Capítulo cuarenta y tres


Captulo cuarenta y tres

Alex estaba en plena vena creativa.

Los dedos no se movan tan rpido como las palabras e ideas que afluan a su cerebro, pero no le importaba nada esa frustra­cin siempre y cuando siguieran llegando.

Por fin haba superado el bloqueo del escritor. Volva a la carga y mejor que nunca. Pensaba las frases y aparecan en pan­talla.

Son el telfono.

—Hijo de puta.

Intent hacer caso omiso del timbre y sigui tecleando. A esas horas de la noche deba de ser alguien que se equivocaba de n­mero. O Arnie, que lo llamaba casi cada da para preguntarle si segua saliendo con Cat. Cuando le deca que s, ya que no poda mentir a su agente, le recriminaba sus ganas de buscarse pro­blemas.

Son de nuevo.

No pares, se orden. Termina la frase antes de que se te es­cape. Si ahora la dejas, la habrs perdido para siempre. Desa­parecer en ese vaco que absorbe palabras idneas y frases ins­piradas que se asoman en el subconsciente antes de que puedas agarrarlas.

El telfono son por cuarta vez.

Como si nada. Hace semanas que esperas una noche como sta. Te est saliendo redondo. La trama est bien urdida, no como esperabas, por supuesto, pero de esta forma tiene mayor fuerza. La accin se desarrolla con dinamismo, los dilogos son ingeniosos, causan impacto.

No cojas el telfono, estpido!

Levant el auricular.

—Diga.

—Alex... no quera molestarte, pero...

—Cat? Te encuentras bien?

—No.

—Tardar quince minutos.

Colg al tiempo que pulsaba la tecla para archivar lo que ha­ba escrito y desconectaba el ordenador. Se puso las zapatillas deportivas, apag las luces y sali corriendo.

Era probable que Tom Clancy hubiera tenido que soportar in­terrupciones constantes. Habra vendido otro milln de ejemplares de Juego de Patriotas de no haber sido por los pequeos im­previstos de la vida. Y Danielle Steele tuvo nueve hijos; imagnate cuntas veces al da la interrumpan.

Cat haba odo el coche y abri la puerta.

—Te agradezco que hayas venido.

—Ests blanca como un papel. Qu ha ocurrido? Por qu llevas el pelo mojado?

—Me lo he lavado.

—Te has lavado el pelo? Despus de llamarme para lo que pareca una situacin de emergencia te has lavado el pelo?

—No me grites!

Le indic que pasara al saln.

—He tenido una visita. Cyclops.

El motorista haba dejado sus huellas en el sof y en el silln.

Alex suspir y se mes el pelo.

—Cmo ha entrado?

—Lo he dejado pasar.

—Qu?

—Ha dicho que si no lo pagara Michael.

—Ha podido agredirte.

—No lo ha hecho!

—Ahora eres t la que grita. Qu quera?

—Vayamos a la cocina —dijo ella—. He gastado todo un aerosol de ambientador, pero an puedo oler su pestazo.

Ella entr primero. Encima del mrmol haba una tetera humeante. Le pregunt si quera una taza. Alex contest que tal vez se cepillara unos cuantos whiskies, pero t no, gracias.

Cat se sirvi una taza, aadi una cucharada de azcar y sent enfrente de l a la mesa de la cocina. Le temblaban manos.

—Qu quera?

—Dinero.

—A cambio del corazn de Sparky.

—Cmo lo sabes?

—He ledo casos parecidos. Una persona recibe un trasplante de crnea, de hgado o de tejido. Cuando est bien, un miembro de la familia del donante se presenta y pide dinero.

—Yo tambin lo haba odo. Se citaba en las sesiones de te­rapia de grupo como uno de los motivos para que los donantes y los receptores quedaran en el anonimato.

Se cruz de brazos.

—Pero no crea que nadie fuera tan miserable.

—Cyclops lo es.

—Es repugnante. Cuando me ha rozado el pecho y el pelo con sus asquerosos dedos me he sentido violada. He vuelto a du­charme.

Se llev la taza a los labios, pero apenas poda mantenerla firme mientras beba.

—Perdona que te haya molestado, Alex.

—No me has molestado —minti.

—No saba a quin recurrir. Poda telefonear a ese teniente Hunsaker, pero me inspira muy poca confianza.

Alex supuso que deba tomarlo como un cumplido.

—Has hecho bien en llamarme. No puedes quedarte sola. Has tenido problemas para que se marchara?

—En realidad no. Le he dicho que para conseguir el dinero tendra que pasar por encima de mi cadver. Me ha contestado que eso tiene fcil arreglo.

—Ha podido matarte.

—Le he replicado que matarme sera una tontera si lo que quiere es sacarme dinero.

Alex pens que haba sido un milagro que Cyclops no la hubiera maltratado; y, al mismo tiempo, estaba enfadado con ella.

—Te has hecho la graciosa, verdad? Siempre con tus ocu­rrencias. Por qu diablos tenas que provocarle?

—Qu sugieres que debera haber hecho? Encogerme de miedo, llorar y dejarle ver lo asustada que estaba? Y tambin tengo que pensar en Michael y en Kismet. Es probable que ellos paguen su furor.

—Estaba furioso cuando se ha marchado?

—Como mnimo. Supongo que estaba convencido de poder intimidarme para que le diera un cheque. Me he negado y se su­ba por las paredes cuando he dejado bien claro que no me sa­cara ni un cntimo.

—Y qu ha contestado?

—Que lo lamentara.

Alex tambin estaba preocupado por Michael y su madre, Pero quera aliviar la preocupacin de Cat.

—Lo pensar dos veces antes de volver a ponerle la mano en­cima a Michael. Hace pocas semanas que se escap por los pelos de ir a la crcel.

