Buscando frenéticamente algo que pudiera servirle como arma, vio el bastón del abuelo de Holly apoyado en la pared. Era un bastón de madera dura con la empuńadura de plata en forma de cabeza de lobo…
Eso tendría que valer.
Zach empujó la puerta con todo cuidado, rezando para que no crujiese. Afortunadamente, consiguió entrar sin que Kipling se diera cuenta. Pero debió sentir algo, quizá una corriente de aire, porque empezó a darse la vuelta…
Y Zach no vaciló.
-ˇHolly, apártate! -le gritó.
Sin pensar en la pistola, levantó el bastón y golpeó la cabeza de Kipling con todas sus fuerzas.
El golpe fue lo bastante contundente como para dejar la marca de la empuńadura en la frente del criminal. Y para hacer que cayera al suelo.



***



Quizá era una suerte que no hubiera ningún cliente en el hotel, pensó Holly poco después. Porque, por segunda vez esa semana, la policía estaba registrando la casa.
Habían llegado cinco minutos después de que Zach hubiera golpeado a aquel canalla que amenazaba con matarla. Si cerraba los ojos, aún podía oír el golpe del bastón de su abuelo contra el cráneo de Kipling… pero por terrible que fuera ese sonido, era mejor que haber oído el disparo de un arma de fuego.
La cabeza del asesino tenía forma de pedrusco y, considerando que ya había recuperado el conocimiento cuando llegó la ambulancia para llevárselo -con una escolta policial- el cráneo de Kipling debía estar hecho realmente de piedra.
-żDe verdad no quiere que la vea un médico? -insistió el detective Santori. Aunque de nuevo estaba fuera de su jurisdicción, al departamento de policía de Wheaton no parecía importarle su presencia allí. Seguramente porque él era el investigador encargado del caso del robo de los diamantes.
-Estoy bien -repitió Holly.
Estaba bien. Asustada, pero bien.
Mientras Zach estuviera a su lado, con un brazo apoyado suavemente sobre su hombro, podía con todo. Absolutamente con todo.
Había sido una loca al decirle que se fuera y una absurda por no contestar a sus llamadas. Pensar que podían tener una noche de sexo y luego olvidarse de él para siempre había sido una soberana estupidez.
Y Holly no era tonta. Amaba a Zach Weldon, siempre lo había amado. Ocho ańos antes era demasiado joven y demasiado inmadura como para saber qué hacer con ese amor, pero ahora era una mujer.
Sus abuelos eran la prueba viviente de que en su familia podía haber relaciones duraderas. Y Holly no era como sus padres… no se parecían ni en el aspecto físico, ni en la voluntad, ni en la lealtad. Entonces, żpor qué demonios iba a ser como ellos en lo concerniente al compromiso emocional?
Además, recordando su relación con Zach con ojos de adulta, sabía que parte de la culpa había sido suya. No por hacer lo que entonces le pareció que debía hacer, aunque fuese un poco ingenua, sino por no haber hablado con él, por no haberle dado una oportunidad para que se explicase.
Había pensado lo peor esa noche, cuando lo encontró dormido al lado de su ex novia. Ahora, después de lo que había visto durante los últimos días, empezaba a preguntarse si entonces conocía al verdadero Zach. Porque un hombre que había intentado por todos los medios proteger su casa, que había arriesgado su vida para salvar la suya… tenía que ser un hombre de honor. żDe verdad la había engańado ocho ańos antes?
Tenía que saber la verdad. żLa había traicionado Zach? żPodría perdonarlo?
żY dónde iría su relación a partir de ahí?

