2269454 La Trinidad


I. CUESTIONES INTRODUCTIVAS

    1. QUÉ ES UN DOGMA?

Etim. Del latín y del gr dogma. Proposición reconocida como principio cierto, evidente e indudable en una ciencia. Verdad revelada por Dios y declarada y propuesta por la Iglesia para nuestra creencia.

Filos y Teol: Aunque esta palabra significa en griego decreto, resolución o sentencia, y en este sentido se usa muchas veces en la Sagrada Escritura, entre los autores eclesiàsticos significa verdad revelada por Dios.

    1. EL DOGMA DE LA TRINIDAD - ORIGEN

La Trinidad es el dogma central del cristianismo católico, del cristianismo ortodoxo y de algunas denominaciones protestantes. Afirma que Dios es un ser único que existe simultáneamente como tres personas distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El término es una palabra compuesta de "tres" y "Unidad" = "Tres en uno", Tri-unidad, Trinidad. Esta palabra "Trinidad" como tal, no existe en las Escrituras (la Biblia).

La iglesia Católica Romana dice: “La Trinidad es el término con que se designa la doctrina central de la religión cristiana [...] Así, en las palabras del Credo de Atanasio: `el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios, y sin embargo no hay tres Dioses, sino un solo Dios'. En esta Trinidad [...] las Personas son co-eternas y co-iguales: todas, igualmente, son increadas y omnipotentes. [...]

La Iglesia Ortodoxa Griega dice de la Trinidad lo siguiente: “Dios es trino y uno. [...] El Padre es totalmente Dios. El Hijo es totalmente Dios. El Espíritu Santo es totalmente Dios” (Our Orthodox Christian Faith).

Origen del Dogma de la Trinidad

En el año 215 DC, Tertuliano fue el primero en usar el término Trinidad (aunque algunos autores difieren y dicen: Teófilo fue el primero en usar este término y Tertuliano lo acuñó), aunque no fue sino hasta el año 325, en el que el Concilio de Nicea I lo fijara explícitamente en el Símbolo Niceno como parte de la fe cristiana.

El símbolo niceno o símbolo de la fe es una declaración dogmática de los contenidos de la fe cristiana promulgada en el Concilio de Nicea I (325). El objeto del credo niceno fue consensuar una definición de los dogmas de la fe cristiana, impedida hasta entonces por la escasa institucionalización y las fuertes variantes regionales. El principal adversario de la doctrina nicena fue el arrianismo, una corriente teológica que negaba la divinidad de Jesús; otros problemas teológicos, en especial trinitarios, no se resolverían hasta el Concilio de Constantinopla, cuando el carácter divino del Espíritu Santo se afirmó definitivamente.

El credo resume los principios básicos de la fe ortodoxa de una manera relativamente sencilla, con la intención de proporcionar un recurso para memorizarlos y proclamarlos a los fieles. Implícitamente condena los errores más difundidos, como medio para identificar las posibles disidencias; modificaciones posteriores del credo buscarían dar mayor precisión a la definición de las herejías contemporáneas.

Una versión ligeramente modificada dictada en el Concilio de Constantinopla I (381) se denomina símbolo niceno constantinopolitano, que surgió por la necesidad de la Iglesia de establecer claramente todo aquello en lo que debe creer cualquier bautizado. Además se establece para tener una referencia en contra de las ideas heréticas que surgían a cada momento.

El credo niceno, símbolo de la fe, es aceptado por la Iglesia Católica, las iglesias ortodoxas, la anglicana, y la mayoría de las iglesias protestantes, y representó la última versión del contenido teológico del cristianismo en la que ortodoxos y católicos se mostraron de acuerdo, un consenso que se rompería con la introducción en el IV Concilio de Toledo de 587 de la llamada "cláusula filioque".

Para la gran mayoría de las denominaciones cristianas, el credo niceno constituye la base central e incontrovertible de la fe. La profesión del mismo es parte de la celebración católica y ortodoxa de la misa, y forma parte de la prédica de la mayoría de las iglesias protestantes.

Las denominaciones que rechazan en todo o en parte el credo —entre ellas mormones, Testigos de Jehová, arrianos y unitaristas— son frecuentemente catalogadas por las otras de no cristianas, lo que ha provocado agrias disputas y aún acciones legales en los Estados Unidos.

Primer Concilio de Constantinopla: El Primer Concilio de Constantinopla se celebró entre mayo y julio de 381, está considerado el II Concilio Ecuménico por las Iglesias Católica , Ortodoxa, Anglicana y Luterana .

Motivación del concilio

Tras la celebración en 325 del Concilio de Nicea en el que se condenó como herético el arrianismo, doctrina que negaba la divinidad de Jesucristo, este resurgió con fuerza en la propia Constantinopla gracias al apoyo de su obispo, Eusebio de Nicomedia, quien logró convencer a los sucesores del emperador Constantino para que apoyaran el arrianismo y rechazaran la línea ortodoxa aprobada en Nicea y sustituyeran a los obispos nicenos por obispos arrianos en las sedes episcopales de Oriente.

Además había surgido una nueva doctrina defendida por Macedonio de Constantinopla que, aunque afirmaba la divinidad de Jesucristo, se la negaba al Espíritu Santo y que es conocida como herejía Macedonia o Pneumatómaca.

Esta situación era la que se encontró Teodosio I cuando, en 379, subió al trono imperial. Teodosio decidió entonces convocar el primero de los concilios que habrían de celebrarse en Constantinopla para solucionar las controversias doctrinales que amenazaban la unidad de la Iglesia.

El Concilio

El concilio se inició bajo la presidencia del Patriarca Melecio de Antioquia y con la asistencia de 150 obispos de las diócesis orientales, ya que el papa Dámaso I no envió legado alguno, y entre sus principales participantes destacaron los llamados "Padres Capadocios"; Basilio el Grande, Gregorio Niseno y Gregorio Nacianzeno. Este último fue designado por el propio concilio como obispo de Constantinopla y, tras la muerte de Melecio, pasó a presidir el mismo hasta su dimisión y sustitución por Nectario.

La gran medida adoptada por el Primer Concilio de Constantinopla fue la reafirmación del Credo niceno introduciendo en el mismo la consustancialidad del Espíritu Santo con el Padre y con el Hijo mediante la expresión: Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre per Filium procedit(Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través de hijo).

Con este añadido, que fijaba la ortodoxia de la Iglesia afirmando la divinidad tanto del Hijo (contra los arrianos) como del Espíritu Santo (contra los pneumatómacos), el credo niceno paso a denominarse Credo niceno-constantinopolitano.

Al final del concilio, el emperador Teodosio emitió un decreto imperial , declarando que las iglesias debían restaurar a aquellos obispos que habían confesado la igualdad en la divinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

El carácter ecuménico de este Concilio, en el que no participó ningún representante de la Iglesia occidental, fue confirmado por el Concilio de Calcedonia en 451.

