LaHermanadeHielo25


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Lo primero que hizo Houston fue llamar a su madre, y la encontró en pleno llanto. Cuando logró calmarla, aunque sin darle mayores explicaciones, la convenció para que la ayudara a reunir a los miembros de la Hermandad. El único lugar que parecía seguro, sin peligro de que las escucharan, era el primer piso de la confitería.

- A las dos de la tarde -a añadió Houston antes de cortar la comunicación para comenzar a llamar a las demás.

Cuando las mujeres se reunieron en el salón de la señorita Emily, todas miraban de soslayo a Houston. Ella sabía que se morían por saber la verdad sobre lo sucedido la noche anterior en casa de Kane cuando todos lo abandonaron. Caminó hasta las mujeres que aguardaban allí, de pie.

- Anoche, descubría algo muy importante - anunció -: Jacob Fenton sabe que entramos en los campos. No estoy segura de cómo se enteró; por eso he organizado esta reunión, para que podamos discutirlo.

- Pero los guardias lo ignoran, ¿no es así? - preguntó Tia -. ¿Sólo Fenton lo sabe? ¿Se lo ha dicho a los demás? ¿Cómo lo descubrió?

- No conozco ninguna de esas respuestas. Lo único que sé es que está enterado de que nosotras nos disfrazamos para entrar en las minas... y ha amenazado con demandarme.

- ¿A ti? - gritó Blair -. ¿Por qué a ti en particular? ¿Por qué no a todas?

Houston bajó la mirada.

- Tienen que ver con mi marido y el señor Fenton, pero no creo que me arresten.

- No podemos arriesgarnos a ello - afirmó Blair -. Tendrás que dejar de entrar a los campos.

- ¡Un momento! - exclamó la señorita Emily -. Hace mucho que Fenton debe de saberlo. No se enteró ayer y fue directamente a tu casa a amenazarte. ¿No es así, Houston?

Ella asintió.

- Por supuesto que no es de mi incumbencia, pero deben de haber sucedido muchas cosas anoche en la casa Taggert, y es posible que la amenaza de Fenton sea parte de lo que sucedió ayer - añadió Emily.

Houston volvió a asentir.

- Creo que Fenton pensó que lo que hacíamos no era peligroso y por eso nos permitió la entrada a los campos. Si no me equivoco, y conozco a Jacob, se habrá reído de las tontas mujeres que se disfrazan de viejas. Yo propongo continuar con las visitas. Siento que estamos protegidas.

- ¿Y cómo piensas mantener el secreto? - preguntó Sarah -. Lo de Fenton no importa de todos modos. No le interesa mucho lo que sucede en los campos. ¿Recordáis cuando el año pasado el funcionario del sindicato apareció muerto a golpes? El veredicto oficial fue: “muerte por persona o personas desconocidas”. Es obvio que Fenton sabía lo que había sucedido, pero no se ensució las manos. ¿Crees que va a juzgar a las hijas de los ciudadanos más ilustres de todo Chandler? Mi padre lo mataría con una escopeta.

- Si somos objeto de risa y contamos con la protección del mismo dueño, ¿para qué se necesita mantener el secreto? - peguntó Nina -. ¿Por qué no llevamos nuestros vestidos con puntillas y conducimos bonitos carruajes para repartir la comida?

- ¿Y qué minero dejará que su mujer acepte caridad de las ricas mujeres de la ciudad? - objetó la señorita Emily -. Creo que tendremos que seguir con todo como está. Houston, quiero que pienses en esto muy seriamente: ¿Crees que el señor Fenton presentará cargos contra ti a las otras mujeres?

Y arriesgarse a que se sepa que le robó todo a un bebé de sólo tres días, pensó Houston, y dijo:

- No, no creo que me arresten. Propongo que continuemos como siempre. Los pocos hombres que saben lo que hacemos tienen sumo interés en guardar el secreto. Si eso es todo, propongo que terminemos la reunión y nos vayamos a casa.

- Un momento - pidió Blair -. Nina y yo tenemos algo que decir.

Blair y Nina explicaron una idea que habían estado elaborando durante semanas. Se trataba de una revista femenina que en forma de código informaría a los mineros sobre lo que sucedía en el resto del país con respecto a la organización de los sindicatos. Mostraron algunos artículos que habían preparado a modo de ejemplo y propusieron distribuir las revistas como un obsequio a las esposas de los mineros.

Las mujeres de la Hermandad dudaron en un principio acerca de si aceptar la propuesta. Ya estaban preocupadas de que Fenton supiera la verdad.

