INSTITUTO TEOLOGICO INTERDENOMINACIONAL
UNIVERSIDAD DE PLAYA ANCHA DE
CIENCIAS DE LA EDUCACION
CONCILIO DE CALCEDONIA
Asignatura: Teolog�a II
Nombre Alumno: Juan E. Brice�o L.
EVA
MAGASLY
Nombre del Profesor: Jorge Padget R.
- 2006 -
INDICE
INTRODUCCION
GLOSARIO
Docetismo: remota herej�a cristiana que afirmaba que Jesucristo ten�a s�lo apariencia f�sica. La doctrina adopt� varias formas: algunos defensores negaron categ�ricamente cualquier humanidad verdadera en Cristo; otros admitieron su encarnaci�n pero no su sufrimiento, sugiriendo que convenci� a uno de sus seguidores —quiz� Judas Iscariote o Sim�n el Cireneo— para que le sustituyera en la cruz; y otros le atribuyeron un cuerpo celestial que era incapaz de sentir las miserias humanas.
Esta negaci�n de la realidad f�sica de Cristo fue el resultado del dualismo, una doctrina filos�fica que consideraba lo material como representaci�n del mal. Los docetistas, que conoc�an esta doctrina, concluyeron que Dios no pod�a ser asociado con la materia. No pod�an aceptar la interpretaci�n literal de Juan 1,14 cuando dijo que el "Verbo se hizo carne".
Aunque en el Nuevo Testamento se hace alusi�n al docetismo, �ste no se desarroll� por completo hasta los siglos II y III, cuando encontr� un aliado en el gnosticismo. Esto provoc� una vigorosa oposici�n por parte de los primeros autores cristianos, empezando por Ignacio de Antioqu�a e Ireneo, a principios del siglo II. El docetismo fue condenado de modo oficial en el a�o 451 en el Concilio de Calcedonia.
Dualismo: en filosof�a occidental, teor�a seg�n la cual el universo s�lo se explica como un todo formado por dos elementos distintos y entre s� irreductibles. En la filosof�a plat�nica el dualismo �ltimo se establece entre el 'ser' y el 'no ser' o lo que es lo mismo, entre idea y materia. En el siglo XVII, el dualismo adopt� la forma de creencia en dos sustancias fundamentales, inteligencia y materia. El fil�sofo franc�s Ren� Descartes, cuya interpretaci�n del universo ejemplifica esta creencia, fue el primero en subrayar la diferencia irreconciliable entre sustancia pensante (inteligencia) y sustancia extensa (materia). La dificultad creada por este juicio era explicar la forma en que interact�an la inteligencia y la materia, como en apariencia lo hacen en el �mbito de la experiencia humana. Esta confusi�n provoc� que algunos cartesianos negaran por completo cualquier interacci�n entre ambas. Afirmaban que la inteligencia y la materia son ineficaces por s� mismas para afectar una a la otra, y que cualquier acci�n rec�proca entre las dos est� provocada por Dios, quien, con ocasi�n de un cambio en una, produce el correspondiente cambio en la otra. Otros seguidores de Descartes abandonaron el dualismo por el monismo.
En el siglo XX, la reacci�n contra los aspectos monistas de la filosof�a del idealismo ha resucitado en alg�n grado el dualismo. Una de las defensas m�s interesantes del dualismo es la del psic�logo anglo-estadounidense William McDougall, que dividi� el universo en esp�ritu y materia y mantuvo que la evidencia del bien, tanto psicol�gica como biol�gica, se�ala el sustrato espiritual de los procesos fisiol�gicos. El fil�sofo franc�s Henri Bergson en su obra principal Materia y memoria adopta asimismo una posici�n dualista, definiendo la materia como lo que percibimos con nuestros sentidos y que tiene en s� misma las cualidades percibidas en ella, como color y resistencia. La inteligencia, por otro lado, se revela como memoria, la facultad de acumular el pasado y utilizarlo para modificar nuestras acciones presentes, lo que de otra forma ser�a tan solo mec�nico. En sus �ltimos escritos, sin embargo, Bergson abandon� el dualismo y consider� la materia como una manifestaci�n prendida del mismo impulso vital que compone la vida y la inteligencia.
El dualismo tambi�n posee un aspecto �tico que descansa en el reconocimiento de los principios independientes y opuestos del bien y el mal.
CAPITULO I: CONCILIOS ECUMENICOS
CONCILIOS ECUMENICOS.
Son importantes asambleas de obispos y dirigentes de la Iglesia cristiana, en las que se discuten y regulan aspectos doctrinales.
La Iglesia Cat�lica reconoce ocho concilios antes del cisma del a�o 1054, donde se produjo la separaci�n de las Iglesias Orientales. Despu�s reconoce trece pero la Iglesia Ortodoxa omite el IV Concilio de Constantinopla, donde se excomulg� al patriarca Focio.
Los concilios ecum�nicos que se han desarrollado han sido los siguientes:
1.- I Concilio de Nicea del a�o 325.
2.- I Concilio de Constantinopla del a�o 381.
3.- Concilio de Efeso del a�o 431.
4.- Concilio de Calcedonia del a�o 451.
5.- II Concilio de Constantinopla del a�o 553.
6.- III Concilio de Constantinopla entre los a�os 680 - 681.
7.- II Concilio de Nicea del a�o 787.
8.- IV Concilio de Constantinopla entre los a�os 869 - 870.
9.- I Concilio de Letr�n en el a�o 1123.
10.- II Concilio de Letr�n del a�o 1139.
11.- III Concilio de Letr�n del a�o 1179.
12.- IV Concilio de Letr�n del a�o 1215.
13.- I Concilio de Lyon a�o 1245.
14.- II Concilio de Lyon del a�o 1274.