Consecuencias

Tras el Primer Concilio de Constantinopla, las disputas teológicas acerca de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, fueron sustituidas por las disputas cristológicas acerca de cómo se integraban en Jesucristo sus naturalezas humana y divina, y que darán lugar al nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo)redo de Nicea

Creemos en un Dios Padre Todopoderoso, hacedor de todas las cosas visibles e invisibles.

Y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios; engendrado como el Unigénito del Padre, es decir, de la substancia del Padre, Dios de Dios; luz de luz; Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no hecho; consubstancial al Padre; mediante el cual todas las cosas fueron hechas, tanto las que están en los cielos como las que están en la tierra; quien para nosotros los humanos y para nuestra salvación descendió y se hizo carne, se hizo humano, y sufrió, y resucitó al tercer día, y vendrá a juzgar a los vivos y los muertos.

Y en el Espíritu Santo.

Credo niceno constantinopolitano

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre; por quien todas las cosas fueron hechas; que por nosotros los hombres, y por nuestra salvación descendió del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato, padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo (cf. Filioque) que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.

Creo en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica. Reconozco que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados, espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén


La Cláusula Filioque: En la teología cristiana la claúsula filioque, o controversia filioque, hace referencia a la disputa entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa por la inclusión en el Credo del término latino Filioque que significa “y del Hijo”

Evolución histórica

La primera versión de Credo se fijó en el Primer Concilio Ecuménico celebrado en Nicea en 325, por lo que es conocido como Credo niceno. En él no se hacía referencia alguna al origen del Espíritu Santo ya que lo que en ese momento se intentaba era sentar, frente al arrianismo, la doctrina de la Iglesia en lo referente a la figura de Jesucristo, por lo que se incluyeron frases como “engendrado, no hecho” y “consubstancial al Padre”.

El Credo niceno ampliado por el Segundo Concilio Ecuménico, celebrado en Constantinopla en 381, en el que se estableció, siguiendo lo dispuesto en el Evangelio de Juan (15:26b), que el Espíritu Santo “procede del Padre” al decir:

Credo in Spiritum Sanctus qui ex Patre per Filium procedit (Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través del hijo).

Este nuevo texto es conocido como Credo niceno constantinopolitano que, sin embargo no tuvo carácter normativo hasta el Tercer Concilio Ecuménico celebrado en Calcedonia en 451.

En el año 589, durante el tercer concilio de Toledo, donde tuvo lugar la solemne conversión de los visigodos al catolicismo, se produjo la añadidura del término filioque, por lo que el Credo pasaba a declarar que el Espíritu Santo “procede del Padre y del Hijo” al decir:

Credo in Spiritum Sanctus qui ex Patre Filioque procedit (Creo en el Espíritu Santo que procede del Padre y del Hijo).

El Credo, con la cláusula filioque, se extiende en el siglo VIII por el reino franco lo que obligó a Carlomagno a convocar, en 809, un concilio que se celebró en Aquisgrán y donde el papa León III prohibió el uso de la cláusula filioque ordenando que el Credo sin la misma fuera grabado sobre dos tablas de plata y expuesto en la Basílica de San Pedro.

A pesar de dicha prohibición, la cláusula filioque siguió siendo utilizada en el reino franco con el beneplácito implícito de Roma. Esta actitud será una de las causas del cisma fociano, germen del posterior, y hasta hoy definitivo, Cisma de Oriente datado en el año 1054..

(El Cisma de Focio tuvo lugar en el siglo IX cuando regía la sede romana el papa Nicolás I (858-867) y era Patriarca de Constantinopla el obispo San Ignacio, elegido el 4 de julio del año 847 por los monjes. Abad de uno de los innumerables monasterios de Constantinopla, en la fiesta de Epifanía del año 857 negó públicamente la sagrada comunión a un tío del emperador Miguel III el Beodo porque vivía licenciosamente con su propia nuera. Enfadados, el Emperador y su ministro Bardas lo depusieron y desterraron el 23 de noviembre del 858 y nombraron como nuevo patriarca a un erudito escritor laico de su Corte, oficial mayor de su guardia, Focio, que en cinco días recibió todas las órdenes sagradas de manos de un obispo suspendido y poco amigo del depuesto patriarca. Quiso Focio, pese a tantas irregularidades, recibir la confirmación del papa Nicolás I, que había sido puesto al corriente por el depuesto San Ignacio. El papa envió a Constantinopla a sus legados con instrucciones de deponer a Focio y restituir a Ignacio, pero fueron ganados a su causa por el habilísimo Focio ("el hombre más artero y sagaz de su época: hablaba como un santo y obraba como un demonio") y lo confirmaron como Patriarca de Constantinopla en un Sínodo habido en la ciudad el año 861. El papa los excomulgó, y también al emperador y al discutido patriarca Focio, con lo que éstos rompieron con el Papa y rechazaron su primacía para las cuestiones de fe declarando a Focio Patriarca Universal, de forma que el ilegítimo patriarca excomulgó también al papa Nicolás I y le depuso teóricamente de la silla de Pedro.

El Cisma de Focio fue breve (duró del 858 al 867) porque, al ser derrocado el emperador Miguel III por el macedonio Basilio I, Focio fue depuesto y restituido en la sede constantinopolitana el legitimo patriarca Ignacio, con lo que las iglesias de Oriente y Occidente se reconciliaron efímeramente; Focio fue encerrado en un monasterio donde murió en 886. La importancia del Cisma de Focio deriva de que abonó el terreno como precedente para el ya definitivo Cisma de Oriente que separó la Iglesia católica romana de la Iglesia ortodoxa.)

La definición del Concilio de Nicea, sostenida desde entonces con mínimos cambios por las principales denominaciones cristianas, fue la de afirmar que el Hijo era consustancial (ὁμοούσιον, homousion, literalmente "de la misma sustancia (que)") al Padre. Esta fórmula fue cuestionada y la Iglesia pasó por una generación de debates y conflictos hasta que la "fe de Nicea" fuese reafirmada en Constantinopla en 381.

A modo de conclusión se puede decir que en Nicea toda la atención fue concentrada en la relación entre el Padre y el Hijo, inclusive mediante el rechazo de algunas frases típicas arrianas mediante algunos anatemas anexados al credo; y no se hizo ninguna afirmación similar acerca del Espíritu Santo. Pero, en Constantinopla (381) se indicó que éste es adorado y glorificado junto con Padre e Hijo (συμπροσκυνούμενον καὶ συνδοξαζόμενον), sugiriendo que era también consustancial a ellos. Esta doctrina fue posteriormente ratificada por el Concilio de Calcedonia (451), sin alterar la substancia de la doctrina aprobada en Nicea.

