Rocklynne, Ross En la oscuridad

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EN LA OSCURIDAD

R

OSS

R

OCKLYNNE

C

APÍTULO

I

EL NACIMIENTO DE "OBSCURIDAD"

En el espacio, en los bordes de la galaxia más alejada, y entre dos grupos de estrellas, apareció un

globo luminoso que lo iluminaba todo a varios años luz de distancia. ¡Había surgido una vida!

Se dio cuenta de la luminosidad; una de sus visiones había sido activada. Primeramente vio los

innumerables soles y las nebulosas, cuya energía irradiada lo alimentaba. Más allá vio una oscuridad densa
e impenetrable.

La oscuridad lo intrigaba. Podía comprender la existencia de las estrellas, pero no la oscuridad. El

recién nacido probó una distancia de varios años luz y sólo encontró falta de luminosidad. Fue más y más
lejos, pero sólo había oscuridad. Sólo cuando sus visiones no le permitían ir más lejos abandonó su
búsqueda, pero había sido sembrada en él una semilla extraña; a partir de ese instante tuvo el
convencimiento innato de que existía luz al borde más lejano de esa oscuridad.

Las maravillas parecían no dejar de renovarse ante los ojos llenos de asombro del recién nacido. Se dio

cuenta de que había cerca de él otra personalidad: una criatura de energía de treinta millones de kilómetros
de espesor. En su centro brillaba un globo de luz verde y sutil, de más de un millón de kilómetros de
diámetro.

Exploró a aquel ser con sus visiones, y permaneció inmóvil durante su inspección. Sintió que le

penetraban fuerzas extrañas que lo llenaban de paz. Inmediatamente, descubrió un sistema de energía que
ofrecía posibilidades maravillosas.

-¿Quién eres? -pudo preguntarle al otro ser, por medio de esas ondas de energía.
En un susurro suave, recibió la respuesta:
-Soy tu madre.
-¿Qué quiere eso decir...?
-Eres mi hijo..., mi creación. Te voy a llamar Obscuridad. Quédate ahí y crece, Obscuridad. Cuando

seas varias veces mayor volveré a buscarte.

Desapareció, tragada, sin dejar rastro, por una nebulosa en espiral..., una nube de polvo cósmico que

se movía con enorme rapidez.

El recién nacido permaneció inmóvil, mientras por su imaginación pasaban multitud de ideas extrañas;

sobre todo pensaba en el mar de oscuridad que se encontraba al borde de aquella galaxia en que había
nacido. Poco después comenzó a hacerse preguntas sobre la vida misma, qué era y de dónde procedía, así
como también cuál era su finalidad.

-Cuando vuelva, se lo preguntaré a ella -murmuró-. Me llamó Obscuridad... ¡Obscuridad!
Sus pensamientos volvieron otra vez a la oscuridad.
Durante cinco millones de años, se bañó en los rayos que atravesaban el espacio. Creció. Tenía ya un

diámetro de diez millones de kilómetros.

Su madre llegó. La vio acercarse a él, desde que estaba aún a una enorme distancia. Se detuvo muy

cerca.

-Eres mucho mayor, Obscuridad. Has crecido con mayor rapidez que los otros recién nacidos -el

aludido se dio cuenta del orgullo con que eran transmitidos esos pensamientos.

-Estuve aquí, inmóvil y pensando -respondió-. Me estuve haciendo preguntas y he llegado a

imaginarme muchas cosas. Hay otros, como tú y yo.

-Hay miles de otros. Voy a llevarte con ellos. ¿Has probado los propulsores?
-No los he probado; pero voy a nacerlo -se produjo un silencio-. He descubierto los propulsores -declaró

Obscuridad con extrañeza-; pero no me hacen avanzar.

Su madre pareció sentirse divertida.
-Eso es algo que no sabes, Obscuridad. Estás habitando la capa diecisiete del hiperespacio; aquí no

funcionan los propulsores. Haz la prueba, para ver si puedes dilatarte.

Todo aquello era nuevo; sin embargo, de manera instintiva, sintió que se dilataba hasta alcanzar el

doble de su tamaño original.

-Muy bien. Voy a hacerte pasar a la primera capa... Eso es. Prueba ahora tus propulsores.
Los probó, y con gran alegría vio que las luces brillantes que eran las estrellas pasaban cerca. Fue tan

grande su regocijo que se desplazó a una velocidad que lo hizo encontrarse a varios años luz de distancia
de su madre.

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Esta última lo alcanzó y se colocó a su lado.
-Para ser tan joven, tienes mucha velocidad -y su tono de voz indicaba nuevamente su orgullo-. Me

parece, Obscuridad, que tú vas a ser diferente de los demás -rebuscó en los recovecos de su memoria y
añadió-: Sin embargo, debes tratar de no ser demasiado diferente.

Asombrado por lo que acababa de escuchar, la miró; pero su madre se volvió hacia otro lado.
-Ven -le dijo.
la siguió por los pasillos formados por las estrellas, mientras que su madre acomodaba su velocidad a

la suya.

Se detuvieron en la sexta galaxia, a partir del abismo de la oscuridad. Entonces vio miles de figuras que

eran sus congéneres y que se desplazaban con rapidez en dos los sentidos. Eran su pueblo.

Su madre se los señaló, diciéndole:
-Los conocerás por sus vibraciones y las tonalidades variables de sus globos luminosos, en sus

centros.

Mencionó un gran número de nombres, que su hijo no tuvo ninguna dificultad en conservar en su

memoria:

Radiante, Vibrante, Rápido, Incandescente, Gran Poder, Comesoles, Año de Luz...
-Ven, voy a presentarte a Abuelo.
Giraron hacia un espacio situado a siete años luz de distancia. Se detuvieron precisamente al exterior

de la galaxia. Sintieron una vibración muy peculiar.

-Abuelo se ha aislado en la sexta capa del hiperespacio -le dijo su madre.
Donde antes no habla visto más que un espacio profundamente negro, punteado con masas de materia

llameante y torturada, vio entonces a una criatura de energía, cuya aura irradiaba ancianidad. Y el inmenso
globo púrpura que colgaba en su centro carecía de cierto lustre que Obscuridad había ligado
instintivamente con su propia juventud y su energía ilimitada.

Su madre atrajo la atención del viejo ser y Obscuridad sintió que los rayos de su pensamiento entraban

en contacto con ellos.

-¿Eres tú, Chispa? -dijeron los pensamientos amables del anciano-. ¿Y quién está contigo?
Obscuridad vio a su madre, Chispa, disparar chorros de luz cristalina.
-Es mi primer hijo.
El recién nacido sintió que los rayos del pensamiento de Abuelo recorrían sus núdeos de memoria.
-Y lo has llamado Obscuridad -dijo Abuelo, con lentitud- porque se ha hecho preguntas sobre la falta de

luz -sus visiones se apartaron, casi con descuido-. Es tan joven y, no obstante, es un pensador. Piensa ya
en la vida.

Durante mucho tiempo, Abuelo dirigió hacia el joven una mirada penetrante. Bruscamente, sus rayos de

visión se apartaron de él y se centraron en un pequeño grupo de estrellas. Se produjo un silencio
prolongado y desgarrador.

-Obscuridad -dijo Abuelo, finalmente-, tus pensamientos son inútiles -los pensamientos parecían

proceder de una distancia inconmensurable, o de una mente infinitamente cansada-. Eres joven,
Obscuridad. No pienses tanto..., tanto que destruyas la felicidad de la vida al sobreestimarla. Cuando lo
desees, puedes volver a verme. Estaré en la sexta capa durante muchos millones de años.

Bruscamente, Abuelo desapareció. Había mandado a la primera capa a la madre y al hijo.
Chispa fijó la mirada en su retoño.
Obscuridad, lo que te ha dicho es cierto..., todo ello. Juega durante cierto tiempo..., hay innumerables

cosas que hacer. Y de vez en cuando, a grandes intervalos de tiempo, si lo deseas, vete a ver a Abuelo;
pero durante mucho tiempo no lo molestes con preguntas.

-Lo intentaré -respondió Obscuridad, tomando una decisión repentina.

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C

APÍTULO

II

NIÑOS CÓSMICOS

Obscuridad jugó. Lo hizo durante muchos millones de años. Con compañeros de juegos de su misma

edad. Se agitó por los números infinitos de galaxias que componen el universo. Se lanzó de un extremo al
otro, obedeciendo ciegamente las órdenes que le había dado Abuelo.

Exploró las superficies de las estrellas, fragmentándolas a menudo y enviando soplos de fuego a

millones de kilómetros de distancia, en el espacio. Siguió a sus compañeros a las agitadas profundidades
de las nebulosas azuladas y verdosas que existen entre las galaxias. Pero era imposible modificar esas
enormes masas de la naturaleza. Majestuosamente rodaban una y otra vez, o formaban espirales, o a
veces se condensaban en material que formaba soles hermosos y cálidos.