- ¿Estamos comprometidas o no? - preguntó la señorita Emily, y entonces se pusieron a discutir el proyecto.

Horas después, el grupo se disolvió y cada una se marchó a su casa, pensando en que podía ser arrestada al igual que cualquiera de sus amigas.

- Houston - llamó Blair cuando las demás salieron -. ¿Podemos hablar?

Houston asintió, pero no podría contarle a su hermana lo que había sucedido. Blair se culparía otra vez por lo acontecido, y Houston no necesitaba más problemas por ahora.

- ¿Quieres contarme lo que sucedió anoche? - preguntó Blair cuando estuvieron solas -. Dicen que lo abandonaste. ¿Es verdad?

- Sí - respondió Houston esforzándose por no llorar -. Estoy viviendo en la casa de Pamela Younger. La hija de Jacob.

Blair se limitó a mirar largamente a su hermana, pero se abstuvo de hacer ningún comentario.

- Si me necesitas, estoy aquí para escucharte, pero mientras tanto necesitas algo que te mantenga ocupada. El primer número de la revista Lady Chandler tendrá que pasar por el Comité de las Minas para su aprobación y tiene que ser lo más inofensivo posible. Necesito artículos sobre cómo limpiar la ropa, cómo cuidar el cabello, cómo vestirse como una duquesa con el salario de un minero, ese tipo de cosas. Creo que harías un gran trabajo si los escribieras. ¿Puedes acompañarme a comprar una máquina de escribir? Te enseñaré a usarla esta noche.

Houston no había pensado en cómo emplearía su tiempo ahora que no tenía que ocuparse de Kane, pero si no se ponía a hacer algo, pasaría el tiempo sentada en la casa de Pam maldiciéndose por ser tan tonta como para amar a un hombre como Kane Taggert.

- Sí - contestó -, quiero estar ocupada. Tengo algunas ideas sobre cómo las mujeres de los mineros podrían mejorar las cabañas donde viven y agregar un poco de belleza a sus vidas.

Blair le dio tantas cosas que hacer a Houston que esta no tuvo tiempo de pensar en otra cosa. En cuanto Houston terminaba un artículo, Blair ya tenía pensado otro. Pam se interesó tanto por la revista de Blair que convirtió su cocina en un centro de pruebas de quitamanchas y trató de encontrar un método realmente efectivo para limpiar el terciopelo. Al final del día, toda la casa olía a amoníaco, pero Houston logró escribir: “Dos cucharadas de amoníaco disueltas en dos cucharadas de agua tibia sirven para quitar manchas sobre el terciopelo. Debe aplicarse con un cepillo de pelo duro”. Blair comentó que podía ponerle ese nombre a la historia principal de la revista. Pam sonrió complacida, pero Houston sabía que su hermana sólo le estaba tomando el pelo.

La escritura fue una excusa perfecta para no salir de la casa y enfrentarse al mundo. Pam salía a menudo, sin decir a dónde iba, pero así lograba mantener a Houston con toda las noticias frescas. Le informó que Kane se había quedado solo en su casa sin amigos ni sirvientes que lo atendieran.

- Y sin parientes. Eso debe de alegrarlo - añadió Houston -. Ahora puede trabajar sin interrupciones.

- No te amargues, Houston - repuso Pam -. Lamentarse por el pasado es terrible. Lo sé. ¿Qué te parece si incluyo esta receta para teñir prendas en el primer número?

- Sí, claro - contestó Houston con la mente ausente mientras limpiaba las teclas de su máquina de escribir. Blair le había contado que cuando Remington creó la primera máquina de escribir, las teclas se enredaban entre sí todo el tiempo. Lo investigaron y descubrieron que las dactilógrafas eran demasiado rápidas para el mecanismo, de modo que decidieron mezclar todo el tablero y hacerlo difícil. Situaron las letras más usadas en los lugares más inaccesibles, para que las dactilógrafas tardaran más en escribir. Por casualidad, las letras de la primera línea formaron la palabra QWERTY.

Dos semanas después de que Houston abandonara a Kane, llegó el vagón ferroviario que Kane había encargado para Opal, causando un gran revuelo. Con el rostro bañado en lágrimas Opal fue a ver a Houston para decirle qué hombre tan maravilloso había dejado, preguntarle cómo había hecho una cosa así, y asegurarle que una mujer no era mujer si no tenía hijos, y que Houston sin marido es algo triste.

Houston logró explicar a su madre que era Kane quien no la quería, y no lo contrario. No era toda la verdad, pero mentiras piadosas a una madre eran aceptables.

