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CONCILIOS DE LA IGLESIA
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Concilio de Jerusalén
El Concilio de Jerusalén es el nombre dado a la primera reunión normativa de la Iglesia
cristiana primitiva (hacia el año 50 d. C.), según se relata en el capítulo 15 de los Hechos de los
apóstoles. Existe la controversia de si llamarlo o no Concilio, normalmente no se le incluye
dentro de los concilios de la Iglesia Católica aunque en la mayoría de las ediciones católicas de
la Biblia sale con este título.
Antecedentes
Fue en la comunidad de Antioquía luego de que llegaran judíos creyentes en Jesucristo que se
escandalizaron al ver que los miembros conversos no habían sido circuncidados ni cumplían
otros preceptos de las leyes judías. Estas personas, que no aparecen determinadas
mayormente en el texto de los Hechos, comenzaron a predicar que era necesaria la
circuncisión y la asunción de toda la Torá (ley) de Moisés causando un gran estupor entre los
primeros creyentes griegos. Por esta razón, los discípulos de Antioquía encomendaron a Pablo
y Bernabé junto a
―algunos de ellos‖ a acudir hasta Jerusalén para zanjar la situación.
Objetivo
El principal objetivo era determinar si el gentil piadoso creyente en Jesús debía convertirse
formalmente al judaísmo (lo que implicaba: ser circuncidado y seguir todos los preceptos de la
Torá de Moisés [1] o bastaba con seguir ciertos preceptos que la Torá impuso antes de que
Israel fuese nación, junto con la obediencia a Jesús, el Mesías. La postura que expuso
Santiago está registrada en Hechos 15:20, la asamblea lo aprobó y posteriormente envió a
otros creyentes para que comuniquen la decisión tomada como se ve registrado en Hechos
15:28-29 donde dice:
"Que hemos decidido el espíritu santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas
necesarias: Abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la
fornicación. Haréis bien en guardaros de estas cosas."
Éstos preceptos para los gentiles están también registrados en el judaísmo, bajo el nombre de:
"preceptos noájidas" (Talmud, Sanedrín 56 a y b). De los 7 mandamientos noájidas, 4 aparecen
en el Concilio de Jerusalén y los demás aparecen implícitos en las enseñanzas de Pablo a los
gentiles:
• No adorar dioses falsos (Cualquier dios fuera del Dios de Israel)
• No blasfemar.
• No asesinar.
• No robar.
• No mantener relaciones sexuales ilícitas (fornicación).
• No comer carne de animal con sangre o vida (lo ahogado, la sangre).
• Promover el juicio y la justicia en el lugar de residencia (Vidas honestas y rectas).
Participantes y Proceso
Además de los mencionados Pablo, Bernabé y miembros de la iglesia de Antioquía,
participaron los Apóstoles, y presbíteros (ancianos) de la comunidad de Jerusalén. Primero
expusieron algunos de la rama farisaica, que proponían imponer toda la Torá (ley) de Moisés a
los gentiles, luego Pablo y Bernabé explicaron sus posturas, pronunciaron dos importantes
discursos Pedro (Kefa) y Yakov (Santiago). Este Yakov evidentemente no es el mismo apóstol
que murió en el año 44. Y parece que fue el mismo Yakov que escribió el libro bíblico que lleva
el nombre de Jacobo (o Santiago, en algunas versiones).
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Documentos
Al final del concilio se escribe el ―decreto de Jerusalén‖ que luego de exponer la situación
determina que los conversos no judíos sólo deben cumplir con ciertos preceptos, como son:
abstenerse de idolatría, de impureza sexual, de ahogado y de sangre. El texto de esta carta es
el que sigue:
Los Apóstoles y ancianos saludan a los hermanos gentiles de Antioquia, Siria y Cilicia. Por
cuanto hemos oído que algunos de los nuestros, a los cuales no hemos dado ningún mandato,
os han inquietado con palabras, turbando vuestros ánimos, nos ha parecido bien de forma
unánime elegir a unos varones y enviarlos a vosotros, con los queridos Bernabé y Pablo,
hombres que han encomendado su vida al servicio de nuestro Señor Jesús el Mesías.
Así que hemos enviado a Judas y Silas, y ellos os informarán de palabra de las mismas cosas.
Fue el parecer del espíritu santo, y el nuestro, no imponeros ninguna carga más que estas
cosas necesarias: que os abstengáis de lo sacrificado a los ídolos, de sangre, de lo ahogado, y
de fornicación. Haréis bien en absteneros de tales cosas. Tened Salud (He 15,23-29)
La Biblia de Jerusalén dice textualmente:
28 Que hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que éstas
indispensables:
29 abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de los animales estrangulados y de
la impureza. Haréis bien en guardaros de estas cosas. Adiós.»
Se repite la idea bíblica de abstenerse de sangre, de igual modo, que Dios le dijo a Noé (Noaj)
y su familia (toda la humanidad) después del Diluvio, en Génesis 9
3 Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di
la hierba verde.
4Sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre,
5 y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a
todos y a cada uno reclamaré el alma humana. (Biblia de Jerusalén)
Referencias
[1] La Torá de Moisés es el libro de la instrucción que Dios entregó a Israel en el Sinaí, que
consta de 613 preceptos cuyo cumplimiento implica aceptar como propia la voluntad de Dios.
Aunque estos preceptos abarcaban desde lo civil, lo sanitario y lo religioso, en realidad son la
clave de la conexión con Dios (algunos de estos preceptos están en la Torá en forma expresa,
otros se deducen en el texto).
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Concilio de Nicea
Primer Concilio de Nicea
Iº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
325
Fecha de término
325
Aceptado por
Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Iglesia copta, Iglesia
luterana e Iglesia anglicana
Concilio anterior
Concilio de Jerusalén
Concilio posterior
Concilio de Constantinopla I
Convocado por
Emperador Constantino I el Grande
Presidido por
Obispo Osio de Córdoba
Asistencia
300
Temas
de
discusión
Arrianismo
El primer Concilio ecuménico se celebró en el año 325 en Nicea (actualmente Iznik), ciudad
de Asia Menor, en el territorio de la actual Turquía, y de la que recibe el nombre por el que es
conocido, Concilio de Nicea I. Fue convocado por el emperador Constantino I el Grande, por
consejo del obispo San Osio de Córdoba.
Convocatoria
El Primer Concilio de Nicea fue convocado por el emperador romano Constantino I, quien
acababa de imponer su dominio sobre la totalidad del Imperio Romano después de vencer a
Licinio. Previamente, Constantino ya había dado muestras de sus simpatías por el Cristianismo
al dictar el Edicto de Milán del año 313, que daba a los cristianos libertad para reunirse y
practicar su culto sin miedo a sufrir persecuciones. No obstante, el emperador era consciente
de las numerosas divisiones que existían en el seno del Cristianismo, por lo que, siguiendo la
recomendación de un sínodo dirigido por Osio de Córdoba en ese mismo año, decidió convocar
un concilio ecuménico de obispos en la ciudad de Nicea, donde se encontraba el palacio
imperial de verano. El propósito de este concilio debía ser establecer la paz religiosa y construir
la unidad de la Iglesia cristiana.
En aquellos momentos, la cuestión principal que dividía a los cristianos era la denominada
controversia arriana, es decir, el debate sobre la naturaleza divina de Jesús. Un sector de los
cristianos, liderado por el obispo de Alejandría,
Alejandro, y su discípulo y sucesor Atanasio, defendía que Jesús tenía una doble naturaleza,
humana y divina, y que por tanto Cristo era Dios; en cambio, otro sector liderado por el
presbítero Arrio y por el obispo Eusebio de Nicomedia, afirmaba que Cristo había sido la
primera creación de Dios antes del inicio de los tiempos, pero que, habiendo sido creado, no
era Dios mismo.
Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado
concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más
allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago el Justo y Pedro
.
El Concilio
Aunque todos los obispos cristianos del Imperio fueron formalmente convocados a reunirse en
Nicea, en realidad asistieron alrededor de 300 (según san Atanasio), o quizá un número
ligeramente inferior. La mayoría de los obispos eran orientales, si bien participaron también dos
representantes del Papa Silvestre. El concilio fue presidido por Osio de Córdoba. También
estuvo presente Arrio y algunos pocos defensores de sus posiciones teológicas. La posición
contraria a Arrio fue defendida, entre otros, por Alejandro de Alejandría y su joven colaborador,
Atanasio.
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Constantino, aunque simpatizaba con los cristianos, no se bautizó hasta que se hallaba en su
lecho de muerte. Sin embargo, aparentemente ya se había convertido al cristianismo tras su
victoria militar sobre Majencio en 312, ya que había invocado al Dios de los cristianos antes de
la batalla. Por ello interpretó su victoria como indicio de la superioridad del Dios cristiano,
aunque se guardó de compartir esta interpretación con sus tropas.
¿Qué papel desempeñó en el Concilio de Nicea aquel emperador no bautizado? La
Enciclopedia Británica relata:
―Constantino mismo presidió y dirigió activamente las discusiones y personalmente propuso [...]
la fórmula decisiva que expresaba la relación de Cristo con Dios en el credo que el concilio
emitió, que es ‗consustancial con el Padre‘ [...] Impresionados por el emperador, los obispos —
con solo dos excepciones
— firmaron el credo, aunque muchos de ellos no estaban muy
inclinados a hacerlo‖. [Cita requerida]
Por lo tanto, el papel de Constantino fue crítico. Después de dos meses de enconado debate
religioso, Constantino inclinó finalmente la balanza a favor de los que decían que Jesús era
Dios. ―Básicamente, Constantino no entendía nada de las preguntas que se hacían en teología
griega‖, dice A Short History of Christian Doctrine (Breve historia de la doctrina cristiana). Lo
que sí entendía era que aquella división religiosa era una amenaza para su imperio, y él quería
fortalecer su dominio.
Esta es la visión que presenta también Eusebio de Cesarea en su obra "Vida de Constantino":
el Emperador participando e influyendo activamente en el desarrollo del Concilio. Sin embargo,
el autor J. M. Sansterre, en su
obra ―Eusebio de Cesarea y el nacimiento de la teoría
cesaropapista‖, ha rebatido esta posición, señalando que la actuación de Constantino fue
respetuosa de los temas que eran de estricta competencia de los Padres Conciliares.
Consecuencias
Después de Nicea los debates sobre este asunto siguieron por décadas y el propio Constantino
y sus sucesores fueron alternando su apoyo entre los arrianos y los partidarios de las
resoluciones de Nicea. Finalmente, el emperador Teodosio estableció el credo del Concilio de
Nicea como la norma para su dominio y convocó el Concilio de Constantinopla en 381 para
aclarar la fórmula. Aquel concilio acordó colocar al Espíritu Santo en el mismo nivel de
Dios y de Cristo y empezó a perfilarse la doctrina trinitaria. Sin embargo, ni siquiera después
del Concilio de Constantinopla llegó la Trinidad a ser un credo extensamente aceptado.
Algunos se oponían a él, y se atraían por ello violenta persecución. Solo en siglos posteriores
fue formulada la Trinidad en credos fijos. La Enciclopedia
Americana dice: ―El desarrollo pleno
del trinitarismo tuvo lugar en Occidente, en el escolasticismo de la Edad Media, cuando se
quiso dar una explicación en términos filosóficos y psicológicos‖.
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Concilio de Constantinopla I
Primer Concilio de Constantinopla
IIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
381
Fecha de término
381
Aceptado por
Iglesia católica, Iglesia ortodoxa, Iglesia copta, Iglesia
luterana e Iglesia anglicana
Concilio anterior
Concilio de Nicea I
Concilio posterior
Concilio de Éfeso
Convocado por
Emperador Teodosio I
Presidido por
Melecio de Antioquía, Gregorio Nacianceno y Nectario
de Constantinopla.
Asistencia
150
Temas
de
discusión
Arrianismo, Macedonianismo, Apolinarismo.
Cánones
7
El Primer Concilio de Constantinopla se celebró entre mayo y julio de 381, está considerado
el II Concilio Ecuménico por las Iglesias Católica y Ortodoxa
.
Motivación del concilio
Tras la celebración en 325 del Concilio de Nicea en el que se condenó como herético el
arrianismo, doctrina que negaba la divinidad de Jesucristo, este resurgió con fuerza en la
propia Constantinopla gracias al apoyo de su obispo,
Eusebio de Nicomedia, quien logró convencer a los sucesores del emperador Constantino para
que apoyaran el arrianismo y rechazaran la línea ortodoxa aprobada en Nicea y sustituyeran a
los obispos nicenos por obispos arrianos en las sedes episcopales de Oriente.
Además había surgido una nueva doctrina defendida por Macedonio de Constantinopla que,
aunque afirmaba la divinidad de Jesucristo, se la negaba al Espíritu Santo y que es conocida
como herejía Macedonia o Pneumatómaca.
Esta situación era la que se encontró Teodosio I cuando, en 379, subió al trono imperial.
Teodosio decidió entonces convocar el primero de los concilios que habrían de celebrarse en
Constantinopla para solucionar las controversias doctrinales que amenazaban la unidad de la
Iglesia.
El concilio
El concilio se inició bajo la presidencia del Patriarca Melecio de Antioquía y con la asistencia de
150 obispos de las diócesis orientales, ya que el papa Dámaso I no envió legado alguno, y
entre sus principales participantes destacaron los llamados "Padres Capadocios"; Basilio el
Grande, Gregorio Niseno y Gregorio Nacianceno. Este último fue designado por el propio
concilio como obispo de Constantinopla y, tras la muerte de Melecio, pasó a presidir el mismo
hasta su dimisión y sustitución por Nectario.
La gran medida adoptada por el Primer Concilio de Constantinopla fue la reafirmación del
Credo niceno introduciendo en el mismo la consubstancialidad del Espíritu Santo con el Padre
y con el Hijo mediante la expresión:
Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre per Filium procedit (Creo en el Espíritu Santo, que
procede del Padre a través de Hijo).
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Con este añadido, que fijaba la ortodoxia de la Iglesia afirmando la divinidad tanto del Hijo
(contra los arrianos) como del Espíritu Santo (contra los pneumatómacos), el credo niceno
paso a denominarse Credo
niceno-constantinopolitano.
El concilio también tomó medidas respecto a:
• La condena del Arrianismo, el Macedonianismo y el Apolinarismo (Canon 1).
• La delimitación de las provincias eclesiásticas, prohibiéndose a los titulares de cada diócesis
interferir en los asuntos de otra (Canon 2).
• La declaración de Constantinopla como la "Nueva Roma" elevando su obispo a la dignidad de
patriarca, segundo en el orden jerárquico tras el obispo de Roma (Canon 3).
• La invalidez de la consagración de Máximo como obispo de Constantinopla (Canon 4).
• La condena del Priscilianismo doctrina herética defendida por Prisciliano.
Al final del concilio, el emperador Teodosio emitió un decreto imperial, declarando que las
iglesias debían restaurar a aquellos obispos que habían confesado la igualdad en la divinidad
del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
El carácter ecuménico de este Concilio, en el que no participó ningún representante de la
Iglesia occidental, fue confirmado por el Concilio de Calcedonia en 451.
Consecuencias
Tras el Primer Concilio de Constantinopla, las disputas teológicas acerca de la divinidad del
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fueron sustituidas por las disputas cristológicas acerca de
cómo se integraban en Jesucristo sus naturalezas humana y divina, y que darán lugar al
nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo.
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Concilio de Éfeso
Concilio de Éfeso
IIIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
22 de junio de 431
Fecha de término 16 de julio de 431
Aceptado por
Iglesia católica, Iglesia ortodoxa e Iglesia copta
Concilio anterior
Concilio de Constantinopla I
Concilio
posterior
Concilio de Calcedonia
Convocado por
Emperador Teodosio II
Presidido por
Patriarca Cirilo de Alejandría
Asistencia
200 - 250
Temas
de
discusión
Nestorianismo
Cánones
8
El Concilio de Éfeso se celebró entre el 22 de junio y el 16 de julio del año 431, en Éfeso,
antiguo puerto griego, en la actual Turquía.
Está considerado por la Iglesia Católica, por la Iglesia Ortodoxa y por la Iglesia Copta como el
III Concilio Ecuménico
.
Motivación del concilio
A modo de reacción al apolinarismo (Apolinar de Laodicea 310-390) que propugnaba que el
Verbo se habría encarnado tomando solo cuerpo pero no alma humana, la Escuela de
Antioquía comenzó a proponer que las naturalezas humana y divina en Cristo eran completas a
tal grado que formaban dos sustancias independientes, dos personas en definitiva. Teorías de
esta índole fueron propuestas por Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia que empleaban
imágenes como la presencia de una persona (persona divina) en un templo (persona humana)
o el vestido (persona divina) que se pone alguien (persona humana) para explicar la unión de
las dos naturalezas.
Dado que la terminología no era clara y única, los ejemplos y explicaciones variaban. Por otro
lado, las teorías explicadas en la escuela de Antioquía no tenían mucha difusión y pudieron
pasar desapercibidas hasta que Nestorio las dio a conocer con motivo de la denominación de
la Virgen como «Madre de Dios». Nestorio se había hecho monje y alcanzó gran fama en
Antioquía por sus dotes de predicador. Fue elegido patriarca de Constantinopla en 428. Se le
pidió intervenir en un tumulto causado por un monje que afirmaba que María no era madre de
Dios.
Explicó el patriarca que María era «madre» de la naturaleza humana de Cristo y que, por tanto,
se le podía llamar Madre de Cristo pero que era un error llamarla «madre de Dios».
La respuesta del patriarca causó estupor. No tardaron en salir los defensores de la maternidad
divina de María. Así, por ejemplo, Eusebio de Dorilea y Proclo de Constantinopla. Nestorio
acudió a las autoridades civiles para acallar a los monjes que se le oponían y escribió al papa
Celestino I (429) para pedirle su opinión sobre esta doctrina que enseñaba. Le enviaba para
ello una serie de sermones que el papa puso a consideración de Juan Casiano.
Pero Cirilo de Alejandría tomó con fuerza la lucha contra Nestorio, movido también por las
rivalidades entre las escuelas de Alejandría y la de Antioquía.
Cirilo envió a Roma a Posidonio con escritos y argumentaciones que demostraban la
heterodoxia de Nestorio. En esos días, Casiano también dio su parecer desfavorable sobre los
escritos del patriarca de Constantinopla. La respuesta de Celestino (430), tras pedir
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nuevamente consejo en un sínodo celebrado en Roma [1] fue dar plenos poderes, a modo de
delegado suyo, a Cirilo y escribir a Nestorio para que se sometiera a la doctrina que Cirilo le
presentaría como ortodoxa.
Ese mismo año se celebró otro sínodo, esta vez en Alejandría, que Cirilo presidió y que dio
como fruto los célebres Doce anatematismos que expresaban la doctrina considerada
ortodoxa. Este texto fue enviado a Nestorio para que, como había indicado la iglesia de Roma,
fuera suscrita por el patriarca. Sin embargo, las expresiones empleadas por los anatematismos
no eran exactas y luego fueron empleadas por los monofisitas. El mismo Nestorio se dio cuenta
de la ambigüedad de los textos y respondió con sus Doce antianatematismos intentando refutar
las posiciones de san
Cirilo.
En este momento otros personajes intervienen tratando de aplacar los ánimos y sobre todo
aclarando que las afirmaciones de Cirilo tampoco resultaban ortodoxas dado que parecían
sostener una sola naturaleza en Cristo. Así
se pronunciaron el patriarca de Antioquía, Juan y Teodoreto de Ciro (ambos formados también
en la escuela de Antioquía).
Nestorio acudió también al emperador, Teodosio II quien, para evitar conflictos mayores,
decidió convocar un concilio. Escribió al papa para comentarle su idea y éste le prometió que
enviaría sus legados al concilio. Hay que decir que la situación era compleja pues la posición
de Nestorio había sido ya condenada por Celestino y, por tanto, el concilio
–si quería evitar un
cisma
– debía hacer otro tanto. El emperador fijó el 431 para la celebración del concilio e indicó
que se realizaría en Éfeso. Allí Celestino envió a sus legados: los obispos Arcadio y Proyecto y
el presbítero Filipo. Por otra parte, el papa escribió a Cirilo para que no se condenara a
Nestorio sin oírlo antes.
Al contrario de los anteriores concilios cuyas cuestiones teológicas se referían principalmente a
la unicidad de Dios, el concilio de Éfeso supuso un cambio de dirección, pues se debatió sobre
la naturaleza de Cristo dada la negación de los nestorianos a la unicidad de la naturaleza de
Cristo y considerar que sus naturalezas, divina y humana, se encontraban separadas,
prevaleciendo la naturaleza humana sobre la divina, por lo que María no debía ser considerada
Madre de Dios (Theotókos), sino sólo "Madre de Cristo" (Khristotokos, ya que había dado a luz
a un hombre en que la divinidad había ido a habitar).
Desarrollo del concilio
En la primera sesión del concilio, celebrada el 22 de junio, y aprovechando la ausencia de
Nestorio que se negaba a comparecer hasta que no llegara a Éfeso su amigo el patriarca Juan
de Antioquía, se procedió a condenar la doctrina nestoriana como errónea (Cánones 2 a 5),
decretando que Cristo era una sola persona con sus dos naturalezas inseparables. Asimismo
decretó la maternidad divina de María. Cirilo logró además que se aprobara un decreto
redactado por él que deponía y excomulgaba a Nestorio.
El 27 de junio llegó a Éfeso Juan de Antioquía, celebrando inmediatamente una asamblea
paralela en la que acusa a Cirilo de herejía arriana, por lo que se procedió a su condena y
deposición.
El 10 de julio llegaron los legados papales (los obispos Arcadio y Proyecto y el representante
personal del papa Celestino I, Felipe), que aprueban la sesión celebrada el 22 de junio y con
ello la condena de Nestorio.
La solución no satisfizo a ninguno y ambos comenzaron a hacer presión sobre el emperador.
Consta que Cirilo sobornó a autoridades imperiales. Teodosio finalmente mandó publicar las
decisiones del concilio, confirmando la condena de Nestorio, enviándolo al monasterio de
Eutropio y nombrando un nuevo patriarca de Constantinopla, Candidiano. Dado que Nestorio
continuó publicando obras y difundiendo sus ideas fue trasladado a diversas prisiones hasta
llegar a Egipto. Allí publicó todavía el Libro de Heráclides.
El nestorianismo se propagó desde Edesa y luego, perseguido en todo el imperio, en Persia y
de ahí a India y Turquía.
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Otras decisiones
El concilio de Éfeso, además de condenar la doctrina de Nestorio, condenó también como
herética la doctrina del Pelagianismo, excomulgando a su principal valedor, Celestio (Canon 1).