La energía para la alimentación era abundante, pero tan densa y ampliamente distribuida, que entre él y

sus compañeros no podían pensar en consumir más de una trillonésima parte de ella en el curso de todas
sus vidas.

Aprendió los misterios de las cuarenta y siete capas de hiperespacio. Aprendió a recorrerlas todas o

regresar a la primera o verdadera, a voluntad. Conoció las delicias de la oscuridad impenetrable en la
decimoquinta capa, de una existencia múltiple, extraña e ilusoria en la vigésimo tercera y una sensación
igualmente extraña de lograr una gran velocidad, alejándose de sí mismo, en sentido opuesto, en la
trigésimo primera capa, así como la cuadragésimo séptima, donde todo el espacio se convertía en un
conjunto de pesadilla, formado de soles y galaxias cubistas.

Esas cuarenta y siete capas eran incomprensibles. Coexistían en el espacio, y, no obstante, estaban

separadas unas de otras por un medio que nadie había logrado descubrir. En cada capa había señales
inequívocas de que se trataba del mismo universo. Obscuridad sólo sabía que cada capa era una de las
cuarenta y siete caras distintas que poseía el universo, y los poderes de su imaginación no tenían
dificultades para hacerle franquear los puentes invisibles que cruzaban los abismos existentes entre ellas.

Y no intentó hallar la solución..., había tomado la decisión de dejar de pensar, al menos por el

momento. Estaba contento jugando, debido a que podía obtener tanto placer y excitación con todas y cada
una de las nuevas posibilidades de diversión.

Pero llegó el final de todo aquello, como sospechaba que sucedería alguna vez. Jugó y le agradó todo

hasta que...

Había llegado a su año cincuenta millones y, por consiguiente, era aún joven. El globo purpúreo de su

núcleo hubiera absorbido a un sol de un millón de kilómetros de diámetro, y todo su cuerpo hubiera podido
desplazar a cincuenta soles de ese tamaño. Durante un periodo de cien mil años había dormido en la
séptima capa, donde una luz suave e incolora llenaba el universo.

Despertó y se disponía a trasladarse a la primera capa, para reunirse con los demás niños, que eran

Radiante, Año de Luz, Gran Poder y todos los demás.

Se detuvo, casi atontado, porque había sentido, de pronto, una antipatía abrumadora hacia el

compañerismo con los demás. Descubrió, en realidad, que no deseaba volver a reunirse con sus amiguitos.
Mientras dormía, se había producido en él una metamorfosis y se sentía tan alejado de sus compañeros de
juegos como si nunca los hubiera conocido.

¿Qué era lo que había ocasionado aquello? Quizá mucho antes de lo que le correspondía, por su edad,

había llegado al estado mental de los adultos. Entonces, se estaba rebelando contra las amistades, que
sólo significaban juegos fútiles.

¡Juegos! El hacer saltar soles enormes como si fueran pelotas de goma y arrojarlos a sistemas solares;

perseguirse unos a otros por toda la escala, hasta la capa cuarenta y siete y regresar atrás; lanzarse a toda
velocidad por los espacios inmensos entre las galaxias o hacerse invisibles, dilatándose hasta alcanzar diez
veces el tamaño normal.

No deseaba jugar, ni quería volver a ver a sus amigos. No los odiaba, pero no toleraba las

características que tenían y que hacían que siguieran jugando entre las estrellas por la eternidad.

No era maduro en tamaño, pero sentía que se había hecho adulto, mientras que los demás seguían

siendo niños..., arrojándose soles a lo largo de las galaxias y comprimiendo fragmentos de energía
materializada para formar planetas, con el solo fin de estropear más tarde los sistemas planetarios que con
tanta dificultad y atención creaban ellos mismos.

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Siempre había sentido su superioridad. Lo había manifestado venciendo siempre a sus compañeros en

todos los juegos que inventaban. En general, sus amigos lo agitaban todo, y eran más capaces de destruir
una estrella en millones de fragmentos, que de regular el curso de los planetas, por medio de las fuerzas
centrífugas.

"Tengo una edad mental de adulto, aunque mi cuerpo no esté aún del todo desarrollado; he llegado al

punto en que debo acumular conocimientos y, quizá, también trístezas y dolores", pensó, filosóficamente.
"Voy a ver a Abuelo, para hacerle unas cuantas preguntas..., las que he conservado hasta ahora en lo más
profundo de mis pensamientos. Pero tengo el presentimiento de que ni siquiera con su enorme sabiduría
será capaz de responder a muchas de ellas. Sin embargo, deben existir respuestas. ¿Qué es la vida?
¿Para qué es? Y debe haber algún otro universo, más allá de la oscuridad que rodea al que conocemos."

De mala gana, Obscuridad giró y atravesó lentamente la galaxia, pasando a la siguiente, donde

descubrió a las jóvenes criaturas de energía con las que ya nunca podría divertirse.

Se detuvo y, distraídamente, tradujo su estándar del tiempo al correspondiente a ellos, a un ritmo de

conciencia en el que podía ver los seis planetas que giraban en torno a un pequeño sol blanco, en lugar de
ver simples anillos luminosos.

Estaban reunidos varios centenares en torno a aquel sol, y Obscuridad se detuvo en los bordes del

grupo, observándolos cansadamente.

Una de las pequeñas luces purpúreas, de nombre Cósmico, arrojó una masa de materia a corta

distancia en el espacio, alargó un rayo portador y la recuperó. Luego giró una y otra vez sobre la punta del
rayo, formando gradualmente círculos decrecientes. Para darle al planeta una velocidad que lo colocara con
seguridad entre las órbitas de los dos planetas exteriores del sistema, era preciso tener un gran sentido de
los ajustes de compensación entre los factores de masa, velocidad y atracción solar.

Cuando Cósmico logró impartirle al planeta una velocidad angular uniforme, Obscuridad sintió una

irritación que nunca antes había logrado suprimir del todo Una intuición que había comprobado infinidad de
veces que era exacta, le dijo que podría suceder cualquier cosa, excepto que aquel planeta continuara en
órbita.

-Cósmico -llamó al fabricante de planetas, por medio de sus rayos-. Cósmico, la velocidad que has

generado es demasiado grande. Destruirás todo ese sistema solar.

-¡Hola, Obscuridad! -Cósmico lanzó sobre él un rayo de visión-. Ven, únete a nosotros. ¿Dices que la

velocidad es equivocada? ¡Nunca! ¡Eres tú el equivocado! Lo he calculado todo hasta el último punto.

-Con errores -insistió Obscuridad, tercamente-. Evidentemente, tu estimación de la masa del planeta

fue el factor que hizo que tus cálculos tuvieran errores. Disminuye la velocidad. Ya verás.

Cósmico siguió haciendo girar su pedazo de materia, pero observó con curiosidad a Obscuridad.
-¿Qué te sucede? -le preguntó-. No pareces estar bien. ¿Qué puede importar si hice mal los cálculos y

desequilibro el sistema? De todos modos, es muy probable que lo destruyamos más tarde.

Obscuridad sintió una extraña pasión.
-Eso es lo malo -dijo, de mal talante-. Eso no les importa a ninguno de ustedes. Siempre serán niños y

seguirán jugando. Una construcción cuidadosa y la diversión al destruirla..., en ese credo basan
exclusivamente sus vidas. ¿No les parece que seria conveniente, alguna vez, que dejaran de jugar e
hicieran algo útil?

Como si hubieran descubierto un conjunto extraño de leyes que gobernaban una galaxia desconocida,

los cientos de jóvenes, de colores verdosos y purpúreos, observaron a Obscuridad, llenos de curiosidad.

Cósmico siguió dándole vueltas al planeta que había hecho, por el espacio; pero estaba absolutamente

asombrado.

-¿Qué te ocurre, Obscuridad? ¿Qué otra cosa podemos hacer, excepto modificar las galaxias y fabricar

nuevos soles? No veo ninguna otra cosa más valiosa que pudiera hacer un ser vivo.

-¿Para qué sirve jugar? -le respondió el aludido-. ¿Para qué sirve hacer un sistema solar? ¡Si hicieras

uno y después, quizá, lo vitalizaras con vida, eso podría resultar valioso! ¡O piensa, piensa! Sobre ti mismo,
en la vida, en qué es y qué significa en el cuadro de las cosas -temblaba un poco-. Trata de descubrir lo
que hay detrás del velo de oscuridad que rodea al universo conocido.

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Los cientos de jóvenes miraron hacia la oscuridad.
Cósmico lo miró, lleno de ansiedad.
-¿Estás loco? Todos sabemos que no hay nada más allá. Todo lo que existe se encuentra aquí, en el

universo. La negrura está vacía y se extiende desde aquí, eternamente.

-¿Dónde conseguiste esa información? -le preguntó Obscuridad desdeñosamente-. No puedes saber

eso. Nadie lo sabe. ¡Pero yo voy a saberlo! Desperté de mi sueño hace poco tiempo y el pensar en los
juegos se me hace insoportable. Deseo hacer algo importante. Por eso voy a introducirme en la oscuridad.