Otras fuentes nos afirman: La Trinidad es el término empleado para significar la doctrina central de la religión Cristiana: la verdad que en la unidad del Altísimo, hay Tres Personas, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo, estas Tres Personas siendo verdaderamente distintas una de la otra. De este modo, en palabras del Credo Atanasio: "El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios, y, sin embargo, no hay tres Dioses sino uno solo". En esta Trinidad de Personas, el Hijo proviene del Padre por una generación eterna, y el Espíritu Santo procede por una procesión eterna del Padre y el Hijo. Sin embargo y a pesar de esta diferencia, en cuanto al orígen, las Personas son co-eternas y co-iguales: todos semejantes no creados y omnipotentes. Esto, enseña la Iglesia, es la revelación en relación a la naturaleza de Dios, donde Jesucristo, el Hijo de Dios, vino al mundo a entregarla al mundo: y la cual, la Iglesia, propone al hombre como el fundamento de todo su sistema dogmático.


En las Escrituras, aún no hay ningún término por el cual las Tres Personas Divinas sean denotadas juntas. La palabra trias ( de la cual su traducción latina es trinitas) fué primeramente encontrada en Teófilo de Antioquía cerca del año 180 D.C. El habla de "la Trinidad de Dios (el Padre), su Palabra y su Sabiduría ("Ad. Autol.", II, 15). Más tarde, aparece en su forma Latina de trinitas en Tertuliano ("De pud". C. Xxi). En el siglo siguiente, la palabra tiene uso general. Se encuentra en muchos pasajes de Orígenes ("In Ps. Xvii", 15). El primer credo en el cual aparece es aquel del pupilo de Orígenes, Gregorio Thaumaturgus. En su Ekthesis tes pisteos compuesto entre los años 260 y 270, escribe:
Por lo tanto, no hay nada creado, nada sujeto a otro en la Trinidad: tampoco hay nada que haya sido añadido como si alguna vez no hubiera existido, pero que ingresó luego: por lo tanto, el Padre nunca ha estado sin el Hijo, ni el Hijo sin el Espíritu: y esta misma Trinidad es inmutable e inalterable por siempre. (P.G.,X, 986).


En 1014 con motivo de su coronación como emperador de Sacro Imperio, Enrique II solicitó al papa Benedicto VIII la recitación del Credo con la inclusión del filioque. El papa, necesitado del apoyo militar del emperador, accedió a su petición con lo que por primera vez en la historia el filioque se uso en Roma.

Situación actual

El 6 de agosto de 2000, el entonces cardenal Joseph Ratzinger y posterior papa Benedicto XVI, publicó en su calidad de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe un documento titulado Dominus Iesus que supone un intento de acercamiento hacia la Iglesia ortodoxa. En dicho documento:

1. Se adjunta una declaración, reservada para los teólogos, en la que se reconoce a las Iglesias ortodoxas los primeros siete concilios ecuménicos.

2. La confesión de fe que lo empieza omite el filioque.

De todos modos, la doctrina de tres personas realmente distintas en un solo Dios verdadero estaba ya implícita en el Símbolo de los Apóstoles que se usaba en las antiguas liturgias bautismales de las comunidades cristianas de Roma y se cree se remonta hasta la época apostólica.

Es uno de los puntos más complejos y sutiles de la teología del cristianismo, ha sido también uno de los que ha dado ocasión a más herejías y cismas, sobre todo con respecto a la naturaleza del Hijo (Jesús) y a la relación de la segunda y tercera persona con el Padre.

Principales documentos del Magisterio sobre la fe en la Trinidad

Son muchas las fórmulas de los símbolos trinitariamente estructuraodas las que se pueden encontrar, pero muchas de ellas fueron fórmulas personales o privadas y por este mismo hecho se ve más justo detenernos sobre aquellas que fueron realmente propuestas y aceptadas por la Iglesia.

Símbolo de Nicea 325. DS 125 / Símbolo Niceno-constantinopolitano 381. DS 150

El Símbolo de los Apóstoles del Sig II. DS 30 / Confesión Pseudo-Atanasiana “Quicunque” del Sig VI. DS 75

La carta de Dionisio de Roma a Dionisio de Alejandría del 262. DS 112-115

Il sínodo Romano baja Damaso I del 382. DS 153-176

Il Concilio Constantinopolitano I del 553 Can 1 y 2. DS 421 ss

El Sínodo de Letrán del 649 Can 1 y 2. DS 501/ El Sínodo XI de Toledo del 675. DS 525 - 532

El Sínodo de Roma del 680. DS 546 / El Sínodo XV de Toledo del 688. DS 566

El Sínodo XVI de Toledo del 693. DS 568-570. / El Concilio IV de Letrán del 1215. DS 800-8002

El Concilio II de Lyon Cuarta sesión del 1274. DS 851-853. / El Concilio de Florencia del 1445. DS 1330-1333.

Constitución “Cum Quorumdam hominum” del 1555. DS 1880.

Principales Afirmaciones Del Dogma Teológico Trinitario

 

1.3. PRUEBAS DE LA DOCTRINA TRINITARIA EN EL NUEVO TESTAMENTO

La realidad divina se hace presente entre los hombres no sólo en sí misma, sino en las palabras que se emplean para designarla. La realidad de un Dios Trino, presente y actuante en la historia, deja su impronta en multitud de fórmulas y formulaciones que encontramos en los Escritos del Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento se expresa constantemente en formulaciones trinitarias cuando habla del acontecimiento salvador ocurrido en la vida, muerte, resurrección y exaltación de Jesús; cuando contempla el plan Divino de salvación. Cuando ve el inicio de la vida de fe de los cristianos o la forma de constituirse en Iglesia o la vida eterna tiene una forma y una plenitud trinitaria.

Las fórmulas trinitarias son expresión de una fe, de una experiencia o vivencia. A la base de las fórmulas se encuentra la experiencia de las Tres Personas Divinas. En el Nuevo Testamento aparecen, unidas y distintas, en todos los temas y campos de la vida y de la reflexión cristiana.

Algunos autores opinan que existe una evolución en el concepto de Dios en el N.T. precisamente porque creen encontrar una evolución en las fórmulas; de este modo han llegado a la conclusión que las evidencias trinitarias en las Escrituras culminan en la comisión bautismal de Mateo 28,19. Esta parece nacer de fórmulas mucho más sencillas como parece en Hch 2,38 y 8,6. También se encuentra a lo largo del N.T. varias fórmulas binarias, que incluyen al Padre y al Hijo.