15.- Concilio de Vienne entre los a�os 1311 - 1312.
16.- Concilio de Constanza entre los a�os 1414 - 1418.
17.- Concilio de Ferrara - Florencia comienza en 1438 y termina en el a�o
1445.
18.- V Concilio de Letr�n desde el a�o 1512 al 1517.
19.- Concilio de Trento desde el a�o 1545 al 1563.
20.- Concilio Vaticano I desde el a�o 1869 al 1870.
21.- Concilio Vaticano II desde el a�o 1962 al 1965.
CAPITULO II: CONCILIO DE CALCEDONIA
2.-CONCILIO DE CALCEDONIA.
2.1.- PRECEDENTES HISTORICOS
El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecum�nico Su principal prop�sito fue defender la doctrina cat�lica ortodoxa en contra de las ideas de Eutiques y los Monofisistas.
Este problema comenz� a surgir en el Concilio de Efeso efectuado en el a�o 431 en el cual hab�an condenado las ideas de Nestorio que hablaba acerca de las dos personas en Cristo y que eran completamente independientes entre s�. Uno que se destac� en rebatir la tesis de Nestorio fue Cirilo de Alejandr�a.
Cirilo, aunque para algunos tambi�n se equivoc� en destacar que no hay dos naturaleza en Cristo.
Aqu� en esta disputa teol�gica surgen las ideas de Eutiques expresando que era seguidor de las ideas de Cirilo. Eutiques comenz� a predicar que la naturaleza humana de Cristo estaba como absorbida por la divina. Asi, resultaba un Cristo, no solo con una sola personalidad sino tambi�n con una sola naturaleza.
Afirmaron ellos que despu�s de la Encarnaci�n, ninguna distinci�n pod�a hacerse en Cristo entre lo divino y lo humano.
El error de Eutiques primero fue advertido por Domnus, patriarca de Antioqu�a; Eusebio, Obispo de Doryleum (Frigia), prefiri� hacer una acusaci�n formal en contra del primero, en un s�nodo en Constantinopla en Noviembre de ese a�o. Esta junta declar� como materia de fe que despu�s de la Encarnaci�n, Cristo ten�a dos naturalezas en una hip�stasis o persona, luego que �l era uno solo, un solo Hijo, un solo Se�or. Eutiques, quien se present� antes de este s�nodo, protest� afirmando lo contrario, que antes de la Encarnaci�n, exist�an dos naturalezas, pero que despu�s de La Uni�n solo hubo una naturaleza en Cristo, y que la humanidad de �l no era de la misma esencia que la nuestra.
El Obispo Flaviano de Constantinopla, inform� al Papa Le�n y a otros Obispos de lo que hab�a ocurrido en su ciudad. Eutiques gan� la simpat�a del emperador, a trav�s de los representantes de los monjes y los de Di�scoros, patriarca de Antioqu�a; el emperador fue inducido a convocar un nuevo Concilio en �feso. El Papa Le�n, Di�scoros, y varios Obispos fueron invitados a asistir e investigar de nuevo la ortodoxia de Eutiques.
El Papa no pudo ir, pero envi� a tres delegados como sus representantes y portadores de cartas a personajes prominentes de Oriente y al inminente s�nodo. Entre esas cartas, todas las cuales llevan la fecha 13 de Junio del 449, est� una conocida como "Ep�stola Dogm�tica" de Le�n I, en la cual explica el misterio de la Encarnaci�n, con referencia especial a las preguntas elevadas por Eutiques. As�, �l declar� que despu�s de la Encarnaci�n, que fue adecuada a cada naturaleza y substancia en Cristo, permanecieron intactas, ambas unidas a una �nica persona, de tal forma, que cada naturaleza actuaba de acuerdo con sus propias cualidades y caracter�sticas.
El Papa no dud� en condenar a Eutiques y su doctrina. El Concilio se celebr� en �feso, en Agosto del 449.
Otra consecuencia que sucedi� fue que Flavio de Constantinopla fue depuesto y reemplazado por Anatolio.
Le�n I, por otra parte, cuando fue completamente informado acerca de lo ocurrido en �feso, en un s�nodo en Roma y a trav�s de varias cartas, conden� todas las Actas del Concilio as� llamado. Rehus� tambi�n a reconocer a Anatolio como Obispo oficial de Constantinopla, al menos hasta que pudiese dar explicaciones satisfactorias acerca de sus creencias. Al mismo tiempo, exigi� al emperador convocar de nuevo a un Concilio en Italia, para enderezar los errores cometidos en �feso.
Teodosio sin embargo, declin� satisfacer los deseos del Papa. En un tiempo transcurrido fallecio Teodosio fue sucedido por su hermana Pulqueria, quien se cas� con el general Marciano. Ambos se opusieron a la nueva ense�anza de Di�scoros y Eutiques, y Marciano escribi� a Le�n I invit�ndolo a un nuevo Concilio, de acuerdo al deseo del Papa. Mientras tanto, la situaci�n hab�a cambiado. Anatolio de Constantinopla, y con �l, muchos otros Obispos, condenaron las ense�anzas de Eutiques y aceptaron la ep�stola dogm�tica del Papa Le�n I.
Europa Occidental, mientras tanto, estaba en estado de agitaci�n debido de los Hunos bajo Atila, por cuya raz�n, la mayor�a de los Obispos Occidentales no pod�an asistir al Concilio convocado en el Oriente.
Le�n I en consecuencia, se manifest� en varias ocasiones contra un Concilio y escribi� en este sentido al emperador Marciano, la Emperatriz Pulqueria, Anatolio de Constantinopla y Julian de Cos; todas esas cartas llevan la fecha Junio 9 del 451.
