LaHermanadeHielo16


16

Houston salió bajo la lluvia con su marido y ni siquiera sintió el frío. Tenía la mente ocupada pensando en que no era frígida. Quizás el problema estuviera en Leander, quizás habían estado demasiado juntos siempre. Fuera cual fuera la razón, se sentía aliviada de que no le faltara nada como mujer.

Kane la tomó en sus brazos.

- ¿En qué estás pensando? - preguntó -. ¿Qué piensa una dama después de que el mozo de cuadra le ha hecho el amor?

Houston se soltó y alzó los brazos en dirección al cielo. Comenzó a bailar lentamente, como si llevara su vestido de satén.

- Esta dama se siente maravillosamente. Esta dama no se siente en absoluto una dama.

Kane la tomó de una mano.

- ¿No te arrepientes de que tu noche de bodas no haya sido sobre sábanas de seda? No deseas que otro hombre...

Houston le colocó una mano sobre la boca.

- Esta es la noche más feliz de mi vida y no quiero estar en ningún otro lugar ni con ninguna otra persona. Una cabaña en el bosque con el amo. Ninguna mujer podría pedir más que eso.

El la observó con el ceño fruncido y luego le dijo:

- Es mejor que entremos o vamos a congelarnos.

Comenzaron a caminar hacia la cabaña, uno junto al otro, cuando de repente, Kane se volvió, la abrazó y la besó con pasión.

Houston se entregó con toda el alma, para que él pudiera sentir toda la felicidad y la emoción que la embargaban.

Kane la tomó en sus brazos y la llevó hasta la cabaña. Una vez dentro, tomó una toalla y le frotó el cuerpo congelado.

- Houston - comentó -, no te pareces a ninguna de las damas que he conocido. Pensé que tenía bien claro lo que sería casarme con una de las princesas Chandler, pero tú has derrumbado todas mis ideas.

Ella se volvió, con la toalla alrededor del cuerpo y la piel de los hombros iluminada por el reflejo del fuego.

- ¿Soy diferente en el buen sentido o en el malo? Sé que querías una dama, ¿acaso no me comporto como tal?

Kane tardó un rato en contestarle, como si pensara bien lo que iba a decirle:

- Digamos sólo que estoy aprendiendo mucho. Apuesto a que la esposa de Gould jamás lo siguió hasta la cima de la montaña - empezó a besarle el cuello y de repente se detuvo -. ¿Sería mucho pedir que supieras cocinar?

- Conozco los rudimentos, lo suficiente para dirigir a una cocinera, pero no para improvisar una comida sin los elementos necesarios. ¿No te gusta cómo cocina la señora Murchison?

- Me alegro de que ella no esté aquí ahora. Lo que quiero saber es si puedes preparar algo para comer con el contenido de esas bolsas que has traído.

Houston estiró los brazos y lo abrazó.

- Creo que podré arreglarlo. Quiero que esta noche no se termine nunca. Temía que te enfadaras conmigo por venir aquí sin que me hubieses invitado. Pero ahora me alegro de estar aquí y no en Chandler. Esto es mucho más romántico.

- Romántico o no, si no comemos algo pronto, me voy a deshacer.

- No podemos dejar que suceda esa catástrofe - replicó Houston, y se soltó.

Kane pensó que Houston acababa de hacer una broma, pero luego descartó la idea.

Houston se ató la toalla por encima de uno de los hombros y se puso a abrir los paquetes que había traído. Kane se sujetó una toalla alrededor de la cintura mientras agregaba leña al fuego. Houston se dio cuenta de inmediato de que quien hubiera guardado la comida había hecho un trabajo excelente. Cuando abrió la segunda bolsa, encontró una nota.

“Mi querida hija:

Te deseo toda la felicidad del mundo en tu matri-

monio y creo que tienes razón en seguir a tu espo-

so. Cuando regreses, no te sorprendas al escuchar

que Kane te llevó consigo.

Con amor,

Opal Chandler Gates.”

Kane levantó la mirada y vio que Houston tenía los ojos llenos de lágrimas y que tenía un papel en la mano.

- ¿Algo malo?

Ella le entregó la nota.