De otra aparte, es evidente de la narración de los Evangelistas que Cristo sólo dio a conocer la verdad a los Doce paso a paso. Primero, El les enseñó a reconocer en El al Eterno Hijo de Dios. Al final de su ministerio, El prometió que el Padre enviaría otra Persona Divina, el Espíritu Santo, en su lugar. Finalmente después de su resurrección, El reveló la doctrina en términos explícitos, empujándolos a "ir y enseñar a todas las naciones, bautizando en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (Mateo 28:19). La fuerza de este pasaje es decisivo.

Que "el Padre" y "el Hijo" son Personas distintas se sigue de los términos mismos los cuales son mutuamente exclusivos. La mención al Espíritu Santo en la misma serie, los nombres conectados uno con el otro por la conjunción "y...y" hace evidente que tenemos aquí una Tercera Persona co-ordinada con el Padre y el Hijo, y excluyen la suposición que los Apóstoles entendieron al Espíritu Santo no como una Persona distinta, sino como Dios visualiza su acción sobre las criaturas.

La frase "en el nombre" (eis to onoma) afirma del mismo modo la Divinidad de las Personas y su unidad de naturaleza. Más aún, el uso del singular "nombre" y no el plural, muestra que estas Tres Personas son aquel Dios Uno Omnipotente en quien creían los Apóstoles. Sin dudas, la unidad de Dios es tan fundamental a una doctrina como la de los Hebreos y de la religión Cristiana, y es afirmada en tantos incontables pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, que cualquier explicación inconsistente con esta doctrina podría ser, en su conjunto, inadmisible.

Aparte de este pasaje, hay muchos otros en el Evangelio que se refieren a una u otra de las Tres Personas en particular y claramente expresan la personalidad separada y la Divinidad de cada una. En relación a la Primera Persona no será necesario entregar citas especiales: aquellos que declaran que Jesucristo es Dios el Hijo, afirman también una personalidad separada del Padre. La divinidad de Cristo es ampliamente atestiguada no solo por San Juan sino por los Sinópticos.

De lo anterior pudiera aparecer que la experiencia cristiana se explicite en diversas formulaciones, pero es la misma en la diversidad con la tendencia a explicitarse en fórmulas trinitarias.

Veamos ahora algunos de los más importantes pasajes de los Sinópticos, en los cuales Cristo es la muestra evidente de su Naturaleza Divina. El declara que El vendrá a ser el juez de todos los hombres (Mateo 25,31)

En la parábola del granjero malo, El se describe a Sí mismo como el hijo del dueño de casa, mientras que los Profetas, uno y todos son representados como los sirvientes (Mt 21,33 ss) El es el Señor de los Ángeles, aquel que ejecuta sus comandos (Mt 24,31). El aprueba la confesión de Pedro cuando éste lo reconoce a El, no como el Mesías sino explícitamente como el Hijo de Dios: y El declara que ese conocimiento es debido a una especial revelación del Padre (Mt 16, 16-17). Finalmente, ante Caifás, El no se declara meramente como el Mesías, sino como respuesta a una segunda y distinta pregunta afirma su reclamación de ser el Hijo de Dios. Instantáneamente El es declarado por el sumo sacerdote culpable de blasfemia, una ofensa la cual no se le pudo haber adjudicado por haberse proclamado simplemente como el Mesías (Lc 22,66-71).


El testimonio de San Juan es aún más explícito que aquel de los Sinópticos. Expresamente declara que el propósito mismo de su Evangelio es establecer la Divinidad de Jesucristo (Jn 20,31). En el prólogo lo identifica con la Palabra, el único que procede del Padre, Aquel que desde toda la eternidad existe con Dios, Aquel es Dios (Jn 1,1-18). La inmanencia del Hijo en el Padre y del Padre en el Hijo es declarada con palabras de Cristo a San Felipe: "No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en Mi? (Jn 14,10) y, en otros pasajes no menos explícitos (Jn 14,7; 16,15;17,21).

La unicidad de su poder y su acción es afirmada: "el Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace El, también lo hace igualmente el Hijo" (Jn 5,19; 10,38) "Porque, como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere" (Jn 5,21).

En Jn 10,29-30 Cristo enseña expresamente su unidad esencial con el Padre: "El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y... Yo y el Padre somos uno.» Las palabras "aquello que el Padre me ha dado", puede, teniendo en cuenta el contexto, no tener otro significado que el Divino Nombre, poseído en su totalidad por el Hijo así como por el Padre. Los críticos racionalistas descansan sobre el texto: "el Padre es más grande que yo". (Jn 14,28). Ellos argumentan que esto es suficiente para establecer que el autor del Evangelio tenía puntos de vista subordinacionistas, y exponen en este sentido, ciertos textos en los cuales el Hijo declara su dependencia del Padre (Jn 5,19; 8,28).

En relación a la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, hay pocos pasajes que pueden ser citados de los Sinópticos que atestigüen su personalidad distintiva. Las palabras de Gabriel (Lc 1,35) haciendo alusión al uso del término "el Espíritu" en el Antiguo Testamento, para significar a Dios como operativo en Sus criaturas, puede decirse que difícilmente contiene una revelación definitiva de la doctrina. Por la misma razón, es dudoso si la advertencia de Cristo a los fariseos en relación a la blasfemia contra el Espíritu Santo (Mt 12,31) puede ser usada como prueba. Aunque en Lucas 12,12, " el Espíritu Santo les enseñará lo que tengan que decir." (Lc 24,49 y Mt 10,20 ), su personalidad está claramente denotada. Estos pasajes, tomados en conexión con Mateo 28,19, postulan la existencia de tal enseñanza como lo encontramos en los discursos en el Cenáculo, reportado por San Juan (14-16).

Tenemos, en estos capítulos la preparación necesaria para la comisión bautismal. En ellos, los Apóstoles son instruidos no solo en relación a la personalidad del Espíritu, sino en relación a Su función hacia la Iglesia. Su trabajo es enseñar lo que sea que El oiga (16,13) y les recordará todas las enseñanzas de Cristo (14,26) para convencer al mundo del pecado (16,8).


Más aún, a pesar de la forma neutral de la palabra (pneuma), el pronombre usado en relación a El es el masculino ekeinos. La distinción del Espíritu Santo del Padre y del Hijo está implícita en las declaraciones expresas de que El procede del Padre y es enviado por el Hijo (15,26; 14,16, 26). Sin embargo, El es uno con Ellos: su presencia con los Discípulos es al mismo tiempo la presencia del Hijo (14,17-18), mientras que la presencia del Hijo es la presencia del Padre (14,23).


