Capítulo cuarenta y siete
—Hola, ¿qué quieres?
—Se me ha ocurrido que no te irían mal unos mimos. He traído hamburguesas con queso.
Jeff levantó la bolsa para que ella pudiera verla por la mirilla.
—¿Con muchas calorías?
—Casi no puedo levantar la bolsa.
—En tal caso...
Cat abrió la puerta, saludó a alguien con la mano, hizo pasar a Jeff y volvió a cerrarla.
—¿A quién has saludado?
—¿No te has fijado en el coche aparcado al final de la calle? Es mi ángel custodio. El teniente Hunsaker tendrá la casa vigilada las veinticuatro horas del día hasta que detengan a Cyclops.
—Buena idea.
—Es idea de Alex. Yo me siento como una idiota con todo este asunto de agentes secretos.
Entraron en la cocina y sacaron la comida rápida de los envoltorios.
—A primeras horas de esta tarde, cuando hemos ido a comisaría a presentar la denuncia, Alex ha convencido a Hunsaker para que aposte un policía de paisano por si a Cyclops se le ocurre regresar. Oye, están riquísimas —dijo devorando otra patata frita—. Gracias.
—Me he imaginado que no habrías comido.
—No he comido. Ni siquiera he notado que tuviera apetito.
—¿Dónde está el señor Pierce ahora?
—¿Cómo voy a saberlo? No nos seguimos la pista.
Parecía estar a la defensiva porque así era cómo se sentía.
Alex no había telefoneado. Aunque sabía que ella no se iba California, sospechaba que aún estaba enfadado por pedirle ayuda y después comunicarle que volvía con Dean. No había sido ésa su intención, pero él la había percibido así.
Después de dejarla bajo la tutela de Hunsaker, se había lavado las manos. Cat quería saber su opinión sobre los últimos acontecimientos, pero no lo llamaría. Él tendría que dar el primer paso... si es que quería darlo.
—Suponía que tal vez estaría contigo —dijo Jeff.
—Anoche se quedó aquí.
Se masajeó la frente para apartar la jaqueca que parecía asaltarla cada vez que intentaba encontrar algún sentido a su extraña relación con Alex.
—Si no te importa preferiría no hablar de él.
—Como quieras. ¿Tienes ketchup?
—En el frigorífico. Pero úsalo con moderación, ya que desde esta tarde estoy en el paro.
—No se te ocurrirá mantener en firme tu dimisión, ¿verdad?
Al principio, la hamburguesa y las patatas hitas le parecían apetitosas. Ahora, pensando en la deserción de Alex y en el artículo de Truitt, la comida le daba náuseas.
—Estoy en un dilema sobre lo que tengo que hacer, Jeff. Todo es tan complicado...
Con sentido del humor añadió:
—¿Sabes? Lo tenía mejor cuando mi único problema era un corazón en fase terminal.
»Ahora mi vida amorosa es un verdadero lío, un motorista quiere rajarme, mi reputación va a quedar por los suelos gracias a un periodista-vampiro y no puedo hacer nada para evitarlo. Claro que, si lo miramos por el lado optimista, dentro de dos días un psicópata puede surgir de entre las sombras y liquidarme, ahorrándome así todas las demás molestias.
—¿Dos días? Ya no me acordaba.
—El tiempo ha pasado volando desde que conocí a Cyclops y me involucré en el asunto de Patricia y Michael. En cierto modo la fecha del aniversario se ha ido acercando sin que me diera cuenta
—¿El señor Pierce no ha averiguado nada sobre los recortes?
—Se nos pasó por la cabeza la idea de que pudiera ser Ciclops. Pero, después de reflexionar sobre ello, lo descartamos. No es lo bastante listo.
—¿Y Paul Reyes?
Le había explicado a Jeff lo que sabían de los tres incidentes ocurridos poco antes de su trasplante, y le había pedido que buscara en la hemeroteca artículos de periódicos relacionados con los tres casos. Como resultado de su investigación, leyeron todo lo que encontraron del juicio a Reyes.
—Alex intenta localizar a algún familiar dispuesto a hablar con él.
—¿Y el amante?
—¿El amante? —repitió perpleja—. No sé.
—¿Tampoco ha salido ninguna información del accidente múltiple en la autopista de Houston?
—Que yo sepa, no. Ni me acordaba.
Sonó el teléfono.
—¿Diga?
—¿Dónde están?
El corazón le dio un vuelco.
—¿Cyclops?
A Jeff los ojos se le salían de las órbitas. Dejó caer la hamburguesa y se levantó de la silla.
—¿Llamo al policía? —preguntó en un susurro.
Ella negó con la cabeza y le indicó que permaneciera callado. Apenas podía oír a Cyclops por el ruido de fondo.