- ¿Qué quiere decir esto de que te he traído conmigo?

Houston comenzó a abrir los paquetes.

- Quiere decir que cuando regresemos a Chandler tu reputación como amante romántico habrá aumentado.

- ¿Mi qué?

- Sí - prosiguió ella -. Comenzó cuando me sacaste en brazos de la fiesta de los Mankin; luego la gente comenzó a hablar de cómo me defendiste de los vaqueros que me habían molestado aquel día en la ciudad y también debemos agregar aquella romántica cena que ofreciste en tu casa a la luz de las velas y sentados sobre los almohadones.

- Pero eso se debe a que no tengo sillas, y además, yo te había tirado la comida encima, y por último, ¿Tenía que dejar que esos tipos te molestaran?

Houston abrió una lata que contenía una sopa-crema de langosta.

- Sea cual sea la verdadera razón, el resultado es el mismo. Cuando regresemos, las muchachas adolescentes se detendrán en la calle para mirarte y comentarán entre ellas que esperan casarse con un hombre que el día de la boda las lleve a una cabaña en la montaña.

Por unos instantes, Kane no dijo nada. Hizo una mueca y se sentó junto a Houston.

- ¿Así que soy romántico? - le dijo, besándola en el cuello -. No creo que nadie adivine que es la mujer con quien me he casado la que evita que haga el ridículo delante de todo el mundo. ¿Qué es esa cosa gris?

- Paté de foie gras - explicó Houston untándole una galletita y poniéndosela en la boca.

- No está mal. ¿Qué otra cosa hay?

Había un poco de queso, tomates, croquetas de pollo, jamón, lomos con salsa de cebollas y pollo frito.

Cuando Houston vio el pollo se echó a reír. No estaba en el menú que había planeado para la boda. Sin duda la señora Murchison se lo había preparado para su querido señor Taggert. Se preguntó cuántas otras personas habían ayudado a envasar la comida para su huida “secreta”.

- ¿Qué demonios es esto? - preguntó Kane.

- Pensé que la boda era una buena ocasión para introducir algunas cosas nuevas en Chandler. Eso es un pan alemán que se llama pretzel; también se sirvieron algunos dulces italianos, pero no creo que los hayan puesto para nosotros.

Mientras hablaba, seguía sacando comida de las bolsas. Había una bolsa de tela llena de frutas, una lata con ensalada Waldorf, una enorme caja redonda con pedazos de distintos pasteles, pan de jengibre y otro de chocolate. Tres hogazas de pan de trigo, un recipiente con fetas de carne, queso y cebollas, un frasco de aceitunas y otro de mostaza.

- Creo que no nos moriremos de hambre. ¡Ah! Aquí está le mostró el interior de la caja de metal que contenía un buen pedazo de tarta nupcial.

Kane tomó el cuchillito que estaba encima de la cama, cortó un pedazo de tarta y se lo dio de comer en la boca a Houston con la punta de sus dedos. Houston saboreó hasta la última miga. Kane se acercó y la besó.

- Uno se podría morir de hambre teniéndote cerca - le dijo -. ¿Por qué no me das de comer antes de que vuelvas a seducirme?

- ¡yo! - exclamó ella -. Pero eres tú...

- ¿Sí? - preguntó Kane mientras se servía un trozo de pollo frito -. ¿Yo qué he hecho?

- Quizá sea mejor que no lo diga ¿Puedes pasarme esa lata de sopa?

- ¿Encontraste mi regalo de bodas, Houston? ¿En el baulito de cuero?

- ¿El que está en la salita? - cuando él asintió, ella dijo que no había tenido tiempo de mirarlo -. ¿Qué hay dentro?

- ¿Eso no estropearía la sorpresa?

Houston siguió comiendo y luego añadió:

- Creo que los regalos de boda deben entregarse el día de la boda. Y dado que estamos aquí que el baúl está allí, quisiera otro regalo.

- Ni siquiera viste lo que hay dentro del baúl. ¿Dónde voy a comprarte algo aquí arriba?

- A veces, los regalos más preciosos no se compran en una tienda. Lo que quiero es algo personal, algo muy especial.