En los escritos que restan del Nuevo Testamento hay numerosos pasajes que acreditan cuan clara y definitiva fue la creencia de la Iglesia Apostólica en las tres Divinas Personas. En ciertos textos, la coordinación del Padre, Hijo y Espíritu no deja duda posible en lo que quiso decir el escritor. Sin embargo, en la Segunda Carta a los Corintios 13,13, San Pablo escribe: "La gracia de nuestro Señor Jesucristo y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo estén con todos Uds". Aquí la construcción muestra que el Apóstol está hablando de tres Personas distintas. Más aún, siendo que los nombres Dios y Espíritu Santo son nombres Divinos semejantes, se sigue que Jesucristo es también visto como una Persona Divina. Así también en la 1 Cor. 12,4-11: " Hay diferentes dones espirituales, pero el Espíritu es el mismo. Hay diversos ministerios, pero el Señor es el mismo.] Hay diversidad de obras, pero es el mismo Dios quien obra todo en todos." (Cfr. también a los Ef 4,4-6; I P 1,2-3.)

Aparte de pasajes como éstos, donde hay una mención expresa de las Tres Personas, la enseñanza del Nuevo Testamento en relación a Cristo y el Espíritu Santo está libre de toda ambigüedad. En relación a Cristo, los Apóstoles emplearon modos de discurso, los cuales a los hombres traídos de la fe hebrea, necesariamente significaron fe en su Divinidad. Tal, por ejemplo, es el uso de la Doxología en referencia a El. La Doxología, "Para El sea la gloria por los siglos de los siglos" (Cfr. I Cro 16,38; Sal 103, 31; 28,2) es una expresión de alabanza ofrecida a Dios sólo. En el Nuevo Testamento, lo encontramos dirigido no sólo a Dios el Padre, sino a Jesucristo (2Tim 4,18; 2P 3,18; Ap 1,6; Hb 13, 20-21 y Rom 16,27) y a Dios el Padre y Cristo en conjunción (Ap. 5,13, 7,10;).

No menos convincente es el uso del título de Señor (Kyrios). Este término representa el Hebreo Adonai, así como Dios (Theos) representa Elohim. Los dos son nombres igualmente Divinos (cfr. I Cor 8,4). En los escritos apostólicos, Theos, casi podemos decir que ser tratado como el nombre apropiado de Dios el Padre, y Kyrios del Hijo (cfr. 1Cor 12,5-6); en sólo unos pocos pasajes encontramos Kyrios usado para el Padre ( 1 Cor 3,5;7,17) o Theos para Cristo.

Lectura Complementaria: leer del Catecismo de la Iglesia Católica los numerales 232 y ss. II LA TRINIDAD EN LA IGLESIA DE LOS PRIMEROS III SIGLOS

Como ya vimos, el Nuevo Testamento nos da a conocer a través de sus escritos que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. La experiencia de Jesús y la experiencia de Dios que nos salva se expresa de esta forma en la Escritura. Todo lo que se refiere a Dios está contenido en el N.T. sin embargo, se hace necesario profundizar, asimilar y anunciar este contenido, que es de gran riqueza y esto se debe hacer con palabras y expresiones humanas. Por ello mismo, los primeros creyentes se abocaron a esta gran tarea. A través de diversas épocas y culturas, la Iglesia va interpretando y dando a conocer el contenido de la fe neotestamentaria. El conocimiento humano avanza despacio, en contacto con otras culturas y dándose cuenta de las falsas soluciones. Así la Iglesia, en lo que se refiere a la expresión de su fe, pasa por diferentes épocas y fases. Hasta crear un lenguaje propio y claro que pudiera dar razón intelectual de su fe.

Pero es bueno saber que la historia de los primeros siglos del cristianismo está llena de episodios difíciles y es allí en donde uno se da cuenta que su supervivencia es algo debido a la voluntad de Dios mismo. Nace en un mundo que le es totalmente adverso. Perseguido por el judaísmo y los emperadores paganos, amenazada con errores que le invaden de otras culturas o que nacen en él mismo, sin poder, sin pensamiento racional profundo, sin grandes figuras. Pero es también en este contexto en el que la fórmula `Yo te bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo' va dando origen a una hermosa doxología ` gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo' de donde mace también otra fórmula que interpreta todo la vida del cristiano: `En el Nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo'. Pronto se convertirá en Credo, expresando así la adhesión personal a la Trinidad. Es desde este momento que muchas dificultades de la historia del cristianismo han sido enfrentadas y superadas con esta fórmula, la cual se convierte en `regla de fe'.

De esto nos damos cuenta que desde los primeros siglos de la cristiandad, la doctrina de la Santísima Trinidad ha sido enseñada por la Iglesia Católica y profesada por sus miembros. La fuerza probatoria más alta debe necesariamente adherir a las fórmulas trinitarias, dado que expresan no una opinión privada de un individuo singular, sino la creencia pública de todo el cuerpo de la fe. De otra parte, tampoco se puede objetar que las nociones de los Cristianos sobre el tema fueron vagas y confusas, y que sus formas litúrgicas reflejan este estado de ánimo. En este punto, la vaguedad era imposible. Cualquier cristiano puede ser llamado a sellar con su sangre su fe que hay solo Un Dios. Más aún, sabemos que su instrucción en relación a las doctrinas de su religión, era sólida. Los escritores de aquellos años dieron muestras como testigos que incluso los iletrados estaban completamente familiarizados con las verdades de la fe.

Un autentico testimonio de la fe trinitaria lo podemos encontrar en las fórmulas bautismales como lo demuestra la Didakhe en su capitulo 7: “ En lo que se refiere al bautismo, tenéis que bautizar así: habiendo dicho todas estas cosas, bautizad en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu, en agua viva. Si no tienes agua viva, bautiza con otra agua. Si no puedes con agua fría, hazlo con caliente. Si no tienes ni una ni otra, derrama agua sobre la cabeza tres veces, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Antes del bautismo, ayunen el bautizante y el bautizado y algunos otros que puedan. Pero al bautizando le ordenarás que ayune uno o dos días antes”.

Hay otros escritos, como el de los padres apologistas, los cuales, desde otros puntos de vista hablan de la trinidad, entre ellos podemos mencionar a San Justino y a Atenágoras. También se debe tener en cuenta a San Ireneo de Lyon, San Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano, San Atanasio.

En estos padres el punto de partida para la formación de los conceptos del dogma es el testimonio de la Sagrada Escritura. En el describir la esencia y la acción de Dios, ella emplea conceptos y términos que indican relación. Padre, Hijo y Espíritu no indican una existencia absolutamente sin relación, al contrario, dicen que la única esencia se actúa en relaciones constituyentes de las personas, o sea que no se puede pensar al Padre separado del Hijo o los dos del Espíritu y viceversa. Los conceptos y los términos relacionales de la teología trinitaria fueron precisados durante el transcurso de las polémicas con las posiciones heréticas.