Decretó asimismo la excomunión para todos los que no se atuvieran a lo decretado en el propio
concilio (Canon 6), y estableció asimismo el anatema para quien no respetara los cánones
surgidos del concilio de Nicea, especificando que el texto del Credo surgido en dicho concilio
no debería sufrir adición o sustracción alguna (Canon 7).
Notas
[1] El libro de Llorca dice 340 (cf. página 526) pero es un evidente error de tipeo.
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Concilio de Calcedonia
Concilio de Calcedonia
IVº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
8 de octubre de 451
Fecha de término
1 de noviembre de 451
Aceptado por
Iglesia católica e Iglesia ortodoxa
Concilio anterior
Concilio de Éfeso
Concilio posterior
Concilio de Constantinopla II
Convocado por
Emperador Marciano
Presidido por
Patriarca Anatolio I de Constantinopla
Asistencia
520 - 630
Temas de discusión
Nestorianismo, Monofisismo
Cánones
28
El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecuménico que tuvo lugar entre el 8 de octubre y el
1 de noviembre del año 451 en Calcedonia, ciudad de Bitinia, en Asia Menor.
Es el cuarto de los primeros siete concilios ecuménicos de la Cristiandad, y sus definiciones
dogmáticas fueron desde entonces reconocidas como infalibles por la Iglesia Católica y por la
Iglesia Ortodoxa. Rechazó la doctrina del monofisismo, defendida por Eutiques, y estableció el
Credo de Calcedonia, que describe la plena humanidad y la plena divinidad de Cristo, segunda
persona de la Santísima Trinidad.
Precedentes
En el Concilio de Éfeso (431) había sido condenada la herejía nestoriana (difisitas), que
defendía que las dos naturalezas (divina y humana) de Cristo eran completamente
independientes entre sí, es decir, que Cristo era a la vez Dios y hombre, pero formando un
compuesto de dos personas distintas. En el concilio, San Cirilo de Alejandría se había
distinguido rebatiendo las tesis de Nestorio.
Según sus oponentes, Cirilo, al atacar a Nestorio, había incurrido a su vez en error, llegando a
negar la existencia de dos naturalezas en Cristo. Había escrito que en Cristo no hay más que
una physis, la del Verbo encarnado, utilizando la fórmula «La única physis encarnada de Dios
Verbo» (mia physis tou Theou logou sesarkoménee) (Epíst. 17; Epíst.46). En 433, dos años
después del concilio, la controversia entre Cirilo y sus adversarios se resolvió con un edicto de
unión, en el que explícitamente se hablaba de las dos naturalezas de Cristo.
Eutiques
En 444, dos años después de la muerte de Cirilo, un anciano archimandrita de Constantinopla
llamado Eutiques, comenzó a predicar que la naturaleza humana de Cristo estaba como
absorbida por la divina, de modo que, en la unión de ambas, no había sino una naturaleza.
Eutiques se proclamaba seguidor de Cirilo de Alejandría; sus tesis tuvieron muchos seguidores,
entre ellos Dióscoro, sucesor de Cirilo en la sede de Alejandría. La herejía de Eutiques se
denomina monofisita, del griego monos ("uno") y physis ("naturaleza")
Las ideas de Eutiques encontraron pronto opositores convencidos: entre ellos, Teodoreto de
Ciro, Eusebio de Dorilea y Flaviano, patriarca de Constantinopla. En cierto modo, el conflicto
monofisita se planteó también como una pugna entre las sedes de Alejandría y de
Constantinopla.
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En un sínodo regional celebrado en Constantinopla en 448, Eusebio de Dorilea denunció las
tesis de Eutiques. El sínodo expresó inequívocamente la ortodoxia de la doctrina de las dos
naturalezas, y requirió la presencia de Eutiques. Éste se negó rotundamente a aceptar la
decisión del sínodo, reafirmándose en su doctrina de una sola naturaleza de Cristo, por lo que
el sínodo lanzó anatema contra él y contra sus partidarios.
El "latrocinio de Éfeso"
Eutiques no aceptó la autoridad del sínodo, y recurrió al Papa León I. Éste respondió con la
Epístola Dogmática, en la que reafirmaba la doctrina de las dos naturalezas. Esta solución no
fue aceptada por Eutiques ni por sus partidarios; a instancias de Dióscoro, el emperador de
Oriente, Teodosio II, monofisita, convocó un sínodo general en Éfeso en agosto del año 449.
Este acontecimiento es denominado por los historiadores católicos "latrocinio de Éfeso",
siguiendo una expresión del Papa León I. El nuevo sínodo declaró la absolución de Eutiques,
anatemizando la doctrina de las dos naturalezas, y depuso a Flaviano, patriarca de
Constantinopla, quien fue conducido al destierro y falleció a consecuencia de los malos tratos
que le dispensaron sus captores.
El Papa movió todos los hilos a su alcance para modificar la situación: escribió al emperador
Teodosio II, a su hermana Pulqueria, partidaria del entendimiento con Roma, e intentó hacer
intervenir al emperador de Occidente, Valentiniano III. Se abrió una profunda crisis entre León I
y Dióscoro, patriarca de Alejandría, quien llegó a excomulgar al Papa.
La muerte de Teodosio II en 450 produjo un giro en la situación: fue sucedido por Pulqueria;
ella, y su marido Marciano eran partidarios de las tesis de Flaviano y León, y realizaron varios
gestos, como conducir a Constantinopla los restos de Flaviano para darles solemne sepultura.
Finalmente, decidió convocarse el concilio, no en Italia, como pretendía el Papa, sino en
Calcedonia, en Asia Menor.
El Concilio
El concilio se reunió en Calcedonia en octubre de 451. Asistieron unos 600 obispos, de los que
solamente 2 eran occidentales, dejando aparte los legados pontificios. Frente a la mayor
estabilidad del imperio romano oriental, en occidente hay que tener en cuenta que en ese año
451 se produciría el enfrentamiento con los hunos de Atila, (Batalla de los Campos
Cataláunicos) y la famosa intervención, legendaria o cierta, evitando que el Huno marchara
sobre Roma, del propio papa León I; quien no impediría la destrucción y saqueo de Roma por
los vándalos de Genserico tres años más tarde.
La presidencia del Concilio fue ocupada por el patriarca de Constantinopla, Anatolio, al lado de
los representantes del Papa. El emperador Marciano apoyaba decididamente la ortodoxia. En
la segunda sesión, se reconoció la Epístola Dogmática del Papa como documento de fe.
Dióscoro fue condenado por unanimidad -parece ser que los obispos egipcios fueron
presionados-, y todos sus decretos fueron declarados nulos.
Los partidarios de Eutiques debieron aceptar la Epístola del Papa para continuar formando
parte de la Iglesia. Trece obispos egipcios, sin embargo, rehusaron aceptarla, arguyendo que
sólo aceptarían "la fe tradicional".
En su canon 28, el Concilio aprobó también la práctica equiparación de las sedes de Roma y
Constantinopla, a pesar de las protestas del Papa.
Se dice que en este concilio fue la primera vez que se utilizó el término griego prosopon, que
quiere decir máscara, para referirse a persona, como hoy conocemos el término.
Consecuencias
La principal consecuencia del Concilio fue el cisma de los monofisitas. El Patriarca de
Alejandría no aceptó el concilio y finalmente terminó por escindir su patriarcado del resto de la
Iglesia. También muchos obispos repudiaron el concilio arguyendo que la doctrina de las dos
naturalezas era prácticamente nestoriana. En las principales sedes apostólicas del Imperio
bizantino, se abrió un período de disputas entre monofisitas y ortodoxos, con diversas
vicisitudes, en las que intervinieron a menudo los emperadores. Aquí tienen su origen las
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antiguas iglesias orientales, que aún hoy rechazan los resultados del Concilio: la Iglesia
Ortodoxa Copta que nació de la ruptura del Patriarcado de Alejandría con el resto de la Iglesia,
la Iglesia Apostólica Armenia, la Iglesia Ortodoxa Siríaca y la Iglesia Ortodoxa Malankara, de la
India.
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Concilio de Constantinopla II
Segundo Concilio de Constantinopla
Vº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
5 de mayo de 553
Fecha de término
2 de junio de 553
Aceptado por
Iglesia católica e Iglesia ortodoxa
Concilio anterior
Concilio de Calcedonia
Concilio posterior
Concilio de Constantinopla III
Convocado por
Emperador Justiniano I
Presidido por
Eutiquio de Constantinopla
Asistencia
166
Temas de discusión
Monofisismo, Nestorianismo
El Segundo Concilio de Constantinopla se celebró en ocho sesiones entre el 5 de mayo y el
2 de junio de 553, y está considerado el V Concilio Ecuménico por las Iglesias Católica y
Ortodoxa.
Motivación del concilio
Aunque la celebración en 451 del Concilio de Calcedonia supuso la condena del monofisismo,
esta doctrina seguía muy extendida por amplias zonas de Oriente, sobre todo en Egipto.
Para el emperador Justiniano I, el posible cisma que en el seno de la Iglesia amenazaba con
provocar el monofisismo, podía desembocar en la posterior independencia política de un
territorio que, como en épocas anteriores, era considerado el "granero del Imperio".
Justiniano trató por tanto atraerse a los monofisitas mediante la publicación, en 543, de un
edicto conocido como "Los Tres Capítulos" por el que se condenaban los escritos de tres
obispos nestorianos, Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa que habían
logrado en el citado Concilio de Calcedonia la no condenación del nestorianismo.
El papa Vigilio rechazó sin embargo esta condena por lo que el emperador le reclamó para que
acudiera a Constantinopla con el objeto de lograr una solución, logrando que el 11 de abril de
548 firmara el Indicatum, un manifiesto en el que aprobaba la condena recogida en "Los Tres
Capítulos".
Esta aprobación papal produjó un fuerte rechazo en occidente que llevó a Vigilio a acordar con
Justiniano la celebración de un concilio ecuménico, y que hasta el mismo no se tomaran
medidas unilaterales.
Justiniano rompió el acuerdo mediante la publicación, en 551, del decreto Homologia tes
pisteos en el que se reafirmaba en la condena de los Tres Capítulos. Vigilio manifestó su
protesta retirándose a la Iglesia de Santa Eufemia, la sede donde se había celebrado el concilio
de Calcedonia, y amenzando con la excomunión a quienes apoyasen la condena de los Tres
Capítulos.
Justiniano, comprendiendo que si mantenía su postura provocaría una ruptura en la unidad de
la Iglesia, cedió convocando el concilio que habría de celebrarse en Constantinopla. La sede
fijada no fue del agrado de Vigilio, ya que supondría una mayoría de asistentes de origen
oriental con lo que su postura quedaría en minoría, por lo que se negó a ostentar la presidencia
del mismo.
Será el recién elegido Patriarca de Constantinopla, Eutiquio quien presidirá el concilio, cuando
fue inaugurado el 5 de mayo de 553, con la asistencia de 168 obispos de los que sólo 11
pertenecían a diócesis occidentales y con la presencia del propio emperador.
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Decisiones conciliares
El decreto conciliar se articula en dos partes muy diferentes. La primera, cuyo género literario
es bastante complejo, contiene la sentencia de los Tres capítulos, mezclada con una breve
crónica de los hechos y una profesión de Fe. La segunda ofrece catorce anatemas, donde los
diez primeros son de un contenido teológico y los cuatro restantes de condena de las personas
y los escritos de Teodoro de Mopsuestia, Teodoreto de Ciro e Ibas de Edesa.
El objetivo del concilio consistía en la corrección y la condena de los secuaces de Nestorio.
Después ofrece una síntesis de las negociaciones con el papa Vigilio.
El concilio
El concilio procedió, como era de esperar, a la condena del nestorianismo mediante la
ratificación de la condena de los tres capítulos al promulgar catorce cánones muy similares a
los trece que formaban la Homologia publicada en 551 por Justiniano.
Esta condena fue refrendada por todos los obispos asistentes a pesar de que Vigilio había
enviado al emperador el documento conocido como Primer Constitutum que, firmado por él
mismo y dieciséis obispos, condenaba sesenta proposiciones de Teodoro de Mopsuesta, pero
donde no condenaba las de Teodoro de Ciro y las de Ibas de Edesa.
Justiniano reaccionó ordenando el destierro del Papa si este no aceptaba íntegramente las
decisiones del concilio, por lo que Vigilio tuvo que presentarse personalmente en el concilio y
retractarse emitiendo la Segundo Constitutum.
También se condenaron algunas de las tesis expuestas por Orígenes que, impregnadas de
platonismo, se alejaban de la doctrina oficial.
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Concilio de Constantinopla III
Tercer Concilio de Constantinopla
VIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
7 de noviembre de 680
Fecha de término
16 de septiembre de 681
Aceptado por
Iglesia católica e Iglesia ortodoxa
Concilio anterior
Concilio de Constantinopla II
Concilio posterior
Concilio de Nicea II (católicos)
Concilio Quinisexto (ortodoxos)
Convocado por
Emperador Constantino IV
Presidido por
Emperador Constantino IV
Asistencia
Los documentos tienen de 43 a 174 firmas.
Temas de discusión
Monotelismo
El Tercer Concilio de Constantinopla, celebrado del 7 de noviembre de 680 al 16 de
septiembre de 681, también recibe el nombre de Concilio Trullano, [1] en alusión a la sala del
palacio imperial donde se realizó, que llevaba el nombre de trullos (cúpula). Fue convocado por
el emperador romano de oriente Constantino IV, y presidido por él en persona. Los principales
protagonistas fueron Constantino IV y el patriarca Sergio; también dos Papas: San Agatón y el
León II.
El motivo de convocar el concilio, desde el punto de vista doctrinal, fue el problema de la
herejía del monotelismo, que admitía en Cristo una sola voluntad y una sola operación o
principio de operación, a saber: la divina. Es un sucedáneo del monofisismo que sólo admite en
el hombre-Dios una sola naturaleza: el Logos.
Contexto doctrinal, político y eclesiástico
El año 553 el Segundo Concilio de Constantinopla había reinterpretado el Concilio de
Calcedonia. Rebatiendo la doctrina de Cirilo de Alejandría, se acentuó la unidad de la persona
divina del Hijo de Dios hecho hombre. Desde el punto de vista teológico, el partido monofisita,
hacia el cual se inclinaban sobre todo los monjes, había querido condenar una vez más al
nestorianismo. Temiendo que se reforzara se asieron a la doctrina de la mia physis
, ―una sola
naturaleza‖, muy difundida en Egipto. Al mismo tiempo, intentaban alcanzar la paz ideológica
dentro de un Imperio cada vez más heterogéneo, en donde la lengua y la filosofía griega no
habían circulado con la fluidez necesaria para comprender conceptos tan elaborados como los
cristológicos.
Durante esta época, el acentuado intervencionismo de los emperadores y de su corte (incluidas
las consortes) en las cuestiones dogmáticas terminaban mezclando el debate político con las
cuestiones de doctrina teológica. No se puede olvidar que en un sistema teocrático como el
bizantino, la unidad política depende de la unidad religiosa; y esta unidad religiosa es buscada
acudiendo a una formulación dogmática de compromiso. La tendencia de los sucesores de
Justiniano
—tanto Zenón (474-475, 476-491) como Justino II (565-578) que condenaba los
Tres Capítulos
— fue, en efecto, la de buscar soluciones intermedias que, a la larga,
favorecieron la vuelta a escena de los obispos, teólogos y monjes monofisitas que existían.
Tales directrices llegaron poco antes de la ocupación persa, que redujo notablemente el control
bizantino sobre Asia Menor, Siria y Egipto. El emperador Heraclio (610-641), al recuperar los
territorios perdidos, encontró varios focos de monofisismo entre las comunidades cristianas. Allí
no había llegado la reflexión cristológica, madurada y concluida en Calcedonia, ni se habían
conocido las nuevas fórmulas dogmáticas. Los hechos obligaban a buscar una solución que
pacificara las zonas recuperadas, favoreciendo una vuelta a la doctrina monofisita.
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Para poner fin a las polémicas, Sergio (610-638), patriarca de Constantinopla, propuso una
nueva doctrina, a la cual se adhirió también el emperador Heraclio. La tesis del patriarca Sergio
intentaba ser una vía intermedia y según ésta en Jesús se dan, ciertamente, dos naturalezas
inconfusas pero un sólo tipo de operaciones (monoenergeia). Más tarde terminó atribuyendo a
Jesús también una única voluntad (monotelismo), porque la voluntad humana de Jesús estaría
movida por su voluntad divina de tal modo que la voluntad humana sería totalmente pasiva, sin
producir un propio querer humano. Heraclio por su parte, a medida que avanzaba su campaña
militar, había iniciado los trámites para alcanzar la unidad con la iglesia armena, presente en
Siria y Egipto, mediante la doctrina de una nueva fórmula: el único y mismo Cristo operante
―con la única energía teándrica‖. Ciro, electo patriarca de Alejandría en 631, se empeñó en tal
meta, a la cual también se unió desde Roma el papa Honorio.
Aunque parecía un simple acuerdo, rápidamente encontró obstáculos, tanto en los monofisitas
de Siria como en los calcedonenses en Egipto. El monje Sofronio, elegido patriarca de
Jerusalén en 634, atacó duramente tal solución, pues iba en detrimento de los logros
doctrinales de Calcedonia. También el papa Honorio terminó apoyando esta postura. Entonces
el patriarca Sergio presentó una nueva solución, por la cual, prescindiendo de la energía,
afirmaba la presencia en Cristo de una sola voluntad; es decir, el monotelismo.
La nueva doctrina, sostenida en Bizancio por la Iglesia y el Estado, fue condenada por el
emperador por medio del edicto Ekthesis del 638, que debería constituir la nueva carta de la
unidad religiosa del Imperio. En realidad, a pesar del inicial consenso del sucesor de Sergio,
del patriarca Pirro y del papa Honorio, la solución fue rechazada por todos y se dejó, como las
intentos precedentes, en un mero acuerdo. No se había podido sanar la división religiosa.
Mientras tanto, eliminada la fuerza que contenía a los persas, Heraclio abría una brecha para la
expansión islámica, que se extendía con una fuerza incontrolable.
Por otra parte, entre política y religión, el Imperio bizantino tenía bastantes problemas para
resolver y, por una tradición arraigada, el emperador continuaba prestando una particular
atención a solucionar los asuntos doctrinales de la vida cristiana. A propósito del monotelismo,
la disputa teológica, bastante agudizada en Constantinopla, se trasplanto a África, donde había
terminado exiliado el patriarca Pirro. En la capital, en efecto, los eventos políticos posteriores a
la muerte de Heraclio no maduraron bajo el signo de la paz social. Muerto el primogénito
Constantino y depuesto el siguiente heredero, la situación política estaba bajo el control del
senado, que quería acrecentar su propio papel dentro del Estado y de la corona. Constante
Pogonato, hijo de Constantino, nuevo basileus, se encontró, además de los tradicionales
enemigos, los Eslavos, que le acosaban por la espalda, con el deber de hacer frente a los
árabes, ya en posesión de las provincias orientales del Imperio. Por lo demás, en aquellas
regiones la división teológica fragmentaba la resistencia militar: basta pensar que en Alejandría
el patriarca monofisita Benjamín se sometió espontáneamente a los árabes, declarándose en
contra de Bizancio.
En este contexto adquiere relieve la figura de San Máximo el Confesor, que, siendo sólo un
monje, pero con gran autoridad teológica, entró en la controversia monotelita y monoenergita,
antes en África y finalmente en Roma y Constantinopla.
En el año 645, en Cartago, el patriarca monotelita de Constantinopla, Pirro, exiliado, realizó un
debate público con Máximo ante Gregorio, prefecto de África, muchos obispos, eclesiásticos y
otras personalidades. La Disputatio cum Pirrho ofrece una idea de la complejidad del problema
cristológico, pero también ilustra como para Máximo, si Jesucristo era el nuevo principio de la
vida del cristiano, necesariamente Él era verdadero Dios y hombre completo.
Probablemente Máximo estaba convencido de que detrás de las proposiciones controversiales
renacían los problemas dramáticos de Nicea y Calcedonia: en Cristo existían dos naturalezas y
por tanto eran consecuentes dos voluntades y dos modos de obrar, o energías; sin embargo, la
facultad de querer pertenece a la naturaleza; el hecho de elegir y de querer es propio de la
persona, por lo tanto, en Cristo, el Logos inclina las determinaciones del querer (querer
gnómico) y guiaba la voluntad humana junto a la divina dejando fuera el pecado y el error.
A comienzos del 646, el suceso de la argumentación de Máximo indujo a varios obispos
africanos a convocar un sínodo, condenando como herético el monotelismo sostenido por el
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patriarca y el gobierno bizantino. La situación se hizo más crítica cuando el prefecto Gregorio
se reveló contra el Emperador sin tomar en cuenta la amenaza árabe que se cernía sobre la
costa africana desde la conquista de Alejandría en el 642. Casualmente en el 647 los árabes
asaltaron el territorio de norte de África. El perfecto perdió la vida en la batalla y la estructura
del imperio se debilitó más aún. Los hechos acaecidos eran una prueba de lo peligroso de las
fracturas teológicas en el Imperio. Según el punto de vista desde el que se vea el problema, se
podría inculpar a unos y otros de los dos partidos; aun así, si se tiene presente el valor de una
cristología ortodoxa, la cual ha quedado como baluarte del sentido más genuino de la tradición
salvífica, se debe decir que el partido de Máximo garantizaba mejor tales valores
fundamentales cristianos: era lo mismo que paso en Nicea y Calcedonia.
El Emperador, con el Typos de 648, prohibió más discusiones sobre el problema de la energía
y de la voluntad de Cristo, aboliendo el Ekthesis (exposición) y trasladando las discusiones a su
punto de partida. La disputa, entonces, se complicó en Roma, a donde Máximo se trasladó con
el patriarca Pirro. Es interesante subrayar su veneración por aquella sede, que él consideraba
la única base y fundamento de todas la Iglesias de la tierra, a la que Jesús había concedido las
llaves del poder universal sobre la ortodoxia de la fe.
Un motivo más de dificultad apareció en el 649. El papa Martín reunió en Roma un sínodo, en
el cual fueron rechazados tanto el Ekthesis como el Typos y fue definida la doctrina de las dos
voluntades en Cristo, excomulgándose a los patriarcas Sergio, Paolo, Porro y Ciro. El
emperador reaccionó haciendo capturar al Papa y trasladándolo a Bizancio, donde fue
procesado y exiliado al Quersoneso. Allí murió el 16 de septiembre de 655. La misma suerte
compartió Máximo, hecho prisionero y conducido a la capital. El año de la muerte del Papa
sufrió un juicio que le procuró el exilio. Procesado más adelante, por no adherirse a la voluntad
imperial, luego de numerosas travesías, murió martirizado en Lazica el 13 de agosto de 662.