El 17 de Mayo del 451, Marciano emiti� un decreto, en nombre tambi�n del emperador Valentiniano III (425 - 455), ordenando que todos los Obispos metropolitanos, con sus Obispos diocesanos, se reunieran en Septiembre de ese a�o en Nicea, Bitinia, para un Concilio general que ten�a el prop�sito de poner en orden las materias de la f� que estaban puesta en duda.
Insatisfecho con esta acci�n, el Papa, sin embargo, estuvo de acuerdo en enviar sus representantes a Nicea. Design� como delegado a Pascasio, Obispo de Lilybeum, (Marsala) en Sicilia.
Pascasio deb�a presidir Concilio en lugar del Papa. Del 24 al 26 de Junio del 451.
Le�n I escribi� varias cartas, al emperador Marciano, a su delegado Pascasio, a Anatolio de Constantinopla, y al s�nodo mismo; en las que expresaba el deseo que los decretos de la asamblea deb�an estar conformes con sus ense�anzas, expuestas en sus ep�stolas dogm�ticas. Tambi�n se dieron instrucciones detalladas a los delegados papales, con gu�as para el Concilio; estos documentos, sin embargo, se han destruido, con la excepci�n de dos fragmentos preservados por las Actas del Concilio.
Muchos Obispos llegaron a Nicea durante el verano, pero la apertura de la asamblea se pospuso debido a la dificultad del emperador para estar presente. Finalmente, a disgusto de los Obispos, en quienes crec�a el disgusto por la demora, Marciano solicit� su presencia en Calcedonia, vecina de Constantinopla. Lo que as� se hizo, dando comienzo el Concilio el 8 de Octubre.
2.2.- CONCILIO DE CALCEDONIA
El Concilio de Calcedonia fue un concilio ecum�nico tuvo lugar entre el 8 de Octubre y el 1 de noviembre del 451 en Calcedonia, ciudad de Bitinia ubicada en Asia Menor.
Los Obispos reunidos informaron al Papa que una copia de todas las Actas se le har�a llegar en Marzo del 453. El Papa Le�n I, orden� hacer, a Juli�n de Cos, que estaba en Constantinopla, una colecci�n de todas las Actas y traducirlas al lat�n. La mayor�a de los documentos, especialmente las minutas de las sesiones, se escribieron en griego; otras, fueron publicadas en ambas lenguas, la griega y el lat�n. Eventualmente, casi todas ellas fueron traducidas a ambos idiomas. La versi�n latina, conocida como "versi�n antigua", fue probablemente hecha hacia el 500, tal vez por Dionisio el Exiguo.
Hacia mediados del siglo sexto, el di�cono romano R�stico cuando estaba en Constantinopla con el Papa Vigilio (537 - 555), hizo numerosas correcciones, ya en Constantinopla o Calcedonia, a la "versi�n antigua", luego de compararla con la versi�n griega de las Actas, principalmente aquellas del monasterio "Acometae". Hay numerosas discrepancias en los diversos textos de las Actas, respecto al n�mero de sesiones desarrolladas en el Concilio de Calcedonia, lo mismo en los historiadores de �l, ya sea porque los manuscritos est�n incompletos o porque dichas personas callaron acerca de las sesiones que trataron temas secundarios. De acuerdo al di�cono R�stico, fueron diecis�is sesiones; esta divisi�n es com�nmente adoptada por los estudiosos, incluyendo el Obispo Hefele, el erudito historiador de los concilios. Si todas las reuniones independientes se contaran, habr�a cerca de veintiuna; varias de esas reuniones, sin embargo, se consideran suplementarias a las sesiones previas.
Todas se llevaron a cabo en la iglesia de Santa Eufemia M�rtir, fuera de la ciudad, en direcci�n opuesta a Constantinopla.
No se conoce el n�mero exacto de los Obispos presentes. En una carta a Le�n I, el s�nodo mismo habla de 520, aunque el Papa habla de 600, aunque una estimaci�n habla de 630, incluyendo los representantes de los Obispos ausentes. Ning�n Concilio previo pod�a ufanarse de tan gran n�mero de Obispos reunidos, ya que apenas si igualaban y rara vez sobrepasaban ese n�mero.
El honor de presidir esta Venerable asamblea recay� sobre Pascasio, Obispo de Lilybeum, el primero de los delegados papales, de acuerdo con la intenci�n de Le�n I, manifestada en su carta al emperador Marciano (Junio 24 del 451).
Un poco despu�s del Concilio, escribiendo a los Obispos de la Galia, menciona que sus legados presidieron en su lugar en el s�nodo de Oriente. Adicionalmente, proclam� la apertura del Concilio en el nombre y en lugar del Papa Le�n I. Los miembros del s�nodo reconocieron esta prerrogativa de los delegados papales, cuando escribiendo al Papa, declaraban que �l los presid�a a trav�s de sus representantes.
Desde el principio de la primer sesi�n, los delegados papales, en cabeza de Pascasio, protestaron en contra de la presencia de Di�scoros de Alejandr�a. Se favoreci� una acusaci�n formal por herej�a y acciones injustas cometidas en el Concilio de �feso llamado del Robo por parte de Eusebio de Doryleum, y por sugerencia de los comisionados imperiales, fue removido de su silla de entre los Obispos y privado del voto.
Para hacer una investigaci�n completa de su caso, se leyeron las Actas completas del Concilio del Robo, con las del s�nodo sostenido en el 448 por Flaviano de Constantinopla, lo que ocup� la primer sesi�n en su totalidad.
Al final, los comisionados imperiales declararon que puesto que Flaviano de Constantinopla y otros Obispos hab�an sido depuestos injustamente por el Concilio del Robo, deber�a ser justo que Diosc�ros y los l�deres de ese s�nodo deb�an sufrir, ahora, ese mismo castigo. Un cierto n�mero de los Obispos estuvo de acuerdo, pero finalmente se declararon satisfechos con la deposici�n �nica de Di�scoros.