San Justino: Nació en Naplusa, en Samaría, a comienzos del siglo II. De sus escritos se deduce que desde muy joven se dedicó a la filosofía, recorriendo, en pos de la verdad, las escuelas estoica, peripatética y platónica, hasta que, insatisfecho de todas ellas, un anciano le llamó la atención sobre las Escrituras de los profetas, “los únicos que han anunciado la verdad”. Esto, junto a la consideración del testimonio de los cristianos que arrostraban la muerte por ser fieles a su fe, le llevó a la conversión. Más adelante Justino pasa a roma, donde funda una especie de escuela filosófico-religiosa, y muere martirizado hacia el año 165.

En cuanto a la trinidad dice: “Al Padre de todas las cosas no se le puede imponer nombre alguno, pues es inengendrado. Porque todo ser al cual se le impone un nombre, presupone otro más antiguo que él que se lo imponga. Los nombres de Padre, Dios, Creador, Señor, Dueño, no son propio nombres, sino apelaciones tomadas de sus beneficios y de sus obras. En cuanto a su Hijo - el único a quien con propiedad se llama Hijo, el Logos que está con él, siendo engendrado antes de las criaturas, cuando al principio creó y ordenó por medio de él todas las cosas - se llama Cristo a causa de su unción y de que fueron ordenadas por medio de él todas las cosas…. Jesús es un nombre humano, que tiene el sentido de Salvador. Porque el Logos se hizo hombre según el designio de Dios Padre y nació para bien de los creyentes y para destrucción de los demonios.

En sus diálogos, hablando del Espíritu Santo Dice: “Al principio, antes de todas las criaturas, engendró Dios una cierta potencia racional de sí mismo, a la cual llama Espíritu Santo `gloria del Señor', y a veces también Hijo, a veces Sabiduría, a veces Angel, a veces Dios, a veces Señor o Palabra… Todas estas apelaciones le vienen de estar al servicio de la voluntad del Padre y del hecho de estar engendrado por el querer del Padre.

Con estas palabras, Justino, busca demostrar a los judíos y paganos de su tiempo la verdad de la fe cristiana, la verdad del Evangelio. En dichos escritos se pueden distinguir dos niveles: el que transmite la tradición y el de su propia especulación, la cual avanza en dos caminos según dialogue con paganos o con judíos. A unos y a otros quiere demostrar que el único Dios en quien cree, es el Dios cristiano. Este único Dios ya había anunciado a los judíos el envío de su Verbo cuando les habló de la Ley. Los paganos pueden reconocer a este mismo Verbo anticipado en el Logos, principio universal que dirige y ordena el mundo.

Resalta también en sus escritos la absoluta trascendencia del Padre y su presencia a través del Verbo creador, primero, y encarnado después en Jesucristo. Para Justino, el Verbo siempre ha estado en Dios como fuerza inmanente.

Atenágoras: es conocido como un convertido al cristianismo después de haber seguido estudios de retórica y de filosofía. Sus escritos están llenos de erudición y de los recursos estilísticos propios de los oradores y escritores de la época.

En cuanto a sus escritos sobre la trinidad tiene una hermosa exposición titulada Dios Uno y trino, la cual es una apología muy bien elaborada, en primer lugar sobre la Unicidad de Dios y luego sobre la Trinidad, con ella quiere defender a los cristianos ante los emperadores, sin embargo, hay en sus escritos más que una defensa, hay una penetración racional y una contemplación de la verdad central del Cristianismo: La Trinidad.

Atenágoras argumenta racionalmente sobre la existencia y la unidad de Dios, pero al mismo tiempo, resalta su Trinidad. De otra parte, quiere demostrar que los cristianos no son ateos; pero al mismo tiempo la unidad y la distinción de las tres Personas. pag 88

Ahora, en una segunda etapa, después de la lucha contra las herejías, de la catequesis bautismal y de la predicación, comienzan a desarrollarse las primeras teologías trinitarias de un modo más sistemático. Se trata de enfrentar errores, de realizar un esfuerzo reflexivo, de clarificar el lenguaje. Se va a tratar de exponer la fe ante cristianos y no cristianos. Para ellos se va ha mostrar, fundamentalmente, que la unidad divina no queda amenazada por la confesión de la divinidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; se ha de mostrar que confesar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo como Dios no equivale a multiplicar los dioses, sino las personas. Esto es lo que intentan: San Ireneo de Lyon, Clemente de Alejandría, Orígenes, Tertuliano, San Atanasio.

San Ireneo de Lyon: Originario de Asia Menor, hubo de nacer por los alrededores del año 140. Pasó su infancia en Esmirna, donde aprendió la doctrina cristiana de labios del Santo Obispo Policarpo, discípulo de Juan el Apóstol. Sin que se sepa con claridad, Ireneo pasó a occidente, y se estableció en Lyon de las Galias, donde ejercía como presbítero cuando, el año 177, se levantó una terrible persecución en la que sufrieron martirio el obispo de aquella sede, Potino, con muchos de sus fieles. Poco después fue elevado Ireneo para suceder a Potino. La actividad de Ireneo se dirigió principalmente a combatir distintas formas de desviación de la doctrina cristiana que se presentaba bajo forma de gnosis o sabiduría superior de los misterios de la fe.

Del gnosticismo “Esencialmente puede decirse que era una doctrina de salvación de tendencia dualista, que suponía una irreductibilidad (exclusivismo) esencial y originaria entre el bien y el mal. La materia es esencialmente mala y, por tanto, malo es el autor y creador de la misma, que se identifica con el Dios creador del A. T. Por encima de él está el Dios supremo, principio del bien… la salvación está en el conocimiento - gnosis - por el que el hombre toma conciencia del elemento divino que lleva en sí y logra liberarse de la contaminación de la materia y del mal”.

Entre sus obras principales encontramos: “Adversus Haereses” y “demostración de la predicación Apostólica”. Tiene que haber sido fuerte de carácter, agudo de inteligencia y de una fidelidad total; es el hombre de la unidad y el que posee una especial capacidad para comprender el sentido de la historia de la salvación. La doctrina de Ireneo sobre la Trinidad se puede resumir en tres puntos: fidelidad a la fe trinitaria transmitida, los límites que pone a su reflexión, y pese a ello, su propia y autónoma reflexión trinitaria.

En cuanto a la fidelidad a la fe trinitaria transmitida, Ireneo se basa en la verdad de la predicación de los apóstoles, en la doctrina de los apóstoles , en la fórmula del bautismo, en la regla de fe “credo”; con ello se opone a los gnósticos, defensores de doctrinas altamente especulativas y racionales. Él dice: “ahora bien, es la fe la que nos procura la salvación, tal como los presbíteros, discípulos de los apóstoles nos la han transmitido. En primer lugar recomiendan acordarnos que hemos recibido el bautismo para la remisión de los pecados en el nombre de Dios Padre y en el nombre de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado, muerto y resucitado, y en el Espíritu Santo de Dios”.