Si bien Máximo desapareció bajo el poder imperial, sus ideas continuaron viviendo en las
disputas teológicas de los siglos sucesivos. El emperador murió asesinado, en Sicilia, en
Siracusa. Durante el período de su sucesor, Constantino IV (668-685), los árabes aparecieron
una vez más en Asia Menor; en el 674 atacaron Constantinopla asediándola reiteradamente sin
conseguir conquistarla. La resistencia de la capital significó un cambio histórico en la lucha
contra el islam, acrecentando el prestigio de Bizancio. Sin bien la capital no había caído, gran
parte del territorio estaba en manos de los árabes, sobre todo aquellos que simpatizaban,
primero con el monofisismo y después con el monotelismo. La Iglesia monofisita, jacobita y
monotelita, bajo el dominio árabe no constituyeron más un problema para el Imperio.
Preparación, desarrollo y conclusión del concilio
El emperador Constantino IV Pogonato, ya en el año 679 había enviado un carta al papa Dono
(676-678), en la cual le solicitaba que enviara a Constantinopla una delegación de obispos,
pero la carta llegó cuando el Papa había muerto. Su sucesor Agatón (678-681) envió la
delegación hasta el año 680, conformada por tres obispos italianos, tres apocrisiarios
pontificios, un representante del arzobispo de Ravena y cuatro monjes de los conventos
griegos de occidente.
El 10 de septiembre, Constantino IV ordenó al patriarca Jorge que convocará a Concilio a los
obispos de su patriarcado y que enviara entre ellos a Macario I, patriarca de Antioquía, que se
encontraba en Constantinopla con sus obispos. El 7 de noviembre, en la gran sala de la cúpula
del palacio imperial se abrió el concilio, que en los discursos fue definido como ecuménico.
Constantino IV, flanqueado por sus oficiales y senadores, asistió personalmente a las primeras
once asambleas, de las cuales la última tuvo lugar el 20 de marzo de 681. El protocolo requería
que todas las intervenciones fueran dirigidas al emperador o a sus representantes. Participaron
en el concilio, además de la delegación papal, Macario I, que era un enardecido monotelita, los
representantes delegados de los patriarcas de Jerusalén y de Alejandría y los obispos del Ilírico
oriental y de todas las regiones del imperio, cuyo número varía de una sesión a otra; sin
embargo, la profesión de fe final fue firmada por 161 obispos y por dos diáconos
representantes de sus respectivos obispos. Largas fueron las discusiones de carácter
dogmático.
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Primera sesión
Durante la primera sesión los legados romanos preguntaron al Emperador por el origen de la
doctrina sobre una única voluntad y actividad en Cristo. El emperador dio la palabra a Jorge y
Macario. Los patriarcas defendieron con astucia su oposición a las dos voluntades revelando
su monotelismo. Conocían el deseo del emperador de reconciliarse con Roma. Arguyeron las
actas de supuestos concilios en que se apoyaban y que estarían en consonancia con Roma.
Segunda sesión
A petición del Emperador, fueron leídas las actas de Éfeso y las de Calcedonia. La lectura fue
interrumpida por la objeción de los legados pontificios a una interpretación incorrecta de un
texto de Cirilo de Alejandría. El Padre de la Iglesia hablaba de dos actividades naturales, sin
confusión ni división. Esta intervención abrió un diálogo entre el Emperador y Macario respecto
a la referencia a dos actividades naturales y no a una. Macario se defendió argumentando que
incluso el papa León no llegaba hablar de dos actividades y que la actividad a la que él se
refería sería una sola operación divino-humana. Teófano, uno de los mejores teólogos del
concilio, invitó a Macario y su discípulo Esteban a que descubrieran detrás de la voluntad
natural la referencia a la humanidad de Cristo. Esteban replicó que tal voluntad de Cristo no
sería otra que una voluntad electiva y auto determinante como la que poseía Adán antes de la
caída. Según su punto de vista, Adán, como co-creador junto a Dios, tenía una única voluntad
co-sustancial a la de Dios. Se trataba de una aproximación al problema equiparando la
naturaleza humana de Cristo a la situación de Adán antes de la caída, puesto tal sería la
naturaleza humana que asumió el Verbo en vistas a preservarla del pecado original.
Tercera sesión
Se abrió (13 de noviembre), una vez más, leyendo las actas de un Concilio Ecuménico, en este
caso, el quinto,celebrado en Constantinopla. El libellus resultó estar adulterado, al comienzo se
habían incluido cuatro páginas que no correspondían a la fecha del documento. Como tal
añadidura no sostenía la postura de Macario, el Emperador permitió que la contienda teológica
siguiera adelante. El 7 de diciembre se suspendieron las sesiones y no se reanudaron sino
hasta el mes de febrero.
En la octava sesión (7 de marzo), el patriarca Jorge se adhirió a la doctrina de las dos
voluntades. Macario, si bien desde el principio había negado tal doctrina, admitió en la novena
sesión que había mutilado el texto en el que se apoyaba. Durante esa sesión fue depuesto,
junto a su discípulo, el abad Esteban. Durante la décimo tercera sesión, el 28 de marzo de 681,
el concilio declaró que era necesario borrar de los frontispicios además de Macario y Esteban,
a los patriarcas de Constantinopla Servio, Pirro, Pablo II, Pedro, el patriarca de Alejandría, Ciro,
el obispo de Farán, Teodoro, y, finalmente, al papa Honorio.
Durante esta misma sesión, examinadas las cartas dogmáticas escritas por Sergio, en su
tiempo patriarca de esta ciudad [Constantinopla]..., tanto a Ciro que entonces era obispo de
Fasi, como a Honorio que era obispo de la antigua Roma y la carta [Scripta fraternitatis, del año
634] con la cual este último, es decir Honorio, respondió a Sergio, se les condenó como
heréticas.
El emperador asistió a la décimo octava sesión, que se tuvo el 16 de septiembre, en la cual se
recitó una profesión de fe en que los padres conciliares decían: Predicamos igualmente en Él
[Cristo] dos voluntades naturales o quereres y dos operaciones naturales, sin división, sin
conmutación, sin separación, sin confusión, según la enseñanza de los santos Padres; y dos
voluntades, no contrarias (...) sino que su voluntad humana sigue a su voluntad divina y
omnipotente, sin oponérsele ni combatirla, antes bien, enteramente sometida a ella. Era, en
efecto, menester que la voluntad de la carne se moviera, pero tenía que estar sujeta a la
voluntad divina del mismo (...). Porque a la manera que su carne dice y es carne de Dios
Verbo, así la voluntad natural de su carne se dice y es propia de Dios Verbo, como Él mismo
dice: «Porque ha bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que
me ha enviado» [Jn 6, 38], llamándola suya la voluntad de la carne, puesto que la carne fue
también suya (...) Glorifiquemos también dos operaciones naturales, sin división, sin
conmutación, sin separación, sin confusión, en el mismo Señor nuestro Jesucristo, nuestro
verdadero Dios, esto es, una operación divina y otra operación humana (...) Porque no vamos a
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admitir una misma operación natural de Dios y de la criatura, para no levantar lo creado hasta
la divina sustancia ni rebajar tampoco la excelencia de la divina naturaleza al puesto que
conviene a las criaturas.
El concilio, al final, dirigió un homenaje al emperador y envió una carta al papa Agatón.
Después que los legados del Papa volvieron de Constantinopla a Roma, León II envió varias
cartas proclamando la validez del Concilio. Escribió al emperador la denominada Regí regum,
de aproximadamente agosto del 682; y también a España, a los obispos
—Cum diversa sint—
y al rey Ervigio
—.Cum unus exset—
En otra carta denominada Fides papae, recogida en el Liber diurnos Romanorum pontificum, se
propone como declaración de fe la condena del papa Honorio que dice [Patres Concilii]
auctores vero novi dogmatis Sergium, Pyrrhum... una cum Honorio, qui pravis eorum
adsertionibus fomentus impendit, ...nexu perpetue anathematis devinxerunt; pero [los Padres
conciliares] ataron con el lazo del anatema perpetuo a los autores de la nueva doctrina, Sergio
y Pirro, ...juntamente con Honorio, que concedió su favor a las depravadas afirmaciones de
ellos . Respecto al papa Honorio, León II dejó claro en su carta al emperador el motivo de la
condena: no habiéndose esforzado para hacer resplandecer la fe apostólica, permitió que esta
fe inmaculada fuese mancillada.
En el año 692 se celebró el Segundo Concilio Trullano, que emitió 102 cánones disciplinares.
Tuvo gran aceptación en oriente, como complemento de los dos anteriores de Constantinopla.
No tuvo la misma acogida en occidente a causa del viejo canon 28 de Calcedonia, en donde se
equiparaba Constantinopla a Roma en importancia política y la incipiente doctrina sobre el
celibato sacerdotal.
Aportación doctrinal del concilio
El aporte fundamental del Tercer Concilio de Constantinopla fue la definición dogmática
respecto a las voluntades y operaciones de Jesús. Este Concilio cierra, por así decirlo, el ciclo
de los concilios cristológicos. Es, a la vez, continuación de los concilios anteriores. Esto se ve
especialmente cuando aplica a las voluntades y a las operaciones de Jesús los términos que el
Concilio de Calcedonia había aplicado a las dos naturalezas; es una consecuencia necesaria,
ya que voluntad y operaciones son propias de las dos naturalezas. De hecho, una naturaleza
humana sin una efectiva voluntad humana sería una naturaleza profundamente mermada;
Cristo no sería entonces perfecto hombre.
Por otra parte, resume la doctrina sobre Cristo tal como la entendieron los Padres de la Iglesia
desde los primeros tiempos. San Atanasio, comentando Mt 26, 39, dice: Jesús manifiesta allí
dos voluntades, la voluntad humana que es aquella de la carne y la voluntad divina que es de
Dios; la voluntad humana pide, por la debilidad de la carne, el alejamiento del sufrimiento; sin
embargo la voluntad divina está dispuesta.
Por otra parte, San Juan Damasceno dice: Existe en Nuestro Señor Jesucristo, según la
diversidad de naturalezas, dos voluntades, no contrarias. Ni la voluntad natural, ni la natural
facultad de querer, ni las cosas que están naturalmente sujetas, ni el ejercicio natural de la
misma voluntad, son contrarias a la voluntad divina. La voluntad divina creó todas las cosas
naturales. Solamente lo que es contrario a la naturaleza lo es también a la voluntad divina,
como el pecado, que Jesucristo no tomó. Mas porque una es la persona de Jesucristo y uno el
mismo Jesucristo, uno es también el que quiere por medio de cada una de las dos naturalezas.
Notas
[1] El Tercer Concilio de Constantinopla también es denominado: Primer Concilio Trullano (o
Trulano). Posteriormente se celebró un Segundo Concilio Trullano (692), también conocido
como Concilio Quinisexto o Sínodo Trullano.
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Concilio de Nicea II
Segundo Concilio de Nicea
VIIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
24 de septiembre de 787
Fecha de término
13 de octubre de 787
Aceptado por
Iglesia católica e Iglesia ortodoxa
Concilio anterior
Concilio de Constantinopla III (católicos)
Concilio de Constantinopla V (ortodoxos)
Concilio posterior
Concilio de Constantinopla VI (católicos)
Concilio de Constantinopla VII (ortodoxos)
Convocado por
Emperatriz Irene
Presidido por
Emperatriz Irene
Asistencia
350
Temas de discusión
Iconoclasia
El Concilio de Nicea II se celebró del 24 de septiembre al 13 de octubre de 787 en Nicea. Fue
convocado por Irene, madre del emperador Constantino VI. Los participantes más destacados
de la asamblea fueron Adriano I, los legados papales: el Arcipreste romano Pedro y el
Archimandrita del monasterio griego de san Saba y el patriarca de Constantinopla Tarasio.
El concilio fue convocado a raíz de la controversia iconoclasta iniciada por el emperador León
III el Isáurico en el 726. Los iconoclastas negaban la legitimidad de las imágenes y su culto. Se
habla de diversas causas en esta postura: cierto esquema todavía monofisita que no había sido
totalmente vencido, la influencia musulmana y judía en el imperio de Oriente, el origen sirio del
emperador León III, y el deseo de contrarrestar el poder de los monjes, defensores de la
iconodulia, doctrina contraria a la iconoclasta. Además los iconoclastas usaban argumentos
derivados de la prohibición que en el Antiguo Testamento vetaba la creación de imágenes (cf.
Ex 20, 4; Dt 5, 8) o de la filosofía platónica ya que el uso de imágenes implica representar
modelos a partir de lo que solo son sombras o reflejos.
Los cánones del concilio permiten hacer una distinción entre el culto dado a Dios (llamado de
«adoración» o
λατρεία) y la veneración especial tributada a las imágenes (la palabra griega
"προσκύνησις", proskýnisis que significa "veneración"). Así se evitaban ambos extremos
igualmente presentes en la cultura oriental: la adoración de la imagen como si fuera Dios
mismo y por otro lado la destrucción de estas por miedo a la idolatría o por motivos de
conveniencia y paz.
La intervención de la emperatriz regente Irene fue continua y fuerte. Ella misma presidió los
trabajos de la última sesión asegurándose así de que las conclusiones fueran en la línea
favorable a las imágenes. Los decretos y cánones fueron promulgados por ella. Sin embargo,
las disputas en el interior de la familia imperial a causa de este problema continuaron hasta el
emperador Teófilo (842).
Una de las novedades en este Concilio es la baja asistencia de los patriarcas orientales. Sólo
asistió el de Jerusalén (que llegó con retraso) y el de Constantinopla. Nicea II declaró no
ecuménico el sínodo de Constantinopla del 754, por no haber sido celebrado en comunión con
la iglesia de Roma. El concilio fue recibido en Occidente con algunas reservas, debido a la
mala traducción latina del griego original de las actas del concilio.
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Concilio Quinisexto
El Concilio Quinisexto, también conocido como Segundo Concilio Trullano, [1] fue
convocado por el emperador Justiniano II, el año 692 en Constantinopla. Se llamó Quinisexto
por ser un complemento del los anteriores concilios quinto y sexto: el II y III concilios de
Constantinopla. Es el cuarto Concilio de Constantinopla, aunque la Iglesia Romana utiliza
dicho nombre para designar al sexto concilio celebrado en Constantinopla, dado que no
reconoce ni este cuarto concilio del año 692, (que sí es importante para la Iglesia Ortodoxa
pues contiene la parte principal para su derecho canónico) ni tampoco reconocerá el quinto del
año 754.
Historia y contexto
Justiniano II fue un príncipe muy creyente. En las inscripciones numismáticas se atribuía el
nombre de servus Cristi «siervo de Cristo», y fue el primero de los emperadores bizantinos en
grabar la efigie de Cristo en el reverso de las monedas. También se distinguió por perseguir a
los maniqueos. Durante su reinado se celebró un concilio (años 691/2), en el que se
completaron las decisiones dogmáticas de los dos concilios ecuménicos anteriores, el quinto
del año 553 y el sexto del año 680/1, con una amplia serie de cánones, siendo por ello
conocido con el nombre de Quinisextum, aunque también es llamado Concilio Trullano II, por el
lugar donde se celebraban las sesiones: la sala cupulada o sala trullos, del palacio imperial de
Constantinopla.
En el fondo, es un concilio oriental, sin representantes de occidente ni delegados papales. El
papa Sergio I (687-701) no lo reconoció, y cuando lo llevaron preso a Bizancio, el pueblo
romano no lo permitió, pero sus sucesores fueron deportados a Bizancio. El emperador,
contrariado, decidió no auxiliar a los romanos cuando los longobardos quisieron invadir Italia.
Temas tratados
En este Concilio se trataron cuestiones disciplinares, pues en los anteriores sólo se habían
tratado temas dogmáticos: se habían condenado los Tres Capítulos y el monotelismo.
Se confirmó el canon 28º del Concilio de Calcedonia sobre el rango eclesiástico de las
ciudades y el papel del emperador (no aprobado por el papa); se desprecia la práctica del
celibato de los presbíteros (sólo lo practicaban los monjes; por eso, los obispos eran monjes);
se prohibió el consumo de sangre, el ayuno del sábado y representar a Jesús como un cordero.
Se ratificaron 102 cánones y las decisiones de los anteriores Concilios Ecuménicos. Se
sancionaron los denominados «85 Cánones Apostólicos» y se aprobaron las decisiones
disciplinarias de varios Concilios regionales. Se añadieron una serie de cánones a los ya
existentes. El Concilio Quinisexto fijó el fundamento de la Ley Canónica Ortodoxa.
En uno de ellos aparecen las autoridades canónicas antiguas que deben ser seguidas. Es la
parte disciplinar de los concilios precedentes. El objetivo principal es legislar oriente y reconoce
matrimonio de clérigos. Aunque defendía Roma ponía en segundo lugar a Alejandría.
Aceptación
Es reconocido por la Iglesia Ortodoxa y contiene la parte principal para su derecho canónico.
En oriente se considera que es la continuación de Concilio de Constantinopla III o culmen de
los concilios ecuménicos quinto y sexto: «quinisext» o «quintosexto», por los cánones
disciplinares. El séptimo concilio ecuménico reconocido por la Iglesia Oriental es el Concilio de
Nicea II, convocado en el año 787.
La Iglesia Católica Apostólica Romana sigue sin reconocer el Concilio Quinisexto, y lo
denomina también synodus erratica. Es ecuménico, pero fue omitido de la lista, por encontrar la
jerarquía de Roma discrepancias con algunos de sus cánones.
Notas
[1] El Tercer Concilio de Constantinopla también es denominado: Primer Concilio Trullano, Concilio Trullano, o Concilio
Trulano.
23
Concilio de Constantinopla VI
Sexto (Cuarto) Concilio de Constantinopla
VIIIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
5 de octubre de 869
Fecha de término
28 de febrero de 870
Aceptado por
Iglesia católica
Concilio anterior
Concilio de Nicea II
Concilio posterior
Concilio de Letrán I
Convocado por
Emperador Basilio I
Temas de discusión
Condenación a Focio
El Sexto Concilio de Constantinopla,
–Cuarto Concilio de Constantinopla para la Iglesia
Romana, que lo considera el octavo concilio ecuménico
– fue convocado por el emperador
bizantino Basilio I el Macedonio en 869, y finaliza en 870, estando en Roma de papa Adriano
II.
[1]
El tema principal fue condenar y deponer al Patriarca de Constantinopla Focio. Diez años
después, Focio convocó un concilio revocando lo adoptado en éste: el Séptimo Concilio de
Constantinopla.
Contexto histórico
En Oriente había dos candidatos para ser patriarcas de Constantinopla: uno era Ignacio, que al
final es elegido, y otro Focio.
El emperador Miguel III lo depone pues, según él, era una elección irregular por estar presente
sólo la emperatriz y, mediante otra elección, entra en su lugar Focio, amigo de Miguel,
académico. El Papa era Nicolás I, y favorecía a Ignacio.
En este contexto llega la carta encíclica de Focio (864), comentando que los misioneros han
degradado algunas tradiciones. En la carta, Focio denunciaba a los misioneros occidentales en
Bulgaria y criticaba las prácticas litúrgicas occidentales. De forma más señalada, el patriarca
Focio consideró una blasfemia la añadidura de la cláusula filioque en el Credo.
El patriarca de Constantinopla Focio, en 867 dirigió una encíclica en términos muy enfáticos a
los otros patriarcas orientales, comentándoles la crisis política y eclesiástica en Bulgaria así
como las tensiones entre Constantinopla y Roma.
Convocatoria del concilio
Ante esta situación, se llama a concilio para condenar y derrocar a Focio, con la guía del Papa
Adriano II. Después, Juan VIII lo restauró de nuevo en el cargo y, nuevamente, fue derrocado.
Temas tratados
En la primera sesión se leyó y aprobó la regla de fe de Hormisdas.
Cánones contra Focio:
Can. 1. Queriendo caminar sin tropiezo por el recto y real camino de la
justicia divina, debemos mantener, como lámparas siempre lucientes y que iluminan nuestros
pasos según Dios, las definiciones y sentencias de los Santos Padres (Denzinger: 650).
Can. 21. [...] Y quienquiera usare de tanta jactancia y audacia que, siguiendo a Focio y a
Dióscoro, dirigiera, por escrito o de palabra, injurias a la Sede de Pedro, príncipe de los
Apóstoles, reciba igual y la misma condenación que aquellos (Denzinger: 662).
24
El Concilio se manifiesta claramente en contra del llamado "usurpador" Focio:
«Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como
quienes han de dar cuenta de ellas» (Hb 13, 17), advierte el gran apóstol Pablo. Por ello,
considerando al beato Papa Nicolás como instrumento del Espíritu Santo, al mismo modo que
su sucesor, el santo Papa Adriano, establecemos y ordenamos que todo cuanto ellos han
expuesto y promulgado en diversos momentos mediante concilios, sea para la defensa y la
pacificación de la iglesia de Constantinopla y de su arzobispo, el santísimo patriarca Ignacio,
sea para la expulsión y la condena del neófita y usurpador Focio, se mantenga siempre en
vigor y sea observado integralmente y sin mutilaciones con los «capitula» expuestos, y que
ningún obispo, sacerdote, diácono o cualquier otro miembro del clero se atreva a infringir o
desaprobar cualquier cosa de ello. Quien, tras esta decisión nuestra, resulte culpable de
despreciar cualquier punto de los capítulos y de los decretos promulgados por estos papas, si
es sacerdote o clérigo sea privado de su dignidad y de su rango; si es monje o laico, sin
importar la dignidad que tenga, será excomulgado, hasta que, tras arrepentirse, prometa
observar tales decretos.
Canon 2
Aceptación
No es reconocido por la Iglesia Ortodoxa. En Oriente, Focio es santo teólogo.
Las actas auténticas de este Concilio no se conservan. De estos cánones se posee doble
forma, una griega, más breve y que ofrece menor número de cánones, y otra de la versión del
bibliotecario Anastasio, que acusa a los griegos de falsificación y afirma que la trasladó de las
actas auténticas, conservadas en los archivos de la Iglesia Romana.
Extraño es, sin embargo, que lo que favorece al Romano Pontífice se halle en el griego, y falte
lo que favorece al obispo de Constantinopla.
Denzinger.