—Confo en que eso sea disuasorio, ya que los vnculos de sangre no lo detendrn. Michael no es hijo suyo

Le explic lo que Cyclops le haba dicho.

—Tal vez eso explica que me impresionara la foto del nio incluso antes de verlo.

Alex se apoy en la mesa.

—Qu quieres decir?

—Nada.

—Vamos, Cat, he corrido a rescatarte. No merezco todos los detalles?

—Es una bobada.

Esboz una tmida sonrisa, se encogi de hombros y juguete con la cucharilla; todo, seales inequvocas de que estaba bus­cando evasivas. Por fin, dijo:

—Desde el momento en que empezaron a realizarse trasplantes de corazn, existe la polmica sobre si algunas de las carac­tersticas del donante pueden ser transmitidas al receptor.

Alex esper un momento hasta asimilar la frase.

—Contina.

—Es ridculo, por supuesto. El corazn es un rgano, un aparato, maquinaria fisiolgica. El alma de una persona es algo completamente distinto.

—Pues, por qu has relacionado tu atraccin por Michael con la posibilidad de que su padre fuera tu donante?

—No lo he hecho.

—S, lo has hecho. Y tambin Cyclops.

—A l no le importa quin se lo donara a quin. Slo ve forma de sacar dinero. Odia a Michael porque es la herencia y viviente que Sparky dej a Kismet. La castiga a ella por haber preferido a Sparky y ha convertido su vida en un infierno. No me extraa que parezca tan asustada.

—Cat, ellos no son responsabilidad tuya.

Lo mir con aire de sentirse tan ultrajada como si se hubiera orinado en la bandera norteamericana.

—Claro que s! Son seres humanos y corren peligro!

—Admiro tu altruismo, pero no puedes salvar a todos los desgraciados del mundo.

—Si Cyclops les hace dao, no podra resistirlo Podras t? Es que una vida no significa nada para ti?

Mex sinti que una oleada de calor le suba a la cara.

—Voy a pasarlo por alto porque ests nerviosa y confo en que no sabes lo que dices. Nada me gustara ms que hacer picadillo a ese animal y asegurarme que no volviera a tocarles un pelo. Pero hay millones de vctimas como ellos en todo el pas.

—S que no puedo salvar a esos millones, pero quisiera ayu­darlos a ellos.

—No estars pensando en darle dinero?

La discusin la haba dejado sin fuerzas. Se inclin hacia ade­lante y apoy la cabeza en ambas manos.

—Nunca habra cedido al chantaje, pero ha dejado bien claro que si no le pagaba lo lamentara. De una forma o de otra.

Entonces lo mir. Por primera vez desde que la conoca, la vea aterrorizada.

—Alex, quiero que lo dejemos.

—Que lo dejemos?

—Esta bsqueda demencial. Hace casi dos semanas que no he recibido correo annimo. Estoy segura de que alguien con un sentido del humor perverso me estaba gastando una broma. Eso es todo.

La falsa necrolgica era la guinda final. Hizo lo que tena planeado... Desconcertarme y ponerme nerviosa. Pero ya ha ter­minado de jugar.

—Ests segura?

—No, no lo estoy, pero ya no quiero levantar otra piedra. Cada vez que lo hago, debajo hay un gusano asqueroso. Tengo miedo de abrir el correo. Un motorista tatuado, con un ojo de cristal y tendencias homicidas, al que nunca antes haba visto, intenta hacerme chantaje y me amenaza con matarme.

Tengo un sobresalto cada vez que veo mi propia sombra, ya no me siento segura en mi casa, no puedo concentrarme en el trabajo. He perdido las ganas de comer y ya no recuerdo cundo dorm toda la noche de un tirn. Ya no puedo ms.

—No es tan fcil, Cat. No tires la toalla.

—Ya lo he hecho.

—Bueno, pues yo ni puedo ni quiero. No se da un caso por cenado slo porque no te gusta el aspecto de las pruebas que descubres.

—Oh, deja ya tu charla de polica. Ya no lo eres y sta no es una investigacin oficial. Ni tampoco el argumento de una de tus novelas Es mi vida!

—De acuerdo. Y estoy intentando protegerla. Quiero que vivas para celebrar el cuarto aniversario del trasplante.

—Yo tambin.

Hizo una pausa y suspir. Senta un nudo en el estmago. Lo que vena a continuacin no iba a gustarle.

—Por eso me voy a California y me quedar con Dean hasta que haya pasado la fecha. Ya est todo arreglado.

Alex se puso en jarras.

—Ah, s? Y cundo lo has arreglado?

—Antes de que llegaras.

—Ya. Me llamas para que acuda a rescatarte, pero soy slo un ala protectora hasta que puedas volver con pap Dean, no es eso? Y me acusabas de utilizarte sexualmente.

No tena intencin de ofenderla, pero lo hizo. Las lgrima5 asomaron a sus ojos, pero ella era Cat y no iba a derrumbarse.

—Te acompaar a la puerta.

La mejor actriz de carcter de la escena britnica no habra sido capaz de aparentar ms indignacin regia cuando se levant de la silla y sali de la cocina.

l la sigui, pero slo hasta la entrada, donde cerr la puerta de golpe.

—No voy a dejarte sola esta noche, Cat —levant las manos para pedir silencio antes de que ella pudiera protestar—. Dormir en el sof.

Ech un vistazo a la tapicera sucia.

—He dormido en sitios peores, creme. Ahora puedes patear, despotricar e insultar todo lo que quieras, pero ser una prdida de energas. Y no tienes muchas. Cat, haz lo que quieras: llori­quea, prepara la maleta, pntate las uas, lo que sea; pero hasta que sepamos la prxima jugada de Cyclops no voy a perderte de vista.



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