Esta fe que es una y única, es la que confiesa la única Iglesia por todas las regiones del mundo, se puede expresar de diversos modos y acentos, pero la formulación siempre coincide “la fe en un solo Dios, Padre todo poderoso, que ha hecho el cielo y la tierra y el mar y todo lo que contienen, y en un solo Cristo Jesús, el Hijo de Dios, que se encarnó para nuestra salvación, y en el Espíritu Santo, que ha proclamado por los profetas las `economías'”. Una fe trinitaria.

Se resalta, desde el principio, el acento que pone en la unidad: Unidad del Padre, unidad del Hijo y del Espíritu, unidad de la Iglesia, unidad de la fe, de la historia. Todo ello enfrenta a los gnósticos en su centro, ya que ellos defendían y difundían la existencia de dos dioses, el del Antiguo y el del Nuevo Testamento; la multiplicación de seres en Cristo y en el Espíritu; pero también la multiplicidad de sus grupos y de sus expresiones de fe.

En relación a las reservas para conocer a Dios en sí mismo Ireneo permanece un poco temeroso, actitud contraria a la de los gnósticos que mantienen una prepotencia única frente a las profundidades divinas. Se contenta con la comprensión de la Trinidad económica (contemplar la Trinidad en la obra de la creación, salvación y santificación). No se arriesga a hacer conjeturas sobre el acto creador porque este conocimiento está reservado a Dios. No quiere investigar cómo el Hijo procede del Padre, porque de ello no habla la Escritura. No se debe aplicar a la Trinidad lo que se da entre los hombres: “cómo es el Hijo producido por el Padre? Respondemos que esta emisión, o generación o enunciación o manifestación, o cualquier otro nombre que se quiera llamar a esta generación inefable, no la conoce nadie… sino sólo el Padre que ha engendrado y el Hijo que ha nacido. Si pues su generación es inefable (inexplicable), todos, cualquiera que sean, que intenten explicar las generaciones y las emisiones están fuera de sí, puesto que prometen decir lo indecible”.

Es evidente que con esta opción San Ireneo limita su trabajo teológico a un solo nivel, el económico, (a contemplar la Trinidad en la obra de la creación, salvación y santificación). El temor de pensar las relaciones más íntimas que se dan entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hace que a su doctrina trinitaria, totalmente elaborada con una visión histórico-salvífica le falte una cierta profundidad. Falta en su teología explicar las relaciones originarias entre el Padre, el Hijo y el Espíritu, para que la obra de salvación no aparezca, de alguna manera, poco o externamente relacionada. El ser personal del Hijo y del Espíritu Santo podrían haberse puesto más de relieve con una reflexión sobre la `autonomía intra-trinaria' de las personas. Esto no es posible hacerlo sin reflexionar sobre lo que significa generación y procesión. Pero para conocer lo que es generación y procesión en Dios, se necesitan comparaciones con lo que ocurre el en hombre. No todos los esfuerzos que habían realizado los gnósticos para conocer a Dios en sí mismo eran vanos; la Iglesia posterior a San Ireneo puede recoger aspectos ya purificados.

En cuanto a su propia reflexión trinitaria, San Ireneo, a pesar de sus prejuicios contra los que querían saber más de lo posible, él mismo tiene una riquísima teología trinitaria. Dios es el único creador, la creación toda es buena; existe sin que en ella se de una lucha contra Dios, sino conducida por Dios a la perfección final. Todas las afirmaciones de los gnósticos están contradichas. Pero lo más significativo es la interpretación trinitaria de la creación, conservación y perfección del mundo y, en especial, del hombre. Dios crea, mantiene y conduce todo lo creado por medio del Hijo y des Espíritu: “el hombre es un compuesto de alma y carne, que ha sido formada a imagen de Dios y plasmada por sus manos, es decir, por el Hijo y el Espíritu a los que Él dijo: `hagamos al hombre'”.

“Tal es, pues, el orden, tal es el ritmo, tal es el movimiento por el cual el hombre creado y modelado se constituye a la imagen y semejanza del Dios increado: el Padre decide y ordena, el Hijo ejecuta y modela, el Espíritu nutre y da crecimiento; y el hombre progresa poco a poco y se eleva a la perfección, es decir, se acerca al increado…”

San Ireneo afirma con toda claridad la existencia eterna del Hijo y del Espíritu, así como su divinidad aunque no haga hincapié en su ser personal. Sin embargo, donde la doctrina trinitaria de San Ireneo tiene mayor peso es cuando la historia de la salvación se centra en Jesucristo. Por el Espíritu se le da al hombre la posibilidad de recibir a Jesucristo. Jesucristo, a su vez, nos da la capacidad de recibir la fuerza total del Espíritu Santo. La acción creadora del Padre por medio del Hijo y del Espíritu Santo se encuentra centrada en la historia en Jesús.

De otra parte, una vez que Cristo ha sido glorificado, por la infusión del espíritu, la salvación del hombre puede realizarse. El Bautismo entra a formar parte de la salvación. De aquí la importancia del Bautismo para San Ireneo; pero también la importancia de la vida. El bautizado, a través de una vida verdadera, santa, justa y paciente debe hacerse semejante a Dios. De esta manera se puede decir que en la creación, en la Iglesia y en la vida: “y así se manifiesta un solo Dios Padre que está sobre todas las cosas, y por todas las cosas y en todas las cosa. Sobre todas las cosas, el Padre que es también la cabeza de Cristo; por todas las cosas el Verbo, que es la cabeza de la Iglesia, y en todos nosotros, el Espíritu, que es el agua viva que el señor da a los que creen en él con una fe verdadera y le aman y que saben que uno solo es el Padre, que está sobre todas las cosas, por todas las cosas y en todos nosotros”.

En resumidas cuentas, la tarea de San Ireneo está en clarificar, contra los gnósticos, la economía salvífica trinitaria. De aquí que sus conceptos de creación ( especialmente la del hombre) salvación y planificación, incluyan, siguiendo los tres artículos de fe, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. La doctrina trinitaria de San Ireneo coordina admirablemente la unidad y la distinción, la igualdad y el orden de las Personas divinas.

Clemente de Alejandría: nació probablemente en Atenas hacia el año 150, de padres paganos. Recibió una buena educación literaria y filosófica al gusto de la época. No hay información a cerca de su conversión al cristianismo; solo se sabe que su aceptación de la fe no disminuyó en nada su infatigable curiosidad intelectual, y que, siendo ya cristiano, viajó por Italia, Siria y Palestina, para instruirse de los maestros cristianos más renombrados. De él se han conservado tres obras importantes: el Protréptico o exhortación a los griegos, dirigida a los paganos como invitación a la conversión, el Pedagogo, una exposición razonada de los principios de la vida cristiana, para los que ya se han decidido abrazarla y Stromata, una especie de conjunto teológico en ocho libros sobre temas diversos.