El emperador Basilio I y el Papa Adriano II convocaron otro concilio, diez años más tarde, que
canceló varias decisiones: fue el Séptimo Concilio de Constantinopla.
25
Concilio de Constantinopla VII
El Séptimo Concilio de Constantinopla fue convocado en el año 879, por el Patriarca de
Constantinopla Focio, en la capital del imperio bizantino, Constantinopla, con la finalidad de
anular el anterior concilio. Finalizó en el año 880.
Cuestiones tratadas
En este Concilio fueron rechazadas las decisiones del anterior, el Sexto Concilio de
Constantinopla, que había sido convocado por el emperador bizantino Basilio I «el Macedonio»,
al objeto de confirmar la destitución del patriarca de Constantinopla, Focio, quien
posteriormente fue restituido en dicho cargo en el año 877.
Aceptación
El Séptimo Concilio de Constantinopla fue reconocido por la Iglesia de Oriente, como octavo
concilio ecuménico de la Iglesia.
Lógicamente, este Concilio no fue reconocido por la Iglesia de Occidente.
26
Concilio de Letrán I
Primer Concilio Lateranense
IXº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
18 de marzo de 1123
Fecha de término
11 de abril de 1123
Aceptado por
Iglesia católica
Concilio anterior
Concilio de Constantinopla VI
Concilio posterior
Concilio de Letrán II
Convocado por
Papa Calixto II
Presidido por
Papa Calixto II
Asistencia
300 - 1000
Temas de discusión
Querella de las investiduras
Cánones
25
El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán
como sede, y desarrolló sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo
año. Está considerado por la Iglesia Católica como el IX Concilio Ecuménico y el primero de los
celebrados en Occidente.
Fue convocado por el papa Calixto II en diciembre de 1122 inmediatamente después del
Concordato de Worms que puso fin a la querella de las investiduras y a él asistieron, según la
fuentes, entre 300 y 1000 participantes que promulgaron 25 cánones, aunque muchos de los
cuales se ciñeron exclusivamente a confirmar decretos de concilios anteriores, en los que
legisló sobre las siguientes cuestiones:
• Ratificación del Concordato de Worms que puso fin a la Querella de las investiduras.
• Mantenimiento de la Tregua de Dios, instituida en el año 987.
Una de las decisiones más importantes y que marcará la distribución eclesiástica y la vida
monacal, es la decisión de Canon 3 y 11, que prohíbe el matrimonio a los miembros vinculados
con la Iglesia. Esta postura fue tomada con una intención de control y sumisión de los agentes
internos para con la congregación. Gastos, distracciones, familias y alojamientos eliminados de
las preocupaciones para llevar a cabo las tareas propias de cada cargo, pero que nunca es
mencionado en la Biblia.
Cánones principales
• Condena de la simonía (Canon 1).
• Se prohíbe el matrimonio a los sacerdotes, diáconos, subdiáconos, y monjes. También les
prohíbe mantener concubinas y la permanencia en sus casas de cualquier mujer diferente a las
admitidas por los antiguos cánones.
Los matrimonios en vigor de los clérigos son nulos de pleno derecho, y los que los hubiesen
oficiado son declarados pecadores y obligados a confesión (Cánones 3 y 11).
• Se declaran nulas todas las ordenaciones efectuadas por el antipapa Gregorio VIII desde el
momento de su excomunión (Canon 6).
• Se conceden exenciones a las familias y posesiones de los cruzados (Canon 11).
• Se condena con la excomunión a los laicos que se apoderasen de los ofrecimientos hechos a
la Iglesia, y de aquellos que fortificasen las iglesias como fortalezas (Canon 14).
• Se establece también la excomunión para los que asaltasen a los peregrinos en su camino a
Roma (Canon 16).
• Se prohíbe a los abades y religiosos alojar a pecadores penitentes, visitar los enfermos,
administrar la extremaunción y cantar misas solemnes y públicas; sin haber obtenido antes
santo crisma y el santo aceite de sus respectivos Obispos (Canon 17).
27
Concilio de Letrán II
Segundo Concilio de Letrán
X Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1139
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Letrán I
Concilio posterior
Letrán III
Convocado por
Papa Inocencio II
Presidido por
Papa Inocencio II
Participación
1000
Tema principal
Cisma de Anacleto II
Cánones
30
El Segundo Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de
San Juan de Letrán, y desarrollando sus sesiones entre el 4 de abril de 1139 y el 11 de abril del
mismo año.
Está considerado por la Iglesia Católica como el X Concilio Ecuménico, y el segundo de los
celebrados en Occidente.
Temas tratados
Fue convocado por el papa Inocencio II con objeto de ratificar la condena del antipapa Anacleto
II, y a él asistieron alrededor de mil participantes que promulgaron treinta cánones, en los que
se trató sobre la simonía, la usura, falsas penitencias y sacramentos, decretándose:
• Que los obispos y eclesiásticos no debían escandalizar por los colores, la forma, o la
extravagancia de sus ornamentos, por lo que vestirían de forma modesta. (Canon 4).
• La condena y persecución de los matrimonios y concubinatos de los sacerdotes, diáconos,
subdiáconos, monjes y monjas (Cánones 6, 7 y 11)
• La excomunión a los laicos quienes no pagasen los diezmos a los obispos, o no cediesen a
éstos últimos las iglesias cuya posesión tuviesen retenidas, ya porque fueron recibidas de
manos de los Obispos, u obtenidas de príncipes u otras personas (Canon 10).
• La fijación de los períodos y duración de los Armisticios de Dios (Canon 12).
• La condena de la usura.
• La prohibición de que los monjes se dedicaran al estudio de materias profanas como el
Derecho o la Medicina.
• La prohibición, bajo pena de privación de un entierro cristiano, de justas y torneos que
pusiesen en peligro la vida (Canon 14).
• La obligación de reyes y príncipes de dispensar justicia de acuerdo con los obispos
(Canon20).
• La excomunión de Arnaldo de Brescia y Pedro de Bruys, acusados de heréticos (Canon 23).
• La prohibición de aceptar beneficios de las manos de un laico (Canon 25).
• La prohibición a las monjas cantar el Oficio Divino en un mismo coro con los monjes o
canónigos (Canon 27),
• La prohibición de que las iglesias dejaran la dignidad de obispo vacante por más de tres años
desde la muerte del último (Canon 28).
• La prohibición del uso contra cristianos del arco y la ballesta (Canon 29).
28
Concilio de Letrán III
Tercer Concilio de Letrán
XI concilio ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1179
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Letrán II
Concilio posterior
Letrán IV
Convocado por
Papa Alejandro III
Presidido por
Papa Alejandro III
Participación
302
Tema principal
Herejías cátara y valdense
Cánones
27
El Tercer Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San
Juan de Letrán, y desarrollándose en tres sesiones durante el mes de marzo de 1179. Está
considerado por la Iglesia Católica como el XI Concilio Ecuménico, y el tercero de los
celebrados en Occidente.
Temas tratados
Fue convocado por el papa Alejandro III y como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 27
cánones en los que se legisló sobre las siguientes cuestiones:
• En la elección papal sólo participaran cardenales, siendo necesarios para una elección válida
el voto de al menos dos tercios de los electores. Si se proclamase Papa un candidato sin dicha
mayoría, tanto él como sus partidarios serian condenados a la excomunión (Canon 1).
• La anulación de las ordenaciones realizadas por los antipapas Víctor IV, Pascual III y
Calixto III.
• Establecer la edad mínima de treinta años para ser consagrado obispo, y de 25 años para
acceder a funciones pastorales (Canon 3).
• La regulación del tren de vida de los prelados (Canon 4).
• La prohibición de ordenar clérigos sin los correspondientes medios de subsistencia (Canon 5).
• La prohibición de exigir pago por dar la bendición, administrar los sacramentos o enterrar a
los difuntos (Canon 7).
• La revocación a las órdenes militares de los Templarios y de los Hospitalarios de la
observación de regulaciones canónicas (Canon 9).
• La prohibición de aceptar, mediante pago, nuevos miembros en los monasterios, condenando
al que lo hubiera admitido con la privación del cargo (Canon 10).
• La prohibición a los clérigos de que recibieran a las mujeres en sus casas, o para frecuentar
los monasterios de monjas (Canon 11).
• El establecimiento en cada iglesia catedral de un beneficio que permita un maestro encargado
de la enseñanza gratuita de los clérigos y a los estudiantes pobres (Canon 18).
• La excomunión para los que recibieron contribuciones en las iglesias y de los clérigos sin el
consentimiento del clero (Canon 19).
• La prohibición de los torneos (Canon 20).
• La prohibición de facilitar armas a los sarracenos bajo pena de excomunión (Canon 24).
• La exhortación a la cruzada contra los albigenses y excomunión a los cátaros (Canon 27).
29
Concilio de Letrán IV
Cuarto Concilio de Letrán
XII Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1215
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Letrán III
Concilio posterior Lyon I
Convocado por
Papa Inocencio III
Presidido por
Papa Inocencio III
Participación
71 patriarcas y metropolitanos, 412 obispos, 900 abades y
priores
Temas
principales
Estados Cruzados, querella de las Investiduras.
Documentos
70 decretos papales: Transubstanciación, primacía papal,
conducta del clero, confesión al menos una vez al año,
Quinta Cruzada.
El IV Concilio de Letrán comenzó en 1215 y acabó en 1216. Fue convocado por el papa
Inocencio III para tratar temas relativos a la fe y la moral, aunque la mayoría de historiadores
apuntan a los intereses políticos y económicos del reino de Francia y del Papado, sobre todo
en la condena de las herejías de los albigenses o cátaros y de los valdenses.
La condena a los albigenses se basaba en las diferencias de fe de este grupo, propugnando
que era una sola la Iglesia Universal y que la salvación del alma no era posible fuera de ella.
A los valdenses, que difunden una doctrina de desapego material, el único defecto que se les
puede achacar para
controlarlos es que ―no han sido enviados‖, aduciendo a que no han sido
acreditados por la Iglesia.
También se condenaron las opiniones del abad Joaquín respecto a la Trinidad, la creación,
Cristo Redentor y los Sacramentos.
Finalmente, el concilio revisó y fijó la legislación canónica referente a los impedimentos
matrimoniales, e impuso a los fieles la obligación de la confesión anual y de la comunión en
pascua.
Convocatoria
La bula de convocatoria enviada por Inocencio III ya en 1213, la "Vineam Domini Sabaoth"
habla de la reunión de una asamblea "siguiendo la antigua costumbre de los Santos Padres".[1]
Se deseaban alcanzar dos objetivos: de un lado, "extirpar los vicios y afianzar las virtudes...
suprimir las herejías y fortalecer la fe..."; y, de otro, "apoyar a Tierra Santa con la ayuda tanto
de clérigos como de laicos". En resumen: afianzar la reforma y promover la cruzada.
Inocencio III deseaba que el concilio fuera auténticamente ecuménico. El número de
participantes fue, en efecto, impresionante para aquella época: más de cuatrocientos obispos
de la cristiandad latina (incluidos los de los países más jóvenes), más de ochocientos
representantes de las distintas órdenes religiosas y los embajadores de todos los príncipes y
de numerosas ciudades. No se consiguió, sin embargo, la presencia de representantes de la
Iglesia griega.
De Oriente sólo llegaron los patriarcas latinos.
Cánones e influencia
Las disposiciones surgidas del concilio fueron recogidas en 71 cánones. Los tres primeros
hacían referencia al dogma: solemne proclamación de fe católica, reprobación de ciertos
errores trinitarios de Joaquín de Fiore y condena de las ideas heréticas en general.
30
A los obispos se les amenazaba con la desposesión del cargo caso de que se mostrasen
remisos a la hora de limpiar sus diócesis de fermentos heréticos.
El canon 4, a su vez, lanzaba algunas reconvenciones contra la Iglesia griega a la que se
acusaba de insolencia frente a los latinos.
Un elevado número de cánones afectaban a la disciplina eclesiástica, siguiendo la más clásica
tradición reformadora.
Otros mostraban su interés por el desenvolvimiento de las órdenes religiosas: funcionamiento
de los capítulos y prohibición de nuevas fundaciones a fin de evitar una anárquica proliferación.
Dos importantes cánones tocaban específicamente a los laicos: el 21 (utriusque sexus) que
imponía la obligatoriedad anual de la confesión y la comunión; y el 51 que rebajaba al cuarto
grado de consanguinidad la prohibición de contraer matrimonio y prevenía contra su
clandestinidad.
Los judíos -afectados ya por disposiciones del III Concilio de Letrán fueron en el IV objeto de
nuevas restricciones: los cánones 68 a 70 les imponían trajes especiales, el alejamiento de los
cargos públicos y prohibían radicalmente a los conversos retornar a su antigua fe.
El canon 71, por último, daba un conjunto de normas para la organización de una nueva
Cruzada. Los beneficios espirituales se harían extensivos no sólo a los expedicionarios, sino
también a todos aquellos cristianos que colaborasen económicamente en la preparación de la
empresa.
El IV Concilio de Letrán fue también escenario de algunas importantes decisiones políticas.
Federico II vio ratificados sus derechos al trono imperial en detrimento del derrotado Otón de
Brunswick. La Carta Magna fue objeto de reprobación pontificia.
Por último, el conde Raimundo VI de Tolosa, acusado de entendimiento con los herejes del
Mediodía francés, fue despojado de sus tierras en beneficio del jefe militar de la cruzada
anticátara, Simón de Montfort.
Los días finales de 1215 y los iniciales de 1216 los empleó Inocencio III en vigilar la aplicación
de las medidas
–las políticas especialmente- tomadas a lo largo de las sesiones conciliares.
31
Concilio de Lyon I
Primer Concilio de Lyon
XIII Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1245
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Letrán IV
Concilio posterior
Lyon II
Convocado por
Papa Inocencio IV
Presidido por
Papa Inocencio IV
Participación
250
Tema principal
Deposición de Federico II
Cánones
38
El Primer Concilio de Lyon se celebró en Lyon, desarrollándose en tres sesiones los días 28
de junio, 5 de julio y 17 de julio de 1245.
Está considerado por la Iglesia Católica como el XIII Concilio Ecuménico y el quinto de los
celebrados en Occidente.
Temas tratados
Fue convocado el 3 de enero de 1245 por el papa Inocencio IV al objeto de deponer a Federico
II de sus títulos de rey y emperador, acusándolo de usurpador de los bienes y opresor de los
bienes de la Iglesia Católica.
Como fruto de sus tres sesiones se promulgaron 38 cánones en los que:
• Se depuso y excomulgó al emperador Federico II,
• Se excomulgó a Sancho II, Rey de Portugal,
• Se obligó a los cistercienses a pagar diezmos,
• Se decretó el sombrero rojo como propio de la vestimenta de los cardenales
• Se hicieron declaraciones rituales y doctrinales a seguir por los griegos ortodoxos como una
medida de acercamiento de los mismos.
Se convocó una cruzada (la séptima) de la que se designaría a Luis IX de Francia (San Luis) al
mando.
No publicaron decretos dogmáticos.
32
Concilio de Lyon II
Segundo Concilio de Lyon
XIV Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1274
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Lyon I
Concilio posterior
Concilio de Vienne
Convocado por
Papa Gregorio X
Presidido por
Papa Gregorio X
Participación
560 obispos y abades
Tema principal
Cisma de Oriente y Occidente
Está considerado por la Iglesia Católica como el XIV Concilio Ecuménico, y el sexto de los
celebrados en Occidente.
Los temas principales que fueron tratados en el concilio hicieron referencia a la conquista de
Tierra Santa, la unión con la Iglesia Ortodoxa y el sistema de elección papal.
Participación
Convocado en 1272 por el papa Gregorio X, el concilio se desarrolló en seis sesiones a las que
asistieron unos quinientos obispos, sesenta abades y más de mil prelados o sus procuradores
entre los que destacaron San Buenaventura que falleció durante las sesiones. En cambio, no
pudo intervenir Santo Tomás de Aquino que falleció cuando se dirigía al concilio.
También estuvieron presentes Jaime I de Aragón, el embajador del emperador Miguel II
Paleólogo con miembros del clero griego, y los embajadores de los reyes de Alemania,
Hungría, Inglaterra, Escocia, Francia, Sicilia entre otras monarquías, que por primera vez
aparecían representadas como tales en un concilio eclesiástico.
Especial trascendencia tuvo la presencia de los embajadores del Khan de los Tártaros cuyo
reino, situado a espalda del Islam, abría la posibilidad de atenazar a los musulmanes entre dos
frentes.
Conquista de Tierra Santa
El concilio deliberó sobre la preparación de una nueva cruzada centrándose en los aspectos
financieros de la misma, para lo cual se decidió que durante seis años un diezmo de todos los
beneficios de la cristiandad deberían destinarse a la cruzada. Jaime I se mostró partidario de
iniciarla inmediatamente pero al oponerse los Templarios no se tomó ninguna decisión.
Ante las indecisiones de los demás asistentes a la asamblea canónica, Jaime I se despidió del
Santo Padre, abandonó la reunión con los miembros de su séquito y les dijo: "Barones, ya
podemos marcharnos: hoy a lo menos hemos dejado bien puesto el honor de España"
Unión con la Iglesia Ortodoxa
Para terminar con el cisma entre las Iglesias de Oriente y Occidente, Gregorio X había enviado
una embajada a Miguel II Paleólogo que había reconquistado Constantinopla y había acabado
con el Imperio Latino de Oriente establecido en 1204 con la toma por cruzados occidentales de
la ciudad.
San Buenaventura por parte de la Iglesia Católica y Juan Bekkos en representación de la
Ortodoxa, lograron un acuerdo sobre las diferencias que separaban ambas Iglesias: primado
romano, filioque, sacramentos, etc. El aparente éxito de la unión fue sin embargo muy efímero
ya que se encontró, desde el primer momento, sin la aceptación del bajo clero y del pueblo
griego.
33
Elección papal
La última elección papal se había eternizado provocando que el trono de San Pedro
permaneciera vacante durante casi tres años. Para evitar una situación parecida en el futuro, el
concilio publicó la bula Ubi Periculum en la cual se establecía que los cardenales electores
debían reunirse transcurridos diez días tras la muerte del Papa, en total aislamiento y
encerrados bajo llave, cum clavis (cónclave).
Si no llegaban a un acuerdo transcurridos tres días, verían drásticamente reducido su alimento.
Si pasados otros cinco días seguían sin tomar una decisión, sus comidas se verían reducidas a
pan, agua y vino. Además se estableció que mientras durase el cónclave, los ingresos de los
cardenales pasarían a ser propiedad de la Iglesia en su conjunto.
Otras decisiones
Se confirmaron los privilegios de las cuatro órdenes mendicantes: dominicos, franciscanos,
agustinos y carmelitas, que serían las únicas toleradas procediendo a la supresión de las
restantes.
Respecto a la reforma de la Iglesia, se denunció la forma de vida de muchos prelados y se
procedió a deponer a varios obispos y abades por su indignidad.
Se dio solución al conflicto entre Alfonso X el Sabio y Rodolfo I de Habsburgo sobre quién
debía proclamarse emperador de Sacro Imperio, resolviendo el concilio a favor de éste último.
34
Concilio de Vienne
Concilio de Vienne
XV Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1311
–1312
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Lyon II
Concilio posterior
Concilio de Constanza
Convocado por
Papa Clemente V
Presidido por
Papa Clemente V
Participación
20 cardenales, 122 obispos y 38 abades
Tema principal
Supresión de la Orden del Temple
El Concilio de Vienne se celebró en la catedral de Vienne (Francia), entre el 16 de octubre de
1311 y el 6 de mayo de 1312.
Está considerado por la Iglesia Católica como el XV Concilio Ecuménico, y el séptimo de los
celebrados en Occidente.
Convocatoria
Convocado en 1308 por el papa Clemente V mediante la publicación de la bula "Regnums in
coelis" oficialmente con la finalidad de reformar la Iglesia y recuperar Tierra Santa, sus
verdaderas motivaciones fueron, influido por el rey francés Felipe IV el Hermoso, la supresión
de la Orden del Temple y la condena póstuma del papa Bonifacio VIII.
Supresión del Temple
La Orden del Temple había sido fundada en 1119 con la finalidad de defender Tierra Santa,
acumulando a lo largo de los años numerosas riquezas, gracias a los beneficios y exenciones
fiscales otorgadas por los distintos monarcas cristianos.
Cuando en 1291 cae San Juan de Acre, el último bastión cristiano en Tierra Santa, los
templarios se trasladan a Europa y se convierten en los principales banqueros y prestamistas
de las monarquías europeas, especialmente de la francesa, en cuyo territorio se localizaban
sus mayores posesiones.
En 1307 el mayor deudor de los templarios era el rey francés Felipe IV quien decidió confiscar
las riquezas del Temple acusando a sus miembros de prácticas heréticas e inmorales y
procediendo, el 13 de octubre de dicho año, a encarcelar a todos los miembros de la orden que
pudo apresar en su Reino.
La actuación del rey francés supone una afrenta al Papa de quien dependen directamente los
templarios, pero no reacciona debido a las confesiones que Felipe IV le presenta. Dichas
confesiones, obtenidas bajo tortura, presentan a los detenidos como culpables de los cargos de
idolatría, sodomía, profanación de símbolos cristianos y negación de Cristo entre otros; y hacen
que Clemente V publique la bula "Pastoralis praeminen" que decreta la detención de los
templarios en todos los territorios cristianos. Apremiado además por Felipe, el Papa procedió a
convocar el concilio que mediante la bula "Vox in excelso" suprimía, aunque no condenaba, la
orden templaria pero sus bienes no pasaron a la corona francesa como quería Felipe, sino que
fueron transferidos a otras órdenes militares, a través de las bulas "Ad providam" y
"Considerantes".
35
Caso de Bonifacio VIII
Bonifacio VIII había gobernado la Iglesia católica entre 1294 y 1303. Su pontificado se
caracterizó por su continuo enfrentamiento con el rey francés Felipe IV el Hermoso por
determinar cuál de ellos era superior. Durante esta pugna entre el poder temporal y el
espiritual, el Papa amenazó en varias ocasiones a Felipe con la excomunión.
Finalizó con el ultraje que el rey francés infligió a Bonifacio al hacerlo prisionero en Anagni.
Tras su liberación, el Papa excomulgó al monarca francés y poco después falleció.
En 1308, Felipe IV se reunió en la ciudad de Poitiers con el entonces papa, Clemente V a quien
presionó para que convocara un concilio en el que dictaminase que el pontificado de Bonifacio
había sido nefasto para la Iglesia y que la actuación del rey francés había estado totalmente
justificada.