Volvió ansiosarnente la mirada hacia el profundo abismo que se abría más allá de las últimas estrellas.

Hubo miles de años, incluso con su estándar más lento de tiempo, en que la extrañeza dominó
completamente a todos los reunidos, por una intención tan extraña e inimaginable. Cósmico se olvidó por
completo de su nuevo planeta, que disminuyó en velocidad y luego se soltó del rayo portador, que se había
debilitado, describiendo una tangente al círculo que había estado recorriendo.

Se lanzó a toda velocidad hacia el Sistema Solar y entró entre las órbitas de los planetas más externos.

La gravitadón solar lo capturó y el planeta errante tomó una órbita errática; luego, todo el sistema adquirió
una estabilidad absoluta, con siete planetas donde sólo habían existido seis.

-¿Lo ves? -inquirió Obscuridad-. Si hubieras utilizado la velocidad que pensabas, todo el sistema

hubiera quedado completamente destruido. La velocidad del planeta disminuyó. La casualidad lo hizo tomar
la dirección apropiada. Fue sólo un accidente. Ahora, introduce un segundo sol y verás cómo se destruye
todo el sistema. Eso siempre te ha divertido mucho -su aura tembló-. ¡Adiós, amigos!

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C

APÍTULO

III

ABUELO

Se habla perdido de vista para ellos definitivamente. Se había deslizado a la sexta capa.
Se dirigió hacia el punto en que debería haberse encontrado Abuelo. No estaba allí.
"Probablemente se encuentre en alguna otra capa", pensó Obscuridad y atravesó todas, excepto la

quince, donde había una carencia total de luz.

Tenía un sentimiento de extrañeza, ya que Abuelo no parecía encontrarse en ninguna de ellas.

Entonces, fue a la quince y lo llamó.

Hubo un momento de silencio. Luego, Abuelo le respondió, y sus pensamientos expresaban un

cansancio infinito.

-Sí, hijo; ¿quién me llama?
-Soy yo, Obscuridad; nos presentó Chispa hace unos cincuenta millones de años -una vacilación, como

sentimiento inexplicable, se apoderó de él-. Lo busqué en la sexta capa -prosiguió, amontonando las
palabras-; pero no esperaba hallarlo aquí, aislado, sin luz para ver.

-Estoy cansado de ver, hijo. He vivido durante demasiado tiempo. Estoy cansado de ver y pensar. Me

siento triste.

bscuridad permaneció inmóvil, no osando interrumpir los extraños pensamientos de su increíble

antepasado. Luego, se atrevió a decir, con timidez:

-Es simplemente que estoy cansado de jugar, Abuelo, cansado de no hacer nada. Me gustaría poder

hacer algo útil. Por ende, tenía que venir a verlo, para hacerle tres preguntas, cuyas respuestas necesito.

Abuelo se agitó cansadamente.
-Hazme tus preguntas.
-Tengo curiosidad con respecto a la vida -el visitante de Abuelo dudó unos instantes, con nerviosismo, y

luego prosiguió-: Tiene una finalidad, lo sé. Deseo conocer ese propósito. Esa es mi primera pregunta.

-¿Por qué, Obscuridad? ¿Qué es lo que te hace pensar que la vida tiene un propósito, una finalidad?
-No lo sé -fue la respuesta.
¡Por primera vez, el joven se sorprendió al darse cuenta de que verdaderamente no lo sabía!
-¡Pero debe tener alguna finalidad! -gritó.
-¿Cómo puedes decir que "tiene que tener"? Oh, Obscuridad, has vestido a la vida con ropas mucho

más preciosas que las que verdaderamente deben corresponderle! ¡Le has atribuído el sagrado concepto
del significado! ¡Y no lo tiene! De vez en cuando, la chispa de vida le da a un pedazo de energía común la
conciencia de su existencia. Es de ahí, gracias a alguna especie de proceso revolucionario, de donde
procedemos todos. Eso es todo. Nacemos. ¡Vivimos, crecemos y, luego, morimos! ¡Después de eso, no hay
nada! ¡Nada!

Obscuridad se estremeció violentamente y, luego, sintió que se rebelaba. Pero sus pensamientos

fueron tranquilos y tensos.

-¡No puedo creer eso! En esa forma está tratando de decinne que la finalidad de la vida es la muerte.

En ese caso, ¿por qué, por qué existiría la vida? ¡No, Abuelo! Siento que debe haber algo que justifica mi
existencia.

¿Fue compasión lo que le llegó junto con los pensamientos de Abuelo?
-Nunca podrás creerme, lo sabía. Toda mi antigua sabiduría no puede cambiarte, y quizá sea mejor así.

Sin embargo, puedes pasarte toda una vida para aprender lo que acabo de decirte -sus pensamientos se
retiraron, distraídamente, y luego regresaron-. Tus otras preguntas, Obscuridad.

Durante mucho tiempo, el joven no le respondió. Tenía casi la intención de abandonar a Abuelo y

dejario con todos sus conocimientos, para que se dedicara a tratar de resolver otros problemas. Por el
momento, su resentimiento era más ardiente que un sol enano. Pero se calmó, y aunque comenzaba a
dudar de la sabiduría que pretendía tener Abuelo, siguió haciéndole más preguntas.

-¿Para qué sirve el globo de luz purpúrea que permanece siempre en mi centro y que siempre regresa,

por muy lejos que lo mande de mí?

El anciano tuvo una oleada tan grande de agitación, mezclada con tristeza, que Obscuridad se

estremeció. El viejo se volvió hacia él con una furia extraordinaria.

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-¡No aprendas ese secreto! ¡No te lo diré! ¡ Hubiera podido evitarme una infinidad de sufrimientos si no

hubiera buscado la respuesta a ese enigma, y si no la hubiera encontrado! ¡Yo era un pensador,
Obscuridad, lo mismo que tú! Si valoras... Ven, Obscuridad -siguió diciendo de manera singular-. Hazme tus
otras preguntas.

Sus rayos de pensamiento avanzaban y retrocedían, como señal del más extraordinario caos mental.
Luego, volvieron a enfocarse en Obscuridad.
-Conozco tu otra pregunta, hijo. La conocía, incluso desde cuando te trajo Chispa, hace varios eones.

¿Qué hay más allá de la oscuridad? Eso es lo que ha ocupado tu pensamiento desde tu creación. ¿Qué
hay al otro extremo de la profunda oscuridad que circunda a este umverso? No lo sé, Obscuridad. Ni lo
sabe tampoco nadie.

-Pero, debe usted creer que hay algo más allá -le imploró el joven.
-Obscuridad, en el lejano pasado de nuestra raza, otros seres de ta calibre intentaron saberlo...;

recuerdo que se fueron cinco, hace miles de millones de años, en mi juventud. Pero nunca regresaron.
Abandonaron el universo, lanzándose al vacío infinito, y nunca volvieron.

-¿Cómo puede usted saber que no llegaron a algún otro universo? -preguntó el joven, casi sin aliento.
-Porque no regresaron -respondió el viejo, con sencillez-. Si hubieran logrado atravesar el abismo de

oscuridad, al menos uno o dos de ellos hubieran regresado. Nunca llegaron a otro universo. ¿Por qué?
Porque se agotó toda la energía que lograron acumular para realizar ese audaz viaje, y se disiparon...,
murieron... en el vacío de energía de la oscuridad.

-¡Debe haber algún modo de cruzar ese abismo! -insistió Obscuridad, bruscamente-. ¡Debe haber algún

modo de reunir energía suficiente para la travesía! ¡Abuelo, está usted destruyendo el sueño de toda mi
vida! Siempre he querido cruzar la oscuridad. Quiero hallar lo que se encuentra al otro lado. Deseo
encontrar vida..., ¡quizá encontraré entonces cuál es el sentido de la vida!

-Hallar el... -comenzó a decir Abuelo. Luego se calló, comprendiendo lo inútil que sería completar la

frase. Estaba lleno de piedad hacia aquel joven-. Es una pena que no seas como todos los demás,
Obscuridad. Quizá ellos comprendan que es lo mismo permanecer durmiendo en la séptima capa que tratar
de encontrar lo que hay al otro lado de la oscuridad. Son verdaderamente felices, mientras que tú no lo
eres. Siempre, hijo mio, han sobreestirnado el valor de la vida.

-¿Es un error el hacerlo?
-No. Piensa lo que quieras y considera que la vida tiene un gran valor. No hay daño en ello. Sueña con

tu gran vida y con otro universo. Hay alegría incluso en la tristeza de lo que no podemos alcanzar.

Otra vez se produjo aquel prolongado silendo, y Obscuridad volvió a sentir el mismo resentimiento de

antes. Esta vez no hubo disminución de esa llama. Lo abrasaba con fuerza.

-¡No voy a soñar! -declaró, con furia-. La primera vez que se activaron mis visiones reposaban en la

oscuridad y mis recién nacidos anillos del pensamiento se posaron en ella, haciéndome toda clase de
preguntas al respecto. ¡Comprendí entonces que debe haber algo más allá de ese abismo! ¡Y tanto si
muero en ese vacio como si no es así, voy a entrar en él!