Clemente ve en la filosofía un camino para llegar al verdadero conocimiento cristiano.

En cuanto a la trinidad dice: Pag 221 ss.

Orígenes, Tertuliano, San Atanasio.

III LA REFLEXION CREYENTE SOBRE EL DOGMA DE LA TRINIDAD

3.1. SAN AGUSTIN: es el pensador más profundo e influyente de la cultura teológica occidental. Su libro “De Trinitate” es un ejemplo que seguirán todos los teólogos posteriores.

El punto de partida de San Agustín es una lectura del Antiguo y del Nuevo Testamento, hecha a la luz de la fe de la Iglesia. Es en la Sagrada Escritura en donde San Agustín encuentra la presencia de Dios verdadero único y pero trino. Esta presencia trinitaria de Dios, la encuentra especialmente en el N.T. pues en él la Trinidad opera inseparablemente la salvación de los hombres, por medio del Hijo y del Espíritu Santo.

Del tratado que él hace sobre la Trinidad, su paso más significativo, en los libros IV-VI, dedicados a la solución racional de las dificultades que tiene el hombre para aceptar racionalmente el misterio. Distingue en Dios la substancia o esencia

3.2. RICARDO DE SAN VICTOR

3.3. SANTO TOMAS DE AQUINO. (1224-1274)

La Suma Teológica, es la obra más lograda del Santo, en la cual trata, de manera profunda, una diversidad de argumentos y por ello se ve conveniente tener una visión panorámica de ella para luego si dedicarnos al estudio del tratado sobre la Santísima Trinidad.

La obra en general consta de XVI Tomos, los cuales están organizados en tres secciones en particular, cada una de ellas divididas en diferentes cuestiones, como él suela llamarlas.

Antes de ver el plan general, es útil ver el modo como se citan las partes de la obra: Primera parte (I); Prima Secunda (I-2); Secunda Secundae (II-2) y tercera parte (III). Finalmene un Suplemento (Sp)

Plan general de la obra:

TOMOS

CUESTIONES

TRATADOS

Introducción general de la obra

I

I,q. 1-26

Tratado de Dios uno

Tratado de la Santísima Trinidad (q. 27-43)

Tratado de la creación en general

Tratado de los Ángeles

Tratado de la creación Corpórea

II - III

I,q. 27-74

III (2º)

I,q, 75-129

Tratado del Hombre

Tratado del Gobierno del Mundo

IV

I-2,q. 1-48

Tratado de la Bienaventuranza y de los Actos humanos

Tratado de las Pasiones

V

I-2,q.49-89

Tratado de los Hábitos y de las Virtudes en General

Tratado de los vicios y Pecados

VI

I-2,q. 90-114

Tratado de la Ley en General

Tratado de la Ley Antigua

Tratado de la Gracia

VII

II-2,q. 1-46

Tratado sobre la Fe la Esperanza y la Caridad

VIII

II-2,q. 47-79

Tratado de la Prudencia

Tratado de la Justicia

IX

II-2,q. 80-140

Tratado de la Religión

Tratado de las Virtudes Sociales y de la Fortaleza

X

II-2,q. 141-189

Tratado Sobre la Templanza

Tratado Sobre la Profecía

Tratado de los distintos Géneros de Vida y Estados de Perfección

XI

III,q. 1-26

Tratado Sobre la Encarnación

XII

III,q. 27-59

Tratado de la Vida en Cristo

XIII

III,q. 60-83

Tratado de los Sacramentos en General

Tratado del Bautismo y Confirmación

Tratado de la Eucaristía

XIV

III,q. 84-90

Sp,q 1-33

Tratado de la Penitencia

Tratado de la Extremaunción

Tratado del Orden

XV

Sp,q. 34-68

Tratado del Matrimonio

XVI

Sp,q. 69-99

Tratado Sobre los Novísimos

Indices.

El modo como vienen citados los textos es el siguiente: ST,I,q.3,intr.. o ST,I,q. 42, art 3. o ST,II-2,q.48, art …

Bibliografía Básica

Lecturas obligatorias (para el examen final)

Diccionario Teológico Interdisciplinar. No. 69. (R 203 D411 Vol 4). Pag 556-589

A.A. Conceptos Fundamentales del Cristianismo. Trotta. (R 230.1 F567), Pág.1416-1433

Lectura obligatoria: EICHER, Peter. Diccionario de Conceptos Teológicos. Dogma-Evolución de los Dogmas. (R 203 D411i V. 1) pag 262-274. (presentar informe de lectura por escrito).

Cfr. Dogma en: Enciclopedia Universal Ilustrada. Espasa-Calpe. S.A. Vol 18.

Investigar quienes son los padres Capadocios. También sobre la vida de Basilio el Grande, Gregorio Niseno y Gregorio Nacianzeno.

Investigar sobre estos movimientos: nestorianismo, el monofisismo y el monotelismo.

Cfr. H. Denzinger - A. Schönmetzer. (DS) El Magisterio de la Iglesia. Enchiridion Symbolorum Definitionum et Declarationum de Rebus Fidei et Morum. Herder, Barcelona, 2000. 1630 p.

Cfr. LUDWIG MULLER, Gerhard. Dogmatica Cattólica, Per lo Studio e la Prassi Della teología. San Pablo, Milano, 1999. pag 511.

Cfr. ARIAS REYERO, Maximino. El Dios de Nuestra Fe, Dios uno y Trino. CELAM, Bogotá-Colombia, 1991. pgs 200 y ss.

Cfr. Op.Cit. p 223-225

Cfr. VIVES, José. Los padres de la Iglesia. Herder, Barcelona, 2002. p. 73 ss.

Cfr. Justino, 2 apología, 13. En OP.Cit. p. 76.

Cfr. Justino, Diálogo 61. En Op.Cit. p. 78.

Lectura: MOLINÈ, Enrique. Los Padres de la Iglesia,Tomo 1. Palabra, Madrid, p 261-270.

Lectura: Op.Cit. VIVES, José. P. 113 a 159. Cfr. Op.Cit. ARIAS REYERO, M. p. 241 ss.

Op.Cit. VIVES José. P. 111.

San Ireneo, Demostración 4.

San Ireneo, Adversus Haereses, I,10.

Ibid, II,28,6.

Ibid, IV, Prol 4.

Ibid, IV, 37,3.

Ibid, V, 18,2.

Cfr. Op.Cit. VIVES, José. P. 205 ss.

Para este capítulo ver: Op.Cit. ARIAS REYERO, M. p. 283 a 383.

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