Captulo veintids
-Sabas que eres la viva imagen de su hija Carla?
Consciente de que Alex no le quitaba los ojos de encima, Cat se concentr en conducir y mirar al frente.
—Hay cierto parecido —reconoci.
—Eso es poco.
—Sus ojos eran castaos, no azules.
—Pero era pelirroja, con el pelo rizado, y tena el mismo tipo de cara.
Analiz su perfil.
—Su estructura sea no era tan angulosa, pero el parecido es extraordinario.
Cat segua con los ojos fijos en la carretera y aferrada al volante.
—Sabes que es cierto —insista l—. Al ver la foto has estado a punto de caer desmayada. Te has puesto plida.
—Eres muy observador.
—Es mi trabajo. Observar a las personas y poner sobre papel lo que he visto.
- Bueno, pues a m no me gusta que me observen.
—Es una lstima, ya que eres fascinante. Y tambin Webster.
-Bill? Por qu?
-Para empezar le he cado mal desde el principio. No es que me importe, pero es curioso.
Curioso? Es que a toda persona que conoces le gustas automticamente?
-No quieras aparentar que no te has dado cuenta. Para cortarle has salido con esa historia de que me ayudas en el trabajo de documentacin. Casi le da un infarto cuando cogiste el lbum; el no quera que vieras fotos de su hija.
Cat tuvo que hacer grandes esfuerzos para que siguiera impasible. No haba observado a Bill como Alex, as que no poda decir con exactitud cul fue su reaccin cuando ella pidi ver el lbum. Sin embargo, no se le pas por alto que haba permanecido en silencio, dejando que Nancy se hiciera cargo de la situacin.
Nancy reconoci el asombroso parecido entre su hija y Cat comentando:
—Bill y yo nos dimos cuenta la primera vez que aparecistes en Passages. Bromeamos con Carla acusndola de tener una doble vida. Lo recuerdas, querido?
Bill asinti con un gruido.
Despus de eso, ella y Alex rechazaron otra taza e insistieron en que ya deban retirarse. Cat les agradeci la cena y Nancy le dijo que estaba segura de que con el apoyo de sus asistentes se podra organizar algo para recaudar fondos.
—Lo he pasado muy bien —dijo Alex a sus anfitriones- Gracias por incluirme.
En la puerta, Nancy los haba abrazado sin perder la compostura, aunque Bill pareca sentirse inquieto y ... culpable?
Y por qu haba estado tan antiptico con Alex?
—Sabas lo de Carla antes de esta noche? —pregunt l.
—Saba que haban perdido a su hija mayor. Y que haba muerto en un accidente de trfico cuando volva a la Universidad de Austin.
— Te lo dijo Webster?
—S, incluso antes de que me trasladara aqu. Al parecer, no lo haban superado. Y quin podra? Tu hija viene a casa a pasar el fin de semana, lavas su ropa, escuchas sus confidencias, se lamenta del profesor al que no soporta. Le das un beso de despedida recomendndole que sea prudente. Cuando vuelves a verla, es para identificar su cadver en el depsito. No puedo imaginarme nada peor que enterrar a un hijo.
Alex guard un silencio respetuoso y, a continuacin, le lanz una pelota asesina:
—Webster ha perdido la chaveta por ti?
-No!
—Ya. Vale.
—No, de verdad —insisti ella—. Sera enfermizo, teniendo en cuenta mi parecido con su hija.
—Tal vez fue eso lo que despert su inters. Su atraccin por ti era inocente cuando te conoci. Pero, con el tiempo, ha ido evolucionando hacia algo ms.
—No lo creo.
Alex mantuvo su silencio escptico. Por fin, ella haba meditado su respuesta.
Si as es, nunca me ha hecho la menor insinuacin.
No creo que te persiga por el despacho ni intente sobarte cuando nadie os ve. Tiene demasiado orgullo para eso.
Nunca ha dado un paso; ni con subterfugios ni abiertamente.
Pero vuestra relacin es algo ms que la de director-empleada.
Lo considero un amigo pero nada ms. Por otra parte, todo indica que su relacin con Nancy es perfecta.
Ninguna relacin es perfecta.
Lo dices por experiencia propia?
Por desgracia s. Demasiado.
Ya lo supona.
Pero t y Bill Webster...
- Nada de yo y Bill Webster —protest—. Me ha dado una oportunidad, lo aprecio y lo respeto. Eso es todo.
- Me parece que no, Cat. No te estoy llamando mentirosa. Es l, hay algo en l que me fastidia.
—Es un hombre atractivo, distinguido y con mucho prestigio. Es una persona influyente y emana autoridad.