El traslado de la sede papal a la ciudad de Aviñón, en territorio francés, en 1309, hizo que el
Papa cediese a las pretensiones de Felipe y aunque se intentó un juicio contra su predecesor,
finalmente el concilio cerró el proceso sin veredicto.
Otras decisiones
Se condenó a los seguidores de Pedro Juan Olivi quien encabezaba una facción radical dentro
de la orden franciscana conocida como los Espirituales y cuya doctrina se basaba en la
observancia de una pobreza extrema.
Se decretó asimismo la creación de cátedras de griego, hebreo y árabe en las universidades, al
constatarse que el conocimiento de dichas lenguas era imprescindible para la labor
evangelizadora en Oriente.
36
Concilio de Constanza
Concilio de Constanza
XVI Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1414
– 1418
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Concilio de Vienne
Concilio posterior
Concilio de Basilea
Convocado por
Antipapa Juan XXIII
El concilio de Constanza fue un concilio ecuménico de la Iglesia Católica, convocado el 30 de
octubre de 1413 por Segismundo de Hungría, emperador germánico, y el papa del concilio de
Pisa, Juan XXIII. El concilio, que estuvo reunido desde el 5 de noviembre de 1414 hasta el 22
de abril de 1418[1] en Constanza, persiguió el fin de acabar con el Gran Cisma de Occidente y
estudiar la reforma de la Iglesia. Entre otros, el concilio condenó a Jan Hus, quien fue quemado
por su orden en la hoguera el 6 de julio de 1415.
Elección del Papa
A la convocatoria del concilio, tres personas reclamaban el solio pontificio. Un intento del
Concilio de Pisa de 1409 de solucionar la cuestión con la elección de Alejandro V había
resultado infructuoso, pues tanto Gregorio XII en Roma como Benedicto XIII en Aviñón se
habían negado a aceptar la autoridad conciliar por encima de la propia y continuaban dirigiendo
facciones de la Iglesia.
A la apertura del concilio, sólo los obispos que apoyaban al sucesor de Alejandro V, Juan XXIII,
estaban presentes. En línea con la doctrina conciliarista que habían adoptado en Pisa, el
concilio declaró la primacía de su autoridad y en mayo de 1415 depuso a Juan XXIII, que
había esperado de ellos confirmación de sus títulos para el papado. Sin embargo, puesto que
debía su nombramiento original a la autoridad conciliar, acató la decisión. En julio de ese
mismo año, con la presencia ya de los cardenales de Gregorio XII, se reabrió el concilio, que
aceptó la renuncia de Gregorio. La postura de éste, que no había admitido la doctrina de que la
autoridad conciliar estuviera por encima del Papa, sería finalmente confirmada por concilios
posteriores.
Ante la situación, Benedicto XIII abandonó los planes de sumarse al concilio y huyó desde
Aviñón a Peñíscola, en la costa valenciana. Tras largas negociaciones de Segismundo con el
rey de Aragón, a la sazón monarca de esos territorios, se consiguió finalmente que una parte
de los cardenales y obispos de Benedicto se incorporasen al concilio y votasen la destitución
del mismo. Benedicto no abandonaría el castillo de Peñíscola hasta su muerte; sin embargo,
quizás en atención a su origen
—Benedicto había nacido como Pedro Martínez de Luna en
Illueca, Aragón
— las coronas de Navarra y la escocesa lo reconocieron como Papa durante el
resto de su vida. Aragón mantendría durante años una posición poco clara, como medio de
presión ante Roma, para proteger sus intereses en el sur de la península italiana.
La elección de un nuevo Papa se mostró en extremo compleja por las constantes presiones de
los monarcas, que
—preocupados por la presencia de Segismundo— buscaron también influir
en la decisión. Finalmente la elección el 11 de noviembre de 1417 del moderado cardenal Otón
de Colonna como Martín V logró aplacar las tensiones. Con ésta se dio fin al Gran Cisma de
Occidente, tras casi cuarenta años de disputas.
37
Reformas
El concilio continuó también las obras del de Pisa en cuanto a las reformas de doctrina y
teología sacramental. Los reformadores Jan Hus, John Wycliff y Jerónimo de Praga fueron
condenados como herejes. Los restos de Wycliff, que llevaba ya varias décadas muerto, fueron
exhumados y transportados a Constanza, donde fueron quemados.
Pese a que Segismundo había garantizado su protección a Hus, éste también fue hecho
prisionero y condenado a muerte. Fue ejecutado el 6 de julio de 1415, junto con Jerónimo. La
reacción no se hizo esperar en Bohemia, donde la revolución husita tendría la región en
conflicto permanente hasta la guerra de los Treinta Años.
El decreto Haec santa, promulgado el 6 de abril de 1415, estableció la solidaridad colegial entre
las decisiones conciliares y la autoridad papal, continuando la línea de reformas iniciada en
Pisa. Sin embargo, y en parte debido a las medidas que debió tomar luego Martín V para
restaurar la debilitada influencia del papado en Roma, el curso de acción, que debía incluir,
entre otras cosas, concilios regulares convocados quinquenalmente, se suspendió.
Algunos historiadores ven en ello una de las causas de la Reforma protestante.
Otros asuntos
El concilio debatió también la acusación, realizada por los caballeros Teutónicos, de que
Polonia albergaba y defendía activamente a paganos; los intereses de la orden, que desde la
conversión al cristianismo de Jagellón de Lituania y su matrimonio con la reina Eduviges de
Polonia había culminado con su ascensión al trono como Ladislao II, había visto mermada su
capacidad de acción, fueron sin embargo desatendidos. El rector de la Universidad de
Cracovia, Pawel Wlodkowic, un eminente jurista, defendió la teoría del derecho al autogobierno
de todas las naciones, aun las paganas, que sería luego recogida y desarrollada en las obras
de la escuela de Salamanca.
Es conocido este concilio porque, tras su celebración, se estudió imponer claramente el
celibato sacerdotal (Concilio de Trento, un siglo más tarde), pues se asegura que durante el
Concilio de Constanza, 700 mujeres públicas asistieron para atender sexualmente a los
obispos participantes.
38
Concilio de Basilea
Concilio de Basilea
XVII Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica
Fecha
1431
– 1445
Reconocido por
Catolicismo
Concilio anterior
Concilio de Constanza
Concilio posterior
Letrán V
Convocado por
Papa Martín V
Presidido por
Cardenal Cesarini (Basilea) Eugenio IV (Ferrara y
Florencia)
Participación
117 latinos y 37 griegos
Tema principal
Herejía husita Cisma de Oriente y Occidente
El Concilio de Basilea se inició en Basilea en 1431, desde donde se trasladó a Ferrara en
1438 y al año siguiente a Florencia donde finalizaría en 1445. Entre tanto, el Concilio se
mantuvo reunido y rebelde al papa en la ciudad de Basilea, llegando a deponer a Eugenio IV y
a elegir al antipapa Félix V.
Está considerado por la Iglesia Católica como el XVII Concilio Ecuménico, y el noveno de los
celebrados en Occidente.
Basilea
Fue convocado el 1 de febrero de 1431 por el papa Martín V en aplicación del decreto
Frequens que, aprobado en el Concilio de Constanza, establecía la celebración periódica de
los concilios. Su localización inicial en Basilea (Suiza) se debió al deseo de los participantes de
desarrollar las sesiones fuera de los territorios dominados por las grandes potencias de la
época para evitar influencias externas al propio concilio.
Martín V designó para presidir el concilio al cardenal Julián Cesarini, iniciándose las sesiones el
23 de julio de 1431 ya bajo el pontificado de Eugenio IV al haber fallecido Martín el 20 de
febrero de ese mismo año.
El concilio se dividió en cuatro comisiones, cada una de las cuales abordó uno de los objetivos
previstos en la convocatoria. Así, una comisión se ocupó de los problemas de la fe, con los
objetivos principales de la herejía husita y la unión con la Iglesia Ortodoxa; otra trabajó en la
consecución de la paz entre los reinos cristianos, sobre todo en los conflictos entre Francia e
Inglaterra, por un lado, y entre los reinos ibéricos, por otro; una tercera comisión se dedicó a la
reforma de la Iglesia; y la cuarta a los asuntos generales.
Inmediatamente comenzaron a tomarse decisiones, como la obligación de celebrar dos
concilios provinciales por año y, sobre todo, y pese a la opinión papal, el acuerdo con los
husitas a los que se les permitió, mediante la publicación del decreto Compactata, recibir la
comunión en ambas especies (pan y vino) en las zonas donde esa costumbre se hubiera
implantado. El concilio se impregna así de conciliarismo, doctrina iniciada en el anterior
Concilio de Constanza que daba preeminencia a los decretos aprobados en las asambleas
conciliares frente a las decisiones del Papa como monarca absoluto de la Iglesia.
El 18 de diciembre, Eugenio IV, ante el caríz que estaban tomando las sesiones, decide
disolver el concilio. Sin embargo, los participantes en Basilea, reforzados en su doctrina
conciliarista, se niegan a reconocer la bula de disolución y mantienen el concilio vivo hasta que,
el 15 de diciembre de 1433, el Papa, presionado por el emperador del Sacro Imperio,
numerosos monarcas y con el colegio cardenalicio en su contra, se ve obligado a anular la bula
de disolución.
39
Ferrara
Cuando el concilio intenta solucionar el Cisma de Oriente y Occidente, Eugenio IV ve una
oportunidad para concluir un concilio que pretende acabar con el absolutismo pontificio, al
surgir una discusión sobre si el lugar adecuado para tratar el tema de la unión de la Iglesia
Católica y la Iglesia Ortodoxa era Basilea u otro lugar más accesible a la legación griega que
debía participar en las deliberaciones.
Surgieron ciudades candidatas, como Avignon, Udine y Florencia, ciudad esta última donde
residía el Papa tras verse obligado a abandonar Roma por los conflictos en que se hallaba
inmersa. Pero la elegida será Ferrara.
Eugenio IV, sintiéndose reforzado en su posición tras este éxito, promulgó en 1436 el Libellus
apologeticus, una feroz crítica a los logros de Basilea y posteriormente, el 18 de septiembre de
1437, ordenó el traslado del concilio a Ferrara donde se iniciarán las sesiones el 8 de enero de
1438.
Aunque una pequeña parte de los reunidos en Basilea acató la orden papal y se trasladaron a
la nueva sede conciliar, la gran mayoría se negó a obedecer y decidieron continuar reunidos y
declarar, el 25 de julio de 1439, depuesto al Papa acusándolo de cismático y herético.
Florencia
El 6 de julio de 1439, y debido a un brote de peste en Ferrara, Eugenio IV logró que el concilio
se trasladase a Florencia, donde tiene fijada su residencia. Allí recibe la noticia de que Basilea,
donde siguen reunidos en concilio, ha procedido a elegir, el 5 de noviembre, un nuevo papa
que adoptará el nombre de Félix V.
Reunido con los legados de la Iglesia Ortodoxa y con el emperador bizantino Juan VIII
Paleólogo se alcanza, mediante la firma de la bula Laetentur Coeli, la unificación de ambas
Iglesias.
Las sesiones en Florencia continuarán hasta 1445, logrando el Papa Eugenio frenar los
avances conciliaristas logrados.
Mientras, en Basilea las sesiones se extenderán hasta el 25 de abril de 1449, fecha en que se
disolverá espontáneamente el concilio tras la abdicación del antipapa Félix.
Magisterio
• Bula Laetentur coeli (6 de julio de 1439), sobre el Espíritu Santo, la Eucaristía y los
Novísimos.
• Bula Exultate Deo (22 de noviembre de 1439), sobre los Sacramentos.
• Bula Cantate Domino (4 de febrero de 1442), sobre la Trinidad y la Encarnación.
Repercusiones
El resultado principal fue el reconocimiento por parte de la Iglesia Ortodoxa de que la cabeza
de la Iglesia era el Papa, opción apoyada por el emperador Juan VIII Paleólogo, el Patriarca
latino de Constantinopla (Basilio Bessarión) y el Patriarca ortodoxo de Constantinopla (Gregorio
III). Sin embargo, la oposición de los monjes griegos, que tenían un gran poder en la iglesia de
oriente, y la conquista de Constantinopla por los turcos acabó con el acuerdo, ratificándose la
separación de ambas iglesias en 1472.
40
Concilio de Letrán V
Concilio de Letrán V
XVIIIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
1511
Fecha de término
1511
Aceptado por
Iglesia católica
Concilio anterior
Concilio de Basilea
Concilio posterior
Concilio de Trento
Convocado por
Papa Julio II
Presidido por
Papa Julio II
Papa León X
Asistencia
100
Temas de discusión
Disciplina eclesiástica
Cánones
{{{cánones}}}
El Quinto Concilio Lateranense se celebró en Roma, teniendo como sede la Basílica de San
Juan de Letrán, y desarrollándose en doce sesiones entre el 3 de mayo de 1512 y el 16 de
marzo de 1517.
Está considerado por la Iglesia Católica como el XVIII Concilio Ecuménico, y el décimo de los
celebrados en Occidente.
El concilio de Pisa
La derrota del conciliarismo con el que se cerró el Concilio de Basilea, hizo que durante toda la
segunda mitad del siglo XV no se volviera a celebrar un concilio ecuménico.
A principios del siglo XVI, en 1503, Julio II es elegido papa gracias a la promesa bajo juramento
de que convocaría un concilio ecuménico. Tras nueve años de pontificado dicho concilio no
había sido aún convocado por el Papa.
Esta dilación fue aprovechada por Luis XII de Francia, enfrentado con un papa que pretendía
liberar Italia de la influencia francesa, para lograr que un grupo de cardenales convocase, el 16
de mayo de 1511, el Concilio de Pisa, señalando como fecha de inicio el 1 de septiembre de
dicho año.
El inicio del concilio se retraso hasta el 1 de octubre, teniendo lugar entre siete u ocho
sesiones, en las que se procedió a suspender a Julio II y se intentó recuperar el espíritu
conciliarista que animó los concilios de Constanza y Basilea, para trasladarse en 1512 a Milán
donde languidecería hasta su disolución.
El concilio
El Papa reaccionó a la convocatoria del concilio de Pisa, al que calificó de "conciliábulo",
declarándolo nulo y convocando, el 18 de julio, el Quinto Concilio Lateranense fijando
inicialmente su apertura para el 19 de abril de 1512, aunque su inicio se retraso hasta el 3 de
mayo debido a la victoria francesa de Rávena.
Julio II falleció el 21 de febrero de 1513 cuando sólo se habían celebrado cinco sesiones en las
que los acuerdos más relevantes hicieron referencia a:
• La condena del concilio de Pisa.
• La condena del conciliarismo.
• La derogación de la Pragmática Sanción de Bourges.
41
El sucesor de Julio, León X, continuó con el concilio logrando los siguientes acuerdos en las
siete sesiones que presidió:
• La adhesión al concilio de los franceses quienes, tras la muerte de Luis XII y su sucesión por
Francisco I, abandonaron las posturas del concilio de Pisa.
• La condena de Piero Pomponazzi y de su doctrina de negación de la inmortalidad del alma,
reconociendo además
la existencia de un alma distinta para cada hombre.
• La obligación de que toda obra impresa sea autorizada por la Iglesia. Esta censura previa se
traducirá, en 1559, en la creación del Index Librorum Prohibitorum.
42
Concilio de Trento
Concilio de Trento
XIXº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
1545
Fecha de término
1563
Aceptado por
Iglesia católica
Concilio anterior
Concilio de Letrán V
Concilio posterior
Concilio Vaticano I
Convocado por
Papa Paulo III
Presidido por
Papa Paulo III
Papa Julio III
Papa Pío IV
Asistencia
255 (última sesión)
Temas de discusión La escisión de la Iglesia por la reforma protestante.
Se decretó sobre la Justificación, los Sacramentos, la
Eucaristía, el Canon de la Sagradas Escrituras y otros
temas, con variadas disposiciones disciplinares.
Cánones
{{{cánones}}}
El Concilio de Trento fue un concilio ecuménico de la Iglesia Católica Romana desarrollado en
periodos discontinuos durante 25 sesiones, entre el año 1545 y el 1563. Tuvo lugar en Trento,
una ciudad del norte de la Italia actual, que entonces era una ciudad libre regida por un
príncipe-obispo.
Contexto histórico
Desde 1518, los protestantes alemanes venían reclamando la convocatoria de un concilio
alemán, y el emperador Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico
intentaba cerrar las diferencias entre católicos y reformistas para poder hacer frente a la
amenaza turca. En la Dieta de Worms (1521) se intentó zanjar las disputas, pero sin éxito:
Martín Lutero (a quien Carlos V permitió que fuera convocado a dicha Dieta) acusó a Roma de
ejercer la tiranía, y el Emperador se comprometió por escrito a defender la fe católica incluso
con las armas. En las Dietas posteriores, los príncipes alemanes, tanto protestantes como
católicos, continuaron insistiendo en un concilio.
En vista de la situación hubo grandes presiones del emperador sobre el Papa Clemente VII
para que lo convocara, a lo que éste se resistía. Al cabo de un tiempo, en 1529, Clemente VII
se comprometió a ello, pero la oposición del legado papal en la Dieta de Augsburgo de 1530
retrasó de nuevo el proyecto. Sin embargo, el principal responsable de que no se llegara a
convocar fue la férrea oposición del rey Francisco I de Francia, ya que para que el concilio
tuviese éxito era necesaria la aprobación de la mayoría de los monarcas.
Desde antes de esta crisis extrema, la iglesia había intentado mejorar. Podemos mencionar a
los cardenales Francisco Jiménez de Cisneros, Hernando de Talavera y Pedro González de
Mejía, que en el siglo XV, durante el reinado de los Reyes Católicos, en España, se dedicaron
a mejorar la moral de la institución, nombrando obispos de grandes cualidades y fundando
establecimientos educativos. En Italia, se había creado una asociación de seglares piadosos y
clérigos, llamada el Oratorio del Amor Divino, que inició sus actividades secretas en 1517,
sobre la base del amor al prójimo. Estos intentos, sin embargo no bastaban. En Alemania se
destacó la labor del obispo Nicolás de Cusa.
43
Fue Paulo III, que había vivido las luchas en Italia, quien asumió el compromiso de unificar a
los católicos, logrando la reunión de un Concilio, después de que varios Papas lo hubieran
intentado sin éxito. Al principio fue admirador del humanista cristiano Erasmo de Rotterdam, y
vio factible una posible reconciliación con los protestantes, pero luego acabó desechando esa
posibilidad.
Convocatoria
Paulo III intentó reunir el concilio primero en Mantua, en 1537, y luego en Vicenza, en 1538, al
mismo tiempo que negoció en Niza una paz entre Carlos V y Francisco I. Tras diversos
retrasos, convocó en Trento (Italia) un Concilio General de la Iglesia, el 13 de noviembre de
1545, que trazó los lineamentos de las reformas católicas (luego conocidas como
Contrarreforma). Se contó con la presencia de veinticinco obispos y cinco superiores generales
de Órdenes Religiosas. Las reuniones, que sumaron en total 25, con suspensiones
esporádicas, se prolongaron hasta el 4 de diciembre de 1563.
El espíritu e idea del concilio, fue plasmada por la gestión de los jesuitas, Diego Laínez, Alfonso
Salmerón y Francisco Torres. La filosofía le fue inspirada por Cardillo de Villalpando y las
normas prácticas, sobre sanciones de conductas, tuvieron como exponente principal al obispo
de Granada, Pedro Guerrero.
En este concilio, que culminó bajo el mandato del Papa Pío IV, se decidió que los obispos
debían presentar capacidad y condiciones éticas intachables, se ordenaban crear seminarios
especializados para la formación de los sacerdotes y se confirmaba la exigencia del celibato
clerical. Los obispos no podrían acumular beneficios y debían residir en su diócesis.
Se impuso, en contra de la opinión protestante, la necesidad de la existencia mediadora de la
iglesia, como Cuerpo de Cristo, para lograr la salvación del hombre, reafirmando la jerarquía
eclesiástica, siendo el Papa la máxima autoridad de la iglesia. Se ordenó, como obligación de
los párrocos, predicar los domingos y días de fiestas religiosas, e impartir catequesis a los
niños. Además debían registrar los nacimientos, matrimonios y fallecimientos.
Reafirmaron la validez de los siete sacramentos, y la necesidad de la conjunción de la fe y las
obras, sumadas a la influencia de la gracia divina, para lograr la salvación, restando crédito a
Lutero que sostenía que el hombre se salva por la fe y no por las obras que realizase. También
se opuso a la tesis de la predestinación de Calvino, quien aseguró que el hombre está
predestinado a su salvación o condena. En refutación a esa idea, la iglesia sostuvo que el
hombre puede realizar obras buenas ya que el pecado original no destruye la naturaleza
humana, sino que solamente la daña.
Los santos fueron reivindicados al igual que la misa, y se afirmó la existencia del purgatorio.
Para cumplir sus mandatos, se creó la Congregación del Concilio, dándose a conocer sus
disposiciones a través del ―Catecismo del Concilio de Trento‖.
Se reinstauró la práctica de la Inquisición que había surgido en el siglo XIII, para depurar a
Francia de los herejes albigenses. Ya restablecida en España desde el año 1478, se propagó
por varios países europeos bajo la denominación de Santo Oficio, que usó la tortura para
obtener confesiones. Si ese método no daba los resultados esperados, de arrepentimiento del
hereje, éste quedaba en manos del poder civil, que lo condenaba generalmente a la
muerte en la hoguera. El protestantismo debió soportar la Inquisición en varios estados, pero
fue principalmente efectivo en España, Italia y Portugal.
También creó el Índice, en 1557, por el cual se estableció una censura contra la publicación de
pensamientos que pudieran ser contrarios a la fe católica, y se quemaron muchos libros
considerados heréticos.
Posterior al Concilio, en 1592, se publicó una edición definitiva de la Biblia, sosteniéndola como
fuente de la revelación de la verdad divina, pero otorgando también dicho carácter a la
Tradición, negándose su libre interpretación, considerando ésta, una tarea del Papa y los
obispos, herederos de San Pedro y los apóstoles, a quienes Cristo les asignó esa misión.
44
Desarrollo
Cuando finalmente se convocó fue un concilio difícil y con continuas interrupciones, en el que
pueden distinguirse hasta tres periodos con tres Papas diferentes: Pablo III, Julio III y Pío IV.
Pablo III siempre había sido muy favorable, como cardenal, a la celebración de un concilio
general, que finalmente convocó para mayo de 1537 en la ciudad de Mantua. Pero sufrió
sucesivos aplazamientos y cambios de lugar por variados motivos:
• La mayoría de los prelados se mostraban reacios a celebrar un concilio en aquel momento.