La segunda sesi�n (Octubre 10) estuvo ocupada con la lectura de los testimonios relacionados con asuntos de fe, especialmente aquellos bajo discusi�n.
Entre ellos estaba los s�mbolos o credos de los concilios de Nicea (325) y Constantinopla (381); las dos cartas de San Cirilo de Alejandr�a, la segunda carta a Nestorio y la carta escrita a los Obispos de Antioqu�a en 433, despu�s de su reconciliaci�n con ellos; finalmente se ley� la ep�stola dogm�tica del Papa Le�n I.
Todos estos documentos fueron aprobados por el Concilio. Cuando la famosa ep�stola del Papa fue le�da, los miembros del Concilio manifestaron que la fe contenida en ella, era la fe de los Padres y de los Ap�stoles; que a trav�s de Le�n, hab�a hablado Pedro.
La tercer sesi�n tuvo lugar el 13 de Octubre; los comisionados imperiales y cierto n�mero de Obispos estaban ausentes.
Eusebio de Doryleum present� una nueva acusaci�n en contra de Di�scoros de Alejandr�a, en la que los cargos de herej�a e injusticia, cometidos durante el Concilio del Robo se repitieron de nuevo.
Tres eclesi�sticos y un laico de Alejandr�a, presentaron igualmente acusaciones en contra del Obispo, quien fue declarado culpable de muchos cargos de injusticia y conducta impropia.
Al final de la sesi�n, los delegados papales declararon que Di�scoros deb�a ser privado de su cargo de Obispo y de todas las dignidades eclesi�sticas por haber apoyado al her�tico Eutiques, por haber excomulgado al Papa Le�n I y por haberse rehusado en responder a los cargos hechos en contra de �l. Todos los miembros presentes estuvieron de acuerdo con esta proposici�n, y el decreto de deposici�n fue dado a conocer al mismo Di�scoros, a los eclesi�sticos Alejandrinos que estaban con �l en Calcedonia, a los emperadores Marciano y Valentiniano III, y a la Emperatriz Pulqueria.
La cuarta sesi�n que tuvo dos reuniones, se sostuvo entre el 17 y 20 de Octubre. Los Obispos de nuevo aprobaron la ep�stola dogm�tica del Papa Le�n I a petici�n de los comisionados imperiales.
Los anteriores simpatizantes de Di�scoros en el Concilio del Robo, Juvenal de Jerusalem, Talasio de Cesarea en Capadocia, Eusebio de Ancyra, Eustacio de Berytus y Basil de Seleucia en Sicilia, fueron perdonados y admitidos a las sesiones.
Se hizo una investigaci�n sobre la ortodoxia de varios Obispos de Egipto, los mismo que sobre los monjes y archimandritas sospechosos de ser seguidores de Eutiques.
Finalmente una disputa, entre Focio de Tiro y Eustacio de Berytus, acerca de la extensi�n territorial de sus respectivas jurisdicciones fue resuelta.
La quinta, ocurrida el 22 de Octubre; en ella los Obispos publicaron un decreto referente a la fe cristiana, que deb�a considerarse como un decreto dogm�tico espec�fico del Cuarto Concilio General.
Se design� una comisi�n especial, compuesta por los delegados papales, Anatolio de Constantinopla, M�ximo de Antioqu�a, Juvenal de Jerusal�n y otras personas, para redactar el credo o s�mbolo.
Despu�s, de nuevo aprobaron los decretos y s�mbolos del Concilio de Nicea (325), Constantinopla (381) y �feso (431), tambi�n como las ense�anzas de San Cirilo en contra de Nestorio y la ep�stola dogm�tica del Papa Le�n I; el documento dice:
“Ense�amos... a uno y el mismo Cristo, Hijo, Se�or, el �nico engendrado, conocido en dos naturalezas, sin confusi�n, sin cambio, sin divisi�n, sin separaci�n.”
Despu�s de recitar los decretos, todos los Obispos declararon que tal era la verdadera fe, y que todos deb�an inmediatamente colocar sus nombres en �l. Los comisionados imperiales comunicaron que deb�an comunicar al emperador el decreto aprobado por los Obispos.
La sexta sesi�n (Octubre 25) se celebr� con una especial solemnidad; Marciano y Pulqueria estaban presentes y muy atentos, con todos los comisionados imperiales y el Senado. El emperador habl� en forma especial; los decretos de fe de la sesi�n precedente fueron le�dos de nuevo y aprobados por �l. Con alegres aclamaciones al emperador y la Emperatriz, que fueron comparados con Constantino y Helena, concluyeron las reuniones.
Se lleg� al objeto del Concilio en la sexta sesi�n, y solo materias secundarias fueron tratadas en las siguientes sesiones; de ellas, la s�ptima y la octava se celebraron el 26 de Octubre.
En la s�ptima se aprob� un acuerdo entre M�ximo de Antioqu�a y Juvenal de Jerusal�n, de acuerdo al cual, el territorio del Patriarcado de Jerusal�n se restringi� a tres provincias en Palestina.
En la octava sesi�n, Teodoreto de Ciro, anteriormente un simpatizante de Nestorio, fue compelido a condenar el nombre de su amigo, bajo coerci�n de expulsi�n del Concilio. Fue luego reinstalado en obispado.
Las sesiones novena y d�cima (27 y 28 de Octubre) se ocuparon del caso de Ibas, Obispo de Edesa, quien hab�a sido depuesto por las acusaciones de algunos de sus eclesi�sticos. La acusaci�n fue infundada e Ibas fue reinstalado en su cargo. Se tom� una decisi�n para que M�ximo de Antioqu�a pagase una pensi�n a su depuesto predecesor, Donato.