—Oye, oye, espera, no estars insinuando que estoy celoso de l?
—Defnelo t.
—Lo has captado mal, nena. Era l quien estaba celoso de m por ser tu acompaante.
—Bobadas!
—De acuerdo; bobadas. Pero ese Webster esconde algo.
Haban llegado a un cruce. Cat no quera admitir lo que pensaba; que Bill se haba comportado esa noche de forma extraa y preocupante. Necesitaba tiempo para reflexionar sobre ello.
Pero Alex no estaba dispuesto a cambiar de tema.
—Por qu crees que estaba tan contrariado cuando viste la foto de su hija?
—Porque si nuestro parecido fue el motivo de su inters por m, se ha sentido avergonzado. La vena sentimental no encaja con la imagen de ejecutivo duro; una imagen que ha cuidado y mantenido a ultranza.
Quiz.
Cat di un Puetazo al volante.
Siempre tienes razn? No se te ha ocurrido pensar que si miras las cosas desde otro ngulo puedes estar equivocado?
Esta vez no. Hay algo falso en ese hombre, me lo dice el instinto, es todo demasiado perfecto, su vida es la ilustracin perfecta de un moderno cuento de hadas. Yo busco el duende camuflado.
—Has cado en tus vicios de polica.
—Es probable. Resulta una costumbre difcil de romper. Observo con cierto grado de sospecha a todo el mundo.
—Por qu?
—Porque las personas somos sospechosas por naturaleza. Todos tenemos algo que ocultar.
—Cmo un secreto?
Su sonrisa maliciosa no hizo mella en la seria expresin de Alex.
—Exactamente: como un secreto. Todos tenemos algo que guardamos bajo llave.
—Yo no; mi vida es un libro abierto. Me han mirado con rayos X por dentro y por fuera. Si tuviera algo que ocultar ya lo habran descubierto hace tiempo.
Alex neg con la cabeza.
—T tienes un secreto, Cat. Tal vez tan profundo que est encerrado en el subconsciente. Aunque no sepas lo que es, no quieres revelrtelo a ti misma porque tendras que hacerle frente. Todos ocultamos los aspectos negativos de nosotros mismos porque no soportamos enfrentarnos a ellos.
—Cielos, me alegro de haberte invitado: eres para morirte de risa.
—Antes he intentado bromear contigo. Y no me ha parecido que apreciaras mi sentido del humor.
Lo mir ceuda.
—Creo que te ests tomando el cursillo de psicologa policiaca demasiado en serio.
—Puede ser, pero los escritores tambin somos psiclogos. Hora tras hora, da tras da, describo vidas de personas, estudio sus pautas de comportamiento e intento descubrir lo que las hace reaccionar. Piensa en esto: te das un golpe en el dedo con un martillo. Qu haces a continuacin?
—Lo ms seguro es que grite, diga un taco y d saltos sujetndome el dedo.
—Exacto. Causa y efecto. Dado ese estmulo, todos nos comportamos bsicamente igual. Por otra parte, ocurren cosas en nuestra vida que para nosotros son nicas, pero, ya sean accidentales o preconcebidas, nuestras respuestas estn tambin programadas. Y cada cual est programado de forma diferente segn el sexo, el coeficiente mental, el nivel econmico, su entorno al nacer, etctera. Todos tenemos razones para reaccionar como lo hacemos. Esto es la motivacin. Como escritor, tengo que saber lo que motiva a determinado personaje a responder a una situacin determinada y de una forma determinada.
- Estudias el comportamiento humano.
En todas sus facetas.
Y est en la naturaleza humana esconder los secretos?
- Como un perro esconde un hueso. Aunque rara vez queremos desenterrarlos y roerlos.
Y cul es tu secreto, Sigmund Freud?
No puedo revelarlo. Es un secreto.
Cat par en otro cruce y volvi la cabeza para mirarlo.
- Seguro que tienes ms de uno.
Alex no pic el anzuelo. Se limit a preguntar:
- Nos acostaremos juntos esta noche?
Ella sostuvo su mirada hasta que cambi el semforo y el conductor que iba detrs hizo sonar el claxon.
—No lo creo —contest al pisar el acelerador.
- Por qu no?
—Porque has hablado tanto de estudiarme que me siento insegura. Ser la primera estrella de la tele que te llevas a la cama? La primera mujer con un corazn trasplantado? La primera pelirroja que calza un treinta y siete? Quieres acostarte conmigo para poder almacenar la experiencia en tu enciclopedia mental sobre el comportamiento humano?
Alex no lo neg y a Cat le molest que no lo hiciera. Quera que rechazara la acusacin de plano, pero segua callado. Eso confirm su decisin.