Bruscamente, con furia, se lanzó desde la capa quince a la primera; pero antes de que tuviera tiempo

para utilizar sus propulsores, vio a Abuelo, un cuerpo gigantesco, de energías giratorias intensas,
materializarse ante él.

-¡Deténte, Obscuridad! -y los pensamientos del gigante fueron inciertos-. Obscuridad -siguió diciendo,

mientras la criatura más joven se quedaba mirándolo, como paralizada-. ¡Me había prometido no abandonar
nunca la capa de falta de luminosidad! ¡He salido de ella una sola vez..., por ti! Morirás. ¡Te disiparás en el
vacío! ¡Nunca podrás cruzarlo! ¡Nunca podrás cruzarlo, si es que se puede hacer, con la poca energía que
puedes almacenar en tu pequeño cuerpo! -rodeó a Obscuridad por medio de giros, en anillos apretados-.
Obscuridad, poseo muchos conocimientos. ¡Recíbelos!

Con un nuevo interés, Obscuridad borró la conciencia. Los poderosos conocimientos acumulados por

Abuelo pasaron a él con gran rapidez, como un enorme caudal que ningún otro ser había poseído nunca.

El flujo cesó y, como desde una distancia inconmensurable, llegaron las palabras de despedida del

gigante.

-¡Adiós, Obscuridad! Utiliza tus conocimientos, úsalos para seguir ampliando tus sueños. Úsalos para

cruzar la oscuridad.

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De nuevo plenamente consciente, el joven comprendió que Abuelo había regresado de nuevo a la capa

quince, carente de luminosidad, en su vano intento por encontrar la paz.

Obscuridad permaneció inmóvil y lleno de tensión en la primera capa, explorando los conocimientos

que ya le pertenecían. Debido al portento de una parte peculiar de él, tembló intensamente.

Con la mayor emoción, agotó casi sus propulsores para dirigirse hasta donde se encontraba su madre.
Se detuvo ante ella.
-¡Madre, voy a ir a la oscuridad!
Se produjo un silencio, que estaba lleno de dolor de ella.
-Sí, lo sé. Era tu destino desde que naciste. Es por eso que te di el nombre de Obscuridad -despidió un

chorro de chispas, en un estremecimiento. Miró a su hijo amorosa y tristemente-. ¡Adiós, Obscuridad, hijo
mío!

Se retiró del espacio verdadero y el joven se quedó solo. El pensamiento lo devoró: estaba solo, solo

como Abuelo.

Luchando contra la gran depresión que se estaba apoderando de él, inició lentamente su

desplazamiento hasta el extremo más alejado del universo, porque era allí donde se encontraba la Gran
Energía.

Distraídamente atravesó las diversas galaxias, las agrupaciones brillantes del cosmos, que

permanecían tranquilamente sobre sus lechos negros y eternos. Se tragó un pequeño sol y en seguida lo
convirtió en energía para el largo viaje.

Repentinamente, muy lejos, vio a sus innumerables antiguos compañeros. Sintió que una garra fría le

oprimía las entrañas. ¡Estaban jugando! ¡La locura de los niños, la falta de finalidad de las estrellas!

Se alejó de ellos a gran velocidad, que fue aumentando gradualmente, de tal modo que los miles de

galaxias pasaban a su lado como exhalaciones, quedándose atrás. Su velocidad fue aumentando, como
una aceleración espantosa que lo llevaba hacia su punto de destino.

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C

APÍTULO

IV

MAS ALLÁ DE LA LUZ

Necesitó siete millones de años para cruzar el universo a la tremenda velocidad que habla alcanzado. Y

se encontró en una galaxia cuyos soles más extremos penetraban ya en la oscuridad, donde se
desplazaban a la velocidad relativamente baja de varios miles de kilómetros por segundo.

Instantáneamente, su visión se posó en una inmensa estrella, tan grande que se sintió dilatarse,

instintivamente, como un esfuerzo para rivalizar con ella. Era tan inmensa su masa que tenía en su interior
todos los rayos, excepto los cortos ultravioleta.

Era cálida, una masa inimaginable de material de mil millones de kilómetros de diámetro. Como un

monstruo maligno y sensible de los cielos, pendía, dominando los pequeños soles de su galaxia, que eran
quizá sus hijos, ante Obscuridad, llenando los cielos con su luz ultravioleta debido a la gran expansión de
su superficie ardiente, retorcida y agitada; mezclada con esa luz había una radiación tan virulenta de
energía que se abría camino, casi dolorosamente, hasta el cerebro mismo de Obscuridad.

Sintió todavia otra radiación, una energía de la que, si poseyera la fuente, podría llegar a alcanzar una

velocidad que dejaría pequeñas todas las marcas alcanzadas en todos los tiempos por individuos de su
raza, en toda su larga historia..., ¡así podría lanzarse a la oscuridad a una velocidad tan inimaginable, que
el universo quedaría atrás en una parte infinitesimal de un segundo!

Pero la tarea de obtenerla de aquel gigante del espacio parecía imposible de realizar. La fuente de

aquella energía, lo sabía con toda seguridad, era materia tan incomparablemente densa, que sus
electrones se amontonaban hasta tocarse, de tal modo que ni siquiera aquella enorme estrella en fusión
podía destruirla.

Retrocedió varios millones de kilómetros y observó a la estrella. Repentinamente tuvo miedo, un temor

frío. Sintió que aquel sol estaba animado, que sabía que estaba allí y que esperaba, para repeler sus
débiles acometidas. Como respaldando sus temores, sintió rayos de un poder repelente tan grande, una
malignidad tan viva y dolorosa, que estuvo a punto de abandonar sus locas intenciones de dividir a aquel
astro inmenso.

-Ya he tragado antes soles -se dijo, como si discutiera consigo mismo-. Al menos podré partir en dos a

éste y extraer el bocado que se encuentra en su interior.

Atrajo hacia sí tantos soles pequeños como pudo, de los que se encontraban a su alrededor,

transformándolos en energía pura. Finalmente dejó de hacerio, ya que su cuerpo, una inmensidad llena de
campos intensos de sesenta millones de kilómetros de diámetro, no podía asimilar más energía.

Luego, con toda la aceleración de que fue capaz, se lanzó contra el monstruo celeste.
Creció y se dilató, llenando todo el cielo, hasta que no pudo ver otra cosa que la estrella en cuestión. Se

detuvo cerca de su superficie. Recibió radiaciones de una potencia tan espantosa que sintió convulsiones, a
causa del terrible dolor que le producían. A una velocidad espantosa entró en contacto con la superficie del
astro y produjo una simple muesca, de unos cuantos millones de kilómetros de profundidad.

Se esforzó en empujar a la gigantesca estrella, pero recibió descargas de energía repelente, que lo

hicieron alejarse de la estrella con gran aceleración.

Detuvo su vuelo de retroceso, luchando contra su tormento, y se lanzó nuevamente contra aquel

monstruo. Lo repelió con un parecido enorme con algún ser vivo. Repitió el procedimiento numerosas
veces, siendo rechazado la mayoría de ellas, con gran sufrimiento de su parte.

No podía justificar aquellos rayos repulsores, que parecían aplicarse en sentido inverso al del gran

campo gravitacional que debía tener una estrella de aquel inmenso tamaño; de todos modos, no trataba de
hallar una explicación para ellos. En el espacio habla misterios que ni siquiera Abuelo habla sido capaz de
resolver.

Pero tenía un nuevo motivo de asombro. Permaneció inmóvil en el espacio, apagado y tembloroso.
"Está casi viva", pensó.
Entonces, adoptó una nueva táctica. Lanzándose contra el gigante, se agitó sobre su superficie,

desplazándose en espirales titánicas, hasta barrerla completamente de gases incandescentes. Antes de
que la estrella pudiera volver a llenar su superficie, la recorrió de nuevo en espiral, sosteniéndose fijo a ella
hasta que ya no pudo resistir los rayos que lo rechazaban, ni los rayos quemadores que lo torturaban.

La estrella permanecía ya en el espacio, disminuida en una décima parte de su tamaño anterior.

Obscuridad, apenas capaz de permanecer consciente, se retiró a cierta distancia del monstruo espacial y
descargó su exceso de energía.

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Luego, regresó de nuevo a la estrella.
Mares espantosos de luz pura brotaban desde el astro, atravesando el espacio. De vez en cuando se

producían erupciones de materias que ardían en su interior. Obscuridad comenzó otra vez. Atacó, con la
cabeza por delante. Entró en contacto y perforó millones de kilómetros, siendo rechazado con una
velocidad cada vez mayor. Lanzado al espacio. Finalmente, comprendió que todas esas tácticas resultarían
inútiles. Con desesperación se detuvo a descansar en un sol rojo muy brillante. Durante unos instantes eso
no significó nada para él, y luego comprendió que en él tenía la solución al problema.