Las sesiones d�cimo primera y d�cimo segunda (29 y 30 de Octubre) analizaron el conflicto entre Bassiano y Esteban, ambos elevados en forma sucesiva pero irregular a la sede de �feso. El Concilio declar� que deb�a escogerse un nuevo Obispo para esa ciudad, reteniendo los dos anteriores su dignidad episcopal, con una pensi�n tomada de los ingresos de la iglesia de �feso.
La decimotercera sesi�n (30 de Octubre) decidi� sobre un conflicto de jurisdicci�n. Eunomio de Nicomedia y Anastasio de Nicea, reclamaban derechos metropolitanos, al menos para una parte de Bitinia. El Concilio decret� que en una provincia solo podr�a haber un Obispo metropolitano, decidiendo la disputa a favor del Obispo de Nicomedia.
La decimacuarta sesi�n (31 de Octubre) decidi� sobre las rivalidades de Sabiniano y Atanasio por la obispado de Perrha en Siria. Sabiniano hab�a sido escogido en lugar de Atanasio, depuesto por el s�nodo de Antioqu�a en el 455; posteriormente Atanasio fue reinstalado por el Concilio de �feso, del Robo. El Concilio decret� que deb�an hacerse investigaciones adicionales sobre los cargos contra Atanasio; Sabiniano manten�a la sede en el interregno. Si los cargos eran falsos, Atanasio deb�a ser reinstalado y Sabiniano recibir�a una pensi�n de la di�cesis.
En la misma sesi�n se ley� una carta del Papa Le�n I, y el Concilio aprob� las decisiones a favor de M�ximo de Antioqu�a en su conflicto con Juvenal de Jerusalem, y su obligaci�n de proveer con alimentos a su predecesor Domnus.
En la decimoquinta sesi�n (31 de Octubre), el Concilio adopt� y aprob� veintiocho c�nones disciplinarios. Los delegados papales, sin embargo, tambi�n como los comisionados imperiales, abandonaron la sesi�n al principio, previendo probablemente, que deb�a definirse primero la posici�n jer�rquica del Obispo de Constantinopla, como realmente ocurri� en el canon 28.
1.- Aprob� los c�nones que provinieron de los s�nodos anteriores
2.- Determin� castigos severos en contra de quienes confirieran �rdenes o posiciones eclesi�sticas por dinero, o recibieran tales �rdenes o posiciones con ese mismo motivo, y actuaran como intermediarios en tales transacciones
3.- El tercero prohibi� el tr�fico seglar a todos los eclesi�sticos, excepto en el inter�s de menores, hu�rfanos, y otras personas necesitadas
4.- Prohibi� la erecci�n de un monasterio u oratorio sin el permiso del propio Obispo, recomendando a los monjes una vida de retiro, mortificaci�n y oraci�n, y prohibiendo el recibo de esclavos sin el permiso del Superior
5.- Inculc� los c�nones de los s�nodos precedentes, referentes al traslado de Obispos y cl�rigos de una ciudad a otra
6.- Recomend� que nadie deb�a ser ordenado, a menos que fuese asignado a un oficio eclesi�stico. Aquellos que fuesen ordenados en contrario a esta providencia, no deb�an ejercer dicho oficio
7.- Prohibi� a los eclesi�sticos desempe�arse en el arte militar o en un servicio seglar
8.- Decret� que los cl�rigos de las casas de caridad, monasterios, u oratorios de m�rtires, deb�an sujetarse al Obispo de su territorio
9.- Orden� que los eclesi�sticos deb�an conducir sus asuntos legales s�lo ante el Obispo, el s�nodo de la provincia, el Exarca o el Obispo de Constantinopla
10.- Prohibi� a los eclesi�sticos registrarse en las iglesias de diferentes lugares
11.- Orden� que los pobres y necesitados, cuando viajasen, deb�an estar provistos de cartas de recomendaci�n de las iglesias
12.- Prohibi� a los Obispos obtener de los emperadores el t�tulo de metropolitano en perjuicio del verdadero metropolitano de esa provincia
13.- Prohibi� a los cl�rigos extranjeros ejercer su oficio a menos que tuviesen cartas de recomendaci�n de su respectivo Obispo
14.- Prohibi� a los cl�rigos menores casarse con mujeres her�ticas o entregar a sus hijos en matrimonio a herejes
15.- Orden� que ninguna diaconisa se ordenase por debajo de los cuarenta a�os, y que a ninguna de ellas se le permitiese abandonar ese cargo y casarse
16.- Prohibi� el matrimonio de v�rgenes o monjes consagrados a Dios
17.- Orden� que las parroquias en los distritos rurales deb�an permanecer bajo la jurisdicciones de sus respectivos Obispos; pero si una nueva ciudad fuese construida por el emperador, su organizaci�n eclesi�stica deb�a determinarse por el Estado
18.- Prohibi� las organizaciones secretas en la Iglesia, principalmente entre cl�rigos y monjes
19.- Orden� que los Obispos de una provincia deb�an reunirse dos veces al a�o en un s�nodo regular
20.- Prohibi� de nuevo la transferencia de un eclesi�stico de una ciudad a otra, excepto en el caso de necesidad grave
21.- Orden� que las reclamaciones en contra de los Obispos o cl�rigos solo deb�an o�rse luego de una investigaci�n sobre el car�cter del acusador
22.- Prohibi� a los eclesi�sticos apropiarse de los bienes de un Obispo muerto
23.- Prohibi� a los cl�rigos y monjes vivir temporalmente en Constantinopla sin que mediase el permiso de su Obispo
24.- Orden� que los monasterios, una vez establecidos, siempre con una propiedad adecuada, no deb�an convertirse a otros prop�sitos
25.- Orden� que el metropolitano deb�a ordenar los Obispos de su provincia dentro de los tres meses posteriores a su elecci�n
26.- Orden� que la propiedad eclesi�stica no deb�a administrarse �nicamente por el Obispo, sino por un procurador especial
27.- Decret� severas penas en contra del rapto de mujeres
28.- Ratific� el tercer canon del Concilio de Constantinopla (381), y decret� que puesto que la ciudad de Constantinopla fue honrada con el privilegio de tener al emperador y el Senado dentro de ella, su Obispo tambi�n deb�a tener prerrogativas especiales y ser el segundo en rango, despu�s del Obispo de Roma. En consecuencia �l deb�a consagrar los tres Obispos de las di�cesis del Ponto, Asia y Capadocia.