Kane hizo un gesto para indicar que no tenía la menor idea de lo que le estaba pidiendo.

- Quiero que compartas un secreto sobre ti conmigo - repuso ella.

- Ya te he contado todo sobre mí. ¿Quieres saber dónde escondo el dinero en caso de que me vaya mal en los negocios?

Houston cortó un trozo de Camembert.

- Pensaba en algo sobre tu madre o tu padre, o tu odio por los Fenton, o tal vez sobre lo que tú y Pam hablasteis esta mañana en el jardín.

Kane quedó tan perplejo que por un momento no pudo replicar nada.

- ¿No pides demasiado? ¿No quieres nada más, como quizá mi cabeza sobre una bandeja? ¿Por qué quieres saber esas cosas?

- Porque estamos casados, Kane.

- No vuelvas a poner cara de dama. Muchas personas están casadas, como tu madre y ese hombre tan solemne. Ella lo llama señor Gates por respeto, como tú me llamabas a mí. Apuesto a que tu madre jamás le ha hecho preguntas como las que tú me estás haciendo ahora.

- Bueno, tal vez yo sea tremendamente curiosa. Después de todo, fue mi curiosidad la que me llevó a conocer tu casa y que nos llevó... a ahora... - la manta que cubría a Houston se deslizó unos centímetros.

Kane la observó divertido.

- Veo que aprendes deprisa. Muy bien, es mejor que te diga algo, porque, según Pam, toda la ciudad hablará de ello en unos pocos días.

Hizo una pausa y miró la comida.

- No te gustará lo que voy a decirte, pero ahora no puedo hacer mucho para cambiarlo. ¿Recuerdas que te comenté que cuando era joven Fenton me echó de su casa porque me había mezclado con su hija?

- Sí - contestó Houston con suavidad.

- Siempre pensé que alguien nos había espiado y había ido con el cuento a Fenton, y hoy Pam me ha confesado que fue ella misma quien se lo dijo - Kane suspiró, la miró y continuó hablando -: Pam le contó a su padre que estaba esperando un hijo de mí. Fenton, tan bastardo como es, la envió a otro lugar y la hizo casarse con un hombre mayor que le debía dinero, y a mí me aseguró que Pam no quería volver a verme nunca.

- ¿Por eso odias al señor Fenton?

Kane la miró a los ojos.

- No. Acabo de enterarme de todo esto. El meollo de toda esta historia es que Pam vino a Chandler para quedarse, y con ella, su hijo de trece años, que también resulta ser mi hijo. Y según Pam, se parece bastante a mí, lo que hará que la gente murmure.

Houston se tomó su tiempo para responder.

- Si todo el mundo va a enterarse de esta historia dentro de poco, no es un gran secreto, ¿no?

- Fue bastante secreto para mí hasta hace algunas horas - repuso Kane con tono molesto - No sabía que tenía un hijo.

Cuando se lo proponía, Houston podía ser tan testaruda como él.

- Te he pedido un verdadero secreto, no algo de lo cual todos estarán hablando la semana entrante mientras toman el té. Quiero saber algo acerca de ti que sólo tú sepas, algo que ni siquiera Edan conozca.

- ¿Por qué quieres saber sobre mi? ¿Por qué no puedes simplemente colocar los muebles y dormir conmigo?

- Porque te amo y quiero saber cosas sobre ti.

- Las mujeres siempre dicen que nos aman. Hace dos semanas estabas enamorada de Westfield. ¡Maldición! Está bien, te contaré algo que no es asunto tuyo, pero que quizá te guste saber. Esta mañana, Pam vino a verme y me confesó que había estado enamorada de mí durante todos estos años y que quería que me fuera con ella, pero yo la rechacé.

- ¿Por mi? - preguntó Houston con una voz apenas audible.

- ¿No eres tú la mujer con quien me he casado? Y debo agregar que no tengo nada que agradecerle a esa estúpida hermana que tienes.

- ¿Sucedió algo entre tú y Blair para que estéis siempre rezongando?

- Un secreto cada vez - replicó él -. Si quieres otro, tendrás que ganártelo. Y la mejor manera de hacerlo es sacar todo esto de la cama, quitarte esa manta y venir a frotarte contra mi cuerpo.