Sacó de su lugar a aquella estrella moribunda, la hizo describir enormes círculos en la punta de un rayo

portador y la lanzó con todas sus enormes fuerzas contra la monstruosa estrella, objeto de sus ataques.

Con furia, observó cómo el pequeño sol se acercaba a su congénere. Cada vez estaba más y más

cerca y, luego, ¡chocaron! Una explosión titánica sacudió el espacio, lanzando oleada tras oleada de rayos
cósmicos, originando un infierno de llamas poderosas y venenosas, que se extendieron a mucha distancia,
en el espacio, quemándolo todo a su paso. El enorme sol se partió en dos pedazos, mostrando una cavidad
cálida y de color violáceo, de más de mil millones de kilómetros de amplitud.

Obscuridad activó sus propulsores y se lanzó hacia la enorme cavidad, hasta que se encontró dentro de

sus límites, acercándose al centro de la enorme estrella, donde se encontraba aquella masa de materia que
constituía la Gran Energía. A su vista era invisible, aparte de una zona vacía donde no parecía haber nada,
debido a que no podían salir rayos de luz de ninguna longitud de onda.

Obscuridad envolvió apresuradamente la gran esfera y, al mismo tiempo, las dos capas de la enorme

estrella se cerraron, encerrándolo en su centro.

No había pasado por alto aquella posibilidad. Con nudos concentrados de fuerza, devoró hasta la última

porción de la superficie de la esfera, y la absorbió. Se dio cuenta de que tenía un vigor tan increible que no
era posible que hubiera nada capaz de resistirle.

Entonces, con lentitud, comenzó a dilatarse. Era inexorable. La estrella no podía detenerlo. En efecto,

cedió. Se dividió en grandes grietas que abandonaban la superficie con grandes explosiones de luz y calor
puro. Siguió dilatándose, impulsándose hacia afuera.

Con la esfera de la Gran Energía, que no tenía más de diez millones de kilómetros de diámetro, en su

interior, siguió creciendo. Una descarga terrible de energía maligna lo sacudió; aparecieron grietas de
millones de kilómetros de amplitud, y brotaron chorros de energía cósmica. Después de ello, la enorme
estrella cedió ante Obscuridad, con tanta facilidad que se dividió en pedazos separados, antes de que se
diera verdaderamente cuenta de ello.

De pronto comprendió que se hallaba en el centro de miles de fragmentos de la gran estrella, que se

alejaban de él en todas las direcciones formando nuevos soles, que describirían nuevas órbitas
individuales.

Había logrado su conquista. Permaneció inmóvil, apretando en su centro la esfera de Gran Energía,

junto con el místico globo de luz purpúrea.

Lanzó su visión hacia la zona de oscuridad y la observó, con fascinación, durante mucho tiempo.

Luego, sin mirar atrás, al universo en que había nacido, activó sus propulsores con la ingente Gran Energía,
y se lanzó hacia el enorme pozo negro.

Toda luz, excepto la que creaba él mismo, desapareció de pronto. Estaba rodeado en todos los

sentidos por la enormidad del vacío espacial. La exaltación, unida a la conciencia de su poder infinito, se
apoderó de sus pensamientos, hasta hacer que se sintiera mal. Su aceleración era mínima, en lugar de
máxima; sin embargo, en un breve espacio de su estándar de tiempo, atravesó innumerables miles de
millones de años luz.

Tenía oscuridad adelante, atrás y en todas las direcciones; ese había sido su sueño. Lo habia soñado

durante toda su vida, induso durante todos aquellos miles de años sin sentido en que había estado jugando,
obedeciendo a las amonestaciones que le había hecho Abuelo. Siempre había pensado: ¿qué hay al otro
extremo de la oscuridad? Estaba, al fin, en la oscuridad y sintió una alegría tal como nunca antes había
conocido. ¡Estaba en camino! ¿Encontraría otro universo, con el mismo tipo de vida que había conocido en
el suyo propio? No podía pensar en otra cosa.

¡Su aceleración era increible! No obstante, comprendió que estaba usando un mínimo de su potencia.

Comenzó a aumentar su velocidad, a pesar de que ya era inimaginable. ¿Dónde se encontraba aquel otro
universo? No podia saberlo, y no había escogido ninguna dirección en la que dejar su propio universo natal.
No había escogido la dirección en absoluto. Cualquier línea trazada a través de la oscuridad, debería
desembocar en otro universo...

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Pasó un millón de años antes de que se calmara su emoción. Entonces tuvo otros pensamientos.

Comenzó a sentir un tremendo miedo, que fue haciéndose cada vez mayor conforme su propio universo iba
quedándose cada vez más atrás. Estaba desplazándose por la oscuridad, que nadie antes que él había
cruzado, y eran pocos los que habían osado intentarlo, a una velocidad que comprendió al fin que podía
alcanzar, sin llegar siquiera a ser capaz de imaginársela. ¡La mente no podía suponerla siquiera, los
pensamientos eran insuficientes para representarla!

¡ Y estaba solo! ¡Solo! Sintió que lo apretaba algo así como una mano helada. Nunca antes había

entendido el verdadero significado de la palabra. No había cerca ninguno de sus antiguos amigos, ni su
madre, ni el sabio Abuelo..., no había ningún ser vivo a innumerables siglos de luz de distancia de donde se
encontraba en aquel momento. ¡Era la única forma de vida en el vacío!

Así, durante cerca de noventa millones de años luz, erró y pensó, primeramente en la vida y, después,

en el borde de la oscuridad; finalmente, en el misterioso campo de energía, eternamente en su núcleo.
Encontró respuestas para dos de esas cuestiones y, a fin de cuentas, quizá también para la última de ellas.

Siempre, durante cada segundo infinitesimal que transcurría, lanzaba sus visiones a cientos de años luz

por delante de él, buscando los primeros signos del universo en que creía; pero no. Sólo parecía haber
oscuridad, tan densa que parecía tener masa.

La monotonía se convirtió en sufrimiento. Una soledad colosal comenzaba a apoderarse de él. Deseaba

poder hacer cualquier cosa, incluso jugar, o destrozar estrellas enormes, para formar pequeños planetas.
Pero sólo había una escapatoria del horror fantasmal de aquella trayectoria interminable de vacío. De vez
en cuando tomaba el globo de luz, lo colocaba al extremo de un rayo portador y lo lanzaba hacia atrás, a
velocidades terroríficas, para que atravesara la cortina de oscuridad.

Se alejaba debido al impulso enorme que le daba hasta que se perdía de vista; pero siempre, aunque

podían pasar millones de años luz, regresaba, sujeto a él por lazos invisibles de energía. Formaba parte de
él mismo, desafiaba la penetración en su secreto y nunca lo abandonaría, hasta que, quizá por sí mismo,
revelara el secreto de su existencia.

Quedaron atrás números infinitos de años luz, tan infinitos que si hubieran tenido que escribirse con

cifras, no hubiera sido suficiente un papel de la amplitud del universo que conocía.

Pasaron ochenta millones de años. Obscuridad no era tan viejo cuando penetró al vacío que le había

dado su nombre. El temor de que se hubiera equivocado se fue apoderando poco a poco de sus
pensamientos. Pero sabía ya que nunca regresaría.

Mucho antes de que llegaran los ochenta y nueve millones de años, había agotado ya todas las fuentes

de diversión. A veces se dilataba o contraía, hasta alcanzar tamaños increíbles. A veces, de manera
automática, efectuaba todos los movimientos necesarios para atravesar las cuarenta y siete capas de
híperespacio. Sintió siempre el chasquido en su conciencia, que le indicaba que si hubiera habido
hiperespacio dentro de la oscuridad, hubiera podido recorrer todas sus capas. Sin embargo, ¿cómo era
posible que hubiera diferentes clases de oscuridad? Dudaba firmemente en la existencia de hiperespacio
en aquel vacío, ya que sólo la materia puede ocasionar los desórdenes estructurales o dimensionales que
se obtenían en su universo.

Pero al llegar a sus ochenta y nueve millones de años de recorrido, llegó el final de su peregrinación.

Llegó bruscamente. Durante un pequeño periodo de tiempo, sus visiones captaron un ligero resplandor que
quedaba en la estela dejada atrás por un cuerpo celeste en desplazamiento.

El cuerpo de Obscuridad, con un diámetro de cincuenta millones de kilómetros, se contrajo

involuntariamente hasta la mitad de su tamaño. La energía se comprimió, formando burbujas de energía en
fusión, que se le escapaba en aquel momento de emociones caóticas.

Lo sacudió una oleada de agradecimiento, y sus pensamientos se agitaron bruscamente en sus anillos

de memoria.

-Abuelo, Abuelo, si tu enorme cerebro pudiera conocer aquello...
Dilatándose y comprimiéndose de manera incontrolable, siguió adelante, desgarrando grandes

cantidades de energía de su núcleo, formado de material sumamente denso, para transformarlo en una
potencia de propulsión que lo impulsaba a una velocidad que era mucho más que inimaginable, hacia el
universo del que procedia aquel cuerpo celeste, que habla dejado tras sí aquella estela luminosa.