Adem�s, el Concilio conden� como her�tico el docetismo y prohibi� la ordenaci�n sacerdotal a cambio de dinero.
CAPITULO II: PERSONAJES Y LUGARES DESTACADOS DE ESTE CONCILIO
CALCEDONIA:
Antiguo puerto de mar de Bitinia (Asia Menor), en el mar de M�rmara, en el extremo sur del estrecho del B�sforo, frente a Bizancio (posteriormente Constantinopla, actual Estambul, en Turqu�a).
Fundada hacia el 685 a.C. por colonos griegos de la ciudad de Megara, fue regida durante mucho tiempo por los reyes de Bitinia hasta convertirse en posesi�n romana en el siglo I a.C.
En el 451 d.C. el papa Le�n I celebr� el IV Concilio Ecum�nico de la Iglesia cristiana en Calcedonia, donde se conden� la doctrina her�tica del monofisismo.
La ciudad decay� tras pasar a manos persas en el 616.
Fue saqueada por turcos otomanos en 1453, y las piedras de sus edificios se reutilizaron para la construcci�n de monumentos otomanos en Constantinopla.
El suburbio de Kadik�y (en Estambul) se encuentra en el emplazamiento de Calcedonia.
EUTIQUES:
Monje bizantino, defensor del monofisismo, doctrina seg�n la cual Cristo tiene una �nica naturaleza divina y no posee naturaleza humana.
Dio su nombre a la herej�a m�s influyente de la historia de la Iglesia, el eutiquianismo.
Seg�n su propia declaraci�n en el a�o 448, Eutiques, tambi�n llamado Eutiquio, vivi� en un monasterio cerca de Constantinopla durante 70 a�os y fue archimandrita (o abad) durante 30 de ellos. Como responsable de una comunidad mon�stica pr�xima a la capital bizantina y estrecho colaborador del emperador Teodosio II, fue un aliado de san Cirilo, patriarca de Alejandr�a, en la controversia contra Nestorio aunque carec�a de la inteligencia y flexibilidad de Cirilo.
Tras la muerte de �ste en el a�o 444, Eutiques comenz� a imponer de manera inflexible la f�rmula de la �nica naturaleza del Encarnado. Fue acusado ante el s�nodo local de Constantinopla y depuesto en el a�o 448 por Flaviano, patriarca de Constantinopla.
El papa Le�n I ratific� la condena de Eutiques y se convirti� en el gran adversario del eutiquianismo.
En su famoso Tome destinado a Flaviano (449), el Papa defini� la doctrina de las “dos naturalezas” (divina y humana) en Jes�s.
Pero Di�scoro, sucesor de Cirilo, no acept� la destituci�n de Eutiques y alent� a Teodosio a convocar un concilio ecum�nico. El Concili�bulo de �feso (449), presidido por Di�scoro, fue escenario de violentos debates.
El juicio contra Eutiques fue anulado y Flaviano depuesto y exiliado. Las peticiones de Roma y Constantinopla de un nuevo e independiente concilio fueron in�tiles. Pero a la muerte de Teodosio en el a�o 450, la emperatriz Pulqueria y el emperador Marciano, que estaba a favor de la doctrina de las dos naturalezas, asumieron el poder, y se convoc� un nuevo Concilio ecum�nico en Calcedonia en el a�o 451, en donde, el Tome de Le�n I fue aceptado desde el principio.
Eutiques permaneci� desterrado, aunque sigui� haciendo campa�a contra la doctrina de las dos naturalezas hasta su muerte.
MONOFISISMO:
El monofisismo (del griego, monos, "uno", y physis, "naturaleza") es una doctrina teol�gica que sostiene que en Jes�s s�lo estaba presente la naturaleza divina, y no tambi�n la humana, contra el dogma ortodoxo de la Iglesia Cat�lica que sostiene la doble naturaleza de Cristo.
La doctrina monofisita, predicada entre otros por el abad alejandrino Eutiques, llamado por eso en ocasiones eutiquianismo, fue declarada her�tica en el Concilio de Calcedonia del a�o 451. Sin embargo, la condena no fue aceptada ni por las congregaciones egipcias ni sirias. Los enviados armenios, que llegaron tarde al Concilio, tampoco aceptaron la condena.
Los esfuerzos por unir a la Iglesia no dieron grandes resultados. Durante la �poca de Justiniano, los monofisitas sirios fueron liderados por Jacobo Baradeo de Edesa, amigo de la emperatriz Teodora, y con el tiempo su Iglesia fue llamada jacobita.
Mientras que los monofisitas egipcios recibieron el nombre de coptos.
Pero a pesar de su condena como Herej�a sigui� manteniendo su car�cter popular en algunas regiones del Imperio de Oriente como en Egipto, Siria o Palestina.
DIOSCORO
PAPA LEON I:
Llamado el Grande, fue el administrador m�s competente de la antigua Iglesia y estableci� la primac�a del obispo de Roma sobre los dem�s.
