Estefanía Mañas Cerezo
Javier Fernández Collantes
Miguel Ángel Fuente Pedraja
Susana Zurrunero Romero
Eva María Fernández Peláez
PRÁCTICA TERCERA. MALENTENDIDOS CULTURALES.
A Ese malentendido es de tipo paralingüístico. En la cultura española, la sonrisa sólo se produce
en situaciones de alegría. Esta puede ser genuina o aparecer en situaciones sociales (reuniones entre
amigos; forma de socializar). Sin embargo, en las culturas orientales, la sonrisa es un mero signo de
respeto, un “mínimo” que hay que mantener en todo acto social.
Por ello, los estudiantes orientales sonríen todo el tiempo durante las clases. Mostrar
incomprensión, aburrimiento o hastío se consideraría una descortesía muy grande. Ese es el motivo
por el que nunca se atreven a reconocer que no han entendido lo que se les explica.
B A un profesor que tuviese que tratar a un grupo de orientales, le recomendaríamos, para
empezar, que “descontase” las sonrisas; es decir, que no las tuviese en cuenta para saber si sus
alumnos se han enterado o no.
A los alumnos, por su parte, les diríamos desde un principio que no entender cosas es normal, y
que el deber de los buenos alumnos es preguntar siempre que no entiendan algo. De esta manera,
entenderían que en España un rasgo muy apreciado en los estudiantes es que intervengan en clase,
porque demuestra interés.
Así mismo, habría que fijarse mucho en si entienden o no, y recordarles que deben preguntar.
De manera siempre educada, se podrían hacer con ellos juegos en los que, por ejemplo, se diese una
explicación muy difícil, de tal manera que cuando no se enterasen, se pudiera decir “Normal…”, o,
cuando hubiera más confianza, se podrían leer frases inventadas, para demostrar que precisamente
puede que uno de los objetivos de las actividades sea descubrir si lo entienden todo bien o no.
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A) Este malentendido cultural afectaría fundamentalmente a las actitudes. Cuenta Fernando
Poyatos (1994a: 45) que en un ciudadano de clase media americana es habitual sentarse a la mesa y
si no emplea la mano izquierda para manejar los cubiertos, la mantiene sobre su rodilla, debajo de la
mesa; muerde el trozo de pan y empuja la comida con el pulgar que inmediatamente se chupa. Esto
es justo lo contrario de lo que se considera correcto en las maneras de cómo ha de desenvolverse un
español en la mesa.
B) Un modo de resolver esta interferencia cultural sería simular una situación real en clase:
El mejor amigo del estudiante americano – en este caso sería el profesor- lo ha invitado a comer
en su casa con su familia –otros dos estudiantes que sepan cuáles son las buenas maneras según la
costumbre española- . Todos se sientan a comer y conversan de forma libre. Cada vez que el
estudiante americano hace algo que se considera de mala educación, los otros lo miran con cara de
sorpresa. Al final se le pide que explique en qué difiere nuestra cultura de la suya.
A) Este malentendido es de tipo lingüístico: se produce ante la duda del hablante extranjero
sobre el uso de una u otra forma para despedirse. Considera que “adiós” implica una despedida
definitiva y tajante, que no volverá a ver al librero, y “hasta luego” implicaría que se volverán a ver
(“luego”).
B) El profesor de español deberá explicar al estudiante que para un nativo no existe diferencia
real entre una y otra forma: “adiós” puede utilizarse, además de para despedirse, al término de una
conversación, y suena más tajante que “hasta luego”, forma más coloquial.
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Un sándwich y un escocés.
El malentendido cultural en este apartado viene dado por un conflicto paralingüístico y, en
menor medida, lingüístico. Para subsanarlo habría que partir del elemento social, que es el que
puede desambiguar el contexto lingüístico.
La confusión se produce porque en España no es usual ver a la gente comer por la calle o en
presencia de otras personas que no están comiendo. En gran medida, este hecho tiene su raíz en que
la comida es un acto social en ámbitos familiares y públicos (en el trabajo, con los amigos). En las
comidas españolas pesa tanto el alimento como la conversación de sobremesa. Por eso, cuando una
única persona se prepara para comer ofrece su alimento al resto de los presentes para que, de alguna
medida, aprueben este acto.
Entonces, ¿Cuándo ha de aceptarse una invitación en español? Una invitación- de comida o no-
ha de aceptarse únicamente, si se conoce a los invitantes o si éstos repiten insistentemente la
invitación. Cualquier otro ejemplo de invitación no es más que una fórmula de cortesía donde el
hablante quiere ser únicamente cortés y donde no espera una respuesta afirmativa.
En el caso que el alumno escocés nos relata, él atendió literalmente a la invitación: ¿Quieres?. Y
tomó el sandwich de su compañera de viaje. Para facilitar que el estudiante acepte esta experiencia
como una anécdota enriquecedora, no hay nada como acudir al humor. Así, podemos igualar su
conducta a la de Calvin en esta viñeta:
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Una vez comprendido el fallo comunicativo, sería conveniente trabajar con la actitud que el
interlocutor crea sobre la persona que actúa así. Con ello se concienzaría al alumno sobre las
consecuencias de este acto comunicativo a la par que se utilizaría este momento para aprender
expresiones y gestos kinésicos relacionados con este contexto.
El resultado de este error comunicativo es que probablemente la anfitriona no saldría de su
asombro y pensaría que el escocés era un cara dura, o uno de esos tipos a los que les das la mano
y se toman el pie. También se podría trabajar, en los niveles superiores, con la variante
latinoamericana de la última expresión, darte la mano y querer todo el brazo
1 Glazer, Mark. (1987) A Dictionary of Mexican American Proverbs. Greenwood Publishing.
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