• Los príncipes alemanes protestantes reunidos en la ciudad de Esmalcalda en 1535 (la Liga de
Esmalcalda) cambiaron de estrategia y también se opusieron.
• Los impedimentos puestos por Enrique VIII de Inglaterra y, sobre todo, por Francisco I de
Francia.
• El progresivo distanciamiento de Carlos I y el papa Pablo III. Los dos monarcas cristianos más
importantes de aquel momento, Carlos I y Francisco I, estaban continuamente enzarzados
entre ellos en disputas y conflictos militares. El monarca francés presentaba una actitud
cambiante y ambigua frente al Papa, la amenaza turca y los protestantes, mientras que Carlos I
se mostró claro y decidido en estos temas. A pesar de ello, el Papa siempre aparecía neutral
en sus disputas, lo que irritaba profundamente al emperador.
Finalmente, el 13 de diciembre de 1545 se pudo declarar abierto el concilio en la ciudad de
Trento. En marzo de 1547 se trasladó a Bolonia debido a una plaga, aunque parte de los
obispos se negaron a desplazarse. Tras varias disputas se acabó prorrogando de manera
indefinida en septiembre de 1549. Pablo III murió en noviembre de 1549.
Julio III, nombrado Papa en 1550, entabló inmediatamente negociaciones con Carlos I para
reabrir el concilio, lo que tuvo lugar en Trento el 1 de mayo de 1551. Pero apenas se
celebraron unas pocas sesiones. El elector Mauricio de Sajonia, aliado de Carlos I, lanzó un
ataque furtivo sobre éste. Tras derrotar a las tropas imperiales, avanzó sobre el Tirol, con lo
que puso en peligro a la propia ciudad de Trento. Esta amenaza provocó una nueva
interrupción en abril de 1552. Julio III murió en 1555.
Tras el corto papado de Marcelo II (23 días) fue elegido Pablo IV en 1555. Llevó a cabo
reformas en la Iglesia, pero no convocó la continuación del concilio. Carlos I de España abdicó
en 1556 y dividió sus estados entre su hijo Felipe (Felipe II de España) y su hermano Fernando
de Austria.
Pío IV fue elegido Papa en 1559 y se mostró en seguida dispuesto a la continuación del
concilio. Sin embargo, Fernando I y Francisco I preferían un concilio nuevo en una ciudad
diferente a Trento y, además, los protestantes se oponían frontalmente a un concilio. Tras
nuevos retrasos se reabrió el 18 de enero de 1562 y ya continuó hasta su clausura el 4 de
diciembre de 1563. Constituye el periodo conciliar más importante de los tres.
El Emperador intentó, al igual que hizo en su momento con la Dieta de Worms, que estuvieran
representadas todas las partes, incluyendo a los protestantes, para que el concilio fuese
verdaderamente ecuménico. Reiteró las invitaciones a los protestantes en los tres periodos y
les ofreció salvoconductos. Sin embargo, sólo tenían derecho de palabra; al haber sido
excomulgados no tenían derecho a voto. Esto, unido a las frecuentes escaramuzas militares y
al complicado mapa político alemán, hizo que finalmente no acudiesen delegados protestantes.
El número de asistentes varió considerablemente entre los tres periodos. Los nombres que
merecen destacarse por sus contribuciones son Domingo de Soto O.P., Diego Laínez S.J.,
Alfonso Salmerón S.J., Reginaldo Pole, Jerónimo Seripando O.S.A., Melchor Cano O.P. y
Johannes Azra. Los teólogos y prelados españoles e italianos fueron los más importantes,
tanto por su número como por la influencia que ejercieron.
45
Metodología del Concilio
Trento tuvo una actitud de apertura a escuchar las distintas escuelas teológicas; es decir, no es
cierto que el concilio se cerrase al pluralismo teológico. El concilio de Trento abordará dos
temas fundamentales:
1. Los fundamentos de la fe donde se contiene la revelación. Los protestantes dirán que el
único principio de la fe es la Sola Scriptura, pero esto no puede ser admitido por los católicos
por ir contra el Magisterio de la Iglesia. Por tanto Trento promulga un Decreto sobre los libros
sagrados y las Tradiciones ¿Dónde se contiene la revelación? El concilio afirma que la
revelación se contiene in libris scriptis et sine scripto traditionibus. ¿Cuál es la relación entre
Escritura y Tradición?, es decir, ¿la revelación se contiene parte en la Sagrada Escritura y
parte en la Tradición? El concilio no se pronuncia. La primera redacción del decreto decía
partim... partim, pero esto se sustituyó por un et en la redacción definitiva.
2. Estas tradiciones ¿qué tradiciones son? Para los protestantes son creaciones
humanas/costumbres eclesiásticas. El concilio dice que se trata de las Traditiones tum ad fidem
tum ad mores pertinentes (tradiciones relativas a la fe o las costumbres). El problema son las
tradiciones pertenecientes ad mores /costumbres o a los fundamentos del actuar cristiano.
¿Las costumbres eclesiásticas contienen la Revelación, pertenecen a la Tradición constitutiva
de la Revelación? El concilio no detalla más.
El problema está en distinguir qué elementos pertenecen a las tradiciones eclesiásticas y qué
elementos a la Tradición constitutiva. Hay, pues, que interpretar.
Acuerdos adoptados en las sesiones
Sesiones I y II: Celebradas el 13 de diciembre de 1545 y el 7 de enero de 1546
respectivamente. Cuestiones preliminares y orden del concilio.
III: Celebrada el 4 de febrero de 1546. Se reafirmó el Credo Niceno-constantinopolitano.
IV: Celebrada el 8 de abril de 1546. Aceptación de los Libros Sagrados y las tradiciones de los
Apóstoles. Se declararon la Tradición y las Sagradas Escrituras como las dos fuentes de la
revelación. La Vulgata se consideró la traducción aceptada de la Biblia.
V: Celebrada el 17 de junio de 1546. Decreto sobre el Pecado original.
VI: Celebrada el 13 de enero de 1547. Decreto de la Justificación en 16 capítulos (se reafirmó
el valor de la fe junto al de las buenas obras). Cánones sobre la justificación. Ésta fue la sesión
más importante del primer período.
VII: Celebrada el 3 de marzo de 1547. Cánones sobre los sacramentos en general. Cánones
sobre el sacramento del bautismo. Cánones sobre el sacramento de la confirmación. Reforma
de pluralidades, exenciones y asuntos legales del clero.
VIII: Celebrada el 11 de marzo de 1547. Se acepta el traslado a Bolonia para huir de la peste.
IX: Celebrada el 21 de abril de 1547 en Bolonia. Prórroga de la sesión.
X: Celebrada el 2 de junio de 1547 en Bolonia. Prórroga de la sesión.
Suspensión del concilio por el papa.
XI: Celebrada el 1 de mayo de 1551. Continuación del concilio.
XII: Celebrada el 1 de septiembre de 1551. Prórroga.
XIII: Celebrada el 11 de octubre de 1551. Decreto y cánones sobre el sacramento de la
Eucaristía. Reforma de la jurisdicción episcopal y de la supervisión de los obispos.
XIV: Celebrada el 25 de noviembre de 1551. Doctrina y cánones sobre el sacramento de la
penitencia y la extremaunción.
XV: Celebrada el 25 de enero de 1552. No se toman decisiones.
XVI: Celebrada el 28 de abril de 1552. Acuerdo de suspensión del concilio.
XVII: Celebrada el 18 de enero de 1562. Reapertura del concilio.
XVIII: Celebrada el 26 de febrero de 1562. Necesidad de una lista de libros prohibidos.
XIX: Celebrada el 14 de mayo de 1562. Prórroga.
XX: Celebrada el 4 de junio de 1562. Prórroga.
XXI: Celebrada el 16 de julio de 1562. Doctrina y cánones sobre la comunión bajo las dos
especies y la comunión de los párvulos. Reforma de la ordenación, el sacerdocio y la fundación
de nuevas parroquias.
XXII: Celebrada el 17 de septiembre de 1562. Doctrina acerca del santísimo sacrificio de la
Misa. La Eucaristía se definió dogmáticamente como un auténtico sacrificio expiatorio en el que
el pan y el vino se transformaban en la carne y sangre auténticas de Cristo. Reforma de la
46
moral del clero, la administración de fundaciones religiosas y los requisitos para asumir cargos
eclesiásticos.
XXIII: Celebrada el 15 de julio de 1563. Doctrina y cánones sobre el sacramento del orden (la
ordenación). Jerarquía eclesiástica. Obligación de residencia. Regulación de los Seminarios.
XXIV: Celebrada el 11 de noviembre de 1563. Doctrina sobre el sacramento del matrimonio. Se
reafirmó la excelencia del celibato. Reforma de obispos y cardenales.
XXV: Celebrada los días 3 y 4 de diciembre de 1563. Decreto sobre el purgatorio. Se reafirman
la existencia del purgatorio y la veneración de los santos y reliquias. Reforma de las órdenes
monásticas. Supresión del concubinato en eclesiásticos. Se dejó al Papa la tarea de elaborar
una lista de libros prohibidos, la elaboración de un catecismo y la revisión del Breviario y del
Misal. De la Trinidad y Encarnación (contra los unitarios). Profesión tridentina de fe.
Clausura del concilio.
Comentarios finales
Aunque no consiguió reunificar la cristiandad, el Concilio de Trento supuso para la Iglesia
Católica una profunda catarsis.
Se convocó como respuesta a la Reforma Protestante para aclarar diversos puntos doctrinales.
También abolió los ritos eucarísticos locales, respetando solo aquellos que atestaban de más
de dos siglos de antigüedad (Rito mozárabe, rito lionés, rito ambrosiano) y estableció el rito de
la ciudad de Roma conocido como Misa Tridentina, como rito de toda la iglesia latina. Desde un
punto de vista doctrinal, es uno de los concilios más importantes e influyentes de la historia de
la Iglesia Católica.
Por otro lado se abordó la reforma de la administración y disciplina eclesiásticas. El concilio
eliminó muchos abusos flagrantes, como la venta de indulgencias o la educación de los
clérigos, y obligó a los obispos a residir en sus obispados, con lo que se evitó la acumulación
de cargos.
Sus decisiones giraron sobre cuatro puntos principales:
1) Contra los protestantes, que admitían como única autoridad la de las Escrituras, afirmando
que la tradición (las enseñanzas recibidas por los Apóstoles por medio oral, y conservadas a
través de los siglos en los textos de los Padres Apostólicos, de los Padres del desierto, y de los
Padres de la Iglesia, la sucesión petrina ininterrumpida del Primado de Roma, y los Concilios)
constituyen, con las Escrituras, uno de los fundamentos de la fe, y recomendando para el
estudio bíblico, la Biblia Vulgata, traducción latina hecha por San Jerónimo, sobre textos
griegos de los primeros siglos.
2) Confirmó y definió los dogmas y prácticas rechazadas por los protestantes (presencia real de
Cristo en la Eucaristía, justificación por la fe y por las obras, conservación de los siete
sacramentos, las indulgencias, la veneración de la Virgen María y los santos, etc.), fijando con
nitidez la frontera entre la ortodoxia y las nuevas herejías, consumando la diferenciación clara
entre la Iglesia Apostólica y los movimientos reformadores surgidos del luteranismo.
3) Adoptó medidas para asegurar a la Iglesia un clero más moral y más instruido (prohibición
del casamiento de los sacerdotes, prohibición de acumular beneficios, obligación de residencia
para obispos y curas, creación de seminarios para la formación de sacerdotes, etc.)
4) Fortificó la jerarquía y, con ello la unidad católica, al afirmar enérgicamente la supremacía
del papa, «Pastor Universal de toda la Iglesia» e, implícitamente, su superioridad sobre los
concilios.
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Concilio Vaticano I
Concilio Vaticano I
XXº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
8 de diciembre de 1869
Fecha de término
20 de octubre de 1870
Aceptado por
Iglesia católica
Concilio anterior
Concilio de Trento
Concilio posterior
Concilio Vaticano II
Convocado por
Pío IX
Presidido por
Pío IX
Asistencia
774
Temas de discusión De la fe y constitución de la Iglesia. Se definió la
potestad del Romano Pontífice y su infalibilidad cuando
habla ex cathedra.
Cánones
{{{cánones}}}
El concilio Vaticano I fue el primer concilio celebrado en la Ciudad del Vaticano. Convocado
por el Papa Pío IX en 1869 para enfrentar al racionalismo y al galicanismo. En este Concilio se
aprobó como dogma de fe la doctrina de la infalibilidad del Papa. Tuvo 4 sesiones:
1. Primera Sesión: celebrada el 8 de diciembre de 1869 con el Decreto de apertura del
concilio.
2. Segunda Sesión: celebrada el 6 de enero de 1870 con la Profesión de Fe.
3. Tercera Sesión: celebrada el 24 de abril de 1870 concluyendo con la aprobación de la
Constitución Dogmática Dei Filius sobre la fe católica.
4. Cuarta Sesión: celebrada el 18 de julio de 1870 concluyendo con la aprobación de la
Constitución Dogmática Pastor Aeternus sobre la Iglesia de Cristo que declara el dogma de la
infalibilidad papal.
El concilio fue suspendido por Pío IX el 20 de octubre de 1870, después que se hubiera
consumado la unión a Italia de los Estados Pontificios.
Antecedentes
En un principio, no parecía necesario un nuevo concilio para afrontar asuntos no tratados en el
anterior Concilio de Trento, por lo que cuando Pío IX convocó el Concilio Vaticano I causó
sorpresa y hasta extrañeza. El 8 de diciembre de 1864 el Papa al concluir una reunión de la
Congregación de ritos hizo salir a quienes no eran cardenales y preguntó a estos sobre la
posibilidad de convocar un concilio: 15 de 21 se manifestaron a favor. Luego hizo una
consulta a todos los cardenales y a 36 obispos. La situación de los Estados Pontificios en ese
período no era la mejor y varios cardenales mostraron sus dudas sobre la oportunidad de la
celebración de un concilio. Sin embargo, otros
–como el Card. Reisach, el entonces obispo
Manning y el obispo Dupanloup
– apoyaron la iniciativa. El Papa Pío IX anunció públicamente
su intención de convocar un concilio el 26 de junio de 1867 e hizo la convocatoria oficial el 29
de junio de 1868 con la bula Aeterni Patris. Al momento se crearon 5 comisiones que
comenzaron la preparación de los esquemas para los documentos y a consultar los temas que
debían tratarse. Las áreas de las cinco comisiones eran: doctrina, disciplina, vida religiosa,
misiones y Oriente, y los temas político-religiosos. Al inicio estas comisiones estaban formadas
solo por clérigos de Roma, pero luego, debido a las quejas que esta decisión hizo surgir, se
varió su composición e incorporaron a los más ilustres teólogos del tiempo con algunas
excepciones importantes como Newman y Döllinger. Al concluir sus trabajos, estas comisiones
habían elaborado 50 esquemas bastante heterogéneos. Al P. Hefele le fue confiada la
elaboración de un reglamento para el concilio que fue publicado a fines de noviembre de 1869.
Desde el inicio se conocía que la infalibilidad del Papa sería el argumento principal de este
concilio ecuménico, de manera que la nueva doctrina reforzaría la autoridad del Papa. Sin
embargo, se produjeron diversos casos de contestación incluso antes de la celebración del
48
concilio. Así 14 de los 20 obispos alemanes reunidos en Fulda en septiembre de 1869
redactaron una nota que enviaron al Papa en la que solicitaban que el tema de la infalibilidad
no se tratase. También causó fuertes debates la idea de que el concilio apoyara y promoviera
la acción contra los así llamados «errores modernos» que el Pío IX venía haciendo, y
suscribiera el syllabus.
Desarrollo
Los trabajos del concilio comenzaron el 8 de diciembre de 1869. A diferencia de los concilios
generales anteriores, los jefes de Estado no fueron invitados a participar y solo los obispos, los
superiores generales de órdenes religiosas y monásticas y los abades nullius gozaban de voto
deliberativo. Se invitó a participar a los jerarcas de la Iglesia Ortodoxa (por medio del breve
Arcano divinae Providentiae consilio) y a los líderes de denominaciones protestantes
(por medio de la carta Iam vos omnes) pero ambos rechazaron la invitación alegando que la
forma usada para ello, les denigraba.
El reglamento no consideraba la posibilidad de largas discusiones sobre los esquemas ni la
posibilidad de que hubiera una gran cantidad de votos negativos a las propuestas
pre elaboradas. Al comienzo, el programa de temas a tratar era muy extenso. Preponderó la
necesidad de hablar más de la Iglesia. También era necesario hablar de la relación entre fe y
razón por ser un tema relevante en tiempos de la ilustración y el desafío que esto suponía para
la Iglesia, al igual que otros descubrimientos científicos como el evolucionismo, que parecían
cuestionar las teorías cristianas más tradicionales. Otro tema a tratar eran las grandes misiones
católicas de la época.
El 10 de diciembre se indicó la composición de la diputación de postulados, encargada de
recibir las propuestas de temas a tratar por el concilio. El 14 de diciembre comenzaron las
votaciones para fijar las comisiones de trabajo. El 28 de diciembre comenzó la discusión del
esquema doctrinal elaborado por el P. J.B. Franzelin y que fue ásperamente criticado por su
carácter demasiado académico, impropio de un concilio. Desde el 6 de enero se discutieron
otros esquemas como el relativo a los obispos y al clero diocesano así como el que proponía la
elaboración de un nuevo y único catecismo. Todos fueron rechazados y volvieron a sus
respectivas diputaciones sin que para el 22 de febrero nada hubiese sido aprobado.
Durante el concilio y visto el tenor de las discusiones, se hizo necesario cambiar el reglamento
para adaptarlo a la posibilidad de mayor libertad a la hora de rechazar y ampliar los
documentos propuestos por las comisiones preparatorias. Así las discusiones se centraron
rápidamente en los dos temas principales: La infalibilidad y las relaciones entre fe y razón.
Infalibilidad
Como se ha mencionado anteriormente, ya en los meses anteriores al inicio del concilio las
discusiones sobre el tema de la infalibilidad se hicieron fuertes. Döllinger y Dupanloup se
oponían abiertamente. Henry Maret desde la Sorbona hablaba de una infalibilidad del Papa en
unión con los obispos, etc. La preocupación de algunos sectores de la Iglesia creció cuando el
1 de febrero de 1869 la Civiltà Cattolica publicó un artículo en el que se mencionaba la
posibilidad, deseada, de que la doctrina sobre la infalibilidad del Papa fuera declarada por
aclamación durante el concilio. Había oposición sea por considerar tal dogma inadmisible, sea
por inoportuno, sea también porque una declaración en esos términos no podría explicar con la
fineza teológica necesaria el alcance del dogma.
En ese contexto, Döllinger
–con el pseudónimo de Janus– publicó una serie de artículos donde
no sólo criticaba el posible dogma de la infalibilidad pontificia sino también se oponía al
primado de jurisdicción papal. La respuesta llegó de parte de un historiador, Joseph
Hergenröther pero los debates se agriaban con el pasar del tiempo y lograban el efecto
contrario: dado que el tema había llegado a ser tan discutido, era inevitable que el concilio se
ocupase de él.
49
En el concilio el grupo contra la infalibilidad estaba compuesto por los obispos de Austria-
Hungría, mayoría de los de Alemania y el 40% de los de Francia. Estos se organizaron y
formaban más o menos un quinto de los padres conciliares. Los a favor eran los obispos de
Estados Unidos e Italia, con algunos nombres conocidos como Manning, Dechamps y
Senestrey, obispo de Ratisbona. El Papa al ver estas dificultades decidió retirar del esquema
sobre la Iglesia cualquier mención al tema de la infalibilidad, pero los obispos lo convencieron
de añadirlo en marzo de 1870. Así se presentó a discusión el que iba a ser el capítulo XI del
esquema sobre la Iglesia y que a petición de la mayoría (con algunas excepciones importantes
como el Card. Bilio y el Card. Corsi) fue el primero en tratarse en aula. Entonces se hizo una
nueva redacción del capítulo, más amplio (llegaron a ser cuatro capítulos: institución del
primado, perennidad del primado, el primado de jurisdicción y la infalibilidad) y con vistas a
publicarlo como una constitución independiente. También se adaptó la normativa del concilio
permitiendo que los documentos fueran aprobados por mayoría simple y no por la unanimidad
tradicional, lo cual generó nuevas discusiones dentro y fuera del concilio.
Las discusiones, por orden del Papa, debían mantenerse en secreto pero de todos modos iba
saliendo información a la opinión pública debido a la expectación y a la ausencia de
comunicados oficiales. Entonces, las discusiones sobre la infalibilidad llegaron a los medios de
comunicación masivos. Louis Veuillot y los redactores de la Civiltà Cattolica se pusieron a favor
de la infalibilidad. Dupanloup, Gratry y Döllinger seguían sus publicaciones de naturaleza
histórica y dogmática contra la infalibilidad. En realidad se trataba de tres grupos: los contrarios
al dogma en cuanto tal, los que no lo consideraban oportuno y los que estaban a favor del
dogma.
Por otro lado, se supo que el esquema sobre la Iglesia retomaba y confirmaba las enseñanzas
de los católicos en relación con los dos poderes, espiritual y temporal, sin considerar el cambio
de las estructuras políticas y sociales de Europa. Esto generó una serie de protestas por parte
de los gobiernos de Austria y Francia.
Sin embargo, las discusiones más ásperas seguían siendo las relativas al capítulo sobre la
infalibilidad. Desde 13 de mayo al 6 de junio se discutió sobre el documento completo sin llegar
a ningún consenso aunque sí se lograra en relación al primado de jurisdicción. Los miembros
de la comisión explicaron a los padres conciliares que el dogma de la infalibilidad se contenía
en la reflexión sobre la Iglesia y que no era algo «personal» del Papa sino en vistas a su
función dentro de ella. Luego se comenzó a discutir, hasta el 13 de julio sobre cada parte del
documento. El Papa Pío IX manifestó a sus colaboradores que buscaba una definición extensa
que no solo tuviera en cuenta las definiciones pontificias ex cathedra y contaba con el apoyo de
jesuitas y del Card. Manning. Pero la asamblea conciliar se opuso a esto y se discutió solo si
sería necesario el consenso explícito de los obispos para que una decisión papal fuera infalible.