Houston regresó a su máquina de escribir y trató de no pensar en el pasado.

Opal Chandler Gates se dirigió lentamente a la casa Taggert. Se suponía que había salido a hacer compras y el señor Gates no le preguntó por qué se había vestido tan elegante para salir. Tenía que estar muy elegante porque iba a ver a Kane y a pedirle que dejara regresar a su hija, si es que en verdad él la había echado tal como Houston se lo había insinuado.

Houston podía ser tan rígida, pensó Opal, tan parecida a su padre. Bill podía tener un gran amigo, pero si esa persona perdía su confianza, nunca lo perdonaba. Houston era muy parecida a su padre. Opal sabía que, después de lo que Leander le había hecho, él había desaparecido por completo de la vida de su hija.

Y ahora tenía que hacer algo con Kane. Opal sabía que Kane había hecho algo terrible, algo raro, monstruoso y estúpido. Pero esa era una de sus características más atractivas: era tan rudo como Houston era educada. Formaban una buena pareja y Opal quería verlos juntos otra vez.

Llamó a la puerta de la enorme casa, pero nadie le respondió. La abrió y como estaba sin llave, pudo entrar sin problemas. La casa estaba vacía y fría.

Opal pasó un dedo por la mesa del vestíbulo. Era increíble el polvo que podía juntarse en sólo dos semanas.

Llamó a Kane en voz alta, pero no hubo respuesta. Opal sólo había estado en la casa en una ocasión y no conocía muy bien el camino. Le llevó bastante tiempo recorrer la planta baja y el primer piso. Cuando estaba en el dormitorio de Kane, se asomó a la ventana y lo vio paseando por el jardín.

Bajó la escalera corriendo y atravesó el césped crecido, a toda prisa para alcanzarlo. Lo encontró recostado contra un árbol, con la mirada perdida, fumando uno de sus exquisitos cigarros.

Kane se volvió cuando sintió que alguien se aproximaba.

- ¿Qué la trae por aquí esta mañana? - preguntó con tono cauteloso.

Opal suspiró.

- Me he enterado de que se enfadó y echó a mi hija de esta casa.

- ¡Por supuesto que no! Ella me dijo. Dijo algo sobre que ya no me respetaba.

Opal se sentó en el banco de piedra debajo del árbol.

- Algo así me temía. Houston es igual a su padre. ¿Podría contarme lo que sucedió? Houston no ha querido decirme una sola palabra. En eso también se parece a su padre.

Kane permaneció en silencio observando el jardín.

- Sé que es un asunto privado, y si tiene algo que ver con... bien, el dormitorio, supongo que Houston puede estar un tanto asustada, pero estoy segura de que si usted tiene paciencia...

- ¿Asustada, Houston? ¿Está hablando de la mujer que se casó conmigo? Ella no le tiene miedo a nada en la cama - replicó Kane.

Opal estrujó los guantes con el rostro encendido.

- Entonces, ha de ser otra cosa - aguardó -. Si le preocupa que mantenga el secreto, le aseguro...

- En este pueblo nada es secreto. Quizás usted pueda entender lo que la molestó tanto, yo no lo entiendo. Sabe que yo trabajaba en los establos de Fenton, ¿no es verdad? Bueno, cuando trabajaba allí, no me permitían entrar a su casa, y siempre me pregunté qué se sentiría al ser dueño de una casa enorme como aquella. Y después, cuando quise casarme con Pamela Fenton, sostuvo que yo no estaba a la altura de ella. De modo que me fui y comencé a hacer dinero. Sin embargo, en el fondo de mi mente albergaba el sueño de que algún día él vendría a comer a mi casa, que sería más grande que la suya, y que tendría a una dama sentada a la cabecera de la mesa.

A Opal le llevó algunos minutos darse cuenta de que ese era el final de la historia y que ella tendría que imaginar el resto por su cuenta.

- Por Dios - exclamó ellas después de un momento -. ¿Quiere decir que construyó esta enorme casa y se casó con mi hija para llevar a cabo su sueño?

Kane no respondió.

Opal sonrió.

- No me extraña entonces que Houston se fuera cuando se enteró de ello. Se debe haber sentido usada.

- ¡Usada! Ella también me usaba a mí. Se casó por mi dinero - repuso Taggert.

Opal lo miró ya sin sonrisa.

- ¿De veras? ¿Acaso tiene alguna idea de todo lo que hizo el señor Gates para convencerla de que no se casara con usted? En realidad fueron muchos los que le aconsejaron no hacerlo. Y en cuanto al dinero, ni ella ni Blair tienen por qué preocuparse por ello. No son ricas, pero tienen lo suficiente para comprarse todos los vestidos que quieren.