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C

APÍTULO

V

LOS GLOBOS DE COLORES

En el curso del año noventa millones, un diminuto punto luminoso se precipító hacia él, mientras se

lanzaba hacia adelante. Dicho punto luminoso fue creciendo y haciéndose cada vez más cercano; luego se
dividió en luminosidades más pequeñas, que, a su vez, se dividieron en sus componentes, hasta que
desapareció por completo la oscuridad, cediendo su lugar a la luminosidad hermosa y asombrosa de un
universo ovalado.

Había logrado salir de la oscuridad y descubierto sus límites. Instintivamente disminuyó su velocidad a

una fracción de la que había llevado hasta entonces, como si alguna voluntad más poderosa que la suya lo
estuviera dominando; perdió conciencia de sí mismo y se lanzó hacia adelante, a velocidad constante,
atravesando la galaxia exterior, luego sus congéneres, hasta que, finalmente, de manera inconsciente, se
encontró en el centro de aquel sistema galáctico desconocido.

Primeramente efectuó un giro rígido de inspección, volando de estrella en estrella, y despedazándolas

sin cesar, como si todos y cada uno de sus átomos le pertenecieran exclusivamente a él. Las galaxias, los
soles y los mismos elementos de construcción, eran exactamente iguales que los que había conocido en su
universo. Supuso que toda la materia era similar, tanto en uno como en otro de los universos.

Pero, ¿había vida?
Le sacudió una oleada repentina de inquietud y temor. Se sintió infeliz e insatisfecho. Volvió a mirar a

las estrellas, grandes gigantes, soles enanos y otros, masas de materiales enfriados hasta formar moles de
cenizas ennegrecidas y prohibitivas, nebulosas intergalácticas que parecían vagar en el espacio sin rumbo
fijo y que adoptaban formas caprichosas y, a veces, sumamente hermosas, en el curso de miles de años.
Él, Obscuridad, había llegado hasta ellas, cruzando el gran abismo del vacío; pero las nebulosas no eran
afectadas por aquella hazaña increíble y seguían girando en sus cursos, sin concederle la menor atención.
Se sintió pequeño y sin significado. Esos pensamientos parecían ser la apostasía misma de los
sentimientos; pero lo estaban dominando, sin que pudiera sacudírselos. Recorrió las innumerables galaxias
y nebulosas que se extendían ante él, buscando vida, presa de la mayor desesperación.

Y su búsqueda obtuvo una recompensa. Desde muy lejos le llegaron vibraciones de energía viva. Se

dirigió hacia esa fuente, situada a treinta o cuarenta años luz de distancia, y se quedó inmóvil en su
presencia.

El ser era de luz verde. De una de las dos categorías en que había dividido la vida que conocía. Él

mismo era de luz purpúrea y contenía en su centro un globo de luz pura, cuya finalidad había sido siempre
uno de los principales problemas de su existencia.

La luz verde, al verlo, se detuvo. Se miraron ambos seres, el uno al otro.
Finalmente, la luz verde habló, y había dudas y asombro en sus pensamientos.
-¿Quién eres? Pareces... extraño.
-Te será difícil creerme -replicó Obscuridad, tembloroso a causa de una sensación que, de manen

inaplicable, no podía definirse por el mero hecho de que estuviera conversando con un ser de otro universo-
. Pero soy extranjero. No pertenezco a este universo.

-Eso parece absolutamente imposible. Quizá seas de otro espacio, situado más allá del cuarenta y

siete. Pero, ¡es imposible!

Lo observó con un asombro y un temor cada vez mayores.
-No soy de otro espacio -le dijo Obscuridad, sombríamente-. Soy de otro universo, situado más allá de

la oscuridad.

-¡De más allá de la oscuridad! -repitió la luz verde con suavidad.
Luego, involuntariamente, se contrajo. Bruscamente, volvió sus visiones hacia la oscuridad. Durante

mucho, mucho tiempo, estuvo mirando hacia el abismo; luego volvió sus rayos visores hacia Obscuridad.

-De modo que has cruzado la oscuridad -susurró-. Acostumbraban decirme que esa es la cosa más

imposible que puede soñarse..., el cruzar esa terrible zona desprovista de luz. Nadie podía cruzarla, decían,
porque no había nada al otro extremo. Pero nunca les creí, luz púrpura, nunca pude creeries. Y ha habido
veces en las que he deseado desesperadamente atravesar esa oscuridad yo misma. Pero habla relatos de
seres que trataron de atravesar esa negrura, sin regresar nunca... ¡Y tú la.has cruzado!

De la luz verde se desprendió un chorro de chispas cristalinas. Pue tan evidente la veneración que

sintió repentinanaente por el héroe, que Obscuridad sintió que se le levantaba el espíritu. Repentinamente
logró definir las emociones que nunca antes había experimentado, y que lo habían dominado desde que
aquel ser de luz verde le dirigió la palabra por primera vez.

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-Luz verde, he atravesado una distancia cuya longitud no puedo ni siquiera imaginármela, buscando el

extremo de la negrura; pero había algo más que estaba buscando; algo que llenara un vacio en mí. Ahora
sé lo que era. Una compañera, luz verde, una pensadora. Y tú eres esa pensadora, esa amiga con la que
puedo viajar, ir de un universo a otro, descubriendo todos los misterios que existen. ¡Mira! ¡La Gran Energía
que pudo por sí sola hacerme atravesar ese enorme vacío, ha sido apenas consumida!

Imperceptiblemente, la luz verde se alejó un poco de él. En sus pensamientos se manifestaba una

profunda tristeza, que parecía estar mezclada con una extraña sensación de cansancio.

-Eres una pensadora -exclamó Obscuridad-. ¿Quieres venir conmigo?
La luz verde lo miró y el recién llegado comprendió que poseía una sabiduría que él mismo no podía

esperar acumular nunca. Sus espíritus se complementaban de manera muy extraña. ¿Qué era lo que
estaba diciendo su amiga?

-Obscuridad -le decía, con dulzura-, harás bien en darte la vuelta y abandonarme, puesto que soy luz

verde, para siempre. Tú eres luz púrpura y yo verde. Las luces de ambos colores... ¿es eso todo lo que has
aprendido con respecto a nuestras diferencias de color? Entonces, deberías saber que además de esa hay
otra diferencia; las luces verdes tenemos un conocimiento no compartido por las púrpuras, hasta que es ya
demasiado tarde... Así pues, por tu propio bien, te pido que me abandones.

Obscuridad la miró, lleno de asombro. Luego, dijo con lentitud:
-Esa es una petición imposible, ahora que te he encontrado. Eres lo que necesito -insistió.
-Pero, ¿no lo comprendes? -le preguntó ella-. ¡Sé algo en lo que ni siquiera has pensado nunca!

¡Obscuridad..., déjame sola!

Se sorprendió profundamente y se llenó de confusión. ¿Adónde deseaba llegar la luz verde? Durante

unos momentos dudó. En lo más profundo de su ser, una voz le estaba pidiendo que la obedeciera,
abandonándola cuanto antes. Pero otra voz, la de una emoción cada vez mayor, que no podía nombrar, le
hacía quedarse; porque la luz verde era su propio complemento, su mitad, que haría que estuviera
completo. Y la segunda de esas voces era la más poderosa.

-No me voy -dijo con firmeza.
La fuerza de sus pensamientos no permitía duda alguna sobre la firmeza de la decisión que había

tomado.

La luz verde habló con suavidad, como si una voluntad exterior hubiera dominado la suya propia:
-¡No, Obscuridad, ahora ya no podrás irte! ¡Aprende el secreto del globo púrpura!
Bruscamente, la luz verde se lanzó a una capa del hiperespacio, y entonces desaparecieron de

Obscuridad todos los temores y las dudas. La siguió muy contento a lo largo de la escala, logrando verla en
una capa, precisamente en el momento en que pasaba a la siguiente.

En esa forma llegaron a la cuarenta y siete, donde todos los materiales, con sus componentes mayores

y más pequeños, asumían las formas de cubos invariables; incluso Obscuridad y el ser de luz verde
aparecían como cubos gigantescos, de varios millones de kilómetros de diámetro, como figuras
geométricas que nunca podía esperar distorsionar. Quizá su compañera iniciaría entonces una partida de
amontonamiento de aquellos soles cúbicos, convirtiéndolos más tarde en planetas. Bueno, Obscuridad
estaría dispuesto a hacerlo durante cierto tiempo, con su espíritu curioso, que le impelía de nuevo a jugar;
pero después de los juegos deberían ponerse a trabajar tratando de encontrar otros sistemas galácticos,
además de aquel en el que se encontraban.

Mientras observaba a su compañera, ésta desapareció.
-Probablemente habrá descendido nuevamente la escala -se dijo Obscuridad y se lanzó hacia las capas

inferiores. No la encontró en ninguna de ellas.