Capítulo 19

El viernes por la noche, a las nueve en punto, Zach y Holly estaban solos en el salón. Los policías se habían ido, sus abuelos estaban en la cama y todo había quedado el silencio salvo por la suave voz de Bing Crosby como música de fondo.
Estaban sentados en el sofá, cerca pero sin tocarse. Y sin hablar durante unos minutos. Ya habían hablado más que suficiente sobre el asesino o sobre dónde podrían estar los diamantes robados. La teoría de Santori era que Leo Meaney los había escondido en algún sitio antes de reunirse con su socio en el almacén.
Reggie se había ido, sus abuelos estaban durmiendo… sólo quedaban ellos dos. Zach y Holly. Sin barreras, más que las que ellos mismos habían levantado con el paso de los ańos.
Y Zach iba a atravesarlas de alguna forma.
-No me has devuelto las llamadas -le dijo, apartando su atención de los troncos que crepitaban en la chimenea. Entre el brillo de las llamas y las luces del árbol de Navidad al otro lado de la habitación, podía ver que Holly tenía los ojos brillantes.
-No, es verdad.
No dijo nada más y el corazón de Zach se detuvo durante una décima de segundo. żEstaba intentando encontrar las palabras para darle las gracias por su ayuda y luego pedirle que se fuera otra vez?
-Y ha sido un error.
El corazón de Zach volvió a latir otra vez y el mundo volvió a colocarse en su sito.
-Creo que entiendo por qué lo hiciste.
-żLo entiendes?
Acercándose un poco más, Zach estiró sus largas piernas, rozando suavemente las de Holly.
-Querías el sexo que no habíamos tenido nunca… sin repercusiones y sin problemas.
Ella contuvo el aliento.
-żCómo sabes…?
-No soy tonto -rió Zach-. żCrees que no sé que llevas ocho ańos pensando que soy un mentiroso y un traidor en el que no se puede confiar?
-No he pensado eso todo el tiempo.
-żNo?
Holly negó con la cabeza.
-No. Empecé a preguntarme si me habría equivocado cuando te arriesgaste a ayudarme para evitar que mis abuelos perdieran su casa.
-Y tu casa -murmuró él.
-Y luego hoy, cuando podrías haber esperado a la policía, decidiste arriesgar tu vida por mí.
-żCrees que iba a quedarme mirando cómo ese canalla te pegaba un tiro?
-Un traidor  podría haberlo hecho.
Irguiéndose en el sofá y apoyando los codos sobre las rodillas, Zach miró las llamas de la chimenea.
-No lo soy. No lo he sido nunca.
-Estoy empezando a pensar que es verdad -admitió ella-. żQué pasó en realidad?
Aunque apenas se reconocía a sí mismo en el crío que había sido ocho ańos antes, Zach empezó a recordar:
-Cuando me dijiste que no, me fui a casa de mi amigo, cabreado y salido como un poste. Mi ex estaba allí, coqueteando, diciendo que podíamos pasar un buen rato…
-Ya me imagino.
-No sé, a lo mejor la dejé coquetear conmigo por orgullo. Había bebido mucho -por fin, Zach volvió la cabeza para mirarla a los ojos-. Pero nunca tuve la intención de hacer nada y no pasó nada. Me quedé dormido en el suelo y ella se tumbó a mi lado. No la toqué. Luego, a la mańana siguiente apareciste tú… y todo se fue a la porra.
Holly asintió, acercándose un poco más. El dulce aroma a canela de su pelo lo embriagó mientras ella se inclinaba para depositar un tierno beso en sus labios. La caricia terminó enseguida, pero no así la sensación.
-Lo siento, de verdad. No te di oportunidad de explicármelo.
-No sé si lo habría hecho. Estaba muy cabreado, Holly. Inmaduro, enfadado, esperando más de lo que tú querías darme... No sé, a lo mejor yo quería saboter la relación sin darme cuenta.
-Y quizá era lo que tenías que hacer.
Zach la miró, sorprendido.
-Entonces éramos muy jóvenes y queríamos cosas diferentes de la vida -siguió Holly- Teníamos diecinueve, veinte ańos… no estábamos preparados para comprometernos con nadie o para entender siquiera lo que era un compromiso.
-żY ahora?
Ella sonrió, su precioso rostro envuelto en luces y sombras.
-Ahora… podríamos estarlo.
-żEstás segura?
-Te dije que te fueras porque estaba segura de que si te quedabas iba a enamorarme de ti otra vez.
-Lo sé.
-Y me daba miedo. Pero ya no lo tengo.
Zach alargó una mano para acariciar su cara.
-Nunca te daré razones para tener miedo -musitó, inclinándose para darle un beso largo y profundo en el que estaban todas las palabras que aún no había pronunciado. Palabras dulces, tiernas, sentidas.
Holly se levantó del sofá para sentarse a horcajadas sobre sus rodillas. El emotivo momento se convirtió de repente en una escena acalorada, erótica, mientras se miraban a los ojos.
-Te deseo, Zach. Hazme el amor.

Capítulo 20

Si Holly tuviera veinte ańos y siguiera siendo una chica insegura, no habría creído lo que Zach acababa de contarle. Pero ya no era una nińa. Era una mujer con cierta experiencia que sabía algo del sexo, de la vida, de las verdades y las mentiras.
Y sabía que él estaba diciendo la verdad.
-Hazme el amor -repitió.
La expresión hambrienta de Zach fue toda la respuesta que necesitaba. Hicieron el amor frente a la chimenea, bańados en la luz ámbar de las llamas y bajo las luces parpadeantes del árbol de Navidad.
Y esta vez, después de estallar de placer, Holly no empezó a preguntarse cómo podía pedirle que se fuera. Porque lo único que deseaba era que se quedase.
-Te quiero -susurró.
Desnudo sobre la gruesa alfombra frente a la chimenea, las llamas enviando sombras y luces sobre su piel dorada, Zach sonrió.
-Yo también te quiero, Holly.