Finalmente el 13 de julio se votó la constitución. Los resultados fueron:
• 88 non placet
• 62 placet iuxta modum
• 50 no se presentaron
• 451 placet
La discusión sobre la necesidad del consenso de los obispos se prolongó con diversas
vicisitudes. Varios obispos se presentaron al Papa para pedirle que cediera en este punto pero
no obtuvieron respuesta. Entonces unos días antes de la votación definitiva, 55 padres
conciliares enviaron una carta al Papa comunicándole su decisión de no participar
en esa sesión: estos obispos se retiraron inmediatamente de Roma. El 18 de julio se votó la
constitución y obtuvo 533 votos a favor de 535 aun cuando fue solicitado el cambio del título del
capítulo y de De Romani Pontificis infallibilitate quedó en De Romani Pontificis infallibili
magisterio. El texto finalmente aprobado sobre la infalibilidad es el siguiente:
Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para
gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo
cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma
divinamente revelado que: El Romano Pontífice, cuando habla ex cathedra, esto es, cuando en
el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema
50
autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por
toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro,
aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de
la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí
mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables.
Fe y razón
A fines del mes de diciembre de 1869 se discutió el tema de la condena al racionalismo. El
esquema propuesto que había sido redactado por los padres Franzelin y Clement Schrader fue
rechazado. Entonces se encargó a otros sacerdotes, los padres Kleutgen y Dechamps la
elaboración de un nuevo esquema llamado De fide catholica. La discusión se prolongó hasta el
6 de abril de 1870 y se aprobó la Constitución Dei Filius seis días después.
En ella se afirma que las fuerzas naturales de la razón son suficientes para descubrir la
existencia de Dios aun cuando al mismo tiempo subraya la necesidad e importancia de la
Revelación divina. Se trata además de la doble naturaleza de la fe como virtud infusa y al
mismo tiempo libre adhesión de la inteligencia a Dios mismo. Finalmente se condenan los
diversos errores del ateísmo, del materialismo, del panteísmo, del racionalismo, del
tradicionalismo fideísta.
Suspensión
Desde el inicio el concilio fue amenazado por dos conflictos inminentes: el franco-prusiano y el
hecho de que Roma estaba rodeada por el ejército italiano para la unificación.
El 19 de julio, un día después de la aprobación de la Pastor Aeternus se desencadenó la
guerra entre Francia y Prusia. Los obispos entonces decidieron abandonar la ciudad de Roma.
El 20 de septiembre la ciudad fue ocupada por las tropas de Vittorio Emmanuele (dado que las
francesas que defendían al Papa habían salido de la ciudad para participar en la guerra).
Pío IX suspendió los trabajos del concilio el 20 de octubre siguiente por medio del breve
Postquam Dei munere sin indicar una fecha de reinicio de los trabajos conciliares. En la
práctica el concilio nunca se concluyó.
51
Concilio Vaticano II
Concilio Vaticano II
XXIº Concilio Ecuménico
de la Iglesia Católica
Fecha de inicio
11 de octubre de 1962
Fecha de término
8 de diciembre de 1965
Aceptado por
Iglesia católica
Concilio anterior
Concilio Vaticano I
Concilio posterior
-
Convocado por
Juan XXIII
Presidido por
Juan XXIII (1962)
Pablo VI (1963-1965)
Asistencia
2450 obispos
Temas de discusión
Promover el desarrollo de la fe católica.
Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y
métodos de nuestro tiempo.
Cánones
{{{cánones}}}
Documentos
y
declaraciones
Constituciones: Dei Verbum, Lumen gentium, Gaudium et
spes y Sacrosanctum concilium.
Decretos: Ad Gentes, Apostolicam Actuositatem, Christus
Dominus, Inter Mirifica, Optatam Totius, Orientalium
Ecclesiarum, Perfectae Caritatis, Presbyterorum Ordinis y
Unitatis Redintegratio.
Declaraciones:
Dignitatis
Humanae,
Gravissimum
Educationis y Nostra Aetate.
El Concilio Vaticano II fue un concilio ecuménico de la Iglesia católica convocado por el papa
Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959. Fue uno de los eventos históricos que
marcaron el siglo XX.
El Concilio constó de cuatro sesiones: la primera de ellas fue presidida por el mismo Papa en el
otoño de 1962. Él no pudo concluir este Concilio ya que falleció un año después, (el 3 de junio
de 1963). Las otras tres etapas fueron convocadas y presididas por su sucesor, el papa Pablo
VI, hasta su clausura en 1965. La lengua oficial del Concilio fue el latín.
Comparativamente, fue el Concilio que contó con mayor y más diversa representación de
lenguas y razas, con una media de asistencia de unos dos mil padres conciliares procedentes
de todas las partes del mundo. Asistieron además miembros de otras confesiones religiosas
cristianas.
Objetivo
El Concilio se convocó con los fines principales de:
• Promover el desarrollo de la fe católica.
• Lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles.
• Adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo.
• Lograr la mejor interrelación con las demás religiones, principalmente las orientales.
Se pretendió que fuera un aggiornamento o puesta al día de la Iglesia, renovando los
elementos que más necesidad tuvieran de ello, revisando el fondo y la forma de todas sus
actividades.
Pretendió proporcionar una apertura dialogante con el mundo moderno, actualizando la vida de
la Iglesia sin definir ningún dogma, incluso con nuevo lenguaje conciliatorio frente a problemas
actuales y antiguos.
52
El Concilio Vaticano I (1869-1870) no había terminado debido a la suspensión impuesta por el
estallido de la guerra franco-prusiana. Algunos querían que se continuara este concilio pero no
fue así. Los sectores más liberales o modernistas dentro de la Iglesia lo consideran uno de los
cinco concilios más importantes (Niceno I, Calcedonenses, Lateranense IV, Tridentino y
Vaticano II). Trató de la Iglesia, la revelación, la liturgia, la libertad religiosa, etc. siendo sus
características más importantes la renovación y la tradición.
En cambio, los sectores más conservadores aplican un término llamado la hermenéutica de la
continuidad para leer los textos conciliares a la luz de la Tradición y del Magisterio bimilenario
para que no entre en contradicción.
Por su parte, los sectores tradicionalistas minoritarios, como la Hermandad San Pío X,
denuncian que el Concilio enseña errores y que hay puntos que deben ser condenados porque
contradicen abiertamente la Tradición, el Magisterio Papal y de los anteriores Concilios de la
Iglesia católica.
Antecedentes
A lo largo de los años 1950, la investigación teológica y bíblica católica había empezado a
apartarse del neoescolasticismo y el literalismo bíblico que la reacción al modernismo había
impuesto desde el Concilio Vaticano I. Esta evolución puede apreciarse en teólogos como los
jesuitas Karl Rahner o John Courtney Murray, que se habían venido esforzando por integrar la
experiencia humana moderna con el dogma cristiano, así como en otros: el dominico Yves
Congar, Joseph Ratzinger (ahora Papa con el nombre Benedicto XVI), Henri de Lubac y Hans
Küng que buscaban lo que veían como una comprensión más ajustada de la Escritura y de los
Santos Padres, un retorno a las fuentes (ressourcement) y una actualización (aggiornamento).
Al mismo tiempo los obispos de todo el mundo venían afrontando tremendos desafíos
asociados al cambio político, social, económico y tecnológico. Algunos de ellos aspiraban a
formas nuevas de responder a esos cambios. El Concilio Vaticano I, desarrollado casi un siglo
antes, había sido interrumpido cuando el ejército italiano entró en Roma en los momentos
finales de la unificación italiana. Sólo habían concluido las deliberaciones relativas al papel
del papado, dejando sin resolver los aspectos pastorales y dogmáticos concernientes al
conjunto de la Iglesia.
Preparación
Desde febrero de 1959 a noviembre de 1962 tuvo lugar la etapa de preparación del Concilio,
bajo la responsabilidad de la Curia Romana.
Primer anuncio
Durante la celebración de la fiesta de la Conversión de san Pablo el 25 de enero de 1959, en
un consistorio que el Papa Juan XXIII tuvo con los cardenales tras la celebración en la basílica
de san Pablo Extramuros, anunció su intención de convocar un concilio ecuménico.
El secretario del papa Juan describió así la situación en que el pontífice brindó el «discorsetto»
(discursito) que, con una simplicidad llamativa, modificó el rumbo pastoral de la Iglesia Católica,
al anunciar la intención de realización del Concilio:
Fue un día como los demás. Se levantó el pontífice como de costumbre a las cuatro, hizo sus
devociones, celebró la misa y asistió después a la mía. Se retiró a continuación a la salita de
comer para la primera colación, dio una ojeada a los periódicos y quiso revisar el borrador de
los discursos que había preparado. A las diez partimos para la Basílica de San Pablo
Extramuros. La primera parte de la ceremonia duró de las 10.30 hasta las 13. Entonces
entramos en la sala de los monjes benedictinos, nos retiramos todos y quedó el papa con
los cardenales. Leyó el discursito que había preparado, digo «discorsetto» porque así lo definió
él mismo, y en un cuarto de hora estaba todo terminado. Pocos minutos después se difundía
por el mundo la noticia del Concilio ecuménico.
Mons. Capovilla, secretario de Juan XXIII
53
Juan XXIII presentó la iniciativa como algo absolutamente personal:
Pronuncio ante ustedes, cierto, temblando un poco de conmoción, pero al mismo tiempo con
humilde resolución de propósito, el nombre y la propuesta de la doble celebración de un sínodo
diocesano para la Urbe y de un concilio ecuménico para la iglesia universal.
Los cardenales reaccionaron con un «impresionante y devoto silencio». El anuncio causó una
gran sorpresa en todos: todavía no pasaban tres meses desde la elección de Juan XXIII, en el
cónclave de octubre de 1958, que lo había elegido como un Papa considerado
extraoficialmente "de transición", a continuación del papado de Pío XII.
Los medios de comunicación, a excepción de L'Osservatore romano, dieron gran eco a la
noticia subrayando diversos elementos del discurso del Papa.
En sus discursos posteriores, el Papa fue poco a poco delineando los objetivos del concilio y
recalcando especialmente que se trata de un concilio pastoral y ecuménico. Aunque el
propósito de Juan XXIII encontró muchas formas de manifestarse durante los tres años
siguientes, una de sus expresiones más conocidas fue aquella que, preguntado por los
motivos, presentó al tiempo que abría una ventana: «Quiero abrir las ventanas de la Iglesia
para que podamos ver hacia afuera y los fieles puedan ver hacia el interior». Invitó a otras
iglesias a enviar observadores al concilio, aceptándolo tanto iglesias protestantes como
ortodoxas. La Iglesia Ortodoxa Rusa, por temor al gobierno soviético comunista, sólo aceptó
tras recibir seguridades de que el concilio sería apolítico (es decir, de que no se reiteraría la
condena al comunismo).
Etapa antepreparatoria
El 17 de mayo de 1959, Juan XXIII anunció la creación de la comisión antepreparatoria:
encargó la presidencia de la comisión al Cardenal Domenico Tardini y la secretaría a mons.
Pericle Felici. Los secretarios de varios dicasterios de la curia fueron los demás miembros de la
comisión. El 26 de mayo se reunió por primera vez y se decidió dar luz verde a dos cartas: una
a los organismos de la curia para que prepararan comisiones de estudio sobre los temas a
tratar en el Concilio y otra a todos los obispos para que antes del 30 de octubre indicaran sus
sugerencias para el Concilio. A estas dos consultas se añadió luego una tercera a las
facultades de teología y de derecho canónico que tenían plazo hasta el 30 de abril de 1960
para enviar sus propuestas.
El 15 de julio de 1959, el Papa Juan XXIII comunicó a Tardini que el concilio se llamaría
«Vaticano II» y que, por lo tanto, no debía considerarse como una continuación del Vaticano I
(que había quedado suspendido).
Para el 30 de octubre siguiente se habían recibido ya 1600 respuestas de obispos, superiores
generales y facultades de teología o de derecho canónico. En la fecha límite, 30 de abril de
1960, se contó con 2109 respuestas, a cuya catalogación y ordenamiento se procedió de
manera que fuera posible su síntesis. El documento final se llamó Analyticus conspectus
consiliorum et votorum quae ab episcopis et praelatis data sunt.
Fase preparatoria
La fase preparatoria propiamente dicha se inició el 5 de junio de 1960 con la publicación del
motu proprio Superno Dei nutu que fue redactado por el Cardenal Tardini. Este documento fijó
las comisiones preparatorias por temas en 10 con una comisión central que supervisaba y
coordinaba los trabajos de todas. Pericle Felici fue nombrado secretario general de esta
comisión central. Los presidentes de las comisiones temáticas preparatorias eran los prefectos
de los dicasterios correspondientes de la curia.
A estos organismos se añadió, para cubrir el deseo del Papa de que las demás iglesias
cristianas participaran en el concilio, un «Secretariado para la promoción de la unidad de los
cristianos» presidido por el cardenal Augustin Bea, quien solicitó a Mons. Johannes
Willebrands que le ayudara como secretario del nuevo ente. También se creó un Secretariado
para los medios de comunicación.
54
El 14 de octubre de 1960, el Papa constituyó un secretariado administrativo del Concilio al que
le encargó tratar los asuntos de financiamiento y desarrollo material del mismo. El 7 de
noviembre se creó la comisión para el ceremonial que trataría los temas relacionados
con la liturgia y los lugares a ocupar en la Basílica de San Pedro por parte de los padres
conciliares. El presidente de esta última comisión fue el cardenal Eugène Tisserant.
Los trabajos de las comisiones comenzaron oficialmente el 14 de noviembre de 1960, tras un
discurso de Juan XXIII. La principal misión de estas comisiones era elaborar los documentos
que, tras pasar por el visto bueno del Papa, serían presentados para la discusión en
aula. Las temáticas eran tan variadas que fue necesario incluso crear subcomisiones.
Tras un año y medio de trabajos, las comisiones y el Secretariado para la unión de los
cristianos produjeron un total de 75 esquemas. Estos esquemas fueron revisados luego por la
comisión central que incluyó diversas modificaciones y recortes.
El 25 de diciembre de 1961, el papa Juan XXIII convocó la celebración del concilio para 1962
con la bula Humanae salutis y el 2 de febrero siguiente, por medio del motu proprio Consilium
diu fijó la fecha de apertura para el 11 de octubre.
El reglamento
Una novedad del Concilio Vaticano I fue que el reglamento a seguirse durante las sesiones no
fue votado por los mismos padres conciliares. Dado este precedente y tras el código de
derecho canónico de 1917 que daba muchos más poderes en relación con el concilio al Papa,
no se contempló que en este nuevo concilio el reglamento fuera sometido al parecer de sus
participantes. Así, en marzo de 1961 mons. Felici solicitó a la comisión preparatoria central que
se manifestara sobre algunos temas relacionados con el reglamento. En junio siguiente el
Cardenal Arcadio Larraona solicitó la formación de una subcomisión para la redacción del
reglamento. El 7 de noviembre la subcomisión fue creada y trabajó desde el 11 de noviembre
hasta el 27 de junio. Dos días después el texto fue entregado al P. Felici quien a su vez lo hizo
ver al papa Juan XXIII. Tras integrar algunos cambios solicitados por el mismo pontífice, el
reglamento fue oficializado el 6 de agosto de 1962 mediante motu proprio titulado Ordo Concilii
oecumenic Vaticani II celebrandi.
El texto estaba dividido en tres partes: participantes, normas y procedimientos.
Participantes
Además de los obispos diocesanos, se contempló que los obispos titulares tuvieran voto
deliberativo así como los superiores generales de congregaciones de derecho pontificio con
más de 3000 miembros. Los expertos y teólogos invitados por el Papa podrían participar en las
congregaciones generales e incluso, si se les solicitaba, intervenir en el aula o en la redacción
de esquemas para las diversas comisiones. Los observadores podrían participar solo en las
congregaciones generales y sesiones públicas, que gozarían de traducción simultánea. Los
peritos invitados por cada obispo no podrían participar en las congregaciones generales.
Normas
Se mantendría el secreto sobre lo discutido en el Concilio. La lengua oficial sería el latín,
aunque en las comisiones podían emplearse otras lenguas. El derecho a hablar se daba en
orden eclesiástico: los cardenales primero, luego los patriarcas, a continuación los arzobispos,
obispos, etc.
Se creaba una «presidencia del concilio» formada por 10 cardenales y una secretaría general.
Existirían además 10 comisiones (según las 10 comisiones preparatorias aunque con alguna
variante) con 24 miembros cada una: 16 elegidos por la asamblea y 8 nombrados por el Papa
(entre los cuales el presidente de cada comisión). A estas comisiones se añadió un
secretariado para asuntos extraordinarios.
Procedimientos
Los textos preparados por las comisiones preparatorias, tras el visto bueno del Papa se
enviarían a los padres conciliares para su conocimiento antes de tratarse en las
congregaciones generales. En la sesión correspondiente, un relator -normalmente el secretario
de la comisión preparatoria respectiva- presentaría el esquema a la asamblea.
55
Cada padre conciliar podría, a continuación y durante 10 minutos, intervenir para admitir,
rechazar o solicitar enmiendas generales del esquema presentado.
Sin embargo, tales intervenciones deberían ser indicadas con tres días de antelación a la
secretaría del concilio. Luego se votarían los cambios propuestos y se analizarían los
resultados de la votación. Finalmente, se daría una votación del esquema completo y, si este
obtenía la mayoría necesaria, se dejaría pendiente su aprobación solemne para la siguiente
sesión pública con la presencia del Papa.
El texto del reglamento no preveía con claridad los pasos a seguir en caso de que un esquema
fuera rechazado, pero sí los pasos para incluir las enmiendas propuestas.
Participantes del concilio
• Los 2450 obispos de la Iglesia católica. El único grupo que fue excluido fue el de los obispos
del bloque comunista chino, por lo que estuvieron ausentes unos 200 obispos. Existía un
convenio con los soviéticos para permitir a los obispos salir de y entrar a sus países sin
problemas. Así, fue el concilio más grande en cuanto a cantidad (a los efectos de comparar, el
concilio de Calcedonia contó con unos 200 participantes y el concilio de Trento, unos 950) y en
cuanto a catolicidad, pues fue la primera vez que participaron de modo sustancial los obispos
no europeos (sobre todo africanos y asiáticos). En los primeros dos años, predominaron las
intervenciones de los obispos europeos, pero las siguientes sesiones fueron más participadas.
Incluso participaron algunos cardenales teólogos o no obispos, pero por insistencia de Juan
XXIII fueron ordenados obispos. Además participaron algunos abades, superiores o maestros
de grandes órdenes religiosas (franciscanos, dominicos, etc.).
• Teólogos invitados del Papa como consultores, no como miembros plenos (Yves Congar, Karl
Rahner, Henri de Lubac, Hans Küng, Gérard Philips).
Podían escuchar aunque no hablar en el aula, pero mantenían influencia en las diez
comisiones ya mencionadas. Al inicio del Concilio se dio el nombramiento de las comisiones
conciliares (dos tercios nombrados por los obispos y un tercio por el Papa) teniendo como tarea
guiar y escribir aquellos decretos ya discutidos en el aula.
• Consultores de Iglesias ortodoxas e Iglesias protestantes.
• Observadores, y católicos laicos (cf. Mary Goldic, Ospite a casa propia, ed. en inglés)
• Periodistas. Se dio participación como observadores a periodistas de muchas publicaciones,
en especial el Times; Raniero La Valle para L'Avvenire d'Italia; Caprile para La Civiltà Cattolica;
el redentorista Francis X. Murphy, bajo el pseudónimo de Xavier Rynne, para The New Yorker;
y enviados de otras publicaciones como Frankfurter Allgemeine Zeitung, Le Monde,
Assomptionisti La Croix, etc. En este sitio puede también incluirse el diario personal que llevó el
teólogo Yves Congar, conocido como Mon Journal du Concile (Paris: du Cerf, 2002), de gran
valor histórico-documental.
Sesiones
La primera sesión (1962)
La primera sesión partió con la inauguración solemne en la Basílica de san Pedro el 11 de
octubre de 1962. Juan XXIII presidió la Misa y ofreció un discurso programático, el Gaudet
Mater Ecclesia, donde habló del puesto de los concilios en la historia de la Iglesia, de la
situación del mundo y de algunos aspectos generales que debían tenerse en cuenta durante el
concilio: se trata de custodiar el depósito de la fe católica enseñarlo de una manera adecuada a
los tiempos empleando para ello los métodos más eficaces. También recordó que no era una
actitud de condena de los errores sino de misericordia, lo que se esperaba del concilio. Alude al
tema del ecumenismo que era uno de los que habían causado mayor expectativa en los
medios de comunicación.
Para el 13 de octubre se tenía programada la elección del porcentaje de miembros de las
comisiones que correspondía nombrar a la asamblea conciliar. La secretaría general del
concilio entregó entonces una lista con los nombres de todos los padres conciliares y otra lista
con los nombres de los miembros de las respectivas comisiones preparatorias. Sin embargo, el
cardenal Achille Liénart, tras recibir una solicitud de un grupo de obispos franceses y alemanes,
solicitó al consejo de presidencia más tiempo de manera que los participantes pudieran
56
conocerse y hacer una votación concienzuda. Por tanto, la elección fue pospuesta para el 16
de octubre y tras los recuentos de votos e intervenciones sobre cuál mayoría sería tomada en
cuenta, se eligieron los miembros respectivos de las comisiones.
El 20 de octubre, tomando en cuenta el interés mostrado por algunos padres conciliares de
ofrecer un mensaje de parte del concilio al mundo, se votó rápidamente una propuesta que
obtuvo la mayoría necesaria y fue asumida como Mensaje de los padres conciliares a todos los
hombres. Luego comenzó la discusión del esquema sobre la liturgia (De sacra liturgia que
luego se llamará Sacrosanctum concilium).
Las discusiones, con diversos puntos de vista enfrentados, se prolongaron hasta el 14 de
noviembre en que se hizo una primera votación exploratoria. El texto fue ampliamente
aprobado (2162 placet contra 46 non placet)
Ese mismo día, se presentó en aula el esquema De fontibus revelationis (que luego será el Dei
Verbum). Las diferencias dentro del concilio se hicieron todavía más claras durante las
discusiones sobre este esquema de manera tal que parecía que el documento sería rechazado
completamente. Esta posibilidad no estaba contemplada en el reglamento lo cual hacía más
tensas las discusiones de esos días. Tras una votación exploratoria, no se alcanzó la cuota
necesaria para que el texto volviera a la comisión y el mismo papa Juan XXIII intervino el 21 de
noviembre, creando una comisión mixta que reharía el texto de la constitución dogmática.
El 23 de noviembre se entregó a los padres conciliares dos esquemas para su estudio antes de
la discusión en aula: era el De Ecclesia (luego la constitución dogmática Lumen Gentium) y un
apéndice con un esquema sobre la Virgen María (De beata Maria Virgine).