Parece ser que naci� en Toscana, y trabaj� como eclesi�stico en Roma mucho antes de su elecci�n como papa.
Sucesor de Sixto III, fue consagrado obispo de Roma el 29 de septiembre del a�o 440, en una �poca en la que el mundo occidental se desintegraba.
Se concentr� en la creaci�n de un gobierno central fuerte de la Iglesia y en la erradicaci�n de las herej�as. Su influencia se demostr� al convocar un s�nodo de obispos en Mil�n (451), la sede m�s fuerte del norte de Italia fuera de su propia jurisdicci�n metropolitana. Cuando el obispo Hilario de Arles le ret� al convocar un s�nodo en Roma, Le�n I le confin� en su di�cesis por decreto imperial.
En el 452 convenci� a �tila, rey de los hunos, para que no invadiera Roma.
En el 455 a Genserico el v�ndalo para evitar que saqueara la ciudad.
Le�n I tambi�n actu� con decisi�n en Oriente, aunque no siempre encontr� el mismo apoyo imperial, o incluso episcopal.
Su mayor triunfo fue el Concilio de Calcedonia (451), presidido por sus propios emisarios. Se convoc� para condenar la herej�a del eutiquianismo, una forma de monofisismo, doctrina defendida por el monje bizantino Eutiques, que afirma una naturaleza �nica (divina) de Cristo.
La definici�n de Le�n de las dos naturalezas (divina y humana) de Cristo en su carta doctrinal al patriarca de Constantinopla, Tome (449), fue aprobada por el Concilio con las famosas palabras "Pedro ha hablado a trav�s de Le�n".
Sin ser excepcionales, los sermones y cartas de Le�n I que han llegado hasta nosotros expresan formulaciones claras sobre creencias y disciplina. Su gran logro administrativo fue unificar los procedimientos eclesi�sticos y la primac�a papal con la Ley romana. Muri� el 10 de noviembre del 461.
TEODOCIO II (401 - 450):
Emperador bizantino (408-450). Nieto de Teodosio I el Grande e hijo del primer emperador de Oriente, Arcadio, a quien sucedi�; naci� en Constantinopla.
Desde su ascenso al trono, ejerci� la regencia el precepto Antemio, hasta que, en el 414, pas� a desempe�arla su hermana Pulqueria (s�lo dos a�os mayor que Teodosio y m�s tarde santa).
En el 425, reconoci� a Valentiniano III como augusto de Occidente, despu�s de que sus ej�rcitos derrotaran al usurpador Juan en la pen�nsula It�lica.
Amenazado principalmente por el avance de los hunos, consign� con el jefe de �stos, Atila, un oneroso acuerdo.
Aunque derrot� a los gobernantes Sas�nidas persas, los v�ndalos del norte de �frica vencieron a sus ej�rcitos hacia el 431. Durante su reinado, se llev� a cabo el Concilio de �feso (431) y la recopilaci�n legislativa conocida como C�digo Teodosiano (438).
MARCIANO
PULQUERIA
CAPITULO III: IGLESIAS ORIENTALES
IGLESIA DE ARMENIA:
Iglesia armenia, nombre que recibe una de las ramas m�s antiguas de la fe cristiana. Los relatos aut�nticos m�s antiguos de las primeras incursiones cristianas en Armenia, datan de los escritos apost�licos de san Gregorio el Iluminador, quien, en el 303, convirti� al cristianismo al rey Tiridates III y a muchos miembros de su corte.
El cristianismo cobr� mucha fuerza en Armenia gracias a la traducci�n de la Biblia al armenio; este trabajo fue realizado por el monje y erudito armenio san Mesrob.
Cuando se plante� la controversia eclesi�stica referente a la doble naturaleza de Cristo, la Iglesia armenia se neg� a aceptar las decisiones tomadas en el Concilio de Calcedonia y form� una Iglesia aparte, que a veces recibe el nombre de Iglesia gregoriana.
En 1439 algunos miembros de la Iglesia armenia aceptaron unirse con la Iglesia cat�lica. A pesar de que luego fueron seriamente repudiados, un grupo de cat�licos armenios decidi� aceptar la supremac�a y autoridad papal, pero representado por su propio patriarca cat�lico armenio de Sis o Cilicia (en Beirut, L�bano), papado que se constituy� en 1742 seg�n ritos armenios.
El grupo m�s grande que a�n existe de miembros de la Iglesia armenia, reside en Echmiadzin, un monasterio cerca de Erev�n (Armenia), que es dirigido por cat�licos del Papa de la Iglesia de Armenia. Mantiene la autoridad, aunque s�lo en el plano formal, sobre los patriarcas armenios de Jerusal�n y Constantinopla (Estambul, Turqu�a). El monasterio ha sido la sede central eclesi�stica armenia desde el siglo IV, y se dice que es la fundaci�n mon�stica m�s antigua de la cristiandad.
IGLESIA COPTA
Iglesia copta, la iglesia cristiana m�s grande de Egipto, cuyo nombre deriva de la palabra griega 'egipcio' (en �rabe, qubt, occidentalizado como copto), y apunta a sus or�genes nacionales.
Seg�n la tradici�n, aunque no es comprobable, el origen de la predicaci�n cristiana en Egipto se atribuye al ap�stol Marcos.
Seg�n recientes investigaciones de estudiosos, los or�genes del cristianismo en Egipto deber�an buscarse entre los jud�os que vivieron en Alejandr�a durante el siglo I d.C. Hacia finales del siglo II, la escuela catequista cristiana de Alejandr�a, la ciudad m�s grande del Egipto helen�stico, encabezada por Clemente de Alejandr�a, ya hab�a adquirido gran fama.