***



El martes, día de Nochebuena, Holly despertó absolutamente feliz. No sólo porque Zach hubiera pasado otra noche en su cama, en sus brazos, sino porque aquel día emitían el programa Escapadas de fin de semana con el reportaje sobre el hotel.
Holly estuvo paseando ansiosamente de un lado a otro hasta que empezó el programa y contuvo el aliento cuando apareció la cortinilla de presentación, apretando la mano de Zach. Sus abuelos miraban el televisor con la misma emoción. Hasta que por fin, estaba allí, en la pantalla, su preciosa casa toda decorada para Navidad.
Holly dejó escapar un gemido de angustia al verse en un primer plano.
-Ay, qué horror, mira qué pelos…
-Bueno, habías estado todo el día peleándote con un cadáver -le recordó Zach.
Dándole un empujón, Holly lo mandó callar porque no quería perderse una sola palabra de la periodista. Mientras Candy describía su visita mostrando imágenes del hotel, la felicidad de Holly aumentaba por segundos.
-El Hollyberry Inn es uno de los tesoros que pueden encontrar cerca de Chicago -concluyó Candy cuando la imagen volvió al estudio.
A Holly le dieron ganas de ponerse a bailar. Al menos hasta el final del programa, cuando la presentadora dijo:
-Por cierto, Candy, he estado siguiendo una historia muy interesante sobre esos ladrones de joyas de Chicago. żNo los encontraron precisamente en la ciudad de Wheaton, donde está situado el hotel Hollyberry Inn?
-Sí, exactamente.
-Y uno de ellos había asesinado al otro, żno? Supongo que no te los encontrarías durante tu visita.
Su abuela se llevó una mano al corazón. Zach se inclinó hacia delante. Y Holly se quedó paralizada.
Después de sonreír a su colega, Candy se volvió para mirar a cámara. Parecía dirigirse directamente a Holly y sus ojos brillaban bajo los focos.
-Qué emocionante encontrarse con un ladrón de joyas en el Hollyberry Inn -rió, con gesto pícaro-. Imagínate, uno de ellos podría haber estado tumbado en el porche bajo una manta, durmiendo tranquilamente el sueńo… de los muertos.
Holly no se movió ni un centímetro hasta que el programa terminó. Entonces se dio cuenta de que tanto Zach como sus abuelos estaban partiéndose de risa.
-Esa Candy… -reía su abuela-. Me cayó bien desde el principio.



***



Zach había pasado tanto miedo por Holly el viernes que no había querido separarse de su lado desde entonces. Pero consiguió desaparecer durante un par de horas el martes, el tiempo suficiente para ir a una joyería a comprarle algo especial. Cuando abrió la cajita esa noche y sacó un solitario de diamantes que puso en su dedo, supo cuál iba a ser la respuesta de Holly al ver el brillo de sus ojos.
Seguían celebrando su compromiso la mańana de Navidad cuando los abuelos de Holly bajaron al salón. Zach se encontró incluido en la celebración familiar, viendo cómo ella encontraba una docena de razones para mostrar su recién estrenado anillo.
-Es precioso… y la piedra es casi tan grande como esas que hay en el árbol -comentó su abuela.
Holly y Zach miraron el abeto. Las luces estaban encendidas, parpadeando alegremente, y por primera vez, Zach se fijó en un montón de adornos de cristal que enviaban rayos de luz en todas direcciones…
-żDe dónde han salido? -preguntó Holly.
-Lo siento, carińo, el sedal debió romperse al quitar los adornos del primer árbol con tantas prisas. Encontré todas esas piedrecitas en el suelo, pero estos ojos míos ya son viejos... no podía ver los agujeros para pasarles el hilo -suspiró su abuela-. Así que los pegué a los ganchos para colgarlos en el árbol. żA que son bonitos? Mira cómo brillan.
Holly se levantó de un salto. Viendo que se había puesto pálida, Zach se levantó también y la siguió hasta el abeto. Y cuando alargó la mano para tomar uno de los diminutos adornos de cristal que brillaban como joyas, de repente empezó a sospechar la verdad.
Joyas.
-Ay, Dios mío… -murmuró.
Sus ojos se encontraron con los de Zach, los dos riendo al darse cuenta de dónde habían terminado los diamantes robados
-żCrees que deberíamos decírselo? -susurró Holly.
-No, aún no. Hoy es el día de Navidad. Además, no quiero interrumpir las vacaciones de Mark. Lo llamaremos mańana.
Holly le echó los brazos al cuello y, poniéndose de puntillas, seńaló el techo.
-Muérdago.
Zach sonrió mientras inclinaba la cabeza.
-Te quiero -susurró ella, antes de que sus labios se encontrasen.
-Feliz Navidad, Holly.




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