-Obscuridad..., prueba... la cuarenta y ocho...
El pensamiento de su amiga le llegó con mucha suavidad.
-¡La cuarenta y ocho! -repitió, lleno de asombro.
Al mismo tiempo hubo cierta agitación en los anillos de su memoria, como si el conocimiento de aquella

vida hubiera sido ordenado para ajustarse a algún hecho nuevo, a una extraña alquimia de la mente,
gracias a la cual alcanzaba a saber que existía una capa cuarenta y ocho de hiperespacio.

Entonces supo, como lo había sabido siempre, que existía la cuarenta y ocho. Se lanzó a ella.
La energía se hizo cada vez más fuerte en torno a él. Sentía una energía extraña, que le recordaba sólo

el flujo vibratorio de una criatura de energía que se le acercaba hasta una distancia muy corta. Su visión
buscó la luz verde.

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Su amiga lo observaba sombríamente, aunque con cierta arrogancia desdeñosa. Obscuridad sintió

repentinamente la sensación de que se encontraba frente a un verdadero horror.

-Nunca antes estuve aquí -susurró con suavidad.
Pensó que notaba piedad en ella; pero se sintió abrumado al conocer que estaba dominado por una

voluntad externa que no podía saber qué era la compasión.

Sin embargo, la luz verde dijo:
-Estoy más triste que nunca antes. Pero ya es demasiado tarde. ¡Eres mi pareja y esta es... la capa de

la vida!

Bruscamente, mientras la miraba, la luz verde se alejó, y sólo pudo seguirla con sus visiones. En ese

momento, como si un hipnotizador se hubiera apoderado de sus pensamientos, su amiga desapareció, y lo
único que alcanzó a distinguir fue el globo de luz verde que llevaba. Obscuridad no dijo ni supo ninguna otra
cosa. Aquello se convirtió en todo su universo, en toda su vida. Una paz enorme, completa y no disturbada
por los forcejeos, descendió sobre él, como si fuera una capa de polvo estelar.

El globo de luz verde se hizo más pequeño y menos brillante, hasta que llegó a ser solamente un

puntito, rodeado por una infinidad de puntos de energía blanca, incolora.

Luego, con la brusquedad que estaba en la naturaleza de un choque, Obscuridad salió de su torpeza y

tuvo conciencia. Muy lejos vio todavía a la luz verdosa; pero estaba aumentando de tamaño y se
aproximaba..., se acercaba a un globo de luz púrpura que, a su vez, se iba acercando al verde a gran
velocidad.

"Es mi propia luz", pensó Obscuridad, muy sorprendido. "Debí enviarla a lo lejos sin darme cuenta, de

manera inconsciente, cuando mi amiga me mantuvo bajo su influjo. No importa. Ya volverá."

Pero, ¿podría volver? El globo verde estaba aumentando de tamaño aparente, acercándose al púrpura

que, a su vez, disminuía de tamaño acercándose al otro globo luminoso, a una velocidad cada vez mayor.

"A esa velocidad", pensó Obscuridad con pánico, "chocarán. Entonces, ¿cómo podrá regresar a mi mi

luz?"

Lo observó todo atentamente, sintiendo una sensación sumamente desagradable de frialdad... Más

cerca..., más cerca. Se estremeció. Los dos globos de luz, el verde y el púrpura, chocaron.

Se encontraron en un crescendo cegador de luces, que brillaron a lo largo de varios años luz, en tomo a

ellos. Una enorme nube de luz formó una esfera, en cuyo centro colgaba un globo brillante. La luz débil
disminuyó lentamente, hasta ser completamente absorbida por la más brillante, que permaneció tan inmóvil
como el mismo Obscuridad. Luego, comenzó a lanzar pulsaciones, con una regularidad extraña y rítmica.

Algo relativo a esas pulsaciones removía en su interior recuerdos muy antiguos, que le indicaban:
"Tú también, en determinado momento, no eras más que una esfera similar a esa, que pulsaba

ininterrumpidamente."

Se le ocurrieron pensamientos que le parecieron inmensos.
"Ese globo es vida", pensó con ciaridad. "La luz verde y yo hemos creado vida. Eso era lo que ella

quería decir cuando me comunicó que esta era la capa de la vida. Su energía activadora es muy potente
aquí. Ese es el secreto del globo púrpura. Con el verde crea vida. ¡Y no había conocido nunca antes la
capa cuarenta y ocho, hasta que ella me la mostró! La finalidad de la vida... es crear vida."

Ese pensamiento le quemaba la mente. Durante un momento breve y terrible pensó que había resuelto

el más difícil de todos sus problemas.

Como en todos los demás momentos de exaltación que había conocido, la desilusión siguió a la

agitación muy de cerca. ¡Para eso era todo! El proceso seguía adelante, ¿y qué salía de todo ello? ¿Era la
creación de más vida el único uso de la vida misma? ¡Era un círculo carente de significado! Recordó las
palabras pronunciadas en el pasado por Abuelo, y el horror se apoderó de él.

-Vida, mi vida -susurró débilmente-. Un sol muerto y la vida..., ambos de igual importancia. ¡Es

inconcebible! exclamó.

Se dio cuenta de que la luz verde brillaba muy cerca; si, ella poseía una luz central, mientras que él

había perdido la suya.

Su compañera lo miró con gran tristeza.
-¡Obscuridad, si me hubieras hecho caso!
Le devolvió la mirada, con expresión vacía.
-¿Cómo es posible que tú tengas una luz, mientras que yo no tengo ninguna?
-Una disposición de lo que sea que nos creó, ha dotado a las luces verdes con la capacidad para

recuperar su luz tres veces. Cada mezcla de una luz verde con otra púrpura puede dar como resultado la

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formación de uno o más recién nacidos. En esa forma, el número de nacimientos sobrepasa al de muertes.
Cuando mi cuarta luz se vaya, como sé que ocurrirá algún día, yo también moriré.

-¿Quieres decir que voy a morir?
-Pronto.
Obscuridad se estremeció, a mitad de camino entre una furia ciega y un enorme dolor mental.
-La muerte se encuentra por todas partes -susurró- y todo es inútil.
-Quizá -le dijo ella con suavidad, con una compasión que emocionó hasta lo íntimo de su ser a su

compañero-. Obscuridad, no estés triste. En realidad, la muerte nos llega a todos tarde o temprano, pero
eso no quiere decir, de ninguna manera, que la vida carezca de importancia.

"Hace mucho tiempo, en las épocas pasadas de nuestra raza, éramos insignificantes, como simples

burbujas de energía que nos desplazábamos a menos de la velocidad de la luz... Una criatura de energía
de aquella época no conocía más que las capas una y cuarenta y ocho del hiperespacio. No lograba
concebir siquiera que pudiera existir el resto de ellas. Todos eran ignorantes, y sólo poseían medios
elementales para absorber energía para la vida. Durante innumerables miles de millones de años, nunca
supieron que el universo tenía límites. No podían imaginarse qué era un límite.

"Todos eran débiles, pero fueron aumentando en potencia. Lentamente evolucionaron, y la inteligencia

hizo acto de presencia en sus mentes.

"Siempre iban descubriendo nuevas cosas que resultaban antes inimaginables para ellos e incluso

ahora mismo hay cosas que están lejos de nuestras mentes; una de ellas es el fin de todo el espacio. Y la
mayor de todas es la razón por la que existe la vida: Ambas son cosas que no podemos imaginamos; pero
con el tiempo, la evolución de los poderes mentales nos hará conocer esas incógnitas, aunque tengamos
ya conocimiento del hiperespacio y las otras cosas. De manera lejana, muy lejana, puedo ver ya ciertas
razones; pero escapan a mi raciocinio. Sin embargo, todo lo que es materia está condenado a
desintegrarse, hasta un estado de entropía invariable y máxima; esa es la vida, la vida sola, la que aparece
en un sentido siempre ascendente. Por lo consiguiente..., ¡ten fe!"

La amiga desapareció. Le habla consolado todo lo que podía.
Sus palabras hicieron que Obscuridad se llenara del fuego ardiente de la esperanza. ¡Esa era la

respuesta! Por vaga y prometedora que fuera, pero nadie podía llegar más cerca de la solución. Durante un
instante se sintió emocionado al pensar que había resuelto el último de sus problemas.

Luego, en otro instante, las ideas expresadas por la luz verde escaparon de su memoria, como si nunca

hubieran sido expresadas. Sintió un cansancio insoportable, como si estuviera perdiendo las energías de la
vida.

Con gran dificultad puso en efecto un pensamiento pasajero. Al carecer de poder caería por la escala

de la vida... y la muerte hasta llegar al final. Era algo innenarrable, quizá algún recuerdo natal le hizo
detenerse un momento en la capa diecisiete. Muy lejos, vio a la luz verde con su recién nacido. Habían
abandonado la capa superior y habían llegado a aquella en la que los propulsores se hacen inútiles. Lo
mismo había sucedido en el momento de su propio nacimiento.