Ese mismo día se comienza a discutir la constitución sobre los medios de comunicación social
(que luego será el decreto Inter mirifica). El texto fue aprobado en sus grandes rasgos aunque
se solicitó que fuera reducido considerablemente y que se tratase más ampliamente del rol de
los laicos en los medios de comunicación. La votación exploratoria dejó 2138 placet y 15 non
placet.
Para el 27 de noviembre inició la discusión del esquema sobre la unidad de los cristianos, Ut
omnes sint. El texto causó desilusión ya que, dado que había sido preparado por la comisión
preparatoria para las Iglesias orientales, trataba únicamente de esas iglesias sin hablar, por
ejemplo, de los protestantes. El patriarca Maximos de los melquitas criticó el esquema que
consideraba mediocre. Dado que la comisión preparatoria teológica y el secretariado para la
unidad habían preparado otros esquemas sobre los mismos temas, los padres conciliares
solicitaron que fueran fundidos en un solo documento reelaborado por una comisión mixta. Ese
fue el resultado de la votación que a propósito se realizó: 2068 placet y 36 non placet.
El 1 de diciembre se comenzó a discutir el esquema De ecclesia. El cardenal Ottaviani había
intentado en días anteriores que la discusión en aula del esquema se retrasase a la siguiente
sesión, pero el consejo de presidencia prefirió mantener el orden del día como había sido
propuesto inicialmente. La discusión fue menos acalorada que la de las fuentes de la
revelación. Pero de todas maneras a medida que proseguía el debate las críticas de aspectos
generales del esquema se hacían más populares. Así, por ejemplo, mons. Emil de Smedt que
consideraba que el esquema era triunfalista, clericalista y juridicista. Sin embargo, era el tema
del episcopado el que más discusión generaba. El debate no llega a puerto y las discusiones
se concluyen el 7 de diciembre, víspera de la clausura de la primera sesión conciliar.
Unos días antes, tanto el cardenal belga Leo Jozef Suenens como el cardenal italiano Giovanni
Montini habían intervenido en aula solicitando una dirección más clara para el concilio y
proponiendo para ello una visión eclesiológica: se trataría de la Iglesia ad intra y ad extra y esta
temática podría dar unidad y finalidad a los trabajos.
Esto dejaba al documento De ecclesia como el más importante y programático del concilio.
El 5 de diciembre la secretaría general comunicó que los 75 esquemas serían reducidos a 20.
Asimismo se dieron a conocer los modos de trabajo de las comisiones durante el período de
intersesión. Se elaborarían nuevos esquemas de acuerdo con el sentir manifestado por la
mayoría de los obispos durante el concilio y se pasarían a aprobación del Papa. Este los haría
llegar a los padres conciliares para que estos indicaran las enmiendas consideradas oportunas
57
a la comisión antes del inicio de la segunda sesión. Para organizar todo este trabajo, Juan XXIII
creó una comisión de coordinación a cargo de la Secretaría de Estado.
El 8 de diciembre se concluye oficialmente la primera sesión con un discurso del Papa.
Primera intersesión
Las comisiones continuaron el trabajo de elaboración y agrupamiento de esquemas. El Papa
envió una carta, la Mirabilis ille (6 de enero de 1963) donde recordaba a los padres conciliares
que el concilio continuaba durante el período entre sesiones.
La comisión de coordinación comenzó sus trabajos el 21 de enero. El 22 de abril, Juan XXIII
aprobó 12 de los 17 esquemas que la comisión le había hecho llegar. Estos fueron enviados a
los obispos en mayo y se iniciaron reuniones de grupos de obispos en todo el mundo para
discutir juntos los esquemas y llegar así a la segunda sesión con propuestas conjuntas de
enmiendas.
El 3 de junio, el papa Juan XXIII falleció. El 21 de junio siguiente fue elegido el cardenal
Montini, que tomó el nombre de Pablo VI. Al día siguiente, en su primer radiomensaje, aseguró
que el concilio continuaría y el 27 anunció la fecha de apertura de la segunda sesión: el 29 de
septiembre de 1963.
En el período inmediatamente anterior al inicio de la segunda sesión, Pablo VI introdujo
algunas modificaciones en el reglamento. Se amplió el número de observadores integrando
incluso laicos que fueron llamados a participar aunque sin voto deliberativo. La comisión de
coordinación quedaba como organismo permanente del concilio. Y, dada la ineficacia mostrada
por el consejo de presidencia, se nombraba un grupo de cuatro delegados o moderadores que
agilizarían y dirigirían los debates.
La segunda sesión (1963)
El 29 de septiembre, tras una sencilla ceremonia inaugural y un discurso de Pablo VI, los
trabajos recomenzaron en San Pedro. Al día siguiente se reinició la discusión en aula del
esquema De ecclesia. El nuevo texto fue presentado por el cardenal Ottaviani y atrajo mayor
consenso que el anterior. El texto a modo de base para la discusión fue votado y obtuvo 2231
placet contra 43 non placet.
Entonces, de acuerdo con el reglamento, comenzó la discusión de cada capítulo. Para cada
capítulo fueron declarándose las objeciones de los padres o los aspectos que convenía añadir.
El tema de la naturaleza sacramental del episcopado ya había obtenido la casi unanimidad de
los consensos pero el de la colegialidad episcopal permanecía discutido (debido a que algunos
lo consideraban un atentado contra el primado pontificio) y se dieron intervenciones a favor y
en contra durante las sesiones. Lo mismo en relación con la posibilidad de reactivar el
diaconado permanente.
Las discusiones continuaron hasta el 15 de octubre sin llegar a un acuerdo. Ese día el cardenal
Leo Jozef Suenens propuso verificar el apoyo que las diversas posturas tuvieran en la
asamblea por medio de una votación de algunos puntos discutidos. Indicó incluso que al día
siguiente se tendría tal votación, pero mons. Felici obtuvo que el Papa permitiera impedir esa
votación.
Suenens también acudió a Pablo VI, quien mandó reunir a la comisión de coordinación, al
consejo de presidencia y al secretariado general para tratar el asunto. Era ya el 23 de octubre.
En esos días se fijó el texto de las preguntas y el Papa aprobó que se hiciera la consulta para
el 30 de octubre. La idea era que de la votación se saliera con una indicación clara para la
comisión teológica sobre los contenidos discutidos del esquema. La gran mayoría de los
padres se manifestó a favor de la definición de la colegialidad y, aunque menos, también de la
reactivación del diaconado permanente.
A continuación se discutieron los demás capítulos del De Ecclesia y se trató sobre la
posibilidad de integrar el esquema sobre la Virgen María al final de este. La asamblea se
dividió completamente (la votación explorativa dio 1114 placet y 1074 non placet).
El 2 de noviembre se comenzó a tratar el esquema sobre el episcopado. Era evidente que no
podía ser discutido sin haber decidido lo concerniente a la colegialidad en el esquema De
Ecclesia: de hecho, las discusiones sobre ese punto continuaron ya que el cardenal Ottaviani
buscaba minimizar los resultados de la votación del 30 de octubre. Se produjeron discusiones
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de tono más elevado y el cardenal Josef Frings incluso cuestionó durante una sesión en aula,
el modo de actuar del Santo Oficio, provocando una áspera respuesta del cardenal Ottaviani.
La discusión del esquema se prolongó hasta el 15 de noviembre.
Un nuevo esquema sobre el ecumenismo se presentó para la discusión. El nuevo texto tenía
cinco capítulos e incluía también el tema de los no cristianos especialmente los judíos.
También se incluyó en este esquema el texto sobre la libertad religiosa. Aun cuando la
discusión inicial fue difícil, finalmente se aprobó en línea de principio el texto aunque se solicitó
a la comisión mixta que mejor separase lo aplicable a las denominaciones cristianas de los no
cristianos.
Durante los debates de estos esquemas se realizaban también las votaciones de los capítulos
de los esquemas sobre la liturgia y sobre los medios de comunicación. Ambos obtuvieron
finalmente el consenso requerido y fueron oficialmente promulgados en la sesión pública del 4
de diciembre.
Antes de la ceremonia conclusiva de la segunda sesión, Pablo VI anunció que se aumentaría el
número de participantes en las comisiones. En el discurso conclusivo resumió los resultados,
que consideraba positivos, de la sesión y anunció su intención de visitar Tierra Santa.
Segunda intercesión
Al concluir los trabajos de la segunda sesión, el papa Pablo VI había mencionado su interés en
reducir el tiempo requerido para concluir el concilio por medio de la reducción de los esquemas
o de la elaboración de textos que siguieran las directivas ya consideradas mayoritarias. Por ello
encargó al cardenal Julius August Döpfner que elaborara una propuesta en ese sentido. La
idea indicada por él era reducir a seis los esquemas más amplios a discutirse y dejar los demás
en una serie de proposiciones que ya no se discutirían sino solo votarían. La comisión de
coordinación analizó la propuesta del 28 de diciembre al 15 de enero, la aprobó e indicó a las
demás comisiones que procedieran de ese modo. El Papa en los meses siguientes tuvo que
tranquilizar a los obispos que consideraban que esto era una medida para concluir
«expeditivamente» el concilio.
Ya en abril se enviaron los primeros textos (de los esquemas más importantes: De Ecclesia, De
fontibus revelationis y sobre la Iglesia en el mundo actual, llamado Esquema XIII) a los obispos
para que prepararan su análisis durante el concilio.
Por su parte, los cardenales Larraona, Micara y Ruffini enviaron cartas a Pablo VI para que
reservara al magisterio pontificio el tema de la colegialidad y mandara retirar el capítulo
correspondiente del esquema De Ecclesia.
Tercera sesión (1964)
La tercera sesión del concilio se inauguró el 14 de septiembre de 1964. La misa, ya aplicando
la constitución Sacrosanctum concilium fue concelebrada por 24 padres conciliares con el
Papa. El discurso de Pablo VI resultó esclarecedor de su posición dado que empleó la
expresión colegio episcopal apoyando así la posición de la mayoría conciliar.
Al día siguiente se inició la discusión de los últimos capítulos del esquema De Ecclesia. El
capítulo sobre la escatología fue rápido y sin problemas. En cambio el de la Virgen María
aunque fue también breve mantuvo las diferencias de concepto entre los padres conciliares
que se habían manifestado en la segunda sesión y en la última intersesión dentro de la
comisión teológica. Se optó por una solución de compromiso con un texto que pudiera
complacer a ambas partes. El 16 de septiembre comenzaron las votaciones por capítulo del
esquema aunque el capítulo tercero (sobre la jerarquía), que era el más discutido, fue votado
número por número (38 votaciones).
El 18 de septiembre se retomó el esquema sobre los obispos que pasó las votaciones casi sin
problemas.
El 23 de septiembre se presentó un esquema nuevo sobre la libertad religiosa. Aunque todos
estaban de acuerdo en el principio, el texto dividía a la asamblea conciliar por la forma de
presentar la doctrina y las consecuencias que podía tener (por ejemplo, en los países donde
por concordato la Iglesia católica tenía privilegios). El 9 de octubre, mons. Felici indicó de parte
del Papa, que el texto debía ser reformulado por una comisión mixta donde se incluyó al mayor
opositor del texto, el arzobispo Marcel Lefebvre.
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A continuación se examinó el esquema sobre los hebreos que había sido rehecho y ampliado
tomando en consideración las religiones no cristianas. Las posiciones encontradas (por motivos
de oportunidad pastoral) hicieron que el texto volviera al secretariado para ser reescrito. En el
secretariado se rehízo el texto sobre los hebreos y se añadieron párrafos relacionados con las
demás religiones (hindúes y budistas). El nuevo texto fue votado el 20 de noviembre y obtuvo
la mayoría necesaria para aprobarse definitivamente.
El texto del esquema sobre la Revelación fue representado y tras cinco sesiones fue aprobado
aunque quedaban varios elementos discutidos y que debían tratarse en sede de la comisión
teológica. Esta terminó las enmiendas a mediados de noviembre, ya demasiado tarde para que
se pudiera discutir de nuevo en aula.
Mientras, y ya desde el 7 de octubre, se había comenzado a estudiar el documento sobre el
apostolado de los laicos. Las opiniones eran variadas y las críticas al texto venían de todas las
sensibilidades. El 20 de octubre otro texto complejo, el llamado esquema XIII fue presentado en
aula. La mayoría de las críticas lo consideraban un esquema aceptable pero poco fundado
teológicamente. Las discusiones sobre los problemas particulares tratados en el esquema (el
ateísmo, la guerra, la familia, el matrimonio) fueron más ásperas.
Ese mes de octubre se trataron los esquemas más breves que habían sido reducidos a
proposiciones a votar. Así, por ejemplo, los que trataban de los presbíteros, la formación
sacerdotal, las iglesias de rito oriental, las misiones, los religiosos, la educación cristiana y el
matrimonio. Este último fue convertido en una serie de observaciones que se hicieron llegar al
Papa para que él decidiera qué hacer.
El mes de noviembre vio el renacer del problema de la colegialidad. Las discusiones en la
comisión no llegaban a puerto por lo que se encargó a Mons. Gérard Philips que redactara una
nota explicativa que aclarara los elementos empleados en la redacción propuesta, que era una
solución que buscaba contentar a todas las partes. El Papa pensaba introducir esta nota como
explicación del capítulo III de la Lumen Gentium y tras hacer algunas modificaciones al texto la
mandó al concilio. Esta se presentó el 14 de noviembre y causó perplejidad por lo que
implicaba de intervención pontificia en el concilio. Tras la lectura del texto y las votaciones el
texto de la Lumen gentium se aprobó.
Sin embargo, el 19 de noviembre se presentaba el texto de la declaración sobre la libertad
religiosa que en vez de ser corregido según las intervenciones anteriores, había sido casi
completamente rehecho. Se solicitó entonces que fuera votado de nuevo pero la presidencia
del concilio anunció que no se votaría el nuevo texto hasta la siguiente sesión.
Esto causó molestia en varios padres conciliares (por ejemplo, los cardenales Meyer, Ritter,
Léger, Suenens y Frings), quienes intentaron por todos los medios persuadir a Pablo VI de que
se procediese a la votación, pero el Papa no cedió. El descontento de éstos creció cuando se
informó a la asamblea que el Papa había introducido 19 modificaciones al esquema sobre el
ecumenismo que ya había sido votado y aprobado los padres (aunque todavía no había sido
oficialmente promulgado).
Estos hechos
–aunque a la luz de la historia posterior no se manifestaron tan importantes (el
texto de la nota explicativa realmente no cambia lo indicado en el texto final de la Lumen
gentium, el mayor tiempo de elaboración del esquema sobre la libertad religiosa permitió
perfilarlo mejor y las modificaciones incluidas en el esquema sobre el ecumenismo eran de
mera forma)
– crearon un clima de descontento y desilusión en los obispos y expertos de la así
llamada «mayoría» conciliar.
La sesión pública conclusiva vio la aprobación de nuevos documentos (la Lumen gentium, los
dos decretos sobre el ecumenismo y el de las Iglesias orientales). Además el Papa proclamó a
María como Madre de la Iglesia.
Tercera intersesión
Al concluir la tercera sesión conciliar, las comisiones quedaban con 11 esquemas sobre los que
trabajar para la cuarta, según las orientaciones recibidas de parte de la asamblea conciliar.
60
Algunos textos como el que trataba de la revelación, requerían retoques más o menos
importantes; otros, como el que hablaba de los presbíteros debía ser rehecho a partir de las
proposiciones que se habían votado.
Los textos elaborados fueron enviados a mediados de junio a los obispos para que prepararan
sus intervenciones o hicieran llegar directamente sus comentarios a las comisiones.
La cuarta sesión (1965)
El 14 de septiembre de 1965 se reanudaron los trabajos en San Pedro. En el discurso de
apertura, Pablo VI anunció la creación del sínodo de los obispos (que algunos inicialmente
consideraron la aplicación de la colegialidad) y que visitaría la sede de la ONU para el XX
aniversario de su creación.
Al día siguiente el Papa participó en la congregación general donde firmó el decreto de
creación del sínodo.
Después que Pablo VI se retirara de la basílica, se inició la discusión del esquema sobre la
libertad religiosa. El debate fue tenso y tras cinco días no se llegaba al consenso. La comisión
de coordinación se reunió para discutir si se podía hacer la votación del esquema como base y
el resultado fue no hacer la votación. Pero el Papa intervino e indicó que se votaría de todos
modos. El esquema recibió luz verde (1997 a favor y 224 en contra) para ser usado como base
aunque debía «ser perfeccionado según la doctrina católica sobre la verdadera religión y en
base a los cambios propuestos durante el debate» según indicaba la pregunta.
El 21 de septiembre se llega a la discusión sobre el esquema XIII, debate que se prolongó
durante dos semanas. La votación sobre el esquema en cuanto tal (antes de pasar a los
capítulos) fue positivo (2100 placet y 44 non placet). El debate sobre el capítulo del matrimonio
fue más breve debido a que el Papa había reservado a sí el tema del control de la natalidad.
Los demás capítulos pasaron sin mayores dificultades. Desde el 7 de octubre se discutió el
esquema sobre las misiones. El texto fue bien acogido y se sugirieron una serie de mejoras.
Sin embargo, un texto del documento que hablaba de cómo universalizar el dicasterio de
Propaganda fidei fue modificado por la comisión debido a que la reforma de la curia era
competencia exclusiva del Papa según había indicado la Comisión pontificia para la reforma de
la Curia romana. Alrededor de 300 padres firmaron un manifiesto de protesta por este cambio
en un documento aprobado con 2070 placet.
Luego se discutió el documento sobre los presbíteros. Volvió a discutirse el tema del celibato o
al menos de la posibilidad de ordenar sacerdotes a hombres casados. El 11 de octubre, Pablo
VI mandó leer un comunicado por el que solicitaba que no se discutiera públicamente el
argumento y que las propuestas le fueran enviadas a través del consejo de presidencia.
Los días siguientes se dedicaron solo a votaciones de esquemas o de capítulos de estos sin
debates. El 28 de octubre se tuvo una sesión pública de promulgación solemne de la Christus
Dominus, la Perfectae caritatis, la Optatam totius, la Gravissimum educationis y la Nostra
aetate.
El 29 de octubre se reiniciaron las votaciones, esta vez del documento sobre la revelación, Dei
Verbum. Nuevamente se llegó a un punto muerto por las enmiendas que consentía el sistema
de votación iuxta modum. Entonces Pablo VI envió una serie de propuestas de redacción
(teológicamente aceptables) para que la comisión teológica, con la ayuda del cardenal Augustin
Bea, escogiera la más apropiada. Así, a pesar todavía del disenso de unos pocos padres (55
en la votación preliminar) se logró pasar la constitución.
Desde el 9 de noviembre se votó el esquema sobre el apostolado de los laicos. El documento
sobre las misiones fue nuevamente propuesto y recibió 712 placet iuxta modum que obligaba a
la comisión a enmendar el texto.
El 18 de noviembre se tuvo otra sesión pública donde se promulgaron la Dei Verbum y la
Apostolicam actuositatem. El Papa, en la homilía, anunció laapertura de los procesos de
beatificación de Pío XII y de Juan XXIII.
En los días siguientes se continuaron las agotadoras votaciones. La declaración sobre la
libertad religiosa pero no fue posible vencer la oposición de un grupo de 250 padres.
61
La votación de la constitución Gaudium et spes fue todavía sufrida debido a las peticiones de
incluir una condena expresa del comunismo y por una nueva intervención del Papa en el
capítulo sobre el matrimonio. Pero finalmente lograron el consenso sobre el texto.
Los últimos días del concilio se desarrollaron entre agradecimientos. El 7 de diciembre fue la
última sesión pública solemne: se promulgó la constitución pastoral Gaudium et spes, los
decretos Ad gentes y Presbyterorum ordinis, la declaración Dignitatis humanae. Asimismo se
leyó la declaración común que retiraba las excomuniones recíprocas con la Iglesia ortodoxa.
El concilio concluyó con una misa presidida por Pablo VI el 8 de diciembre.
Documentación y nivel de aceptación por los Padres
Conciliares
El Concilio Vaticano II dio lugar a un total de 4 constituciones (2 de ellas dogmáticas y 1
pastoral), 9 decretos conciliares y 3 declaraciones conciliares, a los que se pueden sumar la
Constitución apostólica Humanae salutis por la cual Juan XXIII convocó el concilio, el mensaje
Ad omnes de los Padres del concilio a todos los hombres, los mensajes del concilio a la
humanidad, y otros breves (In Spiritu Sancto y Ambulate in dilectione). Los documentos se
pueden ver en «Le fonti ufficiali» que se conservadan en un archivo dividido en:
• Materia preparatoria:
• Serie I, ante preparatoria que corresponde a antes del inicio del concilio, son las respuestas
de los obispos a los cuestionarios. No están en sentido sistemático.
• Serie II, Materia preparatoria (4 volúmenes en 6 tomos). Corresponde al último año después
de la convocación del concilio. Son los documentos preparados por la Curia para el concilio. La
Curia divide los temas en 10 temas (que corresponden a los 10 dicasterios del Vaticano que
presidían las 10 comisiones preparatorias).
Tras un largo y duro trabajo, se redactaron 16 documentos, cuyo conjunto constituye una toma
de conciencia de la situación actual de la Iglesia y define las orientaciones que se imponen.
Los documentos son:
Constituciones
• Dei Verbum (Constitución Dogmática sobre la Divina Revelación)
• Lumen Gentium (Constitución Dogmática sobre la Iglesia)
• Sacrosanctum Concilium (Constitución sobre la Sagrada Liturgia)
• Gaudium et Spes (Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual)
Decretos conciliares
• Ad Gentes (Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia)
• Presbyterorum Ordinis (Decreto sobre el ministerio y vida de los presbíteros)
• Apostolicam Actuositatem (Decreto sobre el apostolado de los laicos)
• Optatam Totius (Decreto sobre la formación sacerdotal)
• Perfectae Caritatis (Decreto sobre la adecuada renovación de la vida religiosa)
• Christus Dominus (Decreto sobre el ministerio pastoral de los Obispos)
• Unitatis Redintegratio (Decreto sobre el ecumenismo)
• Orientalium Ecclesiarum (Decreto sobre las Iglesias orientales católicas)
• Inter Mirifica (Decreto sobre los Medios de comunicación social)
Declaraciones conciliares
• Gravissimum Educationis (Declaración sobre la Educación Cristiana)
• Nostra Aetate (Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las Religiones no cristianas)
• Dignitatis Humanae (Declaración sobre la libertad religiosa)
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