- No estoy segura de poder soportar esa tortura - susurró Houston al mismo tiempo que dejaba la comida y abría la manta.

- Me gustan las mujeres obedientes - afirmó Kane tendiéndole los brazos.

- Me han entrenado para se la más obediente de todas las mujeres - murmuró Houston acercándole los labios para que la besara.

- Hasta donde recuerdo... todavía no me has obedecido ni una sola vez... Salvo aquí, en la cabaña. Maldición, Houston, nunca pensé que serías así. Quizá te pareces a tu hermana más de lo que yo creía.

Ella se apartó.

- ¿Tú también pensabas que yo era una princesa de hielo?

Kane la atrajo de nuevo hacia sí con una sonrisa.

- Muñeca, ¿qué obtienes cuando aplicas calor al hielo?

- ¿Agua?

- Vapor - con un repentino movimiento, Kane la colocó sobre sus piernas.

A Houston le encantaba sentirse cerca de él, en contacto con su piel. Le habían advertido que la noche de bodas era muy dolorosa, pero esa noche había tenido toda la felicidad que tanto había deseado. Tal vez fuera por el mismo Kane, porque sentía que él la aprobaba y no la criticaba como la mayoría de los hombres que la habían rodeado toda su vida. Tenía la libertad de reaccionar como de verdad quería.

Kane comenzó a acariciarle el cuerpo, las piernas, la espalda, y eso la hacía sentirse hermosa, como ningún vestido o cumplido lo habían hecho jamás. Cerró los ojos y se entregó a las hermosas sensaciones de la habitación en penumbra, al sonido y la calidez del fuego y al tacto de las manos de este hombre que la acariciaba todo el cuerpo. Kane le desparramó el cabello sobre la almohada y le rozó las mejilla con la punta de los dedos.

Cuando Houston abrió los ojos y lo miró, sorprendió en su rostro una expresión de dulzura que nunca le había visto antes. Sus ojos oscuros la miraban con deseo.

- Kane - susurró Houston.

- Estoy aquí, amor, y no tengo intenciones de irme a ningún lado.

Cuando ella volvió a cerrar los ojos, las manos de Kane se tornaron más insistentes. Se le aceleró la respiración y se colocó sobre ella, para acariciarle los pechos y besarla en la boca; Houston se abrió al igual que una flor que se abre a una abeja.

Kane colocó las manos bajo los muslos de ella y la levantó para poder penetrarla mejor.

Houston gritó ante el primer movimiento, pero el dolor desapareció en cuanto comenzó a moverse al mismo ritmo. El la abrazaba cada vez con más fuerza, hasta que ambos se fusionaron en un solo ser.

De forma instintiva, Houston colocó las piernas alrededor de la cintura de Kane y se aferró a su cuello mientras él se levantaba de la cama, sosteniendo el peso de ella con sus brazos y sus rodillas.

Kane se apoyó contra la pared de la cabaña y sus movimientos se hicieron más intensos. Houston echó la cabeza hacia atrás y gritó de placer, hasta el movimiento final.

Durante unos instantes, Kane la sostuvo así contra la pared, sin moverse, y ella siguió aferrada a él, como si fuera su único nexo con la vida.

Después de varios minutos, Kane la llevó a la cama y se acostó junto a ella sin soltarla.

- ¿Quién hubiera adivinado que una dama gritaría?

Houston estaba demasiado agotada para responderle, y se durmió en sus brazos.



Wyszukiwarka

Podobne podstrony:
LaHermanadeHielo22
LaHermanadeHielo26
LaHermanadeHielo27
LaHermanadeHielo19
LaHermanadeHielo17
LaHermanadeHielo15
LaHermanadeHielo23
LaHermanadeHielo30
LaHermanadeHielo25
LaHermanadeHielo33
LaHermanadeHielo21
LaHermanadeHielo29
LaHermanadeHielo28
LaHermanadeHielo31
LaHermanadeHielo24
LaHermanadeHielo18
LaHermanadeHielo32
LaHermanadeHielo20

więcej podobnych podstron