—Lo siento, Alex: no quiero verme retratada en la escena de la seduccin de tu prxima novela.
Alex apart los ojos de ella con la mandbula desencajada. Cat tema que fuera por el hecho de que haba dado en el clavo. Aunque, al menos, tena la decencia de no mentir sobre sus motivos. No obstante, estaba muy desilusionada.
-Haces que parezca un autntico cerdo.
—Es probable que lo seas.
Entonces vio que Cat sonrea.
- Bueno, tienes razn. Pero incluso a los cerdos se les concede el beneficio de la duda, algunas veces.
- De acuerdo. Un caf en mi casa?
S, desde all pedir un taxi para volver a la ma.
Caf y nada ms.
- No soy ningn salvaje, sabes? Puedo controlar mis impulsos cuando tengo que hacerlo.
Estaba bromeando, pero volvi a hablar en serio.
- Cat, me gusta hablar contigo; de verdad.
Es una nueva tctica?
—No. Eres ingeniosa, inteligente, competitiva. Una buena contrincante.
—Vaya, vaya; aunque no sea cierto es muy halagador.
Siguieron conversando y riendo mientras recordaba ancdotas de la cena. Al doblar la esquina, Cat fren de golpe.
—De quin es ese coche?
Haba un sedn oscuro aparcado delante de su casa, oculto en parte por las sombras de las ramas de los robles.
—No lo reconoces?
Ella neg con la cabeza.
—Esperabas a alguien?
—No.
Se dijo a s misma que los dos recortes de peridico no tenan que inquietarla, pero saba que era una imprudencia descartarlos por completo. Ms de un demente haba cometido horribles asesinatos debido a su obsesin por alguna persona famosa.
Sola extremar las precauciones asegurndose de que las puertas y las ventanas estuvieran cerradas, observando los aparcamientos al salir de los edificios y comprobando que no hubiera nadie en el asiento posterior antes de subir al coche. No estaba histrica, pero el sentido comn no le hara ningn dao.
—Qu te ha asustado? —pregunt Alex.
—No estoy asustada; slo...
—No me mientas. Te tiemblan las manos y tienes acelerado el pulso en la cartida. Qu pasa?
—Nada.
—Cat!
—Nada.
—Mentirosa. Aparca.
—Pero...
—Aparca!
Lo hizo, pero dej el motor en marcha.
—Apaga las luces, no hagas ruido, qudate aqu.
Abri la puerta y baj.
—Alex, qu haces?
Sin hacerle caso, ech una carrerilla en direccin a su casa. Pronto se perdi en las sombras y no poda verlo.
Su ansiedad inicial se haba mitigado. S, se haba asustado, pero slo durante un momento, y ahora le pareca una tontera. El coche poda ser de alguien que visitara a un vecino.
Impaciente, tamborile con los dedos sobre el volante.
No hagas ruido, qudate aqu, haz esto, haz lo otro”, murmur ofendida. No necesitaba que l la rescatase.
Baj del coche y sigui el mismo camino que Alex haba tomado. Corri de puntillas, pegndose a las sombras. Cuanto ms cerca estaba de casa, ms ridcula se senta. Es que alguien que quisiera hacerle dao aparcara delante de su casa, anunciando su visita?.
Por otra parte, cmo poda explicar la extraa sensacin de sentirse vigilada? Esos malditos sobres y sus misteriosos avisos le estaban jugando malas pasadas. Siempre haba odiado la cobarda, no era su estilo sobresaltarse ni imaginar fantasmas escondidos a punto de atacar.
Pero SU nerviosismo se intensific al llegar a la casa. Aparte del farolillo de la puerta de entrada, todo estaba oscuro y no se oa ni se mova nada.
Entonces, oy voces que venan del jardn trasero. Un grito. Un gruido. Ruido de una pelea. Dos siluetas se materializaron en la oscuridad. Alex forcejeaba con otro hombre y lo llevaba prcticamente a rastras hasta la entrada de la casa.
- Intentaba entrar por la puerta de atrs.
- Sultame, hijo de puta —grua el hombre.
—Nada de eso.
Alex lo tir al suelo boca abajo y se puso a horcajadas encima de l, presionando la rodilla contra los riones. Le sujet el brazo contra la espalda.
—Si te mueves te romper el jodido brazo. Cat, llama al 911.
Aturdida, corri hacia la puerta, pero estuvo a punto de dar un traspis en los escalones al or que volvan a decir su nombre, ahora con una voz entrecortada por la indignacin y el dolor pero, aun as, inconfundible.
—Cat, por el amor de Dios: scame a este maricn de encima.
Ella se dio la vuelta con los ojos desorbitados por la perplejidad.
—Dean