- Considerando los que se compra Houston, eso es una fortuna - murmuró Kane.

- ¿Cree que Houston desea algo más, el tipo de riqueza que sólo usted puede darle? - continuó Opal -. ¿Le parece que es una persona codiciosa?

Kane se sentó en el banco.

Opal pasó un brazo sobre sus enormes hombros y le preguntó:

- ¿La echa de menos, no es así?

- Sólo la conozco desde hace algunos meses pero creo que... me he acostumbrado a ella. Más de una vez quise estrangularla por obligarme a hacer cosas que yo no quería, pero ahora... echo de menos pisar las hebillas de su cabello, echo de menos el que nos interrumpa a Edan y a mí cuando trabajamos. También echo de menos el béisbol con Ian y mi hijo. ¡Maldita! Desearía no haberla conocido nunca. Era feliz antes de conocerla y volveré a serlo. Adviértale que no la aceptaré aunque venga a pedírmelo de rodillas.

Kane echó a andar hacia la casa y Opal se puso en seguida de pie, dispuesta a seguirlo.

- Kane, por favor, soy una mujer mayor - le dijo tratando de alcanzarlo.

- Usted no es ninguna anciana - gritó Taggert sin detenerse -. Tendría que haberme quedado con las prostitutas, ellas sólo quieren mi dinero.

Opal sólo pudo alcanzarlo cuando él ya estaba instalado en su oficina.

- Tiene que hacerla volver - le dijo.

- Claro que no. No quiero que vuelva - repuso él.

Opal se sentó para abanicarse porque se había quedado sin aliento. Disimuladamente, se arregló el nuevo corsé, que tenía paletillas de acero.

- Si usted no tuviera esperanzas de recuperarla, estaría en un tren rumbo a otra parte - afirmó Opal.

Kane se sentó en su sillón de cuero, y permaneció en silencio durante unos momentos.

- No sé cómo hacer para que Houston vuelva. Si no se casó conmigo por mi dinero, no sé cómo hice para ganar su corazón. ¡Mujeres! Estoy mucho mejor sin ellas - miró a Opal a través de sus pestañas -. ¿Cree que le agradaría un presente?

- No a Houston - contestó ella -. Tienen la moral de su padre. Tampoco serviría pedirle disculpas ni una declaración de amor. Si hubiera una manera de hacerla regresar y darle a usted un poco de tiempo, quizá podría convencerla de que no se casó con ella sólo para vengarse del señor Fenton, a quien no debemos culpar por no permitir que su hija se casara con el mozo de cuadra de su casa.

Kane abrió la boca pero volvió a cerrarla. Se le encendieron los ojos y propuso:

- Existe una manera... pero, no, no funcionaría. Houston nunca creería que yo soy capaz de usar un método tan sucio.

- Me parece perfecto. Cuéntemelo - pidió Opal.

Kane le contó su plan en tono dubitativo, pero a Opal le pareció maravilloso.

- ¡Mujeres! - exclamó Kane.

Opal se puso de pie.

- Ahora, debo irme. Oh, sí, claro, casi me olvidaba. La razón por la que vine es para decirle que llegó el vagón que usted había pedido pero que no puedo aceptarlo de ninguna manera. Es un regalo muy costoso. Tendrá que devolverlo.

- ¿Y qué diablos haría yo con un vagón pintado de rosa? Puede viajar en él.

Opal le sonrió.

- Querido Kane, todos tenemos nuestros sueños; por desgracia, si se hacen realidad, a veces no san tan lindos como cuando los soñamos. Estaría aterrada de viajar.

- Entonces, estaciónelo en algún lugar y utilícelo para sus reuniones con sus amigas. ¿Está segura de que ese plan tendrá resultado con Houston? No sé si quiero que ella crea que soy capaz de hacer una cosa así - comentó él.

- Ella le creerá, y creo que será un buen uso para el tren. Pero usted podría hacerlo pintar de otro color y...

- Si no lo acepta se lo dejaré en la puerta de su jardín.

- Ya que me está chantajeando... - repuso Opal con los ojos brillantes.

Kane gruñó cuando ella lo besó en la mejilla para despedirse.

- Presiento que todo saldrá bien ahora. Muchas gracias por el vagón, y vendrán a cenar usted y Houston la semana entrante a casa. Adiós.

Kane permaneció sentado mucho tiempo pensando sobre las mujeres en general y las damas en particular.



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