—Te lo advierto, zorra, será mejor que me digas dónde están.
—En un lugar donde no los encontrará.
Cat hablaba tranquila y sin miedo, aunque el corazón latía acelerado.
—Están a salvo y no volverá a hacerles daño.
—Tal vez sí, tal vez no. Pero a ti sí que puedo encontrarte. Sé dónde trabajas y dónde vives. Nada de todo esto habría ocurrido si te hubieras ocupado de tus asuntos.
—Ya no trabajo para la WWSA, gracias a usted.
—¿Qué?
—No se haga el tonto, aunque ya sé que es pedirle demasiado. Pero, por otra parte, tal vez sea más listo de lo que parece. Sólo una mente ingeniosa pero retorcida podía inventar una mentira como la que le ha contado al señor Truitt.
—¿A quién?
—Al periodista del Light.
—¿De qué cojones está hablando? ¿Tiene el teléfono pinchado? Claro, me entretiene diciendo chorradas.
Y colgó.
Cat siguió con el auricular en la mano. Por fin lo devolvió a su soporte y se quedó pensativa.
—¿Qué ha dicho? —preguntó Jeff.
—Pues...
—¿Sabes dónde está? ¿Cat? ¿Qué te ocurre?
Necesitaba un momento para recuperarse.
—Sigue amenazando.
—¿Quieres decir que acusarte de abusos a menores no era suficiente?
—Cyclops dice que no sabe nada de eso. Por extraño que pueda parecer, creo que dice la verdad.
Jeff negó con la cabeza, perplejo.
—No entiendo nada.
—Yo tampoco.
—Truitt ha dicho que Cyclops lo llamó. No ha podido inventarse ese nombre.
—No se lo ha inventado.
—¿Pues miente entonces?
—No; alguien telefoneó a Truitt y se identificó como Cyclops.
A Jeff se le encendió una bombilla:
—Y pudo haber sido cualquiera. Es posible que la misma persona que te envió los recortes.
—Exacto. Esta persona está en todas partes. Tengo la impresión de que se ha metido dentro de mi piel. Sabe lo que está pasando casi al mismo tiempo que yo, incluso mi relación con Cyclops. O tal vez me estoy precipitando en mis conclusiones. Jeff, ya no sé ni qué hacer ni qué pensar.
—Tranquila, Cat, seamos prácticos. Suponiendo que la persona que te persigue inventó la historia del abuso de niños y llamó a Truitt, ¿quién la corroboraría? Truitt es ambicioso y repugnante, pero no me parece un imbécil.
—A mí tampoco.
—Por lo tanto, no creo que se jugase el pescuezo a menos que tuviera esa segunda fuente que apoya las acusaciones.
Siguieron buscando los pros y los contras. La cabeza de Cat estaba a punto de estallar. Después de haber dormido sólo un par de horas la noche anterior, había tenido que enfrentarse a la llegada inesperada de Patricia, a Truitt con sus malas noticias, a la traición de Bill, y, ahora, esto.
Su cabeza no daba para más.
—Jeff, estamos dando vueltas a un círculo vicioso. Perdona, pero mañana será otro día. Tal vez un baño caliente me ayude a dormir.
—Si quieres me quedaré contigo.
—Gracias, pero ya tengo alguien que me hace compañía al final de la calle.
Delante de la puerta, Jeff la abrazó.
—Te ruego que reconsideres tu renuncia.
—Ya está presentada.
—Pero Webster se había marchado cuando la subiste. No es oficial hasta que la firme. Espera a ver los efectos del artículo de Truitt. Tal vez no sean los que esperamos. Cat, no puedes marcharte; tú eres el programa.
—Es lo que decían todos cuando yo era Laura Madison. El personaje ya no existe, pero la telenovela está ahí cada día a las doce.
—Esto es distinto. Los Niños de Cat es tu misión en la vida, te importa demasiado. Y también a todos nosotros.
Cat quiso aliviar la tensión con una broma.
—Doyle, no me engañas: sólo intentas conservar tu empleo.
Lo miró mientras entraba en el coche y, a continuación, comprobó que el coche de policía sin identificación seguía allí. Al principio se había opuesto a tener a alguien que vigilara la casa, pero ahora le tranquilizaba saber que disponía de ayuda allí mismo.
Cyclops podía volver, aún estaba ávido de sangre, pero estaba convencida de que el desgraciado no sabía nada de la historia que le habían explicado a Truitt. El estilo de Cyclops era el ataque directo, tal vez con una navaja, pero no los subterfugios.
Si él no había telefoneado a Truitt, ¿quién lo habría hecho? ¿Y cómo sabía que el nombre de su enemigo era Cyclops? ¿Quién era la segunda fuente de Truitt?
Cat, buscando respuestas, se sumergió en el baño de burbujas.