Origen, el fundador de la teolog�a cristiana griega y de la ciencia b�blica, fue el sucesor de Clemente en la direcci�n de la escuela. Durante los siglos IV y V, dos grandes obispos de Alejandr�a defendieron al cristiano ortodoxo: san Atanasio, del arrianismo, y san Cirilo, del nestorianismo.
Sin embargo, algunos egipcios cristianos se negaban a admitir el dogma del Concilio de Calcedonia (451), en el que se defin�a a la persona de Jesucristo como "uno en dos naturalezas". La doctrina de las "dos naturalezas" implicaba que exist�an dos Cristos, uno divino y uno humano, por lo que consideraban que estas ideas estaban contaminadas de nestorianismo.
Se apoyaban en la terminolog�a de san Cirilo, quien hab�a hablado de "la Palabra, una naturaleza encarnada de Dios". Aquellos egipcios cristianos que rechazaban el Concilio de Calcedonia, aceptado tanto en Constantinopla como en Roma, tuvieron que afrontar acusaciones de monofisismo, es decir, la creencia de que Cristo es s�lo una naturaleza y no dos.
S�lo unos pocos alejandrinos se mantuvieron fieles a la ortodoxia de Calcedonia. Dado que esta minor�a recibi� el apoyo de las autoridades imperiales bizantinas, los coptos desarrollaron una actitud negativa en el plano cultural y educacional en contra del Imperio bizantino.
Esta hostilidad facilit� que los �rabes musulmanes pudieran conquistar Egipto en el siglo VII.
Hoy en d�a la poblaci�n copta cristiana de Egipto constituye una minor�a, aunque importante, de unos siete millones de miembros, a pesar de que las estad�sticas gubernamentales tienden a reducir esta cifra. De acuerdo con la tradici�n la iglesia copta est� encabezada por el Papa y patriarca de Alejandr�a, que es nombrado por un colegio electoral formado por miembros del clero y por laicos, con una elecci�n final de entre la terna, elegida mediante sorteo.
Despu�s de que el gobierno egipcio confinara al Papa a un monasterio desierto, en septiembre de 1981, las relaciones entre la Iglesia y el Estado fueron atendidas por una comisi�n de cinco cl�rigos coptos; a principios de 1985 el Papa fue restablecido en el poder.
Hoy en d�a, y con el florecimiento de la tradici�n mon�stica que databa de los primeros a�os de la era cristiana, la Iglesia ha fomentado el desarrollo de un moderno sistema de colegios.
La Iglesia copta tambi�n ha sido muy activa en cuanto a su comunicaci�n con las comunidades et�opes, armenias, jacobitas y malabares. Recientes discusiones entre te�logos c�pticos y ortodoxos de Oriente, indican que los problemas y los conflictos del pasado, provocados sobre todo por no comprender bien el otro idioma, podr�an ser superados y restaurada as� la comuni�n entre los dos.
IGLESIA JACOBINA
Iglesia jacobita, antiguo grupo cristiano, llamado as� por Iakub Bar Adai (Jacobo Baradeo), que en Siria encabez� la oposici�n monofisita a la declaraci�n de las dos naturalezas de Cristo por el Concilio de Calcedonia (451).
Perseguidos por el Imperio romano, los monofisitas contaron con cierta simpat�a de la emperatriz Teodora, que en el a�o 543 plane� la consagraci�n secreta de Jacobo como obispo de Edesa y como metropolitano ecum�nico. Este t�tulo implicaba que �l asum�a la labor de perpetuar una jerarqu�a monofisita que en sus primeros tiempos fue considerada ilegal en Siria.
Con el apoyo de una parte sustancial de la poblaci�n la Iglesia jacobita sobrevivi� a la persecuci�n bizantina, a la ocupaci�n musulmana y a la presencia de los cruzados.
En la �poca medieval un grupo de jacobitas empez� a ser muy conocido en el mundo musulm�n, en particular por sus actividades como m�dicos e historiadores.
Presidida por un patriarca de Antioqu�a, que reside en la actualidad en Damasco (Siria) la Iglesia es conocida tambi�n como siria ortodoxa. El t�rmino jacobita se aplica tambi�n a la antigua Iglesia cristiana de Malabar, en la India, que se incorpor� a la Iglesia siria en el siglo XVI aunque hoy es independiente. En Siria, L�bano e Irak, la creencia jacobita cuenta con unos 100.000 fieles.
La Iglesia jacobita, manteniendo su oposici�n al Concilio de Calcedonia, confiesa de forma oficial la "�nica naturaleza divina y humana" de Cristo (monofisismo).
Est� distanciada del catolicismo romano y del ortodoxo aunque est� en comuni�n con las otras Iglesias no calcedonias u ortodoxas orientales: la armenia, la copta y la et�ope. Utiliza el sir�aco como lengua lit�rgica y conserva la antigua tradici�n de la Iglesia de Antioqu�a. Todos sus miembros hablan �rabe.
BIBLIOGRAFIA
1.- Biblioteca de Consulta Microsoft � Encarta � 2005. � 1993-2004 Microsoft Corporation. Reservados todos los derechos. (Consultada el 25 de julio del 2006).
2.- www.enciclopediacatolica.com/c/concilcalcedon.htm (Consultada el 26 de julio del 2006).
3.- es.wikipedia.org/wiki/Concilio_de_Calcedonia (Consultada el 26 de julio del 2006).
4.-espanol.geocities.com/iglesia_catolica/biblioteca/calcedonia.html (Consultada el 26 de julio del 2006).
5.-www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/audiences/1988/documents/hf_jp-ii_aud_19880323_sp.html (Consultada el 26 de julio del 2006).
ANEXOS
ANEXO I: MAPA DE CONSTANTINOPLA