No se detuvo más y descendió basta la capa verdadera, siguiendo un desplazamiento lento a través de

los lechos de estrellas de aquel universo, hasta que, finalmente, llegó a los límites. Luego se introdujo en la
oscuridad, hasta que cientos de años luz lo separaron del universo que su pueblo nunca supo que existía.

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C

APÍTULO

V

DISIPACIÓN

Se detuvo y miró hacia atrás, hacia los lentes de irradiación débil.
"Ni siquiera he descubierto los límites de la oscuridad", pensó. "Se extiende en torno mío hacia todos

los lados. Este sistema galáctico y el mío propio no son sino puntos diminutos de luz, que brillan a una
distancia enorme uno del otro, sobre un fondo profundamente negro. ¡Son tan pequeños en comparación
con la oscuridad que apenas tienen la verdadera dimensión de la existencia!"

Siguió recorriendo su camino, lenta y cansadamente, como si disminuyera su poder para activar sus

propulsores. Hubo un momento, en sus esfuerzos lentos y desesperados, después de la enorme velocidad
que había llevado al cruzar la zona oscura, cuando aquel universo, el punto luminoso que iba haciéndose
cada vez mayor, se le había hecho visible.

Se detuvo, echándole una mirada llena de nostalgia, y aceleró, hasta perderlo de vista.
"Ya estoy nuevamente solo", pensó vagamente. "Estoy mucho más solo de lo que lo estuvo nunca

Abuelo. ¿Cómo escapó él a la muerte provocada por las luces verdes? Quizá descubrió su terrible secreto y
huyó antes de que pudieran llegar a dominarlo y destruirlo. Era un amante de la sabiduría y no deseaba
morir. Ahora vive y está solo, escondiéndose en la capa oscura y esforzándose en no pensar. Podría darse
muerte él mismo, pero teme hacerlo, a pesar de que está sumamente cansado de vivir y de pensar en
cosas extrañas de manera interminable."

-Voy a morir... ¡Oh, no! ¡Sí, voy a morir!
Se asombró cada vez más. Pensó o trató de pensar en lo que ocurriría después de la muerte. ¡No

habría nada! ¡No estaría allí y, sin él, no podría existir ninguna otra cosa!

"No estaría allí y, por consiguiente, no habría nada", pensó cansadamente. "¡Es algo inconcebible! ¡La

muerte! ¡Eternamente, después de que muera..., estaré muerto!"

Trató de aliviar la extraña sensación de terror que le inspiraba la inconsciencia eterna.
"Antes no fui nada. Eso es cierto; ¿por qué no puede volver ese tiempo? Pero es inimaginable. Me

siento como si fuera el centro de todo, la causa, el punto focal e, incluso, la base."

Durante cierto tiempo, ese pensamiento le dio una extraña satisfacción. En realidad, la muerte no era

tan mala, cuando era posible olvidar, en esa forma, las mismas cosas que habían sido tan necesarias en
vida. Sin embargo, finalmente, la razón remplazó a los sueños. Suspiró:

-¡Y todo eso es vanidad!
Volvió a sentir la sensación inefable y horrible de sentirse incapaz de activar sus propulsores a plena

potencia y, al mismo tiempo, para conservar su tamaño normal. Sus anillos de memoria pulsaban y
forcejeaban, a veces, para anularse a sí mismos.

Todo parecía carecer de significado. Su mismo descenso a la oscuridad, a baja aceleración, carecía de

finalidad.

-¡Ya no podría llegar a ninguno de los dos universos que conozco! -se dijo-. ¡Porque estoy muriéndome,

mi pobre madre! ¡ Pobre Abuelo! Nunca llegarán siquiera a saber que he logrado cruzar al otro lado. Eso
parece ser lo más triste de todo el hacer algo grande y no poder comunicárselo a los demás. ¿Por qué no
me hablaron de las luces centrales? En el caso de Abuelo, se trataba del temor de que pudiera llegar al
mismo final inútil que él. Con mi madre... obedecía a un instinto tan profundamente enraizado como el
espacio.

"¿Por qué? ¿Tenía razón la luz verde? ¿Tiene la vida algún propósito tangible, que somos incapaces

de comprender? Sin embargo, ¿qué gano yo, si tengo que morir con el fin de poder hacer progresar esa
finalidad? Supongo que Abuelo conocía la verdad. La vida es simplemente un nacimiento accidental, una
existencia fortuita, como una estrella o un electrón. Sin embargo, sabiendo todo eso, ¿por qué no cedo
inmediatamente a las fuerzas dilatadoras que siento en mi interior? ¡No lo sé!"

Convulsivamente, aplicó todas sus fuerzas mentales a la conservación de la vida, dentro de su cuerpo,

que se iba dilatando inexorablemente. Durante cierto momento, se glorió por el aumento momentáneo de
su vigor, que iba disminuyendo con rapidez.

-¡Hagamos sistemas solares! -su mente tomó el hilo de un pensamiento perdido-. ¡Hijos venturosos de

Radiante, Incandescente, Gran Poder y todos los demás!

Se concentró en el pensamiento repentino que se le había ocurrido. Se estaba muriendo. De esto se

daba cuenta perfectamente; pero se estaba muriendo sin hacer nada. ¿Qué era lo que había hecho
realmente en el curso de su vida?

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"¿Y qué puedo hacer? Estoy solo", pensó vagamente.
Luego:
-Podría hacer mi planeta y colocar en él el germen de la vida. Abuelo me enseñó a hacerlo.
Repentinamente, tuvo miedo de morir antes de haber podido crear aquel planeta. Se dedicó a ello con

todas sus fuerzas, tomando de su interior enormes cantidades de energía, condensándola después, para
formar materia más atenuada. Con una potencia cada vez menor, formó masa tras masa de materia,
incluyendo siempre los noventa y ocho elementos que conocía.

La primera etapa de construcción del planeta en cuestión duró cincuenta mil años. Se había convertido

en una pequeña esfera de unos quince mil kilómetros de diámetro. Luego, lo calentó con un rayo térmico,
con otro enfrió la corteza, formando, al mismo tiempo, océanos y continentes en su superficie. Sabía que
tanto el agua como la tierra eran necesarios para la vida, y siempre debía construirse en esa forma la
superficie de un planeta.

Luego, llegó el final, de manera totalmente normal. Ningún otro ser había hecho nunca lo que hizo

Obscuridad en aquel momento. Cuidadosamente, creó un protoplasma perpetuador de la vida y lo arrojó, al
azar, en una hendidura diminuta de la superficie del planeta.

Luego, examinó su obra concluida, el planeta más perfecto que él o sus compañeros de juegos habían

podido crear nunca; con satisfacción, no obstante el enorme cansancio que lo desgarraba, a través de los
campos de energía de todo su cuerpo.

Luego, tomó al planeta en un rayo portador y le dio vueltas y más vueltas, como recordaba con tanta

claridad que hacía en su infancia. Le dio una enorme velocidad angular y lo disparó en una tangente, hacia
donde estaba razonablemente seguro de que se encontraba su propio universo. Lo observó alejarse con
sus rayos de visión, que eran cada vez menos poderosos. Se perdió en la oscuridad, que lo rodearía
durante una infinidad de tiempo; pronto fue un punto diminuto y, luego, se perdió totalmente de vista.

-Se ha ido -se dijo, síntiéndose solo, a causa de ello-; pero llegará al universo. Quizá durante millones

de años atravesará las galaxias sin sufrir atracciones. Luego, un sol lo capturará. Habrá vida en él, que se
desarrollará hasta hacerse inteligente, y podrá decir que tiene un alma y una razón para existir.

Tampoco se le escapó lo humorístico de la rapidez con que se reproduciría la muerte total de aquel

nuevo tipo de vida, una vez que comenzara a existir. Quizá florecería durante uno a diez millones de años
y, después, desaparecería tambien... en cierto momento; no era nada y volvería de nuevo a la nada.

Sintió una sensación que hizo que el vacio pareciera encontrarse más cerca; pero ya no se esforzó en

prolongar una vida que, en efecto, era ya muerte. Sintió en su interior un desgarramiento, como si una
fuerza desconocida tratara de romperlo.

Se dijo que ya no tenia miedo.
-Simplemente, voy a otra oscuridad..., pero será un viaje mucho más largo que el otro.
Como si se tratara de una capa protectora, recogió sus rayos de visión, para cubrir el espantoso vacío

negro. Cambió de forma y siguió dilatándose en el vasto infinito espacio.

Llegó la última dilatación, la que hizo que desaparecieran sus círculos de memoria. Una enorme esfera

viva se fue expandiendo, hasta que Obscuridad no fue sino una enorme masa de energía distribuida por el
enorme vacío interuniverssl.

Y la muerte, en aquel último momento, parecía ser repentinamente un suceso mucho más importante

de lo que lo había sido nunca el nacimiento.

En la oscuridad. Ross Rocklynne.

Into the Darkness Trad. Agustín Contín

Astonishing Stories Jun '40

Futuros ilimitados. Nova Dell 168

Editorial Novaro, 1973


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